doi: https://doi.org/10.25185/7.4

Estudios

 

Alemania oriental y América Latina durante la Guerra Fría:
trazos geopolíticos y resiliencia cultural

East Germany and Latin America during the Cold War: geopolitical outlines and cultural resilience

Alemanha Oriental e América Latina durante a Guerra Fria: traços geopolíticos e resiliência cultural

 

 

Ivan Witker1
ORCID iD: https://orcid.org/0000-0003-2390-8559  
1 Universidad Central, Chile
ivan.witker@yahoo.de

 

Resumen:

La República Democrática Alemana, en sus 41 años de existencia forjó y proyectó una identidad que sobrepasaba con creces sus capacidades geopolíticas. Fue un proceso singular e inédito, conducido básicamente por el jefe de Estado, Erich Honecker y por el políglota dirigente, Werner Lamberz. Se asume como clave explicativa general el entronque de una fuerte dinámica societal, relativamente autónoma (eigenständige), con la auto-percepción resolutiva de la elite en orden a generar una llamada sociedad socialista desarrollada. Se generó una identidad con proyección geopolítica, pese a la ausencia de una narrativa común entre gobernantes y gobernados. El elemento identitario germanooriental, no pensado en 1989, ha repercutido en las décadas posteriores a la reunificación a través de lo que se conoce como Ostalgie. En la obtención de un rol geopolítico propio, América Latina y especialmente Chile, fueron centrales. Como clave conceptual explicativa del vínculo con Chile, el paper profundiza el concepto Nibelungentreue (fidelidad emocional).

Palabras claves: Alemania oriental, geopolítica, Guerra Fría, América Latina, Chile, Ostalgie

           

Abstract:

The German Democratic Republic, in its 41-years long-life existence, forged and projected a national identity exceeding by far its geopolitical capabilities. It was an unique and unprecedented process, basically led by the Party and State´s chief, Erich Honecker and by Werner Lamberz, an polyglot top apparatschick. Both were the most prominent driving politicians in the effort to spread the international influence of East Berlin helping to get an own geopolitical position. The paper assumes as an explanatory concept the convergence between a strong societal dynamic, relatively autonomous (eigenständige) and highest-resolutive self-perception of the GDR elite. Through that was generated there an own identity with strong geopolitical projection, despite the absence of a common narrative among rulers and governed. This identity unthinkable in 1989 has had aftermaths in the decades after reunification by the so-known Ostalgie. In obtaining their own geopolitical role, Latin America and especially Chile, were key factors. The paper adapt the Wagnerian term Nibelungentreue (approximately emotional fidelity) as an explanatory concept for the latter.

Keywords: East Germany, Geopolitics, Cold war, Latin America, Chile, Ostalgie

 

Resumo:

A República Democrática Alemã, em seus 41 anos de existência, forjou e projetou uma identidade que excedia em muito suas capacidades geopolíticas. Foi um processo único e sem precedentes, liderado pelo chefe de estado, Erich Honecker, e pelo poliglota apparatschick, Werner Lamberz. Assume-se como chave explicativa geral a junção de uma dinâmica social forte, relativamente autônoma (eigenständige), com a auto-percepção resolutiva da elite, com a finalidade de gerar a chamada sociedade socialista desenvolvida. Uma identidade com projeção geopolítica foi gerada, apesar da ausência de uma narrativa comum entre governantes e governados. Esse elemento de identidade da Alemanha Oriental, inconcebível em 1989, teve repercussões nas décadas após a reunificação através do que é conhecido como Ostalgie. Na obtenção de seu próprio papel geopolítico, a América Latina e, especialmente, o Chile, foram cruciais. Como chave conceitual explicativa do vínculo com o Chile, o artigo aprofunda o conceito wagneriano de Nibelungentreue (fidelidade emocional).

Palavras-chave: Alemanha oriental, guerra fria, geopolítica, América Latina, Chile, Ostalgie

 

Recibido: 01/11/2019 - Aceptado: 10/12/2019

 

 

Introducción

Con dieciséis millones de habitantes, poco más de ciento ocho mil kilómetros cuadrados de superficie, unas FFAA con más de ciento cincuenta mil efectivos altamente entrenados y un PIB al año 1990 de aproximadamente US$ ciento cincuenta mil millones,[1] que bajo algunos parámetros la convertía en uno de los países más industrializados del orbe, la República Democrática Alemana (RDA) mostró al mundo el resultado más eficiente obtenido por un régimen comunista. Es decir, una economía planificada centralmente con un régimen político vertical; en este caso en torno al Partido Socialista Unificado de Alemania (PSUA). Fue un Estado con fundamentos ciertamente orwellianos, pero también muy compenetrado con el espíritu westfaliano de buscar un ejercicio posible de su soberanía. Ello unido a la idea huntingtoniana de pertenencia a uno de los bloques mundiales. Esta triple característica hizo que muy pocos pensaran en su implosión. Ni dentro, ni fuera de la RDA. Su elite, junto a una buena cantidad de invitados internacionales, se dio cita el 7 de octubre de 1989 en el simbólico Palast der Republik, a orillas del río Spree, a festejar cuarenta años de su fundación, sin siquiera tener un atisbo de lo que ocurriría sólo semanas más tarde.

Antecedentes aún dispersos, apuntan a un esfuerzo titánico de un pequeño grupo de personas para forjar y proyectar una identidad sobredimensionada respecto a las capacidades geopolíticas que su tamaño refiere. Su influencia internacional creció a pasos agigantados. En aquel proceso de crecimiento, América Latina -y Chile de forma bastante especial- jugó un papel central.

¿Cómo fue posible todo esto?, ¿cuál fue su punto arquimédico? Son preguntas rectoras. Estas permiten sostener la hipótesis de que, pese a tratarse de un régimen comunista, carente de aquella idea schmittiana de lucha constante entre alternativas políticas, como también de los «micro-poderes societales» de problematiza Michel Foucault en su Microfísica del poder, la hermética RDA logró forjar y proyectar una identidad propia. Base de aquello fue lo que Samuel Huntington establece como rasgo distintivo de los países, «la diferencia no es su forma de gobierno, sino el grado de gobierno con que cuentan».[2]

Es una identidad cuyos trazos impactan en lo que en la Alemania unificada de hoy se denomina Ostalgie. Un sentimiento difuso, guardado en las entrañas de las generaciones que vivieron su juventud y adultez en la RDA, y que hoy se proyecta sobre aquellas más jóvenes, y que habitan en los cinco Länder en que se dividió aquel territorio. Es una identidad que se prolonga, a treinta años de la caída del Muro, en resultados electorales que sorprenden a la democracia liberal alemana. La Ostalgie marca una de las principales tendencias de la vida política de la Alemania unificada. Es como si el film Good Bye Lenin[3] mostrase una resiliencia única.

 

La visión geopolítica germano-oriental durante la Guerra Fría

Conscientes de la autoridad cohesiva de que estaban dotados, dos dirigentes de la desaparecida República Democrática Alemana son claves para entender el posicionamiento externo labrado por aquel país durante la Guerra Fría, Erich Honecker[4] y muy especialmente, Werner Lamberz.[5] El primero, mayor que el segundo en edad, y número uno del régimen desde inicios de los setenta hasta 1989. Fue un hombre de modales toscos. Una figura política gris y orwelliana, pero capaz de divisar a su país en perspectiva histórica dándole un sentido de largo plazo. El segundo, impetuoso y refinado, dotado a fondo de aquella idea westfaliana de igualdad intrínseca de los Estados soberanos. Ambos lideraron un grupo férreo e instintivo, capaz de institucionalizar el arte de asociatividad con Moscú a que estaban compelidos por la Guerra Fría y combinarlo con matices propios. Les unía la idea de explorar, dentro de ese contexto, aquellos intersticios que permitieran bregar por reconocimiento de una estatalidad propia (Eigenständigkeit) con proyección geopolítica[6].

Este grupo dirigente provocó un cambio inter-generacional a inicios de los setenta, desplazando al histórico Walter Ulbricht, puesto en el poder por los soviéticos una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial. Así, en la RDA se abandonó la idea de apéndice soviético a la que parecía condenada desde que había irrumpido en la vida internacional el 7 de octubre de 1949. Era un grupo menos asociado a la era staliniana, ecuménico en sus cálculos, incontrovertible en lo ideológico y guiados por la idea imperativa de re-posicionar externamente a la RDA. Sabían que manteniendo apego general a Moscú, se podría alcanzar un status geopolítico más elevado para aquel estado alemán obrero y campesino, como gustaban denominarse. Punto de partida fue enfrentar la doctrina Hallstein, principio vigente en la formulación de política exterior de la República Federal Alemana desde 1955 hasta comienzos de los setenta y que reclamaba para la RFA la representación unívoca del Estado alemán en el sistema internacional -Alleinvertretungsanspruch[7].

La nueva cúpula definió pronto su idea matriz diferenciadora del resto de países del bloque soviético; se llamó sociedad socialista desarrollada (entwickelte sozialistische Gesellschaft.[8] Una expresión eufemística y coherente con la preservación del equilibrio global, pero que epitomizaba una especie de destino manifiesto para una cautelosa diferenciación del resto de las sociedades comunistas. Por un lado, impregnaba un sigiloso tinte nacionalista y, por otro, ayudaba a aumentar el perfilamiento propio de la RDA. Otorgó al país una raison d´etre de largo plazo. Pilares distintivos de esto serían los logros tecnológicos de la pequeña república. Aquí caben destacar dos muy relevantes y con elevado impacto societal.

Por un lado, la construcción en 1969 de la torre de televisión de Berlín (de 250 metros de altura en la Alexanderplatz), símbolo del avance tecnológico del país y reconocida obra de ingeniería que hasta hoy se mantiene como emblema del Berlín unificado. Su inauguración dio comienzo a la transmisión de la televisión en color en la RDA, la primera en el bloque pro-soviético. Si miramos comparativamente con la introducción de la televisión a color en el mundo, se debe admitir que se trata de un logro relevante. Por otro lado, está la figura de Sigmund Jähn, el primer alemán en llegar al espacio, en 1978, y considerado una suerte de héroe compartido, aunque de manera diferenciada, por la sociedad y el Estado. Estos dos logros son la evidencia de que aquello percibido por el grupo de Honecker y Lamberz era posible. Es decir, que, al interior del bloque soviético, existía la posibilidad de transformarse en proveedor de esa materia prima llamada conocimiento y que, por tradición, idiosincrasia y mentalidad, los demás países del bloque no estaban en condiciones de proveer. Es la singularidad de la Alemania oriental.

En el plano político externo, la apuesta del grupo en torno a Honecker y Lamberz fueron pasos concretos hacia esa cauta autonomía: exploración de vínculos económicos con países fuera de la órbita ideológica, especialmente con los de América Latina y árabes, y aumento de la representatividad diplomática propia. Esto significa que el grupo dirigente había llegado a la convicción que la división alemana ya era a fines de los sesenta un elemento clave del orden internacional, como reiteradamente reflexiona Kissinger. La Eigenständigkeit de la RDA aprovechaba los intersticios en la Guerra Fría.

Figura política clave de este proceso es Werner Lamberz[9]. No sólo por sus cualidades de alto operador político. Ser tan diestro en once idiomas (muchos de ellos hablados en el Tercer Mundo) le daba una ventaja gigantesca por sobre otros dirigentes. Reportajes de la época dan cuenta de una facilidad de palabra y carisma que lo convertían en una figura entre cautivadora e interesante. Fue una especie de canciller de las cosas vitales, depositario además de las grandes esperanzas de la intelectualidad y artistas en orden ampliar los márgenes de libertad; algo extraordinariamente sensible para los 16 millones de habitantes de un país ubicado en el corazón de Europa. Su aura cosmopolita lo hacía un dirigente capaz de adaptar la perspectiva dominante en el país a las nuevas circunstancias mundiales. Hasta ahora no se han ubicado antecedentes que permitan fundamentar las motivaciones por las que no asumió formalmente el cargo de ministro de Relaciones Exteriores, función que desde 1975 hasta la implosión de 1989, ocupó Oskar Fischer. En términos especulativos puede señalarse que quizás era considerado muy joven, pues el comunismo tendió siempre a gerontocrizarse.

Lamberz viajó un par de veces a Cuba y departió con los hermanos Castro y otros líderes de la Revolución Cubana, aprovechando para conocer a otros dirigentes latinoamericanos. Sin embargo, no tuvo gran sintonía, pues sus misiones no tenían necesariamente contenido ideológico, sino raisons d´ etat. Se entendía con Estados, para tratar materias militares, fomentar el comercio y ofrecer tecnologías made in GDR. Visitó 110 países. Uno de sus focos fueron aquellos que en la jerga marxista de los años sesenta y setenta se denominaba jóvenes estados nacionales, es decir países africanos y asiáticos donde existía la posibilidad de abrirle paso al comunismo, aunque se mantuviesen fuertes características locales. Eso lo llevó a extensas giras por Asia, África y países árabes. Fue justamente en uno de éstos últimos, en Libia, donde se encontró accidentalmente con la muerte.[10] Pese a su deceso, las bases ya estaban puestas y el proceso siguió avanzando con velocidad inusitada. La cúpula persistió en su gran objetivo estratégico, alcanzar la Eigenständlichkeit por la vía de una sociedad socialista desarrollada. Fue en ese momento en que apareció América Latina. El instrumento fueron los chilenos en el exilio, de los cuales alrededor de tres mil, vivían en la RDA.

 

América Latina: del annus mirabilis al annus horribilis de la RDA como actor internacional de la Guerra Fría

La visita del canciller de Allende, Clodomiro Almeyda a mediados de 1971 a Berlín oriental cumplió a cabalidad las expectativas del grupo de poder en torno a Honecker. Almeyda le aseguró a sus contrapartes el resuelto apoyo chileno al ingreso de la RDA a la ONU y a la Organización Mundial de la Salud (cuya postulación la diplomacia germanooriental había formalizado con semanas de antelación a la visita.[11] Inmediatamente después del viaje del canciller viajaron a diversas ciudades de la RDA, el conjunto folclórico Quilapayún y Víctor Jara (todo ellos militantes del Partido Comunista), cuyas multitudinarias presentaciones se convirtieron en verdaderos hitos culturales, especialmente para las generaciones más jóvenes. Sus desconocidos ritmos ayudaron a oxigenar la hasta ese momento lúgubre atmósfera cultural de la RDA. Impacto aún mayor tuvo el posterior viaje del cantante Víctor Jara junto al excéntrico cowboy del socialismo residente en Santiago, Dean Reed.[12]

El virtuoso círculo de 1971, se cierra con la visita del Secretario General del Partido Comunista, Luis Corvalán, quien fue recibido por Honecker con honores de jefe de Estado, ocasión que aprovechó para entregarle a Chile un crédito de US$ quince millones.[13] En enero de 1972, el Partido Comunista chileno celebró masivamente el 50 aniversario de su fundación, y la delegación de la RDA estuvo presidida por un muy influyente miembro del Buró Político del Partido Socialista Unificado de Alemania, Paul Werner.[14] A partir de entonces, la embajada germanooriental en Santiago se transformó en una verdadera punta de lanza de la más grande ofensiva diplomática de la RDA en América Latina. 1972 fue el annus mirabilis de la RDA.

Ese año abrió relaciones con Uruguay y Perú. En enero de 1973 con Costa Rica, Colombia, Guyana, México, Argentina, Ecuador, Bolivia y Brasil. Enseguida con Panamá, Jamaica, Nicaragua y Grenada. La ofensiva diplomática prosigue en África, con Angola y Etiopía como principales puntos de apoyo. En el cenit de su reconocimiento internacional, a comienzos de los 80, la RDA llegó a tener una cantidad impresionante de embajadas residentes repartidas por todo el globo.[15]

En 1979, Honecker estuvo en África. En 1981 fue invitado a Japón y se produjo la primera cita cumbre interalemana con el canciller Helmut Schmidt en la localidad de Werbellinensee; dos años más tarde, Honecker recibió en Berlín oriental al líder de la CSU Franz-Josef Strauss, quien había ayudado en ese entonces a la RDA a obtener créditos de la banca alemana occidental. En 1984, fue visitado por los premieres canadiense, Pierre Elliot Trudeau, griego, Andreas Papandreu, sueco, Olaf Palme e italiano, Bettino Craxi, y al año siguiente, viajó a Italia (primera visita a un país de la OTAN) y al Vaticano, donde es recibido por Juan Pablo II, con quien rápidamente intenta organizar una visita de éste a la RDA. En 1987, recorrió por primera vez la RFA (su natal Saarland, Bonn, Düsseldorf, Wüppertal, Essen, Munich y la ciudad donde nació Marx, Trier. Luego, se desplazó a Francia y España. En enero de 1986, once miembros de la Cámara de Representantes fueron invitados a Berlín oriental y recibidos por Honecker para analizar la posibilidad de reconocimiento mutuo con Estados Unidos. En los datos biográficos de Honecker que entrega la enciclopedia virtual wikipedia en alemán se confirman los esfuerzos en este sentido, y señalan que una posible llave podría haber sido el Congreso Mundial Judío. Fraude analiza este esfuerzo indicando que en 1988, Berlín oriental envió a un alto dirigente, como Hermann Axen (de origen judío) a Nueva York y Washington DC; y que Honecker recibió en Berlín a Edgar Moles Bronfman, presidente del Congreso Mundial Judío.[16] Un impresionante despliegue que confirma la idea estratégica de Eigenständigkeit.

Resulta curioso que en el núcleo de esta ofensiva global se hubiese instalado un germen chileno. En plena Guerra Fría, el lejano país hizo sentirse a la elite germano-oriental parte orgánica del mundo al ayudarle a iniciar el ansiado nivel de interlocución mundial. Según Krämer, «el Chile de Allende le entregó ciertos matices exóticos (exotische Nuancen) a la uniforme y gris sociedad germanooriental».[17]

Pese al agotamiento de las posibilidades comerciales visualizadas a inicios de los setenta, ya hacia mediados de los ochenta, habían sido alcanzados los dos objetivos centrales de su despliegue externo, legitimidad[18] y poder asociado a una estatalidad propia. La primera -la legitimidad- se revelaría como algo falso e inconsistente en unas pocas semanas entre octubre y noviembre de 1989 -el annus horribilis de la RDA- al derrumbarse el Muro de Berlín. La segunda caería un año más tarde, al producirse la reunificación alemana.

 

Chile como factor de la Guerra Fría periférica

La decisión de Erich Honecker de mirar a Chile como posibilidad de escape a la Justicia alemana y su consecuente solicitud de asilo, se constituyó en uno de los episodios más singulares, críticos y difíciles a que haya estado sometido un gobierno chileno. Pocas veces, Chile ha debido abordar cuestiones planetarias de envergadura y ésta probablemente haya sido la más acuciante de todas. Las razones fueron muchas. La lejanía geográfica, la distancia con el trasfondo político-ideológico en juego, cierto vértigo histórico chileno con asuntos globales y las singularidades de la transición post-Pinochet plenamente en curso, en la cual la influencia del Partido Socialista era clave.

Una adecuada problematización fluye recurriendo a la expresión wagneriana, Nibelungentreue,[19] que, como se señaló supra, refleja la idea de actos de fidelidad emocional. Esto es devolverle la mano a quien décadas atrás había mostrado una actitud generosa hacia alrededor de tres mil chilenos, de los cuales más de la mitad eran militantes socialistas y el resto comunistas. Previo a ello estuvo el gesto de la diplomacia chilena de poner en riesgo el vínculo con Bonn y oponerse a la doctrina Hallstein. Honecker, Lamberz y toda cúpula en germano-oriental valoraron aquel impulso idealista de la administración de Allende.

Por estas razones resulta comprensible su actitud tan efusiva adoptada por la dirigencia de Berlín oriental tras el 11 de septiembre de 1973. Sólo una semana después de producidos los hechos en Santiago, la RDA decidió interrumpir las relaciones diplomáticas con el gobierno de Augusto Pinochet y dar asilo a los militantes izquierdistas chilenos que llegaron a ese país por diversas vías, algunas legales, otras clandestinas. A todos se les ayudó -en términos materiales- de manera impensada y sistemática por medio de una verdadera política de Estado. Para atender los problemas de inserción de los millares de refugiados repartidos por todas las ciudades germano-orientales, Honecker creó en la capital una cuasi oficina consular, llamada Chile Antifascista, CHAF.

Con anterioridad, inmediatamente producida la destitución de Allende, Berlín oriental optó por involucrarse en la espectacular operación de rescate del Secretario General del Partido Socialista chileno, Carlos Altamirano, a través de la Stasi, y poniéndolo a salvo en Europa. Lo primero puede entenderse como una vuelta de mano en el plano de las emociones. Una retribución a quienes sin razones aparente, más allá del idealismo con que miraban los asuntos internacionales, se habían esmerado por hacerle un lugar a la RDA en el mundo. Lo segundo, para elevar el prestigio internacional de las singulares capacidades operativas de su servicio de inteligencia.

Markus Wolf, el mítico hombre que encabezaba la inteligencia germanooriental, asegura en sus memorias que su servicio no tenía una representación numerosa -como la cubana- en Santiago en septiembre de 1973 y que sus acciones las canalizaban a través de sólo dos agentes residentes. También subraya que a través de sus agentes infiltrados en la inteligencia germanofederal sabían de la inminencia del golpe militar (además se queja de que el Secretario General del PC chileno, Luis Corvalán, pese a ser advertido, ignoró la información). Wolf entrega el más pormenorizado relato de cómo la Stasi sacó clandestinamente de Chile a Carlos Altamirano (alias compañero Roberto). «Realizamos una de las misiones de rescate más complicadas de todas las que habíamos realizado hasta entonces. Un equipo de nuestros mejores funcionarios fue despachado para verificar la permeabilidad de los controles de inmigración en los aeropuertos chilenos, en el puerto de Valparaíso y en los pasos de carretera hacia Argentina»[20]. Altamirano y otras personas fueron sacadas del país en una compleja operación que incluyó barcos de carga y transportes terrestres en la cual tomaron parte catorce agentes de la Stasi.

Tal impacto en la confrontación global tuvo esta operación germanooriental que, meses más tarde, la KGB planificó una similar, la cual pudo haber sido aún más espectacular, rescatar a Luis Corvalán de la isla Dawson a través de comandos anfibios con base en submarinos en alta mar. El propio Corvalán se refirió en varios de sus libros de memorias a este episodio. Citando al general Vladimir KonstantinovichTolstikov, relata que problemas técnicos impidieron ejecutarla y, sólo tras aquel imprevisto, optaron por negociar por intermedio de los embajadores en la ONU e intercambiar a Corvalán por el poeta disidente Vladimir Bukovsky[21].

Aparte de estas consideraciones políticas frente a los sucesos en el lejano Chile, hubo otras de índole personal de Honecker; íntimas si se quiere. Mischa, como se conocía a Wolf, escribe:

La hija de Erich Honecker estaba casada con un chileno, de modo que Alemania oriental hizo todo lo posible por ayudar a la oposición de ese país. A Honecker le agradaba la idea de que Alemania oriental ofrecía ayuda humanitaria a quienes la necesitaban. Ayudar a Chile y a otros países latinoamericanos donde la izquierda estaba siendo diezmada por los gobiernos militares y de extrema derecha fue también una actitud apreciada por la juventud del Este. No es exagerado afirmar que estas campañas de los años 70 fortalecieron a Alemania oriental, al conferir a mi asediada nación un aura de respetabilidad.[22]

A mediados de la década de los ochenta, la RDA comenzó a vivir una urgencia que se convertiría en determinante en los años siguientes: diversificar al máximo su comercio en divisas. Otra vez, América Latina apareció en el horizonte. Si en la década anterior América Latina le produjo tantas satisfacciones de tipo político, que le habían permitido dejar atrás el aislamiento, ahora podría ser un buen campo de experimentación como socio comercial. Nuevamente los chilenos en el exilio estuvieron prestos a ayudar. En esta oportunidad, fueron aquellos que habían encontrado refugio en países latinoamericanos y habían tendido estrechos vínculos con los partidos social-demócratas de la región (y que habían accedido al gobierno en sus países). Estos intercedieron para que actuasen con receptividad ante las propuestas de la diplomacia germanooriental. Sin embargo, los resultados no fueron los buscados producto de la crisis de la deuda externa vivida por la región. Por consiguiente, las necesidades económicas obligaron a la RDA a destrabar lo que Raimund Krämer denomina la lógica del autobloqueo respecto a Chile, la única economía latinoamericana sin los graves problemas de endeudamiento y con signos de florecimiento. Berlín oriental elaboró un documento denominado «Medidas para el Restablecimiento de Contactos con Chile», que proponía un acercamiento independientemente de la prolongación o no del gobierno militar. Éste contemplaba reabrir una oficina de intereses en Santiago y comerciar, comprando principalmente cobre a través de intermediarios en Londres.[23]

Este paso a la desideologización de los vínculos con América Latina formaba parte de un creciente pragmatismo germanooriental y que incluyó, entre otros, el inédito encuentro de Honecker con el carismático líder de la Unión Social-Cristiana, Franz-Josef Strauss, y el viaje de Honecker a la RFA, inesperados para Moscú, pues ni siquiera fueron informados previamente, como solía ocurrir. Y es que la premura por obtener divisas se fue agudizando de manera paralela a la perestroika, lo que dio paso a un proceso de bifurcación entre los intereses de la RDA y los de la URSS. Un malestar mutuo que acompañó las relaciones bilaterales en el ocaso de estos dos desaparecidos Estados comunistas.

Tras la restauración democrática en Chile posibilitó el ascenso al poder de numerosos ex exiliados en la RDA. De los casi tres mil chilenos que vivieron allí, una veintena integró el círculo decisor aylwinista. Fueron ellos quienes protagonizaron una nueva vuelta de mano hacia Honecker, pagando con el otorgamiento de refugio a él y su esposa la última deuda inserta en esta espiral de fidelidades emocionales -Nibelungentreue- que cubrió las relaciones entre Chile y la RDA.

 

La identidad resiliente post Guerra Fría o la vigencia de La Leyenda de Paul y Paula

El impactante fantasma identitario germano-oriental que estremece a la democracia liberal de la Alemania unificada, a treinta años de la caída del Muro, muestra una gran cantidad de preguntas sin respuestas evidentes. Tal como lo visualizaban varias aproximaciones, una identidad que no se creía existente por la exacerbación ideológica de la Guerra Fría y cuyos vestigios se suponían de rápida evanescencia. Aquello se reveló como un cálculo aritmético. No societal. Menos aún geopolítico. Gerd Dietrich e Ilkjo-Sascha Kowalczuk son, hasta ahora, los únicos historiadores que se han ocupado de encontrar las raíces de la resiliencia que muestra esa identidad cultural germano-oriental. La particularidad es que ambos proceden de ciudades germanoorientales y han trabajado la problemática post-RDA desde aquella perspectiva. Los dos estiman que la idea de un régimen hermético y carente de la ausencia de esa idea schmittiana de una real lucha constante entre fuerzas opositoras, parece ser sólo uno de los supuestos a considerar. La anulación de los «micro-poderes societales» tradicionales que divisaba Foucault, por cierto, otro.

Dietrich y Kowalczuk, por separado, proponen circunscribir el monolitismo sólo a la esfera oficial (la de los gobernantes). Consideran un error adjudicarlo a toda la estructura del Estado totalitario y por ende que tuviese reflejos totalizantes en la sociedad. La novedad propuesta, consiste en asumir como hipótesis, que en la sociedad germanooriental -poblada mayoritariamente por gobernados- sí brotaron ciertos espacios para la realización, sea de tipo profesional, personal o grupal. Hasta ahora, las visiones del RDA- desde la perspectiva occidental- han asumido que la sociedad estaba anulada producto de su subyugación política; es decir producto de un Estado totalitario.

A la propuesta de diferenciación, agregamos aquí el orgullo tecnológico, cuyos clímax se pueden situar en la construcción de la torre de televisión y en el vuelo de Sigmund Jähn a la estación espacial Saliut 6 en 1978. Es decir, en la sociedad de la RDA hubo espacios no invadidos, así como una semilla de orgullo propio respecto a ciertos logros tecnológicos. Siguiendo la idea de Dietrich y Kowalczuk, añadiríamos los efectos fertilizantes de un fenómeno que supera la simple idea de una proto-identidad[24]. El fundamento de la hipótesis de Dietrich y de Kowalczuk radica en el reconocimiento que la elite -vale decir del grupo en torno a Honecker- realizaba ingentes inversiones en el desarrollo científico. Esto explicaría que en las universidades y centros de investigación de las empresas necesariamente se generaron espacios muy razonables de realización profesional, donde se logró plasmar esa inclinación industriosa que habita allí. También dicha hipótesis encuentra fundamento en el contexto de las experiencias comunistas. La Alemania oriental se situó en las antípodas de lo que pudiésemos señalar como Estado fallido. Ello porque debe asumirse que el régimen totalitario de Honecker exhibía una evidente gobernabilidad, lo que respalda la idea de una efectividad huntingtoniana. De ello daban fe los férreos controles fronterizos (incluso hacia sus vecinos comunistas), además de haber construido una muy sólida estructura institucional en todo el territorio nacional sin excepciones.

Dietrich y Kowalczuk observan además que en la Alemania oriental existió una vida cultural mucho más creativa, robusta e incluso innovadora de lo que suelen estimar investigadores en Occidente. Y que la clase media del país (absoluta mayoría en la población de la RDA), disfrutó o participó en ella. Este dinamismo cultural incubó aún más espacios de realización. Ahí divisan una dinámica societal muy compleja. Una realidad jamás comparable con la fugacidad del ejercicio del poder en otros regímenes totalitarios, como Cuba (acompañada de una pobreza presupuestaria crónica), o con la barbarie de los regímenes de Rumania o de Corea del Norte.

Dietrich añade, por ejemplo, la existencia en la RDA de trecientos cincuenta centros culturales de primer nivel (muchos de ellos de vanguardia en la música y el teatro). Hace cálculos de los presupuestos anuales destinados por la RDA al sector cultura, detectando que superaban largamente los de la propia Alemania occidental. Un dato no sólo desconocido hasta ahora, sino nada despreciable si se considera la diferencia poblacional entre ambas Alemanias. En palabras de Dietrich, el abultado presupuesto de todo el sector Educación forma parte de lo mismo[25]. Desde luego que también la iglesia luterana, con sus llamados rezos por la paz, coadyuvó de manera muy potente, a generar espacios alternativos, especialmente hacia finales de los 80. Esto entregó a la población condiciones para estimar una cierta realización participativa que coexistía con el ágora orwelliano de la polis germano-oriental. Algo similar puede decirse de las prácticas y éxitos deportivos de Alemania oriental.

Por otro lado, un asunto del todo desconocido sobre estos espacios relativamente seccionados de las esferas estatales, tiene que ver con el gran éxito cinematográfico de la RDA, La Leyenda de Paul y Paula. Se trata de un film rodado en los años setenta, cuya premiere fue dilatada por bastante tiempo debido a la discusión generada al interior del partido gobernante sobre un tema absolutamente central para un proyecto estratégico de sociedad socialista y desarrollada, ¿es posible o no la felicidad personal fuera de los ámbitos dictados por el régimen? Esta película incardina en lo que es el núcleo de la autopercepción de la RDA, tanto a nivel estatal como societal, pues trata sobre estos espacios seccionados de la esfera oficial. Discurre positivamente sobre ellos, haciéndolo en un contexto narrativo trágico. Se trata de una secuencia muy abstrusa para quien no la haya vivido, pero cuasi idiosincrática para los habitantes de la exRDA. Ello explica que La Leyenda de Paul y Paula se haya transformado en una película de culto entre los habitantes de los cinco Länder de la Alemania unificada que pertenecieron a la RDA y que se le reconozca como parte fundamental de la Ostalgie.

En suma, en aquel país brotaron estos espacios seccionados, que cohabitaron fuertemente con las estructuras estatales, y que más allá de si eran captados o no por el carácter orwelliano del Estado, se fortalecieron al punto de calar tan hondo en sus habitantes, que terminaron sobreviviendo al rápido colapso de 1989. Generaron un sentimiento difuso, guardado en las entrañas de las generaciones hoy ya mayores pero tan sorprendente, que se proyecta con una fuerza inesperada sobre la actualidad, dejando estupefacto a líderes políticos de la Alemania unificada, para quienes resulta, prima facie, inentendible que un pueblo sojuzgado, y que se liberó de la manera que lo hizo bajo la consigna Wir sind das Volk (Nosotros somos el pueblo), se apoye en él a treinta años de la caída del Muro.

Al hilvanar las observaciones de Dietrich y Kowalczuk respecto a la complejidad societal descrita con una auto-percepción resolutiva de una elite cohesionada en torno a Honecker, podemos sostener, que se dio allí un entronque tan paradojal como vital. La propuesta de ambos constituye, desde luego, un hallazgo de alto interés explicativo. Una gran singularidad y escasamente atendida desde el punto de vista eidético.

 

A modo de conclusiones

Es verdaderamente impactante cuán largo logró sobrevivir un país ubicado en el corazón del enfrentamiento global Este/Oeste, sin recursos naturales valiosos, con un sentimiento nacional dividido y con escasa población. Más impactante y complejo es aún su resiliencia de tipo cultural y su unicidad, la cual terminó gestando una identidad con trazos genuinos, de tipo societal, y que hasta el día de hoy se proyecta a través de la llamada Ostalgie. Esta ha demostrado una vitalidad inesperada y sorprendente tras la reunificación. Por eso puede sostenerse que la Alemania oriental fue única, singular. Fue un Estado que combinó pasmosamente tres aspectos fundamentales para entender su posicionamiento geopolítico, el huntingtoniano, el westfaliano y el orwelliano.

Un verdadero hallazgo es la constatación de una proyección ad extra absolutamente inédita. Al entroncar en los años de Guerra Fría, aquella dinámica societal compleja con la autopercepción resolutiva de una elite altamente cohesionada, Berlín oriental logró desarrollar un posicionamiento con trazos geopolíticos relevantes, cuyos laberintos están aún por descubrirse. Es un entronque que no es resultado de una narrativa común entre gobernantes y gobernados. América Latina, y en especial Chile, son importantes para comprender este proceso. Cuando Honecker decide solicitar asilo en Chile, lo hace a sabiendas que no sólo hay razones familiares para tal recurso, sino que las vidas políticas de ambos países que anidan en los años cincuenta- se asientan en una espiral de fidelidades emocionales mutuas, una especie de Nibelungentreue. América Latina fue para Berlín oriental un soporte durante la Guerra Fría, pues le permitió una proyección geopolítica muy por encima de sus capacidades objetivas.

 

 

Bibliografía

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Witker, Ivan. “Alemania oriental y América Latina durante la Guerra Fría: trazos geopolíticos y resiliencia cultural”. Humanidades: revista de la Universidad de Montevideo, nº 7 (2020): 93-112.

https://doi.org/10.25185/7.4  

 

El autor es responsable intelectual de la totalidad (100 %) de la investigación que fundamenta este estudio.

 

Editores responsbales: Ángel Soto: angelsoto@uandes.cl ; Carolina Cerrano: ccerrano@um.edu.uy

 

 

 



[1]   Cifra estimada por el sitio www.statista.de dedicado a almacenar y analizar las estadísticas de la RDA. https://de.statista.com/statistik/daten/studie/249230/umfrage/bruttoinlandsprodukt-bip-der-ddr/

[2]   Samuel Huntington, El orden político en las sociedades en cambio (Barcelona: Paidós, 2006), 13.

[3]   Rodada en 2003 y dirigida por Wolfgang Becker, cruza problemas inter-generacionales, políticos y familiares durante el colapso de la RDA. Recibió múltiples galardones en festivales europeos.

[4]   Honecker nació en 1912 en Wiebelskirchen, Saarland, en una familia minera. En su juventud ingresa al grupo ultraizquierdista Espartaco y luego a la Juventud Comunista. Entre 1930 y 1931 permanece en Moscú estudiando en la escuela del PCUS. En 1947 se casa con la dirigente comunista alemana Edith Baumann, con la que tiene una hija, Erika. En 1955 se divorcia de ella en medio de un escándalo en el que interviene el propio Walter Ulbricht, y contrae matrimonio con una funcionaria comunista dieciocho años menor que él, Margot Feist, con quien había tenido una hija (Sonia) en 1951. Feist fue luego promovida a ministra de Educación y Cultura de la RDA. Datos biográficos de ambos in extenso en Martin Sabrow y Petra Weber.

[5]   Nacido en 1929 en Mayen in der Eifel, tuvo una infancia marcada por aspectos contradictorios, como ser hijo de un dirigente del Partido Comunista alemán, Peter Lamberz, pero que combatió por los nazis hasta que logró huir a la URSS. El niño Werner permaneció con la madre en Sonthofen, donde asistió a una escuela de elite del régimen nazi, llamada Adolf Hitler. Fue una decisión preventiva de la madre para adaptarse a las circunstancias imperantes. Incluso se integró a grupos de la juventud hitleriana y tras la muerte de su madre en 1945, se trasladó Lückenwalde -zona de ocupación soviética- donde vivía su padre, ya retornado desde la URSS. Allí estudió técnico en calefacción y en 1947 ingresó a la juventud comunista, cuya denominación oficial era Juventud Libre Alemana (Freie Deutsche Jugend, FDJ). Allí destacó rápidamente por sus dotes organizativas. Luego fue promovido al PSUA, iniciando una meteórica carrera. Entre 1950 y 1952 estudia en la Escuela Superior del PSUA en Gut Schmerwitz y poco más tarde a la Escuela Superior de la juventud del Partido Comunista de la Unión Soviética (Komsomol) en Moscú. A su regreso fue responsable (Referent) para Agitación y Propaganda de la FDJ y luego enviado a Hungría como representante de la RDA ante un organismo multilateral de los partidos comunistas del mundo, llamado Federación Mundial de la Juventud Democrática. A su regreso en 1959 asumió como responsable de las relaciones internacionales de la FDJ y ocupó cargos en el partido y en organismos satélites del régimen, como la Sociedad de Amistad con África, el Consejo por la Paz y, a la par, legislador de la Cámara del Pueblo. En todos sobresalió por su simpatía personal, trato y dotes de liderazgo. En 1967 se integró al Comité Central y en 1970 al Politburó. Se convirtió en el principal operador del complot que derrocó a Walter Ulbricht y entronizó a Honecker en 1971. La problematización de las sucesiones en el poder en los regímenes comunistas en Ivan Witker, Mare crisium: complots y conspiraciones como mecanismo político para el relevo de cúpulas en los regímenes comunistas”, Relaciones Internacionales 27, n° 55 (2018): 78.

[6]   La definición conceptual Eigenständigkeit es tomada de Fraude, 2004. En discusiones académicas se ha consultado al autor sobre el concepto Eigenstaatlichkeit, que también refleja las ansias de perfilamiento estatal propio. Eigenständigkeit es percibido por el autor como más genérico que el segundo. Sin embargo, para efectos de reflexión, bien pueden tomarse ambos como plenos sinónimos. La forma eigenständige, utilizada supra, corresponde a su adjetivo.

[7]   Formulada por Walter Hallstein. Advertía a aquellos países que reconocieran diplomáticamente a la RDA con el rompimiento de relaciones con la RFA. Así, por ejemplo, cuando Cuba fue el primer país del hemisferio que la reconoció formalmente en 1963, Bonn reaccionó rompiendo relaciones con La Habana. Anteriormente, en 1957 había sucedido lo mismo con Yugoslavia. La doctrina Hallstein perdió fuerza con el inicio de la Ostpolitik de Willy Brandt. Detalles en Friedemann Bedürftig, Lexikon Deutschland nach 1945 (Hamburg: Carlsen Verlag, 1996), 195.

[8]   Una problematización profunda y contextualizada de cada una de las experiencias comunistas de Europa central y oriental es realizada por Brown.

[9]   Stelkens ha escrito la que probablemente sea la reflexión más acabada respecto a la complejidad de la sucesión en los regímenes comunistas y centró su atención en la RDA, específicamente en la transición de Walter Ulbricht a Erich Honecker. Destaca el papel preponderante de Lamberz, indicando que fue él quien hizo un viaje secreto a Moscú a fines de abril de 1971 con la finalidad de pedir la venia del Kremlin para proceder a la destitución de Ulbricht. El texto es extraordinariamente rico en detalles respecto a cómo obró el complot en su totalidad. Jochen Stelkens Machtwechsel in Ostberlin, Vierteljahrhefte für Zeitgeschichte, Institut für Zeitgeschichte, Heft, nº 45 (1997), 513,531 y 532. Thomas Kunze y Martin Sabrow también analizan in extenso la caída de Ulbricht.

[10]  En marzo de 1978, Lamberz, a la cabeza de una delegación compuesta por cuatro funcionarios de los ministerios de Defensa y Comercio Exterior llega a Trípoli, Libia con una agenda muy relevante, mediar en la crisis libio-etíope (ambos aliados de la RDA) y firmar millonarios acuerdos para proveer de equipamiento militar a ambos. Como era usual, Muammar al Gaddafi no lo esperaba en la capital, ya que solía retozar en un campamento en el pleno desierto en Wadi Suf al-Jin. Lamberz abordó el enorme helicóptero presidencial Super Frelon producido por la francesa Aérospatiale, considerado el más potente y seguro de las industrias eurooccidentales de aeronavegación. Era el favorito de Gaddafi. Transcurridas tres horas de reuniones de trabajo, Lamberz, inesperadamente para Gaddafi, decide no pernoctar en el campamento y anuncia que tomará el helicóptero de regreso a Trípoli con los mismos acompañantes con que había arribado. A las 21.30 horas, la nave se elevó sobre el campamento y al ir ganando altura, a aproximadamente treinta metros, un estruendo la transforma en una bola de fuego falleciendo todos los pasajeros en el acto. Con apenas 47 años de edad, Lamberz desapareció de la escena de la RDA. Una ánfora con su nombre fue depositada en el cementerio central de Friedrichsfelde. Para una aproximación más detallada a la figura de Lamberz, véase: Witker, Mare crisium: complots y conspiraciones”, 78.

[11]  Sobre la cercanía personal de Almeyda con los valores alemanes y la proyección que él mismo hizo de éstos sobre su relación con la Alemania de Honecker, se explaya él mismo de manera extensa en su libro de memorias citado en la Bibliografía.

[12]  En la relación cultural del Chile de la UP con la RDA tuvo un papel tan importante como curioso este crooner norteamericano de los sesenta, quien el uno de septiembre de 1970, tras criticar la política de Washington hacia América Latina, lava una bandera norteamericana en el frontis de la embajada de su país en Santiago. Luego se integra a la campaña presidencial de Allende. Traba fuerte amistad con Víctor Jara y recorre con él varios países comunistas entre 1971 y 1972. Se asiló en la RDA al año siguiente. Este excéntrico baladista norteamericano fue visto por Berlín oriental como pieza útil en su diseño de oxigenación relativa de la vida cultural juvenil. En 1977 filmó allí (y parcialmente en Bulgaria) la película El Cantor dedicada a Víctor Jara. Dean Reed ingresó a Chile en 1983 y actuó en diversas federaciones estudiantiles y sindicatos; fue expulsado por el gobierno militar. En 1986, aparentemente víctima de una depresión, se suicidó ahogándose en el lago Zeuthener, cerca de Berlín. Las circunstancias de su muerte nunca fueron aclaradas por el régimen de Honecker, el cual lo presentó como un trágico accidente. Después de 1989 han surgido numerosas hipótesis, como haber sido asesinado por la Stasi después de manifestar su deseo de regresar a EE.UU., o por el Mossad por su creciente involucramiento en la causa palestina, etc. Más en Ivan Witker. “El Caso Honecker, el Interés Nacional y la política exterior de Chile. Contornos y trasfondos de un problema interméstico”, Estudios Públicos, n°105 (2007): 185.

[13]  Para una aproximación más cercana a los orígenes, véase Ivan Witker. Relaciones América Latina-República Democrática Alemana. Principios, antecedentes y perspectivas (Santiago: Documentos de Trabajo, Programa de Seguimiento de Políticas Exteriores Latinoamericanas, PROSPEL), 1988.

[14]  Sobre la importancia de esta visita en: Osvaldo Puccio G., Un Cuarto de Siglo con Allende (Santiago: Emisión, 1985), 47.

[15]  Hacia 2007, según registros personales extraídos de lecturas esporádicas de Neues Deuschland, Horizont y Junge Welt, así como de conversaciones con personeros que tuvieron contacto con la cúpula germanooriental, permitieron al autor de este texto establecer en 123 el número de embajadas. Ese dato figura en: Witker, “El Caso Honecker, el Interés Nacional y la política exterior de Chile”, 250. Sin embargo, revisada la entrada Liste der Botschafter der DDR en https://de.wikipedia.org/wiki/Liste_der_Botschafter_der_DDR al día doce de diciembre de 2019, figuran 138.

[16]  Andreas Fraude, Die Aussenpolitik der DDR, (Erfurt: Landeszentrale für politische Bildung Thüringen, 2006), 52.

[17]  Raimund Krämer, De una Diplomacia Desaparecida. La Política Exterior de la República Democrática Alemana y sus Relaciones con América Latina, Estudios Internacionales 28, n° 110 (1995): 184.

[18]  El concepto legitimidad es problematizado in extenso por Kissinger, quien lo asume como clave para entender el rol de un Estado en cualquier esquema internacional.

[19]  El concepto fue introducido originalmente al debate sobre el caso Honecker por: Witker, “El Caso Honecker, el Interés Nacional y la política exterior de Chile”, 2007.

[20]  Markus Wolf, El Hombre Sin Rostro (Buenos Aires: Javier Vergara Editor, 1997), 346.

[21]  Luis Corvalán. De lo Vivido y lo Peleado. Memorias (Santiago: LOM, 1997), 234.

[22]  Markus Wolf, El Hombre Sin Rostro, 347.

[23]  Helma Chrenko y Reinhold Friedman. “Entrevista a Helma Chrenko y Reinhold Friedman: Estamos Dispuestos a Aprender del Capitalismo”, entrevista por I. Witker, El Diario, 3 de noviembre, 1989, 24.

[24]  Kowalczuk se ha preocupado insistentemente en divulgar sus puntos de vista a través de los medios de comunicación. Ilustrativas son sus entrevistas, todas fácilmente accesibles, en Deutschlandfunk (http://www.deutschlandfunkkultur.de), norddeutscher Rundfunk (http://www.ndr.de), (http://www.ardaudiothek.de), westdeutscher Rundfunk (http://www1.wdr.de), radio Antena de Brandenburgo (http://www.antennebrandenburg.de) y otros.

[25]  Gerd Dietrich. “Erstaunlich, wie lange dieses Land existierte”, Die Zeit, 22 de diciembre. Hamburg (2018) https://www.zeit.de/2018/53/kulturgeschichte-der-ddr-gerd-dietrich-historiker-forschung