doi: https://doi.org/10.25185/7.5

Estudios

 

El fin y los medios: teoría y praxis antiimperialista en Vivian Trías

The aim and the means: anti-imperialist Theory and Praxis in Vivian Trías

O fim e os meios: teoría e praxis antiimperialista em Vivian Trías

 

 

Héctor Ghiretti1
ORCID iD: https://orcid.org/0000-0001-9494-7948
1 Investigador Adjunto INCIHUSA/CONICET - Universidad Nacional de Cuyo, Argentina
hector.ghirettii@gmail.com

 

Resumen:

En el año 2017 dos periodistas que investigaban las vinculaciones de los servicios de inteligencia del bloque socialista con organizaciones políticas de Brasil dieron a conocer que Vivian Trías, notorio intelectual y dirigente político uruguayo de izquierda, colaboró como informante de la inteligencia checoeslovaca. El episodio ha permitido indagar en las alternativas de acción política a las que se enfrentó Trías en su particular coyuntura histórica. Resulta asimismo interesante analizar las causas por las cuales el asunto se constituye en campo de disputa entre las diversas formas de entender la izquierda y militar en ella.

Palabras claves: Uruguay – Socialismo – Imperialismo – Europa Oriental – Guerra Fría – Vivian Trías   

 

Abstract:

In 2017 a team of journalists making research on the activities of Eastern European Intelligence Services in Latin America revealed that Vivian Trías – a renowned intelectual and leader of the Uruguayan Socialist Party had collaborated as an informant of the Tchecoslovakian Agency (Státní bezpečnost). This unexpected revelation showed in a particularly dramatic way the Trias’ alternatives of political struggle against imperialism, and became a controversy within the diverse forms of leftist identities in the present days.

Keywords: Uruguay – Socialism – Imperialism – Eastern Bloc – Cold War – Vivian Trías

 

Resumo:

Em 2017, dois jornalistas que investigavam os vínculos dos serviços de inteligência do bloco socialista com organizações políticas no Brasil anunciavam que Vivian Trías, notável líder intelectual e político uruguaiano de esquerda, colaborava como informante da inteligência da Checoslováquia. O episódio permitiu investigar as alternativas de ação política que Trías enfrentou em sua situação histórica particular. Também é interessante analisar as causas pelas quais o assunto é um campo de disputa entre as várias maneiras de entender a esquerda e o militar nele.

Palavras-chave: Uruguai – Socialismo – Imperialismo – Europa Oriental – Guerra Fría – Vivian Trías

 

Recibido: 01/11/2019 - Aceptado: 20/12/2019

 

 

 «Al escribir mis memorias me doy cuenta de que estoy escribiendo un hecho vivido: el de mis novelas,
y me doy cuenta también de que he vivido tres vidas:
la vida pública, la vida privada y la vida secreta.
La buena para escribir es la secreta.»

Gabriel García Márquez, 1998

 

Vivian Félix Fernando Trías nació en Montevideo en 1922.[1] Se afilió al Partido Socialista Uruguayo (PSU) a los dieciséis años. En 1956 ocupó por suplencia un escaño en la Cámara de Diputados. En 1958 se convirtió en Secretario General del partido. Desde entonces comenzó a destacar su abundante publicística historiográfica, política y periodística, labor por la que se lo conocerá y ganará trascendencia. Sus contribuciones y aportes en el campo teórico e intelectual lo llevaron a una confrontación ideológica y también por el liderazgo del partido con su líder tradicional, Emilio Frugoni. Mientras que Frugoni representaba la línea socialdemócrata tradicional de los partidos de la II Internacional,[2] Trías se mostró muy sensible a las evoluciones del pensamiento socialista en un sentido nacional, popular y antiimperialista, fuertemente influido por los aportes del marxismo-leninismo,[3] lo que en virtud de su liderazgo y su autoridad intelectual terminó reorientando la línea ideológica y política del PSU.[4] El caso debe ser contextualizado en un proceso regional de características muy similares: en países vecinos como Argentina y Chile los intelectuales, dirigentes y militantes de los partidos socialistas transitaban los mismos cauces de evolución y confrontación ideológica.

En 1962 participaría de la formación de la Unión Popular, compuesta por el PSU, militantes escindidos del Partido Nacional liderados por Enrique Erro y otras fuerzas políticas menores.[5] La experiencia se saldaría con una derrota electoral: Trías perdió su banca y renunció a la Secretaría General del partido.

En 1971 se sumó al Frente Amplio, organización continuadora de la Unión Popular, y fue electo diputado ese año. En 1973 apoyó el pronunciamiento militar, convencido -como otros-[6] de que se trataba de un proceso político de índole nacional, popular y progresista, similar al encabezado por el General Velasco Alvarado en Perú o el Teniente Coronel Torrijos en Panamá. Sus esperanzas fueron defraudadas: tras el golpe fue proscripto y cesanteado de su cargo docente. Fue arrestado varias veces y recluido en un recinto militar. Falleció en 1980.

En el año 2017, dos periodistas que investigaban las vinculaciones de los servicios de inteligencia del bloque socialista con organizaciones políticas de Brasil dieron a conocer un hallazgo algo casual que conmovió a la opinión pública de Uruguay: Vivian Trías había colaborado como informante y activista de la inteligencia checoeslovaca -la Seguridad del Estado (Státní bezpečnost, Štátna bezpečnosť: StB)- entre los años 1964 y 1977.[7]

Desde el inicio el asunto presentó algunos aspectos que lo enrarecían sustancialmente, al punto de volverlo sospechoso. Por un lado, el prestigio intelectual y la coherencia ideológica de Trías parecían hasta ese momento fuera de todo cuestionamiento: la versión de que prestara servicios a un país extranjero podía interpretarse como una operación de descalificación. Por el otro, los investigadores que produjeron tales revelaciones participan activamente en la batalla ideológica que se libra en los circuitos intelectuales del continente. La investigación que llevan a cabo está inspirada por un anticomunismo explícito, una identidad política que parece haberse difundido y radicalizado en los últimos años en Brasil. ¿Cómo no pensar en una operación orquestada para desprestigiar a uno de los íconos intelectuales de la izquierda uruguaya?

Desde que se produjeron las primeras revelaciones seguí el caso Vivian Trías con gran interés. No porque sea un experto en su obra o su pensamiento, sino porque resulta un fascinante episodio de la historia de las izquierdas en América Latina, un tema que forma parte de mis líneas de investigación. De ahí que califique a mi contribución como periférica, en un sentido temático y también geográfico. Asumo también que al tratarse de un asunto de reciente conocimiento y procesamiento, pueden irse sumando nuevas revelaciones que vayan modificando el estado de la cuestión, rectificando o confirmando los datos que se poseen o la interpretación que pueda dárseles.

El asunto ha sido validado por historiadores profesionales, como Aldo Marchesi, Fernando López D’Alesandro y Michal Zourek.[8] La índole periodística de las aproximaciones iniciales al tema es respetable, pero su tratamiento por parte del mundo académico no solamente representa una formalización superior en términos de análisis, sino también una constatación de que su relevancia trasciende lo informativo.

He concebido esta intervención en el debate sobre el caso Trías a partir de tres ejes discursivos. Por un lado, una hipótesis en torno a las alternativas de acción política a las que se enfrentó Trías en su particular coyuntura histórica. Por el otro, la presencia que posee su propia decisión militante de cooperar activamente con la inteligencia de un país extranjero en su obra escrita. Finalmente, un intento por explicar las causas por las cuales el asunto se constituye en campo de disputa entre las diversas formas de entender la izquierda y militar en ella.

 

Una izquierda latinoamericana

Trías fue un meticuloso y aplicado estudioso del imperialismo. Sus aportaciones al pensamiento político latinoamericano, la coyuntura política, social y económica de su época, los antecedentes históricos, la comprensión del fenómeno de la dependencia están fuera de toda duda. Sus escritos enriquecen sobre todo el conocimiento del desarrollo local, propiamente uruguayo, de esos fenómenos. Sus investigaciones se nutren de las tradiciones político-intelectuales del nacionalismo rioplatense, el revisionismo histórico, FORJA y la Izquierda Nacional. Si hubiera que situar ideológicamente a Trías en el universo de estas tradiciones su lugar se encontraría en el área de la Izquierda Nacional, una tradición de pensamiento inspirada por el marxismo y específicamente, el marxismo-leninismo. Sin los conceptos leninianos de partido como vanguardia del proletariado, imperialismo como fase avanzada de capitalismo, incorporación de los campesinos a la lucha de clases, potencial revolucionario de los países periféricos o semicoloniales o vinculación de la revolución socialista con la cuestión nacional, difícilmente podría haberse formado la corriente de pensamiento que conocemos como Izquierda Nacional. También se lo denomina socialismo nacional.

Desde la década de 1930 y con mayor fuerza a partir de la posguerra, la Unión Soviética se erige en potencia mundial y articula su política exterior sirviéndose de varios instrumentos: entre ellos, los partidos comunistas de todos los países. La línea política dominante de esas organizaciones no sería la causa del proletariado ni la revolución social, sino la política exterior de Moscú, sus intereses como potencia emergente. Algunos partidos comunistas mantendrían un margen mayor de autonomía.

Paralelamente pero en sentido contrario, la evidencia de que la causa de la clase trabajadora en los países periféricos o semicoloniales estaba esencialmente atada a las luchas de la liberación nacional -una teoría que se venía elaborando en la propia América Latina, pero que recibió un espaldarazo teórico sustancial con los escritos de León Trotski en México,[9] que no son sino aplicaciones del leninismo a la realidad latinoamericana- dio origen a un nuevo pensamiento de izquierda e hizo que muchos militantes e intelectuales rompieran con los partidos comunistas: es el caso de Rodolfo Puiggrós y Ernesto Giudici en la Argentina.

La Izquierda Nacional surge como una identidad opuesta a la Izquierda Liberal, bloque integrado dentro de la partidocracia demoliberal y del esquema de poder local subordinado al imperialismo, del que los partidos socialistas de la IIa Internacional y los partidos comunistas de la IIIa eran parte fundamental. Para la Izquierda Nacional, que toma fuerza en los años de la posguerra, está claro que América Latina se debate entre dos imperialismos en pugna, uno dominante, el otro potencial.[10] La tercera posición es un concepto político derivado de la constatación de la lucha interimperialista.

Todo eso se conmueve con la Revolución Cubana, que pone de manifiesto varios problemas teórico-políticos de la izquierda latinoamericana. El primero es que la revolución de liberación nacional y socialista no se produciría por medios pacíficos. El segundo es que no cabía esperar de la Izquierda Liberal otra cosa que tibias posiciones reformistas en el marco los regímenes existentes. Finalmente, que la consolidación de un sistema político y económico socialista sería inviable sin el respaldo internacional de los países del bloque soviético.

La Revolución Cubana interpeló directamente a casi todo el campo de la izquierda, pero a cada sector de diferente manera. A la Izquierda Nacional le mostró que quizá podía sostener la equidistancia de los bloques de poder, a costa de perder eficacia política revolucionaria. Por su parte, muchos intelectuales y militantes socialistas que no reconocían en Moscú un centro rector iniciaron un progresivo acercamiento a las tesis antiimperialistas y de liberación nacional de la Izquierda Nacional. En la Argentina se produjeron escisiones en el campo socialista. Después de una inicial vacilación, los partidos comunistas pasaron a apoyar la Revolución Cubana cuando Moscú mandó la directiva correspondiente.

 

Ideología o política

A pesar de que la Izquierda Nacional no tuvo la organicidad de un partido y fue esencialmente una corriente de pensamiento, el hecho de que Trías trabajara en secreto para una potencia que disputaba la hegemonía mundial lo ponía en contradicción con uno de sus presupuestos ideológicos fundamentales: el tercerismo o tercera posición.[11] Para comprender las alternativas político-militantes de Trías es preciso reconstruir el espectro de posibilidades reales que se presentaron a militantes e intelectuales comprometidos con los ideales del socialismo. Iniciado en la militancia de un partido socialista democrático, de tradición marxista pero a la vez partidario de un reformismo «moderado»,[12] Trías fue testigo directo de la gran crisis de la socialdemocracia de posguerra. El capitalismo resistía a sus propias crisis -incluso a una brutal conflagración mundial, según el análisis marxista generada por él mismo- y demostraba una capacidad de regeneración muy superior a la que le había asignado la tradición de pensamiento marxista. La vía reformista al socialismo fue perdiendo fuerza y se enfrentó a una alternativa de hierro: o 1) se integraba plenamente en el sistema democrático-liberal capitalista, ajustando sus expectativas a un Estado de Bienestar y a la puja por políticas de intervención del Estado en la economía, renunciando así al proyecto revolucionario; o bien 2) mantenía el programa revolucionario y el fundamento teórico en el marxismo y se radicalizaba, asumiendo que esa radicalización suponía la adopción de medios de lucha proporcionados al fin propuesto, y que esos medios excedían los procedimientos previstos en las democracias liberales y también su legalidad: acciones de desestabilización política, lucha armada.

En general, los partidos socialistas de Europa Occidental optaron por la vía de la integración, por varias razones, entre las que destacaba la directa influencia del aliado estadounidense y la veloz recuperación económica, que los instaló a esos países en apenas un par de décadas en el centro del capitalismo internacional. La socialdemocracia europea tendría un destino inequívocamente burgués y reformista. Esa opción se efectivizo de forma explícita en el caso de los partidos socialistas de Alemania Occidental (Congreso de Bad Godesberg, 1959) y España (Congreso de Suresnes, 1974).

Por su parte, los partidos socialistas de regiones periféricas, como es el caso de América Latina, emprendieron procesos de radicalización que se saldaron con conflictos internos y escisiones. El universo socialista no tenía un centro rector mundial del que recibieran orientación, moderación y disciplinamiento, como era el caso de los partidos de la IIIa Internacional. Para esos sectores que iban radicalizándose, el socialismo nacional poseía una serie de ventajas y atractivos muy poderosos. Debían por un lado renunciar a las viejas ortodoxias (que habían tenido un papel fundamental en la incapacidad para poner en marcha un proyecto político realmente socialista, dadas las indefiniciones de los padres fundadores) al internacionalismo y a las tesis cerradamente clasistas. Pero por otro ganaban en su aproximación decisiva a la contradicción principal de su tiempo y de su espacio, que no era de clase, sino nacional, según se podía derivar del análisis. Esa aproximación suponía la adopción de forma más o menos explícita del leninismo: un desarrollo heterodoxo que proveería una teoría política al marxismo. El camino del socialismo pasaba por la liberación nacional de los pueblos sometidos al imperialismo. La transacción estaba clara: se resignaba la pureza ideológica del marxismo (suponía la postergación de muchos elementos de análisis teóricos marxistas y la incorporación de otros elementos extraños: nacionalismo, liderazgos personalistas, alianza con sectores burgueses y fuerzas armadas) en favor de un posicionamiento propiamente político que los instalaba en una verdadera praxis revolucionaria. La Revolución Cubana vino a ratificar a su modo el acierto de la alternativa ideológico-política del socialismo nacional en la región del Plata. El entusiasmo era absolutamente comprensible. Parecía que todo el continente iba a ser arrasado por el incendio revolucionario iniciado en la isla. Pero no solamente ese efecto dominó tan esperado empezó a demorarse demasiado, sino que además surgieron graves problemas relacionados con la sostenibilidad del flamante socialismo cubano. El activismo revolucionario de Cuba en América Latina y África fue moderándose conforme el aliado soviético impuso sus condiciones para convertirse en el principal sostén político y económico de la isla. Si bien la onda de las revoluciones armadas todavía se sostuvo en la región hasta la década del 70 gracias al entusiasmo de un puñado de jóvenes militantes, con apenas un resultado tardío en Nicaragua, parecía claro para los observadores más lúcidos que se trataba de una vía muerta. Para quienes todavía abrigaban una esperanza revolucionaria no quedaba otra alternativa que aceptar que si existía una posibilidad para el socialismo en América Latina, era inevitable contar con un aliado poderoso, con el firme apoyo de los países del Bloque Oriental: la experiencia cubana y a su modo, la chilena, confirmaban esa percepción. Respecto de los principios del socialismo nacional esta fase suponía un renovado ajuste a criterios propiamente políticos, a la proporcionalidad práctica entre medios y fines. Pero esta nueva fase de acción política no podía canalizarse a través del medio habitual de la militancia en los partidos comunistas, esencialmente ejecutores de las directivas de la política exterior de Moscú. Trías encuentra un horizonte de actividad revolucionaria en su enrolamiento como agente de agitación e información del servicio de inteligencia de un país del bloque socialista. Se trataba de una labor que por definición debía estar alejada de su vida pública e incluso de su vida privada, pero que se revelaba como plenamente revolucionaria, al desarrollarse en un plano estrictamente conspirativo. A esa actividad principal subordinó su actuación pública y sus contribuciones teóricas. Trías siguió esta lógica revolucionaria hasta el fin, con todas las consecuencias del caso. Su trayectoria resulta de una coherencia notable: esta coherencia no debe ponerse en el plano de las ideologías, sino en la relación que existe entre los principios y la política.

 

La encrucijada del intelectual orgánico: vencer o tener razón

Para ello resulta interesante confrontar su elección con la de otros autores o militantes que pertenecieron o fueron afines a la Izquierda Nacional y tuvieron una relación directa con Trías, como Jorge Abelardo Ramos o Alberto Methol Ferré.[13] Trías optó por una alternativa más realista en términos políticos, mientras que Ramos y Methol se mantuvieron firmes en la coherencia ideológica del pensamiento antiimperialista. Simplificando un poco se puede decir que Trías quiso vencer, o por los menos poner los medios proporcionales para combatir el imperialismo, mientras que Ramos y Methol prefirieron tener razón, y mantenerse fieles a sus principios.

Trías pudo reprochar a Ramos y Methol no entender las relaciones de poder en las que debían insertarse las luchas continentales por la liberación nacional, y aquellos pudieron reprochar a Trías que apoyarse en un imperialismo para combatir a otro siempre resultó en un switch de dominio, no en una liberación. Había antecedentes bien conocidos en la historia de América Latina: la «cooperación» inglesa con el bando independentista en los tiempos de la Emancipación, el socavamiento estadounidense del imperialismo británico en la región a finales de la Segunda Guerra Mundial y lo que estaba sucediendo en Cuba.[14]

La controversia que surge a partir de las revelaciones de Trías como agente de la inteligencia checoslovaca reedita un dilema clásico de la ciencia política. Maquiavelo lo definió en términos precisos: «si es mejor adquirir un principado por las propias armas o por las armas ajenas».[15] Mientras que los príncipes que adquieren su soberanía por las armas propias lo hacen con mayor trabajo, aunque después la conservan fácilmente, aquellos que lo hacen con armas ajenas no pasan dificultades en conquistarla pero les es muy difícil conservarla, porque su futuro en el poder depende de debilitar, subyugar o deshacerse de sus benefactores.

Para la Izquierda Nacional -un conjunto heterogéneo de pensadores e intelectuales- este fue un dilema permanente. En general lo que buscaron fue identificar un movimiento de liberación nacional de masas con el que colaborar y contribuir en la medida de sus posibilidades a su orientación. No tuvieron una fuerza política suficiente a su disposición.[16] No obstante, la cooperación con un país extranjero integrante de un bloque que buscaba establecer su propia hegemonía en la región parecía un límite infranqueable. Hasta que apareció Trías.

Para la Seguridad del Estado checoslovaca, Trías combinaba un fuerte compromiso con la causa del socialismo, una adiestrada capacidad de observación y análisis y una nada despreciable red de contactos y relaciones con el mundo de la política, el Estado y la academia a una escala que desbordaba el teatro de operaciones del Uruguay. Además, el hecho de que perteneciera a un partido socialista era la tapadera perfecta: Kraenski explica que los contactos iniciales demandaban una «semejanza ideológica». Una cierta distancia crítica del bloque soviético era mucho más conveniente para esta labor que la franca identificación, que era lo propio del Partido Comunista. Existían razones procedimentales para evitar estas relaciones, como menciona López D’Alesandro: los partidos comunistas reportaban directamente a la inteligencia soviética.[17] Por otro lado, infiltrar directamente al Gobierno, a alguno de los partidos principales, al Estado o a las FFAA hubiera requerido una operación de mayor escala, comprometiendo más recursos y preparación. Trías poseía quizá el mejor perfil que podían conseguir.

Para Trías el negocio también era óptimo. Como muchos militantes e intelectuales de la época pensó que sólo se podría combatir eficazmente al imperialismo estadounidense con la ayuda del poder que lo confrontaba en el plano internacional, aunque fuese un proyecto imperialista alternativo. Opuso al imperialismo real de Estados Unidos en la región el imperialismo aspiracional de la Unión Soviética. Aprendió la lección cubana: las enormes dificultades en la construcción del socialismo, la creciente hostilidad estadounidense, el embargo, los sucesos de Bahía de Cochinos y la Crisis de los Misiles.

Reducir el impacto del proceso revolucionario cubano en el resto de América Latina a una moda no parece la más apropiada de las conceptualizaciones históricas. Para cualquier observador comprometido, Cuba resultaba un modelo incomparable respecto de otras experiencias de izquierda en la región. El único proceso de construcción del socialismo en América Latina no podía sino obrar como una referencia absoluta. El fracaso del experimento chileno confirmaría años después todas las tesis que vieron en Cuba un camino excluyente.

Es seguro que Trías, hombre inteligente y bien informado, no se hizo muchas ilusiones en torno a la victoria de una insurrección armada en el Uruguay, aunque sabemos gracias a López D’Alessandro que no le faltaron disposiciones ni iniciativas en este sentido.[18] El tema fue discutido en su momento en el campo de la izquierda uruguaya: Alberto Methol Ferré advirtió en más de una ocasión sobre el funesto error que suponía imitar o emular el modelo cubano en Uruguay.[19] Trías por su parte llegó a la conclusión, bastante razonable por cierto, que colaborar en la medida de sus posibilidades con las capacidades operativas del bloque socialista en la región contribuía directamente a sostener las condiciones de posibilidad para que se dieran procesos similares al cubano.

En el plano más operativo Trías consiguió con la inteligencia checa un sponsor directo para sus investigaciones y publicaciones, como ha explicado Zourek. Este tipo de acciones recibían en la inteligencia checa la denominación de AO: acciones de carácter secreto que buscaban desacreditar a los enemigos políticos en la opinión pública o en círculos sensibles, favoreciendo la actividad o el prestigio del bloque soviético.[20] No se trataba de hacer apologías del bloque socialista. Para los checos y los soviéticos en general, todo lo que sirviera para erosionar el prestigio y la hegemonía de Estados Unidos en América Latina servía a sus intereses. En este sentido específico, insistir en que la vinculación de Trías con el espionaje checo era de “colaboración” y no de “subordinación” responde a un intento legítimo pero vano de mitigar la supuesta deshonra del personaje. Sin desconocer lo difícil que es hacer afirmaciones en ese sentido, la hipótesis de Zourek de que Trías «no hizo nada contra su conciencia» parece bastante razonable.[21]

 

La transición al marxismo-leninismo

Un problema destacado del affaire Trías es su itinerario ideológico desde el socialismo democrático al marxismo-leninismo: en qué términos se dio y cuándo se produjo. Es preciso hacer mención del debate en torno a la constitución teórica e histórica del marxismo-leninismo: si es una tradición que da cuenta del pensamiento de Lenin -«totalidad de las concepciones de Lenin vinculadas a Marx y Engels»[22] como se lo asume en Occidente- o en cambio se trata de una construcción selectiva a partir de algunas de sus tesis y que está en la base de lo que se conoce como la escolástica soviética.[23]

Resulta interesante mencionar el contraste entre Aníbal Corti y Fernando López D’Alesandro en torno al momento de adopción de las tesis del marxismo-leninismo por parte de Trías. Corti sostiene que Trías se habría convertido en un marxista-leninista durante los años cincuenta.[24] López D’Alesandro por su parte afirma que hasta entonces, Trías habría adherido a un marxismo abierto a diversas influencias y tradiciones, y que recién habría iniciado su conversión al marxismo-leninismo en la década de 1960, sin por ello abandonar sus críticas a la Unión Soviética y al socialismo realmente existente. Para ello se apoya en un texto de 1961 en el que Trías se pronuncia críticamente sobre el marxismo-leninismo en cuanto doctrina de construcción del socialismo en la Unión Soviética.[25] López D’Alesandro muestra un particular interés, casi entomológico, en trazar la evolución ideológica de Trías hacia el marxismo-leninismo como testimonio de su distanciamiento -y como fondo implícito de impugnación, su deslealtad- hacia los principios y la doctrina del socialismo uruguayo.

Es posible saldar la controversia en los siguientes términos: si se toma como referencia el acercamiento de Trías a las tesis del socialismo nacional, en tanto este se constituye a partir del aporte fundamental (aunque no exclusivo) del marxismo-leninismo entendido como pensamiento de Lenin, la hipótesis de Corti parece acertada.[26] No debe perderse de vista que las impugnaciones de Trotski -uno de los inspiradores del giro nacional de la izquierda latinoamericana- al estalinismo tienen una explícita inspiración en el pensamiento leniniano. Trotski criticó sin piedad la simplificación ideológica que Stalin realizara del pensamiento de Lenin en su libro Cuestiones del leninismo, así como también de otros autores.[27] El acercamiento de Trías a las tesis del marxismo-leninismo, por tanto, sería muy anterior a su reclutamiento como agente y también su adhesión a la línea de la política exterior del bloque socialista.

Por su parte, López D’Alesandro encuentra en la adscripción de Trías y el PSU a la estructura organizativa de la inteligencia checoslovaca y su subordinación a la línea política de los países del bloque socialista la evidencia de su adhesión explícita al marxismo-leninismo.[28] Previa a esa adhesión, que parece explícita, distingue fases previas, que van desde un marxismo «abierto» originario del PSU hasta el marxismo-leninismo como meta final: el socialismo nacional durante los años cincuenta y un lapso breve de un supuesto «marxismo-fidelismo»,[29] dada la fascinación de Trías por el proceso cubano durante la década del sesenta. Lo cierto es que ya su acercamiento al socialismo nacional suponía el ingreso en el plano inclinado del leninismo.

La pregunta que cabría hacerse es si desde la perspectiva estrictamente teórica esa adhesión suponía algo sustantivo, o se trataba de una consecuencia lógica de una serie de decisiones tomadas en otro plano. Como hemos podido ver anteriormente, Trías va cediendo ante razonamientos que lo acercan a una conclusión cada vez más política -en el sentido de la estimación de la relación proporcionada entre medios y fines- y menos ideológica. El alineamiento doctrinario era una consecuencia necesaria en un contexto político en el que la cooperación estrecha suponía una identificación ideológica. La adhesión al marxismo-leninismo no sería, como lo entiende López D’Alesandro, una prueba fehaciente de la deslealtad de Trías al antiguo socialismo democrático, sino un elemento más en su ajuste a un posicionamiento plenamente político.

Aún así, existen razones para pensar que Trías nunca abandonó cierta distancia ideológica del marxismo-leninismo entendido como doctrina institucionalizada del pensamiento oficial soviético. La simpatía que despertó en él el proceso autónomo, democrático y humano del socialismo checoslovaco, de la cual existen evidencias claras,[30] estarían mostrando un resto de posicionamiento crítico ante la ortodoxia ideológica de la Unión Soviética. Pero claro: esa doctrina oficial formaba parte del realismo político por el que el agente Ríos ya había hecho opción.

 

Geopolítica, imperialismo y conclusiones prácticas para el campo popular

Relacionado con el punto anterior cabe preguntarse si, teniendo en cuenta que el legado de Trías es principalmente teórico y se encuentra en sus libros y artículos sobre historia y política latinoamericana y rioplatense, es posible encontrar en sus textos rastros o vestigios de su decisión militante de cooperar activamente con los países del bloque socialista. No nos ha sido posible consultar su obra en su totalidad, razón por la que las hipótesis explicativas que ofreceremos en este punto quedan pendientes de ser confirmadas o rectificadas. Pero la lectura de dos de sus obras más relevantes de ese período ofrecen pistas razonablemente consistentes sobre el punto. López D’Alesandro explica que «desde 1965 la totalidad de sus obras son AO de la StB»,[31] lo que da un carácter muy definido a esos escritos.

En 1967 Trías publicó una extensa obra titulada Geopolítica e imperialismo en América Latina. El texto se encuentra precisamente en el mismo campo temático de su decisión militante, razón por la que cabría esperar en su contenido alguna alusión o referencia teórica que la fundamentara o legitimara. Trías afronta el delicado asunto del estatuto epistemológico e ideológico de la disciplina conocida como geopolítica: afirma que es preciso liberarla de las adherencias ideológicas que se le han ido agregando históricamente -sus cultores principales son los teóricos alemanes del s. XIX y del nacionalsocialismo por un lado, y los ideólogos del imperialismo británico y estadounidense por el otro- y de los prejuicios que la alejan del pensamiento de izquierda en general y del marxismo en particular. Se percibe en el autor el entusiasmo por el descubrimiento de lo que para él supone un nuevo Mediterráneo teórico: ha encontrado la lógica que rige los movimientos del poder imperial. Trías advierte que geopolítica e imperialismo poseen una mutua relación profunda, orgánica y sutil,[32] puesto que la primera constituye el fundamento teórico y científico de los diseños de dominación territorial extensa. La geopolítica es una ciencia práctica que «estudia la influencia de los factores geográficos en la vida y evolución de los estados». En consecuencia proporciona elementos imprescindibles para orientar la política de estos últimos, que como afirma el marxismo, no son entelequias ni abstracciones sino instrumentos de poder de una clase social.[33] Trías compone un apretado resumen de los principales teóricos y teorías de la geopolítica y su estrecha relación con los proyectos de expansión territorial y dominación imperial. La aplicación práctica de la geopolítica está determinada por la lucha por espacios y recursos. Respecto de Karl Haushofer, uno de los teóricos de la geopolítica alemana, sostiene que «En pocas definiciones se transparenta con mayor nitidez su carácter dual, ambivalente, entre sus asideros científicos y su función de instrumento al servicio de la clase que controla y utiliza al estado.» [34]

A continuación Trías se concentra en el análisis de la doctrina geopolítica estadounidense: sus líneas generales, sus objetivos, sus fases y evolución. La expansión del imperialismo estadounidense lo ha llevado a disputar áreas de influencia de otros imperios consolidados, como el británico, siempre dentro de un esquema de «equilibrio de poder», propio de bloques capitalistas. En la actualidad, la contradicción principal se da entre países capitalistas y socialistas: este conflicto, por su propia naturaleza, solo podrá definirse con la desaparición de uno de los dos sistemas en pugna. Esa pugna se da en la lucha de clases dentro de los países capitalistas, en la confrontación entre países capitalistas y socialistas y entre las masas de las colonias y la burguesía de las metrópolis.[35] La lucha interimperialista da paso al choque principal entre el imperialismo estadounidense y el bloque socialista liderado por la Unión Soviética, que emerge como superpotencia mundial y en estrecha vinculación con las revoluciones anticolonialistas y antiimperialistas. El imperialismo estadounidense, habiendo arribado a su fase de capitalismo monopólico estatal acentúa sus contradicciones internas y se aproxima a una crisis terminal.[36]

Estos capítulos introductorios le sirven a Trías para entrar con seguridad al problema que más le interesa: la estrategia de dominio y consolidación del imperialismo estadounidense en Sudamérica. El punto de partida es el de la puja interimperialista de la segunda posguerra en la región: Estados Unidos, a partir de sus relaciones privilegiadas con Brasil, desplaza a la hegemonía británica, cuyo principal activo y zona de influencia es la Argentina. Explica de qué modo Estados Unidos aplica una política de integración económica regional con centro en Brasil,[37] impulsando su desarrollo industrial y aumentando su influencia sobre el resto de los países del subcontinente, a partir del modelo teórico del «satélite mayor». Esto supone inhibir la industrialización argentina y confinar a ese país a su tradicional rol de productor agropecuario. Trías sigue las alternativas de este plan de dominación imperial, atendiendo particularmente a los vaivenes de la política brasileña, entre el alineamiento con las directivas de Estados Unidos a posiciones más independientes y definidas según intereses nacionales. También analiza las tensiones con los sucesivos gobiernos argentinos y las consecuencias de esta puja regional, en sus aspectos económicos, energéticos, militares y geopolíticos en los otros países de la región: Bolivia, Paraguay y Uruguay. El estudio se completa con un análisis sobre los fundamentos teóricos y la práctica derivada de la política de expansión y hegemonía brasileña en la región, en el contexto de subordinación al diseño imperial estadounidense. Trías califica a este proyecto como «subimperialismo».[38]

¿Qué posibilidades ofrece esta encrucijada para las luchas por la emancipación de los pueblos y el socialismo? El imperialismo fundado en el capitalismo monopólico-estatal muestra una clara capacidad de adaptación del sistema a los nuevos desafíos. Pero Trías afirma que esos cambios sólo potenciarán sus contradicciones internas y lo precipitarán a nuevas y recurrentes crisis. Un factor que puede favorecer a los procesos revolucionarios con orientación socialista puede ser esta novedosa estrategia de integración económica, puesto que también unifica e integra a los sectores productores y a los trabajadores, transformando la lucha de clases en pugna internacional. La antinomia revolución – contrarrevolución tiene en este contexto el sentido preciso de «integración para la servidumbre – integración para la liberación».[39]

Para Trías la actual coyuntura es «objetivamente revolucionaria».[40] Respecto de la situación en Brasil, no parecen existir dudas al respecto.

Las masas se encuentran, ahora, ante una disyuntiva terminante: revolución o sometimiento. Las medias tintas del reformismo nacionalista y democrático fueron liquidadas por la política de desmantelamiento, enérgicamente ejercida por la dictadura, Es una situación nueva la que ahora vive la nación brasileña. No puede negarse que la misma estaba prevista en los planes del imperialismo, si tenemos en cuenta todo el esfuerzo organizativo que el Pentágono ha desplegado para prevenir la insurrección armada, la guerra revolucionaria, al sur del Río Bravo. (179)

En cualquier caso, la estrategia del adversario está al descubierto, y no parece razonable ignorarla ni subestimarla.

Sería suicida subestimar la lucidez, la penetración de esta política imperialista.

Ocurre sin embargo, que la ecuación se integra con otro término, que el combate sustancial es un juego de dos: imperialismo y revolución.

Aquél ha extendido sus cartas sobre el tapete y en ellas se advierte un abanico de cortantes contradicciones, tanto como un sólido fundamento geopolítico y geoeconómico.

Los revolucionarios del continente deberán delinear su réplica a la altura de dichas circunstancias. Las grietas de los conflictos, las ranuras de las tensiones desatadas por la estrategia del Imperio, ofrecen alentadoras perspectivas. Y, además, si los tácticos de la opresión pueden usar los factores geopolíticos y geoeconómicos en su favor, nada puede impedirles hacer lo mismo a los dirigentes de la revolución.

Con la primordial diferencia de que la historia está de su parte.[41]

Las conclusiones parecen claras: por una parte se ha puesto en evidencia la estrategia de dominación del imperialismo; por otra, las circunstancias actuales de su desarrollo son objetivamente revolucionarias. No obstante Trías no se esfuerza por explicar las imprescindibles vinculaciones teórico-prácticas que existen entre esas dos afirmaciones. Efectivamente, la geopolítica ha sido una ciencia tradicionalmente al servicio del imperialismo, pero ¿sólo se encuentra a disposición del enemigo?

Para decirlo de otro modo: ¿no es posible concebir una geopolítica de los pueblos, revolucionaria y socialista? Trías sostiene, según la clásica fórmula marxista, que el Estado es el instrumento del poder de una clase social. ¿Existirá una geopolítica de la clase trabajadora, de los Estados obreros? En ese caso ¿cuáles son las razones por las cuales no profundiza en esta línea de investigación? Los requerimientos y las urgencias en este sentido están a la vista: existen condiciones objetivas para la revolución en América Latina. Pero Trías sólo se refiere a las contradicciones internas del sistema capitalista e imperial, a las crisis que inevitablemente lo precipitarán, tarde o temprano, al colapso. Nada dice respecto de la praxis ni de la organización de las fuerzas revolucionarias en ese contexto. ¿Deberían plegarse a los movimientos de burgueses de liberación nacional, ahora que la vieja burguesía nacional como clase parece dar paso, como él mismo sostiene, a una clase dominante diferente, de síntesis, integrada con los monopolios extranjeros y los latifundios?[42] ¿Tendrían que apoyar a los gobiernos democráticos o militares que ensayen una política independiente de los dictados imperiales, o más bien deberían moverse en el remanente de los conflictos interimperiales, con el objeto de debilitar y desgastar el dominio de los bandos en pugna? Si se atiende a lo que él define como la contradicción principal, es decir, la confrontación entre capitalismo y socialismo ¿qué posición deberían adoptar las fuerzas revolucionarias en los ámbitos de disputa que son las regiones periféricas? ¿Deberían actuar en concierto con la política exterior de los países del bloque socialista, identificarse con sus objetivos, colaborar con las fuerzas que despliega en el territorio? ¿Cuál sería la organización y las formas de lucha de las fuerzas revolucionaria: política, social, militar? Nada dice al respecto. Si se lo analiza desde la perspectiva de sus labor de cooperación directa con los organismos de inteligencia de Europa Oriental, Trías parece estar ocultando cuidadosamente en este texto el análisis que ha hecho sobre la praxis revolucionaria y propias decisiones en el plano de la militancia.

 

La desproporción de la empresa revolucionaria

Pocos años después Vivian Trías volvería sobre el tema del imperialismo. En La crisis del imperio, de 1970, da cuenta de las novedades producidas en la lucha antiimperialista. El saldo desde 1967 es francamente negativo: se han producido derrotas y reveses en todo el mundo: desde la muerte del Che en Bolivia hasta la «tragedia» (sic) de Checoslovaquia. Se está en presencia de una vasta oleada contrarrevolucionaria. Para comprender la compleja coyuntura en la que se encuentran las fuerzas populares es preciso entender el proceso de desarrollo por el que atraviesa el imperialismo en su tercera fase, fundado en el capitalismo monopolista de Estado. Después sintetizar los hitos y factores principales del crack financiero de 1929 como crisis estructural del capitalismo -crecimiento de las producción versus reducción del consumo-[43] Trías sostiene que a pesar de las «insanables contradicciones» que aquejan al capitalismo, este ha logrado proseguir su existencia y prolongar su desarrollo, postergando su colapso. En primer lugar explica la fase monopólico-estatal del imperialismo estadounidense, una variación que le permite soportar mejor las crisis cíclicas que lo aquejan. Eso supone promover procesos de industrialización en los países periféricos, financiar la economía estadounidense con gastos militares -en relación con esto último generar continuamente conflictos armados en diversas partes del globo- invertir recursos masivos en el sector tecnológico y otorgar préstamos y asistencia financiera internacional, de modo de forzar a los países dependientes a trabar obligaciones crediticias, que redundan en beneficios para el acreedor. La estrategia, según Trías, es doble: se «norteamericaniza» la economía internacional, a través de inversiones directas e indirectas de Estados Unidos en el resto de los países, y se «internacionaliza» la economía estadounidense, al constituirse en prestamista principal y dueño de la moneda de referencia, sustituyendo lenta pero progresivamente el oro por el dólar como patrón internacional. Trías se esmera en realizar un cuadro completo y detallado de las formas de dominación económica, política y financiera del imperialismo estadounidense: el cuadro resultante no deja dudas respecto del poderío de la potencia hegemónica, su capacidad de despliegue y el complejo de estrategias multinivel que está en condiciones de instrumentar.

No obstante, a partir de las «contradicciones insanables», Trías muestra un escenario de crisis inminente e inevitable del capitalismo. El proceso de depreciación constante del dólar, la balanza negativa de pagos y los conflictos internos en Estados Unidos -tensiones sociales, raciales, estudiantiles, acción creciente de movimientos revolucionarios, escalada militar en Indochina, saldada en derrotas militares- parecen haberlos introducido en los «laberintos del infierno».[44] Una crisis similar a la de 1929 pondría a Estados Unidos en una situación mucho más difícil: enfrentado a un bloque socialista de naciones consolidado y con capacidad militar suficiente, y asediado por los movimientos de liberación nacional que se extienden por el Tercer Mundo. Podría ser un «jaque mate en cuanto desfallezca su poder político militar».[45]

El contraste es notable: el poderío del imperialismo, su capacidad de transformación y de expansión después de cada crisis es absolutamente desproporcionada respecto de los factores que se supone pueden llevarlo a una crisis terminal. El propio Trías parece advertir la desproporción:

Puede ser acertado el pronóstico de un deterioro gradual e inexorable, pero no de un cataclismo económico. El futuro dirá sobre su magnitud, hondura, duración y, sobre todo, si se trata del agostamiento del tercer “modelo” ensayado por el capitalismo para enjugar sus implacables contradicciones. En ese caso, si el “modelo” monopólico-estatal y de integración mundial en torno a EEUU está agonizando, salta otra interrogante que sólo el tiempo podrá dilucidar. ¿Habrá un cuarto “modelo” o presenciamos el principio del fin del sistema?[46]

Respecto de América Latina el panorama no es muy diferente. El continente no solamente ha sido víctima de la expansión imperialista gracias a su fase ascendente (1960-1964), sino que también lo es a causa de su última crisis y recesión (1964-1969) en el que las inversiones del capitalismo estadounidense se han retraído. Como sucede con el resto del libro, es notoria la desproporción entre la estrategia de dominación y los recursos disponibles del imperialismo y la posible crisis que podría terminar con su poderío. Más pequeños todavía aparecen sus verdaderos adversarios: los luchadores por la liberación nacional y el socialismo.

Con motivo del informe de Nelson Rockefeller sobre América Latina, presentado al gobierno de Estados Unidos en 1969, Trías afirma que los vínculos de la Unión Soviética y el bloque socialista con los revolucionarios latinoamericanos es más una excusa para la represión que una realidad: «En cuanto a la responsabilidad asignada a la U.R.S.S. en la subversión, no puede tener, en un texto que exhibe sagacidad y excelente sustento informativo, otra explicación que satisfacer, demagógicamente, a los sectores ultras y más irreductibles del gobierno.»[47]

Trías precisa la influencia del bloque socialista en América Latina: básicamente se trata de un factor de disuasión respecto de la capacidad de intervención armada por parte de Estados Unidos, un paraguas de protección para las actividades de los movimientos de liberación en el Tercer Mundo. 

Henry A. Kissinger (asesor primordial del Presidente Nixon en política exterior) opina que el aspecto principal de las tensiones que aquejan al mundo contemporáneo, radica en el desencuentro entre la bipolaridad militar (E.E.U.U. y la U.R.S.S.) y la multipolaridad política (pluralidad de naciones que se incrementan de continuo con el nacimiento de nuevos estados soberanos).

El razonamiento es acertado pero incompleto. La bipolaridad militar paraliza la acción bélica de las dos grandes potencias (y esta es la contribución esencial de la Unión Soviética a la liberación del Tercer Mundo) que no pueden arriesgar sus enfrentamientos hasta el desemboque de la mutua destrucción por las armas termonucleares.

La bipolaridad militar confiere una gran amplitud de maniobras a los pueblos colonizados que luchan por su soberanía nacional y su desarrollo económico. En el marco del equilibrio bélico entre el centro integrador del capitalismo y la máxima potencia del campo socialista, saben que aquel no puede descargar sobre sus rebeldías todo el peso de su fabuloso poderío.[48]

Esa perspectiva sobre pasividad genérica de la influencia del poder de la Unión Soviética y el bloque socialista en América Latina supone un notable contraste con las actividades de cooperación de Trías. La praxis política revolucionaria por la que había optado en el plano personal explícitamente no podía adquirir un estatuto teórico que habilitara una discusión pública.

La lectura atenta de ambos textos desde la perspectiva de una acción destinada a la erosionar el prestigio de Estados Unidos ante la opinión pública (AO) resulta asimismo problemática. Están lejos de ser los propios una operación de desinformación: independientemente del valor intrínseco de tales investigaciones (Trías funda sus largos textos en unas pocas referencias bibliográficas, todas en castellano y provenientes en su mayoría de prensa partidaria) el registro deliberado no es propagandístico, sino descriptivo. El panorama del despliegue de fuerzas económicas, políticas, científicas y culturales del imperio, de su adaptación a circunstancias, la red de su dominación es tan completa y vasta que no parece ser tanto una campaña de descalificación como la descripción de una maquinaria maravillosa y perversa hecha por un espíritu completamente fascinado por ella (algo que a menudo le pasaba a Karl Marx). Las escasas referencias a las crisis más o menos inminentes del capitalismo o a las contradicciones insalvables y fatales del sistema son esporádicas y escasamente convincentes. El registro específico -propiamente marxista- de la explotación de la clase trabajadora (tanto industrial como campesina), la marginación social, el atraso y la miseria de las poblaciones del Tercer Mundo apenas ocupan unas pocas líneas en estos libros. Quizá gravitaba en esta omisión un rasgo local que señalara Methol: para el Uruguay, la dominación imperialista no implicó violencia, opresión y atraso, sino todo lo contrario. El imperialismo fue sinónimo de progreso. Permitió el crecimiento del Estado y la implementación de políticas sociales. Esta particular circunstancia tuvo efectos profundos en la psicología uruguaya: «creó en las masas urbanas más una mentalidad de consumidores que de productores», además de generalizar una fuerte cultura burocrática, que funcionaría como factor de compensación y estabilización social.[49] López D’Alesandro, en la misma línea, sostiene que Trías interpretó erróneamente la incidencia de la crisis provocada por los ciclos del imperialismo sobre los uruguayos, cuyo perfil clasemediero había sido enteramente configurado por el batllismo a lo largo de medio siglo: «el socialismo nacional le hablaba a una sociedad que no los entendía, porque el socialismo nacional no entendía a la sociedad».[50]

 

Los usos de Trías, hoy

Es realmente notable que las revelaciones en torno a Trías hayan despertado una apasionada confrontación entre críticos y defensores. ¿Por qué un intelectual y militante socialista muerto hace cuarenta años, a quien muy pocos leen hoy, sirve como catalizador en el campo de la izquierda? ¿Por qué el expediente de la colaboración de Trías con servicios de información del extinto bloque socialista interpela de una forma tan vigorosa a la izquierda uruguaya y regional? El asunto desborda lo anecdótico.

 

I. Los impugnadores

Para entender el juicio impugnatorio sobre las actividades secretas de Trías es preciso trazar su evolución desde que se produjeran las primeras revelaciones. En una primera fase, el hecho de haber sido colaborador de países extranjeros lo convirtió sin matices ni atenuantes en un traidor a la patria. La pregunta que habría que hacerse es ¿por qué debería ser juzgado Trías en esos términos, si para él el principio de nación (o de soberanía nacional) estaba subordinado a otros? Este no era (ni es) un problema exclusivo de Trías, sino de un sustancial sector de la izquierda, en particular de izquierda socialista y clasista de tradición marxista (puesto que el concepto político de nación es también una invención de izquierda, pero de su original variante liberal-burguesa). La «cuestión nacional» es un agregado táctico de origen leniniano a las tesis del materialismo dialéctico e histórico: el socialismo nacional es su producto latinoamericano. López D’Alessandro insiste acertadamente en la ideología socialista nacional de Trías: el socialismo es el género, lo nacional es la diferencia específica.[51] Es sabido que esa tensión entre internacionalismo y nacionalismo en el campo socialista no siempre se resolvió en favor de el término principal de la definición: No es posible comprender el fenómeno de construcción del socialismo en la Unión Soviética si no se atienden la dimensión propiamente nacionalista que tuvo ese ambicioso proyecto.

Volviendo al caso Trías ¿por qué debió haber antepuesto una lealtad que para él era secundaria? ¿Hasta qué punto quienes desde la izquierda lo critican por sus decisiones son conscientes de esta tensión, que el dirigente socialista uruguayo resolvió con muy razonable coherencia ideológica? ¿No constituye un notable anacronismo?

Posteriormente se conocieron detalles en torno al uso y manipulación de las estructuras y la militancia del PSU, poniéndolo al servicio de la inteligencia checoslovaca.[52] Eso sustanció la acusación de traición por parte de sus compañeros de partido, que no fueron informados de sus actividades ni de las operaciones que los involucraban. Lo cierto es que la índole de las actividades propias de su condición de agente al servicio del StB le demandaban a Trías un total secreto. Es, por otra parte, la lógica del partido revolucionario. No puede decirse, por tanto, que Trías fuera desleal a la causa que lo animaba.

Por otra parte, se juzga de forma implacable su informe en torno al gobierno militar argentino, como si Trías, que falleció en 1980, hubiera estado al tanto de todas y cada una de las siniestras revelaciones que se produjeron luego de su final. Lo mismo sucede con sus primeras apreciaciones en torno a la orientación ideológica del proyecto político de los militares uruguayos.[53] Todas estas definiciones del propio Trías remiten al escaso aprecio que mostró hacia el régimen liberal democrático y el escaso rigor crítico en torno a los componentes fascistas, personalistas y populistas de los movimientos nacionalistas de la región, a los que prestó simpatía cuando no adhesión expresa.[54] Como primera aproximación habría que preguntarse qué sentido tiene juzgar a Trías con los criterios de ideas que abandonó expresamente para abrazar otras que suponían la posición opuesta: ¿por qué Trías el marxista-leninista debería mantener las convicciones democráticas del viejo y extinto socialismo uruguayo?[55]

El asunto se remonta a un problema clásico de la teoría marxista, que fue exhaustivamente discutido en Europa en la década de 1960 y tuvo un interesante corolario en América Latina: el estatuto de la política. Si las relaciones de producción se mantienen intactas bajo regímenes dictatoriales o democráticos, el aprecio por la democracia no será mayor que el que merece la dictadura, porque una y otra refuerzan y legitiman el dominio de clase: la contradicción fundamental sigue en pie.

Esto, cambiaría sustancialmente en la Argentina después del período 1976-1983: no todo daba igual. Una parte de la izquierda “democrática” argentina descubriría la importancia de la política.[56] Otra parte mantiene sus reservas e impugnaciones aún hoy, como puede verse en las tesis en torno a la democracia liberal como un sistema cuyos principios de periodicidad de los cargos y división de poderes bloquean sistemáticamente las grandes reformas políticas y económicas. Juzgar a Trías desde el sustancial aprecio por la democracia que parte de la izquierda muestra hoy supone otro caso de anacronismo.

Pero quizá el planteamiento impugnatorio más profundo y radical provenga de quien en mayor detalle y precisión analítica ha estudiado el caso Trías. López D’Alesandro delinea la trayectoria ideológica y militante de Trías desde su emergencia como dirigente socialista hasta el fin de su relación con la StB. Esta trayectoria es el hilo conductor que le permite, en un primer círculo de relaciones, relatar la historia de los conflictos internos del PSU desde mediados de la década de 1950 hasta fines de la década de 1970, en la cual Trías fue protagonista principal; y en un segundo círculo las azarosas relaciones del PSU con el resto de la izquierda y de las fuerzas políticas uruguayas. Sus participaciones y decisiones son casi invariablemente calificadas de errores y fracasos.[57] Sus análisis teóricos casi siempre resultan ser parciales y desacertados.[58] Trías aparece como un intelectual y dirigente que incurre constantemente en contradicciones insanables, fatales.[59] La narración completa se desarrolla en un registro que puede definirse con un vocablo inglés que no posee equivalente en el castellano: unsympathetic. Una mezcla de desafecto, desprecio y animosidad. López D’Alesandro no duda en calificar a Trías de ser un individuo acomodaticio e interesado principalmente por el dinero.[60] Algo que se echa en falta en su investigación es su casi completo desinterés por reconstruir los aspectos más personales y otras dimensiones de la vida de Trías. No hay referencias biográficas anteriores a su protagonismo en el partido: orígenes y entorno familiar, infancia y formación juvenil, estudios. Nada se dice de su labor parlamentaria ni de su docencia. El autor se desentiende totalmente de Trías después del fin de su vínculo con los checoslovacos. Nada se sabe de esos pocos años que le quedaban de vida y que por razones personales, profesionales y políticas debieron ser particularmente duros.

En las conclusiones se menosprecia la importancia de su obra y su legado: «Si pocos autores han abordado el pensamiento de Trías de manera sistemática, así también es notoria la ausencia de textos o referencias a ellos en los programas de enseñanza, tanto secundaria como universitaria. Sus concepciones no son de recibo a nivel académico, por tanto, sus aportes se circunscriben al debate en el ámbito político».[61]

Pero entonces ¿qué importancia reviste el caso Trías para la posteridad? Es posible formular una hipótesis. Afirma López D’Alesandro que «Vivian Trías transformó al Partido Socialista en todo sentido. Sentó las bases de una nueva visión de la izquierda, cometió errores, se contradijo, porque fue un hombre de su tiempo y parte de esa historia. En medio de ese camino se topó con la StB y decidió, conscientemente, trabajar con ellos y para ellos. La implicancia del vínculo y su extensión hacia la KGB era claro, y no violentó en nada a este tercerista y socialista nacional.»[62]

Pues bien: si la ocasión de revisar la figura de Trías fueron las revelaciones en torno a su cooperación voluntaria con los servicios secretos de un: país extranjero, con su consiguiente carga de desprestigio y descrédito público, el propósito de esa revisión, para estos alineamientos impugnatorios, fue determinar su responsabilidad en el poco feliz derrotero del socialismo uruguayo en particular -y de la izquierda oriental en general- durante esos difíciles años. La trayectoria de Trías en sus múltiples dimensiones sirve para hilvanar una historia de desaciertos y fracasos colectivos, de derrotas y desencuentros apenas matizados con algún buen resultado electoral. En esta narración triste Trías adquiere un protagonismo central, la causa y raíz de todos los males de la izquierda oriental: responsable por la radicalización ideológica del PSU y la traición a sus viejos ideales y principios; precursor mediato de la lucha armada como instrumento político; impulsor del acercamiento teórico y práctico a movimientos/regímenes políticos de índole antidemocrática, fascista, militarista y populista; cultor de un sectarismo ideológico desconectado de la realidad. Un chivo expiatorio: como si el conjunto de la izquierda latinoamericana hubiera podido mantenerse incólume de la vorágine de esa época. El expediente checoslovaco como contradicción principal de Trías entre ideología y praxis habilita en definitiva su desmitificación/deconstrucción como personalidad política relevante, convirtiéndolo en responsable principal. Adicionalmente, su impugnación constituye un ajuste de la tradición política e ideológica de la izquierda a la sensibilidad contemporánea.

 

II. Los defensores

Los autores que impugnaron en un primer momento las revelaciones de Trías como agente de los checoslovacos apelaron a argumentos insuficientes, poco certeros y escasamente honestos para defenderlo. Se apoyaron en la integridad, el compromiso o los amplios conocimientos de Trías, como si algunas de estas características hubieran sido razones suficientes contra la afirmación que querían refutar. La conducción del PSU sostuvo que se trató de una relación esencialmente diplomática, fundada en una convergencia de intereses en torno a la lucha antiimperialista y el apoyo a la Revolución Cubana: «como surge de las investigaciones realizadas por distintos profesionales ese vínculo no supuso un condicionamiento político o ideológico para su pensamiento ni el del Partido Socialista». Se exigía asimismo interpretar a Trías en su contexto social y político, con perspectiva histórica: «entendemos que todas sus acciones estuvieron inspiradas en el objetivo de servir a los intereses de las grandes mayorías nacionales y del país».[63]

También se recurrió al argumento ad hominem, descalificando a quienes dieron a conocer esas vinculaciones supuestamente deshonrosas.[64] Con la profusión de pruebas y testimonios, esas reacciones fueron perdiendo fuerza. Ninguno de ellos, no obstante, se ha atrevido a cuestionar las afirmaciones puntuales de los periodistas o los historiadores que se han ocupado del tema.

Una hipótesis que se arriesgó en su momento fue que obedecía a una conspiración internacional de desprestigio de los intelectuales y autores del pensamiento nacional, lo cual implica cierta dosis de irrealidad: como si el imperialismo, en caso de que actuara con el concierto y la férrea estrategia que le atribuyen, no tuviera en otra cosa que hacer que erosionar la figura de un intelectual a quien pocos recuerdan.

El problema es más profundo, me parece, y se encuentra en el punto de convergencia entre la ideología y la actitud. El nacionalismo (tanto de izquierda como de derecha) tiende a dividir el campo político, cultural e historiográfico en dos mitades opuestas entre sí. Reduce los mil matices y la infinidad de variaciones en el plano de los actores políticos, los conceptos, los intelectuales y pensadores a una oposición binaria: ellos o nosotros.

Es un planteamiento predominantemente agonístico, al que no le interesa comprender lo difícil y por tanto simplifica la complejidad de las circunstancias y los posicionamientos. Por eso sale a confrontar en bloque, como si esas revelaciones fueran indefectiblemente un ataque a sus filas. Por el contrario, dar lugar a la complejidad supone no solamente conceder que las opciones político intelectuales del propio campo no fueron (ni son) tan claras ni unitarias, sino que tampoco lo fueron (ni son) en el campo contrario. Los defensores y las viudas de Trías asumen que esas revelaciones buscan desprestigiar su obra. No parece que haya sido así. Hasta en un formato que se presta a la simplificación como el televisivo se lo ha tratado con mucha cautela y respeto.[65] Pero en estos temas no hay que perder de vista el horizonte de representaciones y valoraciones del receptor, o de quien se siente aludido.

Cabe proponer otra explicación, más coyuntural. Una de las novedades en el balance de poder en América Latina es la pérdida de la hegemonía absoluta de Estados Unidos. Esto no se debe a un proceso de recuperación de la soberanía por parte de actores políticos locales, como afirman los apologistas y partidarios de los gobiernos de corte nacional popular que formaron una ola entre los últimos años del siglo XX y la primera década del siglo XXI.

Las verdaderas razones de este cambio se encuentran en la necesidad de Estados Unidos de fijar prioridades en sus intereses en política exterior y en la emergencia de nuevos actores políticos a escala global: el caso de la República Popular China. La región ha pasado de ser el “patio de atrás” de Estados Unidos a constituirse en territorio en disputa. Actualmente, China y Estados Unidos son los contendientes que dirimen la hegemonía en América Latina, en diversos campos. Por su parte, después de los años de crisis y reorganización interna que sucedieron a la liquidación de la Unión Soviética, Rusia también ha vuelto a jugar como actor principal en el escenario internacional. Sabe que no puede renunciar a la confrontación con las otras potencias por la hegemonía mundial.

Esa disputa no se juega hoy tanto en el plano de la lucha entre espías y servicios secretos -los sistemas de obtención y procesamiento de datos e información han vuelto obsoletas a las estructuras de espionaje e inteligencia de la Guerra Fría- como en otros campos alternativos. Uno de ellos es el de la comunicación, que es parte de lo que Joseph Nye definiera como «poder blando».

En los últimos años se ha podido ver en todo el mundo el despliegue de servicios audiovisuales de noticias, opinión y entretenimiento con base en Moscú. Se trata de marcas ya bien conocidas en América Latina: Russia Today, Sputnik News. Estos medios coexisten con una red menos explícita de sitios de debate e información que responde a las directivas del Kremlin.

La línea editorial de este conglomerado en materia de relaciones internacionales va desde la afirmación de las inofensivas tesis del multipolarismo a la denuncia e impugnación de la política estadounidense para América Latina, pasando por la crítica centrada en los gobiernos regionales que se consideran aliados de Estados Unidos y la defensa de los gobiernos prorrusos en la región.

Pues bien: muchos intelectuales y militantes latinoamericanos que hoy se identifican con el llamado pensamiento nacional y popular colaboran activamente con los contenidos y comparten la perspectiva de análisis del conglomerado ruso de medios. La visión “alternativa” de la geopolítica de estos autores, opuesta a la concepción estratégica estadounidense, favorece a los intereses rusos, del mismo modo que lo hicieran, voluntariamente o no, en los tiempos de la Unión Soviética. ¿Cómo no ver en el affaire Trías una interpelación directa de las propias opciones de estos intelectuales identificados con la causa de la liberación nacional latinoamericana? La historia parece repetirse. Defender a Trías es, en su situación, defenderse a sí mismos.

 

Conclusión: los caminos de la lucha política

Dentro de las diversas formas de la participación política, la revolucionaria posee características particulares. El revolucionario no busca insertarse en el sistema vigente para introducir, en la medida de sus posibilidades y de las circunstancias, reformas que lo perfeccionen. Se sitúa contra él, busca su destrucción. Dentro de este posicionamiento radical extremo, existen a su vez diversas modalidades: el líder carismático de masas, el agitador, el ideólogo, el conspirador.[66] Al igual que el resto de la acción política pero en mayor medida, las empresas revolucionarias no pueden aspirar a un desempeño plenamente público, ni desarrollarse exclusivamente en esa esfera. Los trabajos revolucionarios, para conseguir sus fines, también requieren discreción, cuando no secreto. ¿Qué alternativas realmente revolucionarias tenía un espíritu inquieto y consecuente como el de Vivian Trías, en un pequeño país de economía primaria exportadora, clase media mayoritaria y extendida burocracia, que carecía de grandes masas trabajadoras, de fuertes movimientos políticos y sindicatos poderosos? No fue en absoluto casual que después de su enrolamiento como agente, Trías subordinara toda su actividad política e intelectual, todos sus recursos disponibles a las directivas de la StB.[67] En ese ajuste progresivo de ideología a política que puede verse en la trayectoria pública de Trías existe una preocupación central que lo obligó a realizar revisiones constantes sobre su propia práctica revolucionaria: cuáles eran los medios proporcionados a los fines que perseguía la revolución. Esa coherencia empecinada, esa fidelidad a las propias convicciones no parece ser de fácil apreciación en los tiempos que corren.

 

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Para citar este artículo / To reference this article / Para citar este artigo

Ghiretti, Héctor. “El fin y los medios: teoría y praxis antiimperialista en Vivian Trías”.
Humanidades: revista de la Universidad de Montevideo, nº 7 (2020): 113-145.

https://doi.org/10.25185/7.5

 

El autor es responsable intelectual de la totalidad (100 %) de la investigación que fundamenta este estudio.

 

Editores responsables: Ángel Soto: angelsoto@uandes.cl ; Carolina Cerrano: ccerrano@um.edu.uy



[1]   El presente trabajo fue realizado en el marco del Proyecto de Investigación de la Secretaría de Ciencia, Técnica y Posgrado (SECTYP) de la Universidad Nacional de Cuyo (Argentina), titulado El uso y las inflexiones de los conceptos de izquierda y derecha en la cultura política argentina. Aproximaciones desde la historia de las ideas y los conceptos, segunda parte (G007), correspondiente al bienio 2016-2018. Originariamente, el texto fue concebido como un ensayo breve y aprobado para su aparición en La Diaria, medio digital uruguayo, a mediados de 2018. Por alguna razón nunca fue publicado. Revelaciones ulteriores y un estudio más pormenorizado del tema me llevaron a ampliarlo y darle mayor sustento bibliográfico y crítico.

[2]   Fernando López D’Alesandro, Vivian Trías, el hombre que fue Ríos. La inteligencia checoslovaca y la izquierda nacional, 1956-1977 (Montevideo: Debate, 2019), 25.

[3]   Benjamín Nahúm, Ana Frega, Mónica Maronna y Ivette Trochón, Historia Uruguaya. T. 10: El fin del Uruguay liberal (Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 1998), 17-18.

[4]   López D’Alesandro, Vivian Trías, 36-43.

[5]   Nahúm et al, Historia Uruguaya, 21; López D’Alesandro, Vivian Trías, 94-103.

[6]   Gerardo Caetano y José Rilla, Historia contemporánea del Uruguay: De la Colonia al Mercosur (Montevideo: CLAEH, 1998), 237.

[7]   La investigación, originariamente volcada en una página web, dio lugar a un libro: Vladímir Petrilák y Mauro Abranches Kraenski, La StB. El brazo de la KGB en Uruguay (Montevideo: Planeta, 2018).

[8]   Aldo Marchesi, “Vivian Trías y Checoslovaquia. ¿Qué sabemos hasta ahora?”, La diaria (Uruguay), 14 de marzo, 2018, https://findesemana.ladiaria.com.uy/articulo/2018/3/vivian-trias-y-checoslovaquia-que-sabemos-hasta-ahora/; Fernando López D’Alesandro, “No hay dudas, Trías era un espía”, El Observador (Uruguay), 18 de marzo, 2018, https://www.elobservador.com.uy/nota/fernando-lopez-d-alessandro-no-hay-dudas-trias-era-un-espia--2018318500; Fernando López D’Alesandro, “No hay dudas, Trías era un espía”, El Observador (Uruguay), 18 de marzo, 2018, https://www.elobservador.com.uy/nota/fernando-lopez-d-alessandro-no-hay-dudas-trias-era-un-espia--2018318500; Fernando López D’Alesandro “Vivian Trías y el proceso hacia el marxismo leninismo”, La diaria (Uruguay), 12 de mayo, 2018, https://findesemana.ladiaria.com.uy/articulo/2018/5/vivian-trias-y-el-proceso-hacia-el-marxismo-leninismo/; Michal Zourek, “Entrevista: Patria roja”, Brecha (Uruguay), 16 de marzo, 2018. https://brecha.com.uy/patria-roja/

[9]   León Trotsky, Escritos latinoamericanos (Buenos Aires: Ediciones IPS, 2013).

 

[10]  Jorge Abelardo Ramos, El Partido Comunista en la política argentina. Su historia y su crítica (Buenos Aires: Coyoacán, 1962).

[11]  López D’Alesandro, Vivian Trías, 78-79.

[12]  López D’Alesandro, Vivian Trías, 25.

[13]    López D’Alesandro, Vivian Trías, 82.

[14]  Es cierto, como me recordara Néstor Gorojovsky, que ni el propio Ramos fue impermeable a la tentación del pragmatismo político, al cooperar, muchos años después, activa y explícitamente con un gobierno que intentó poner en práctica la alineación automática de la Argentina con los Estados Unidos. Aunque también cabe recordar que para esa época, Ramos ya había tomado distancia de sus convicciones antiimperialistas.

[15]  Niccolò Machiavelli. Il principe. Ed. de Giorgio Inglese (Torino: Einaudi, [1513], 1999), 7, 32-54.

[16]  Jorge Abelardo Ramos pensaba que era preciso armar un partido propio. Juan José Hernández Arregui concebía a la Izquierda Nacional como una inspiradora intelectual de los movimientos de masas de liberación nacional con potencial revolucionario: en particular del peronismo. Noberto Galaso. J. J. Hernández Arregui: del peronismo al socialismo (Buenos Aires: Ediciones del Pensamiento Nacional, 1986), 126.

[17]  López D’Alesandro, Vivian Trías, 109.

[18]  López D’Alessandro, Vivian Trías, 149-153.

[19]  Héctor Ghiretti, “El joven Methol. Cristianismo, Marxismo e Izquierda Nacional Argentina”, Revista contemporánea 7, n° 7, (2016): 39.

[20]  López D’Alessandro, Vivian Trías, 108.

[21]  Zourek, “Entrevista: Patria roja”.

[22]  Claus Kernig y Peter Scheibert, “Leninismo”, en Marxismo y democracia. Enciclopedia de conceptos básicos. Conceptos fundamentales, 3, (Madrid: Rioduero, 1975), 63.

[23]  Thomas J. Blakeley, La escolástica soviética, (Madrid: Alianza, 1969).

[24]  Aníbal Corti, “Trías, la Unión Soviética y el socialismo nacional”, Brecha (Uruguay), 6 de abril, 2018, https://brecha.com.uy/trias-la-union-sovietica-socialismo-nacional/; Aníbal Corti, “El imperialismo y la cuestión nacional”, Brecha (Uruguay), 4 de mayo, 2018, https://brecha.com.uy/imperialismo-la-cuestion-nacional/

[25]  López D’Alessandro, Vivian Trías, 90.

[26]  Caetano y Rilla, Historia contemporánea del Uruguay, 216.

[27]  León Trotsky, La revolución permanente, (Buenos Aires: El Yunque Editora, 1973), 45-46.

[28]  López D’Alesandro, Vivian Trías, 366.

[29]  López D’Alessandro, Vivian Trías, 92.

[30]  López D’Alessandro, Vivian Trías, 211-213.

[31]  López D’Alessandro, Vivian Trías, 344.

[32]  Vivian Trías, Imperialismo y geopolítica en América Latina, (Buenos Aires: Cimarrón, 1973), 8.

[33]  Trías, Imperialismo y geopolítica en América Latina, 11.

[34]  Idem, 6. Trías no parece, no obstante, haber profundizado mucho en la materia. No se encuentran citas originales de los principales autores. Todas sus referencias a la geopolítica pertenecen a dos obras publicadas en América Latina, de carácter manualístico: el libro de Atencio y el de Weigert.

[35]  Trías, Imperialismo y geopolítica en América Latina, 70-71.

[36]  Trías, Imperialismo y geopolítica en América Latina, 97-99.

[37]  Constituye una nueva fase del imperialismo, al superar el esquema de balcanización (desintegración) anterior a la guerra.

[38]  Trías, Imperialismo y geopolítica en América Latina, 165.

[39]  Trías, Imperialismo y geopolítica en América Latina, 276.

[40]  Trías, Imperialismo y geopolítica en América Latina, 286.

[41]  Trías, Imperialismo y geopolítica en América Latina, 287.

[42]  Trías, Imperialismo y geopolítica en América Latina, 134.

[43]  Vivian Trías, La crisis del imperio (Montevideo: Ediciones de la Banda Oriental, 1970), 35.

[44]  Trías, La crisis del imperio, 151.

[45]  Trías, La crisis del imperio, 149.

[46]  Trías, La crisis del imperio, 211.

[47]  Trías, La crisis del imperio, 271.

[48]  Trías, La crisis del imperio, 281-282.

[49]  Alberto Methol Ferré, La crisis del Uruguay y el imperio británico (Buenos Aires, La Siringa: 1959), 14-18.

[50]  López D’Alesandro, Vivian Trías, p. 118.

[51]  (2018a)

[52]  López D’Alesandro, Vivian Trías, p. 131, 171-172, 211.

[53]  López D’Alesandro, Vivian Trías, 241-246, 286-330.

[54]  López D’Alesandro, Vivian Trías, 62, 87, 206, 235, 244, 267, 291, 295, 359, 366, 372.

[55]  López D’Alesandro, Vivian Trías, 77.

[56]  Roberto Gargarella; María Victoria Murillo; Mario Pecheny (comps.). Discutir Alfonsín (Buenos Aires: Siglo XXI, 2010), 14.

[57]  López D’Alesandro, Vivian Trías, 84, 110, 164, 361.

[58]  López D’Alesandro, Vivian Trías, 261, 286, muy particularmente 323.

[59]  López D’Alesandro, Vivian Trías, 60.

[60]  López D’Alesandro, Vivian Trías, 273, 351, 352.

[61]  López D’Alesandro, Vivian Trías, 374.

[62]  López D’Alesandro, Vivian Trías, 356.

[63]  Partido Socialista de Uruguay, Resolución del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Socialista, Montevideo, 27 de diciembre, 2018, http://ps.org.uy/resolucion-del-partido-socialista-resolucionps/

[64]  Selva López Chirico, “A propósito del supuesto “agente Ríos”, Fundación Vivian Trías (blog), 13 de marzo, 2018, http://fundacionviviantrias.org/node/391; Selva López Chirico, “Trías, el agente Ríos y un análisis de coyuntura”, La diaria (Uruguay), 26 de marzo, 2018. https://ladiaria.com.uy/articulo/2018/3/trias-el-agente-rios-y-un-analisis-de-coyuntura/

[65]  Es el caso del programa periodístico En la mira, que dedicó varias emisiones al caso Trías. https://www.youtube.com/watch?v=_94h6D6LkeQ

[66]  W. J. H. Sprott et al., Psicología y sociología del líder (Buenos Aires: Paidós, 1967), 65.

[67]  López D’Alesandro, Vivian Trías, 259.