Humanidades: revista de la Universidad de Montevideo, 18, (2025): e181. https://doi.org/10.25185/18.1

Este es un artículo de acceso abierto distribuido bajo los términos de una licencia de uso y distribución Creative Commons Attribution (CC BY 4.0.) https://creativecommons.org/licenses/by/4.0

 

 

https://doi.org/10.25185/18.1

 

Artículos

 

Solidaridad con República Dominicana desde la juventud chilena de izquierda y democratacristiana (1965-1966)

 

Solidarity with the Dominican Republic from the left-wing and Christian Democratic Chilean youth (1965-1966)

 

Solidariedade com a República Dominicana por parte da juventude chilena de esquerda e democrata-cristã (1965-1966)

 


María Cecilia Morán Tello

Universidad San Sebastián, Chile 
cecilia.moran@uss.cl

ORCID iD: https://orcid.org/0000-0002-0429-2720

 

Recibido: 26/9/2024 - Aceptado: 10/2/2025

 

Para citar este artículo / To reference this article / Para citar este artigo

Morán Tello, María Cecilia. “Solidaridad con República Dominicana desde la juventud chilena de izquierda y democratacristiana (1965-1966)”. Humanidades: revista de la Universidad de Montevideo, nº 18, (2025): e181. https://doi.org/10.25185/18.1

 

Resumen: La solidaridad de la izquierda con los países en los que Estados Unidos intervino durante el contexto de la Guerra Fría, es posible encontrarla en diversos lugares y momentos. Dichas intrusiones, consideradas por ellos como parte del proyecto imperialista norteamericano, las combatieron haciendo llamados a solidarizar con esas regiones, con marchas, publicando columnas de opinión, editoriales e incluso creando periódicos o revistas, entre otros. En esa línea de argumentación se sitúan los llamados a solidarizar con República Dominicana -luego de que en abril de 1965 Estados Unidos se instalara allí con el argumento de detener el avance del comunismo en ese país- realizados por grupos de izquierda de diversas partes del mundo, incluso de Norteamérica. Entre los países latinoamericanos que efectuaron las arengas, Chile no quedó atrás, alzándose allí diversas voces que clamaron por solidarizar contra el imperialismo norteamericano en República Dominicana, especialmente desde las juventudes comunistas y democratacristianas. En este artículo se sostiene que, en el camino de esa lucha, las juventudes tomaron mayor fuerza y presencia en el escenario político nacional, a la vez que, el haber manifestado diferentes puntos de vista sobre las acciones concretas a emprender por parte del Gobierno ante los hechos, les impidió aunarse y trabajar en conjunto.

Palabras clave: solidaridad; República Dominicana; juventud; imperialismo norteamericano.

 

Abstract: The solidarity of the left with the countries in which the United States intervened during the context of the Cold War can be found in various places and times. These intrusions, considered by them as part of the North American imperialist project, were fought by making calls for solidarity with those regions, with marches, publishing opinion columns, editorials and even creating newspapers or magazines, among others. In this line of argument are the calls to show solidarity with the Dominican Republic - after the United States settled there in April 1965 with the argument of stopping the advance of communism in that country - made by leftist groups from various parts of the world, even from North America. Among the Latin American countries that voiced these exhortations, Chile was prominent, with various voices advocating for solidarity against North American imperialism in the Dominican Republic, particularly from communist and Christian Democratic youth movements. This article argues that, during this struggle, these youth movements gained greater strength and presence in the national political arena. However, their manifestation of differing viewpoints on the concrete actions the government should undertake in response to the events ultimately prevented them from uniting and working collaboratively.

Keywords: solidarity; Dominican Republic; youth; North American imperialism.

 

Resumo: A solidariedade da esquerda com os países onde os Estados Unidos intervieram durante o contexto da Guerra Fria pode ser encontrada em vários lugares e épocas. Estas intrusões, consideradas por eles como parte do projecto imperialista norte-americano, foram combatidas através de apelos à solidariedade com aquelas regiões, com marchas, publicação de colunas de opinião, editoriais e até criação de jornais ou revistas, entre outros. Nesta linha de argumentação estão os apelos à solidariedade com a República Dominicana - depois de os Estados Unidos se terem instalado em Abril de 1965 com o argumento de travar o avanço do comunismo naquele país - feitos por grupos de esquerda de várias partes do mundo. mesmo da América do Norte. Entre os países latino-americanos que protagonizaram as arengas, o Chile não ficou para trás, levantando-se ali várias vozes que clamavam pela solidariedade contra o imperialismo norte-americano na República Dominicana, especialmente da juventude, democrata-cristã e comunista. Este artigo sustenta que ao longo desta luta, a juventude ganhou maior força e presença na cena política nacional, ao mesmo tempo, tendo manifestado diferentes pontos de vista sobre as acções concretas a empreender pelo Governo perante os factos, impedido impedi-los de se unirem e trabalharem juntos.

Palavras-chave: solidariedade; República Dominicana; juventude; imperialismo norte-americano.

 

Introducción

La solidaridad de la izquierda con los países en los que Estados Unidos intervino durante el contexto de la Guerra Fría, es posible encontrarla en diversos lugares y momentos, siendo Vietnam y Cuba tal vez los ejemplos más patentes del fenómeno descrito. Dichas intrusiones, consideradas por ellos como parte del proyecto imperialista norteamericano, las combatieron haciendo permanentes llamados a solidarizar con esas regiones, marchas, publicando columnas de opinión, editoriales e incluso creando periódicos o revistas dedicadas a ellos, entre otros mecanismos destinados a esa lucha. En esa línea de argumentación se sitúan los llamados a solidarizar con República Dominicana -luego de que a fines de abril de 1965 Estados Unidos se instalara allí, progresivamente, con marines y tropas terrestres, con el argumento de detener el avance del comunismo en el lugar- realizados por grupos de izquierda de diversas partes del mundo, incluso de Estados Unidos. Entre los países latinoamericanos en los que se hicieron estas arengas, Chile no quedó atrás, generándose fervientes llamados, marchas, protestas, etc., clamando por solidarizar contra el imperialismo norteamericano en República Dominicana, especialmente desde las juventudes democratacristianas y comunistas.

Considerando lo anterior, en este artículo se sostiene que, en el camino de la lucha solidaria con Santo Domingo, las juventudes, especialmente las de los sectores políticos mencionados, tomaron mayor fuerza y presencia en el escenario político nacional y a la vez, que el haber manifestado diferentes puntos de vista sobre las acciones concretas a emprender por parte del Gobierno ante los hechos, les impidió aunarse y trabajar en conjunto.

Así, el estudio pretende aportar a la comprensión de las ideas políticas de las juventudes chilenas en la década de los sesenta -periodo en el que ese grupo etario alcanzó un protagonismo inusitado en la historia- desde la óptica de la nueva historia de las relaciones internacionales. El análisis se realizará considerando principalmente información recabada en prensa, revistas, folletos y sesiones parlamentarias.

En la lógica de la nueva historia de las relaciones internacionales que se ha desarrollado desde los primeros años del siglo XXI, ha destacado una tendencia a la reinterpretación de lo que fue la Guerra Fría en América Latina que enfatiza en que allí no se habría producido una mera división dual ideológica, sino que también se habría suscitado una lucha a nivel local y transnacional con actores y roles complejos, siendo la oposición al imperialismo norteamericano, una de las aristas más importantes de ese campo. Odd Arne Westad es uno de los historiadores pioneros que desarrollaron esa perspectiva. Desde el lineamiento de que la Guerra Fría fue un conflicto global del que los países del Tercer Mundo no estuvieron ausentes, su mirada fue fundamental para el posterior desarrollo de estudios que han enfatizado en que los conflictos nacionales se ven influenciados por lo que ocurre en el resto del mundo y viceversa, de igual manera que lo ha hecho sobre aquellos que analizan el influjo de actores no estatales en la dinámica de las relaciones internacionales. En este estudio, interesa especialmente el autor en cuanto cataloga de imperialistas a las prácticas utilizadas por las principales potencias de ese momento, en regiones del Tercer Mundo.[1] Desde otra perspectiva, nos parece importante considerar posturas como la de Michael Hunt y Steven Levin, quienes entienden que si bien generalmente se ha mirado la caída y triunfo de los movimientos revolucionarios durante la Guerra Fría a la luz de la inspiración soviética o del contraataque estadounidense, hacen hincapié en que a los movimientos de ese tipo también se les debe comprender desde sus particularidades, capacidades organizativas, líderes, etc., y no sólo en función de un estímulo de una potencia o de la represión de otra.[2] La particularidad del caso solidario de los jóvenes chilenos con República Dominicana, responde perfectamente a lo señalado por esos autores.

Respecto a la influencia específica que el imperialismo norteamericano ejerció en América Latina en su esfuerzo por detener el avance del comunismo y de las ideas revolucionarias, seguimos a Vanni Pettinà. Consciente de que la Guerra Fría en América Latina, tuvo resultados parecidos a los de otras regiones del llamado Tercer Mundo desde 1947 hasta fines de los años ochenta, el autor enfatiza en que en esa porción del continente se produjo un creciente intervencionismo de Estados Unidos, se experimentaron polarizaciones internas y se fortalecieron los actores más conservadores; en esa lógica,

los intentos estadounidenses de sofocar la Revolución cubana a partir de 1960; la intervención militar de Washington en países como República Dominicana en 1965; la lucha armada, adoptada al hilo de la Revolución cubana como instrumento de cambio social y la proliferación de inusitadas prácticas represivas llevadas a cabo por los regímenes dictatoriales de América del Sur testimonian de forma viva el impacto dramático que la Guerra Fría tuvo sobre el continente.[3]

El concepto de imperialismo norteamericano que acá se maneja, se debe entender dentro del contexto de la división bipolar de la Guerra Fría, en ella Estados Unidos representaba al bloque capitalista occidental, que impulsaba economías de mercado y democracias liberales; además, suscitaba adherir al bloque desde instituciones como la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y el Plan Marshall. La otra cara de la moneda estaba representada por la Unión Soviética, que encabezaba a las regiones que adherían al comunismo, y, consecuentemente defendían las economías centralmente planificadas y los sistemas políticos autoritarios.

En medio de lo señalado, los opositores al bloque dirigido por Estados Unidos utilizaban el concepto en análisis para designar un ideal de acción económica y política proveniente de ese país que, según ellos, aspiraba a un poder o control total. Para comprender lo anterior, se debe tener en cuenta un folleto publicado por Wladimir Lenin en 1916, en el cual establecía que el imperialismo se constituiría en la fase superior del camino del capitalismo económico, una vez que el capitalismo librecambista fuese sustituido por el monopólico.[4]

En Latinoamérica, lo expuesto por Lenin tuvo una importante influencia tanto en el pensamiento político de la izquierda como en los movimientos revolucionarios y antiimperialistas del siglo XX. Allí, luego de la Revolución Cubana de 1959, los movimientos revolucionarios tomaron dicha noción, y la utilizaron especialmente como herramienta para dar a conocer y movilizar la resistencia contra el dominio extranjero; Fidel Castro y Ernesto “Che” Guevara echaron mano al concepto de Lenin para denunciar y combatir la injerencia de los Estados Unidos en la región, haciendo converger el imperialismo con la lucha de clases que propiciaban.[5] El accionar intervencionista norteamericano en Vietnam, agudizó este sentimiento, aunque con el espíritu revolucionario latinoamericano. Las palabras de Ernesto “Che” Guevara resumen la idea y entregan un buen ejemplo para comprender la importancia y profundidad del concepto en ese escenario:

¡Cómo podríamos mirar el futuro de luminoso y cercano, si dos, tres, muchos Vietnam florecieran en la superficie del globo, con su cuota de muerte y sus tragedias inmensas, con su heroísmo cotidiano, con sus golpes repetidos al imperialismo, con la obligación que entraña para éste de dispersar sus fuerzas, bajo el embate del odio creciente de los pueblos del mundo!... Toda nuestra acción es un grito de guerra contra el imperialismo y un clamor por la unidad de los pueblos contra el gran enemigo del género humano: los Estados Unidos de Norteamérica.[6]

Si bien coyunturas como la de Vietnam fueron clave en el camino revolucionario antiimperialista de líderes como los mencionados, otras como la de República Dominicana en 1965, también les impulsaron en esa línea, contribuyendo a la consolidación de la lucha, como se comprueba en el folleto ya citado:

Bajo el slogan, “no permitiremos otra Cuba”, se encubre la posibilidad de agresiones a mansalva, como la perpetrada contra Santo Domingo o, anteriormente, la masacre de Panamá, y la clara advertencia de que las tropas yanquis están dispuestas a intervenir en cualquier lugar de América donde el orden establecido sea alterado, poniendo en peligro sus intereses… En definitiva, hay que tener en cuenta que el imperialismo es un sistema mundial, última etapa del capitalismo, y que hay que batirlo en una gran confrontación mundial. La finalidad estratégica de esa lucha debe ser la destrucción del imperialismo.[7]

 

Hasta hoy, desde la historiografía, se han realizado escasos esfuerzos de investigación respecto al tema,[8] siendo el reciente estudio de Hugo Harvey Montes una de las más importantes excepciones a esa regla si se tiene en cuenta la rigurosidad con la que examina el proceso en alusión y la cobertura que da a diversas complejidades asociadas a la misma, como la respuesta que ocasionó en el resto del continente. Al respecto, es interesante destacar que desarrolla al menos tres temas que permiten considerar dicha coyuntura como de especial interés para seguir estudiándola. El primero de ellos es que menciona que la incursión de Estados Unidos en República Dominicana fue la primera acción directa en América Latina en el contexto de Guerra Fría, constituyendo un “punto de inflexión en las relaciones interamericanas, al utilizarse la OEA para los fines del país del norte”. En segundo lugar, destaca que la incursión “terminó por legitimar la invasión, al conformar una fuerza con el concurso de otros Estados de la región, demostrando la inobservancia del principio de «no intervención», el que constituye la piedra angular de su Carta fundacional”. Finalmente, enfatiza en que esto fue causa de desavenencias entre la Organización de Naciones Unidas (ONU) y la Organización de los Estados Americanos (OEA) “forzando la creación de la primera operación de paz en América Latina, aunque finalmente el Consejo de Seguridad terminó por aceptar el papel de la OEA en la resolución del conflicto, con la consecuente conformidad tácita de la primacía de Estados Unidos en su «esfera de influencia»”.[9]

Otro de los conceptos esenciales en este estudio es el de solidaridad, algo fundamental a la hora de visualizar la lógica revolucionaria antiimperialista en América Latina en esos años pues daba la posibilidad, a diversos grupos y tendencias ideológicas, de unirse y luchar en conjunto en esa línea, apoyando causas comunes ya fuese dentro del continente, como fuera de él.[10] En esa línea, se organizaron variados encuentros y Congresos en los que el concepto pasó a ser uno de sus ejes temáticos más importantes, entre ellos podemos mencionar  la Conferencia Tricontinental de los pueblos de África, Asia y América Latina, celebrada entre el 3 y el 15 de enero de 1966, que dejaría puestos los cimientos para el nacimiento de la Organización de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América Latina (OSPAAAL). Además, fueron llevados a cabo encuentros solidarios como el celebrado por Guatemala e incluso “días de la solidaridad” y “semanas de la solidaridad”, con el Congo y contra de la guerra en Vietnam, sólo por dar algunos ejemplos. En este estudio nos acercamos a la concepción de Nelson Valdés y Arturo Peña quienes, estudiando la política exterior de Cuba hacia el Tercer Mundo (específicamente con Angola) en los años sesenta, dejan ver que la solidaridad internacional cubana fue parte constituyente de su ideología revolucionaria, así como también una práctica revolucionaria.[11] En nuestro caso, si bien nos detenemos en República Dominicana y no en el caso cubano, considerando que el movimiento solidario con esa región está dentro de la misma lógica revolucionaria y de oposición al imperialismo norteamericano, encontramos similares lineamientos.

Por último, respecto al concepto de solidaridad, vale la pena tener presente el paradigma bolivariano de solidaridad, cooperación e integración americana. Creemos que la influencia que este tuvo en las ideas de solidaridad antiimperialista norteamericana a nivel interamericano, en la época estudiada también fue importante para solidificar la unión entre las fuerzas revolucionarias antimperialistas. Esta teoría es sostenida por Carlos Domínguez quien ha esgrimido que, en la región, en tiempos de Guerra Fría, el

núcleo duro o irreductible de política internacional en alguna medida implicó la revitalización del paradigma bolivariano…. fundamentado, como se sabe, en la cooperación y solidaridad intra-regional, por un lado, y en la oposición frente al intervencionismo y a las presiones hegemónicas de las grandes potencias mundiales –sobre todo de las superpotencias –, por otro.[12]

El llamado “principio de autodeterminación de los pueblos”, es otro concepto de especial relevancia en esta investigación.[13] En él redundaba el argumento de los partidos y movimientos que veían en la intervención norteamericana un grave problema para las regiones afectadas, a las cuales no se les estaría respetando aquel derecho. Desde esa perspectiva se unían en función de recuperarlo o mantenerlo.

Un último concepto/idea/grupo etario que debemos aclarar es el de juventudes. Eric Hobsbawm ha analizado el surgimiento -a nivel mundial, en los años sesenta- de los jóvenes, los estudiantes, como actores que se situaron en el escenario mundial como una fuerza impulsora de cambios sociales, comprometidas políticamente.[14] De manera más específica, se quiere advertir que desde estos mismos jóvenes surgieron expresiones de solidaridad ante sus coterráneos y ante individuos de naciones extranjeras, las que se canalizaron muchas veces desde la política.

1. Los jóvenes revolucionarios chilenos

La situación que se vivía en América Latina desde que había comenzado la Revolución Cubana era compleja. La región estaba inmersa en el conflicto global y la actitud intervencionista norteamericana molestaba crecientemente a grupos de izquierda y revolucionarios. Tal como lo señala Soledad Loaeza:

El triunfo de los revolucionarios cubanos y su conversión al socialismo en 1961 introdujo a los latinoamericanos de lleno en la disputa internacional. En 1963 se inició la détente en Europa, cuando Estados Unidos y la Unión Soviética firmaron el Tratado de Moscú de no-proliferación nuclear; y en 1968 los europeos de uno y otro bloque entablaron en Viena negociaciones para reducir los armamentos convencionales, Mutual and balanced force reductions, MBFR, en su continente. En cambio, en América Latina la Guerra Fría registraba en esos años algunos de sus más dolorosos capítulos. Este contexto transformó discretamente las relaciones interamericanas, dio un nuevo impulso al tradicional intervencionismo de Estados Unidos en los asuntos internos de los países latinoamericanos, el cual pendía como la espada de Damocles sobre cada uno de ellos, y era por consiguiente una poderosa restricción a su autonomía de decisión.[15]

No obstante, la situación ayudó al levantamiento de un proceso de renovación política y surgieron expresiones que se unificaron en objetivos comunes que favorecían la definición de una identidad regional. En este escenario también participó Chile.

En ese país, durante la presidencia de Jorge Alessandri Rodríguez (1958-1964),[16] la crisis -que había gatillado por diversas problemáticas arrastradas a lo largo del tiempo- no logró ser detenida, así, la inflación permaneció alta y el déficit fiscal no pudo subsanarse.[17] Las huelgas eran fenómeno frecuente, muchas de ellas “motivadas en demandas de aumentos salariales para compensar el alza del costo de la vida, pero también eran un arma de enfrentamiento político, utilizada por los partidos y algunos dirigentes sociales, para llevar a cabo su proceso revolucionario”.[18]

Con el triunfo de Eduardo Frei Montalva (1964-1970), acaecieron cambios en materia económica e ideológica.[19] El líder de la Democracia Cristiana, abanderado del lema “Revolución en Libertad”, estableció reformas en terreno económico desde el intervencionismo estatal, resumidas en la llamada Reforma Agraria y en la “chilenización” del cobre. También enfatizó en la expansión de la educación y de las organizaciones sociales (política de Promoción Popular).[20] No obstante, en el transcurso de su mandato la inflación tampoco logró reducirse y continuó la protesta social, todo en el marco de una polarización política que crecía fuertemente y con una importante conflictividad social. Es importante señalar que este presidente criticó “ostensiblemente la intervención norteamericana en la República Dominicana en 1965”.[21]

Los jóvenes revolucionarios fueron actores clave al momento de manifestar el descontento ante esta compleja situación, exigiendo respuestas al Ejecutivo y a los políticos que le secundaban, desde su posición como una nueva fuerza social y política:

En el ámbito de la política, este cambio generacional se va a hacer notar a contar del año ´64, cuando los jóvenes adquieren no sólo protagonismo en el discurso político, sino que también buscan una participación real en la toma de decisiones políticas. Es en este momento cuando muchos de las llamadas Juventudes Políticas chilenas comienzan a manifestar explícitamente su adhesión a nuevos modelos ideológicos y de acción política, muchas veces desafiando abiertamente a ‘los viejos’ de su propia organización; a perfilarse como organizaciones con una identidad propia (lo que incluso les llevará a utilizar sus propias  estrategias de agitación y propaganda, por ejemplo); y hasta a escindir de los tradicionales partidos políticos que les habían acogido y formado para dar lugar a nuevos movimientos y partidos.[22]

Aquella generación de jóvenes fue un motor significativo en la configuración de las ideas antimperialistas y revolucionarias en los años sesenta.

El concepto de revolución que manejaban se comprende en el contexto político de una izquierda fragmentada que luego del triunfo de la Revolución Cubana, agudizó su dinámica de quiebres y críticas internas, e incluso aparecieron aquellos que radicalizaron su postura y reprocharon la práctica del Frente de Acción Popular (FRAP). Además, surgieron grupos que desecharon elementos tradicionales, entre ellos “la opción sistémica de la izquierda, la legitimidad de las elecciones como vehículo de expresión, las posibilidades de sectores no “proletarios” de unirse a este movimiento, y la interpretación ortodoxa de las etapas revolucionarias propias del análisis comunista”.[23] Pese a las divergencias, la izquierda y los jóvenes seguidores de Fidel Castro, confiaban en que la revolución se produciría.

Al cuadro revolucionario se sumó el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Fundado por militantes de variadas edades, fue el proyecto de un puñado de dirigentes, entre ellos trotskistas, disidentes comunistas, y del presidente y fundador de la Central Única de Trabajadores en 1953, Clotario Blest.[24] Agrupó a personas que no superaban los treinta años y la gran mayoría de ellos eran estudiantes universitarios. La declaración de principios del MIR de agosto de 1965 señalaba: “La finalidad del MIR es el derrocamiento del sistema capitalista y su reemplazo por un gobierno de obreros y campesinos, dirigidos por los órganos del poder proletario, cuya tarea será construir el socialismo y extinguir gradualmente el Estado hasta llegar a la sociedad sin clases”.[25] Dicha fórmula era considerada como la única capaz de liberar a las regiones del imperialismo norteamericano. Además, según ellos, el cambio debía ser impulsado por un hombre de mentalidad renovada, pues “no eran sólo las «estructuras» las destinadas a refundarse gracias a la revolución: esta también debía proyectarse sobre las complejidades de la subjetividad humana, incluidas sus dimensiones ética y cultural. «El hombre nuevo, el hombre del futuro», decía un redactor de Punto Final parafraseando al Che Guevara, «es el objetivo más eminente que persiguen las revoluciones verdaderas»”.[26]

Respecto a la juventud chilena en ese proceso, Eugenia Palieraki establece que en los años sesenta el término “juventud” remitía a los universitarios. Según la autora, eran una suerte de bisagra o de interlocutores entre el conjunto de los jóvenes chilenos y los partidos políticos.[27] Para efectos de esta investigación, estamos de acuerdo con la autora, especialmente porque, como veremos más adelante, un grupo importante de los universitarios y sus dirigentes involucrados en el movimiento solidario con República Dominicana, pertenecían mayormente a los grupos políticos de las juventudes democratacristianas y comunistas.[28]

 

2. Estalla el conflicto en República Dominicana y emerge la solidaridad transnacional juvenil

Corría el año 1963, y el presidente dominicano Juan Bosch, que hasta entonces ejercía el cargo desde hacía siete meses, fue removido por un golpe de Estado, ejecutado por un grupo militar pro Rafael Trujillo. Entre las reformas que ese mandatario alcanzó a ejecutar se encuentran algunos cambios constitucionales y otros que reducían el poder de los grupos sociales tradicionales. En ese entonces el gobierno quedó encabezado por un triunvirato.

A fines de abril de 1965 se produjo un contragolpe por parte del grupo autodenominado “constitucionalista”, que buscaba dejar en el poder nuevamente a Juan Bosch. Las fuerzas estuvieron lideradas por dos coroneles del ejército, Rafael Fernández Domínguez y Francisco Caamaño Deñó. En esta circunstancia comenzaba una guerra civil en ese país y con eso, la intervención de las fuerzas norteamericanas.

Al respecto, Gallego y Jiménez señalan que la intervención de Estados Unidos en República Dominicana se divide en dos etapas: la primera, constituida por el desembarco inicial de tropas llamado intervención “humanitaria” y por “invitación”, sin haber sido aprobada por la OEA, inspirada en la necesidad de acción inmediata. La segunda, estuvo fundamentada en la idea de mantener una cantidad creciente de tropas a nivel nacional, lo que ayudaría a bloquear una toma del poder de parte de los comunistas. En resumen, el desembarco inicial se produjo el 28 de abril y se posicionaron en el frente compuesto por los militares trujillistas y golpistas. Si bien las fuerzas extranjeras aproximadamente alcanzaron un máximo de 42.000 efectivos, el problema no vio solución a través de la acción militar. El 30 de abril el presidente Lyndon B. Johnson comunicó públicamente sobre sus políticas en torno al problema dominicano y sobre la intención de entregar todo el apoyo a la OEA, asegurando el derecho de la autodeterminación a los pueblos.[29]

El papel de la OEA fue muy importante en los sucesos posteriores. El embajador Ellsworth Bunker desempeñó un rol diplomático central, al pasar la responsabilidad a la OEA en función de hacer legítima la intervención norteamericana.

Una comisión de paz de la OEA, compuesta por varios países latinoamericanos, llegó a Santo Domingo a investigar lo acontecido y a resolver una solución pacífica. Con esto, el 6 de mayo de 1965, la OEA aprobó la creación de la Fuerza Interamericana de Paz (FIP), corroborando la intervención norteamericana al transformarla en una acción colectiva bajo el mando de esa organización. La resolución fue patrocinada por varios países, aunque hubo algunos como México, Uruguay, Ecuador, Perú y Chile que votaron en contra. Finalmente, esta se legitimó, y las tropas estadounidenses fueron reforzadas por contingentes de otros seis países latinoamericanos.[30] Respecto a este tema, Gustavo Bell Lemus ha sido enfático en señalar que la intervención norteamericana había provocado una serie de protestas “y condenas, no sólo a lo largo del continente, sino también entre la misma población norteamericana y en Europa”, y que si bien en el marco de la décima Reunión de Consulta del 6 de mayo la OEA aprobó la creación de la FIP, esta fue apoyada por una “precaria mayoría”. Como resultado, siguiendo al autor, “lo que inicialmente había sido una intervención unilateral de Estados Unidos, y como tal una clara violación a los principios de la OEA pasó a ser, por autorización de la mayoría de sus propios miembros, una acción legal y multilateral”.[31]

Lo cierto es que, en Hispanoamérica, las reacciones contra esta intervención fueron diversas en su forma y en su fondo. En esta sección sólo daremos un breve repaso a aquellas que tuvieron que ver con la política internacional en la OEA. Países como Chile, México y Venezuela, criticando la situación, defendieron el principio de no intervención presentando resoluciones que clamaban por la retirada de las tropas norteamericanas. Chile, por ejemplo, de manera específica, lideró una solicitud para convocar una reunión de ministros de Asuntos Exteriores de la OEA, subrayando que la intervención de Estados Unidos era unilateral y que pasaba sobre los principios interamericanos. Por su parte México, mantuvo una postura similar, oponiéndose a la creación de la Fuerza Interamericana de Paz, con temor a que creara un "precedente peligroso". Sin embargo, las resoluciones en contra de la intervención se vieron debilitadas por el apoyo mayoritario a la continuidad de las acciones estadounidenses, aunque las voces críticas persistieron en su rechazo al unilateralismo de Estados Unidos y en su defensa de la autodeterminación y la no intervención.[32]

Por otro lado, la ONU también tuvo un rol importante. A diferencia de otras crisis, como la de Guatemala en 1954 y Cuba en 1962, en las que la Organización solo había debatido, en esta oportunidad asumió un rol más activo. El Consejo de Seguridad celebró 28 sesiones entre mayo y julio de 1965 para discutir la intervención norteamericana. En ellas países como Cuba, la Unión Soviética, Francia, Jordania y Uruguay criticaron severamente la acción estadounidense. Por su parte, el embajador soviético, Nikolai Fedorenko, acusó al país de violar el derecho internacional y la Carta de las Naciones Unidas.

En mayo, el secretario general de la ONU envió a dos oficiales militares a la República Dominicana como parte de los esfuerzos de mediación, lo que fue criticado por Estados Unidos. Aunque la ONU jugó un papel secundario en comparación con la OEA, su presencia fue significativa para garantizar un cese de fuego y negociar un acuerdo.

Desde otra perspectiva, se debe destacar que hubo un conflicto entre ambas organizaciones respecto a quién tenía mayor autoridad para manejar la crisis. La Unión Soviética quería que la ONU tomara el control de la situación, mientras que Estados Unidos defendía a la OEA. Al final, se llegó a un acuerdo bajo la supervisión de la OEA, pero la ONU fue clave durante las conversaciones.[33]

La intervención norteamericana en ese país terminó en septiembre de 1966.

La solidaridad internacional, en rechazo a lo que los grupos revolucionarios de izquierda consideraron como imperialismo norteamericano, se hizo sentir de inmediato. Tal como lo han señalado Atkins y Wilson, “La reacción latinoamericana a la intervención dominicana fue particularmente adversa. Las protestas se manifestaron en muchos países mediante manifestaciones, resoluciones legislativas, declaraciones oficiales y resoluciones críticas tanto en la OEA como en la ONU”.[34]

Lo cierto es que estas manifestaciones se efectuaron de las más diversas formas. Hugo Harvey ha destacado que, de a acuerdo a los análisis norteamericanos “de prensa extranjera, las editoriales de rechazo fueron diez contra uno, incluso de los medios más conservadores”. Además, “casi la totalidad de las capitales latinoamericanas, a principios de mayo, fueron escenario de violentos disturbios”.[35]  En las regiones en las que se produjeron manifestaciones, destaca una fuerte presencia de jóvenes y estudiantes. En Argentina, por ejemplo, los jóvenes de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, tuvieron reacción casi inmediata “como expresión de franco repudio ante la invasión armada estadounidense en la República Dominicana”. Así, ocuparon el edificio central de la Facultad y emitieron una resolución que, entre otros puntos disponía: “Ocupar la Facultad en solidaridad con la autodeterminación de la República Dominicana”.[36] En Colombia, sucedió algo similar; cientos de estudiantes de la Universidad del Atlántico, en Barranquilla, y otros 500 más en Cartagena, protestaron por la situación, quemaron banderas norteamericanas y pegaron carteles con lemas como “La soberanía dominicana ha muerto. La juventud democratacristiana invita a protestar por este crimen”.[37] Por su parte, en México, la Federación de Estudiantes de Guadalajara informaba sobre una próxima celebración de un acto de respaldo y solidaridad con el presidente Gustavo Díaz Ordaz, “exigiendo el respeto a los principios tradicionales de México a la no intervención y la autodeterminación en los problemas internos de los pueblos”.[38]

Para finalizar este apartado, un punto que no se puede dejar de mencionar es que a las manifestaciones solidarias espontáneas se agregan intenciones que responden a los llamados de algunas agrupaciones dominicanas a solidarizar con su país, como la de la Confederación Autónoma de Sindicatos Cristianos de República Dominicana, realizada especialmente a los jóvenes latinoamericanos. La revista chilena Política y Espíritu consignó textualmente dicha invitación en sus páginas:

Multiplicar el llamado de solidaridad y movilización internacional de todos los trabajadores y juventudes de América Latina y del mundo, para que demuestren su apoyo fraternal con los trabajadores y el pueblo dominicano, la democracia y la realización de una profunda revolución que libere al hombre de toda miseria y opresión.[39]

3. La solidaridad de los jóvenes chilenos

Rápidamente, desde fines de abril de 1965, entre los jóvenes chilenos, los estudiantes universitarios fueron los primeros en ejecutar acciones que demostraban su compromiso con el rechazo a la intervención norteamericana en República Dominicana. Entre ellos, quienes más destacaron con sus acciones y declaraciones fueron aquellos que pertenecían a la Juventud Demócrata Cristiana (JDC) y a las Juventudes Comunistas (JC).[40] Ese aspecto fue pronto destacado incluso en el Parlamento nacional, tal como se desprende de la intervención del senador comunista, Carlos Contreras Labarca quien señaló:

Nos enorgullece que en nuestro país innumerables instituciones políticas, gremiales, sindicales y estudiantiles hayan expresado sin tardanza su solidaridad hacia el noble pueblo dominicano. Todas ellas, de diversas ideologías, han comprendido con claridad la verdadera significación de los recientes acontecimientos ocurridos en Santo Domingo.[41]

Entre las primeras acciones de solidaridad juvenil, figuran violentas protestas frente a la embajada de Estados Unidos, ubicada en el Parque Forestal. Allí, por ejemplo, el 30 de abril, un gran grupo de estudiantes, principalmente de la Escuela de Leyes de la Universidad de Chile, se reunió a protestar por la causa, además de apedrear esa casa de representación internacional.[42]

Ese mismo día, la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (FECH) entregó una declaración que fue publicada en una edición especial del diario El Siglo en la que, entre otras cosas enfatizaban que los estudiantes universitarios no permanecerían indiferentes ante la gravedad de los acontecimientos en República Dominicana, agregando que estaban “decididos a desarrollar la más amplia y enérgica lucha antimperialista tendiente a hacer conciencia sobre cuál es el verdadero significado de la política exterior de los Estados Unidos frente a los países en vías de desarrollo y que luchan por su independencia”. Así, junto con manifestar su indignación ante la acción, establecían que harían llegar esa protesta al presidente de Estados Unidos, “exigiendo el retiro inmediato de las tropas norteamericanas” y que expondrían directamente al ministro de Relaciones Exteriores de Chile, la postura de esa Federación. La declaración estaba firmada por Roberto Fasani, secretario general y Pedro Felipe Ramírez, presidente de la FECH.[43] Respecto a esta declaración, el senador comunista Carlos Contreras Labarca solicitó que se adjuntara al acta de sus declaraciones de apoyo a República Dominicana, emitidas en sesión del 5 de mayo de 1965, ya citadas.[44] Esto demuestra el respaldo que el Partido prestó a las acciones solidarias de los jóvenes y estudiantes.

Junto a la anterior declaración de solidaridad antimperialista, ese día se conocieron las de la Juventud Demócrata Cristiana, del Partido Democrático Nacional, la del Partido Comunista (que exigía la adhesión del Presiente Eduardo Frei a la petición de Juan Bosch para que la cancillería chilena se movilizara junto a otras del continente en una maniobra destinada a llegar a un acuerdo que pusiese fin a la guerra civil por la que atravesaba República Dominicana, agravada por la intervención norteamericana)[45] y la de la Asociación de Escritores de Chile. En lo que interesa a este trabajo, la de la JDC destaca por la condena a las acciones de la OEA y por el llamado que hacía al Gobierno chileno:

Una vez más quedó demostrada la inoperancia de la OEA y el desprecio de los Estados Unidos hacia este organismo. Primero invadió República Dominicana y después inició consultas. El Consejo Nacional de la JDC, ante estos hechos acuerda: 1. Solicitar la mediación del Gobierno de Chile para que en República Dominicana se restablezca la paz y se convoque a elecciones libres, a la brevedad. 2. Solicitar que el Gobierno de Chile pida ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas el retiro de las tropas norteamericanas.[46]

Dos días después, en otro comunicado, la JDC se volvió a manifestar ante los hechos, a los que ahora se sumaba el desembarco de otro contingente de marines en la región. Uno de los temas centrales de esta nueva publicación, firmada por Alberto Sepúlveda Almarza, presidente, y Sergio Silva Molyneaux, secretario general, era el cuestionamiento a la decisión estadounidense:

Nuevamente los infantes de marina desembarcan en Santo Domino, ahora para defender ‘la vida de los residentes norteamericanos’. Estos hechos merecen el repudio de todos los latinoamericanos y de aceptarse esta teoría, cada turista o cada pacífico ciudadano norteamericanos que visita nuestros países, traería detrás suyo la sombra de una posible intervención militar.[47]

Por su parte, la Comisión Nacional Universitaria de las Juventudes Comunistas, avanzó en ese camino reuniéndose con las direcciones de la Universidad de Chile y Técnica del Estado, acordando, entre otras cosas, hacer un llamado al estudiantado y a las organizaciones estudiantiles a manifestarse en la calle por la intervención norteamericana en República Dominicana; solicitar a todos los centros de alumnos y federaciones el envío de delegaciones que entregasen al embajador norteamericano en Chile, votos de repudio ante los hechos; enviar al Gobierno la petición de todo el estudiantado de exigir la expulsión de Estados Unidos de la OEA por violar la Carta de la Organización, pisotear el principio de autodeterminación de los pueblos y por constituir un peligro para los países latinoamericanos. Además, demandaban al Gobierno terminar con operaciones navales UNITAS y declarar que el territorio chileno era hostil a la infantería de marina y para las fuerzas armadas del Pentágono. Todo lo anterior estaba acompañado de un “llamado a todas las federaciones universitarias a realizar un público y descarnado proceso al imperialismo yanqui”.[48]

El 3 de mayo se realizaron manifestaciones, una en la mañana, frente a la Embajada Norteamericana, y otra en las calles del Centro de Santiago, por la tarde, ambas en repudio a la intervención norteamericana; la segunda habría estado integrada por cerca de 2.000 personas, entre ellos estudiantes de Pedagogía y Derecho. Junto a eso, se informó de movimientos similares en otras ciudades del país, especialmente en Valparaíso. Allí, en la Plaza Victoria, se quemaron dos banderas norteamericanas, frente a unos 500 estudiantes; la marcha continuó hacia el Instituto chileno norteamericano, al que los jóvenes lanzaron frascos de tinta y pintura. Este movimiento terminó con disturbios y con la intervención de fuerzas policiales. Reagrupados en la Plaza de la Victoria, fueron enunciados varios discursos, entre ellos uno del diputado electo del Partido Comunista, Manuel Cantero, quien felicitó a los jóvenes por la iniciativa, pero también comentó que ojalá no fuesen sólo ellos los que se pronunciaran al respecto, sino que todo el pueblo chileno “hasta que la bota norteamericana saliera de Santo Domingo”.[49] Esta parte del discurso de Cantero hace pensar en que a simple vista, los movimientos de protesta parecen haber estado constituidos mayoritariamente por jóvenes estudiantes.  

La organización estudiantil fue cada vez mayor y a la misma se le unieron personalidades políticas de ese momento, un ejemplo de eso es lo ocurrido el 4 de mayo. Ese día, por la mañana se realizaron reuniones coordinadas por las federaciones de estudiantes en la Universidad de Chile, en la Universidad Técnica del Estado y en la Universidad Católica. Por la tarde, se realizó la que habría sido la manifestación estudiantil más grande llevada a cabo hasta ese momento. Cerca de 3 mil personas, convocadas por la Unión de Federaciones Universitarias de Chile (UFUCH), a las 19 horas, llegaron a las inmediaciones de la intersección de las calles Alameda con Dieciocho, en el Centro de Santiago. En esa oportunidad tomaron tribuna los presidentes de las federaciones estudiantiles universitarias, secundarias, técnicas y el presidente de UFUCH, Patricio Millán. A ellos se unieron personalidades políticas de la época, como “la senadora comunista Julieta Campusano, el diputado comunista, Orlando Millas, el miembro del Comité Central del Partido Socialista, Jaime Ahumada, el presidente del Partido Demócrata Cristiano, Jaime Castillo, el diputado electo de ese partido, Santiago Pereira, y otros dirigentes”. Entre los oradores de la jornada, que coincidieron en su crítica a la intervención norteamericana en República Dominicana, destacaron “Mario Monsalve, presidente de los estudiantes vespertinos y nocturnos, el presidente de UFUCH, Patricio Millán, y el estudiante dominicano Luis Eduardo Tonos”.[50] En esa oportunidad también tomó la palabra el vocal comunista de la FECH, Sergio Inzunza, quien además de impulsar el repudio a Norteamérica, hizo un llamado a “declarar persona no grata al Embajador Especial Averell Harriman, cuya llegada está anunciada para mañana a Santiago”.[51]

Luego de los discursos, los estudiantes se dirigieron al edificio de la Embajada norteamericana. Al llegar, lanzaron piedras y bombas de alquitrán al mismo.

El movimiento estudiantil chileno en apoyo a la causa “constitucional” dominicana y en rechazo a la intervención norteamericana en ese país, fue respaldado por jóvenes estadounidenses pertenecientes a la Asociación Nacional de Estudiantes Norteamericanos (USNSA), con sede en Philadelphia. Estos últimos, según informó El Siglo, enviaron un cable a la UFUCH, en el que manifestaron dicha adhesión, condenando, “severamente la intervención militar unilateral de los E.E.U.U. en los asuntos internos de la República Dominicana”; a su vez, la USNSA, manifestó que era urgente que la OEA se hiciera responsable en la mediación para lograr la paz y el orden. Junto a lo anterior, demandaban el retiro inmediato de las tropas norteamericanas del territorio dominicano. La UFUCH respondió el cable con agradecimiento, aprovechando de solicitarles que ellos también se movilizaran por la causa común[52]

De acuerdo con lo señalado por dicha asociación, llaman la atención al menos dos aspectos. El primero de ellos se relaciona con la postura referente a las acciones que debería tomar la OEA -que para ellos era una organización que debía actuar como mediadora- no era la misma que unos días atrás había manifestado la Juventud Demócrata Cristiana, que la condenaba derechamente por su inoperancia. Este es un punto interesante porque muestra cómo empezaban a aparecer diferencias estratégicas en las manifestaciones solidarias entre los jóvenes, las que más adelante serían un aspecto clave en la medida en que no lograron aunarse en cuanto a la toma de medidas concretas al respecto, cuestión que incluso parece haber influido en que la causa perdiera fuerza en 1966. El otro tema que invita a reflexionar es el referido al llamado a la movilización de parte de la UFUCH a los jóvenes norteamericanos pues eso da luces respecto a la importancia que para ellos tenía mostrar reacción en el espacio público y hacerse visibles como una suerte de fuerza en marcha, capaz de romper el orden impuesto con caminatas, pancartas, gritos y protesta colectiva.

Por otro lado, en ese momento también comenzó a salir a la luz la postura de la Juventud Socialista (JS) que parecía ir por un carril propio en cuanto a las estrategias de oposición al imperialismo norteamericano, sin sumarse a la de solidaridad manifestada por del resto de la juventud de la izquierda y de la democracia cristiana. Así, el 6 de mayo, el periódico La Nación notició que un grupo de dirigentes del Comité Central de la Federación Juvenil Socialista, compuesto por Hernán del Canto, Kenny Velásquez, Edmundo Villarroel, Danton Urquieta y Sergio Benado, se reunió con el embajador norteamericano en Chile, Ralph Dungan. En la oportunidad, le entregaron una carta que contenía varios puntos, entre ellos su crítica a la intervención norteamericana, la que estaría respondiendo a la prevalencia de intereses de expansión económica sobre Latinoamérica, y que eso lo hacía un país agresor. Además, calificaban de “manido” al expediente que hablaba de una presunta intervención comunista en República Dominicana y censuraban a la OEA. Junto a eso, le solicitaban que se arbitrasen los medios que hiciesen posible el viaje de una delegación de jóvenes chilenos de todos los sectores políticamente representativos al territorio dominicano, para que se pudiese informar en terreno de lo que allí ocurría.[53]

Un poco más abajo, el mismo diario señalaba que la Juventud Demócrata Cristiana rechazaba la solicitud de visitar República Dominicana formulada por los socialistas, argumentando que la consideraban improcedente pues eso significaría “ir a imponerse si efectivamente tiene legalidad jurídica que Estados Unidos haya instalado tropas en ese país latinoamericano”. Junto a eso agregaban que rechazaban “la actitud de los jóvenes revolucionarios de fuente de soda”, denostando la estrategia. Finalmente, hacía un llamado a “todos los jóvenes progresistas y revolucionarios a incorporarse al movimiento de justicia con libertad y de independencia nacional con el progreso”.[54]

Otro de los momentos polémicos de esas jornadas, fue el derivado de la suspensión, por parte del rector de la Universidad Católica, monseñor Alfredo Silva Santiago y del prorrector, de un foro en el que, el 11 de mayo, se debatiría sobre la situación dominicana, organizado por la FEUC y el centro de alumnos de la Escuela de Economía de esa casa de estudios. Alejandro San Francisco ha señalado que ambos expresaron objeciones a la realización del foro pues en él estarían presentes dos dirigentes marxistas (uno dominicano y otro chileno) y que precisamente uno de ellos, recientemente, había dirigido ataques a la Iglesia.[55] Los invitados a debatir eran el senador socialista, Carlos Altamirano (el responsable de los mencionados ataques a la Iglesia), el presidente del PDC, Jaime Castillo y el “embajador extraordinario del gobierno constitucional dominicano, Caonabo Javier” (comunista). El argumento esgrimido por el rector para tomar la decisión fue que el foro no tendría carácter académico ni universitario.[56] Por su parte, la FEUC contraargumentó que la censura al acto significaba “o desconocer la responsabilidad de una Universidad frente a estos problemas, o dudar de la calidad de Caonabo Javier, Carlos Altamirano y Jaime Castillo”.[57]

Luego de una semana, y de una carta enviada por la FEUC al rector en la que expresaron que “mientras la Iglesia se vuelve al diálogo con todas las creencias e ideologías, la Universidad Católica lo coarta”, el foro fue permitido y realizado, con la diferencia de que esta vez se añadió como invitado al exembajador de Chile en Estados Unidos, Sergio Gutiérrez Olivos.[58]

Por esos mismos días se formalizó un comité solidario con Santo Domingo, gestionado por UFUCH. Integrado por las secciones juveniles de los Partidos Radical, Demócrata Cristiano, Liberal, Comunista, Democrático Nacional, la Federación de Estudiantes Secundarios de Chile (FECOCH), Vespertinos y Nocturnos de Chile (FEVENOCH) y la UFUCH, en su primera reunión acordó al menos seis puntos:

1.    Repudiar la intervención norteamericana en la República Dominicana.

2.    Solicitar del Gobierno de Chile el reconocimiento del Gobierno Constitucional presidido por el coronel Caamaño.

3.    Solicitar una entrevista con el ministro de Relaciones, con el objeto de dar a conocer los acuerdos del Comité.

4.    Repudiar la actitud entreguista de la OEA y solicitar la intervención de las Naciones Unidas en el conflicto dominicano.

5.    Iniciar una campaña de recolección de medicinas para aliviar, en algo, la suerte del heroico pueblo dominicano,

6.    Reiterar la invitación hecha a la Juventud Socialista.[59]

 

Resulta interesante observar cómo una mayoría de jóvenes estudiantes llegó a acuerdos tan importantes como el repudio a las acciones de la OEA y a su vez, al depósito de confianza en la ONU. Además, esta es la primera vez que, en este contexto, se ven acciones concretas respecto a reunir elementos destinados a aliviar problemáticas de corto plazo, como la campaña por medicamentos. Finalmente, la reiteración de invitación a la Juventud Socialista confirma que con ellos permanecían las diferencias pero que se invitaba al acercamiento.

El 21 de mayo se realizó, en el Teatro Caupolicán, un gran acto de solidaridad con República Dominicana, del que participaron los estudiantes -como regularmente lo hacían cuando se trataba de reuniones y protestas en torno a la causa- pero también otros sectores y organizaciones, sociales y políticas. Si se presta atención a los integrantes de la convocatoria, se ve que se iban alejando cada vez más aquellos días en los que prácticamente los únicos manifestantes eran los jóvenes estudiantes y que, de una u otra manera, el primer entusiasmo por la causa solidaria con República Dominicana, integrado prácticamente sólo por jóvenes estudiantes universitarios, creció rápidamente. Entre los oradores estuvieron Juan Miquel, representante de la UFUCH, Luis Figueroa, representante de la CUT, Federico Klein, del Movimiento de Solidaridad con la República Cubana, las diputadas María Maluenda, Carmen Lazo y Laura Allende.[60] En los discursos de la ocasión, hubo coincidencia en el llamado a toda la sociedad a unirse por la misma causa. Por su parte Miquel comentaba: “Tenemos que centrar la lucha en algunos puntos fundamentales: la autodeterminación de los pueblos, la no intervención, la unidad de América Latina para enfrentar el potencial económico y bélico de los Estados Unidos”; Figueroa, también enfatizó en la unidad: “Nosotros hemos venido aquí, mujeres y hombres de Santiago, de pensamientos e incluso clases sociales diferentes porque es común a todos nuestra decisión de luchar por salvaguardar nuestra libertad, porque no permitiremos que E.E.U.U. convierta a América Latina en una colonia”. Por su parte, la diputada María Maluenda, comentando un documento firmado por mujeres parlamentarias democratacristianas, socialistas y comunistas y otras personalidades femeninas de apoyo al pueblo dominicano, enfatizó: “¿Quién ha materializado esta importante unidad de mujeres de distintas ideologías frente al problema dominicano?... La agresión yanqui -agregó- ha arrancado la venda de los ojos de muchos que se han convencido que los intereses norteamericanos son antagónicos a los intereses de los países de los pueblos latinoamericanos”.[61] En las palabras de estos oradores resalta el llamado a la unidad contra el imperialismo norteamericano, sin distinción de género, partido, rango etario o sector social. Un aspecto interesante si se piensa en que llegar a puntos comunes entre aquellos grupos, era muy complejo.

Las transversalidades en el apoyo, también se manifestaron por parte de los grupos políticos juveniles específicos con sus pares políticos dominicanos. Eso se demuestra al revisar la introducción de una publicación de la Comisión Política de la Juventud Demócrata Cristiana, de junio de 1965, firmada por Alberto Sepúlveda, presidente de dicha colectividad. En ella, refiriéndose a la corta historia del Partido Revolucionario Social Cristiano Dominicano, respaldaba su lucha contra el intervencionismo norteamericano y por crear una sociedad democrática y “digna para el hombre”.[62]

Uno de los temas tratados en la 7ª Conferencia Nacional de las Juventudes Comunistas, realizada en julio de 1965, fue la lucha contra el imperialismo norteamericano, y en ese contexto, la solidaridad con Santo Domingo apareció como un tema clave, pero se habló nuevamente, de manera específica de una solidaridad que debía realizarse en conjunto. Así, uno de los primeros temas tocados fue el recuerdo de la gran envergadura alcanzada por las protestas de los jóvenes “ante la agresión e invasión yanquis contra el pueblo dominicano. En las calles, en las escuelas y las poblaciones se logró la acción conjunta de la juventud contra el agresor yanqui”.[63] En ese mismo sentido, más adelante se enfatizó en lo que había que hacer en el futuro al respecto. Concretamente, además del llamado a la unidad en los siguientes pasos a seguir, se solicitó ayuda a la juventud para coordinar el envío de elementos concretos para socorrer a los niños dominicanos afectados; en ese espíritu, se pedía encarecidamente a

todas las organizaciones juveniles promover una gran campaña de ayuda al pueblo dominicano, que tome formas concretas, como el envío de un cargamento con medicamentos, ropas y alimento para niños de ese heroico pueblo. También proponemos enjuiciar públicamente la política del imperialismo en un acto sin precedentes de la juventud y que constituya un verdadero proceso al imperialismo en su largo historial de agresión en América Latina.[64]

Llama la atención ese nuevo guiño a la unidad en la lucha solidaria. Posiblemente, en la práctica, las divisiones se estaban haciendo insostenibles y eso auguraba un futuro poco promisorio a la causa, lo que podría repercutir en que la misma se disolviera. Precisamente, en esa jornada se recalcó que no se justificaban “la duda o confusión que demuestran algunos compañeros frente a este problema. Nunca hay que vacilar en la búsqueda de las acciones conjuntas en la juventud cuando se trata de sus reivindicaciones, de los intereses del país, de la lucha contra la reacción y contra el imperialismo”.[65]

Un par de meses después, a la intención solidaria de estos jóvenes chilenos se sumó la de otros tantos que estaban cursando sus estudios superiores fuera del país, específicamente en Estados Unidos. Un ejemplo de ello lo constituye el caso informado por el periódico La Nueva Voz, de Nueva York, en el que se destacó que un grupo de estudiantes y docentes de la Universidad de Yale, Conneticut, compuesto por cuatro estudiantes latinoamericanos y cuatro profesores de esa casa de estudios. Los estudiantes eran Carlos Fortín, de Chile, Richard Arias, de Panamá, Rubén Berríos de Puerto Rico y César García de Santo Domingo.[66]

Los llamados solidarios de parte de la UFUCH no cesaron a lo largo de ese año, así, en octubre, la agrupación convocó a unas jornadas antiimperialistas. Con motivo del anuncio, Juan Miquel fue entrevistado por Claridad, la revista universitaria de la FECH. En la misma enfatizó en la unidad de todos los chilenos en torno al tema y aseguró su confianza en la lucha de los estudiantes de educación superior:

Creo que todos los universitarios deben sentirse interpretados por este movimiento de solidaridad latinoamericana, debido a dos razones fundamentales. En primer lugar, la actitud de Estados Unidos, expresada en la autorización de la Cámara de Representantes, que es la negación de la independencia de cada uno de nuestros países. Ante ella, ningún estudiante chileno puede aceptar sentirse sometido a otro país. En segundo lugar, la conciencia política de los estudiantes universitarios, quienes saben que los intereses norteamericanos son un inconveniente para el progreso social y económico del país y que son sólo los universitarios el grupo estructurado capaz de plantear una respuesta. Su opinión será siempre bien acogida por el grueso del público. Todos estos son motivos que aseguran el éxito de nuestro movimiento.[67]

Uno de los temas que no estuvo ausente del XIII Congreso Nacional del Partido Comunista de Chile fue este. Precisamente, Hugo Fuentes, del Comité Central de las Juventudes Comunistas de Chile, en su discurso enfatizó en que durante ese año. “el estudiantado ha sido un factor muy activo… en la acción solidaria de nuestro pueblo con el de la República Dominicana, ante la agresión norteamericana”.[68]

Dos momentos que también reflejaron la intención solidaria juvenil universitaria con los sucesos en República Dominicana se suscitaron cuando Robert Kennedy, senador demócrata por Nueva York y hermano del fallecido presidente J.F. Kennedy, visitó Chile en noviembre de 1965, en el contexto de una gira por Latinoamérica. En la instancia se reunió con representantes de la UFUCH y con diversos dirigentes universitarios en el estadio Nataniel, ubicado en el centro de Santiago. En sus consultas al senador, los jóvenes se mostraron especialmente preocupados por lo que ocurría en ese país. Kennedy, primero que todo, aclaró que creía que Estados Unidos había cometido un error al intervenir en República Dominicana, pero agregó que no se debía juzgar a Norteamérica de imperialista sólo por ese hecho. Añadió que su país no se quedaría en República Dominicana y que en ese momento se estaban haciendo negociaciones para que allí se llevaran a cabo elecciones libres. Sus palabras fueron aplaudidas por el público asistente.[69]

La segunda de esas instancias acaeció en Concepción y tuvo como protagonista al que más adelante sería el líder del entonces recién fundado Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR), Miguel Enríquez. En ese entonces, Enríquez era estudiante de Medicina de la Universidad de Concepción y dirigente de la Federación de Estudiantes de esa casa de estudios. Reunido Kennedy con un grupo de estudiantes en el Hotel City -recuerda Juan Saavedra, quien en esos años era estudiante de Derecho- entre los que se encontraban Enríquez, el ya mencionado Juan Saavedra, Bautista von Schouwen, Luciano Cruz, y otros jovenes, se habría iniciado la conversación de forma muy hostil: “La voz cantante la llevó Miguel, que hablaba perfectamente el inglés. Dijo que Kennedy representaba al imperialismo que había invadido a República Dominicana, que estaba masacrando al pueblo vietnamita y que bloqueaba a Cuba”.[70] La posición de Enríquez resulta interesante porque representa una voz de rechazo frente a Kennedy, a diferencia de los representantes de la UFUCH que dialogaron con él e incluso le aplaudieron. Enríquez, según las memorias de su padre, el médico Edgardo Enríquez Frödden, parece haber sido aún más concretamente de repudio al imperialismo norteamericano y al propio Kennedy:

Señor Kennedy, con profundo desagrado compruebo que usted ha venido a esta conferencia no a interesarse por los problemas de Chile, sino como candidato a la presidencia de estados unidos y que todo es un show, cuidadosamente montado por su propaganda (…) No es con chistes buenos, malos o regulares que se van a solucionar los problemas de Chile y Latinoamérica, debidos en gran parte a la acción nefasta y explotadora de Estados Unidos.[71]

Antes de terminar, vale la pena mencionar otro hecho que sigue la línea de lo que se acaba de mencionar y que, además, tal como se señaló más atrás, es otro signo de que la inicial solidaridad juvenil con los dominicanos se fue fragmentando con el paso de los meses. Esto se comprueba al observar un hecho acaecido en 1966, relatado en Claridad, en el contexto de un acto estudiantil en el Teatro Baquedano, “en repudio al Imperialismo Yanqui”, convocado por la UFUCH, del que participaron como oradores Juan Enrique Miquel, Alejandro Yáñez, Patricio Millán, y el dominicano Lucas Rojas. Entre el público asistente se encontraban jóvenes del MIR encabezados por el socialista Freddy Taberna, y unos 25 estudiantes dominicanos establecidos en Chile. Allí, un poco antes de finalizar la reunión, uno de los dominicanos presentes alzó la voz para criticar la actitud de los miristas pues mientras se llevaba a cabo el acto, les habrían lanzado monedas en la cara. El altercado generó dimes y diretes entre ambos bandos.[72] Un aspecto no menor del hecho es que se encuentra justamente a los miristas en el mismo lado de los socialistas, aspecto que confirma que las desavenencias en cuanto a las estrategias respecto a cómo enfrentar la problemática dominicana, no sólo permanecieron, sino que se acrecentaron cuando entró al juego el MIR y sumó fuerzas a la postura socialista. Estas diferencias probablemente fueron lo que determinó que las acciones solidarias con la causa dominicana se representaran sólo en marchas, en algunas acciones violentas contra la embajada norteamericana en Chile, en discursos y en altercados menores. Precisamente lo descrito fue lo que se mantuvo durante 1966 (hasta septiembre de ese año, que fue cuando se produjo la retirada de las tropas norteamericanas de la región dominicana), mediante la realización de actos solidarios convocados por la UFUCH, principalmente.

Conclusiones

A lo largo de este trabajo se ha visto de qué manera la solidaridad juvenil, especialmente desde los jóvenes universitarios, se fortaleció en el contexto de la Guerra Fría. Estos movimientos, especialmente los de la Juventud Comunista y de la Juventud Demócrata Cristiana, observaron en la intervención norteamericana un serio símbolo de imperialismo estadounidense. Lo anterior unificó temporalmente a algunos sectores de la juventud chilena, movilizándose en protestas y actos de solidaridad con la República Dominicana.

El rechazo a la intervención norteamericana se fundamentó en la defensa del principio de autodeterminación de los pueblos. Este argumento fue central en las críticas a la OEA, a la que se le calificó, en ocasiones, de cómplice de la intervención estadounidense.

Pese a que hay una evidente resistencia de parte de los grupos políticos juveniles analizados a la intervención norteamericana en República Dominicana y a la política ineficaz de la OEA, estos grupos mostraron divergencias estratégicas sobre cómo proceder, la que se fue ampliando con el paso de los meses hasta hacerse insostenible, e incluso generar una división al respecto entre los jóvenes comunistas y demócrata cristianos, alineados a un lado, y entre los socialistas y miristas, alineados en otro.

La Juventud Socialista, por ejemplo, optó por estrategias distintas, como buscar el envío de delegaciones a República Dominicana, lo cual fue criticado por la Juventud Demócrata Cristiana, que lo consideró innecesario. Estas diferencias impidieron una mayor coordinación y colaboración entre las distintas juventudes.

En esta investigación también se pudo observar cómo los jóvenes, en particular los estudiantes universitarios, adquirieron mayor visibilidad y poder en la política chilena durante esta etapa. Las manifestaciones de intenciones solidarias con República Dominicana mostraron el creciente protagonismo de la juventud en las luchas políticas y en la crítica al intervencionismo extranjero.

Finalmente, se hace necesario destacar que, pese a las divisiones internas, las movilizaciones solidarias con la causa dominicana no se limitaron a una cuestión temporal, sino que continuaron a lo largo de 1965 y 1966, constituyendo una parte de un movimiento más amplio contra el imperialismo norteamericano en América Latina.

Referencias bibliográficas:

Diarios y revistas

Claridad, Santiago, 1965-1966.

Crónica, Buenos Aires, 1965.

El Informador, Guadalajara, 1965.

El Siglo, 1965-1966.

El Tiempo, Barranquilla, 1965.

La Nación, Santiago, 1965-1966.

La Nueva Voz, Nueva York, 1965.

Política y Espíritu, Santiago, 1965.

 

Otras fuentes

Diario de Sesiones del Senado, 5 de mayo de 1965.

 

Fuentes primarias y secundarias

Amorós, Mario. Miguel Enríquez. Un nombre en las estrellas. Biografía de un revolucionario. Santiago: Ediciones B, 2014.

Arancibia, Patricia, Álvaro Góngora y Gonzalo Vial. Jorge Alessandri, 1896-1986. Una biografía. Santiago: Zig Zag, 1996.

Atkins, G. Pope, y Larman C. Wilson. The Dominican Republic and the United States: From Imperialism to Transnationalism. Athens: University of Georgia Press, 1998.

Bell Lemus, Gustavo. “La Organización de Estados Americanos y el Caribe”, en Visiones de la OEA. 50 años 1948-1998, editado por Álvaro Tirado Mejía. Santafé de Bogotá: República de Colombia Ministerio de Relaciones Exteriores/OEA, 1998.

Casals, Marcelo. El alba de una revolución. La izquierda y el proceso de construcción estratégica de la “vía chilena al socialismo”. 1956-1970. Santiago: LOM ediciones, 2010.

Castro, Fidel. La historia me absolverá. La Habana: Instituto Cubano del Libro, 1961.

Domínguez, Carlos. “El viento del Sudoeste: prolegómenos de una tesis latinoamericana sobre la lógica de la Guerra Fría. Un ensayo sobre solidaridad regional y oposición al intervencionismo”. Universitas. Relações Internacionais 3, n° 1, (2005): 137-167. https://doi.org/10.5102/uri.v3i1.298

Echeverría, Mónica. Antihistoria de un luchador (Clotario Blest, 1823-1990). Santiago: LOM ediciones, 1993.

Fermandois, Joaquín. La revolución inconclusa. La izquierda chilena y el gobierno de la Unidad Popular (1778-1965). vol. 1. Santiago: Centro de Estudios Bicentenario, 2019.

Forno, Giovanni. “Apuntes sobre el principio de la libre determinación de los pueblos”. Agenda Internacional, n° 18 (2003): 91-120. https://doi.org/10.18800/agenda.200301.004

Fuentes, Hugo. “Intervención del Camarada Hugo Fuentes, del Comité Central de las Juventudes Comunistas de Chile”, Documentos del XIII Congreso Nacional del Partido Comunista de Chile, Folleto N° 7, La juventud chilena junto a la clase obrera por la revolución (10 al 17 de octubre de 1965).

Gallego Cosme, Mario y William Jiménez Inoa, “La Organización de Estados Americanos y su incidencia democrática post Trujillo en República Dominicana (1961-1965)”. Pensamiento Americano 7, n° 13 (2014): 164-182.

Gazmuri, Cristián, Patricia Arancibia y Álvaro Góngora. Eduardo Frei Montalva (1911-1982). Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 1996.

Gazmuri, Cristián. Eduardo Frei Montalva y su época. 2 vols. Santiago: Aguilar, 2000.

Getchell, Michelle Denisse. “Revisiting the 1954 Coup in Guatemala: The Soviet Union, the United Nations, and ‘Hemispheric Solidarity’”. Journal of Cold War Studies 17, n° 2 (2015): 73-102.

Gleijeses, Piero. The Dominican Crisis: The 1965 Constitutionalist Revolt and American Intervention, trans. Lawrence Lipson. Baltimore: Johns Hopkins University, 1978.

Goecke, Ximena. Juventud y política revolucionaria en Chile en los sesenta. Santiago: Centro de Estudios Socioculturales, 2005.

Guevara, Ernesto. “Mensaje a la Tricontinental. Crear dos, tres, muchos Vietnam". Tricontinental: Suplemento especial. La Habana: 16 de abril de 1967.

Harvey, Hugo. “Revisitando el punto de inflexión interamericano en la Guerra Fría: la crisis dominicana de 1965, la intervención de Estados Unidos y la Fuerza Interamericana de la Paz”. Humanidades: revista de la Universidad de Montevideo, n° 7 (2020): 25-63. https://doi.org/10.25185/7.2

Harvey, Hugo y Álvaro Sierra. “El pensamiento político internacional del embajador Alejandro Magnet y la crisis dominicana de 1965: una Nueva Historia Diplomática desde Chile”. Revista izquierdas, n° 53 (2024): 1-29.

Hobsbawm, Eric. Historia del Siglo XX. Buenos Aires: Crítica, 1999.

Hunt Michael and Steven Levin, “Revolutionary movements in Asia and the Cold War”, en Origins of the Cold War. An international history, editado por Melvin Leffler y David Painter, 251-262. Oxon, Routledge, 2005

Juventud Demócrata Cristiana, La tragedia de un pueblo hermano. Santiago: Ediciones Rebeldía, 1965.

Lenin, Wladimir. Imperialismo, fase superior del capitalismo. Santiago: Quimantú, 1976.

Loaeza, Soledad. “Estados Unidos y la contención del comunismo en América Latina y en México”. Foro Internacional 53, n° 1, (2013).

Lowenthal, Abraham. The Dominican Intervention. Baltimore: Johns Hopkins University Press: 1995.

Löwy, Michäel. The Marxism of Che Guevara. Philosophy, Economics, Revolutionary Warfare. Lanham: Rowman & Littlefield Publishers, Inc: 2007.

Llorca, Manuel y Rory M. Miller, eds. Historia económica de Chile. Más allá del crecimiento. Santiago: Fondo de Cultura Económica, 2025.

Mella, Emil. “Intervenciones estadounidenses en la política dominicana de los años 60: hallazgos iniciales”, Revista ECOS UASD 1, n° 23 (2021): 73-85. https://doi.org/10.51274/ecos.v29i1.pp73-85

Moya-Pons, Frank. Breve Historia Contemporánea de la República Dominicana. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 1999.

Muñoz-Tamayo, Víctor y Cristina Moyano Barahona. ““Guatones” y “chascones”. Facciones y unidades generacionales en la Democracia Cristiana durante la dictadura de Pinochet. (1973-1989)”. Revista de Historia, n° 31 (2024): hc386. https://doi.org/10.29393/RH31-8GCVC20008

Naranjo, Pedro, Mauricio Ahumada, Mario Garcés y Julio Pinto, eds. Miguel Enríquez y el proyecto revolucionario en Chile. Discursos y documentos del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR. Santiago: LOM ediciones, 2004.

Palieraki, Eugenia. ¡La Revolución ya viene! El MIR chileno en los años sesenta. Santiago: LOM ediciones, 2014.

Pettinà, Vanni. Historia mínima de la Guerra Fría en América Latina. Ciudad de México: Colegio de México, 2018.

Pinto, Julio, coord. Cuando hicimos historia. La experiencia de la Unidad Popular. Santiago: LOM ediciones, 2005.

Saavedra, Juan. Te cuento otra vez esta historia tan bonita. Santiago: Forja, 2010.

San Francisco, Alejandro, dir. Historia de Chile (1960-2010), tomo 2. El preludio de las revoluciones. El gobierno de Jorge Alessandri (1958-1964). Santiago: CEUSS, 2016.

San Francisco, Alejandro. Juventud, rebeldía y revolución. La FEUC, el reformismo y la toma de la Universidad Católica de Chile. Santiago: Centro de Estudios Bicentenario, 2017.

Stites Mor, Jessica. South-South. Solidarity and the Latin American Left. Wisconsin: The University of Wisconsin Press, 2022.

Valdés, Nelson y Arturo Peña. “Cuba y Angola: una política de solidaridad internacional”. Estudios De Asia y África 14, n° 4, (1979): 601-668. https://doi.org/10.24201/eaa.v14i4.539

Zamorano, Mario. “7ª Conferencia Nacional de las JJ.CC. de Chile. La Juventud está por una verdadera revolución”, Informe Central rendido a la VII Conferencia Nacional de las Juventudes Comunistas, efectuada en Santiago del 15 al 18 de Julio de 1965. Santiago: 1965.

Westad, Odd Arne. The Global Cold War: Third World Interventions and the Making of Our Times. Cambridge: Cambridge University Press, 2005.

Wilson, Larman C. “La intervención de los Estados Unidos de América en el Caribe: La crisis de 1965 en la República Dominicana”. Revista de Política Internacional, n° 122 (1972): 37-82.

 

Contribución de los autores (Taxonomía CRediT): el único autor fue responsable de la: 1.  Conceptualización, 2.  Curación de datos, 3. Análisis formal, 4. Adquisición de fondos, 5. Investigación, 6. Metodología, 7. Administración de proyecto, 8. Recursos, 9. Software, 10.  Supervisión, 11.  Validación, 12.  Visualización, 13.  Redacción - borrador original, 14.  Redacción - revisión y edición.

 

Disponibilidad de datos: El conjunto de datos que apoya los resultados de este estudio no se encuentra disponible.

 

Editor responsable José Antonio Saravia: jsaravia@correo.um.edu.uy

 

 



[1] Odd Arne Westad, The Global Cold War: Third World Interventions and the Making of Our Times (Cambridge University Press, 2012).

[2] Michael Hunt and Steven Levin, “Revolutionary movements in Asia and the Cold War”, en Origins of the Cold War. An international history, eds. Melvin Leffler y David Painter, (Oxon: Routledge, 2005), 251-262.

[3] Vanni Pettinà, Historia mínima de la Guerra Fría en América Latina (México D.F: El Colegio de México, 2018), 22-23.

[4] Wladimir Lenin, El imperialismo, fase superior del capitalismo (Santiag:  Quimantú, 1972).

[5] Michäel Löwy, analizando la influencia del pensamiento de Lenin en la lucha contra el imperialismo, específicamente la que habría tenido en las ideas y acciones del Che Guevara, establece que en ese caso fue fundamental. Para el Che, la revolución socialista en el Tercer Mundo debía llevarse a cabo de forma internacional y coordinadamente, y no sólo a nivel local. Fundamentalmente, para el Che Guevara, el leninismo era mucho más funcional a las ideas revolucionarias, que el tradicional enfoque comunista latinoamericano que había recibido influencias mencheviques. El leninismo entregaba mayor dinamismo al camino revolucionario pues no esperaba los resultados que ocasionaría el cambio en las condiciones económicas. En Michäel Löwy, The Marxism of Che Guevara. Philosophy, Economics, Revolutionary Warfare (Lanham: Rowman & Littlefield Publishers, Inc., 2007), 12.

[6] Ernesto Guevara, Mensaje a la Tricontinental. Crear dos, tres, muchos Vietnam", Tricontinental: Suplemento especial, La Habana, 16 de abril de 1967, 24.

[7] Ernesto Guevara, “Mensaje a la Tricontinental”, 20-23.

[8] Entre las investigaciones clásicas al respecto se encuentran la de Abraham Lowenthal, quien estudió la intervención norteamericana en el país y el impacto que tuvo en su política interna y externa. Según él, se tomó la decisión para poner freno a la expansión comunista en la región y no permitir la aparición de una nueva Cuba. Este proceso habría afectado posteriormente la soberanía de República Dominicana, limitando la capacidad de decisión propia de ese pueblo. Junto a eso, destaca que la intervención habría generado una ampliación del sentimiento antiestadounidense en otras regiones del continente, en Abraham Lowenthal, The Dominican Intervention (Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1995). Junto a esa, podemos mencionar la de Frank Moya-Pons, quien sostiene que la intervención norteamericana en República Dominicana habría sido el fin de un proceso marcado por la tensión política producida después de la muerte de Rafael Trujillo. Si bien Estados Unidos justificó su acción como un alto a la expansión comunista, esta realmente habría sido motivada por el miedo a perder el control sobre sus intereses en el país, en Frank Moya-Pons, Breve Historia Contemporánea de la República Dominicana (México D.F: Fondo de Cultura Económica, 1999). Finalmente, no está demás destacar el trabajo de Emil Mella, uno de los más recientes estudios al respecto, destaca por el uso de fuentes gubernamentales norteamericanas provenientes de la Biblioteca y Museo Presidencial de John F. Kennedy, del repositorio Digital de la Biblioteca de la Universidad de Brown y del Archivo de Seguridad Nacional, institución con sede en la Universidad George Washington, en Washington, D. C; este trabajo ayuda a visualizar ciertas prácticas de injerencia y control de Estados Unidos en República Dominicana durante los años 60, en Emil Mella, “Intervenciones estadounidenses en la política dominicana de los años 60: hallazgos iniciales”, Revista ECOS UASD 1, n° 23 (2021), 73-85, https://doi.org/10.51274/ecos.v29i1.pp73-85 . Es interesante destacar el trabajo de Piero Gleijeses pues, a diferencia de los autores destacados, argumenta que la intervención fue parte de la estrategia para frenar expansión comunista, la que podría ser una seria consecuencia si se llegaba a concretar otro gobierno de Juan Bosch, en Piero Gleijeses, The Dominican Crisis: The 1965 Constitutionalist Revolt and American Intervention, trans. Lawrence Lipson (Baltimore: Johns Hopkins University, 1978).

[9] Hugo Harvey, “Revisitando el punto de inflexión interamericano en la Guerra Fría: la crisis dominicana de 1965, la intervención de Estados Unidos y la Fuerza Interamericana de la Paz”, Humanidades: revista de la Universidad de Montevideo, n° 7 (2020): 28, https://doi.org/10.25185/7.2 .

[10] Entre quienes han investigado la temática, encontramos a Michelle Denisse Getchell, estudiando las repercusiones que tuvo el apoyo norteamericano al golpe de Estado guatemalteco de 1954, que derrocó al presidente electo Jacobo Arbenz Guzmán, y que habría marcado el inicio de las acciones anticomunistas de Estados Unidos en Latinoamérica (sin la anterior faceta de política del Buen Vecino), da a conocer la potencia que en ese entonces ya tenía el nacionalismo antiestadounidense en la región y las acciones que tomaron al respecto las asociaciones de trabajadores de diversos lugares del continente en función de solidarizar con Arbenz y oponerse a la intervención norteamericana en ese país, en Michelle Denisse Getchell, “Revisiting the 1954 Coup in Guatemala: The Soviet Union, the United Nations, and ‘Hemispheric Solidarity’”, Journal of Cold War Studies 17, n° 2 (2015): 73-102. Por su parte, Odd Arne Westad, si bien ha tratado el tema de manera general, constituye un buen punto de partida para comprender el contexto e implicancias del concepto, en Odd Arne Westad, The Global Cold War. Un estudio reciente en el que se aplica ampliamente el concepto y que constituye una interesante perspectiva de análisis es de Jessica Stites, quien indagando en los movimientos de solidaridad Sur-Sur, especialmente en Latinoamérica en las décadas de los sesenta y setenta, enfatiza en que fueron de vital importancia para la formación de alianzas transnacionales entre los países del llamado Tercer Mundo, que les permitieron hacer frente en conjunto al imperialismo de Estados Unidos, en Jessica Stites Mor, South-South. Solidarity and the Latin American Left (Wisconsin: The University of Wisconsin Press, 2022).

[11] Nelson Valdés y Arturo Peña, “Cuba y Angola: una política de solidaridad internacional”. Estudios De Asia y África 14, n° 4, (1979): 602-603, https://doi.org/10.24201/eaa.v14i4.539

[12] Carlos Domínguez, “El viento del Sudoeste: prolegómenos de una tesis latinoamericana sobre la lógica de la Guerra Fría. Un ensayo sobre solidaridad regional y oposición al intervencionismo”, Universitas. Relações Internacionais 3, n°1 (2005): 138,  https://doi.org/10.5102/uri.v3i1.298

[13] Un completo estudio respecto al principio de autodeterminación de los pueblos como concepto con un origen, aplicaciones a lo largo de la historia, limitaciones, etc., se encuentra en Giovanni Forno, “Apuntes sobre el principio de la libre determinación de los pueblos”, Agenda Internacional, nº 18 (2003): 91-120, https://doi.org/10.18800/agenda.200301.004

[14] Eric Hobsbawm, Historia del Siglo XX (Buenos Aires: Crítica, 1999), 325-331.

[15] Soledad Loaeza, “Estados Unidos y la contención del comunismo en América Latina y en México”. Foro Internacional, N° 1 vol. 53 (2013), 7.

[16] La candidatura presidencial de Alessandri había estado apoyada por liberales, conservadores y algunos independientes. Para un acerca miento biográfico al personaje consultar, Patricia Arancibia, Álvaro Góngora y Gonzalo Vial, Jorge Alessandri, 1896-1986. Una biografía (Santiago: Zig Zag, 1996).

[17] La economía chilena se caracterizaba por su fuerte dependencia a la exportación de recursos como el cobre y también el salitre (este último desde fines del siglo XIX hasta los años 30). En la década de los 30 se comenzó a impulsar el modelo de industrialización por sustitución de importaciones. En esos años, si bien la exportación de cobre era la principal fuente de ingresos, su explotación estaba en altos porcentajes en manos de empresas extranjeras. Con todo, los cambios en los precios internacionales afectaban significativamente los ingresos fiscales y la estabilidad económica. La política de sustitución de importaciones no tuvo los efectos esperados, entre otras cosas porque la industrialización enfrentó limitaciones tecnológicas y financieras. En ese marco, además, existían grandes brechas sociales y una “cuestión social” que afectaba a la gran proporción de los más pobres que vivían hacinados en conventillos en las grandes ciudades como Santiago, Valparaíso y Concepción. Allí, al menos hasta los años 40, las enfermedades los diezmaban y la mala alimentación les afectaba en su calidad de vida, lo que se reflejaba en los índices de mortalidad, especialmente la infantil. El desempleo, los problemas en el sistema de salud y educacional, eran factores que agravaban estas difíciles condiciones de vida. Algunas leyes laborales de los años 20 y cambios que apuntaban a mejorar ciertos índices como el de alfabetización de la población, como la ley de instrucción primaria obligatoria en esa misma década o la creación del Servicio Nacional de Salud, en la década de los 50, poco a poco contribuyeron a subsanar algunos de esos problemas, pero no fueron suficientes. En medio de toda esta situación los sindicatos, corporaciones y asociaciones de trabajadores presionaban continuamente, por intermedio de partidos políticos de izquierda, al Estado, lo que se reflejaba en concentraciones, marchas y protestas, las que en ocasiones alcanzaron grandes dimensiones y dejaron muertos y heridos como saldo de los enfrentamientos. A todo lo expuesto se suma el que, a lo largo de todos esos años, la economía chilena enfrentó una inflación persistente la que afectaba especialmente a los grupos económicos más pobres. Para profundizar en estos temas ver Manuel Llorca y Rory M. Miller, eds., Historia económica de Chile. Más allá del crecimiento (Santiago: Fondo de Cultura Económica, 2025).

[18] Su candidatura estuvo apoyada por la Democracia Cristiana y por el Frente Democrático. Para más información consultar: Alejandro San Francisco, dir., Historia de Chile (1960-2010), tomo 2. El preludio de las revoluciones. El gobierno de Jorge Alessandri (1958-1964) (Santiago: CEUSS, 2016), 170.

[19] Una biografía del personaje en Cristián Gazmuri, Patricia Arancibia y Álvaro Góngora, Eduardo Frei Montalva (1911-1982) (México D.F: Fondo de Cultura Económica, 1996).

[20] Al respecto ver Cristián Gazmuri, Eduardo Frei Montalva y su época, 2 tomos (Santiago: Aguilar, 2000). El programa de gobierno es tratado en el tomo II de la obra.

[21] Joaquín Fermandois, La revolución inconclusa. La izquierda chilena y el gobierno de la Unidad Popular (1778-1965), vol. 1, (Santiago: Centro de Estudios Bicentenario, 2019), 221.

[22] Ximena Goecke, Juventud y política revolucionaria en Chile en los sesenta (Santiago: Centro de Estudios Socioculturales, 2005), 5.

[23] Marcelo Casals, El alba de una revolución. La izquierda y el proceso de construcción estratégica de la “vía chilena al socialismo”. 1956-1970 (Santiago: LOM ediciones, 2010), 43.

[24] Clotario Blest fue un dirigente sindical y figura emblemática del social cristianismo chileno. Ver, Mónica Echeverría, Antihistoria de un luchador (Clotario Blest, 1823-1990) (Santiago: LOM ediciones, 1993).

[25] En Pedro Naranjo, Mauricio Ahumada, Mario Garcés y Julio Pinto, eds., Miguel Enríquez y el proyecto revolucionario en Chile. Discursos y documentos del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR (Santiago: LOM ediciones, 2004), 99-101.

[26] En Julio Pinto, coord., Cuando hicimos historia. La experiencia de la Unidad Popular (Santiago: LOM ediciones, 2005), 12-13.

[27] Eugenia Palieraki, ¡La Revolución ya viene! El MIR chileno en los años sesenta (Santiago: LOM ediciones, 2014), 154.

[28] Respecto a las Juventudes Democratacristianas (JDC), se debe señalar que un grupo de ellos pertenecía a una corriente “izquierdista” del partido DC, también conocida como “los rebeldes”. Era un conjunto mas bien crítico del gobierno de Frei por su falta de decisión, que aspiraba hacia un desarrollo del tipo “socialismo comunitario”. La JDC también tenía entre sus integrantes a algunos más antiguos o de edad más avanzada, que militaban allí desde los años cincuenta y bastante influenciados por el marxismo. Otro de los grupos que se sumaban a las JDC era el de los llamados “terceristas” de la DC; estos tenían una visión similar a la de los rebeldes, pero eran menos confrontacionales. En Víctor Muñoz-Tamayo y Cristina Moyano Barahona, ““Guatones” y “chascones”. Facciones y unidades generacionales en la Democracia Cristiana durante la dictadura de Pinochet. (1973-1989)”, Revista de Historia, n° 31 (2024): 6, https://doi.org/10.29393/RH31-8GCVC20008

[29] Mario Gallego Cosme y William Jiménez Inoa, “La Organización de Estados Americanos y su incidencia democrática post Trujillo en República Dominicana (1961-1965)”, Pensamiento Americano 7, n° 13 (2014): 178.

[30] Hugo Harvey, “Revisitando el punto de inflexión”, 33-36.

[31] Gustavo Bell Lemus, “La Organización de Estados Americanos y el Caribe”, en Visiones de la OEA. 50 años 1948-1998, ed. Álvaro Tirado Mejía (Santafé de Bogotá, República de Colombia Ministerio de Relaciones Exteriores/OEA, 1998), 124.

[32] Larman C. Wilson, “La intervención de los Estados Unidos de América en el Caribe: La crisis de 1965 en la República Dominicana”, Revista de Política Internacional, n° 122 (1972): 56-59.

[33] Larman C. Wilson, “La intervención de los Estados Unidos”, 68-76.

[34] G. Pope Atkins and Larman C. Wilson, The Dominican Republic and the United States: From Imperialism to Transnationalism (Athens: The University of Georgia Press, 1998), 137, en inglés en el original. Un interesante artículo en el que se narra la posición del representante chileno en la OEA desde 1965, Alejandro Magnet, el que si bien condenó la intervención de Estados Unidos, acusando al país de violar el principio de no intervención y de soberanía de los pueblos, profundiza en la tensión por la que pasó este representante al asumir la labor, producto de los vaivenes al respecto desde el gobierno chileno y la Cancillería. En Hugo Harvey y Álvaro Sierra, “El pensamiento político internacional del embajador Alejandro Magnet y la crisis dominicana de 1965: una Nueva Historia Diplomática desde Chile”, Revista izquierdas, n° 53 (2024): 1-29.

[35] Hugo Harvey, “Revisitando el punto de inflexión”, 36.

[36]Después de 12 horas desalojaron un local de Filosofía y Letras”, Crónica, 30 de abril de 1965, 2.

[37] “Mitin contra actitud de E.U. en Barranquilla”, El Tiempo, 7 de mayo de 1965, 7.

[38] “FEG Boletín”, El informador, 12 de mayo de 1965, 12A.

[39] “Manifiesto de la Confederación Autónoma de Sindicatos Cristianos”, Política y Espíritu, N° 290, mayo-junio, 1965, 75.

[40] Es importante señalar que desde los partidos políticos también se manifestaron inmediatas posturas de rechazo ante la intervención. Por ejemplo, en la sesión del Senado del 5 de mayo, los senadores Carlos Contreras (comunista) y Ulises Correa (radical), coincidieron en criticar la acción de Estados Unidos y la inacción de la OEA para evitar el conflicto. Diario de Sesiones del Senado, Sesión N° 40, miércoles 5 de mayo de 1965.

[41] Acta de sesiones del Senado, sesión 40ª, miércoles 5 de mayo de 1965.

[42] “Última hora”, El Siglo (edición extraordinaria), 29 de abril de 1965, 1.

[43] “A la calle llama FECH”, El Siglo (edición extraordinaria), 29 de abril de 1965, 1.

[44] Acta de sesiones del Senado, sesión 40ª, miércoles 5 de mayo de 1965.

[45] “A repudiar la agresión llama PC”, El Siglo (edición extraordinaria), 29 de abril de 1965, 3.

[46] “Todo Chile protesta”, El Siglo (edición extraordinaria), 29 de abril de 1965, 3.

[47] “Todo Chile repudia la invasión yanqui a Santo Domingo”, El Siglo, 2 de mayo de 1965, 16.

[48] “Llaman a expresar de inmediato enérgica protesta por la agresión”, El Siglo, 3 de mayo de 1965, 1.

[49] “‘A los yanquis cogoteros, los repudia el mundo entero’”, El Siglo, 4 de mayo de 1965, 1.

[50] “Piedras y alquitrán contra el consulado yanqui”, El Siglo, 5 de mayo de 1965, 1.

[51] “Los dominicanos agradecemos la actitud y el apoyo de Chile”, La Nación, 5 de mayo de 1965, 7.

[52] Reproducido en “Estudiantes norteamericanos condenan agresión yanqui”, El Siglo, 12 de mayo de 1965.

[53] “Embajador de USA recibió a cinco dirigentes de Juventud Socialista”, La Nación, 7 de mayo de 1965, 5.

[54] “‘JDC’ repudia actitud de los jóvenes socialistas”, La Nación, 7 de mayo de 1965, 5.

[55] Alejandro San Francisco, Juventud, rebeldía y revolución. La FEUC, el reformismo y la toma de la Universidad Católica de Chile (Santiago: Centro de Estudios Bicentenario, 2017), 74.

[56] “Rector de la UC impidió foro sobre Santo Domingo”, El Siglo, 12 de mayo de 1965, 5.

[57] “Por orden del rector, no se realizó foro de la UC sobre situación dominicana”, La Nación, 12 de mayo de 1965, 7.

[58] “Situación dominicana debaten hoy en foro”, El Siglo, 18 de mayo de 1965, 7.

[59] “Constituyen comité de solidaridad con S. Domingo”, El Siglo, 18 de mayo de 1965, 8.

[60] “Los chilenos ayudarán con su sangre si es necesario”, El Siglo, 31 de mayo de 1965, 1.

[61] “Los chilenos ayudarán con su sangre si es necesario”, El Siglo, 21 de mayo de 1965, 4.

[62] Juventud Demócrata Cristiana, La tragedia de un pueblo hermano (Santiago, Ediciones Rebeldía, 1965), 3 y 4.

[63] Mario Zamorano, “7ª Conferencia Nacional de las JJ.CC. de Chile. La Juventud está por una verdadera revolución”, Informe Central rendido a la VII Conferencia Nacional de las Juventudes Comunistas, efectuada en Santiago del 15 al 18 de Julio de 1965 (Santiago: 1965), 23.

[64] Mario Zamorano, “7ª Conferencia Nacional de las JJ.CC., 47.

[65] Mario Zamorano, “7ª Conferencia Nacional de las JJ.CC., 47 y 48.

[66] “Protestan en Yale”, La Nueva Voz, 1 de julio de 1965.

[67] Juan Miquel en “Jornadas antiimperialistas organizan universitarios chilenos”, Claridad, N° 37 (octubre de 1965), 3.

[68] Hugo Fuentes, “Intervención del Camarada Hugo Fuentes, del Comité Central de las Juventudes Comunistas de Chile”, en Documentos del XIII Congreso Nacional del Partido Comunista de Chile, Folleto N° 7, La juventud chilena junto a la clase obrera por la revolución (10 al 17 de octubre de 1965).

[69] “El discutido foro de Kennedy con los universitarios”, Claridad, N° 40 (24 de diciembre de 1965), 4 y 5.

[70] Juan Saavedra, Te cuento otra vez esta historia tan bonita (Santiago: Forja, 2010), 55.

[71] Edgardo Enríquez Frödden, En el nombre de una vida, tomo II (México D.F.: UNAM, 1994), 278-279, citado en Mario Amorós, Miguel Enríquez. Un nombre en las estrellas. Biografía de un revolucionario (Santiago: Ediciones B, 2014), 58.

[72] “Monedas de ‘Revolucionarios’, golpearon a Revolucionarios”, Claridad, N° 41 (16 de mayo de 1966), 2.