doi: https://doi.org/10.25185/8.8
Artículos
Aportes culturales de los hermanos García
Hamilton en Argentina (1898-1900)
Cultural contributions by García Hamilton
brothers in Argentina (1898-1900)
Aportes culturais dos irmãos García Hamilton na
Argentina (1898-1900)
Ana María Risco1
ORCID id: https://orcid.org/0000-0001-8074-7056
1Invelec-CONICET, Argentina
anamrisco@gmail.com
Resumen: Entre fines del siglo XIX y principios del XX, un
grupo de periodistas y escritores que provienen de Uruguay deciden traspasar la
frontera del Río de la Plata y buscar una oportunidad en el campo cultural
argentino. Primero, se quedan en Buenos Aires, y luego, se establecen en
diferentes puntos del país. Las provincias de Misiones, Entre Ríos y Tucumán se
convierten en los espacios geográficos que muestran la oportunidad deseada para
el crecimiento personal y la residencia definitiva. En la ciudad de San Miguel
de Tucumán, en el noroeste argentino, se hospedan los hermanos Alberto y Germán
García Hamilton.
En el presente
trabajo tratamos de identificar las huellas culturales de estos hermanos
uruguayos quienes realizan sus primeras contribuciones desde el diario El
Orden de Tucumán entre 1898 y 1900.
Como hipótesis
planteamos que los hermanos García Hamilton realizaron aportes importantes a la
cultura de la época gracias a una red de amistades y de familiares signada por
su propia trayectoria cultural. Se puede concluir que esta micro-red
amical-familiar replica en escala pequeña la existente entre el interior de
Uruguay y de Argentina establecida paralelamente al desarrollo de la vida
intelectual de las metrópolis culturales porteñas de ambos lados del Río de la
Plata.
Palabras Clave: García Hamilton – Modernismo – Periodismo –
Hombres de Letras – Literatura de Uruguay – Literatura Argentina
Abstract: Between the end of the 19th Century and the beginning of the 20th, a group of journalist and writers proceeding of Uruguay
decide to trespass the Río
de la Plata frontier and search
an opportunity in the Argentinian cultural field. First, they
stay in Buenos Aires, and then,
they settle down in different points of the Country. The provinces Misiones, Entre
Ríos and Tucumán become the
geographic spaces that show the desired
opportunity for itself growth and definitive residence. In the city of San Miguel de
Tucumán, in the Argentinian
Northwest, stay the brothers Alberto and Germán
García Hamilton.
In the present paper
we try to identify the cultural traces of this Uruguayans brothers in the Argentinian literary field. They do their first
contributions from the El Orden, a newspaper from Tucumán, between 1898 and
1900.
Our hypothesis is that García Hamilton brothers make important
contributions to the
culture of that time thanks
to a parental and friendship net marked
by their own cultural trajectory. As conclusion, we can say that this
parental and friendship micro-net reproduce in low scale the
existent net between the interior of Uruguay and the
interior of Argentina stablished in parallel to the intellectual life development of port cultural metropolis from both riversides of River Plate.
Key Words: García
Hamilton – Modernism – Journalism
– Men of letters– Uruguayan Literature – Argentinian Literature
Resumo*:
Entre o final do século
XIX e início do século XX, um grupo de jornalistas e
escritores oriundos do Uruguai decide ultrapassar a fronteira do Rio da
Prata e procurar uma oportunidade no campo cultural argentino. Primeiramente, eles ficam em Buenos Aires e depois deslocam-se para diferentes pontos do país. Os estados de
Misiones, Entre Ríos e Tucumán se transformam nos espaços geográficos que mostraram
a oportunidade desejada ao crescimento pessoal e a residência
definitiva. Na cidade de
San Miguel de Tucumán, no noroeste argentino, hospedam-se
os irmãos Alberto e Germán García Hamilton.
No presente trabalho,
tentamos identificar as marcas culturais deixadas pelos irmãos uruguaios que realizaram suas primeiras contribuições ao jornal El Orden de Tucumán, entre 1898 e 1900.
Nossa hipótese, é que os irmãos García Hamilton realizaram aportes
importantes à cultura da época, graças a uma rede de amizades e de familiares
marcada por sua própria trajetória cultural. Pode-se concluir que essa micro-rede de amigos e familiares replicaria, em pequena
escala, a existente entre o interior do Uruguai e da Argentina, estabelecida
paralelamente ao desenvolvimento da vida intelectual das metrópoles culturais
portuárias de ambos os lados do Rio da Prata.
Palavras Chave: García Hamilton – Modernismo – Jornalismo – Homens de Letras –
Literatura do Uruguai – Literatura Argentina
Recibido: 30/03/2020
- Aceptado: 03/08/2020
Introducción
En los últimos
tramos del siglo XIX, Argentina enfrenta ciertos desafíos políticos, sociales y
culturales que constituyen las temáticas ineludibles en torno de las cuales los
hombres de letras y los periodistas especifican sus posiciones culturales y autodefiniciones.
Entre dichas cuestiones, Oscar Terán, siguiendo a Maristella Svampa, menciona los conflictos
derivados de la nueva organización del mundo laboral urbano, la configuración
de una identidad nacional colectiva y la cuestión del lugar posible para los
inmigrantes en una república moderna en el proceso de su constitución
definitiva.[1]
Dichas problemáticas repercuten no sólo en el gran Buenos Aires, sino también,
aunque en una escala menor, en algunas provincias del interior del país,
específicamente en aquellas cuyas ciudades capitales se constituyen en núcleos
periféricos de poder fuertemente vinculados con el centro metropolitano
portuario.
Entre las tres
últimas décadas del siglo XIX y los primeros años del XX, el territorio de la
provincia de Tucumán comienza a configurarse como una zona de importante
crecimiento agropecuario, centrada fundamentalmente en la producción de caña de
azúcar y de sus derivados. La llegada del ferrocarril en 1876 vincula a Tucumán
con las provincias de Córboba
y de Buenos Aires. Este hecho coincide con la reforma de la producción
azucarera que trae como consecuencia la desaparición de gran parte de las
pequeñas estancias de elaboración artesanal de azúcar existentes en la
provincia. Esta transformación agraria tiende hacia la concentración productiva
en manos de un grupo reducido de ingenios que se modernizan con maquinarias
europeas trasladadas desde el puerto de Buenos Aires hacia el norte del país
por vía del ferrocarril, situación que redundará en beneficio del desarrollo
del incipiente campo industrial azucarero tucumano.[2]
En este contexto,
los efectos de la política migratoria estatal se perciben débilmente en las
provincias del norte argentino. Para el estudio de su real impacto cultural en
la región, debe tenerse en cuenta no sólo la consolidación de un estado
nacional a partir de la política de integración social llevada a cabo por medio
de la implementación de la Ley 346 de naturalización de los extranjeros,[3]
sino también la implementación de diversas políticas estatales sostenidas,
relacionadas con las migraciones internas y con las de los países limítrofes.
En este sentido,
cabe destacar la importancia que tiene para la cultura argentina la llegada de
un grupo de letrados-periodistas que emigran de Uruguay tras el endurecimiento
de los conflictos internos de este país, derivados de la revolución liderada
por Aparicio Saravia entre 1896 y 1898.[4]
Un sector de aquellos exiliados uruguayos se dispersa entre las distintas
provincias argentinas. Tucumán será un destino vital para algunos de ellos,
quienes, a pesar de la distancia, mantienen una estrecha relación con sus
compatriotas residentes en el litoral argentino y en las ciudades del interior
del Uruguay, pero, principalmente, en Montevideo y en Buenos Aires.
En el noroeste
argentino, los escritores y periodistas procedentes de Uruguay se integran
rápidamente a una sociedad donde la elite azucarera domina la escena política,
social y cultural de la época y se erige a sí misma como la responsable de la
gestación de importantes instituciones culturales impulsoras del desarrollo
económico-cultural de la región. La prensa tucumana se encuentra en manos de
letrados y periodistas estrechamente vinculados con dicha elite. En este
momento, comienza a percibirse la necesidad de una diferenciación entre el
campo político, periodístico y cultural en un escenario donde aún no se
distinguen claramente las funciones específicas y diferenciales del escritor y
del periodista.
La proliferación de
publicaciones periódicas entre fines del siglo XIX y principios del XX resulta
ser un escenario propicio para la emergencia de proyectos culturales y
periodísticos, y un terreno abierto a la creatividad literaria y a la
construcción de redes de intelectuales en América Latina.[5]
En este último punto, recuérdese el aporte significativo llevado a cabo por las
revistas culturales como ámbitos de difusión de las novedades artísticas y
literarias, especialmente del modernismo latinoamericano.[6]
En este contexto, la injerencia de los escritores y periodistas uruguayos en el
terreno cultural argentino se evidencia, por un lado, en la iniciativa y
concreción de proyectos de revistas y periódicos propios; y por otro lado, en
su participación activa en instituciones culturales y educativas locales como
la Sociedad Sarmiento de Tucumán.[7]
En este punto, resulta crucial la consolidación de los escenarios letrados
-como dicha sociedad y los talleres gráficos de las publicaciones periódicas en
las que los periodistas y escritores inician sus actividades-, como lugares
ideales para el intercambio y el estrechamiento de las relaciones entre los
distintos agentes involucrados en las actividades periodístico-literarias de
fines del siglo XIX y principios del XX.
Sobre estas
construcciones de redes amicales, el reconocido Atahualpa Yupanqui, en una
entrevista realizada por el periodista Roberto Espinosa en 1983, recuerda el
ambiente creado en el seno de la redacción del diario La Gaceta, fundado
en 1912 por los hermanos García Hamilton:
Yo era amigo
también de los viejos capataces de La Gaceta, capataces con una altura,
una inteligencia y un sentido periodístico agudo: Germán García Hamilton. Era
uruguayo. Él fue el que me sugirió una vez: «¿Por qué no se va al Uruguay? No
le hablo de Montevideo, sino del interior del Uruguay». Él estaba muy aquerenciao al campo uruguayo y una vez fui a montar a
caballo al departamento Soriano, hermoso, a orillas del río Negro, enviado por
don Germán García Hamilton. Yo era muchacho suelto y andariego y me gustaba
mucho el caballo. De manera que estoy vinculao a esa
vieja Gaceta de antes, al poeta Ricardo Chirre Danós,
a Olivares, a Morales, gente del taller.[8]
Ambos hermanos
incursionan en los ámbitos periodístico y literario en busca de una definición
de aptitudes. Alberto[9]
realiza experimentos literarios, pero finalmente se decide por lo periodístico.
Germán,[10]
sin abandonar el terreno literario, redacta notas y crónicas periodísticas. En
ambos se constatan las tensiones entre el mundo letrado y las rutinas de la
prensa cotidiana, propias de la vida moderna intelectual finisecular.
Una revisión del
estado de la cuestión nos permite afirmar que, hasta el momento, no detectamos
trabajos que desarrollen o profundicen la actuación de estos hermanos uruguayos
en la Argentina finisecular. En Tucumán, hay estudios sobre sus actuaciones en
el diario La Gaceta y en la Revista de Letras y Ciencias Sociales,[11]
en los cuales se apoya este artículo. El presente trabajo tiene como objetivo
reconstruir las trayectorias culturales de ambos letrados y visibilizar
la microrred familiar-amical en la cual se sostienen.
Para ello, realizamos un análisis cultural y discursivo enfocado en las
trayectorias y producciones de ambos hermanos. La sociología de la cultura de
Raymond Williams y las conceptualizaciones sobre el campo intelectual, el
literario y el proyecto creador de Pierre Bourdieu se encuentran implícitos
como marcos teóricos de base.
Actuación periodística y cultural de Alberto
García Hamilton
Durante las últimas
décadas del siglo XIX, Uruguay vive un clima de tensión derivado de un proceso
conflictivo de ordenamiento social por la pacificación de las guerras
intestinas tendiente a la consolidación del estado nacional. La movilidad
social de gran parte de periodistas y letrados hacia la Argentina tiene sus
orígenes en las estrechas relaciones existentes en los terrenos periodístico y
político entre ambos países, establecidas, como se sabe, a lo largo del siglo.
Entre la población uruguaya que decide emigrar se encuentran Alberto y Germán
García Hamilton, quienes participan activamente de las revueltas políticas del
momento, razón por la cual su migración se interpreta como autoexilio.[12]
Los vínculos de
Alberto García Hamilton con el campo periodístico y letrado de la época ya se
habían establecido desde sus relaciones laborales con la prensa de Fray Bentos,
mientras su hermano Germán incursiona, además, en el ámbito de la poesía. En
Fray Bentos, Alberto trabaja en El Comercio, periódico convertido en
diario gracias a su labor, donde llega a ser director en 1892. Además, colabora
con El Pueblo, de Paysandú y La Tribuna Popular, de Montevideo.[13]
En este período, Alberto alterna las actividades periodísticas con las
derivadas de sus otros puestos laborales como empleado de una sucursal del
Banco Nacional de la República Oriental y, posteriormente, como Secretario de
Instrucción Pública.
Desde El
Comercio, Alberto defiende con tono militante la causa de Aparicio Saravia
y del grupo nacionalista identificado como los «blancos». Las batallas entre
«colorados» (liberales) y «blancos» (nacionalistas) en Uruguay, que favorecen
en un principio a los primeros, complican la situación de la prensa de la época
y traen como consecuencia la persecución de los periodistas comprometidos con
la causa de Saravia. Los hermanos García Hamilton sufren el acoso policial por
su participación en una conspiración organizada por los «blancos» en Fray
Bentos. Su autoexilio se decide tras su inminente sentencia de fusilamiento.[14]
El bisnieto de Alberto, posteriormente y en reiteradas oportunidades, brinda
mayores detalles sobre dicha partida:
Los acontecimientos
nacionales comenzaron a precipitarse en 1896, cuando el 22 de noviembre se
movilizó Aparicio Saravia. Se sucedieron entonces la toma de Sarandi del Yí, la retirada hacia
el Brasil, la nueva invasión por el norte, las batallas de Arbolito y Cerros
Colorados. El Uruguay tronaba como un volcán y empezó a hacerse difícil la
situación de Alberto García Hamilton y su hermano Germán en la tierra natal. La
vida de un periodista valía poco en esos tiempos turbulentos. La situación
llegó a su punto culminante cuando ambos jóvenes participaron activamente en
una conspiración de los «blancos», tendiente a atacar el destacamento militar
de Fray Bentos. Descubierto el complot, las autoridades dispusieron que los
implicados fueran fusilados. Alguien avisó a tiempo a Alberto y Germán que
debían ponerse fuera del alcance de la represión sin perder un minuto, pues sus
nombres ya estaban en manos de la policía y del ejército. Los dos hermanos
pasaron unos días escondidos en un arcón, en la casa de unos parientes. Una
noche, en un bote, acometieron el cruce del río rumbo a Argentina.[15]
Durante la huida,
los hermanos reciben la ayuda de Pedro Etcheverry, un guardia colorado de Fray
Bentos. Según lo recuerda su nieta, Martha Etcheverry Requiterena de
González en ocasión de su visita a Tucumán y a la redacción del diario La
Gaceta, su abuelo, a pesar de pertenecer a la facción contraria, ayuda a
los hermanos García Hamilton, debido a que reconoce al joven Alberto: «Lo ayudó
porque lo conocía (en esa época Fray Bentos era un pueblo de unos pocos miles
de habitantes); había entre ellos una amistad, y lo ayudó a pesar de que mi
abuelo estaba custodiando el río para impedir que los blancos escapasen».[16]
En Argentina, los
hermanos García Hamilton se relacionan rápidamente con el ámbito periodístico y
colaboran en diarios y revistas de Buenos Aires; sin dejar de participar en las
de Montevideo. Como amigos de Constancio C. Vigil, contribuyen
en su semanario uruguayo La Alborada. También
se encuentran colaboraciones suyas en La Nación, La Razón, Caras
y Caretas y Fray Mocho. Alberto suele firmar con el pseudónimo «Ageache»,[17]
mientras que Germán mantiene su nombre de pila. En
1898 Alberto ingresa a trabajar en El Orden de Tucumán, primero como
redactor y luego como jefe de redacción. Allí también envía Germán sus
colaboraciones desde Buenos Aires. En ese entonces, el vespertino tucumano se
encuentra dirigido por León M. Rosenvald, de origen aparentemente brasileño,
residente en Tucumán probablemente desde 1878 y quien debió permanecer por
cuestiones políticas fuera de la Argentina eligiendo la Banda Oriental como su
lugar de residencia por el lapzo de un año.[18]
Alberto se mantiene en el cargo hasta el 27 de junio de 1901, momento en que
renuncia por cuestiones de salud y decide alejarse del periodismo, según el
propio diario.[19]
Paralelamente, realiza funciones directivas en la Bolsa de Comercio local.[20]
Según su bisnieto, en estas funciones radicaría la razón por la cual Alberto se
distancia parcialmente de la labor periodística del diario El Orden recién
en 1911, sin abandonar la corresponsalía con diarios de Buenos Aires.[21]
Por su parte, Daniel Alberto Dessein, en su recuerdo sobre la figura de su
abuelo Alberto, sostiene:
Por su excelente
pluma y su profesionalismo, Alberto escaló rápidamente posiciones en El
Orden, llegando a ser su Jefe de Redacción y director interino, durante los
6 meses al año en que el director propietario vivía en su palacete cercano al
Arco del Triunfo de París, lugar propicio para organizar saraos de alto nivel
al que concurrían hombres de Estado, legisladores, diplomáticos, miembros tanto
de la vieja nobleza francesa como de la imperial.
Al iniciarse los
años diez, no fueron nada buenas las relaciones de don Alberto con la familia
propietaria, lo que lo obligó a dejar El Orden y a fundar, un 4 de
agosto como hoy, pero de 1912, LA GACETA, brevemente semanario y luego, y hasta
ahora, diario.[22]
La diversidad de
versiones que brindan sus descendientes sobre las razones del alejamiento de
Alberto de la redacción de El Orden y la falta de testimonio propio,
tornan dificultoso establecer con seguridad el verdadero motivo del
distanciamiento. De todos modos, no ofrece dudas el hecho de que Alberto
renuncia al diario El Orden y funda al año siguiente uno propio.
En esta primera
época, el campo periodístico tucumano comienza a mostrar la necesidad de
diferenciación del ámbito político, momento que coincide, como se sabe, con la
incipiente profesionalización del periodista y del escritor.[23]
En este sentido, el historiador Manuel García Soriano ha testimoniado una
cantidad notable de publicaciones periódicas tucumana vigentes hasta 1900, las
cuales, a pesar de la vida efímera de muchas de ellas, demuestra la dinámica
del campo de las publicaciones periódicas cuyo punto culminante converge en el
diario El Orden. En efecto, la mayoría de los letrados locales y del
noroeste argentino, así como de prestigiosos escritores y destacadas
personalidades del ámbito periodístico y cultural nacional e internacional
pasan por sus páginas y sus oficinas de redacción.[24]
De modo que el lugar de trabajo de los hermanos García Hamilton en el que se
insertan a su llegada a Tucumán, representa en este momento un espacio de
consagración y de apertura al mundo de las significativas relaciones sociales
locales.
Además de los
vínculos entablados por este medio, el enlace matrimonial con Emilia Rodríguez
Isla en 1903 permite a Alberto ingresar en el seno de la elite social tucumana.
Por su intermedio, se vincula con familias de la vieja tradición patricia
argentina, ya que Emilia es «nieta del boticario del Ejército de Belgrano y
descendiente de aquel Patricio Isla cuyo fusilamiento agregara otro elemento
romántico a la marca de Lavalle con su Legión Libertadora en 1840».[25]
En esta primera
época de participación como periodista de El Orden, Alberto desempeña,
además de las tareas propias del redactor, labores directivas y administrativas
en reemplazo del director León M. Rosenvald, sobre todo en aquellos momentos
en que éste debe ausentarse, ya sea por cuestiones de salud o por viajes a
Buenos Aires.[26]
En el ámbito
propiamente dicho de la creatividad y producción literaria, Alberto incursiona
de un modo experimental en los géneros narrativo y dramático. Publica relatos
en diversos medios de prensa, además de contribuir con la sección del folletín
de El Orden.
Desde sus
comienzos, Alberto no sólo se ha ganado la confianza del director del
vespertino tucumano, quien deja en sus manos la administración y la dirección
de la empresa periodística, sino que, además, junto con su hermano, ha
estrechado lazos de amistad con los jóvenes letrados influyentes en el progreso
cultural de la provincia.
Una clara muestra
de esta aceptación social se observa en las dedicatorias de dos folletines
publicados en dicho diario en 1898. El primero es de autoría de Alberto y se
titula «Destino».[27]
Está dedicado especialmente a Julio López Mañán
(1878-1922), un joven tucumano cuya trayectoria
universitaria como estudiante de Derecho es destacada por El Orden. En este relato, Alberto se ubica literariamente en una línea narrativa
cuya temática incursiona en los misterios de la
muerte y de la catalepsia, derivada de las lecturas de la prensa de la época, que continúan reproduciendo y popularizando los cuentos de
Edgar Allan Poe y de E.T.A. Hoffmann.[28]
El segundo texto,
«Sin rumbo», también publicado en la sección del folletín de El Orden,
pertenece a un autor anónimo, enigmático, presentado por el diario como «un
joven tucumano», cuya firma se enmascara en las iniciales C.B.U. El relato está
dedicado especialmente a Alberto García Hamilton[29]
y podría considerarse una respuesta de López Mañán al redactor del diario.
Como puede
observarse, las firmas y las dedicatorias de estos folletines
funcionan como paratextos testimoniales que corroboran, en principio, tres hechos importantes: por un
lado, el interés de Alberto García Hamilton por la escritura narrativa; por
otro lado, las relaciones sociales (o redes) que dicho autor ha logrado
establecer en Tucumán con letrados, periodistas y jóvenes escritores vinculados
por el mismo ambiente cultural; y por último, la circulación y recepción de la
sección del folletín del vespertino tucumano en un sector social específico,
aquel que integra la elite cultural local de la época. En este último caso, las
producciones de esta sección, si bien estarían dirigidas a un destinatario
mucho más amplio de la población, articulan un discurso codificado que sólo los
miembros implicados y pertenecientes a la elite tucumana del momento pueden
descifrar y, más específicamente, aquellos integrantes del grupo de amigos y
periodistas de El Orden entre los que se encuentran los hermanos García
Hamilton, López Mañán y el misterioso
C.B.U. Este empleo particular de las dedicatorias pareciera ser un guiño de la
cultura letrada a los propios miembros de la elite cultural, amparados en un
género popular aparentemente destinado a una gran mayoría anónima.
Por otra parte,
Alberto experimenta con el género dramático. Entre las obras teatrales de su
autoría se encuentran dos: El zorro azul y Cañas y Trapiches.
Ambos textos se imprimen en los talleres de El Orden. El texto que llama
más la atención de los investigadores en teatro es Cañas y Trapiches,
representado por la compañía Esteves-Arellano en el Teatro Belgrano en 1909.[30]
Juan Antonio Tríbulo ubica esta obra dentro del esquema histórico del teatro
argentino elaborado por
Osvaldo Pellettieri en el «Subsistema
de la Emancipación cultural (1884-1930)», concretamente dentro
del «Microsistema Premoderno»,
en el «Microsistema del romanticismo tardío que
combina elementos tanto del melodrama social y del nativismo».[31]
Resulta importante destacar esta obra, ya que por medio de ella se pone en
evidencia la vinculación de Alberto con la producción teatral de su compatriota
Florencio Sánchez. Según Tríbulo, dicha conexión no sólo se manifiesta en la
intertextualidad presente en el plano formal y diegético, sino también en las coincidencias biográficas y en las
relaciones sociales implicadas entre los miembros de la misma compañía teatral
que representó sus obras (Tesada, Estévez y Arellano).[32]
En el personaje
femenino principal de la obra, Ercilia,
el dramaturgo sistematiza
brevemente el panorama literario del ambiento tucumano de la época y representa
simbólicamente a la cultura letrada. En un parlamento
entre Ercilia, Luis, Doña Deidamia y Paco en la
escena III del primer acto, la joven hace referencia a uno de los protagonistas
del modernismo literario hispanoamericano del momento,
Ricardo Jaimes Freyre, a través de la mención de una de sus obras cumbre, Castalia
Bárbara (1899). De este modo, se instala en la diégesis el modernismo de Jaimes Freyre, sin mencionar en ningún momento a Rubén Darío, probablemente
por lo significativo que resulta para la cultura tucumana del momento la figura
del boliviano, quien reside en la provincia desde 1901 y permanece allí durante
20 años.[33]
Asimismo, cabe
señalar en esta obra que el punto de articulación entre lo letrado en tensión
con lo popular se encuentra en la inclusión en la trama de la leyenda de «El
Familiar» y de referencias a otros mitos populares característicos del noroeste
argentino. A través de esta incorporación, Alberto muestra no solo respeto e
interés por la cultura del país que lo acoge, sino también un intento por hacer
trascender más allá de los límites locales la cultura regional.[34]
Sobre otras obras
dramáticas de la autoría de Alberto, su nieto Dessein, siguiendo a Tríbulo, señala:
A pocos días del
estreno de la opera prima de AGH, se estrenan en Tucumán otras dos obras
de su autoría: «Las buenas amigas», un entremés cómico, y «Después del baile»,
un monólogo escrito especialmente para la actriz Lina Esteves de Arellano.
Lamentablemente,
hasta donde sabemos, no se conserva ninguna copia de estas obras. Trece años
después de este triple estreno, se presenta en el teatro Alberdi «El zorro
azul», una comedia de Alberto García Hamilton en la que se satirizan algunas
costumbres del interior, esta vez interpretada por la Compañía Nacional
Rioplatense. Había sido estrenada un año antes, en Buenos Aires, en el Teatro
Apolo, por la compañía Ratti y su autoría estaba
cifrada en el seudónimo «Chalchalero». La prensa
porteña publica elogiosas críticas sobre la obra. La Nación y La
Prensa resaltan los aciertos de la comedia, que «sin recargar las tintas y
con toques bien felices» logra, «mediante situaciones graciosas y un diálogo
ameno y chispeante, seguros efectos de hilaridad».[35]
Fuera del ámbito
del diario, Alberto participa en el terreno cultural como jurado de los Juegos
Florales de 1907, junto con López Mañán, Juan B. Terán y Alberto Rougés. Además,
es miembro activo de la Sociedad Sarmiento, donde ocupa por un tiempo la
vicepresidencia, siendo este puesto un punto culminante de su consagración como
periodista-letrado en el ámbito local. Soledad Martínez Zuccardi
ha estudiado las relaciones grupales entre los
miembros de la Revista de Letras y Ciencias Sociales de Tucumán
(1904-1907) y de la Sociedad Sarmiento, instituciones de las que forman parte
estos hermanos uruguayos. Para confirmar el sentimiento grupal de los
integrantes de ambas instituciones culturales, la investigadora recupera el
recuerdo de José Ignacio Aráoz sobre las labores conjuntas y los intereses
compartidos: «y cuando con López Mañán
y Alberto García Hamilton, cabal periodista, trabajábamos tesoneramente por
reformas legales, sociales y políticas, anticipadas a las posibilidades y
reclamos de la mentalidad y costumbres de esos años (Aráoz 2001 [1939]:
455-456)».[36]
Cuando Alberto
funda junto con su hermano Germán y con su amigo José C. Argañaráz
el periódico La Gaceta en 1912,[37]
presentado como un medio que vino a llenar el espacio vacío periodístico de las
mañanas tucumanas dominicales,[38]
concreta su proyecto de crear y conducir un diario propio que irá cobrando
mayor repercusión y resonancia social gracias a la colaboración de firmas
consagradas y al apoyo de sus amigos y familiares del ámbito rioplatense y
local.
Germán García Hamilton, una fascinación
modernista desencantada
La participación de
Germán García Hamilton en el terreno cultural argentino se inicia en el ámbito
de las publicaciones periódicas, como escritor y periodista. Germán ha sido
ubicado por algunos estudiosos entre los miembros de una elite letrada que
desarrolla proyectos culturales comprometidos con la renovación de los ámbitos
de las ciencias y de las letras. Dichos proyectos sintetizan el evidente
contraste de la modernización finisecular, pues combinan en sus páginas
discusiones del terreno positivista con cantos modernistas agobiados por las
presiones del mundo moderno, en una posible síntesis dialéctica. Tal es el caso
de La Revista Nacional de Literatura y Ciencias Sociales (1895-1897),
dirigida por José Enrique Rodó de Montevideo,[39]
donde figura el nombre de Germán desde 1896 y donde conviven textos del terreno
literario y del incipiente ámbito científico social.
Ya radicado en
Argentina, su firma sigue siendo bien acogida por proyectos editoriales
uruguayos, como en La Revista (1899-1900), publicación dirigida por
Julio Herrera y Reissig. En esta última, su nombre
aparece acompañado con la aclaración de su origen natal como «uruguayo», además
de la fecha y el lugar de escritura, situado en Buenos Aires. Esta forma de
identificar al escritor por su origen natal señala una añoranza patriótica no
superada en el exilio político. Del mismo modo lo perciben sus compatriotas al
ubicarlo entre los poetas uruguayos. En efecto, en el número seis de dicha
revista, donde se publica su poema «Noche primaveral», se presenta a Germán
como un joven escritor oriental residente en «la vecina orilla»: «Germán García
Hamilton, posee una inspiración de alto coturno, y admira por la fluidez y la
sonoridad de sus versos. Es oriental, y en la vecina orilla, donde reside desde
hace ya tiempo, descuella como uno de los más valientes caballeros del
Helicón».[40]
En enero de 1900, La
Revista aparece con el subtítulo «Literatura y Ciencias». Sus tomos se
encuentran divididos en secciones homónimas, dando lugar «a todas las escuelas
y a todos los gustos».[41]
Allí se anuncia la publicación de una página inédita de Rubén Darío. En este
mismo ejemplar de enero de 1900, el argentino Luis Berisso reseña
favorablemente la obra Castalia Bárbara (1899) de Ricardo Jaimes Freyre. Y entre sus
páginas sigue figurando la firma de Germán como un joven escritor de quien se
destaca su originalidad literaria.[42]
Allí no solo se encuentran poemas de su autoría, sino también estampas o
cuadros que podrían considerarse un artículo costumbrista, con las pinceladas descriptivas de un flâneur.
Tal es el caso de «Bonaerenses»,[43]
texto descriptivo que brinda un recorrido por la ciudad de Buenos Aires,
señalando lo típico y pintoresco de cada lugar. La voz enunciativa se
constituye como un paseante distanciado que deambula por la ciudad portuaria.
Se trata de una caracterización de un día en la moderna ciudad de Buenos Aires,
su ritmo vertiginoso, su población abundante y heterogénea, sus espacios
secretos y populares. Un cuadro de una ciudad rioplatense modernizada, que
podría calificarse de modernista.
En la capital
argentina, Germán también participa en Caras y Caretas (versión
bonaerense) y en Fray Mocho, publicaciones de carácter jocoso-satírico y
de alcance más general. Entre sus equipos editoriales se encuentran nombres de
los conocidos compatriotas orientales y de los nuevos amigos bonaerenses.
Dichas publicaciones funcionan como espacios nucleares de confraternidad
rioplatense, similar a lo promovido por La Revista.
Desde su llegada a
la Argentina en 1898, Germán no sólo colabora en dichas revistas rioplatenses,
sino que también participa activamente en publicaciones periódicas argentinas
del interior del país de destacada trascendencia. Entre las propias de la
provincia de Tucumán, se encuentran sus múltiples y diversas colaboraciones al
diario El Orden (1883-1944) y a la Revista de Letras y Ciencias
Sociales (1904-1907). En 1906 se registra la revista Iris, en
Tucumán, bajo su dirección.[44]
Posteriormente, en 1910 junto con Carlos Wandschneider
funda El Diario del
Norte, que él mismo dirige;[45]
y luego, en 1912, funda La Gaceta, junto con su hermano Alberto.
Para situar a
Germán como escritor, cabe señalar que su mayor producción literaria se
inscribe en el género poético. Soledad Martínez Zuccardi
señala que su producción no
ha sido reunida nunca en un volumen.[46]
En efecto, se encuentra dispersa en diarios y revistas de ambas orillas. Dentro
del panorama literario uruguayo,
Carlos Roxlo ubica a Germán
entre los poetas nacionales, a pesar de haberse radicado en Tucumán. Destaca en
su primera producción poética la influencia de escritores franceses y jónicos,
frecuentados por la juventud de la época.[47]
Para comprender su
lugar en el terreno literario, resulta ineludible referirse al modernismo
finisecular y las influencias europeas
prevanguardistas, insinuadas
por Roxlo.
Antes de la llegada
de Rubén Darío a la Argentina,[48]
el público lector de periódicos, particularmente los seguidores de La Nación,
ya se encuentra familiarizado con los experimentos modernistas practicados por
su colaborador José Martí, quien ejerce como periodista en la prensa
norteamericana durante su estadía en dicho territorio.
La poética
configurada por los escritores modernistas se basa fundamentalmente en un eclecticismo
que hibrida las tendencias literarias en boga y aquellas que perviven hacia
fines del siglo XIX. Dicha combinación de poéticas diferentes –romanticismo,
naturalismo, simbolismo, parnaso, decadentismo– resulta una provocación al
estructurado mundo burgués en una América Latina que vive una modernización
desequilibrada en ritmo y desarrollo en los diferentes países que la conforman.[49]
De una u otra forma, los modernistas buscan demostrar, según algunos críticos,
«una negatividad crítica frente al proceso modernizador y su impulsor, las
oligarquías liberales», constituyendo una suerte de «modernidad estética» que
resulta ser la antítesis del proyecto
modenizador de desarrollo
social.[50]
Se describe al
modernismo (1880-1920) como un movimiento fundado en una «revolución verbal»
que busca fundamentalmente un quiebre o ruptura con «un decir fosilizado».[51]
Precisamente allí,
en el terreno del lenguaje como instrumento de configuración de una poética
modernista en coincidencia con un concepto del arte por el arte, de un
esteticismo idealizado que adopta críticamente, es donde se encuentra la mayor
oposición y resistencia de los normativistas lingüísticos y de los propios
discípulos del movimiento. Sin embargo, en este último caso, habría que considerar la postura metacrítica y metadiscursiva que
propician los propios modernistas. Según Miguel Gómes, «Nadie se rió mejor y más abundantemente de los excesos del
modernismo que los modernistas mismos».[52]
Este ataque o
provocación lingüística está en consonancia con la postura de rechazo, crítica
y juego con la escala de valores dominantes en las metrópolis latinoamericanas
más desarrolladas de fines de siglo. Coincidimos con
Ricardo Roque-Baldovinos en su
advertencia de que el mundo burgués y la burguesía
que nombra Darío, y con él muchos modernistas, no coincide con el concepto
europeo del grupo social propiamente dicho, dadas las evidentes diferencias de
los desarrollos históricos de las sociedades de ambos continentes involucrados.
En este sentido, esta postura se aproxima a la de Julio Ramos.[53]
Recuérdese que para Ramos, si bien el proceso de modernidad tiene el mismo
punto de partida en Europa, los edificios editoriales, las imprentas, la
gestión cultural que efectivamente se crearon en América Latina, no se instituyeron
sobre las mismas bases, porque dichas bases eran vacilantes, precarias,
ambivalentes o inexistentes, y responden a un disparejo y desproporcionado
desarrollo urbano entre ciudades extremadamente distantes. En dichas ciudades,
el escritor, lejos de lograr una autonomía definitiva por medio de una
integradora institucionalización, se encuentra expuesto a sortear las
contradicciones de una escritura que no sólo le otorga inestabilidad y
conflicto, sino que, además, lo expone a la conciencia de una desigualdad
permanente.
Siguiendo esta línea de pensamiento, Roque-Baldovinos sostiene que el
concepto «anti-burgués de la modernidad estética europea» «deriva de las
contradicciones que surgen de la puesta en marcha del proyecto de
racionalización y secularización de las sociedades de ese continente, y de los
intentos de sectores intelectuales para superarlas».[54]
Teniendo en cuenta la compleja inserción de los países latinoamericanos en el
mundo moderno a partir de un pasado colonial, no medieval, se torna relativa la
repercusión de los efectos de la racionalización y secularización en
comparación con Europa, si bien, ambos procesos derivan del mundo europeo
occidental.[55]
Según este crítico, el burgués al que se opone Darío no representa al grupo
social que combate el romanticismo, sino el «burgués literario», es decir, los
académicos y normativistas lingüísticos que reproducen la estética neoclásica
colonial: «construir la libertad que él demanda para la emergencia de una
literatura americana requiere combatir la normatividad lingüística impuesta
desde España por la Real Academia (…)».[56]
De modo que, para Darío y los modernistas, el juego retórico que produce un
choque con las normas establecidas constituye un valor por sí mismo
constitutivo de la nueva poética.
Al hablar de valor
y disvalor, no nos ubicamos en la axiología agustiniana ni la fenomenológica derivada de
Schlegel, Ortega y Gasset, Ingarden
o Hartmann, sino que la abordamos desde el terreno
teórico de la sociología de la cultura, es decir, desde la postura teórica que
sostiene el valor como un elemento externo socialmente agregado a un objeto que
se torna por ello mismo valioso y deseado.[57]
Sin embargo, consideramos necesario tener en cuenta la postura de los propios
modernistas hispanoamericanos en relación a una estética próxima a los
postulados kantianos, o, por lo menos, nos preguntamos en qué medida la
estética del modernismo hispanoamericano concretiza, a su manera, la propuesta
kantiana en relación a un orden estético autónomo desligado de «intereses
utilitarios»: «(…) el proyecto estético kantiano supone menos un rechazo que
una revisión del proceso de modernización. Kant, al proponer una esfera
estética autónoma, es decir, libre de intereses utilitarios, busca fundar un
espacio de crítica social libre».[58]
En el caso concreto
de Germán, cabe indagar en su postura frente a la propuesta
estética rubendariana y establecer si su crítica al
estilo lírico del escritor nicaragüense responde a intereses personales o a los
del público lector del medio periodístico que publica sus artículos. En una de
sus notas literario-periodísticas que analizamos a continuación,
se puede infierir su posición estético-literaria
con respecto a la dominante figura de Rubén Darío, quien gravita en la época
activando la dinámica de colocaciones y recolocaciones en el terreno literario.
En el vespertino
tucumano, luego de publicarse dos crónicas de Darío sobre diversos temas,
aparece una semblanza sobre dicho escritor titulada «Rubén Darío» (29/11/1898),
y firmada por Germán García Hamilton.[59]
La alineación estética del uruguayo se aproxima, por un lado, al espiritualismo
de José Enrique Rodó, que se constata posteriormente en la Carta a Constancio
C. Vigil sobre Ariel publicada
en La Alborada en septiembre de 1900;[60]
y, por otro lado, a la renovación poética inspirada en un modernismo que
podríamos llamar moderado, que sigue los pasos de
Ricardo Jaimes Freyre y con
el que se busca evitar cometer los extremos excesivos de Darío, considerados como un disvalor o un valor negativo dentro de la estética
modernista.
En este punto,
resalta la tensión entre las posturas de estos escritores
frente al normativismo de
la Academia Española. La moderada posición del escritor
boliviano Jaimes Freyre se
vincula con el ámbito educativo y cultural tucumano en el que se encuentra
inmerso durante su estadía en la Argentina. Su libro Leyes de la
versificación castellana (1912) constituye una perspectiva particular sobre
el tema en conexión con la poética modernista.
Por su parte, en su
calidad de poeta recién iniciado en el ámbito literario argentino, Germán
García Hamilton construye su semblanza de Darío probablemente como un modo de
establecer o dar a conocer su postura en el terreno de las letras. El valor de
esta nota reside, por un lado, en que se trata de la expresión propia de un
escritor joven que también experimenta con el lenguaje literario y se anima a
discutir a los consagrados; y, por otro lado, en que su autor forma parte del
grupo de escritores cuyas producciones circulan casi exclusivamente en
publicaciones periódicas, algunas específicamente modernistas, pero en su
mayoría de orden cultural general y relativamente masivo, y, por lo tanto, de
un mayor alcance.
A diferencia de las
famosas crónicas de Darío publicadas en el espacio privilegiado de las primeras
columnas correspondientes a los editoriales de la redacción de El Orden,
la semblanza que realiza García Hamilton, si bien se publica en la primera
página del vespertino, no aparece en las primeras columnas, espacio
evidentemente reservado para las firmas consagradas. Esta diferenciación pone
en evidencia la importancia del tema tratado como merecedor de la primera
plana; sin embargo, por ser de autoría de un novísimo letrado, su nota se ubica
en las últimas columnas de esta página, un lugar que podría considerarse
gráficamente periférico dentro de la primera plana.
La intención
esteticista propia de las crónicas y semblanzas de los letrados publicadas en
la prensa de la época se hace evidente en esta nota de García Hamilton. Desde
las primeras palabras del texto dedicadas a Darío, se privilegia la dimensión
legendaria y mítica del escritor: «Cuentan que nació en Nicaragua, aunque para
mí tengo que llegó, muy niño aún, de una extraña y lejana región, de una ciudad
de maravillas y de ensueños –acaso esa “vaga ideal Estambul” de que nos habla
él mismo en una de sus mas bellas estrofas».[61]
García Hamilton
define a Darío como el «poeta de lo raro», «de lo exótico», «de lo
extraordinario», valorando el lirismo de sus estrofas desde la perspectiva de
escritor moderno y no como cronista de prensa.
Con respecto a las
tareas propias de la escritura literaria intercaladas con las periodísticas, el
propio Darío expresa su malestar por el frenesí y nerviosismo provocado por la
redacción cotidiana. En este punto, Germán omite dicha vertiginosidad y apremio
a pesar de compartirlo y caracteriza la inspiración poética de Darío
idílicamente lejos de los ruidos de la pragmática metrópolis moderna. Lo sitúa
en el idealizado mundo mitológico antiguo, rescatando de este modo el juego
retórico con el Parnaso que estetiza
Darío. En este aspecto, García Hamilton singulariza
la lejanía y distancia social de la lírica de la primera producción poética de
Darío. En esta distancia, el uruguayo encuentra una justificación a la
dificultad del «vulgo» para comprender y gustar de los versos darianos, lo que respondería a
una estética evaluada como oscura y hermética. En este sentido, el escritor
uruguayo coincidiría precursoramente con la crítica española de la época
derivada del juicio de Pío Baroja, que señala a los modernistas como
«lánguidos» y «nebulosos».[62]
Precisamente en ese
hermetismo se fundamentaría la existencia de una minoría letrada apta para la
captación de los valores estéticos emanados de la obra de Darío: sólo es leído,
según García Hamilton, por un reducido grupo de escritores que comparten su
gusto literario, es decir, por aquellos de «espíritu refinado», sensibles a los
juegos estilísticos elaborados al extremo.
Impulsado por su
elección estética, Germán siente la necesidad de realizar una defensa de Darío
ante los ataques de la crítica -sobre todo hispánica-[63]
que lo considera «desequilibrado» y «trivial». Aquellos que esgrimen dichos
argumentos, señala el poeta uruguayo, no lo comprenden o simplemente quieren desvirtuarlo.
Esta defensa, no
obstante, no es sostenida por el autor de la semblanza, pues percibe un matiz
excesivo en la producción poética de Darío, otorgando cierto crédito a la
crítica señalada: «Cierto es que en algunas de sus estrofas busca, de intento,
combinaciones métricas de tan raros efectos que rayan en lo extravagante».[64]
Esta extravagancia, esas «aberraciones del gusto, que en manera alguna nos es
dado aplaudir»,[65]
sin embargo, no son un defecto difícil de perdonar, pues sostiene que son
rápidamente olvidables si se recuerdan los grandes aciertos líricos del poeta
que le dieron tan justificada fama.
Por otra parte,
García Hamilton también se detiene, aunque muy someramente, en la producción en
prosa de Darío, sin realizar observaciones tan agudas como las relativas a la
poesía. Destaca aciertos del escritor nicaragüense en este terreno, sobre todo
por su erudición y la elegancia estilística, razones por las cuales lo
considera «un intelectual del primer orden». Nuevamente, retoma el tono de elogio
y respeto por la figura consagrada de Darío, a quien coloca en el lugar de un
«sacerdote egipcio». Inmediatamente, el artículo se torna crítico al señalar la
actitud enceguecida de su pequeño círculo de discípulos.
El propio Germán,
quien también recorre los terrenos experimentales del modernismo literario de
la época, se distancia del sacerdocio de Darío y señala desde lejos un respeto
especial por su obra consagrada, que considera brillante en algunos aspectos.
Explicita su
postura literaria en relación con el maestro: «no comulgamos con él más que
en parte sobre el oro de sus creencias».[66]
Esta postura frente al maestro establece un límite racional y rechaza el
fanatismo dogmático doctrinario propio de toda escuela estética. De este modo,
el alcance del poder emanado por la consideración sacramental del pontífice
modernista resulta relativizado por una mente joven en un diario de provincias
argentino. Cabe destacar, para resaltar más este posicionamiento declarado en
un medio lejano a la metrópolis porteña, que García Hamilton firma esta nota
original para el diario provincial desde la propia capital porteña.
La necesidad de
Germán de exponer su postura poética frente a la figura consagrada de Darío en
un periódico del interior argentino responde a un cuestionamiento a sus
epígonos desde el aparentemente apagado foco provinciano. Se trata de un
cuestionamiento articulado por diferentes frentes de poder en el ámbito
literario que revela una tensión literaria y social originada por la presencia
de Darío y de su actitud estética en la Argentina finisecular.
A modo de consideración final
Los inicios de los
itinerarios letrado-periodísticos de los hermanos García Hamilton en el momento
de su llegada y establecimiento en la Argentina entre 1898 y 1901 evidencian
una red de vínculos culturales entre las dos orillas del Plata, que
configurarían una confraternidad rioplatense. La opción de ambos por apostar
por el desarrollo de algunos proyectos periodísticos en el interior del país
podría ser leída, a la luz de las palabras de Atahualpa citadas anteriormente,
como una elección de quienes provienen de un Uruguay profundo e interno, donde
la vida transcurre con un ritmo particular, similar al de una provincia
argentina.
Por otra parte, las
elecciones culturales de estos hermanos evidencian las tensiones propias de un
incipiente campo literario que complejizan la ciudad letrada modernizada de fin
de siglo XIX: Alberto se perfila como hombre de prensa, pues se decide por una
participación más activa desde las redacciones de los periódicos, ejerciendo
cargos dentro de las empresas periodísticas tucumanas e incursionando muy
esporádicamente en el terreno literario, con preferencia por la narrativa y el
teatro. Por su parte, Germán, autoconfigurado
como un hombre de letras, se introduce en el ámbito
de la poesía de vertiente modernista, participando activamente en los proyectos
literarios integrados en revistas orientadas hacia la especialización y en
publicaciones de alcance mayor. Ambos unirán sus esfuerzos en 1912, conjugando
las funciones del letrado y del periodista, y llevarán a cabo el proyecto de
crear el periódico La Gaceta en la capital de Tucumán, esa misma
provincia del norte de Argentina que los acoge.
El vespertino
tucumano El Orden constituye el anclaje cultural inicial y necesario
para estrechar vínculos culturales. Para lograrlo, serán necesarios los
reconocimientos de sus tareas en la prensa y las definiciones y elecciones
estéticas. Por un lado, Alberto reemplaza al director del diario en sus
ausencias cumpliendo las labores propias de la dirección y la administración de
una empresa periodística. Por otro lado, la semblanza de Rubén Darío realizada
por Germán resulta una excusa donde se manifiesta públicamente su toma de
posición literaria que, al mismo tiempo que alaba la estética
modernista, la critica, la justifica y busca liberarla moralmente de sus excesos.
A nuestro parecer,
la postura crítica de Germán frente al exceso como disvalor en la estética rubendariana responde a una preferencia
personal ligada a una vertiente moderada del modernismo,
cultivada por Jaimes Freyre. Dicha postura, a
su vez, resulta conveniente al diario provincial que publica su artículo, el
cual, si bien busca ser coherente con la transmisión de un ideal ilustrado de
cultura y con su misión periodística como formador democrático del pueblo,
presenta en sus páginas tendencias estéticas diversas (difusor de textos parnasianos de Catulle Mendès, así como de los más moralistas
propios de una educación positivista) que responden a una línea periodística de
mostrar la novedad y la moda cultural, así como también las posturas
contrarias, dirigidas no sólo a una elite que no dialoga ni pretende conectarse
con el pueblo, sino también a ese mismo pueblo que sin embargo lo lee.
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Para citar
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Risco, Ana María. “Aportes culturales de los hermanos García Hamilton
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Humanidades: revista de la Universidad de Montevideo, nº 8, (2020):
213-240.
La autora es responsable intelectual de la totalidad (100 %) de la
investigación que fundamenta este estudio.
Editor responsable
Mariana Moraes: mmoraes.medina@gmail.com
[1] Oscar Terán, coord., Ideas en el siglo. Intelectuales y cultura en el siglo XX latinoamericano (Buenos Aires: Siglo XXI Editores, 2004), 14.
[2] Cfr. Daniel Campi, “Economía y sociedad en las provincias del norte”, en Mirta Zaida Lobato, dir., Nueva Historia Argentina. El progreso, la modernización y sus límites (1880-1916) (Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 2000), 71-118.
[3] Según María Gabriela Micheletti, la Ley 346 de 1869 exige como único requisito para solicitar la carta de ciudadanía argentina demostrar una residencia continua de dos años en el país o ser colono propietario de una tierra explotable brindando los beneficios de dicha explotación al país. Cfr. Ma. G. Micheletti, “El orgullo de ser argentinos. Solicitud de cartas de ciudadanías en Santa Fe durante el siglo XIX”, en Anuario (Córdoba: Centro de Estudios Históricos “Prof. Carlos S. A. Segreti”, 2006), 47-66.
[4] Sobre el desarrollo y pormenores de esta revolución en Uruguay, Washington Lokhart destaca la heterogeneidad del grupo nucleado por Saravia que incluye también a «periodistas, empleados y profesores» y cuenta con cierta ayuda de Brasil y de Buenos Aires. Ver W. Lokhart: “Saravia: el fin de las guerras civiles”, Enciclopedia Uruguaya, n° 30 (1969): 187-189.
[5] Claudio Maíz, “Las re(d)vistas latinoamericanas y las tramas culturales. Redes de difusión en el romanticismo y el modernismo”, Cuadernos del CILHA 12, n°14 (2011): 73.
[6] Ver Carter, Body, “El Modernismo en las Revistas Literarias: 1894”, Chasqui 8, n°2 (1979): 5-18; Andrea Pagni, “Estrategias de importación cultural en revistas del modernismo rioplatense: La Revista de América (Buenos Aires, 1894) y la Revista Nacional de Literatura y Ciencias Sociales (Montevideo, 1895–1897)”, en Hanno Ehrlicher y Nanette Rißler-Pipka, eds., Almacenes de un tiempo en fuga: Revistas culturales en la modernidad hispánica. Sección: Diálogos y transferencias interculturales (Alemania: Shaker Verlag, 2014), https://www.revistas-culturales.de/es/buchseite/di%C3%A1logos-y-transferencias-interculturales
[7] Alberto García Hamilton llegó a ser vicepresidente de dicha Sociedad. Cfr. Juan Antonio Tríbulo, “Tucumán (1873-1958)”, en Osvaldo Pelletieri, Historia del Teatro argentino en las provincias I (Buenos Aires: Editorial Galerna, 2005), 524.
[8] Roberto Espinosa, “Ese galopiador del viento, Atahualpa y Tucumán”, La Gaceta (Tucumán), 27 de mayo, 2007, Literaria, http://www.lagaceta.com.ar/nota/219772/LGACETLiteraria.
[9] Su nombre completo es Severo Alberto del Carmen García Hamilton. Nace el 22 de octubre de 1872 en Montevideo, Uruguay. Bautizado el 22 de octubre de 1873 en El Cordón, Uruguay. Fallece el 05 de febrero de 1947 en Montevideo, Uruguay.
[10] Nace el 15 de noviembre de 1870 en Maragatos, San José, Uruguay. Fallece el 31 de enero de 1942 en Buenos Aires, Argentina.
[11] Ana María Risco, Comunicar literatura, comunicar cultura. Variaciones en la conformación de la página literaria del diario La Gaceta de Tucumán entre 1956 y 1962 (Tucumán: Departamento de Publicaciones, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Nacional de Tucumán, 2009); Soledad Martínez Zuccardi, Entre la Provincia y el Continente. Modernismo y modernización en La Revista de Letras y Ciencias Sociales (Tucumán 1904-1907) (Tucumán: IIELA, Facultad de Filosofía y Letras, UNT, 2005); y Soledad Martínez Zuccardi, En busca de un campo cultural propio. Literatura, vida intelectual y revistas culturales en Tucumán (1904-1944) (Buenos Aires: Corregidor, 2012).
[12] Cfr. Ana Maria Risco, Comunicar literatura, comunicar cultura, 2009.
[13] Cfr. Carlos Páez de la Torre (h.), Tucumán y La Gaceta. 80 años de historia 1 (Tucumán: La Gaceta, 1992), 9; Eduardo García Hamilton, García-Hamilton, http://www.garcia-hamilton.com.ar. [Actualmente no disponible]
[14] Cfr. Ibidem.
[15] Eduardo García Hamilton,
“Alberto García Hamilton (Biografía aportada por su bisnieto)”, en Sistema
Documental Patrimonial del Departamento de Río Negro, Uruguay [Nota
creada el 19 de abril de 2011 por René Boretto Ovalle], https://sites.google.com/site/fraybentosfichaspatrimonio/personas-y-personajes/garcia-hamilton-alberto
[16] Anónimo, “El custodio que puso la amistad por sobre los enfrentamientos”, La Gaceta (Tucumán), 8 de agosto, 2012, sección Cumplimos 100 años, 7, http://issuu.com/lagaceta/docs/08-08-2012_la_gaceta
[17] Como ejemplo, mencionamos el siguiente texto: Ageache, “Notas tucumanas: El cuerpo de bomberos”, Fray Mocho (Buenos Aires), n°55, (16 de mayo 1913), 80-81.
[18] Sonia Assaf ha intentado delinear la trayectoria de Rosenvald a partir de una serie de datos dispersos y confusos, lo que envuelve de misterio la información relativa a su procedencia natal, su edad y el año exacto de nacimiento. Cfr. “Una noticia biográfica sobre el perdiodista León Rosenvald”, en AAVV, La generación del Centenario y su proyección en el Noroeste Argentino (1900-1950). Actas de las VI Jornadas (San Miguel de Tucumán, Argentina: Fundación Miguel Lillo, Centro Cultural Alberto Rougés, 2005), 174-175.
[19] Anónimo, “Redacción de El Orden”, El Orden (Tucumán), jueves 27 de junio, 1901, 1.
[20] Cfr. Carlos Páez de la Torre (h.), Tucumán y La Gaceta, 9.
[21] Cfr. Eduardo García Hamilton, “García Hamilton, Alberto (Biografía aportada por su bisnieto)”, en Sistema Documental Patrimonial de Fray Bentos (Uruguay, 2011), “Fichas del Patrimonio”, https://sites.google.com/site/fraybentosfichaspatrimonio/.
[22] Daniel Alberto Dessein, “Alberto García Hamilton: ese desconocido”, La Gaceta (Tucumán), 4 de agosto, 2002, http://www.lagaceta.com.ar/nota/204946/la-gaceta-literaria/alberto-garcia-hamilton-ese-desconocido.html
[23] Cfr. Manuel García Soriano, El periodismo tucumano: 1817-1900 (San Miguel de Tucumán: Cuadernos de Humanitas 38, Facultad de Filosofía y Letras, UNT, 1972); Elisa Cohen de Chervonagura y Elena M. Rojas Mayer, La prensa argentina en la encrucijada de la historia (Tucumán: Consejo de Investigaciones de la UNT, 1991).
[24] Cfr. Manuel García Soriano, El periodismo tucumano, 30-40.
[25] Eduardo García Hamilton, Alberto García Hamilton.
[26] Manuel García Soriano consigna sólo los reemplazos que realiza Alberto García Hamilton en los momentos de la ausencia del director por viajes a Buenos Aires. Ver M. García Soriano, El periodismo tucumano, 38. Una muestra ilustrativa de este tipo de reemplazos y sustituciones de tareas se encuentra en una breve noticia publicada en la primera plana del diario el 15 de marzo de 1898, en la cual se anuncia que el por entonces Redactor del diario, Alberto García Hamilton, reemplaza al señor Rosenvald en sus funciones de dirección del vespertino. Cfr. Anónimo, “Dirección de El Órden”, El Orden (Tucumán), 15 de marzo, 1898, 1.
[27] Alberto García Hamilton, “Destino”, El Orden (Tucumán), 14 de marzo, 1898, Folletín de El Orden, 1.
[28] Cfr. Ana María Risco, “Agonizante despertar y desesperación ante la muerte: huellas de Poe en ‘Destino’ de Alberto García Hamilton”, 452°F. Revista de Teoría de la Literatura y de Literatura Comparada, n°13 (2015), http://revistes.ub.edu/index.php/452f/article/view/14124
[29] C.B.U., “Sin Rumbo”, El Orden (Tucumán), 13 de junio, 1898, Folletín de El Orden, 1.
[30] Cfr. C. Páez de la Torre, Tucumán y La Gaceta, 10; Eduardo García Hamilton, op. cit.; Juan Antonio Tríbulo, “Tucumán (1873-1958)”, en Osvaldo Pellettieri, dir., Historia del Teatro Argentino en las provincias I (Buenos Aires: Galerna, 2005), 495-574; y Daniel Alberto Dessein, “La obra de Alberto García Hamilton en la Historia del Teatro Argentino en las provincias”, La Gaceta (Tucumán), 21 de agosto, 2005, La Gaceta Literaria, 4.
[31] Juan Antonio Tríbulo, “Rescate de Cañas y Trapiches, un texto de Alberto García Hamilton de 1909”, en Osvaldo Pellettieri, ed., Escena y realidad (Buenos Aires: Getea-Galerna, 2003), 207-302.
[32] Cfr. Juan Antonio Tríbulo, “Rescate de Cañas y Trapiches” y Ana María Risco, “Tensión entre cultura letrada y cultura popular en Cañas y Trapiches”, Revista de Literaturas Populares XVII, n°1, (enero-junio 2017): 87-108, http://www.rlp.culturaspopulares.org/numeroult.php.
[33] Cfr. Soledad Martínez Zuccardi, En busca de un campo cultural propio, 22.
[34] Cfr. Ana María Risco, “Tensiones entre cultura letrada y cultura popular”, 2017.
[35] Daniel Alberto Dessein, “La obra de Alberto García Hamilton en la Historia del Teatro Argentino en las Provincias”, La Gaceta (Tucumán), 21 de agosto, 2005, La Gaceta Literaria 4.
[36] José Ignacio Aráoz citado por Soledad Martínez Zuccardi, En busca de un campo cultural propio, 78.
[37] Cfr. Carlos Páez de la Torre, Tucumán y La Gaceta, 14.
[38] Cfr. Ana María Risco, Comunicar literatura, comunicar cultura, 84-85.
[39] Soledad Martínez Zuccardi, En busca de un campo cultural propio, 72.
[40] Anónimo, “Notas de Redacción”, La Revista, n°6 (5 de noviembre, 1899), 191.
[41] Anónimo, “Nota de la Redacción”, La Revista. Literatura y Ciencias, n°2 (25 de enero 1900), Literatura, 95.
[42] Ibidem, 96.
[43] Germán García Hamilton, “Bonaerenses”, La Revista. Literatura y Ciencias, n°9 (10 de mayo, 1900), Literatura, 394-398.
[44] Vicente Atilio Billone, La actividad poética en Tucumán (1880-1970): esquema y muestrario (Tucumán: Grupo Literario “Imagen”, Grupo Editor “Voces”, 1985), 15.
[45] Anónimo, Guía periodística argentina (Buenos Aires: Lerose y Montmasson, 1913), 204.
[46] Soledad Martínez Zuccardi, En busca de un campo cultural propio, 72.
[47] Cfr. Carlos Roxlo, Historia crítica de la literatura uruguaya desde 1885 hasta 1898 (Montevideo: Librería Nacional A. Barreiros y Ramos, 1915), 443.
[48] Rubén Darío reside en Buenos Aires entre 1893 y 1898.
[49] Cfr. Ricardo Roque-Baldovinos, “El modernismo hispanoamericano como modernidad estética”, Revista de Ciencias Sociales y Humanidades, n°43 (1995): 233-234.
[50] Calinescu, citado por Roque-Baldovinos, “El modernismo hispanoamericano”, 230.
[51] En la caracterización de un nuevo lenguaje, Miguel Gomes señala los siguientes puntos fuertes del modernismo: “gusto por el refinamiento lingüístico o imaginal (sic)”; “combinación de todas las tendencias entonces en boga”; “pasión experimental (juegos inagotables tanto en la métrica y en la concepción de los géneros como en las maneras de captar o plasmar el universo)”; empleo de “adjetivos como ‘preciosista’, ‘cosmopolita’, ‘exotista’, ‘irreverente’, ‘impresionista’, ‘sensual’ que los críticos tradicionalmente aplican al estilo modernista”. Cfr. Miguel Gomes, “Selección, edición y presentación”, Estética del Modernismo Hispanoamericano (Venezuela: Biblioteca Ayacucho, 2002), IX.
[52] Gomes menciona dos poemas que demuestran esta postura: “Sinfonía color de fresas con leche” de José Asunción Silva y “Solo verde-amarillo para flauta. Llave de U” de Julio Herrera y Reissig, que parodian los manierismos de sus colegas. Ver Miguel Gomes, “Presentación”, Estética del Modernismo, 2002, X.
[53] Ver Julio Ramos, Desencuentros de la modernidad en América Latina. Literatura y política en el siglo XIX (Caracas: Fundación Editorial El Perro y la Luna – Ministerio de Cultura de Venezuela, [1989] 2009).
[54] Ricardo Roque-Baldovinos, “El modernismo hispanoamericano”, 233.
[55] Ricardo Roque-Baldovinos, “El modernismo hispanoamericano”, 233-234.
[56] Ricardo Roque-Baldovinos, “El modernismo hispanoamericano”, p. 240.
[57] Cfr. Barbara Herrnstein-Smith, Contingencies of Value. Alternative Perspectives for Critical Theory (Cambridge, Harvard University Press, 1991).
[58] Ricardo Roque-Baldovinos, “El modernismo hispanoamericano”, 232.
[59] Germán García Hamilton, “Rubén Darío”, El Orden (Tucumán), 29 de noviembre, 1898, 1. Recordemos que Germán García Hamilton había llega ese mismo año a Buenos Aires junto con su hermano Alberto. En ese entonces, Germán pasa temporadas completas en Buenos Aires momentos que aprovecha para establecer conexiones y vínculos con los círculos literarios porteños de la época.
[60] Cfr. Carlos Real de Azúa, Significación y trascendencia literario-filosófica de “Ariel” en América entre 1900 y 1950, ed. de Belén Castro y Candelaria Verde (España: Biblioteca Cervantes Virtual), http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/significacion-y-trascendencia-literario-filosofica-de-ariel-en-america-entre-1900-y-1950/html/9fa6edbe-3d6d-4fbb-8b3a-10516c83fb0f_47.html.
[61] Germán García Hamilton, “Rubén Darío”, 1898, 1.
[62] Pío Baroja, “Literatura y Bellas artes” (1899), cit. por Gomes, “Presentación”, Estética del Modernismo, 2002, IX.
[63] Carlos Loprete cit. por Matínez Zuccardi, Entre la Provincia y el Continente, 2005, 228.
[64] Germán García Hamilton, “Rubén Darío”, 1898, 1.
[65] Germán García Hamilton, “Rubén Darío”, 1898, 1.
[66] Germán García Hamilton, “Rubén Darío”, 1898, 1. Lo resaltado en cursiva es nuestro.