doi: https://doi.org/10.25185/7.2
Estudios
Revisitando
el punto de inflexión interamericano en la Guerra Fría: la crisis dominicana de
1965, la intervención de Estados Unidos y la Fuerza Interamericana de la Paz
Revisiting
the inter-American turning point in the Cold War: the Dominican crisis of 1965,
the intervention of the United States and the Inter-American Peace Force
Revisitando o
ponto de inflexão interamericano na Guerra Fria: a crise dominicana de 1965, a
intervenção dos Estados Unidos e a Força Interamericana de Paz
Hugo Harvey1
ORCID
iD: https://orcid.org/0000-0002-7184-1670
1 Universidad de Santiago de Chile, Chile
Resumen:
Concluida la Guerra Fría el mundo académico ha reconocido la necesidad de analizarla bajo el prisma de los conflictos locales desarrollados en la «periferia», modificando los análisis e historiografías clásicas, destacando el rol de los actores secundarios en el juego de enfrentamiento ideológico y valorando la independencia de sus acciones. Este despertar historiográfico, junto con la desclasificación de archivos de las superpotencias, ha permitido coadyuvar al «revisionismo histórico», respecto a la efectividad, configuración, intensidad o modalidad de las acciones estadounidenses en su interacción con los gobiernos latinoamericanos. Sin embargo, aún persisten vacíos historiográficos, tal como el caso de la crisis de República Dominicana en 1965, la intervención de Estados Unidos y la conformación de la Fuerza Interamericana de la Paz de la Organización de Estados Americanos. Ante la ausencia de estudios, el presente artículo revisita los acontecimientos, aportando nuevos antecedentes y hallazgos, obtenidos del análisis de documentación desclasificada y entrevistas en terreno. De esta forma, los hechos se rescatan como «el» punto de inflexión interamericano en la Guerra Fría, demostrando su conexión con otros conflictos y su articulación por parte de Estados Unidos para incrementar la percepción de la amenaza comunista y el clima de inseguridad global.
Palabras clave: Crisis, Intervención, Guerra Fría, República Dominicana, Estados Unidos, Organización de Estados Americanos.
Abstract:
Since the end of the Cold War the academic world has recognized the need to analyze it under the prism of local conflicts developed in the «periphery», modifying the analysis and classical historiographies, highlighting the role of secondary actors in the game of ideological confrontation and valuing the independence of their actions. This historiographic awakening, together with the declassification of superpower archives, has helped to contribute to «historical revisionism», regarding the effectiveness, configuration, intensity or modality of US actions in its interaction with Latin American governments. However, historiographic gaps persist, such as the case of the Dominican Republic crisis in 1965, the intervention of the United States and the formation of the Inter-American Peace Force of the Organization of American States. In the absence of studies, this article revises the events, providing new background and findings, obtained from the analysis of declassified documentation and field interviews. In this way, the facts are rescued as «the» inter-American turning point during the Cold War, demonstrating its connection with other conflicts and its articulation by the United States to increase the perception of the communist threat and the climate of global insecurity.
Keywords: Crisis, Intervention, Cold War, Dominican Republic, United States, Organization of American States.
Resumo:
Concluída a Guerra Fria, o mundo acadêmico reconheceu a necessidade de analisá-la sob o prisma dos conflitos locais desenvolvidos na «periferia», modificando a análise e as historiografias clássicas, destacando o papel dos atores secundários no jogo do confronto ideológico e valorizando o Independência de suas ações. Esse despertar historiográfico, juntamente com a desclassificação dos arquivos das superpotências, ajudou a contribuir para o «revisionismo histórico», no que diz respeito à eficácia, configuração, intensidade ou modalidade das ações americanas em sua interação com os governos latino-americanos. No entanto, persistem lacunas historiográficas, como o caso da crise na República Dominicana em 1965, a intervenção dos Estados Unidos e a formação da Força Interamericana de Paz da Organização dos Estados Americanos. Na ausência de estudos, este artigo revisa os eventos, fornecendo novos antecedentes e descobertas, obtidas a partir da análise de documentação desclassificada e entrevistas de campo. Dessa maneira, os fatos são resgatados como «o» ponto de virada interamericano na Guerra Fria, demonstrando sua conexão com outros conflitos e sua articulação pelos Estados Unidos para aumentar a percepção da ameaça comunista e o clima de insegurança global.
Palavras-chave: Crise, intervenção, guerra fria, República Dominicana, Estados Unidos, Organização dos Estados Americanos.
Recibido: 15/11/2019 - Aceptado: 09/12/2019
Introducción
Concluida la Guerra Fría el mundo académico
-desde diversas disciplinas- ha reconocido la necesidad de analizarla, bajo el
prisma de los conflictos locales desarrollados en la «periferia», por lo cual
su historia ha adquirido una mayor gama interpretativa, rompiendo las barreras
de los análisis e historiografías dominadas por las superpotencias.[1] Este despertar
historiográfico, ha permitido analizar el conflicto mediante una mirada desde
los países considerados secundarios,[2]
lo que complementado con la masiva desclasificación de archivos de Estados
Unidos y la Unión Soviética, posibilitaron reinterpretar los acontecimientos,
junto con coadyuvar al «revisionismo histórico», iniciado en la academia estadounidense e
irradiado paulatinamente hacia Latinoamérica.[3]
Mediante lo expuesto es posible contar con
una perspectiva latinoamericana, que muestra una región -participante y
autónoma- de una política mundial desde su origen republicano.[4] A su vez, al volver a
analizar la efectividad y modalidad de las prácticas intervencionistas de las
potencias, se logra visualizar que no siempre lograban sus cometidos, en el
sentido de modificar las tendencias de los desarrollos políticos internos.[5]
Es así como surgió una nueva generación de investigadores, provenientes de diversas instituciones, quienes examinaron de manera más enérgica el ascendiente del continente latinoamericano en la tumultuosa geopolítica de la segunda mitad del siglo XX.[6] Principalmente se han visto estimulados por un especial interés en estudiar operaciones encubiertas, ejecutadas por Estados Unidos en apoyo a su política exterior. Tal es el caso de PB SUCCES en Guatemala, donde los esfuerzos norteamericanos apoyaron al coronel Castillo Armas en sus planes para destituir al presidente Jacobo Árbenz.[7] También, Track I y II, donde las voluntades y acciones desarrolladas en Chile, entre 1963 y 1973, se desplegaron para contener la llegada del comunismo a través de las urnas.[8]
Sin embargo, existe otra acción inexplorada. La crisis de República Dominicana en 1965, la intervención de Estados Unidos y la conformación de la fuerza interamericana de la paz (FIP) de la Organización de Estados Americanos (OEA). La incursión norteamericana no solo representó la primera acción directa -en un país latinoamericano- en Guerra Fría, si no que constituyó un punto de inflexión en las relaciones interamericanas, al utilizarse la OEA para los fines del país del norte. Esta instancia terminó por legitimar la invasión, al conformar una fuerza con el concurso de otros Estados de la región, demostrando la inobservancia del principio de «no intervención», el que constituye la piedra angular de su Carta fundacional. A su vez, generó divergencias entre la Organización de Naciones Unidas y el organismo interamericano, forzando la creación de la primera operación de paz en América Latina, aunque finalmente el Consejo de Seguridad terminó por aceptar el papel de la OEA en la resolución del conflicto, con la consecuente conformidad tácita de la primacía de Estados Unidos en su «esfera de influencia».
Lo anterior representa una omisión o un vacío historiográfico -que comenzó a gestarse luego de sucedidos los hechos-, a raíz de una serie de factores. Estos transitan desde aspectos de la disputa global hasta las políticas domésticas, tanto estadounidenses como latinoamericanas, a raíz de las presiones ejercidas por Estados Unidos buscando apoyo político a su intervención y el interés de los gobiernos locales por mantener los planes de ayuda económica. A esto se suma el incipiente desarrollo de la disciplina de las Relaciones Internacionales, que se vivía en los años sesenta en la región.[9] Los antecedentes expuestos permiten afirmar que la historia y los análisis de esta intervención, deberían abordarse con un interés -o ímpetu- similar al de los otros casos señalados. Considerando que el vacío señalado ha soslayado la importancia de este episodio, la propuesta se orienta a rescatarlo y revisitarlo, situándolo en la historia del Sistema Interamericano durante la Guerra Fría, junto con posicionarlo dentro del contexto más amplio de la política internacional del período.
1. Revisitando los hechos de la crisis
a. Antecedentes y la intervención de Estados Unidos
En 1965 República Dominicana se encontraba gobernada por un triunvirato, el cual había llegado al poder luego de un golpe de Estado que derrocó a Juan Bosch, primer presidente elegido en forma democrática, después de la era de Rafael Trujillo. Este gobierno de facto fue encabezado en un principio por Emilio de los Santos, desde el 26 de septiembre al 23 de diciembre de 1963, y más tarde por el coronel Donald Reid Cabral. Estos acontecimientos eran de preocupación para Estados Unidos y su presidente John F. Kennedy, quien -a pesar de poner énfasis en el desarrollo socio-económico de Latinoamérica- dispuso analizar una incursión militar armada para «solucionar» las circunstancias.[10] No obstante, los desasosiegos estadounidenses no comienzaban ni terminaban con estos hechos en República Dominicana, producto de la acción militar trujillista en contra de Bosch, encabezada por el coronel Elías Wessin y Wessin.
En efecto, República Dominicana no se
presentaba de manera repentina a Estados Unidos, por el contrario -junto con
las repercusiones de la revolución cubana- ocupaba un papel preponderante en la
agenda norteamericana para América Latina, siendo su principal interés la
salida de Trujillo. John Kennedy comenzó a aplicar una serie de medidas
tendientes a debilitarlo, entendiendo la nueva realidad de la amenaza comunista
en la región. Esto a pesar del irrestricto apoyo brindado durante los
cincuenta, por considerarle un garante de la estabilidad política, la
alternativa más plausible a una revolución y mejor opción que sus enemigos
internos o externos.[11]
Cabe destacar el hecho de dejar a República
Dominicana fuera de la Alianza para el Progreso, por cuanto la democracia
representativa era el marco político indispensable para su cumplimiento.[12] A su vez, en mayo de 1961,
Kennedy envió a Santo Domingo a su asesor Robert Murphy, con la finalidad de
sugerir a Trujillo que preparase su retiro y visualizara las repercusiones que
se sucederían en el país al momento de su muerte. En el informe de esta comisión,
Murphy recomendó en el mismo sentido de la resolución adoptada y señaló que «la
Alianza para el Progreso podría verse ensombrecida ante los ojos de los
latinoamericanos si nos acercamos a cualquier cosa parecida a una política
amistosa hacia Trujillo».[13]
Ante la ausencia del soporte económico y
político de Estados Unidos, Trujillo fue objeto de una serie de conspiraciones,
algunas de las cuales contaron con el apoyo de los servicios de inteligencia
norteamericanos, hasta que el 30 de mayo de 1961, fue ultimado en un ataque
cuando se dirigía a su hacienda Fundación en San Cristóbal.[14]
No obstante, su desaparición física no significó un fin de era, puesto que su
vicepresidente Joaquín Balaguer continuó ejerciendo formalmente la primera magistratura,
acompañado de su hijo Ramfis, quien regresó a Santo Domingo desde París
poniéndose de inmediato al frente de la situación. Los repercusiones del
atentado harían despertar las energías sociales y políticas, que se
manifestarían en el triunfo de Juan Bosch en las elecciones del 20 de diciembre
de 1962 y se coronarían con su asunción al gobierno el 27 de febrero de 1963.[15]
Respecto a las primeras medidas ejecutadas por Bosch, existen dos visiones contrapuestas. Desde quienes apoyaron su gobierno, se sostiene que comenzó a cumplir sus promesas de campaña.[16] Sin embargo, otra aproximación afirma que dio inicio a una máquina reformista social, económica y valórica, afectando una serie de intereses nacionales e internacionales.[17] La tesis de una maniobra refundacional fue la que primó, al punto que fue derrocado por un grupo militar pro-Trujillo, instalando un trinvirato que carecía de una base sociopolítica sólida, al haber sido producto de un golpe de Estado. A este panorama se sumaba la persistencia de altos niveles de corrupción en la administración pública, más el carácter represivo del gobierno tripartito. Frente a este escenario de crisis, el 24 de abril de 1965 se produjo un contra golpe, con la intención de restituir a Bosch en el poder, quien se encontraba relegado en Puerto Rico. Este levantamiento militar, protagonizado por oficiales jóvenes del ejército, autodenominados «constitucionalistas» y, paradójicamente, liderado por dos coroneles quienes eran hijos de generales que habían servido en el gobierno de Trujillo, Rafael Fernández Domínguez y Francisco Caamaño Deñó.[18] Este movimiento provocó la fragmentación de las fuerzas armadas dominicanas, produciéndose enfrentamientos con victorias parciales para cada bando, con lo cual no quedaban dudas que se había originado una guerra civil.
b. La intervención de Estados Unidos
El gobierno estadounidense enfrentado a esta dinámica revolucionaria incontrolable, decidió intervenir militarmente en la zona oriental de La Española. El 27 de abril de 1965 una patrulla de infantería de marina desembarcó en la capital de República Dominicana, con la finalidad de evacuar alrededor de mil compatriotas, desde la base naval de Haina, cuya seguridad estaba amenazada producto de los enfrentamientos entre «constitucionalistas» y «protrujillistas».[19] Al día siguiente se dispuso un incremento en el contingente, a raíz de los informes de la embajada de Estados Unidos que reflejaban una situación de caos total y ante las solicitudes del embajador William T. Bennett.[20] El presidente Lyndon B. Johnson fundamentó su resolución: «acabo de terminar una reunión con líderes del Congreso y les informé sobre la grave situación. Informé sobre las decisiones que este gobierno considera necesarias en esta situación a fin de proteger vidas norteamericanas».[21] Para luego exponer los términos prácticos de su decisión:
He ordenado al Secretario de Defensa que
ponga en tierra las tropas norteamericanas necesarias para brindar protección a
los centenares de norteamericanos que todavía están en la República Dominicana
y escoltarlos en seguida hasta este país. La misma asistencia estará a
disposición de ciudadanos de otros países, algunos de los cuales ya han
solicitado nuestra ayuda. En cumplimiento de mis instrucciones, han
desembarcado 400 infantes de marina.[22]
Posteriormente, el 1 de mayo, se ordenó
aumentar los marines, más el refuerzo de gran parte de la 82va
división aerotransportada del ejército, esta vez con una misión más compleja
que implicaba entrar en combate, con el propósito de permitir a las fuerzas
leales al triunvirato romper contacto con los «constitucionalistas».[23] Estos últimos, de acuerdo a
los informes de inteligencia y las aprensiones de Johnson, podrían terminar
siendo dirigidos por elementos comunistas.[24]
Las modificaciones a la tarea de la fuerza quedaron plasmadas en una segunda
alocución, pronunciada por el presidente el 2 de mayo, en la que denunció que
líderes comunistas dominicanos, muchos de ellos entrenados en Cuba, se habían
plegado a la revolución viendo una oportunidad para aumentar el desorden y que
estaban ganando control.[25]
Por lo anterior, desde la academia estadounidense, la crisis se divide en dos fases cada una con su propia justificación. Para Pope Atkins y Larman C. Wilson, la primera mediante el desembarco de los infantes de marina con la finalidad de proteger las vidas de sus compatriotas y una segunda desde el incremento de las fuerzas de ocupación para prevenir una revuelta comunista.[26] De cualquier forma, Charles Zorgbibe considera que la decisión de intervenir demuestra que Estados Unidos no estaba dispuesto a tolerar otra deserción en su propia zona de influencia.[27]
Según el comandante de las tropas, general Bruce Palmer, desde un comienzo el objetivo de la invasión fue frenar cualquier tipo de injerencia comunista en la pugna interna de República Dominicana. En su recuento de la operación indicó que su «misión asignada era proteger las vidas y propiedades norteamericanas, la misión “no asignada” era impedir otra Cuba y, al mismo tiempo, evitar otra situación como la de Vietnam».[28] La premura de Johnson lo forzó a asumir la decisión de intervenir unilateralmente en la isla y demorar veinticuatro horas en informar su decisión al consejo de seguridad de las Naciones Unidas, a través del embajador Adlai Stevenson.[29]
c. La Organización de Estados Americanos
Producto de esta crisis la OEA debió asumir
una serie de roles y de responsabilidades desconocidas hasta la fecha, al
enfrentarse a hechos consumados y presiones diplomáticas de Estados Unidos, por
lo cual las dinámicas vividas se alejan de la división asumida en los análisis
académicos estadounidenses y muestran dinámicas particulares. En efecto, desde
el inicio de los hechos derivados de la situación dominicana, la diplomacia
norteamericana transfirió la responsabilidad a la OEA, con la intención de
revertir las repercusiones internacionales de su incursión.[30]
A su vez, citó a una reunión de emergencia del consejo, a través de su
embajador Ellsworth Bunker, para justificar la intervención y el no haber
informado en forma previa, junto con buscar el apoyo de los demás miembros del
organismo, en cumplimiento a las instrucciones del presidente Johnson.[31]
En consecuencia, el embajador Bunker
notificó «vagamente sobre circunstancias del desembarco y repitió la
declaración de Johnson según la cual el Consejo había sido informado previamente».[32] Asimismo, «señaló que un
grupo mixto de rebeldes civiles y militares controlaban Santo Domingo y que el
movimiento se encontraba en manos de la extrema izquierda, posiblemente
comunistas».[33] Mediante estas
aseveraciones se comenzaba a esbozar el motivo que tendría Estados Unidos
para incrementar su contingente en la isla. Básicamente Bunker, durante toda la
reunión, «destacó la gravedad de la situación interna dominicana y minimizó la
importancia del desembarco de los marines».[34]
Cabe señalar, que en el consejo de la OEA se
encontraba como representante dominicano el embajador José Bonilla Atiles,
designado por el triunvirato depuesto el 24 de abril, por lo cual debía
confirmar o aumentar lo manifestado por Bunker, confirmando su apego a la
intervención y que «apoyaría toda medida cualquiera ella fuese para evitar que
República Dominicana se convirtiese en una segunda Cuba».[35]
De la misma forma, insistió:
en que la violencia y el terrorismo eran obra
del comunismo, asegurando la presencia de 6.000 milicianos con armas cubanas.
Que Bosch y el PRD eran cómplices de un complot comunista. Pero por otro lado
afirmó el PRD estaba consciente de las garras en que había caído y repudia a
Bosch. Se trata de barrer los comunistas lo antes posible no por medio de
tratados si no qué utilizando sus mismas armas.[36]
Posteriormente, a raíz de las contradicciones
de los informes desde República Dominicana, el consejo aprobó la constitución
de una «comisión investigadora y pacificadora», con la misión de verificar los
hechos en terreno, la cual quedó
compuesta por Argentina, Brasil, Guatemala, Colombia y Panamá. Como presidente
y vicepresidente fueron electos los embajadores Alfredo Vázquez Carrizosa y
Ricardo M. Colombo, delegados de Colombia y Argentina.[37]
Este hecho constituye un hito clave en el desarrollo de la crisis, puesto que,
las maniobras diplomáticas norteamericanas y la exposición de una situación de
caos en la isla, significaba que Estados Unidos reforzaba su esfera de
influencia en América Latina. Esto al informar al consejo de seguridad de
Naciones Unidas, que la intervención representaba un accionar colectivo de la
OEA, basándose en el artículo 52° de la Carta de la ONU: «Ninguna disposición
de esta Carta se opone a la existencia de acuerdos u organismos regionales cuyo
fin sea entender en los asuntos relativos al mantenimiento de la paz y la
seguridad internacionales y susceptibles de acción regional, siempre que dichos
acuerdos u organismos, y sus actividades, sean compatibles con los Propósitos y
Principios de las Naciones Unidas».[38]
El 4 de mayo, luego de dos días de trabajo en
Santo Domingo, se dio a conocer al consejo de la OEA el informe de la comisión
investigadora, el cual señalaba que sus gestiones de pacificación y
conciliación estaban bien encaminadas, junto con solicitar la formación de una
fuerza interamericana.[39] Siguiendo las
recomendaciones, el 6 de mayo la OEA aprobó la conformación de la «Fuerza Interamericana de la Paz», lo
que en terminos prácticos significaba: «ipso facto, la transformación de
las fuerzas presentes en territorio dominicano en otra fuerza que no sería de
un Estado ni de un grupo de Estados, sino de un organismo interestatal, como es
la Organización de Estados Americanos, encargado precisamente de interpretar la
voluntad democrática de sus miembros».[40]
La resolución correspondiente fue patrocinada
por Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Costa Rica y Venezuela, siendo
aprobada por un estrecho margen de 14 a 5 votos. Es preciso destacar que,
dentro de las delegaciones que avalaron el refuerzo de tropas, se encontraba la
de República Dominicana, en representación de uno de los dos bandos oponentes
en la crisis. México, Uruguay, Ecuador, Perú y Chile votaron por el rechazo de
la propuesta, mientras Venezuela se abstuvo.[41]
Finalmente, la intervención de Estados Unidos
quedaba legitimada por la OEA, representando un éxito diplomático. En palabras
del embajador Bunker «lo primero que teníamos que hacer era tratar de convertir
la intervención en una FIP, y fue lo que hicimos».[42]
De esta forma, las tropas estadounidenses desplegadas en la isla, se vieron
incrementadas por contingentes de seis países: Brasil, Honduras, Paraguay,
Nicaragua, Costa Rica y El Salvador.[43]
2. Reacciones a la intervención de Estados Unidos y la formación de la Fuerza Interamericana de la Paz de la OEA
a. En los países latinoamericanos
Ante la incursión de Estados Unidos en la crisis dominicana, se generaron una serie de reacciones en los países de la región, en su mayoría rechazando estos hechos consumados y el apoyo de la OEA, generándose diversas protestas, dictámenes legislativos y declaraciones de gobiernos.[44] Según los analistas estadounidenses de prensa extranjera, las editoriales de rechazo fueron diez contra uno, incluso de los medios más conservadores. Casi la totalidad de las capitales latinoamericanas, a principios de mayo, fueron escenario de violentos disturbios.[45] En Argentina, por ejemplo, algunas organizaciones anticomunistas vitorearon el desembarco, mientras las agrupaciones de estudiantes se movilizaron en contra. La Universidad de La Plata y la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires fueron tomadas y se organizaron diversas expresiones de repudio.[46] De la misma forma, en Uruguay, el comité de juventud del Movimiento Popular Divisa Blanca manifestó su solidaridad con quienes luchaban en la «hermana República Dominicana por el establecimiento de un gobierno constitucional», junto con acusar a Estados Unidos de acciones «violatorias de claras normas internacionales, expresamente contraídas por las naciones americanas», suscribiendo la política exterior de su gobierno, como «único modo de salvaguardar la soberanía de las medianas y pequeñas naciones».[47]
En Chile la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile se presentó como la primera organización social en expresar su condena a la invasión norteamericana,[48] manifestándose con alrededor de doscientos integrantes frente al consulado de Estados Unidos.[49] Asimismo el partido de gobierno, la Democracia Cristiana, dio a conocer una declaración de repudio a lo acontecido, en términos más duros que los universitarios y que la cancillería.[50] Igualmente, confirmando las aprehensiones de la CIA,[51] el día del trabajador de 1965 giró en torno a condenar las acciones en Santo Domingo, al menos así se refleja en la proclama de la Central Única de Trabajadores, titulada «Fuera de Santo Domingo los yanquis asesinos».[52] La prensa también plasmó las diversas visiones presentes en la sociedad, por un lado, la izquierda desde El Siglo titulaba «Masacre Yanqui en Santo Domingo»[53] y a través de El Clarín publicaba en portada «Fuera los Yanquis»,[54] mientras en la vereda del frente El Mercurio consignaba «Confusa Situación Dominicana - Se Pide Reunión de Emergencia de OEA - Desembarcan en Santo Domingo 400 Infantes De Marina de Estados Unidos»,[55] relegando a un lugar secundario la intervención, y La Tercera de la Hora noticiaba en primera plana «USA interviene en revolución de Sto. Domingo».[56]
b. Desde la cultura, artes y letras
Desde el mundo de las artes, las críticas a
la intervención fueron dirigidas a Johnson, culpándolo de destruir el andamiaje
cultural interamericano -construido hace veinte años, básicamente representado
por la División de Artes Visuales de la Unión Panamericana-, a las cuales se
sumaban otras, a raíz de su política en Vietnam.[57]
Como una medida para contrarrestar los ataques, los asesores presidenciales
organizaron un encuentro denominado «Festival de las Artes de la Casa Blanca»,
el 14 de junio de 1965, el cual resultó un desastre y terminó por distanciar
definitivamente al presidente estadounidense de la «izquierda no comunista».[58]
Sin embargo, las principales reprimendas
apuntaron a la OEA al ser un mecanismo de legitimación de las intervenciones de
Estados Unidos y de romper el trato original de su fundación, las que se vieron
reflejadas en una verdadera deserción de los intelectuales latinoamericanos
hacia la CEPAL y otras organizaciones de la ONU, proceso que ya venía en
desarrollo desde la revolución cubana.[59]
El historiador colombiano, Germán Arciniegas, director de Cuadernos,
propuso la creación de una «Organización de Estados Latinoamericanos» asentada
en la unidad de destino y similitud de sus componentes, fundamentó que la OEA
había sido barrida por los estadounidenses y se encontraba fenecida de facto.
Asimismo, reflejó su temor de una escalada bélica en América Latina, al sostener que
«habrá veinte nuevos escenarios en donde podrá representarse el drama de la
Guerra Fría entre los Estados Unidos y Rusia».[60]
Sin embargo, evitaba enemistarse con el país del norte, agregó «no hay
otro continente de la tierra que nos vaya a ofrecer, por ejemplo, lo que
Kennedy, no solo como abierto deseo de impulsarnos por las vías del progreso,
sino como comprensión humana, generosa y sin reservas. Todo nos mueve a estar
cerca de los Estados Unidos, menos la seguridad en la igualdad del trato».[61]
Ahora bien, los reproches más severos a la OEA fueron formulados desde la poesía, retratando de manera nítida los sentimientos que inundaban a los artistas de la región. Así lo reflejan los versos de «La Isla Ofendida», obra del poeta dominicano Manuel Del Cabral -quien al momento de los hechos se desempañaba como embajador de su país en Chile-, en la cual denunció la utilización del sistema interamericano por parte de Estados Unidos:
Santo Domingo: ataúd de la OEA / aquí está ya la autopsia de la sucia... / la higiénica asquerosa, / celestina sin pueblo que vende nuestros pueblos. / Mi pequeño país / solo / solitario, / ha tenido el honor / de enterrar enterito ese cadáver.[62] Sin embargo, / los huesos de la / O, / la / E, / la / A, / tranquilos y orgullosos / llegaron a un acuerdo... / ¿A cuál? / A que no ha pasado nada... / Pero los muertos de mi pequeño país / hicieron un esfuerzo, / se levantaron / y están con ellos discutiendo.[63]
Las críticas del premio nobel de literatura de 1971, Pablo Neruda, merecen una mención especial. El poeta chileno compuso un poema denominado «Versainograma a Santo Domingo», en el cual se expresó con particular crudeza y descompostura, transitando por una serie de figuras, lugares y épocas. Mientras enaltecía la figura de Juan Bosch, vilipendiaba a Lyndon B. Johnson, Rafael Leónidas Trujillo y Cristóbal Colón, se refería a los sucesos de Vietnam y llegaba a insultar a las tropas norteamericanas:
Cuarenta y cinco mil hijos de perra /
bajaron con sus armas y sus cuentos, / con ametralladoras y napalm, / con objetivos
claros y concretos: / «poner en libertad a los ladrones! / y a los demás hay
que meterlos presos!» / Y allí están disparando cada día / contra dominicanos
indefensos. / Como en Vietnam, el asesino es fuerte, / pero a la larga vencerán
los pueblos. / La moraleja de este cuento amargo / se la voy a decir en un
momento / (no se lo vayan a contar a nadie: / soy pacifista por fuera y por
dentro!): / Ahí va: Me gusta en Nueva York el yanqui vivo / y sus lindas
muchachas, por supuesto, / pero en Santo Domingo y en Vietnam / prefiero
norteamericanos muertos.[64]
c. Divergencias entre la ONU y la OEA
La actuación de Estados Unidos y la OEA
también generó repercusiones globales, materializadas en el consejo de
seguridad de Naciones Unidas, el cual sostuvo veintiocho reuniones sobre esta
crisis durante los meses de mayo, junio y julio. La primera se desarrolló el 3
de mayo, a solicitud de la Unión Soviética,[65]
en respuesta a la carta donde el representante estadounidense informaba la
intervención.[66] El representante soviético,
Nikolai Fedorenko, expuso una extensa acusación sobre la intervención
dominicana, en la cual imputó a Estados Unidos de violar el derecho
internacional, exigiendo el retiro de sus tropas. Mientras su contraparte
estadounidense, Adlai Stevenson, luego de una amplia introducción histórica,
realizó una justificación de las dos fases de la operación.[67]
Las denuncias soviéticas fueron apoyadas por el representante cubano y el
uruguayo, siendo más severo el segundo, quien centró sus críticas en la «Doctrina
Johnson» y el deber del consejo de seguridad de intervenir en la crisis
dominicana.[68] Otros debates se basaron en
clarificar las facultades de este organismo y de la OEA en la crisis, en los
cuales Estados Unidos desplegó una serie de esfuerzos por mantener a la ONU
alejada del asunto. Finalmente, Naciones Unidas desestimó otorgar libertad de
acción a la OEA, designando un representante especial y un asesor militar para
dirigirse a Santo Domingo e informar al Consejo de Seguridad.[69]
3. La paradoja del vacío historiográfico
Por lo expuesto, resulta extraño que en
abril de 2015 al cumplirse los cincuenta
años de la intervención estadounidense en la crisis dominicana,
este asunto haya pasado desapercibido, permaneciendo ausente de cualquier tipo
de análisis histórico o político. Aún menos se evidenció alguna crítica al
sistema interamericano o a una alicaída OEA, desafiada constantemente por
organismos que intentan sustituirla.[70]
Tampoco se generaron escrutinios a las políticas exteriores de los Estados
americanos, de los que apoyaron la invasión o de aquellos que se opusieron a
Estados Unidos. Para reforzar esta omisión, se debe considerar que ni siquiera
se rescató el hecho a modo de juicio en contra del -tan impopular- «Imperialismo».
A pesar de la VII Cumbre de Las Américas, antesala propicia para debatir sobre
la política exterior norteamericana y su interacción con la región. Incluso el
expresidente Barak Obama, horas previas al encuentro, afirmó que «los
días en los cuales Estados Unidos intervenía en la región con impunidad habían
acabado».[71]
La realidad expuesta revela un vacío en dos ámbitos, uno teórico -desde las Relaciones Internacionales- y otro crítico -desde la Historia-, respecto a episodios sucedidos durante la Guerra Fría en Latinoamérica, lo que se explica por el contexto global y por las dinámicas particulares de cada país, lo que permitió que conflictos ajenos permanecieran inexplorados.
Cabe señalar que el tema de la intervención
norteamericana en la crisis de República Dominicana surgió de manera inesperada
al analizar la política exterior del presidente Frei Montalva, desde 1964 a
1970. De este modo, las corrientes historiográficas revisionistas y el análisis
crítico de la documentación, refleja que la ocurrencia de este hecho explica el
distanciamiento entre Chile y Estados Unidos, desde un apoyo irrestricto
-económico, político y encubierto-[72]
al proyecto de la Democracia Cristiana hasta un divorcio absoluto y niveles de
cooperación casi nulos.[73]
Las primeras aproximaciones a la
problemática fueron desde las dos teorías clásicas de la disciplina de las
Relaciones Internacionales, realismo e idealismo, complementadas con paradigmas
que se han elaborado con posterioridad, como el neorrealismo y el
transnacionalismo. Hedley Bull,[74] Hans Morgenthau[75] y Kenneth Waltz[76] posibilitaron comprender el
rol de Estados Unidos, luego los postulados Inmanuel Kant[77]
y Hugo Grocio[78] resultaron necesarios para
analizar el sistema internacional, las estructuras interamericanas y los
principios de no intervención y autodeterminación. Asimismo, la
«interdependencia compleja» de Robert O.
Keohane y Joseph Nye facilitaron apreciar
cómo una crisis civil
en El Caribe terminaba por impactar en todo el mundo.[79]
Sin embargo, la revisión de documentación desclasificada y las entrevistas con actores de los acontecimientos hicieron evidente que esta crisis y sus implicancias habían permanecido en el olvido o ausentes en los análisis de las políticas exteriores o los asuntos internacionales, e incluso de los recuerdos o memorias de sus protagonistas.[80] Por lo tanto, fue posible constatar un vacío historiográfico generado por una suerte de divorcio entre la Historia y las Relaciones Internacionales, lo que representaba una complejidad en sí, terminando por forzar un giro en la investigación, puesto que resultaba imposible analizar algo que no estaba «contado». De esta forma, se produjo un tránsito por un camino de tensiones disciplinarias, las que se fueron morigerando mediante el establecimiento de diálogos constantes y generación de puentes entre ambas disciplinas.
4. La esperanza dominicana. Expresión práctica del vacío analítico e historiográfico
En junio de 2016 se desarrolló en Santo Domingo el cuadragésimo sexto período ordinario de sesiones de la Organización de Estados Americanos. Tal como sucede en gran parte de estas instancias interamericanas, cada Estado, independiente de los temas establecidos en las tablas de trabajo e intercambios documentales previos, intentó imponer alguna cuestión para reivindicar hechos pasados o preparar terrenos a futuro. En efecto, durante este encuentro las discusiones fueron diversas y contrapuestas.
Estados Unidos, mediante su secretario de estado, John Kerry, se encontraba empeñado en materializar condenas públicas al gobierno venezolano de Nicolás Maduro. Puntualizó que su gobierno se mantenía comprometido «a trabajar con todos los estados miembros de la OEA con el fin de remediar la muy preocupante situación en Venezuela», con la finalidad de permitir a los ciudadanos de ese país a «utilizar los mecanismos constitucionales para expresar su voluntad en una forma pacífica y democrática». Luego sobrepasó el ámbito de acción de la organización al remarcar que:
Estados Unidos se une al secretario
general, Almagro, y a otros integrantes de la comunidad internacional para
pedir al gobierno de Venezuela la liberación de los presos políticos, el
respeto por la libertad de expresión y de reunión, el alivio de la escasez de
alimentos y medicinas, y que cumpla con sus propios mecanismos constitucionales,
incluyendo un referéndum revocatorio justo y oportuno que es parte de ese
proceso constitucional.[81]
Su contraparte, la canciller de Venezuela, Delcy Rodríguez, intentó rebatir las embestidas estadounidenses -mientras sondeaba apoyos entre las delegaciones más afines al chavismo/madurismo-, así manifestó en su alocución inicial el principio de soberanía de su nación para solucionar sus divergencias internas, junto con acusaciones de intervencionismo y críticas a Luis Almagro:
pruebas diarias tenemos de cómo el secretario general de esta organización se parcializa a favor de sectores opositores de Venezuela que pretenden derrocar al gobierno legítimo y constitucional del presidente Nicolás Maduro, pruebas irrebatibles de cómo el secretario general tiene una posición intervencionista sobre los asuntos internos de Venezuela, mal datado ya veo por Washington, sirviendo de agente a Washington. Estás en la nómina de Washington para intervenir en los asuntos internos de Venezuela. Los asuntos internos de Venezuela los dirimen los venezolanos.[82]
Por otra parte, la ministra de exteriores
argentina, Susana Malcorra, reiteró la solicitud a los Estados miembros de la OEA
de continuar apoyando el llamado a la reanudación de las negociaciones sobre la
cuestión de las Malvinas: «mi país ha expresado reiteradamente su posición a
dialogar con el Reino Unido de todos los temas relacionadas con las Malvinas
teniendo en cuenta los intereses de los habitantes de la isla y respetando su
modo de vida».[83]
Bolivia representada por su canciller David Choquehuanca, continuando su conducta de utilización del foro interamericano para su reivindicación marítima, manipuló el espacio para referirse a dos conflictos con Chile: el uso arbitrario de las aguas del río Silala y la demanda por una salida al Pacífico, y solicitó a la OEA «mantenerse informada hasta que las partes alcancen una solución definitiva sobre el acceso soberano de Bolivia al océano Pacifico tal y como lo establece la resolución de esta organización de 1979».[84] Ante lo cual, el ministro de relaciones exteriores chileno, Heraldo Muñoz, acusó a su par de perturbar la agenda de la OEA, en el sentido de estimar que sus declaraciones representaban «una desconsideración hacia la Corte de La Haya, ante la decisión de Bolivia de exponer en este foro sus problemas con Chile después de haber optado por la vía jurídica de ese tribunal internacional».[85]
No obstante, el país anfitrión -en su justo derecho- guardaba una esperanza, contenida hace años y reflejada en diversos ámbitos -políticos y académicos-, como lo declaró Mariñez, embajador de República Dominicana en Chile: «a la OEA le corresponde pedir los perdones correspondientes por lo realizado hace cincuenta años».[86] Ese espíritu se plasmó en el discurso inaugural del presidente dominicano, Danilo Medina, del cual resulta necesario reproducir los pasajes más representativos. Así, se dejará «hablar la fuente», con la finalidad de aquilatar los sentimientos de gran parte de ese país y la oportunidad que visualizaron en esa instancia. El mandatario dominicano sorprendió a los representantes de las 34 delegaciones americanas, los conminó a «volver la vista con actitud reflexiva y autocrítica hacia el pasado de la propia OEA» y propuso una «resolución de desagravio a la República Dominicana por el rol desempeñado por la OEA durante la revolución de abril de 1965». Luego, utilizando un término que refleja lo vivido por su país, afirmó haber sufrido una «“invasión” que en aquel momento fue legitimada por uno de los mecanismos de la OEA», la cual:
abortó el proceso democrático que se había iniciado con la elección como presidente de nuestro admirado líder, el profesor Juan Bosch, impidiendo así el retorno al orden constitucional, legítimamente establecido en el 1963.
Esta nefasta violación de la soberanía legítima de los dominicanos, producida en 1965 causó muerte, dolor e indignación en nuestro pueblo.
Es una herida aún abierta para muchos y que solo podrá sanar mediante el reconocimiento de lo sucedido por parte de la OEA y la petición de perdón que merece nuestra ciudadanía.
Conocemos bien el contexto histórico en el que se dio la invasión. Eran los años de enfrentamiento entre bloques. Eran los años en los que las relaciones entre Estados Unidos y Cuba eran prácticamente de guerra. Eran los años en los que el conflicto interno de Colombia apenas comenzaba.
Estamos seguros que la Organización de
Estados Americanos está en las mejores condiciones para asumir esa
responsabilidad. Propongo, por tanto, que enviemos un mensaje a todos los
pueblos de la región. Reconozcamos los errores del pasado y señalemos nuestro
compromiso renovado y total con los principios que dieron origen a la OEA.[87]
De esa forma, al día siguiente de la apertura la delegación de República Dominicana remitió a todas las delegaciones su propuesta de resolución. Mediante un lenguaje más moderado, que el utilizado por Medina el día anterior, en un texto breve y preciso, se sometía a aprobación para que la asamblea resolviera lo siguiente:
Expresar al pueblo dominicano su pesar por
haber respaldado, en 1965, la invasión de su territorio y el atropello de su
soberanía, solicitar su comprensión, pedir disculpas por el error histórico
cometido y a la vez condolerse por las víctimas ocasionadas, asumiendo el
compromiso de trabajar en procura de que acciones semejantes no se repitan en
el futuro.[88]
Lamentablemente, para las pretensiones dominicanas, la declaración aprobada -en la cuarta sesión plenaria celebrada el 15 de junio de 2016-, se alejaba completamente del proyecto presentado por el ministro de relaciones exteriores, Andrés Navarro, y de las expresiones vertidas en la inauguración del encuentro:
RECONOCIENDO que los acontecimientos de abril de 1965, que produjeron perturbación y luto, además de indignación, son todavía una fuente de desasosiego para el pueblo dominicano; y
REAFIRMANDO los principios de no intervención y del respeto a la soberanía consagrados en la Carta de la Organización de los Estados Americanos,
DECLARA:
1. Lamentar la pérdida de vidas humanas y expresar al pueblo dominicano las condolencias de la Organización.
2. Desagraviar al pueblo dominicano por las acciones de abril de 1965 que interrumpieron el proceso de restablecimiento del orden constitucional en la República Dominicana.
3. Reafirmar los principios del derecho
internacional, de la Carta de las Naciones Unidas y de la Carta de la
Organización de los Estados Americanos.[89]
Como es posible apreciar, el texto aprobado
por la asamblea sufrió sustantivas modificaciones con relación al propuesto por
sus autores, terminando en una declaración neutra que solo se refería a «acontecimientos»,
eludiendo términos
tales como «intervención» e «invasión». Asimismo, queda
de manifiesto que la OEA no reconocía responsabilidad ni participación en la
crisis que aquejó al país caribeño. Ya fuera por impericia diplomática o por
presiones de Estados Unidos, finalmente se renunciaba a una oportunidad única de poder resarcir el daño generado.
En consecuencia, la prensa del continente no mencionó este hecho, no se analizaron los contenidos entre lo propuesto por los dominicanos y la resolución final, tampoco se reflejaron las actitudes de las delegaciones americanas -en el sentido de cuáles vieron con buenos ojos la versión inicial o las que eliminaron los vocablos incómodos-, ocupándose solo de los temas más preponderantes para sus respectivos países. Lo que refuerza lo sostenido en el trancurso del artículo, respecto a los vacíos historiográficos y a la necesidad de revisitar los acontecimientos de nuestro pasado reciente.
5. La importancia de revisitar a la luz de nuevos antecedentes
A lo largo de estas líneas se han expuesto un conjunto de elementos sobre la crisis dominicana de 1965, los cuales recuperan un “hecho olvidado” -aunque no para los dominicanos-, junto con exhibir su trascendencia por sí mismo y como el punto de inflexión del Sistema Interamericano. Sin embargo, a continuación se aportarán otros antecedentes del análisis de documentos, entrevistas y trabajos en terreno. Estos refuerzan la importancia de revisitar estos acontecimientos, por cuanto es probable que continúen los hallazgos que permitan aquilatar sus repercusiones para el continente americano y para el contexto global de la Guerra Fría.
a. Conexiones de la crisis dominicana en el contexto de la Guerra Fría global
Como se ha señalado, han surgido corrientes
historiográficas que posicionan los conflictos periféricos en la lógica
internacional de la Guerra Fría, giro iniciado por Odd Arne Westad. Este
historiador, a raíz de la desclasificación de los archivos de las potencias,
consideró necesario volver a investigar sus políticas hacia el Tercer Mundo.
Así también, refuerza la idea sobre la irradiación de las pugnas intraestatales
y sus efectos desestabilizadores zonas geográficas completas, aprensiones que
influyeron en la conformación de alianzas políticas y militares. [90]
No obstante, Westad no establece conexiones
entre conflictos geográficamente alejados, enlace que sí realiza Herbert Mc
Master en su detallado análisis de la política exterior de Lyndon Johnson en
Vietnam, vinculando los sucesos en Asia con la crisis en República Dominicana,
y como esta se aprovechó como una forma de opacar las críticas del Congreso y de la
oposición. Para fundamentar este planteamiento cita a William Bundy, quien
recordaba que la intervención dominicana «y su justificación estuvieron bajo
gran volumen de fuego en los mismos cuarteles, tanto domésticos como
extranjeros, los que ya eran escépticos u hostiles a las acciones en Vietnam,
por lo que el presidente respondió a la presión del Congreso por lo que solo
puede describirse como un truco».[91]
En ese sentido, señala Mc Master, la crisis dominicana concedió a Johnson una oportunidad para sobreponerse a los reproches hacia su política en Vietnam, por cuanto el 4 de mayo de 1965 envió al Congreso una solicitud especial de setecientos millones de dólares para apoyar con esfuerzos adicionales en los teatros de operaciones de Asia y del Caribe:
no es una asignación de rutina. Por cada miembro del Congreso que apoya esta solicitud, también se vota para persistir en nuestro esfuerzo por detener la agresión comunista en Vietnam del Sur. Cada uno dice que el Congreso y el presidente están unidos ante el mundo en una determinación conjunta de que se preservará la independencia de Vietnam del Sur y que el ataque comunista no tendrá éxito.[92]
b. La cooperación civil – militar
Siguiendo en la línea de las conexiones con la guerra de Vietnam, cabe señalar que la experiencia estadounidense en República Dominicana generó conocimientos sobre la cooperación civil – militar, específicamente respecto al rol de la fuerza militar en apoyo a las labores diplomáticas. A pesar de esto, las aproximaciones desde este punto de vista son limitadas y escacean estudios independientes, ya que en su totalidad se han producido desde el ámbito de la defensa estadounidense.
El trabajo
más detallado fue realizado por el general
Bruce Palmer, comandante de las fuerzas de ocupación y segundo comandante de la
FIP, quien llamó la atención sobre el exiguo interés -y consecuente desconocimiento-
de los aspectos militares de la «Operación Power Pack». Sin
embargo, para estos efectos, su mayor aporte se basa en las acciones de la
fuerza militar en beneficio de la política, en este caso contribuyendo a las
gestiones del embajador de Estados Unidos ante la OEA, Ellsworth Bunker, quien
en todo momento mantuvo el control de la situación.[93]
Lawrence Yates concuerda sobre el eficiente trabajo del contingente militar
como refuerzo a las negociaciones, junto con evaluar la intervención como «exitosa», al evitar la captura del gobierno por parte de elementos
comunistas y por lograr un acuerdo político entre las facciones opositoras.[94]
En los mismos términos, Howard Shaffer en su
biografía del embajador Bunker -denominada Global Troubleshooter-,
concuerda en el éxito político de las operaciones, definiendo como notable su
trabajo diplomático, al identificar un presidente provisional en 1965 que
estuviera en la línea de las intenciones de Estados Unidos y mantenerlo hasta
las elecciones de 1966. Llamó a la crisis dominicana como «probablemente el
mejor momento diplomático de Bunker».[95]
Evitando profundizar en los niveles de
triunfalismo del accionar estadounidense -lo que aún es fuente de controversias-,
es un hecho que la crisis incrementó el prestigio político de Bunker, la
reputación del general Palmer y, por consiguiente, el reconocimiento a su
desempeño en conjunto. Así lo visualizó el militar quien señaló -aún en Santo Domingo-
que la calidad de su coordinada labor los haría reencontrarse en Vietnam,
escenario que a la sazón representaba el principal teatro de operaciones para
Estados Unidos. Casualidad o causalidad, lo cierto es que el oficial fue
destinado a comandar la principal fuerza estadounidense en el país asiático en
marzo de 1967 y dos meses después Bunker fue designado embajador en Saigón.[96]
c. Las razones de Johnson de intervenir en la crisis dominicana
Las evaluaciones más críticas, junto con la gran mayoría de los estudios de la intervención en República Dominicana, se han ocupado en mayor medida en el análisis de las motivaciones de Johnson para enviar una fuerza militar. Luego de sobrepasar una suerte de parálisis académica,[97] generada por la perplejidad de la realidad superando la ficción, historiadores y académicos se han ocupado del tema. En general la mayor parte de los académicos analizan los hechos a modo de condena.[98] Sin embargo, existen otros que justifican la intervención, entendiendo el panorama que se visualizaba desde Washington, por lo cual algunos intentan comprender el proceso de toma decisiones, junto con profundizar en la veracidad de un posible control comunista de la revolución. [99]
Tal como se señaló, una vez realizadas las evacuaciones de connacionales norteamericanos desde la zona de conflicto, Johnson modificó la motivación principal para mantener fuerzas en la isla, la que fue televisada el 2 de mayo: «lo que comenzó como una revolución democrática popular, comprometida con la democracia y la justicia social, a muy poco andar se transformó y ha sido tomada, y realmente capturada y entregada a en manos de una banda de conspiradores comunistas».[100] Este punto genera controversias respecto si las apreciaciones conformaban una imagen preconcebida de Johnson, o si bien se fundamentan en la información proporcionada. Respecto a la primera idea, cabe señalar que el 28 de abril de 1965 la CIA estrenaba un nuevo director, el almirante William Raborn,[101] quien -según Jonathan Colman- se encontraba «presto a entregar a su jefe lo que quería escuchae».[102] Por esto resulta pertinente revisar el «President’s Daily Brief» de aquel día, recientemente desclasificado:
Comunistas armados y otros elementos de extrema izquierda han resistido con éxito los ataques de hoy de las tropas leales de Wessin y Wessin. No está claro cuánto el éxito de la izquierda deriva de la confusión y la falta de coordinación y cuánto de la fuerza inesperada es parte de los comunistas. Como mínimo, Wessin enfrenta una amarga lucha «casa a casa» para limpiar Santo Domingo.
Como máximo, podría enfrentar un colapso repentino de sus propias fuerzas. En el último informe, las fuerzas leales estaban exhaustas y podrían «tirar la esponja» antes de esta lectura.
En cualquier caso, durante el día se ha
hecho cada vez más claro que el liderazgo de los rebeldes ha pasado a la
izquierda con algunos militares mezclados entre ellos, y los partidarios de
Juan Bosch han perdido el control. Como ha señalado el embajador Bennett, «una
victoria para los rebeldes en esta situación significará que el país sea tomado
por la extrema izquierda».[103]
En la misma línea, dos marxistas
dominicanos, José Israel Cuello y Narciso Isa Conde, reconocieron su intención
de asumir el control de la revolución, una vez que los leales al gobierno
fueran derrotados, lo que confirmaría los reportes de la CIA.[104]
Sin embargo, las versiones de los dos periodistas más preponderantes en
terreno, Tad Szulc y Dan Kurzman, desacreditaban las versiones sobre el caos
generalizado, los riesgos para las vidas estadounidenses e influencia
castrista.[105] Asimismo, Theodore Draper
y Abraham Lowenthal, se mostraron escépticos sobre las motivaciones de LBJ.[106] En cambio, Jerome Slater
justificó la intervención y enfrentó de manera directa las afirmaciones de
Draper, en el sentido de sostener que no existía «la menor duda que el factor
preponderante»[107] en los informes de la embajada de Estados
Unidos y el Departamento de Estado era «que la aparente inminente victoria
constitucionalista representaría un riesgo inaceptable de una toma de posesión
comunista»,[108] lo que fundamentaba la
operación. Aún más, señaló que los críticos ignoraban «la evidencia incontrovertible del
considerable papel comunista entre civiles armados y jerarquizados, que pronto
superaban la cantidad de los participantes militares originales en casi cuatro
a uno».[109]
Dentro del mencionado despertar académico, es destacable la obra de Piero Gleijeses, quien -luego de un riguroso trabajo de campo y de entrevistas a actores dominicanos- argumentó que los temores de la administración Johnson no provenían de una captura inmediata del movimiento por parte de La Habana o Moscú. Las preocupaciones se basaban en las consecuencias a largo plazo de otro régimen de Bosch, lo que significaría una paulatina cooptación de su reformismo por parte de una revolución de tipo castrista, la consecuente alineación con los postulados soviéticos y la eliminación de las inversiones e influencia de Estados Unidos.[110]
De las investigaciones en terreno, realizadas por el autor del presente artículo, resultó imposible hallar evidencias respecto al real poder comunista de asumir el liderazgo del movimiento. No obstante, se constató que el coronel Caamaño no contaba con capacidad para planificar operaciones, ni menos para ejercer el mando y control del movimiento revolucionario. En primer lugar, no existía el equipamiento de telecomunicaciones que le permitiera el enlace radial con de los «comandos», pequeñas agrupaciones paramilitares disgregadas por todo Santo Domingo. De la misma forma fue posible evidenciar nulas competencias para realizar un trabajo de «estado mayor».[111] A lo que se suma la exigua comunicación con sus asesores, a quienes no les transmitía las gestiones o reuniones que sostenía con la comisión de la OEA y con embajadores de diversos países. Este punto resulta clave, ya que el cuartel general constitucionalista se constituyó en el centro de la ciudad, dentro el edificio Copello, por lo que no accedían a la información de lo que ocurría en terreno.[112]
En síntesis, la decisión política de invadir de manera unilateral República Dominicana, continúa representando la más impugnada de Johnson en América Latina, y la principal interrogante para los historiadores sigue siendo la pertinencia de tamaño despliegue militar. Johnson afirmó haber salvado al país del comunismo internacional, fundamentado en informes de inteligencia que demostraban que el movimiento estaba siendo controlado por elementos castristas, razones suficientes para obtener la aprobación en el Congreso y entre la opinión pública.
Conclusiones
Mediante estas líneas se pretendió revisitar un episodio de la historia de América vagamente indagado, aportando una serie de elementos argumentativos, evidencias y la reconstrucción de los acontecimientos desarrollados en la crisis de República Dominicana, rescatando su preponderancia para América Latina durante la Guerra Fría, su importancia en el contexto de la contienda global y destacándola como «el» punto de inflexión del Sistema Interamericano.
De la misma forma, mediante el transcurso del artículo se han proporcionado diversos repositorios digitales, a través de los cuales es posible acceder a documentación desclasificada, que permiten ser partícipes de las nuevas corrientes historiográficas y de los procesos de «revisionismo histórico», los cuales no terminan de manifestar de manera sólida en los países latinoamericanos, ya sea para analizar las acciones de las superpotencias en su interacción con los gobiernos latinoamericanos, o bien, sus conductas en los ámbitos internacional y doméstico.
Igualmente, se ha representado la necesidad de continuar analizando las diversas aristas -y desde diferentes aproximaciones- que implicaron los hechos sucedidos, en República Dominicana, en Estados Unidos, en la Organización de Estados Americanos y en la totalidad de los países de la región, por lo cual se expusieron nuevos antecedentes y hallazgos, que debieran despertar la inquietud de historiadores y analistas, para este tema, o bien, para descubrir otros pasajes de la historia de la Guerra Fría.
Volviendo a la crisis dominicana 1965, los elementos de análisis presentados han permitido aquilatar lo sucedido en su justa medida, posicionando a la intervención de Estados Unidos al nivel de otros sucesos que han contado con mayor interés por parte de analistas e historiadores. Así se han apreciado sus repercusiones para República Dominicana, para la OEA y su relación con la ONU, para la política exterior e interna norteamericana y para el sistema internacional en su conjunto.
En el mismo orden de ideas, la modificación de las intervenciones de Estados Unidos en los países de la región, de una modalidad covert -Guatemala 1954, Cuba 1961 o Chile 1963- a una invasión directa, no solo rompieron con la política del Buen Vecino de la década de 1930, si no que en la práctica se produjo el establecimiento implícito de una nueva tipología en el uso de la fuerza. De manera tal que, la incursión estadounidense en Granada, las dos en Haití y sendas campañas en Irak, transformaron asuntos bilaterales en problemáticas multinacionales, mediante la convocatoria de aliados de manera previa, o bien, a través de alianzas conformadas sobre la base de hechos consumados en pos de justificar su accionar frente a la comunidad internacional.
Finalmente, enlazando lo señalado en el punto anterior y las conexiones entre la crisis dominicana y la guerra de Vietnam, es decir, la articulación del presidente Johnson para aumentar el clima de inseguridad global y lograr la inyección de mayores recursos para el esfuerzo bélico, junto a la sobredimensión de la influencia comunista en la guerra civil dominicana y el posterior reencuentro del embajador Bunker con el general Palmer en Saigón, permiten especular sobre si la intervención en República Dominicana no fue planificada de manera deliberada como una suerte laboratorio, para experimentar operaciones militares a gran escala, la contribución de las fuerzas a los objetivos políticos, o bien, para sondear alianzas y futuros apoyos para incursiones de corte similar.
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Harvey, Hugo. “Revisitando el punto
de inflexión interamericano en la Guerra Fría: la crisis dominicana de 1965, la
intervención de Estados Unidos y la Fuerza Interamericana de la Paz”. Humanidades:
revista de la Universidad de Montevideo, nº 7, (2020): 25-63.
El autor es responsable intelectual de la totalidad (100 %) de la investigación que fundamenta este estudio.
Editores
responsables: Ángel Soto: angelsoto@uandes.cl ;
Carolina Cerrano: ccerrano@um.edu.uy
[1] La mayoría de los trabajos que se refieren a la Guerra Fría han sido concebidos desde la perspectiva de las superpotencias, dejando en un segundo plano las dinámicas de los países de lo denominado Tercer Mundo. Para comprender el fenómeno desde las RRII remitirse a: Celestino del Arenal, Etnocentrismo y teoría de las relaciones internacionales: una visión crítica (Madrid: Tecnos, 2014). Desde la historiografía remitirse a: Gilbert M. Joseph y Daniela Spenser, eds., In from the Cold. Latin America’s new encounter with the Cold War (Durham: Duke University Press, 2008).
[2] Esta corriente historiográfica comenzó con: Odd Arne Westad, “Rethinking Revolutions: The Cold War in the Third World”, Journal of Peace Research 29:4 (1992): 455-464; Reviewing the Cold War. Approaches, Interpretations, Theory (Londres: Frank Cass Publishers, 2000); The Global Cold War. Third world interventions and the making of our times (Cambridge: Cambridge University Press, 2005). Desde una visión latinoamericana: Vanni Pettiná, Historia Mínima de la Guerra Fría en América Latina (Ciudad de México: El Colegio de México, 2017); Hal Brands, Latin America’s Cold War (Cambridge: Harvard University Press, 2010).
[3] “Read Bain The Wisdom of Hindsight”, Rampart Journal of Individualist Thought 1, n° 1 (1966): 1; Willard L. Hogeboom, “The Cold War and Revisionist Historiography”, The Social Studies 61:7 (1970): 314-318; Luis G. De Mussy, El orden del discurso y el giro crítico actual (Santiago: Universidad Finis Terrae, 2007), 29.
[4] Joaquín Fermandois, “La internacionalización de la Historia Internacional”, en Ampliando miradas. Chile y su historia en un tiempo global, eds. Fernando Purcell y Alfredo Riquelme (Santiago: RIL Editores, 2009), 39.
[5] Olga Ulianova, “Algunas reflexiones sobre la Guerra Fría” en Ampliando miradas, Purcell y Riquelme, 255.
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[7] Nick Cullather, Secret History. The CIA´s classified account of its Operations in Guatemala (1952 - 1954) (California: Standford University Press, 1999).
[8] U.S. Senate Select Committee, Covert
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[10] Foreign Relations of the
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[11] Lars Schoultz, Beneath the United States
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[12] Robert Holden y Eric Zolov, Latin America
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[13] FRUS, Memorandum from the
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[14] Bethell, Historia de América Latina, 238.
[15] Frank Moya Pons, Breve Historia Contemporánea de la República Dominicana (México: Fondo de Cultura Económica, 1999), 176.
[16] Piero Gleijeses, La Esperanza Desgarrada: La rebelión dominicana de 1965 y la invasión norteamericana (República Dominicana: Editora Búho, 2011), 160-165.
[17] FRUS, President Bosch and
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OCI N° 1564/63, June 14, 1963, https://history.state.gov/historicaldocuments/frus1961-63v12/d356.
[18] Arlette Fernández (Viuda del coronel Rafael Fernández, principal ideólogo de la revolución) y Milagros Caamaño (Hermana del coronel Francisco Caamaño, presidente constitucionalista) en entrevista con el autor, 16 de julio de 2014.
[19] Leo J. Daugherty III, The Marine Corps and the State Department. Enduring Partners in United States Foreign Policy, 1798–2007 (North Carolina: McFarland & Company Publishers, 2008), 189.
[20] FRUS, Telegram from the
Embassy in the Dominican Republic, N° 1128 03:16 zulu, N° 1146 17:18 zulu, N°
1149 19:00 zulu, Critic 4 20:15 zulu, Critic 5 20:40 zulu, Critic 6 23:02 zulu,
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[21] Lyndon B. Johnson, “Statement on Sending Troops to the Dominican Republic”, Miller Center - Universiy of Virginia, 28 de abril de 1965, https://millercenter.org/the-presidency/presidential-speeches/april-28-1965-statement-sending-troops-dominican-republic.
[22] Johnson, “Statement on Sending Troops to the Dominican Republic”.
[23] Bruce Palmer, Intervention in the Caribbean: The Dominican Crisis of 1965 (Lexington: University Press of Kentucky, 1989), 6.
[24] National Security Archive, Telephone conversation LBJ and Abe Fortas, WH6504.07–7388 Tape No. 7, April 29, 1965 https://nsarchive2.gwu.edu/NSAEBB/NSAEBB513.
[25] Lyndon B. Johnson, “Report on the Situation in the Dominican Republic”, Miller Center - Universiy of Virginia, 2 de mayo de 1965, https://millercenter.org/the-presidency/presidential-speeches/may-2-1965-report-situation-dominican-republic.
[26] Pope Atkins y Larman C. Wilson, The Dominican Republic and the United States (Athens: University of Georgia Press, 1998), 135.
[27] Charles Zorgbibe, Historia de las Relaciones Internacionales vol. 2 (Madrid: Alianza Editorial, 1997), 434.
[28] Palmer, Intervention in the Caribbean, 5.
[29] Letter dated 29 april 1965 from the Permanent Representative of the United States of America addressed to the President of the Security Council.
[30] Zorgbibe, Historia de las Relaciones Internacionales, 433.
[31] Dean Rusk (Secretario de Estado en 1965), entrevistado por Paige E. Mulhollan, 01 de febrero de 1970, Lyndon Baines Johnson Library Oral History Collection, transcripción, http://www.lbjlibrary.net/assets/documents/archives/oral_histories/rusk/rusk03.pdf.
[32] Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile (en adelante AMRE), DELCHILE OEA a MINREL, Telex 102, 29 abril 1965.
[33] AMRE, Telex 102.
[34] AMRE, Telex 102.
[35] U.S. Department of State, Department of State Bulletin (Washington D.C., 1965), 739.
[36] Department of State, Bulletin, 740.
[37] Organización de Estados Americanos (en adelante OEA), Acta Final de Décima Reunión de Consulta de Ministros de Relaciones Exteriores (Washington D.C., 1970), 11.
[38] Carta de las Naciones Unidas, Capítulo VIII, Artículo N° 52.
[39] AMRE, DELCHILE OEA a MINREL,
N° 114, 04 mayo 1965.
[40] OEA, Acta Final, 13.
[41] OEA, Acta de la Tercera
Sesión plenaria.
[42] Ellsworth Bunker (Representante en la OEA en 1965), entrevistado por Michael L. Gillette, 10 de diciembre de 1983, Lyndon Baines Johnson Library Oral History Collection, transcripción, http://www.lbjlibrary.net/assets/documents/archives/oral_histories/bunker_e/bunker3.pdf.
[43] Lawrence A. Yates, Power Pack: U.S. Intervention in the Dominican Republic 1965-1966 (Ft. Leavenwoth: Combat Studies Institute, 1988),147.
[44] Atkins y Wilson, The Dominican Republic and the United States, 137.
[45] Foreign Broadcast Information Service, Foreign Radio and Press Reaction to U.S. Involvement in the Dominican Revolt, 4 May 1965, folder ND 19/CO62 1/1/65–5/5/65, box 201 citado en Alan McPherson, Yankee No! Anti-Americanism in U.S.-Latin American Relations (Cambridge: Harvard University Press, 2003), 138.
[46] María Cecilia Miguez, “Illia y Santo Domingo: de las columnas de Primera Plana al golpe de Estado”, Ciclos en la historia, la economía y la sociedad 20, n° 40 (2012): 4.
[47] El País (Uruguay), “Declaración de la Juventud de la 400 sobre Sucesos en Santo Domingo”, 2 de mayo de 1965, 2.
[48] Senado de Chile, Diario de Sesiones Especial, 5 de mayo de 1965, 2270-2271.
[49] Central Intelligence Agency (en Adelante CIA), The President´s Daily Brief, 30 de abril de 1965.
[50] El Clarín (Chile), 1 de mayo de 1965; El Mercurio (Chile), 1 de mayo de 1965.
[51] CIA, The President´s Daily Brief.
[52] Senado. Diario, 2269-2270.
[53] El Siglo (Chile), 30 de abril de 1965.
[54] El Clarín (Chile), 1 de mayo de 1965.
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[56] La Tercera de la Hora (Chile), 30 de abril de 1965.
[57] Claire F. Fox, Making Art Panamerican. Cultural Policy and the Cold War (Minneapolis: University of Minnesota Press, 2013), 178.
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[59] John C. Dreier, The Organization of American States and the Hemisphere Crisis (New York: Harper and Row, 1962), 81.
[60] Germán Arciniegas, “¿Hacia una Organización de Estados Latinoamericanos?”, Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura 100, (septiembre 1965): 7, citado en: Germán Alburquerque, La trinchera letrada: intelectuales latinoamericanos y Guerra Fría (Santiago: LOM Editores, 2011), 159.
[61] Alburquerque, La trinchera letrada, 160.
[62] Manuel Del Cabral, La Isla Ofendida (Santiago: Horizonte, 1965), 13.
[63] Del Cabral, La Isla Ofendida, 14.
[64] Pablo Neruda, “Versainograma a Santo Domingo”, El Siglo (Chile), 1 de marzo de 1966.
[65] Letter dated 1 may 1965 from the Permanent Representative of the Union of Soviet Socialist Republics addressed to the President of the Security Council.
[66] Letter dated 29 april 1965 from the Permanent Representative of the United States of America addressed to the President of the Security Council.
[67] Department of State, Bulletin, 869 - 875.
[68] Estal Joseph Fette, Uruguayan Policy in Respect to the United States Intervention in the Dominican Republic, april, 1965 (Washington, D. C.: The American University, 1966), 76.
[69] Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, Resolución 203 (Nueva York, 1965).
[70] Christopher Sabatini,
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[71] BBC News (Reino Unido), “Obama says ‘days of meddling’ in Latin
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[72] U.S. Senate, Covert Action in Chile 1963-73.
[73] Joaquín Fermandois, “De una inserción a otra: política exterior de Chile, 1966-1991”, Estudios Internacionales 24, n° 96 (enero 1991): 434-435; Hurtado, “Chile y Estados Unidos”.
[74] Hedley Bull, The Anarchical Society: A Study of Order in World Politics (London: Macmillan, 1977).
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[77] Immanuel Kant, Sobre la Paz Perpetua (Madrid: Tecnos, 2005).
[78] Hugo Grocio, De Iure Belli ac Pacis (Amsterdam: Apud, 1631).
[79] Robert Keohane y Joseph Nye, Poder e Interdependencia. La política mundial en transición (Buenos Aires: Grupo Editor Latinoamericano, 1977).
[80] Sergio Molina (ministro de hacienda del gobierno de Eduardo Frei Montalva) en entrevista con el autor, 04 de diciembre de 2014; Gabriel Valdés (canciller de Eduardo Frei Montalva) en entrevista con el autor, 15 de junio de 2009; Gabriel Valdés, Gabriel Valdés. Sueños y Memorias (Santiago de Chile: Taurus, 2009), 131; Dean Rusk, As I saw It (New York: W. W. Norton Company, 1990).
[81] US State Department, “Remarks at the 46th Organization of American
States General Assembly”, https://2009-2017.state.gov/secretary/remarks/2016/06/258461.htm.
[82] Gobierno Bolivariano de Venezuela, “Discurso de la canciller Delcy
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[83] El Economista (España), “La canciller argentina pide a la OEA
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[84] Opinión (Bolivia), “Bolivia reivindica acceso al mar y nombra a su
agente para el Silala”, 15 de junio de 2016, https:www.opinion.com.bo/content/print/bolivia-reivindica-acceso-mar-nombra-agente-silala/20160615000100552761.
[85] La Segunda (Chile), “Bolivia reivindica en la OEA su salida al mar
y dice que se ‘hará justicia’”, 14 de junio de 2016, http://www.lasegunda.com/Noticias/Internacional/2016/06/1041475/Bolivia-reivindica-en-la-OEA-su-salida-al-mar-y-dice-que-se-hara-justicia.
[86] Universidad de Santiago de Chile, “Mesa redonda ‘Reflexiones a 50
años de la intervención de Estados Unidos en República Dominicana’”, 27 de
abril de 2015.
[87] OEA, Acto Inaugural 46 Asamblea General Ordinaria.
[88] Presidencia de la República Dominicana, “Propuesta declaración de
desagravio”, 15 de junio de 2016, https://presidencia.gob.do/noticias/republica-dominicana-presenta-en-oea-propuesta-declaracion-de-desagravio.
[89] OEA, Cuadragésimo sexto período ordinario de sesiones, 47.
[90] Westad, The Global Cold War.
[91] William Bundy, Manuscrito inédito, 17 citado en Herbert R. Mc Master, Dereliction of Duty: Lyndon Johnson, Robert McNamara, the Joint Chiefs of Staff, and the Lies That Led to Vietnam (New York: Harper Perennial, 1998), 282.
[92] The Public Papers of the Presidents, “Lyndon B. Johnson, 1965”,
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[93] Palmer, Intervention in the Caribbean, xi-1.
[94] Yates, Power Pack, 73.
[95] Howard B. Shaffer, Ellsworth Bunker: Global Troubleshooter. Vietnam Hawk (Chapel Hill: The University of North Carolina Press, 2003), 159.
[96] Bruce Palmer, The 25-Year War: America’s Military Role in Vietnam (Lexington: University of Kentucky Press, 1984), 47.
[97] Los estudios de esta intervención demoraron entre dos y tres años en publicarse.
[98] Theodore Draper, The Dominican Revolt: A Case Study in American Policy (New York: Commentary, 1968); Abraham F. Lowenthal, The Dominican Intervention (Cambridge, Harvard University Press, 1972).
[99] Jerome Slater, Intervention and Negotiation: The United States and the Dominican Revolution (New York: Harper & Row, 1970); Randall B. Woods, “Conflicted Hegemon: LBJ and the Dominican Republic”, Diplomatic History 32, n° 5 (2008): 749-766.
[100] Johnson, Report on the Situation in the Dominican Republic.
[101] CIA, Delivering Intelligence to Kennedy, Johnson, Nixon, & Ford (Washington: Center for the study of intelligence, 2015), 13.
[102] Jonathan Colman, The Foreign Policy of Lyndon B. Johnson. The United States and the World 1963–69 (Edinburgh: Edinburgh University Press, 2010), 178.
[103] CIA. Daily Brief.
[104] J. I. Quello y Narciso Isa Conde, “Revolutionary Struggle in the Dominican Republic and Its Lessons”, World Marxist Review 8 (1965): 92-103.
[105] Dan Kurzman, Santo Domingo: Revolt of the Damned (New York: Putnam, 1965); Tad Szulc, Dominican Diary (New York: Delacorte Press, 1965); John Bartlow Martin, Overtaken by Events: The Dominican Crisis from the fall of Trujillo to the civil war (New York: Doubleday & Company Inc, 1966); Marcelino Zapico, Revolución en Hispanoamérica: lo que ví en Santo Domingo (Madrid: Escelicer, 1966); Marcel Niedergang, La révolution de Saint-Domingue (Paris: Le Cercle Du Nouveau Livre D’histoire, 1966).
[106] Draper, The Dominican Revolt.; Lowenthal, The Dominican Intervention.
[107] Jerome Slater, Intervention and Negotiation, 31.
[108] Jerome Slater, Intervention and Negotiation, 33.
[109] Jerome Slater, Intervention and Negotiation, 38.
[110] Piero Gleijeses, The Dominican Crisis: The 1965 Constitutionalist Revolt and American Intervention, trans. Lawrence Lipson (Baltimore: Johns Hopkins University, 1978).
[111] En términos militares se refiere a la capacidad de una fuerza militar de contar con asesores experimentados en la planificación y conducción de las operaciones, mediante un trabajo colaborativo de las «funciones primarias” de personal, inteligencia, operaciones y logística.
[112] Bonaparte Gautreaux Piñeyro (jefe de estado mayor constitucionalista y asesor de prensa del coronel Caamaño) en entrevista con el autor, 15 de julio de 2014.