Revista de Derecho, 22(44), 163-168. https://doi.org/10.47274/DERUM/44.7

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CONFERENCIAS Y CLASES MAGISTRALES

 

 

Francisco O’Reilly

Universidad de Montevideo (Uruguay)

ORCID: https://orcid.org/0000-0001-6539-9321

foreilly@um.edu.uy

 

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O’Reilly, F. (2023). El honor como corona de la virtud. Revista de Derecho, 22(44), 163-168. https://doi.org/10.47274/DERUM/44.7   

 

 

El honor como corona de la virtud[1]

 

Honor as the crown of virtue

 

A honra como coroa da virtude

 

 

Para cada carácter hay bellezas y agrados peculiares
y segurametne en lo que más se distingue el hombre bueno
es en ver la verdad en todas las cosas, siendo, por así decirlo,
el canon y la medida de ellas.
 
Aristóteles, Ética a Nicómaco.

 

1.    Introducción

 

Señor Rector, miembros del claustro de la Universidad. Para mí es un honor el pronunciar la laudatio de D. Rafael Alvira Domínguez que buscar retratar y revelar el mérito sobrado que encontramos para otorgarle el doctorado Honoris Causa que nuestra Universidad otorga por segunda vez en su historia.

Antes de justificar este acto de homenaje a Rafael, me gustaría reflexionar brevemente sobre el sentido de un acto así, que muchas veces nos queda invisibilizado. Por eso les propongo responder a la pregunta: ¿Por qué otorgar una mención honorífica en pleno siglo XXI?

 

2.    Sobre el honor en el siglo XXI

 

Pareciera que reconocer el honor de una persona ha perdido espacio, de hecho, en las clases de nuestra universidad, muchas veces, cuando leemos algunos textos clásicos, los alumnos tienden a considerar que el honor es algo que ya no cuenta. Sin embargo, al pensar en los likes, seguidores o el impacto de algo, están reconociendo una forma del honor en su sentido más básico que es el ser reconocido por algo (la fama, que la gente hable de uno...). Una profecía acerca del destino de la fama que se le adjudica al artista plástico Andy Warhol parece haberse cumplido: “en el futuro todos seremos famosos por quince minutos”[2].

Así, los quince minutos de fama detrás de los cuales muchos corren en las redes, ha generado en parte una descreencia del valor que tiene el honor. Y es que el honor reducido a la fama sumado a una sociedad que todo lo “monetariza” genera que lo más íntimo que tenemos se subordina al pueblo: las personas someten su carácter a esa búsqueda de la fama inmediata. De alguna manera, el honor ha quedado reducido en el uso coloquial al de la fama. No es raro entonces que nos resulte incómoda, extraña y hasta grosera la cuestión del honor. Y es que esta forma de comprensión de la fama termina en que la persona se someta a quienes lo siguen, la pseudo felicidad del influencer está subordinada al reconocimiento del otro, lo cual deriva en una infelicidad profunda propia de la ansiedad de quien corre detrás del qué diran.

Lejos de ese tipo de actividad, el honor en su sentido más propio, y bajo el que nos reunimos hoy en este acto académico, exige cambiar la mirada. Por supuesto que el honor es algo que se recibe, es algo que una comunidad otorga a un sujeto. La alabanza viene de fuera, pero las manifestaciones de honor se dan hacia aquellas personas que reconocemos como dignas de homenaje, por tener un carácter bueno, y una participación activa en la transformación positiva y buena de la comunidad. Como plantea con claridad Aristóteles “el honor es el premio de la virtud” (Aristóteles, 1123b).

Identificamos en aquellas personas que deseamos honrar un carácter estable y grande, que ha alcanzado un valor superior y las reconocemos como ejemplos de vida. Es por ello que, como comunidad, es relevante que podamos ir identificando a lo largo de los años a los referentes de la vida académica, a aquellos que no son meros científicos de impacto, sino aquellos en los que reconocemos el diálogo y la apertura, en los que reconocemos a un maestro. Y es por ello que considero esencial en la vida universitaria generar un diálogo con esos maestros para que, a fin de cuentas, puedan resultar los ejemplos a seguir de las futuras generaciones.

Como comunidad reconocemos en D. Rafael a un maestro que acompañó el desarrollo de la Universidad desde el principio, compartiendo y asesorando en distintos momentos de su génesis, tanto en las cuestiones de gobierno como de docencia. Muchos de los primeros alumnos lo tuvieron como profesor. Pero también aportó mucho a la comunidad en cuanto a su desarrollo como un filósofo práctico con una reflexión activa sobre los desafíos del intelectual hoy. Me gustaría destacar que es un académico comprometido con los temas que importan, y no necesariamente con las modas, los rankings o las temáticas que pueden obtener fondos concursables. Desde su formación clásica supo navegar por los autores de la cultura griega, romana y medieval hasta los autores contemporáneos, y a la vez, advertir la presencia de esas ideas en las letras de la música popular, siendo el tango una de sus debilidades. Así mismo, siendo catedrático de metafísica, participó en la fundación del Instituto Empresa y Humanismo de la Universidad de Navarra, donde fue director durante más de una década. Publicó incansablemente sobre distintos temas, siempre con elegancia, claridad, pero sin complejos. Por todo esto, no es casualidad que D. Rafael sea un referente académico en gran parte de las universidades del mundo de habla hispana, desde México hasta nuestras latitudes.

Durante mis primeros años de doctorado pude conocer sus textos y asistir por primera vez a sus clases. Aún recuerdo un artículo en la prensa española -de los primeros que leí- que abordaba el problema de la belleza y la basura en la ciudad. Desde el comienzo de mi doctorado entré en contacto con su filosofía práctica, filosofía que a veces se reduce a la teoría política, pero en el caso de Alvira tiene mucho que enseñarnos. En sus textos encontramos referencias a temas que marcan su conexión con la tradición clásica, su filosofía práctica tiene en su núcleo una filosofía de la familia[3]. Quizás su obra más paradigmática es La razón de ser hombre[4], innumerables artículos sobre la vida empresarial, el espíritu emprendedor en conexión con la filosofía[5] y muchas de estas ideas están revisitadas en sus charlas, entrevistas y cursos. Me gustaría brevemente rescatar hoy algunas ideas de lo que podemos denominar, siguiendo sus propias palabras, una filosofía de la vida cotidiana.

 

3.    ¿Por qué es relevante pensar la vida cotidiana?[6]

¿Por qué es relevante pensar la vida cotidiana?, ¿por qué no hablar de teorías más “fuertes”? Para Alvira no hay nada más relevante que la vida que tenemos cada día, no es lo extraoridanrio, sino lo ordinario. Somos lo que hacemos cotidianamente sin sonrojarnos.

Si no prestamos atención a esa cotidianeidad, terminamos perdiendo el sentido y el foco, y todo se desvanece poco a poco. Es la cotidianeidad la que nos afecta y nos permite o impide llevar a cabo una vida plena, y, a fin de cuentas, estamos aquí para ser felices. Pero esa felicidad es una cierta estabilidad, que viene dada del amor a nuestro habitar. No hay felicidad para quien no ama y desea lo que tiene dado, lo que cada uno es y donde habita. Este término, habitar, es el que nos muestra como primera clave. Habitar, nos recuerda D. Rafael (2005, 15) viene de un cierto poseer, de un estar allí. En la dimensión humana, la comunidad familiar o laboral tiene un desafío de convertir estas paredes en un edificio que tenga verdadera interioridad, una interioridad basada en el amor transformador que permite que aquí y ahora se dé un verdadero encuentro. En parte si hemos logrado llegar hasta aquí en la historia de la UM, es porque parte de este habitar se ha logrado, y no cabe duda de que D. Rafael ha colaborado en ello.

Ese amar no es un sueño hippie o romántico; amar lo que hacemos, y estar comprometidos en ese fin común que nos constituye en comunidad es algo serio y comprometido. Solo en el convencimiento de esa tarea común es que la familia o la comunidad puede tener una interioridad sana, hay un objetivo común que poseemos, y por ello lo habitamos. Rafael nos habla de la importancia de “habitar” (tener-estar) en nuestra vida. Una vez que se tiene y se posee ello podemos pensar en un quehacer, pero toda acción, toda tarea, sale y viene de un ser. Es que la labor que realizamos, la actividad que nos mueve, es la manifestación de lo que somos.

Alvira (2005) nos dice que “trabajar es caminar hacia lo que hemos de dar a luz, y por eso se nos representa como un vivir hacia el futuro”. Por eso en el trabajo que surge de un habitar, la tarea no es nunca pesada, porque emana desde nuestra convicción y nuestro amor, nuestra cotidianeidad. Nuestra rutina es un lugar donde deseamos estar, donde habitamos.

Así, en la Universidad de Montevideo desde el comienzo hubo un habitar la universidad que dio lugar a una vida intensa y un sentido, y desde ahí llegamos a este quehacer que nos reúne hoy, un quehacer que nos llena. La tarea que asumimos aquí, si la hacemos con sentido es una tarea épica que implica la conquista del futuro. Esta forma implica no solo que hay un ir hacia adelante, sino que también hay un vínculo con nuestro pasado, que no es algo ya acabado, sino que es algo vivo que nos habla y nos carga de sentido, y a la vez nos enriquece nuestro habitar día a día. Esa fue la inspiración que permite a una institución como la Universidad de Montevideo identificar a Don Rafael Alvira como un profesor que nos enseña a comprender y profundizar en nuestra visión y misión.

¿Qué es el trabajo bien hecho, sino esto que nos explica, el quehacer orientado a concretar una visión y una misión, la cual creemos porque es la misión en la que habitamos?

Esta actitud implica un contraste, nos enseña los riesgos que debemos evitar: no es lo mismo trabajar que “hacer cosas”. Solo un quehacer ordenado a la misión es el que nos mueve cada día a realizar la labor. En un mundo de la procastinación y el “multitasking” el papel de la atención ha quedado de lado, y el de la acción ordenada por un habitar, por un ser, es lo de menos: lo importante es estar ocupado.

Sobre esto nos advierte Don Rafael: “bajo la apariencia de una civilización del trabajo y la actividad vivimos, en realidad en una sociedad bastante dominada por el activismo y la pereza. O simplemente, por la pereza, pues el activismo es una forma de ella” (2005, 18-19).

¡¿Cómo es que la actividad permanente es pereza?! Estar ocupados nos lleva a mantenernos activos para no ser molestados por la misión, pero esa actividad implica la pereza de no trabajar para aquello que da sentido, para aquello que nos permite habitar. Porque el quehacer que compromete nuestra identidad nos exige trabajar con grandeza.

Esta idea me hizo acordar la anécdota que cuenta Luciano de Samósata (1990, p 374-75) sobre el filósofo Diógenes el cínico, quien proponía una vida desapegada de todo. De alguna manera profesaba el desapego y la despreocupación por las cosas como ideal de felicidad, ni amar ni habitar en la comunidad. Sin embargo, en un momento que la ciudad estaba sitiada por el rey Filipo, vio que todos los ciudadanos estaban yendo y viniendo para prepararse para la batalla. Diógenes entonces, tomó su barril -él vivía en uno en la plaza- y comenzó a correr empujándolo de aquí para allá. En algún momento una persona le preguntó “¿qué haces moviéndote con el barril de aquí para allá?”, y él contestó: “para que no parezca que soy el único vago entre tantos trabajadores”. Esta anécdota explicita esa idea importante para nuestra vida cotidiana de la Universidad, ese activismo que a veces nos distrae del verdadero quehacer que debe buscar la universidad. ¿Cuál es ese quehacer? La Universidad invita al diálogo, al encuentro entre una cultura que debe estar viva, y los jóvenes que vienen al encuentro. No puede ser que quien viene al diálogo nos encuentre ocupados en otras cosas.

La universidad es esencialmente humana, porque conlleva ese encuentro vivo, no hay posibilidad de automatizar o tercerizar lo humano. El aprendizaje es una actividad que nos conmueve, que nos hace ver la vida del otro. Es por eso que los grandes maestros se los reconoce por estar presentes allí donde están, y su esencialidad, su enseñanza, está en el diálogo.

 

4.    Conclusión

 Con Don Rafael hemos tenido muchas posibilidades de tener ese encuentro, en la historia de nuestra Universidad, y en mi historia personal he tenido la posibilidad de encontrarme con alguien que habita la vida, la tiene en posesión, no se le escurre ni va corriendo detrás de algo que lo quita del centro. Por eso entiendo que, más allá de los méritos académicos, que son muchos, lo que le hace más digno de reconocimiento es que Don Rafael es alguien que está en lo que hay que estar, reflexionando sobre lo que aporta genuinamente a la vida del hombre, en una reflexión que renueva y hace crecer. Y eso lo hace digno de nuestra admiración, nuestro reconocimiento como maestro. Por este acto otorgamos nuestra humilde corona a quien vivió virtuosamente el ideal universitario. Es un honor para la Facultad de Humanidades y Educación, y para la Universidad, tenerlo entre nuestros primeros Doctores Honoris Causa. Que la vida y el trabajo de Don Rafael sean ejemplo e inspiración para nuestros directivos, profesores, empleados y alumnos.

Considerados y expuestos estos hechos solicito al claustro y a la autoridad del señor Rector que otorgue y confiera al Dr. D. Rafael Alvira Domínguez el alto grado de Doctor Honoris Causa por la Universidad de Montevideo

 

Referencias bibliográficas

 

Alvira, R. (1998). La Razón de ser Hombre. Ensayo acerca de la justificación del ser humano. Madrid, Rialp.

Alvira, R. (1999). “Antropología y ética de la iniciativa emprendedora” en AA.VV. Iniciativa emprendedora y Empresa Familiar, Pamplona, EUNSA.

Alvira, R. (2000). El lugar al que se vuelve. Reflexiones sobre la familia, Pamplona, EUNSA.

Alvira, R. (2005). Filosofía de la vida cotidiana, (3ra edición) Madrid, Rialp, 2005.

Aristóteles (2002). Ética a Nicómaco (trad. María Araujo y Julian Marías). Madrid, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales.

Granath, O. “With Andy Warhol 1968” en Moderna Museet, disponible en https://www.modernamuseet.se/stockholm/en/exhibitions/andy-warhol-other-voices-other-rooms/with-andy-warhol-1968-text-ol/ (recuperado 24/10/2023).

Luciano (1990). Obras. Tomo III, Madrid, Gredos.



[1] Laudatio pronunciada en la investidura de D. Rafael Alvira Domínguez como Doctor honoris causa por la Universidad de Montevideo el 24 de octubre de 2023.

[2] La cita aparece por primera vez en el material textual de una exposición organizada en el Moderna Museet de Suecia en 1968: Cfr. Granath, Olle, “With Andy Warhol 1968”, https://www.modernamuseet.se/stockholm/en/exhibitions/andy-warhol-other-voices-other-rooms/with-andy-warhol-1968-text-ol/ (Recuperado 24/10/2023).  

[3] Vale la pena mencionar su libro El lugar al que se vuelve. Reflexiones sobre la familia, Pamplona, EUNSA, 2000.

[4] R. Alvira, La Razón de ser Hombre. Ensayo acerca de la justifiación del ser humano. Madrid, Rialp, 1998.

[5] Quizás uno de los más interesantes es R. Alvira, “Antropología y ética de la iniciativa emprendedora” en AA.VV. Iniciativa emprendedora y Empresa Familiar, Pamplona, EUNSA, 1999.

[6] Su gran libro sobre este tema es Filosofía de la vida cotidiana (3ra edición) Madrid, Rialp, 2005.