doi: https://doi.org/10.25185/2.3

 

Chile celebra a Cervantes: fiesta y literatura en los albores del cervantismo chileno

Chile celebrates Cervantes: festivity and literature at the dawn of chilean cervantism

 

Jessica CASTRO RIVAS*

Universidad de Chile (Chile)

castro.jessica@gmail.com

* Profesora de Literatura Española en la Universidad de Chile. Doctora en Literatura Hispánica y Teoría de la Literatura por la Universidad de Navarra (España, 2013), ha dedicado su labor investigadora al ámbito de las letras del Siglo de Oro español, con especial interés en la obra cervantina, teatro barroco y la obra dramática de Pedro Calderón de la Barca. Publicó el año 2016 una edición crítica y filológica de la comedia palatina La banda y la flor, del mencionado Calderón (ed. Iberoamericana / Vervuert, Madrid / Frankfurt).

 

Resumen: Con la instauración en 1861 de las festividades en memoria de Cervantes por la Real Academia Española, se inaugura en España una corriente de recuperación y valoración del escritor que posteriormente llegará al resto del mundo. Este movimiento da origen a una serie de iniciativas que pretenden exaltar y conmemorar no solo a Cervantes sino también al Quijote. Chile participa de esta corriente a través de varias celebraciones y publicaciones que comienzan a gestarse a partir de 1878 con la impresión del Aniversario CCLXII de la muerte de Miguel de Cervantes Saavedra, por sus admiradores chilenos; y hasta 1916 con la aparición de El libro de los Juegos Florales Cervantistas. Es así como entre 1870 y 1916 se produce un disímil proceso de conformación de la crítica cervantina chilena, que abarca desde lo meramente popular hasta la reflexión académica acerca de Cervantes y su obra.

Palabras clave: Cervantes; cervantismo; Chile; conmemoraciones; Quijote.

 

Abstract: When the Real Academia Española founded the festivals to honor Cervantes in 1861, Spain witnessed a movement that intended to recuperate and recognize the value of the writer, and that will later spread to the rest of the world. This movement gives rise to a series of initiatives that aim to both praise and commemorate both Cervantes and Don Quixote. By means of several celebrations and publications, Chile participated in this movement from 1878, when Aniversario CCLXII de la muerte de Miguel de Cervantes Saavedra was published by his Chilean admirers, to 1916, when El libro de los Juegos Florales Cervantistas first appeared. This is how between 1870 and 1916 the Chilean Cervantine review develops, and involves not only the merely popular, but also the academic reflection on Cervantes and his work.

Keywords: Cervantes; cervantism; Chile; commemoration; Quixote.

 

Recibido: 24/05/2016 - Aceptado: 09/11/2016

 

La manera de entender el Quijote a través del tiempo ha tomado diferentes derroteros según el público al que se ha visto enfrentada la obra. Los estudios sobre su recepción y la valoración del texto han experimentado profundas transformaciones, permitiendo con ello una variedad de interpretaciones y lecturas. En el caso de España, la crítica cervantina durante el siglo XVII contó con comentarios mínimos y ocasionales, nada que constituyera una evaluación crítica al respecto. Esta escasez puede explicarse teniendo en consideración los principios de la crítica literaria renacentista y posrenacentista, los que concebían a la literatura como algo que debía ajustarse a los modelos y las reglas clásicas de composición literaria.[1] Dentro de ese universo no se incluía a los diversos modos narrativos surgidos en el Renacimiento, tales como las novelas de aventuras heroicas, los libros de caballería, la novella, las narraciones pastoriles y los relatos picarescos y, por lo tanto, dichos modos narrativos tampoco se ajustaban a la teoría literaria vigente.[2] Quizás por este motivo, tanto el Quijote como la picaresca, consideradas ficciones cómicas, fueron tachadas de frívolas o moralmente peligrosas, por lo que, en muchas ocasiones, se omitieron juicios estéticos en torno a ellas. Asimismo, dicha omisión se debió a que «los contemporáneos de Cervantes leyeron literalmente [el Quijote] y aceptaron su intención, variamente reiterada. Es decir, consideraban que el Quijote no inauguraba un género nuevo, sino que destruía uno antiguo»[3]: la novela de caballerías.

En el resto de Europa, en cambio, con Francia e Inglaterra a la cabeza, el Quijote tuvo una presencia activa, actuando como «estímulo de la práctica literaria: era tema central y punto de referencia en la teoría».[4] Es así como durante los siglos XVII y XVIII las ediciones francesas e inglesas de la obra superan con creces a las españolas. Este desinterés por parte de los españoles tiene una explicación: el Quijote era leído y entendido en el extranjero como una sátira de vicios característicos del pueblo español. Esta valoración negativa fue cambiando paulatinamente en la medida en que existía cierta molestia en el hecho de que la obra hubiera sido altamente estimada fuera de sus fronteras, a la vez que se fue haciendo necesaria la defensa de la vida y cultura españolas mediante la estimación del valor literario que las naciones cultas hacían del Quijote. Una muestra de ello es la edición de la obra hecha por la Real Academia en 1780, la que tenía por objeto realzar el valor no solo del Quijote sino también de España. De esta manera, el texto cervantino se «convirtió en un clásico, y aun en el clásico español por excelencia, porque lo era ya en Francia y en Inglaterra, y porque de allí (y de los Países Bajos) llegaron los modelos conceptuales y materiales para que otro tanto ocurriera»[5] en España.

La siguiente gran valoración en torno al Quijote fue la dada por el romanticismo alemán, movimiento que trasladó la visión cómica de la obra a una más trágica y trascendente, visión que sigue completamente vigente en nuestros días. Dicha «concepción romántica del Quijote», en palabras de Close, se sustenta en tres principios fundamentales, a saber, la idealización del héroe y la atenuación radical del carácter cómico-satírico de la novela; la consideración de la obra de manera simbólica y que ese simbolismo formula diferentes presupuestos sobre la relación del alma humana y la realidad y sobre la naturaleza de la historia de España; por último, el simbolismo presente en la novela refleja la ideología, estética y sensibilidad del periodo contemporáneo.[6]

De este modo, será este grupo quien identifique a los fenómenos artísticos y literarios con el talante y el temple de una determinada nación, esto es, con el alma de un pueblo, la Volksseele. Así, tanto Herder, como Schelling y los Schlegel «alinearon el Quijote con el Cantar del Cid, el romancero o el teatro del Siglo de Oro como manifestaciones supremas del espíritu nacional que a su vez ellos habían inventado»,[7]  identificando a la obra cervantina con el ser mismo de España. De esta forma don Quijote fue visto como un personaje eminentemente romántico, identificando de manera simbólica a la pareja cervantina con la poesía y prosa de la vida, vista como antítesis entre lo ideal y lo real, entre el espíritu y la materia y entre el alma y el cuerpo.

Dichas ideas no cuajaron de inmediato en España, pero cada vez que necesitaban un modelo de filosofía y regeneración o cuando se preguntaban por el destino o lo propiamente español, acudían a don Quijote o al Quijote, coincidiendo con la idea impuesta por el romanticismo.[8] De este modo, las diferentes celebraciones que comenzaron a desarrollarse en torno a Cervantes y su obra (las correspondientes a los años 1861, primera celebración oficial de la Real Academia Española; 1905, conmemoración del tercer centenario de la publicación del Quijote de 1605; y la del año 1915, donde se celebra el tercer centenario de la publicación del Quijote de 1615), no provienen de una idea gestada en España, sino de la idea romántica alemana que se tenía del Quijote.

Las ideas románticas en torno a la interpretación del Quijote no cuajaron de manera sustancial en España hasta 1856 con la publicación de El Quijote para todos abreviado y anotado por un entusiasta del autor. Sin embargo, será Díaz de Benjumea en 1859 quien, a través de una serie de artículos, dará a conocer la primera exégesis esencialmente romántica española. Antes de 1856 circulaban diversas ideas de los románticos sobre el Quijote, pero solo se trataba de «ecos ocasionales de algunas frases llamativas y de cierta atenuación de la actitud que se mantiene respecto del protagonista, paralelo a la misma apreciación de su integridad, veracidad y humanidad que hemos hallado en algunos comentaristas de finales del siglo XVIII».[9] Dichas nociones románticas se mantuvieron fieles a las ideas neoclásicas que veían en la obra un propósito satírico y burlesco.

La «serena impermeabilidad» de la crítica española entre los años 1830 y 1860, toma nuevos cauces con la aparición de un nuevo grupo de cervantistas que comenzó a trabajar de manera continua en torno a la edición y recuperación de las obras de Cervantes. Así entre 1812 y 1892 una serie de revistas y periódicos (El Laberinto, El Álbum Pintoresco Universal o El Museo de las Familias, la Crónica de los Cervantistas) dieron cuenta en sus páginas de las principales problemáticas acerca de la vida y obra del autor.[10] Sin embargo, el aprecio por Cervantes y su obra no emanaba del Estado y sus instituciones, sino de la admiración de personajes representativos de la vida cultural española y de grupos marginales. La participación del Estado solo se manifestó en ediciones particulares, las académicas de 1780 (la primera) y 1819 (la cuarta), o la publicación de dos ediciones divulgativas en 1856: El Quijote para todos, abreviado y anotado por un entusiasta del autor (Fernando de Castro) y El Quijote de los niños y para el pueblo.

Como se ve, poco a poco, las reflexiones en torno a Cervantes y el Quijote fueron en aumento, no obstante, las celebraciones cervantinas también tienen su origen en fronteras extranjeras. En este sentido, Galdós en 1868, a propósito de Calderón de la Barca, se queja del poco arraigo que tenía en España la «política de la memoria». Así lo señala:

En todos los países civilizados se celebra el aniversario del natalicio o muerte de los grandes hombres con fiestas populares o manifestaciones académicas de un carácter puramente literario; con apologías en la prensa, con sesiones extraordinarias en las asambleas artísticas, con vistosas apoteosis en los teatros. Alemania festeja ruidosamente a Schiller el 11 de octubre; Inglaterra recuerda su inmortal Shakespeare el 23 de abril, y Francia consagra solemnemente el 15 de enero en todos sus teatros la gloria del inimitable Molière.[11]

 

Diversas fueron las ocasiones en las que se intentó instaurar una efeméride en torno a Cervantes: el 23 de abril de 1833, en el aniversario de la muerte del autor, proyecto de Mesonero Romanos; las diversas celebraciones realizadas desde 1879 en Alcalá de Henares;[12] las conmemoraciones hechas en Zaragoza desde 1835 en torno a la muerte de Cervantes; y las de Málaga en 1841. A pesar de estos intentos, las fiestas alrededor del nacimiento del escritor fueron escasas, en 1847 los homenajes (casi inexistentes en España) se prodigaron fuera de sus fronteras y, no fue hasta 1861 que la Real Academia Española instauró las auténticas festividades en memoria de Cervantes, basadas en una misa de réquiem que se celebró en la iglesia de las Trinitarias. Así lo describe Galdós:

Esta fiesta medio religiosa y medio académica, no podía tener el carácter popular que exigen la fama y grandeza del personaje, así como por lo reducido del local (…); por lo común del sermón, la misa y la música antigua se quedaban en el exiguo espacio de las Trinitarias, sirviendo de contemplativo regocijo a veinte o treinta personas condecoradas, y Madrid, patria moral de Cervantes, apenas tenía noticia de lo que allí pasaba.[13]

 

Con todo, el cervantismo decimonónico, en palabras de Rico, fue el «cervantismo de la exaltación antes que del estudio. (…) productos artificialmente manufacturados para salir en los papeles, relación de festejos y nimio coleccionismo de alusiones: el cervantismo que se cuece en su propia salsa y se alimenta de sí mismo».[14]

A raíz de la instauración hecha por la Real Academia comienzan a celebrarse veladas religioso-literarias, posteriormente de la Iglesia se rescata a la Academia, muestra de ello son las ediciones de Juan Eugenio Hartzenbusch en 1863; el discurso de Juan Valera en 1864 y los comentarios filosóficos de Nicolás Díaz de Benjumea. Finalmente, pasa a la calle como un fenómeno de «sociología literaria»[15] que favorecía tanto la creación de obras literarias de circunstancias, como la instauración de academias, semanarios, estatuas, monumentos y calles. En los años 70 de 1800 se efectúan una serie de celebraciones privadas o semi-privadas (veladas literarias, academias, liceos) en un esfuerzo intelectual de sumarse a una corriente cervantista europea e internacional de recuperación filológica e intelectual, así el núcleo del cervantismo de estos años intenta alejarse de la vacuidad de otras honras a Cervantes.

Este movimiento intelectual desarrollado durante los años 70 en España llega al resto del mundo y Chile no se queda al margen de dicho proceso. En ese contexto se llevan a cabo una serie de iniciativas que buscan exaltar y conmemorar no solo la figura de Cervantes sino también de su gran obra, el Quijote. Es así como entre 1870 y 1916 se produce un proceso de conformación de la crítica cervantina, que tiene como antecedente directo la publicación en 1863 en la ciudad de Valparaíso, de una edición del Quijote abreviado para el uso de niños y de toda persona interesada en la obra.[16]

Las fiestas y conmemoraciones se inician en Chile en 1878 con la publicación del Aniversario CCLXII de la muerte de Miguel de Cervantes Saavedra. Libro compuesto para honrar la Memoria del Príncipe de los Ingenios Españoles por sus admiradores de Chile. El texto se inicia con una sentida dedicatoria de los «admiradores chilenos de Cervantes», en la que manifiestan su intención de honrar la memoria del escritor español y acrecentar su fama, deseando que sus virtudes se expandan por el mundo entero. A continuación se presentan las partidas de bautismo y muerte de Cervantes, seguidas de cuatro contribuciones en prosa: La obra de Cervantes de Crescente Errázuriz; En la Mancha de Benjamín Vicuña Mackenna; Alboroto en el cotarro[17] de Antonio Espiñeira y Las dos huérfanas de Enrique del Solar. Además de otras tres en poesía, ellas son: Cervantes de Víctor Torres Arce; La mano del genio de J. A. Soffia; Apoteosis, fantasía de Francisco Concha Castillo; para terminar con la declaración de intenciones y conclusiones del texto escritas por el editor y propulsor del número, Enrique Nercasseau Morán, titulado Sobre este libro.

Nercasseau comienza sus conclusiones lamentando el triste resultado del libro, el que no ha cumplido sus mínimas expectativas, así lo señala: «Tal me ha pasado con el libro a que dan remate estas líneas, escritas con la íntima amargura del desencanto, pero también con esa reposada tranquilidad del que mira satisfecha una aspiración de su alma, y cumplido un deber principalísimo de su conciencia literaria».[18] Su principal objetivo es homenajear a Cervantes, conmemorando la fecha de su muerte «con alguna fiesta religiosa o literaria»,[19] comparando la figura del escritor con otros genios de las letras tales como Homero, Dante, Virgilio, Racine, Goethe, Byron, Quintana o Espronceda, genios que han encontrado la grandeza al imitar la belleza de la naturaleza, la cual se trasluce en sus obras artísticas. En este sentido, la superioridad de Cervantes, según Nercasseau, radicaría en la génesis, coronación y destrucción de un género a través de la creación del Quijote.

El objetivo de este homenaje –que se ofrece como modesta ofrenda– era entregar una serie artículos en prosa y verso destinados a estudiar las obras de Cervantes y celebrar su ingenio. Sin embargo, solo se llevó a cabo la segunda parte del plan inicial de Nercasseau, es decir, la publicación de algunas obras en verso. La primera parte no se realizó a pesar de los aportes de Errázuriz, Vicuña Mackenna, Espiñeira y Solar, contribuciones que permitieron que «uno no eche de menos el estudio de las obras de Cervantes, que debía contener un libro consagrado a su memoria».[20] El sentido de dichas afirmaciones se completa al examinar detenidamente el texto, ya que las referidas aportaciones no constituyen calas de crítica filológica y literaria, por el contrario, la mayoría de ellas[21] responden a lo conocido como recreaciones cervantinas. Así, En la Mancha relata en primera persona la aventura emprendida por Vicuña Mackenna desde Madrid hasta llegar a la provincia de la Mancha, detallando paso a paso los diferentes acontecimientos vividos. Alboroto en el cotarro, de Antonio Espiñeira, ficcionaliza la figura de Cervantes y la ubica en el preciso día de su muerte, acompañado de algunos de sus propios personajes, entre ellos el Curioso Impertinente, el Celoso Extremeño, Persiles y, por supuesto, don Quijote y Sancho. Por su parte, Las dos huérfanas de Enrique del Solar, pone en escena a Isabel de Saavedra, hija de Cervantes, y Marcela del Carpio, hija de Lope de Vega, situando la acción en el año 1635, en el día de la muerte de Lope. La obra relata cómo Isabel consuela a Marcela por la muerte de su padre, refiriéndole los últimos y ejemplares días del autor del Quijote.

A pesar de que la convocatoria de Nercasseau fue recibida con relativo éxito entre los intelectuales chilenos de la época, su propuesta original estuvo lejos de cumplirse, ya que la mayoría de las contribuciones del volumen se centraron en la figura de Cervantes o en el Quijote, dejando de lado cualquier otro acercamiento a la obra cervantina. Es por ello que el editor se toma la libertad de proponer diferentes temas de estudio, con vista a los futuros trabajos de crítica literaria en torno a Cervantes en Chile, así, por ejemplo, plantea el análisis de las Novelas Ejemplares, sobre todo lo referente al interés del enredo de su fábula. Se pregunta, asimismo, quién fue el autor de la falsa Segunda parte del Ingenioso Hidalgo, sugiriendo tres posibles nombres: fray Luis de Aliaga, fray Juan Blanco de Paz y Juan Ruiz de Alarcón. Aconseja determinar y establecer los efectos que la aparición del Quijote produjo en el drama, en la poesía, en la elocuencia y en las costumbres de instituciones y países, entre muchos otros asuntos.

Finalmente, agradece a los escritores que participaron del libro y que lo acompañaron en su «humilde tributo de entusiasta admiración al primero de los ingenios con que se honran las letras castellanas».[22] Declara, además, su deseo de que este no sea el último homenaje que se celebre a Cervantes en Chile (destacando que es el primero que se oficia en estas tierras), sino que «solo sea el primer eslabón de una cadena de gloriosas recordaciones anuales, en que manifestemos que aún viven inextinguibles en nuestro espíritu la llama del entusiasmo y el fuego del santo culto que debe la humanidad dispensar a los grandes hombres que la muestran el camino de la vida, de la belleza y de la verdad».[23]

El siguiente hito conmemorativo lo constituye la publicación, en mayo de 1905, de Chile Ilustrado. Revista Artística y Literaria. Dicho número reúne cinco artículos en torno a Cervantes y su obra, estos son: El Centenario de don Quijote de Luis Orrego Luco; Ringorrangos. En torno a Cervantes y don Quijote de Juan Barros; Apoteosis de Cervantes de J. A. Concha Castillo; Don Quijote en Chile de Egidio Poblete, alias Ronquillo y Una nueva edición del Quijote de Pompeyo Gener. La motivación inicial del volumen la otorga Luis Orrego Luco al inscribir a este homenaje en la estela de las conmemoraciones, celebradas a nivel mundial, en torno al tercer centenario de la primera parte del Quijote. La revista participa, asimismo, de la lectura romántica del texto, destacando los nobles ideales que encarnan don Quijote y Sancho. Así lo destaca Orrego:

Las naciones de habla castellana, celebran en estos días el tercer centenario de la publicación del Quijote. Un libro, escrito en el fondo de la cárcel de Argamasilla, sirve de lazo de unión entre cuarenta Estados soberanos repartidos en dos continentes. España pudo ser vencida hace un siglo, en la época de la sublevación de sus colonias: cruzáronse las espadas ensangrentadas de españoles y criollos, y en cuanto se hubieron disipado las humaredas del cañón y el eco de los disparos, comprendieron americanos y peninsulares que les unía un mismo espíritu, un mismo corazón, unas mismas creencias, un mismo idioma. Descendemos, uno y otros, del ingenioso hidalgo de la Mancha. (…) España hace un siglo, perdía sus colonias, pero continuará eternamente como patria de Cervantes y como madre de nuestros viejos ideales nobilísimos. Ha conservado a Cervantes.[24]

 

Las palabras de Orrego revelan la enorme deuda interpretativa respecto al movimiento romántico que no solo manifiesta la lectura europea del Quijote, sino que se expande también hacia el continente americano, sobre todo en lo referente a la idealización de los personajes principales de la obra cervantina, vistos como verdaderos símbolos, y a la atenuación del carácter cómico-satírico del texto. El Quijote es, por lo tanto, el lazo de unión entre los diferentes pueblos que se ven unidos mediante un mismo espíritu, unas mismas creencias y una misma lengua.

Luego de diez años de silencio, surge en 1915 el propósito de Clemente Barahona Vega de llevar a cabo un trabajo titulado Cervantes en el folklore chileno. Un proyecto para la celebración del Centenario. Su autor, en la reunión de la Sociedad Chilena de Historia y Geografía realizada el 12 de octubre de 1915, propone preparar una investigación conjunta que sirva para conmemorar el tercer centenario de la muerte del escritor español y con ello cooperar y participar de las diversas celebraciones que se realizarán en distintos países el año siguiente. Su contribución no busca ser un aporte crítico o literario, sino una investigación y recopilación en el terreno del folklore de todo lo relativo a los personajes y episodios del Quijote, «con el conocimiento que de ellos tiene el pueblo de Chile, con alusiones picarescas y proverbiales de nuestros mineros y campesinos, con versos populares, con letreros, con apodos y motes, con cuentos, con adivinanzas, con refranes, con anécdotas».[25]

Al año siguiente, Chile se integra en las festividades cervantinas que se efectúan alrededor del mundo, la primera de ellas es el Homenaje a Cervantes. Discursos leídos en la sesión solemne con que la Academia Chilena conmemoró, el 23 de abril de 1916, el tercer centenario de la muerte de Cervantes, publicación eminentemente académica que surge a la par de los juegos florales que se desarrollan en Valparaíso y cuyo resultado es la publicación de El Tricentenario de Cervantes en Chile. El libro de los Juegos Florales Cervantistas y otras fiestas, organizadas por la Colonia Española de Valparaíso en los días 22 y 23 de abril de 1916, en homenaje al autor del inmortal libro «El Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha».

La Academia Chilena celebra a Cervantes con la presentación de cinco intervenciones de destacados intelectuales de la época, ellas son: Cervantes americanista de José Toribio Medina;[26] Discurso de Enrique Nercasseau, acerca de la vida y obra de Cervantes; La lengua del Quijote y la de Chile de M. Antonio Román; La apoteosis de Cervantes de Francisco A. Concha Castillo y el Discurso de Julio Vicuña Cifuentes, quien como mantenedor de los juegos florales, agradece y saluda a los participantes de dichos juegos por «haber concurrido a glorificar con nuestro ingenio al mayor de que puede envanecerse la admirable literatura castellana»,[27] además de exaltar la locura presente no solo en don Quijote sino también en Cervantes al escribir su gran obra.

Los Juegos Florales Cervantistas surgen como iniciativa de la colonia española residente en Valparaíso, quienes responden al llamado realizado por los organizadores del Tercer Centenario de la Muerte de Cervantes de Madrid en 1915.[28] Estos sostienen que Cervantes es el símbolo del idioma y de la estirpe de todos aquellos que «tienen por habla nacional la lengua española», los cuales se encuentran unidos por irrompibles lazos de consanguinidad étnica. Esta celebración se instaura como «la gran fiesta de la raza hispánica» que actuará como «alianza espiritual de la gran familia de naciones que tiene por alma la lengua del autor del Quijote, lengua que no solo para España, para cada una de las naciones surgidas de su seno».[29] Esta fiesta posee un carácter popular, pues es el pueblo español e hispanoamericano quien ensalza la figura de Cervantes, ya sea por los hechos vividos en Lepanto y Argel o por la creación de don Quijote y Sancho, las Novelas Ejemplares y La destrucción de Numancia. El Prólogo del Libro de los Juegos Florales reafirma esta condición popular, al aseverar que la obra cervantina no ha sido entendida por la clase privilegiada y que ha sido el pueblo el que le ha dado el justo valor a sus creaciones. En este sentido afirma que «Miguel derribó las hercúleas columnas literarias en donde Lope de Vega, Mateo Alemán, Quevedo, Espinel y otros habían escrito el Non Plus Ultra, y descendió al polvo de la calle y del camino para recoger el hálito, las palpitaciones, los sentires y los pensares del pueblo que tan perfectamente conoció».[30]

A pesar de la férrea base que sustenta esta celebración, los Juegos Florales Cervantistas no pasa de ser un mero divertimento social y popular, en el que participaron de manera activa los habitantes de Valparaíso, ya sea con sus propias creaciones en verso y en prosa (destinadas no solo a honrar la memoria de Cervantes, sino también a la reina de la fiesta, la señorita Sara Rioja Ruiz), o mediante la exaltación de la figura de Cervantes a través de la exhibición de carros alegóricos, retablos, carrozas y automóviles ricamente ataviados con diversos elementos relacionados con el autor, su obra y la cultura española en general; los que pasearon por las calles de la Quinta Región el primer día de festejos. Todo ello, acompañado de una fiesta infantil, el canto de un himno dedicado a Cervantes, el regalo de cuatro mil ejemplares de una edición especial del Quijote, la elección de la reina y los juegos literarios que se llevaron a cabo en el teatro Victoria. El certamen literario tuvo como ganador a José Peláez y Tapia, quien recibió la Flor de Oro por su poema «El Caballero del Amor», composición que, a modo de panegírico, eleva a don Quijote como representante del amor a lo bello, a lo justo, a lo honrado, a lo noble, a cuanto enaltece o dignifica al hombre.

La celebración y homenaje literario, realizados por la ciudad de Valparaíso en 1916, salen del espacio reducido de las academias y círculos intelectuales minoritarios para pasar a ser una fiesta de dominio público que desea ser partícipe de un movimiento internacional en torno a Cervantes. Es por ello, que entre Los Juegos Florales y el Homenaje a Cervantes, que realiza la Academia Chilena de la Lengua en el mismo año, se produce una disociación entre una celebración predominantemente académica y otra de corte popular y con ello, una evolución del círculo semi-privado intelectual al masivo y callejero. Dicha disociación presenta un punto intermedio al analizar lo realizado por la Revista Chile Ilustrado (1905), publicación a medio camino entre lo popular y lo académico, pero cuyo propósito central manifiesta una clara filiación con lo esbozado en Los Juegos Florales, esto es, que mediante la figura de Cervantes se producen una serie de lazos de consanguinidad entre las naciones europeas y americanas, dados por la lengua, el espíritu y las creencias comunes.

Por su parte, la publicación en 1878 del Aniversario de la Muerte de Cervantes, actúa como un texto fundacional de la crítica cervantina en Chile. Sin embargo, dicho número no es consecuencia de ninguna efeméride particular –así lo revela su número 262– por lo que la celebración podría responder a la necesidad de la intelectualidad chilena de participar de algún movimiento internacional de conmemoración en torno a Cervantes. Tal y como se lamentaba su propulsor, Enrique Nercasseau, el resultado del texto no es un ejercicio de análisis e interpretación literaria, sino un conjunto de recreaciones cervantinas que no responden cabalmente a la intención primera, esto es, constituir una escuela de crítica cervantina chilena. El sueño de Nercasseau se materializó recién en 1923 con la irrupción de la figura de José Toribio Medina y su obra Cervantes en las letras chilenas, texto que compara las condiciones y diferencias de la recepción del Quijote tanto en Chile como en las cortes virreinales de Perú y México. Las investigaciones de Medina se vieron reforzadas por lo hecho anteriormente por Leonardo Eliz en su Apuntes para una bibliografía chilena sobre Cervantes en Chile –publicada en 1916 en conmemoración del tricentenario de la muerte de Cervantes–. Estos textos sirvieron de base para los posteriores estudios de Juan Uribe Echevarría Cervantes en las letras hispanoamericanas de 1949 y «La influencia de Cervantes y su obra en Chile» de Maurice W. Sullivan, de 1952, constituyendo así las bases de la moderna crítica en torno a Cervantes y su obra nacida en Chile.

Los tributos a la memoria de Cervantes y, sobre todo al Quijote, adhieren a la llamada «política de la memoria» esbozada por Galdós, así el Quijote se eleva como manifestación esencial de la cultura española, convirtiéndolo en el clásico español por excelencia. Esta valoración se disemina al resto del mundo, pues –en gran medida, proviene del juicio que otras naciones han hecho de la obra cervantina– realzando el valor del texto y permitiendo, a su vez, la identificación del resto de las naciones americanas con los valores allí presentados. Esto es lo que sucede con las diversas recreaciones cervantinas que evidencian la relación existente entre los personajes creados por Cervantes y la apropiación que el mundo americano hace de los mismos. Dicha influencia abarca distintos ámbitos, los cuales no solo se refieren a lo propiamente literario, sino también a lo estético, político, histórico ideológico y social, así, «hablar del influjo de Cervantes en América es hablar de la identidad del continente y del modo de entender nuestra realidad. Desde el mismo momento en que el texto llega a nuestras tierras se vuelve parte constituyente».[31]

La lectura americana del Quijote también es deudora de la interpretación romántica del texto, pues la valoración exaltadora e idealista del mito quijotesco, la «valoración obtenida por vías filosófico-poéticas» que se «ha depositado en el alma de estos pueblos»[32] americanos no es original ni originaria, al contrario, participa de manera activa de un movimiento desarrollado a nivel mundial, de un ambiente interpretativo y espiritual que sobrepasa fronteras espaciales y temporales. Tanto el Homenaje de la Academia como los Juegos Florales y la revista Chile Ilustrado otorgan una visión romántica de Cervantes, identificado, en la mayoría de las ocasiones, con don Quijote, sus pensamientos, ideas, móviles y acciones; pero sin salir del lugar común en el que muchas veces cae esta identificación, sin una verdadera reflexión en torno al personaje y el resto de la obra cervantina. La importancia fundamental de estas celebraciones radica en su integración en el ciclo de conmemoraciones realizadas a nivel internacional, ya sea con un carácter popular o académico, y a la reflexión que se origina en torno a la vida y obra de Cervantes, propiciando las bases del cervantismo chileno actual.

 

Bibliografía

 

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Notas

 



[1] Cfr. Antony CLOSE: La concepción romántica del Quijote. Crítica, Barcelona, 2005, pp. 24-31.

[2] Este reajuste entre la teoría literaria vigente y los nuevos géneros narrativos se produjo en España con cierto retraso debido a la creación de muchas formas literarias nuevas que no siempre iban acompañadas de una reflexión poética en torno a ellas. Cfr. Antony CLOSE: La concepción romántica del Quijote, p. 26.

[3] Antony CLOSE: La concepción romántica del Quijote, p. 27.

[4] Francisco RICO: Clásico, nacional, centenario. En: Quijotismos. Ayuntamiento Aldea Mayor de San Martín, Aldea Mayor de San Martín, 2005, p. 13.

[5] Francisco RICO: Clásico, nacional, centenario, p. 19. Esta valoración de la obra cervantina como un clásico, se debió a las diversas aportaciones realizadas por Mayans, Cadalso, Forner, Capmany, De los Ríos, Pellicer, la Real Academia, entre otros. Así lo señala Close: «Así pues el Quijote, que disfrutaba de escasa popularidad y poco prestigio literario en la España de en torno a 1700, había sido instalado hacia fines del siglo en la cumbre del Parnaso (…) la contribución del siglo XVIII a la canonización literaria del Quijote debe considerarse fundamental, ya que logró establecer definitivamente su estatus de clásico». En: Anthony CLOSE: La concepción romántica del Quijote, p. 49.

[6] Cfr. Anthony CLOSE: La concepción romántica del Quijote, p. 15.

[7] Francisco RICO: Clásico, nacional, centenario, p. 20.

[8] Al identificar a don Quijote con un personaje romántico que busca resucitar un mundo ideal, se lo identifica también con «la personificación del idealismo, religiosidad y nobleza (…), cualidades estas, que, al fin y a la postre representarían para muchos de manera simbólica la esencia del alma española… Con los románticos nace, finalmente, el concepto de quijotismo». José MONTERO REGUERA: El Quijote y la crítica contemporánea. Centro de Estudios Cervantinos, Alcalá de Henares, 1997, p. 106.

[9] Anthony CLOSE: La concepción romántica del Quijote, p. 79.

[10]             La aparición de estos periódicos revela, según señala Cuevas, la evolución y formación del cervantismo entre los años 60 y 80 del siglo XIX. La Crónica de los Cervantistas, por ejemplo, se encargó de «rescatar los estudios sobre Cervantes del mero elogio romántico y redescubrir parte de sus obras», además de difundir las obras de y sobre Cervantes y favorecer la creación de sociedades literarias y la celebración de conmemoraciones cervantinas. Cfr. Francisco CUEVAS: La Crónica de los Cervantistas, «única publicación que existe en el mundo dedicada al Príncipe de los Ingenios» (1871-1879). En: Christoph STROSETZKI (coord.): Visiones y revisiones cervantinas: actas selectas del VII Congreso Internacional de la Asociación de Cervantistas. Centro de Estudios Cervantinos, Alcalá de Henares, 2011, pp. 257-266.

[11] Citado por Francisco RICO: Clásico, nacional, centenario, p. 27.

[12] Francisco Rico (Clásico, nacional, centenario, p. 30) pone en duda este dato, pues no confía de la reclamación de prioridad hecha por esta ciudad. Algo similar opina Daniel Eisenberg al afirmar que Alcalá de Henares se autoetiqueta como «cuna de Cervantes», pero que esa cuna no sirve más que de reclamo turístico y orgullo local. Así lo señala: «Y en fin, ¿de qué pueden ufanarse los alcalaínos? ¿La Universidad Complutense? Se llevó a Madrid en el siglo XIX. Quedan los edificios, eso sí. ¿Cisneros? Un exagerado. Un corral del Siglo de Oro, hecho cine, ahora restaurado. Así que echan mano de Cervantes. Que se contenten, que aprendan quiénes son. No nos cansen». Daniel EISENBERG: Invenciones y escándalos cívicos en el cervantismo oficial. En: Antonio VERNAT VISTARINI y José María CASASAYAS (eds.): Desviaciones lúdicas en la crítica cervantina: Primer convivio internacional de «Locos Amenos»: Memorial Maurice Mohlo. Universidad de Salamanca / Universidad de las Islas Baleares, Salamanca / Palma de Mallorca, 2000, p. 98.

[13] Citado por Francisco RICO: Clásico, nacional, centenario, 2005, p. 32.

[14] Francisco RICO: Clásico, nacional, centenario, pp. 34-35.

[15] Cfr. Daniel EISENBERG: Invenciones y escándalos… y Francisco CUEVAS: La Crónica de los Cervantistas…

[16] En su prólogo se señala lo siguiente: «Sale hoy a luz el Ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, no de cuerpo entero para los que estudian lo que leen, o para los que leen por gusto y pasatiempo, sino en boceto para los que comienzan a leer y para los que poco más que leer saben. Pero entiéndase que tal como se presenta hoy la inmortal obra de CERVANTES, destinada a los niños y al pueblo, no es una colección de fragmentos sueltos tomados de aquí y de allí de la historia de Don Quijote, sino que aunque abreviada es la misma historia seguida con ilación y enlace, ordenada cronológica e históricamente, con su primera y segunda parte […]. Y con esto, nos parece que realizamos, aunque con más celo que inteligencia, el deseo que tenía el distinguido literato Sr. D. Alberto Lista de acomodar a los niños el preciosísimo libro del Quijote, el único que, por su variedad, como él decía, puede fijar su inquietud» (pp. 5-6). Dicho texto es prácticamente igual a la edición de Fernando de Castro titulada El Quijote de los niños y para el pueblo abreviado por un entusiasta de su autor Miguel de Cervantes Saavedra. Madrid: [s. n.], 1856, (Imp. De José Rodríguez), pp. V-VI.

[17] Para un análisis más detallado de esta y otras obras de Espiñeira, ver Jéssica CASTRO: Cervantes en Chile: recreaciones en torno a su figura en las obras de Antonio Espiñeira, Alboroto en el cotarro (1878), Martirios de amor (1882) y Cervantes en Argel (1886). En prensa.

[18] Enrique NERCASSEAU: Sobre este libro. En: Enrique NERCASSEAU (ed.): Aniversario CCLXII de la muerte de Miguel de Cervantes Saavedra. Libro compuesto para honrar la memoria del Príncipe de los ingenios españoles por sus admiradores de Chile. Imprenta de la Estrella, Santiago de Chile, 1878, p. 145.

[19] Enrique NERCASSEAU: Sobre este libro, p. 145. En Chile, como se observa, las celebraciones en torno a la figura de Cervantes siguieron de cerca a los procesos ocurridos en España, en donde en 1861 la Real Academia determinó conmemorar la memoria del escritor con una misa de réquiem oficiada en la iglesia de las Trinitarias; para luego instaurar veladas religioso-literarias que condujeron a estas celebraciones al ámbito propiamente académico, alejado del ámbito oficial y estatal.

[20] Enrique NERCASSEAU: Sobre este libro, p. 147.

[21] Con la excepción de La obra de Cervantes de Crescente Errázuriz, texto que se declara como un tributo al Quijote de Cervantes y que reflexiona acerca del objetivo último de la obra, a saber, dar fin a las aventuras narradas por los libros de caballería. Señala, asimismo, que dicho objetivo no se limita a «conocer la ridiculez de las ficciones que constituían el entretenimiento de la época, sino que resolvió combatir cuerpo a cuerpo con el mal gusto literario de la inmensa mayoría y ver el modo de depurarlo, haciendo palpar a la multitud lo absurdo de las ideas y concepciones en que cifraba su embeleco». Errázuriz afirma que el Quijote fue una campaña contra «la perversión del gusto literario de una época». Crescente ERRÁZURIZ: La obra de Cervantes. En: Enrique NERCASSEAU (ed.): Aniversario CCLXII de la muerte de Miguel de Cervantes Saavedra. Libro compuesto para honrar la memoria del Príncipe de los ingenios españoles por sus admiradores de Chile. Imprenta de la Estrella, Santiago de Chile, 1878, p. 50.

[22] Enrique NERCASSEAU: Sobre este libro, p. 156.

[23] Enrique NERCASSEAU: Sobre este libro, p. 156.

[24] Luis ORREGO LUCO: El Centenario de don Quijote. En: Chile Ilustrado. Revista Artística y Literaria, Imprenta Barcelona, n° 34, 1905, p. 6.

[25] Clemente BARAHONA VEGA: Cervantes en el folklore chileno. Un proyecto para la celebración del Centenario. Imprenta San Buenaventura, Santiago de Chile, 1915. Lamentablemente el tan anhelado proyecto de Barahona Vega no se llevó a cabo.

[26] José Toribio Medina, destacado cervantista chileno, realizó numerosos estudios en torno a la obra cervantina, entre sus principales aportaciones se encuentran: El Disfrazado autor del «Quijote» impreso en Tarragona fue fray Alonso Fernández (1918); Novela de la Tía Fingida, con anotaciones a su texto y un estudio crítico acerca de quién fue su autor (1919); Cervantes americanista: lo que dijo de los hombres y cosas de América (1915); El lauro de la «Galatea» de Cervantes es Ercilla (1919); Escritores americanos celebrados por Cervantes en el «Canto a Calíope» (1926); Cervantes en Portugal (1926); Cervantes en las letras chilenas (1923). Para más información ver José Toribio MEDINA: Estudios cervantinos. Nascimento, Santiago de Chile, 1958.

[27] Julio VICUÑA CIFUENTES: Discurso. En: Academia Chilena. Homenaje a Cervantes. Discursos leídos en la sesión solemne con que la Academia Chilena conmemoró, el 23 de abril de 1916, el tercer centenario de la muerte de Cervantes. Imprenta Universitaria, Santiago de Chile, 1916, p. 89.

[28] Lamentablemente, España suspende los festejos programados debido a la guerra que se desarrollaba en ese momento en Europa.

[29] Citas tomadas de José PELÁEZ Y TAPIA: Prólogo. En: Pelayo DE TAPIA (comp.): El Tricentenario de Cervantes en Chile. El libro de los Juegos Florales Cervantistas y otras fiestas, organizadas por la Colonia Española de Valparaíso en los días 22 y 23 de abril de 1916, en homenaje al autor del inmortal libro «El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha». Sociedad Impresora y Litográfica Universo, Valparaíso, 1916, p. 9.

[30] José PELÁEZ Y TAPIA: Prólogo, p. 13.

[31] Jéssica CASTRO: El Quijote en Chile: el caso de los MicroQuijotes (2005) de Juan Armando Epple. En: Christoph STROSETZKI (coord.): Visiones y revisiones cervantinas: actas selectas del VII Congreso Internacional de la Asociación de Cervantistas. Centro de Estudios Cervantinos, Alcalá de Henares, 2011, p. 206.

[32] Uribe Echevarría señala el argumento contrario, afirmando que la visión e interpretación idealista y filosófica del Quijote se debe a la lectura que el continente americano que hecho de la obra. Cfr. Juan URIBE ECHEVARRÍA: Cervantes en las letras hispanoamericanas (Antología y Crítica). Ediciones de la Universidad de Chile, Santiago de Chile, 1949, p. 161.