doi: https://doi.org/10.25185/6.8

Artículos

 

La ecopoesía de Nicanor Parra como espacio de disentimiento

Nicanor Parra’s eco-poetry as a space of diss

A ecopoesia de Nicanor Parra como espaço de dissidência

 

Sofía ROSA1

ORCID iD: https://orcid.org/0000-0003-0843-1115

1 Pontificia Universidad Católica de Chile

srosa2@uc.cl

 

Resumen:

Desde la década del cincuenta se desarrolla en Chile una línea de ensayistas y poetas ecologistas que denuncia el modelo depredador de crecimiento económico y hace un llamado a la acción colectiva. La publicación de Ecopoemas del poeta chileno Nicanor Parra en 1982 constituye un hito fundamental que recupera el pensamiento ecologista de varios autores anteriores, al tiempo que propone nuevos paradigmas ético-estéticos capaces de articular subjetividades disidentes en los tres registros ecológicos (Guattari).

Con este trabajo me propongo estudiar los ecopoemas como un espacio agonista del disentimiento. El trabajo se centra en la pregunta por los modos en que la ecopoesía de Nicanor Parra configura una performatividad y afectividad del disentir político. Así, primero analizo cómo la ecología se construye como un discurso de resistencia instalado política y estéticamente como oposicional; segundo, describo cómo este discurso configura un nosotros ecocéntrico en el que nuevos actores serán capaces de producir los afectos y los gestos del disentir político que promete una acción colectiva. Por último, reflexiono en torno a la vigencia de la propuesta de Parra en el contexto de la Ecología Política latinoamericana.

Palabras clave: Nicanor Parra, ecopoesía, agonismo, conflicto ecológico, antropoceno.

 

Abstract:

In Chile, since the fifties, we start to note a developing trend of ecologist poets and writers denouncing the predatory model of economic growth, calling for collective action. The publication Ecopoemas by the Chilean poet Nicanor Parra in 1982 became a milestone that recovers the environmental thinking of several previous authors while proposing new ethical-aesthetic paradigms capable of articulating dissenting subjectivities in the three ecological registers (Guattari).

With this work, I intend to study ecopoems as an agonist space of dissent. The work focuses on exploring how Nicanor Parra’s ecopoetry configures performativity and affectivity of political dissent. First, I analyze ecology as a discourse of resistance installed politically and aesthetically as oppositional in Parra’s poems; second, I describe how this discourse configures an ecocentric us in which new actors will be able to produce affections and gestures of political dissent with the promise of collective action. Finally, I consider the validity of Parra’s ecopoetry in the context of Latin American Political Ecology.

Palabras clave: Nicanor Parra, ecopoesía, agonismo, conflicto ecológico, antropoceno.

 

Resumo:

Desde os anos cinquenta, uma linha de ensaístas e poetas ecologistas se desenvolveu no Chile para denunciar o modelo predatório do crescimento econômico e chama por uma ação coletiva. A publicação de Ecopoemas pelo poeta chileno Nicanor Parra, em 1982, constitui um marco fundamental que recupera o pensamento ecológico de vários autores anteriores, propondo novos paradigmas ético-estéticos capazes de articular subjetividades dissidentes nos três registros ecológicos (Guattari). Com este trabalho, pretendo estudar os ecopoemas como um espaço agonista de dissidência. O trabalho enfoca a questão de como a eco-poesia de Nicanor Parra configura uma performatividade e afetividade da dissidência política. Assim, primeiro analiso como a ecologia é construída como um discurso de resistência instalado política e esteticamente como oposição; segundo, descrevo como esse discurso nos configura de maneira ecocêntrica, na qual novos atores serão capazes de produzir os afetos e gestos de dissidência política que prometem ação coletiva. Por fim, reflito sobre a validade da proposta do Parra no contexto da ecologia política latino-americana.

Palabras clave: Nicanor Parra, ecopoesia, agonismo, conflito ecológico, antropoceno.

 

Recibido: 14/03/2019 - Aceptado: 17/06/2019

 

 

INSOLIDARIDAD

Hay una pequeña crispación.

En los cisnes del río Cruces

con los cisnes parnasianos.

Elvira Hernández,
Pájaros desde mi ventana (2018)

 

Introducción

Desde la década del cincuenta se desarrolla en Chile una línea ensayística y poética ecologista que denuncia el crecimiento económico como un modelo depredador de la naturaleza, al tiempo que instala un discurso convocante capaz de hacer un llamado a la acción colectiva. La figura de Luis Oyarzún (1920-1972) y la publicación póstuma de su ensayo Defensa de la tierra (1973) se considera como una de las fundadoras del pensamiento ambiental en Chile[1]. Hay en el ensayo un gesto ecocéntrico que capta las redes de circulación material e imaginaria entre los humanos y los no humanos, y percibe también las discontinuidades y rupturas que provocan los excesos de un proyecto desarrollista en Chile. Así, refiere en este ensayo al trabajo fundacional de Rafael Elizalde Mac-Clure, La sobrevivencia de Chile (1958, ampliado en 1970) encargado por el Ministerio de Agricultura; dialoga con Silent Spring (1962) de Rachel Carson que inaugura el ambientalismo norteamericano; y comenta esperanzado la manifestación callejera y las consignas de El día de la Tierra celebrado en 1970 en Nueva York[2].

El título del ensayo de Oyarzún anticipa el tono apelativo y político del texto que busca promover un cambio de actitud personal necesario para vivir en la tierra, al tiempo que sintetiza en una expresión las discusiones filosóficas y jurídicas en torno a los derechos de la naturaleza y los animales. En este sentido, se encuentra cercano al planteo de Michel Serres en Le Contrat naturel (1990) sobre la necesidad de firmar un nuevo pacto con el mundo; incluso podemos apreciar cómo su obra se proyecta más allá de su tiempo con los avances propuestos por el nuevo constitucionalismo de Ecuador (2008) y Bolivia (2009) que incorporan la figura jurídica de Pachamama y el paradigma indígena del «buen vivir» o sumak kawsay[3]. Oyarzún presenta poéticamente el cambio de actitud que condiciona la permanencia de los escenarios planetarios de existencia común: «Se salvarán nuestras plantas cuando seamos capaces de regarlas y darles vida dentro de nosotros mismos»[4].

Unos cuantos años después, en 1997, Nicanor Parra expone en Valdivia un discurso al recibir el Premio Luis Oyarzún por la Armonía con la Naturaleza al que titular «Aunque no vengo preparrado». En él, el antipoeta realiza una defensa de Luis Oyarzún, que fue su compañero y amigo, y propone una suerte de homenaje y declaración de propósitos al mismo tiempo: lo compara con Cristo por no dejar descendencia y no contribuir con la Explosión Demográfica; al tiempo que recuerda que, por esos años, mientras «seguía pasando la película», «RUSOS & YANKEES», depredadores por naturaleza, seguían contaminando tanto o más que antes[5]. Parra, que ya lleva unos años manifestando la necesidad de un giro ecológico en la actitud y pensamiento humano y latinoamericano, toma a la figura de Luis Oyarzún como emblema de los defensores de la tierra que no conocen de instituciones u orientaciones políticas, sino de un sentido estético capaz de hacernos dignos del reino de belleza y vida que es la tierra[6].

Esta postura del poeta chileno frente a la Guerra Fría y la crisis ecológica se manifiesta en la plaquette Ecopoemas publicada de forma clandestina en 1982; en ella denuncia el consumismo, la contaminación y la destrucción del planeta tierra. Este es el giro definitivo del poeta de la antipoesía a la ecopoesía de compromiso político, actitud que se intensifica al integrar este puñado de poemas a la colección Poemas políticos en 1983. Incluso se podría decir que el posicionamiento de la ecología como práctica política se produce unos años antes, cuando participa de la manifestación en Nueva York del primer Día de la Tierra anotando con tiza en las calles libres de autos: «Be kind to me, I am a river»[7]. Este mismo suceso, como vimos, es recordado también por Luis Oyarzún en su ensayo que registra con entusiasmo la defensa ardiente y poética de la tierra por las juventudes. El activismo ambiental movilizado por las generaciones más jóvenes recobra hoy su fuerza, aún más sumergidos en la crisis ecológica como estamos, en la figura de la activista y estudiante sueca Greta Thunberg que comenzó en agosto del 2018 con el movimiento Skolstrejk för klimatet (Huelga Escolar por el Clima) previo a las elecciones presidenciales en su país. Este movimiento alcanza la escala mundial con la convocatoria Friday For Future, en la que miles de jóvenes estudiantes de todo el mundo abandonan las escuelas para ir a manifestarse en la calle contra la indiferencia de los políticos ante la emergencia climática. En este sentido, los chistes ecológicos de Nicanor Parra y la incorporación de la manifestación callejera como dispositivo dw «alfabetización ecológica» suponen, en la historia ambiental de Chile, una inédita apertura de la ecología al espacio público del disentimiento a partir del discurso oposicional configurado en los ecopoemas.

Con este trabajo me propongo estudiar los ecopoemas publicados en Poesía Política (1983) como un espacio agonista del disentimiento que buscan asentar prácticas contrahegemónicas capaces de configurar un nosotros adversarial que organice la convivencia. Si bien en el contexto de la Guerra Fría su forma de concebir la ecología y de pensar la política de la ecología era marginal e incluso duramente criticada, Nicanor Parra instaló con los ecopoemas, entrevistas y discursos la discusión del compromiso con y desde los diferentes ecosistemas planetarios que hoy es central en las principales reflexiones realizadas en el campo más amplio de la Ecología Política y la Ontología Política de América Latina. Desde esta perspectiva, ni el capitalismo ni el comunismo  —los otros antropocéntricos— , ni muchas de las instituciones humanas, han sido capaces de dar respuesta a la crisis ambiental y a la alerta ecológica que apremia a la humanidad. Así, la ecología surge en los poemas de Parra como el discurso de resistencia que se instala política y estéticamente como oposicional y configura un nosotros ecocéntrico en el que nuevos actores serán capaces de producir los afectos y los gestos del disentir político que promete una acción colectiva.

En este sentido, este trabajo se centra en la pregunta por los modos en que la ecopoesía de Nicanor Parra configura una performatividad y afectividad del disentir político. Mi hipótesis es que la poesía del chileno abre el espacio público de la manifestación callejera a través de ciertas codificaciones, transtextualidades y resignificaciones de referencias culturales creando un régimen de deseos y afectos que podríamos reconocer en lo que el poeta llama el ecompromiso y se asimila en la figura del peatón con su transitar urbano.

Para esto, en primer lugar, presentaré el modelo de democracia agonista planteado por Chantal Mouffe (2016) y la dimensión de los afectos como clave en la conformación de identidades colectivas y formas de disentimiento. Luego, analizaré diferentes codificaciones y estrategias con las que Parra instala nuevas consignas en el espacio público urbano: el graffiti, las pancartas y los carteles recuerdan la formulación lapidaria de los Artefactos (1972), a la que se agrega el llamado a la multitud movilizada, al activismo urbano. A partir de este análisis, identificaré los afectos que movilizan la acción política y contribuyen a crear un nosotros, es decir, una forma colectiva de identificación orientada a la creación de ese nosotros adversarial que se presenta como una alternativa al orden dominante. La figura del peatón aparecerá en estos poemas de Parra como la subjetividad convocante que en su transitar urbano moviliza los cuerpos de la resistencia. Por último, pretendo presentar algunas reflexiones en torno a la vigencia de esta poesía de Nicanor Parra en el contexto más amplio de la Ecología Política latinoamericana en vista de una historia crítica del Antropoceno en el Cono Sur.

 

Modelo agonista

La politóloga belga Chantal Mouffe dio el 10 de noviembre de 2014 una conferencia en la Universidad de Valparaíso con motivo del Doctorado Honoris Causa que le fue otorgado. En esta conferencia la autora expone dos elementos centrales de su propuesta: la política y las pasiones. Ubicada dentro de lo que se reconoce como  «el giro afectivo» en los estudios de ciencias sociales y humanidades, la autora evidencia cómo en la arena democrática, el disenso se ha dado mediante el antagonismo —que entiende el enfrentamiento en términos de amigo/enermigo—  o la competencia —modelo liberal que elimina el conflicto mediante la negociación de intereses. En ninguna de ellas hay un interés por conjurar las identidades políticas que se construyen en el conflicto que caracteriza las relaciones sociales.

Como respuesta, Mouffe propone una tercera vía: el agonismo, en la que el enfrentamiento se produce entre adversarios, cuya existencia se reconoce como legítima; a diferencia del enemigo, cuyas demandas son ilegítimas y por tanto es necesario destruir —lo que sucede, por ejemplo, cuando el espacio público del disenso se debilita y los enfrentamientos se dan en términos de identidades esencialistas vinculadas a la etnia, la religión o las nacionalidades. En este modelo de demoracia pluralista, entonces, no desaparece el conflicto o la confrontación porque esta es, justamente, la condición de su existencia. En este sentido, Mouffe afirma que la política democrática no debe eliminar las pasiones o relegarlas a la vida privada, como ha sucedido, sino que debe «movilizarlas y ponerlas en escena de acuerdo con los dispositivos agonísticos que favorecen el respeto del pluralismo»[8]. Por esta razón, Mouffe enfatiza en la conferencia en Valparaíso en los afectos, ya que estos configuran un nosotros como identidad política y constituyen su exterioridad frente a un ellos que también participa del espacio simbólico común en el que se dará el conflicto. El afecto tiene una función apelativa, es lo que afecta al sujeto, y se traduce en gestos identitarios móviles, en una práctica discursiva en la que el significado no puede separarse de la acción. Arturo Escobar (2010), referente de la Ecología Política de los últimos años, identifica los aportes que las propuestas antiesencialistas de Laclau y Mouffe han realizado a la discusión regional de las epistemologías de la naturaleza: «no hay materialidad no-mediada por el discurso, pues no hay discurso sin relación a la materialidad (Laclau y Mouffe, 1985). Discurso... es articulación de conocimiento y poder, de declaraciones y visibilidades, de lo visible y lo oculto. El discurso es el proceso con el cual la realidad social llega a ser»[9]. Así entendido, el conflicto agonista crea espacios para el desarrollo de las identidades ciudadanas, una arena para la lucha de proyectos alternativos al orden dominante.

Chantal Mouffe comienza su conferencia en Valparaíso con una distinción entre lo político y la política. Lo político atiende a las relaciones humanas y debido a esto manifiesta el antagonismo latente en la sociedad; la autora identifica lo político con el lugar del conflicto y el antagonismo posibles; lo político es, por tanto, una condición propia de las diferentes relaciones en las que la confrontación de fuerzas e ideales se movilizan a través del debate, el disenso y la protesta. En cambio, la política «procura sentar un orden y organizar la convivencia bajo condiciones marcadas por lo político, lo que la vuelve indefectiblemente conflictiva»[10]. La premisa básica que defiende la autora es que la actividad política circunscripta a la acción pública no puede dejar de concebir su potencial antagonismo, y cualquier política democrática debe admitir la existencia de conflictos y no buscar el consenso como meta final, sino lograr construir arenas con reglas de juego claras donde se dispute legítimamente la hegemonía.

Como vemos, el agonismo se sustenta en el espacio de disenso que toda democracia pluralista debe garantizar. Contra visiones de la sociedad como un todo orgánico o la visión del liberalismo político que la autora cuestiona, Mouffe entiende que el conflicto y el disenso se dan en el seno de las comunidades políticas y que tienen que ver con la interpretación de significantes como igualdad y libertad, cuyas representaciones no pueden quedar a cargo en su totalidad de ningún actor social. Estas representaciones son las que articulan, por tanto, la creación de diversas identidades enfrentadas: «Precisamente en la tensión entre consenso —sobre los principios—  y disenso —sobre su interpretación— es donde se inscribe la dinámica agonística de la democracia pluralista»[11]. Así como este modelo de democracia agonista pone en conflicto cualquier visión esencialista de la democracia, lo mismo sucede con las identidades: toda identidad política colectiva que se genera en una sociedad diversa y plural se establece de acuerdo con el modelo nosotros/ellos que reconocen su mutuo antagonismo, pero también su legitimidad. Así, no hay identidades fijas o esenciales sino procesos de identificación nunca completamente definitivos y compatibles, por tanto, con los afectos.

Si bien Mouffe describe con acierto en la conferencia ciertas características de las sociedades democráticas liberales, parece no contemplar otros fenómenos del ciudadano actual, más identificado con el consumo y con políticas que exacerban «polos de identificación» como la raza o la religión, y se muestran indiferentes a problemas sociales que aquejan a la comunidad política, tal como parece ser el camino que ha seguido la política en países latinoamericanos en los últimos años, con la llegada al poder de la derecha conservadora y el neoliberalismo. La situación geopolítica y ecológica del Cono Sur constituye hoy, sin duda, un problema complejo y multi-centrado cuyo análisis excede los propósitos de este trabajo; sin embargo, un primer acercamiento desde la metáfora de la huella geológica, ecológica y cultural del Antropoceno permite imaginarnos las formas de erosión, de desertificación y contaminación de las identidades colectivas. En este contexto, la propuesta ecopoética de Nicanor Parra parece concentrarse en ese ciudadano desorientado, absorbido por la ciudad, que progresivamente se insulariza e insolidariza, como los cisnes parnasianos evocados por la poeta chilena Elvira Hernández. La calle como referente urbano se vuelve un lugar de encuentro y de confrontación; la ironía tragicómica de sus chistes ecológicos moviliza otras afectividades diferentes a la culpa o al miedo, tan frecuentes en los discursos ambientalistas; afectos que podrían pensarse como vectores disidentes de identidades colectivas que aún hoy siguen siendo necesarios identificar en la perspectiva más amplia de una historia crítica del Antropoceno del Cono Sur.

 

Crear la identidad común: los adversarios en la ecopoesía de Nicanor Parra

En 1987 Nicanor Parra le brinda una entrevista a Ángeles Caso con motivo de la exposición «Chile vive» en el Círculo de Bellas Artes [12]. En ella, la periodista española le pregunta sobre cuál cree que es el alcance de acción de la literatura entendida en términos de cambio o mejora de determinadas condiciones políticas; para responder, el poeta realiza un procedimiento morfológico: agrega el prefijo «e» a palabra «compromiso» que en su base contienen un prefijo latino que indica colaboración, unión, reunión; de este modo, a través de la adición del prefijo, el elemento compositivo «eco» queda contenido en la palabra compromiso como una forma de lo común. Este procedimiento y gesto, en apariencia mínimo, ya lo realiza en el poema que inaugura los ecopoemas publicados en Poesía política: a cada palabra de lo común, Parra le agrega la «casa común»: ecompañero, ecompromiso, econstitución. Así, la ecología se integra a formas de mutualidad y relación que el ser humano ya conoce, pero tal vez no recuerda. Un procedimiento similar propone Michel Serres al analizar desde el derecho el contrato social sobre el que se han librado las guerras subjetivas, lo que el autor llama el teatro de las hostilidades en el que la naturaleza aparece como mero escenario o decorado. Serres manifiesta, entonces, la necesidad de «volver a examinar e incluso firmar el contrato social primitivo... ahora que sabemos asociarnos frente al peligro, hay que entrever... un nuevo pacto que hay que firmar con el mundo: el contrato natural»[13].

En la visión de Parra, la ecología surge como integración, como aquello que es capaz de reunir lo ya unido, de recomponer el tejido de una identidad colectiva que parece olvidada; idea integradora que también compartía Oyarzún; «La naturaleza es un tejido del que no se puede tirar impunemente un hilo sin dañar el todo, una red de bienes y males conjugados y en recíproca determinación»[14]. Si bien la filiación de ambos poetas al pensamiento ecológico es múltiple, en Parra se construye un ecologismo urbano activista y denunciante que se fundamenta en dos lemas ecológicos, repetidos y resignificados en sus poemas, como la materia orgánica que abona y fertiliza el suelo de la memoria colectiva. La recuperación y actualización que hace Parra de ciertos hitos del pensamiento ecológico, de sus consignas callejeras, discursos y propuestas configura, más allá de la transtextualidad, un gesto de recuperación de la memoria individual y colectiva que apuesta por un proyecto social de esperanza.

El primer lema lo toma del olvidado manifiesto redactado por Josep Vicent Marqués en julio de 1978 a partir del I Congreso sobre Espacios Naturales celebrado en Daimiel del 22 al 25 de julio de 1978. Este fue convocado por la posteriormente desintegrada Federación del Movimiento Ecologista. El manifiesto recoge los aspectos ideológicos y los acuerdos mínimos del movimiento ciudadano que fueron puestos a debate. Parra repite en sus ecopoemas y discursos el inicio de la «Propuesta de Daimiel» en forma de verso y encabezado por la propuesta adversarial del ecologista:

TERMINARÉ X DONDE DEBÍ COMENZAR

Ni socialista ni capitalista

Sino todo lo contrario:

                                 Ecologista

Propuesta de Daimiel:

Entendemos x ecologismo

Un movimiento socioeconómico

Basado en la idea de armonía

De la especie humana con su medio

Que lucha x una vida lúdica

Creativa

                     igualitaria

                                             pluralista

Libre de explotación

Y basada en la comunicación

Y la colaboración de las personas

A continuación vienen 12 puntos.[15]

El segundo lema recuerda la carta de Seattle que el jefe Duwamish le dirigió en 1854 al gobernador de Washington con motivo de la compra de las tierras. Al aceptar la oferta, profiere un discurso del que se recuerda una de las frases más representativas: «Una cosa sabemos: que la Tierra no le pertenece al hombre. Es el hombre el que pertenece a la Tierra»[16]. Parra sugiere en algunos poemas que el jefe todavía está esperando la respuesta, y expone en la plaquette de 1982 con su propia voz uno de sus versos más recordados en Chile y en las manifestaciones ecologistas de la capital santiaguina: «El error consistió/en creer que la tierra era nuestra/cuando la verdad de las cosas/es que nosotros somos de la tierra»[17]. Como se puede apreciar, dos ideas centrales confluyen en la propuesta de Parra: la de armonía humano-naturaleza basado en la comunicación, el juego y la creatividad, es decir, la naturaleza como oikos del ser humano y de los no humanos; y, por otro, el giro del antropocentrismo al ecocentrismo, fundamental para la línea de pensamiento que ya planteaba Oyarzún y que se ha profundizado en las investigaciones propuestas por pensadores como Héctor Alimonda, Marisol de la Cadena o Enrique Gudynas que revisan las bases epistemológicas, ontológicas y jurídicas de la construcción social y de la distribución de la naturaleza. De este modo, los procedimientos que realiza Parra anticipan lo que el ecologista mexicano Enrique Leff propone como uno de los desafíos de la ecología política latinoamericana: ser un terreno de lucha por la desnaturalización de la naturaleza, «donde las relaciones entre seres humanos entre ellos y con la naturaleza se construyen a través de relaciones de poder (en el saber, en la producción, en la apropiación de la naturaleza) y los procesos de “normalización” de las ideas, discursos, comportamientos y políticas»[18].

Con la característica polisemia e ironía de la poesía de Parra, quedan definidos los elementos constitutivos de la propuesta ecológica del poeta como afectividades convocantes: su ecompromiso es con la supervivencia no solo de la especie humana, sino de todo el sistema vivo.[19] ¿Quién es, por tanto, ese ellos que destruye, contamina, y corta los hilos del tejido social y natural? ¿Quiénes son los que imponen una comprensión moderna de las relaciones de los humanos con la naturaleza? En Nicanor Parra la respuesta es clara: en la década de los ochenta, ni el capitalismo ni el socialismo, como ideologías enfrentadas, proponen modelos sustentables ni alternativas al desarrollo, y la naturaleza, como sugería Michel Serres, solo es un escenario de guerras y de disputa por los recursos. Desde la perspectiva actual, y a pesar de la consolidación del problema ambiental en la agenda política regional e internacional, la situación no parece haber cambiado mucho; Jorge Marcone identifica en los casos de Ecuador y Perú lo que Gudynas llama “Nuevo Extractivismo”, proceso político-económico en el que los gobiernos progresistas latinoamericanos, dependientes de la exportación de hidrocarburos y minerales, dirigen parte de los excedentes generados por la extracción de los recursos a la financiación de planes sociales y mejoras en infraestructura con los que ganan legitimidad social[20]; al tiempo que, como observa Marcone al estudiar los enfrentamientos por la iniciativa Yasuní-ITT del gobierno de Rafael Correa, criminalizan la protesta social y persiguen a los líderes del ambientalismo popular. Para estos autores, la nueva izquierda latinoamericana «shares with neoliberal extractivism the idea of continuing progress based on technology, and has taken the decision to prioritize the modern and capitalist understanding of the interface between nature and society. In the meantime, the “New Left” is attacking popular environmentalism with tactics not too different from the strategies of governments that openly support neoliberal policies»[21].

En la entrevista ya citada y ante la insistencia de la periodista para que se defina en un bando u otro, Parra responde: «lo que están haciendo [los bloques de la Guerra Fría] es reducir el planeta a formas de artefactos, le están dando forma de automóviles, de refrigeradores, teléfonos, etc., etc. […] Es decir, estaríamos transformando el planeta en chatarra».[22] Esta es la constatación que realiza el poeta, no solo en esta entrevista sino también en otras, así como en los ecopoemas y en varios discursos que dio sobre todo en la década de los 90. Ante la alarma planetaria y la indiferencia de los políticos, la salida es el ecologismo, como forma de autorregulación del espíritu, pero también como vector de subjetivación capaz de operar en los tres registros ecológicos[23] y como discurso oposicional que moviliza subjetividades disidentes.

Como apunta Niall Binns, ya desde la década de los sesenta, Nicanor Parra se distancia de los grandes bloques ideológicos y políticos de la Guerra Fría y su implacable ceguera ecológica. Su vocación disidente y cierto empecinado distanciamiento del camino de la industrialización que ambas ideologías persiguen constituyen también parte de su base ecologista. Con consignas provocadoras y la reescritura verde de ciertos eslóganes políticos como «la izquierda y la derecha unidas/jamás serán vencidas« o «socialistas y capitalistas del mundo uníos/antes que sea demasiado tarde», Parra empieza a trazar el nosotros/ellos propios del agonismo:

Ni socialista ni capitalista

Sino todo lo contrario Sr. Director:

Ecologista intransigente.[24]

En este caso, la conjunción copulativa que precede a cada uno de los sistemas económicos y políticos coordina de manera aditiva estos vocablos por la negación, adecuándose su uso, incluso, a la forma aceptada de frases que expresan el extremo al que puede llegar algo. La contraposición se evidencia en la conjunción adversative «sino», enfatizada casi como un pleonasmo por la locución adverbial «todo lo contrario», en la que ambas colaboran en contraponer un concepto afirmativo a otro negativo anterior: en este caso, el ecologismo se posiciona, sintáctica e ideológicamente, como el adversario, la contraparte afirmativa de aquello que es pura negación del ser humano, de la naturaleza, de la relación. La depredación, la falta de armonía y la violencia que caracterizan estas identidades antagónicas quedan claramente definidas en un ecopoema que luego vuelve a aparecer en varios de sus discursos:

Capitalismo

contaminación del hombre x el hombre

socialismo burrocrático

todo lo contrario.[25]

Mirados desde el «balcón ecológico», ambos proyectos, «hermanos siameses», han cometido crímenes ecológicos buscando el paraíso en la tierra, definido por el desarrollo y el crecimiento económico, con sus subsecuentes industrialización y contaminación, como ya vimos que también constatan Marcone y Gudynas:

O CONTAMINACIÓN O COMUNISMO

Washington 15 (UPI)

Los señores ecólogos están locos:

si disminuimos el ritmo de producción crecimiento

los comunistas nos doblan la mano

la alternativa ya se sabe cuál es:

o contaminación

                                 o comunismo

no hay x donde perderse

entre 2 males el menor

y .[26]

La particularidad de este poema que cierra la serie de ecopoemas publicados en la plaquette de 1982 es que ya no es la voz ecológica y convocante de los otros poemas que arenga o discrepa, sino que es la voz del capitalista. Este es un fenómeno singular que permite entender cómo se construye el disentimiento adversario. Como vimos que planteaba Mouffe, la construcción de un nosotros/ellos agonista que supere la relación amigo/enemigo supone, principalmente, la confrontación de proyectos hegemónicos cuya existencia se percibe como legítima. En este aspecto podemos apreciar una posición muy distante a la planteada, por ejemplo, por Serge Latouche considerado uno de los fundadores del decrecimiento[27], propuesta que el capitalista del poema parece tener incorporado en su corrección política y que se hace visible en el tachado del tercer verso. Este es un fenómeno que hoy se conoce como greenwashing o lavado de imagen verde, y que consiste en emplear una serie de procedimientos de marketing y publicidad que promueven una percepción engañosa de productos, objetivos o políticas de una organización como amigables o respetuosas con el medioambiente, intensificada muchas veces con propuestas de desarrollo sustentable.

Si bien el ecopoeta Nicanor Parra y el economista francés Serge Latouche ven en el crecimiento infinito, el hiperdesarrollo tecnológico e industrial y la confianza ciega en el progreso tecnocientífico las bases imaginarias de la sociedad de consumo que cuestionan; lo hacen de diferente manera o, siguiendo la propuesta de Mouffe, con la propuesta de modelos antagónicos diferentes[28]. Como he intentado sugerir, Nicanor Parra tiende, por un lado, a crear un lenguaje común a través de apelativos y consignas convocantes[29], y también un afecto común, el ecompromiso, a través del juego de prefijos y elementos compositivos. Con esto, el poeta no solo reformula palabras claves de la lucha política (ecompañero), sino también construye una identidad común. A su vez, los otros o ellos del eco- no son percibidos como enemigos a eliminar, ya que incluso les otorga voz o la posibilidad de superar sus propios antagonismos y unirse a la lucha común.

En cambio, el decrecimiento de Latouche, que ha ido adquiriendo un lugar importante en las propuestas del norte global para mitigar el cambio climático, es ideológicamente combativo, aspecto que se evidencia en el plano semántico con términos como «combatir», «erradicar», «eliminar», «extirpar» y en el morfológico con prefijos como «des-» o «contra-» que configuran parte importante de sus formulaciones programáticas. En la obra de Latouche se puede apreciar cómo la sociedad de crecimiento es metaforizada con imágenes religiosas, lo que se entendería, siguiendo a Mouffe, como un enfrentamientos en términos de identidades esencialistas en el que las demandas del otro se perciben como ilegítimas y, por tanto, se deben destruir: Latouche, citando a Jean Paul Besset, afirma que la humanidad comulga esta misma creencia:

Un solo dios, el Progreso, un solo dogma, la economía política, un solo edén, la opulencia, un solo rito, el consumo, una sola plegaria: Nuestro crecimiento que estás en los cielos… En todos lados la religión del exceso reverencia los mismos santos —desarrollo, tecnología, mercancía, velocidad, frenesí—, persigue a los mismos heréticos —los que están fuera de la lógica del rendimiento y del productivismo—, dispensa una misma moral —tener, nunca suficiente, abusar, nunca demasiado, tirar, sin moderación, luego volver a empezar, otra vez y siempre.[30]

Aquí aparecen condensadas las traslaciones semánticas que transitan por todo el trabajo de Latouche y que se contraponen con expresiones beatíficas relacionadas al decrecimiento, como «la alegre ebriedad de la austeridad compartida», por ejemplo. De este modo, aunque plantee al decrecimiento como un proyecto político que busca crear sociedades convivenciales, autónomas y ahorrativas en función de una democracia ecológica o «de proximidad-»[31], su sistema se funda en polaridades excluyentes, en el que el discurso biomédico —como otra fuente de metaforización— colabora en la disyunción irreconciliable: lo enfermo, lo tóxico, lo obsceno debe ser extirpado, sanado, moralizado. Así planteado, el enfrentamiento se da en términos de valores morales no negociables, incapaces de ingresar en la órbita del disentir político, e incapaz de configurar identidades colectivas que se solidaricen mediante la culpa y la responsabilidad impuesta. En este sentido, considero que la selección de Latouche del prefijo «re-» con el que construye su propuesta —a diferencia de la «e-» y de «eco-» de Parra—  es reveladora: él llama a este programa «el espiral virtuoso de las 8 R»: Reevaluar, Reconceptualizar, Reestructurar, Redistribuir, Relocalizar y, las tres ya conocidas, Reducir, Reutilizar, Reciclar. Estos prefijos surgen, según el autor, de la contraposición a dos elementos compositivos «super-» y «sobre-», propios del discurso capitalista, consumista: superdesarrollo, sobreproducción, superrendimiento, sobredosis, etc.

Si se antiende a este enfrentamiento morfológico que se produce en las propuestas de los autores y que, por lo demás, también lo podemos encontrar en diferentes discursos ambientalistas y verdes, se pueden apreciar dos aspectos relevantes para el análisis del modelo agonista que sería necesario para una reforma ecológica mental, social y ambiental. En primer lugar, el prefijo re- empleado por Latouche para su propuesta o bien indica repetición, o bien ir hacia atrás, lo que de alguna manera estaría indicado la necesidad de volver a un estado anterior de las cosas; y, a su vez, el empleo de esta forma léxica indica por un lado imposición, gramaticalmente se pone delante de otro componente, y también falta de autonomía: el prefijo es invariable y no tiene capacidad semántica autónoma, ya que solo produce variaciones semánticas en las palabras a las que se fija. La morfología lingüística nos permite comprender la propuesta de Latouche como fijada en la polaridad que intenta destruir. Su enemistad no es con los elementos compositivos del desarrollo (super-, sobre-) sino con la base léxica a la que las R propuestas se unen. En cambio, Nicanor Parra propone un enfrentamiento adversario de morfemas: el elemento compositivo eco- como tal tiene una carga de significado mayor que la de los prefijos y participa, colaborativamente, en la formación de palabras compuestas. Lo mismo sucede con super- o sobre-, quedando así delimitadas las identidades colectivas: el exceso, la adición y la intensificación se enfrentarán, en el espacio agonista público y ciudadano, a la integración, composición y unión, en el marco de una democracia plural:

4

Vuelta a la democracia para qué

Para que se repita la película?

NO:

Para ver si podemos salvar el planeta

Sin democracia no se salva nada.[32]

Espacio urbano de confrontación: poder transitar por otras consignas

Chantal Mouffe sugiere que la democracia agonista debe garantizar los espacios públicos de confrontación en los que se pueda fomentar un disentir político en un sentido estético contestatario. Para la autora se deben dar «las condiciones de un “pluralismo agonístico” que permita reales confrontaciones en el seno de un espacio común, con el fin de que puedan realizarse verdaderas opciones democráticas»[33]. Una de las grandes apuestas del ambientalismo y el ecologismo de la Propuesta de Daimiel, de Nicanor Parra o de Rachel Carson ha sido la de hablar de la ecología en términos políticos, hacerla ingresar en la arena de debate. Si bien las evidencias científicas del cambio climático son irrefutables y cada día aparece un artículo nuevo con el análisis de las consecuencias que tendrá para el sistema tierra la pérdida de otra especie; la incidencia en la toma de decisiones públicas parece ser escasa, así como en los espacios de confrontación; basta con revisar las últimas campañas electorales de candidatos presidenciales para descubrir que la cuestión ecológica no está en la agenda electoral, incluso por el contrario, como es el caso de Donald Trump. Como sugiere Niall Binns en el epílogo a la antología de ecopoemas del poeta y ecologista español Jorge Riechmann:

La crisis de los años treinta era algo palpable; la crisis ecológica, en cambio, es más insidiosa que vistosa y el tremendismo de sus voceros ha sonado hasta hace muy poco demasiado abstracto, demasiado intangible para sacar a los intelectuales de su apatía social[34].

Sin embargo, otra línea ecologista más cercana a las ciencias sociales y las humanidades e igualmente rigurosa con los datos científicos, comprendió la importancia de la democratización del conocimiento y de los espacios de confrontación para la acción social colectiva y, por tanto, ecológica. Así lo hizo Rachel Carson en Primavera silenciosa, obra en la que la denuncia los efectos nocivos del DDT y en la que los datos se mezclan con lirismo que busca comunicar: la naturaleza es el lugar del vínculo y la poesía el arte del vínculo, concluye uno de los poemas sobre la representación de la naturaleza de Jorge Riechmann. Esta misma posición se encuentra en la Propuesta de Daimiel que cita Parra; luego de once puntos que resumen los acuerdos fundamentales para plantear los problemas de la ecología global, el manifiesto se cierra con el siguiente último punto; «Frente a tantas decisiones desde arriba que han alterado las condiciones de vida y trabajo, proclamamos el debate popular como instrumento básico de toda transformación social»[35]. En esta línea, me propongo analizar a continuación los modos en que el discurso ecológico parriano construye el espacio público de confrontación, y su performatividad esboza lo que podría ser un vector de subjetivación de una identidad colectiva disidente, que aún hoy necesita de consensos.

En una conversación con Leónidas Morales en 1989, Parra sugiere que la tarea del poeta es la de ser un «fabricante de pancartas»[36], es decir, aquel que interviene en el espacio público con consignas de propaganda o protesta que buscan o bien ejercer algún tipo de influencia en la opinión, o bien generar cierto fervor compartido, exclamar el punto de vista, la denuncia, la disconformidad. Como el propio poeta lo había ya anunciado, el arma de transformación y combate frente a una realidad aplastante y desagradable es la palabra, pero no la que se queda encerrada en los libros ni la que interroga con voluntad de dominio[37], sino la que sale a la calle y se nutre de las expresiones de la manifestación popular. La pancarta o el cartel no son los únicos elementos de protesta y disentir que aparecen en los ecopoemas, también hemos visto cómo la cultura del graffiti atraviesa su obra y cómo la forma sentenciosa de los Artefactos (1972) vuelve a los ecopoemas en busca de un mensaje concentrado y apelativo, muchas veces a modo de chiste. Si se atiende a la teoría de la representación del teórico cultural Stuart Hall, se entiende la importancia que tiene la codificación en el análisis de la representación de las ideas político-ecológicas de los poemas de Parra.

Si el código es, siguiendo al teórico cultural y sociólogo jamaiquino, el que fija las relaciones entre conceptos y signos, el que estabiliza el sentido dentro de diferentes lenguajes y culturas[38]; me interesa entonces atender a las codificaciones que hacen ingresar lo urbano y político en el discurso ecológico parriano y con el que se construye la representación del espacio público en el que el disenso y la lucha agonista tendrán lugar. De hecho, varias son las codificaciones populares y coloquiales que se intercalan en los ecopoemas vinculadas a lo urbano. Así lo asegura Juan Gabriel Araya Grandón al estudiar el pasaje de la antipoesía a la ecopoesía: «Parra no sitúa sus motivos ecológicos en el habitual paisaje rural chileno, sino que, más bien, en una suerte de mirada urbana relacionada con la sociedad de libre mercado que se impone como modelo globalizante, en la cual se inscribe, fervientemente, la administración política de nuestro país»[39].

Esta es, precisamente, la peculiaridad de la propuesta ecológica de Parra, que se distancia de cierta tradición poética como la de Neruda o Teillier cuyas preocupaciones ecologistas se representan a través de la recuperación de la infancia o de una cierta idealización del mundo natural o campesino. En cambio, como señala Niall Binns, el camino de Parra hacia la ecología es bastante anómalo y ya en los antipoemas se empieza a vislumbrar que «la obra antipoética de Parra es eminentemente urbana en su perspectiva, su lenguaje y su contenido»[40]. En los antipoemas se le entrega la voz, principalmente, a los individuos que han sido devorados y atrapados por la gran ciudad y se encuentran completamente desarraigados del campo o el mundo campesino. En estos poemas aparecen parques, cementerios, jardines, bares y salones de clase, espacios propios del paisaje urbano; y los animales que se mueven por sus poemas también son urbanos: ratas, palomas, ratones y moscas; y a través de la ironía y la parodia configura una codificación anti-bucólica y anti- telúrica en la que la ciudad aparece como un espacio «anti-natural, compuesto de “flores artificiales” y una atmósfera envenenada»[41].

En los Ecopoemas (1982) lo urbano se mantiene, pero se efectúa un giro significativo en la enunciación: si bien algunos poemas tienen una voz (anti)poética marcada («Sonó la antipoesía», que inaugura la plaquette, o el poema que comienza «¿Economía es riqueza?»), aparecen también los primeros poemas en que otras voces se hacen presente y que se intensificarán en la edición de Poesía Política (1983): «OJO PELIGRO A CERO METRO» o «Erratas II», incluso el Himno Nacional devenido en chiste ante el presente ecológico. Estas nuevas voces aparecen bajo la forma de carteles de advertencia propios de la circulación callejera, y se apoyan pragmáticamente en el anonimato del autor y del receptor, ya que el mensaje se destina a una colectividad, a una masa que lee y pasa. De esta manera, el ecopoeta instala en la poesía las voces de los muros, los carteles, las señaléticas para hacer hablar a la ciudad que apela al peatón que transita por ella.  

Otra de las codificaciones propagandísticas que emplea Parra es la del eslogan —fórmula gramatical vinculada también a la consigna, el lema, el proverbio o la máxima—, ya sea publicitario o político y que tanta producción tuvo durante la primera mitad del siglo XX. El eslogan tiene varias características que lo hacen propicio para la creación de una subjetividad común, ya que se funda en los principios de economía y proximidad; de hecho, cabe recordar que su estilo conciso nace de ciertos gritos o arengas de guerra. En su dimensión lingüística, el eslogan es una frase que semánticamente se cierra sobre sí misma y por ello logra sintetizar un ideal político en muy pocas palabras. Su eficacia radica en que puede repetirse, memorizarse e incluso ser aceptado como algo agradable de reproducir —pensemos cómo artistas urbanos como Banksy resignifican críticamente algunos eslóganes publicitarios y políticos para cuestionar sus propias bases ideológicas. En muchos casos, se emplean modalidades gramaticales que refuerzan la instancia apelativa como las oraciones imperativas, exclamativas o interrogativas. Por ejemplo, Parra repite una consigna en los ecopoemas y discursos que sintetiza varios recursos anteriormente mencionados y contribuyen a la exaltación propuesta por el poema-pancarta:

EL MUNDO ACTUAL?

EL inMUNDO ACTUAL![42]

El uso de las mayúsculas se codifica en este tipo de lenguaje como un grito, como proclama y protesta que debe agitarse a viva voz, es el reclamo por la belleza del mundo ya perdida[43]; intensifican la apelación la pregunta retórica del primer verso así como la exclamación del segundo, quedando ambos constituidos en un paralelismo sintáctico pero antagónico en su sentido: a la pregunta por el estado actual del mundo —podría entenderse aquí el estado en que lo han dejado ellos— responde la exclamación del nosotros: «nos hemos hecho insensibles a la pérdida del paisaje con sus bellezas naturales, que son las únicas que poseemos»[44]. Y la consigna vuelve unos poemas después, ahora con puntuación española y con una alusión política-ideológica más clara al cambiar actual por moderno:

¿MUNDO MODERNO?

inMUNDO MODERNO querrán decir

obligatorio fumar.[45]

El cinismo y cierta actitud que parecería antiecológica caracterizan sus antipoemas ecológicos, como en este caso que revierte la tradicional prohibición de fumar por su obligatoriedad, efecto que contribuiría a la contaminación (uno de los siete Chanchos con Chaleco es el «Sacerdote que fuma como murciélago/sin la menor consideración x el prójimo/que me perdone Su Santidad:/IMPERDONABLE CHANCHO CON CHALECO»). Si la ecología contribuye a la autorregulación del espíritu y a generar nuevas zonas de consenso, esta no puede negar los conflictos, no puede dejar de lado las propias contradicciones.

Otro aspecto, quizás de los más sigificativos, en la construcción del espacio agonista es la revisión y transformción de algunos eslóganes políticos muy conocidos y visitados por la publicidad y la propaganda partidiaria. Tal es el caso de la exclamación que cierra el Manifiesto Comunista y que fue incorporada, por ejemplo, en 1919 por Dimitri Moor a unos de sus conocidos carteles: «Proletarios del mundo, uníos!». La codificación de fe de erratas del título de varios poemas le permite realizar al poeta una enmienda material al impreso o manuscrito, así como una reescritura ecológicamente comprometida de la consigna, en este caso del Manifiesto de Marx:

dice: proletarios del mundo uníos

debe decir

peatones del mundo uníos.[46]

Y más adelante, otra formulación:

dice:

proletarios

versus

burgueses

léase:

pacíficos peatones

versus

asesinos del volante.[47]

Bajo la apelación política, surge aquí la figura central de la ecopoesía parriana, la identidad performativa del peatón a la que parecen estar destinados los mensajes, consignas y llamados, y cuya participación es reclamada por altoparlante; «Tercer y último llamado/PEATONES DEL MUNDO UNÍOS». El activismo urbano que ya propone en estos tiempos Nicanor Parra podría integrarse a la historia de los conflictos ecológico-distributivos de Chile, al exponer un conflicto social de contenido ecológico; en este sentido, el reconocido economista catalán Joan Martinez-Alier sostiene en su artículo «Los conflictos ecológico-distributivos y los indicadores de sustentabilidad» que al realizar un estudio histórico y actual de los conflictos ambientales, se puede reconocer que muchas luchas sociales que no empleaban un vocabulario ambiental, eran y son de hecho conflictos ecológicos-distributivos, como el activismo urbano «en favor del aire limpio y del agua suficiente, de más espacios verdes, en defensa de los derechos de peatones y ciclistas»[48]. Aunque parece una obviedad, la definición de peatón incluye los dos elementos que le interesan a Parra para construir a este «héroe anónimo de la ecología»: el peatón es la persona que va a pie por la vía pública y sufre las consecuencias de las emisiones de monóxido de carbono; pero también es el que transita la ciudad, el que puede leer las consignas y escuchar los llamados.

De este modo, el peatón se puede incorporar como la figura urbana que recobra el tiempo exterior de las intemperies, como sugiere Michel Serres para el campesino y el marinero. El autor francés observa cómo la vida moderna se ha centrado en tranformar el tiempo que hace en tiempo interior: sumergidos en oficinas y laboratorios donde el clima ya no influye en nuestros trabajos, vivimos encapsulados en un tiempo interior cuyo poder es detentado por los administradores (política), los científicos (ciencia) y los periodistas (medios): viviendo solo en el interior, inmersos en el primer tiempo, los habitantes hacinados en las ciudades solo recuerdan el clima cuando se van de vacaciones, contaminando «aquello que no conocen, que raramente les afecta y jamás les concierne»[49].

Para Nicanor Parra el peatón configura una identidad de resistencia al afectar y ser afectado por la ciudad. Su adjetivación siempre es positiva, concentrándose en él el nuevo ecompañero de la lucha ecológica. En el espacio público de la ciudad, donde capitalistas, socialistas y ecologistas hacen sus proclamas, Parra clama porque el peatón sienta el llamado de una identidad disidente, oponiéndose al chofer, representación metonímica del consumo, la contaminación y el progreso. Por tanto, en la figura del peatón se instala la identidad colectiva capaz de hacer con su tránsito un gesto disidente en el espacio agonista construido por los carteles, eslóganes, graffitis y pancartas de la ciudad. La ecopoesía de Parra es un llamado político a la movilización de los cuerpos y la conciencia que provoca también, con el gesto de la lectura, un acto contestatario: leer la poesía de Parra es en sí misma una acción contestataria, es colocarse del otro lado de la tradición y de este lado de la denuncia y el conflicto.

No parece casual que la poesía de Parra vuelva a las calles, escapando así del cerco literario. Su antirretrato y muchos de sus versos aparecen en varios muros de barrios populares de Santiago, esténciles, retratos con técnicas pixeladas y versos que se repiten, como los que cierran el poema «Chile»: «Creemos ser país/y la verdad es que somos apenas paisaje» (de Obra gruesa, 1969). El retorno a los muros de la primera persona del plural del poeta con versos de un poema crítico y desalentador manifiesta este disentir político que el poeta representa y con el que cumple, así, el gesto performativo del transitar urbano: devuelto a las calles, su rostro recuerda al peatón el ecompromiso político con su ciudad, el conflicto latente en cada uno de sus pasos y sus trayectos, el enfrentamiento agonista que debe asumir en el campo de acción urbano. Este es el disentir político en sentido estético que ocupa el espacio público de los muros, y que convierte a la figura del poeta en un gesto performativo de lo político.

 

Conclusión: Nicanor Parra en el Antropoceno

En un reciente trabajo, Arnaldo Donoso Aceituno estudia la poesía chilena de los últimos años que tematiza las marcas del Antropoceno. Con figuras de fuerte tradición como Pablo Neruda, Enrique Lihn y Oscar Hahn, y otras más experimentales y performáticas como Cecilia Vicuña o Damsi Figueroa, el crítico chileno observa cómo las huellas del Antropoceno  «se sedimentan en la poesía, conformando estratos de imágenes y narrativas de nuestra condición actual o futura»[50]. Desde la tematización a los procedimientos experimentales y metapoéticos, asegura el autor, el efecto disruptor de esta poesía actualiza, desde lo ecológico, el sentido político de la literatura, permitiendo otras filiaciones y agencias[51]. En este sentido, y a casi veinte años de la aparición del término Antropoceno en las discusiones geológicas, resulta necesario empezar a esbozar una historia crítica del Antropoceno desde el Cono Sur que empiece por revisar la memoria colectiva de las relaciones de la sociedad con la naturaleza. En épocas de amenazas catastrofistas y discursos monolíticos, de imperativos económicos que regulan nuestras relaciones con humanos y no humanos, leer a Nicanor Parra es ante todo recordar otras formas de lo común y otras subjetividades capaces de movilizar desde el compromiso y la acción colectiva un saber ambiental constitutivo de prácticas contrahegemónicas.

El análisis de los ecopoemas a partir del modelo agonista planteado por Chantal Mouffe permite corregir cierta malinterpretación que tuvo la práctica política parriana en su tiempo y también arrojar nuevas luces a la reflexión actual llevada adelante por investigadores y activistas en el marco de la ecología política, ya que se evidenció cómo su obra figura los espacios democráticos de la confrontación y los modos en que los afectos pueden convocar identidades colectivas en la disputa adversarial por la hegemonía. En este sentido, observamos cómo los ecopoemas de Nicanor Parra, a través de diferentes recursos formales y poéticos, crean un espacio agonista del disentimiento, y movilizan en él afectividades alternativas y formas de identificación colectiva. Aunque hoy esa forma de concebir la ecología y de practicar política no es ciertamente marginal, los procesos geopolíticos y la acentuación de la crisis ecológica de la región que afecta el ambiente de los más pobres mantienen vigente la discusión política de la ecología, en la que el conflicto se percibe en términos de lucha y resistencia por la distribución desigual de los bienes comunes, por la apropiación de los recursos y por los sistemas de valoración de la naturaleza.

Como vimos, en Parra la ecología surge como el discurso de oposición y resistencia que se instala política y estéticamente como oposicional y es capaz de configurar un nuevo nosotros ecocéntrico en el que otros actores serán capaces de producir los afectos y los gestos del disentir político. La figura del peatón se vuelve entonces la subjetividad convocante que en su transitar urbano moviliza los cuerpos de la resistencia. Si aceptamos que la ecología política es un campo en el que se están construyendo «nuevas identidades culturales en torno a la defensa de las naturalezas culturalmente significadas y a estrategias novedosas de “aprovechamiento sustentable de los recursos”»[52], la propuesta de Parra muestra cómo estas identidades se configuran a través de la resistencia y la reconstrucción frente a la apropiación y destrucción que imponen los imperativos económicos del mundo globalizado. En un momento en que son necesarios los consensos y la intersección de disciplinas para buscar respuestas apropiadas a la crisis socioecológica, este estudio pretendió mostrar la productividad que provocan los vínculos entre poesía, ecología, estudios culturales y ecología política.

Nicanor Parra anticipó en el ecopoema dirigido a sus «ESTIMADOS ALUMNOS» la gran catástrofe ecológica conocida como «La muerte masiva de Cisnes de cuello negro» en el Santuario de la Naturaleza Carlos Anwandter en el Río Cruces en Valdivia, una situación que se empezó a denunciar en 1996 cuando empezó a funcionar la Planta Valdivia de Celulosa Arauco que descarga sus Residuos Líquidos Industriales (Riles) al río y desemboca en el Santuario. En el poema, escrito más de diez años antes de iniciado el conflicto ambiental, la voz del profesor anuncia su abandono del cargo para salir a protestar, y exhorta a sus alumnos a defender «los últimos cisnes de cuello negro/que van quedando en este país/a patadas/a combos/a lo que venga», para que la poesía se los pueda agradecer, aunque como sugiere Elvira Hernández en el poema que da inicio a este trabajo, aún hay crispación entre los cisnes del río Cruces con los de la poesía, muchas veces indiferente a la degradación ambiental.

Nicanor Parra sitúa su poesía como un circular en los flujos citadinos de transeúntes, ratas, moscas, carteles y advertencias, llamando al despertar del adormecimiento, de la erosión de memorias y relaciones. Una praxis ecológica exige, desde la perspectiva de Félix Guattari, localizar los vectores potenciales de subjetivación disidente a fin de componer otras configuraciones existenciales[53]; creo que la revisión crítica de autores como Nicanor Parra es fundamental para pensar nuevos agenciamientos de enunciación y ritmos existenciales que motiven otros paradigmas ético-estéticos y den una posible respuesta política a la forma en que vamos a vivir en el Antropoceno.

 

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Para citar este artículo / To reference this article / Para citar este artigo Rosa, Sofía. “La ecopoesía de Nicanor Parra como espacio de disentimiento”. Humanidades: revista de la Universidad de Montevideo, nº 6, (2019): 199-226

https://doi.org/10.25185/6.8

 

El autor es responsable intelectual de la totalidad (100 %) de la investigación que fundamenta este artículo.

 



[1]   Pablo Chiuminatto y Sofía Rosa, “Antes de la ecocrítica: una consideración bibliográfica a los estudios ambientales en Chile”, Anales de Literatura Chilena 30 (2018): 243-255.

[2]   Luis Oyarzún, Defensa de la Tierra (Santiago: Editorial Universitaria, 1973), 66.

[3]   Eugenio Raúl Zaffaroni, La Pachamama y el humano (Buenos Aires: Colihue y Ediciones Madres de Plaza de Mayo, 2013).

[4]   Oyarzún, Defensa de la Tierra, 26.

[5]   Nicanor Parra, “Aunque no vengo preparrado”, Universidad de Chile, http://web.uchile.cl/archivos/uchile/cultura/parra/discursos/oliphant1.html

[6]   Oyarzún, Defensa de la tierra, 49.

[7]   Nicanor Parra, Obras completas & algo + (1975-2006). Vol. II (Santiago: Galaxia Gutenberg, 2011), 1016.

[8]   Chantal Mouffe, El retorno de lo político: comunidad, ciudadanía, pluralismo, democracia radical, trad. Marco Aurelio Galmarini (Barcelona: Paidós, 1999), 14.

[9]   Arturo Escobar, “Ecologías políticas postconstructivistas”, Revista Sustentabilidad(es) 2 (2010): 83.

[10]  Chantal Mouffe, Política y pasiones. El papel de los afectos en la perspectiva agonista (Valparaíso: Editorial UV de Universidad de Valparaíso, 2016), 22.

[11]  Chantal Mouffe, El retorno de lo político, 21.

 

[12]    Entrevista emitida el 19 de enero de 1987 en TVE. Disponible completa en https://www.youtube.com/watch?v=zRmSt8S3jcU&t=500s

[13]    Michel Serres, El contrato natural, trad. Umbelina Larraceleta y José Vázquez (Valencia: Pretextos, 1991), 31.

[14]    Oyarzún, Defensa de la tierra, 82.

[15]  Nicanor Parra, “Mai mai peñi (Discurso de Guadalajara)” en Obras completas & algo + (1975-2006). Vol. II (Santiago: Galaxia Gutenberg, 2011), 601. El manifiesto completo se puede encontrar en blog El aullido publicado el miércoles 1 de enero de 2014 en el siguiente enlace: http://grupostirner.blogspot.cl/2014/01/propuesta-de-daimiel-1978.html

[16]  Niall Binns, “¿Por qué Ecopoesía?”, en Nicanor Parra o el arte de la demolición, Niall Binns (Valparaíso: Editorial UV de la Universidad de Valparaíso, 2014), 170.

[17]  Parra, Obras completas II, 92.

[18]  Enrique Leff, “La Ecología Política en América Latina. Un campo en construcción”, Polis 5 (2003): 5.

[19]  Parra, Obras completas II, 1017.

[20]  Marcone, Jorge, “The Stone Guests: Buen Vivir and popular environmentalisms in the Andes and Amazonia”, en The Routledge Companion to the Environmental Humanities, eds. Ursula K. Heise, Jon Christensen y Michelle Niemann (New York: Routledge, 2017), 232.

[21]  Marcone, “The Stone Guests”, 232.

[22]  Nicanor Parra, “Entrevista a Nicanor Parra”, entrevista de Ángeles Caso 19 de enero de 1987 en TVE, video en YouTube, 10:08, acceso el 15 de enero de 2019, https://www.youtube.com/watch?v=zRmSt8S3jcU&t=524s

[23]  Félix Guattari, Las tres ecologías, trad. Umbelina Larraceleta y José Vázquez (España: Pre-Textos, 1996), 37.

[24]  Nicanor Parra, “Discurso del Bío Bío”, en Obras completas II, 749.

[25]  Parra, Obras completas II, 176.

[26]  Parra, Obras completas II, 93.

[27]  Serge Latouche, La apuesta por el decrecimiento: ¿Cómo salir del imaginario dominante?, trad. Patricia Astorga (Barcelona: Icaria, 2009).

[28]  También Latouche refiere en varias oportunidades cómo el capitalismo y el socialismo son dos variantes del mismo proyecto de sociedad de crecimiento que centran el desarrollo de las fuerzas productivas en los recursos naturales: «¿No comparten ambos sistemas la misma visión operacional de la naturaleza como un instrumento manejable a merced para responder a la demanda? Tanto uno como el otro se proponen satisfacer la exigencia de bienestar social por medio del aumento indefinido de la potencia productiva»: Serge Latouche, La apuesta por el decrecimiento, 169.

[29]  El empleo reiterado del pronombre personal de la primera persona del plural o verbos conjugados en esta forma gramatical, los llamados a la solidaridad o el reclamo a las autoridades por el aire de todos, el desprecio por la contaminación que ensucia incluso el primer verso del Himno Nacional.

[30]  Serge Latouche, La apuesta por el decrecimiento, 144.

[31]  Serge Latouche, La apuesta por el decrecimiento, 140.

[32]  Parra, “Mai mai peñi (Discurso de Guadalajara)” en Obras completas II, 592.

[33]  Mouffe, El retorno de lo político, 18.

[34]  Niall Binns, “Epílogo”, en Con los ojos abiertos. Ecopoemas (1985-2006), Jorge Riechmann (Tenerife: Baile del sol, 2007), 311-312.

[35]  Federación del Movimiento Ecologista, “La Propuesta de Daimiel”, El Aullido (blog), 1 de enero, 2014, http://grupostirner.blogspot.com/2014/01/propuesta-de-daimiel-1978.html

[36]  Parra, Obras completas II, 1016.

[37]  Zaffaroni, La Pachamama y el humano, 101.

[38]  Stuart Hall, “El trabajo de la representación”, en Sin garantías: Trayectorias y problemáticas en estudios culturales, Stuart Hall (Quito: Envión editores, 2010), 451-452.

[39]  Juan Gabriel Araya Grandón, “Nicanor Parra. De la Antipoiesis a la Ecopoiesis”, Estudios Filológicos, nº43 (2008): 12.

[40]  Binns, “¿Por qué Ecopoesía?”, 160.

[41]  Binns, “¿Por qué Ecopoesía?”, 165.

[42]  Parra, Obras completas II, 178.

[43]  Cabe recordar que el adjetivo «inmundo» viene del griego y que al concepto base se le agrega un prefijo peyorativo, lo que en este caso vendría a significar «falto de limpieza», destacado en el poema de Parra por el uso de la minúscula del prefijo in-.

[44]  Oyarzún, Defensa de la tierra, 31.

[45]  Parra, Obras completas II, 179.

[46]    Parra, Obras completas II, 177.

[47]  Parra, Obras completas II, 181.

[48]  Joan Martinez-Alier, “Los conflictos ecológico-distributivos y los indicadores de sustentabilidad”, Polis, 13 (2006): párrafo 31.

[49]  Michel Serres, El contrato natural, 53.

[50]  Arnaldo Donoso Aceituno, “Imágenes del Antropoceno en la poesía chilena”, Anales de Literatura Chilena 30 (2018): 206.

[51]  Donoso Aceituno, “Imágenes del Antropoceno en la poesía chilena”, 213-214.

[52]  Leff, “La Ecología Política en América Latina”, 5.

[53]  Guattari, Las tres ecologías, 37.