doi: https://doi.org/10.25185/9.10

Reseña

 

Horacio Tarcus

Las revistas culturales latinoamericanas. Giro material, tramas intelectuales y redes revisteriles.

Serie América Latina en sus revistas.
Buenos Aires, Tren en Movimiento Ediciones, 2020, 160 pp.

 

Claudia Darrigrandi Navarro
Universidad Adolfo Ibáñez, Chile.
claudia.darrigrandi@uai.cl
ORCID iD: https://orcid.org/0000-0003-0650-2346

 

Recibido: 31/03/2021 - Aceptado: 07/04/2021

 

 

 

Impregnado por el ánimo erudito de Horacio Tarcus, el libro Las revistas culturales latinoamericanas. Giro material, tramas intelectuales y redes revisteriles inaugura la serie «América Latina en sus revistas» de la editorial argentina Tren en Movimiento. A poco avanzar en la lectura del libro su autor señala algunas diferencias entre el libro y la revista y en ese contraste remite a la etimología de la palabra revista: «re-vista; re-visión, puesta al día de lo que se ha producido» (26). Es así que este libro también tiene algo de revista, en el sentido que ofrece un estado de la cuestión del estudio de las revistas latinoamericanas, una genealogía sintética, pero nutrida de datos, de las mismas y una explicación de la formación del campo revisteril.

El libro se organiza en tres capítulos: «El ciclo histórico de las revistas latinoamericanas», «Un campo de estudios emergentes» y «Tendencias». A estos se suma un prefacio, un colorido apartado con reproducciones de numerosas portadas de revistas culturales y una extensa bibliografía. En cada uno de los capítulos se hace evidente la tensión entre el impulso erudito del dato, de uno de los investigadores (y archiveros) que quizás ha tenido en sus manos la mayor cantidad y diversidad de revistas latinoamericanas, y la voluntad de construir un relato; la tensión entre la especificidad de la revista cultural y su amplitud en tanto artefacto cultural complejo; y la riqueza y complejidad existente en los intentos por dominar el estudio de las revistas que se acota y expande por las aproximaciones disciplinares y las intra o transdisciplinares que han formado al campo revisteril. Desde un punto de vista temporal, el libro abarca desde las primeras revistas publicadas en el periodo pos independentista hasta inicios del siglo XX, en el que se finaliza la publicación de muchísimas revistas culturales impresas. No son consideradas en el corpus de estudio las revistas que han emergido a inicios del siglo XXI en formato digital, de esta forma, el autor, sin desconocer la labor de las humanidades digitales en la conservación, circulación y divulgación de las revistas hispanoamericanas, circunscribe su trabajo a una tradición: las revistas culturales impresas.

Me detendré, especialmente, en el primer capítulo porque es el apartado donde se condensa y exhiben de forma evidente y explícita las propuestas del autor sobre el estudio de las revistas latinoamericanas, en general, y las culturales, en particular. En «El ciclo histórico de las revistas latinoamericanas», se construye una breve historiatrazos de una genealogía») del origen de las revistas en el continente latinoamericano y sus diferencias con la prensa periódica (en otros momentos será enfático en distinguir a las revistas culturales de la prensa). Las revistas, así, a secas, a diferencia del diario, plantea el autor, «nacen y se afirman» cuando las guerras de independencia se han apaciguado y, en ese contexto, adquieren la cualidad de ser un espacio más reflexivo, rasgo que las diferencia de la prensa periódica beligerante o de barricada. Junto con indicar ciertos hitos en la historia de estos impresos, cuya especialización temática, por decirlo de forma sencilla, comienza a finales del siglo XIX, destacaría como uno de los planteamientos más significativos del autor, en la medida que abre también una discusión, el empalme que hace entre la periodización de las revistas con la grafosfera de Régis Debray. Tarcus identifica, de este modo, su propia temporalidad.

Sin embargo, la propuesta más relevante, o una consecuencia inevitable que se desprende de la publicación de este libro, es la de consolidar, a través de su reconocimiento e identificación, un nuevo campo de estudio, derivado, o anclado en el campo intelectual: el campo revisteril. Para Tarcus «una revista no puede ser cabalmente entendida en su singularidad, sino que debe ser inscripta en un campo de fuerzas donde luchó por su reconocimiento estableciendo relaciones sincrónicas de alianza, competencia y rivalidad con otras revistas contemporáneas, al mismo tiempo que instituyendo linajes diacrónicos de legitimación» (23-24). Así como se apoya en Pierre Bourdieu, el autor tampoco desconoce los aportes de Raymond Williams, al incorporar en su reflexión sobre este campo, el carácter emergente, hegemónico, contrahegemónico o residual que puede tener una revista en un determinado momento.  En ese sentido, al revisar las funciones que han cumplido las revistas en general, y las culturales en particular, Tarcus hace eco del trabajo de Regina Crespo, Carlos Altamirano, Beatriz Sarlo, María Teresa Gramuglio, Annick Louis, entre otras y otros investigadores, y expone los estrechos vínculos entre el campo intelectual y el campo revisteril. Intelectuales, noción que el autor utiliza de forma amplia, y revistas, sobre todo las literarias y culturales, comparten una historia. Asunto que se ejemplifica y visibiliza a lo largo de todo el libro y que tiene su origen a finales del siglo XIX cuando, para Tarcus, se consolida la revista moderna. A partir de ese hito, se destaca que el desarrollo de las revistas modernas (sean literarias o culturales) es un proceso que inevitablemente se desenvuelve de la mano de la profesionalización del escritor.

Por último, hay un tercer eje que articula este capítulo y se revela, una vez más, la erudición y la voluntad clasificatoria y organizativa del autor. Si en los apartados anteriores, se refería, en cierto modo, a revistas en general, entre las que destacan las literarias, culturales –en sus diversas variantes–, ilustradas, magazinescas, en esta sección se interroga sobre las posibilidades y criterios que se deben considerar para una definición de las revistas literarias y culturales. Comienza por las literarias. Para ello, el autor expone una revisión de publicaciones pioneras del campo, como la de Boyd G. Carter y la de Lafleur, Provenzano y Alonso, y también ejemplifica las complejidades para lograr esa definición mediante la exhibición de casos. Tarcus se pregunta por el lugar de lo político en una revista literaria y ejemplifica cómo, en variadas ocasiones, ha sido un factor excluyente en la definición de este género. De este modo hace un examen de la influencia que han tenido las nociones (múltiples) de lo que se considera «literario» y la presencia de «lo politico» para la elaboración de una definición de revista literaria. En ese sentido, y en un modo muy reflexivo, el autor presenta las varias aristas implicadas en el proceso para llegar a una definición de revista literaria, en tanto género específico. No obstante su especificidad, la porosidad de las revistas literarias, da paso a otro género, el de las culturales, revistas que a su vez, según la disciplina que las estudie, también abarcarían a las literarias. Para Tarcus las revistas culturales «siempre están tensionadas entre el campo cultural y el campo politico» (30) y, después de una minuciosa declaración de lo que no son, el autor las define como: «voceros de grupos que se proponen postular una agenda y desplegar una política cultural mediante una intervención en el campo intelectual que adopta la forma de un juego de disputas y alianzas con otras revistas por el reconocimiento, el prestigio y la legitimidas» (33-34). Dadas las diversas definiciones de revistas culturales que circulan, en tanto objeto de estudio transdisciplinar, me parece necesario destacar la postura de Tarcus. En su definición no clasifican los magazines ilustrados ni las revistas populares o comerciales de consumo masivo. Desde otro punto de vista, el autor también las desmarca del campo periodístico; las revistas culturales se distinguen de la prensa, aunque reconoce que hay excepciones anfibias.

En los capítulos «Un campo de estudios emergentes» y «Tendencias», el autor se detiene en revisar y hacer visible una serie de iniciativas que permitieron que las revistas latinoamericanas se convirtieran en un objeto de estudio, el que dio origen a su respectivo campo, y en las diversas perspectivas desde las que han sido investigadas y analizadas. En ese contexto, se ofrece un recorrido desde las primeras iniciativas por rescatar las revistas del olvido y darles una segunda vida hasta los repositorios digitales que hoy facilitan su acceso. También expone y traza las múltiples perspectivas desde las que se han abordado y se están estudiando en los últimos años. De este modo, el libro ofrece un sintético, pero riguroso, panorama sobre las principales líneas de investigación que tienen a las revistas culturales como su objeto de estudio. En esa presentación, además, se procura organizar, gracias a la mirada del historiador, los desplazamientos que han ocurrido en estas líneas de investigación. Por ejemplo, se explica el paso de la historia literaria a la historia intelectual, en la que las revistas culturales ocupan un lugar central; el paso del análisis de un autor a la consideración de las comunidades, redes y alianzas que circundan estos proyectos editoriales; o, el giro reciente que considera la revista cultural a partir de su materialidad y ya no solo como un contenedor textual.  

Con la tarea de cumplir los propósitos del segundo y tercer capítulo, reaparece el espíritu del erudito y, además, otro rasgo del autor que impregna el texto: la generosidad. Las revistas culturales latinoamericanas es un reconocimiento explícito al trabajo realizado por bibliógrafos/as, bibliotecarios/as, archivistas, investigadores/as, entre otros y otras profesionales de la conservación, divulgación y estudio de las revistas, provenientes de Latinoamérica, Estados Unidos y Europa. Difícilmente se podrían sintetizar en una reseña, todos los nombres de personas, instituciones, redes de colaboración, encuentros académicos, revistas y libros, entre otros, que son nombrados y recordados en estas páginas. En ese sentido, en el libro se expone como resultado de ese trabajo y esfuerzo, muchas veces no concertado, otras sí, y que data de mediados de siglo XX, la constitución de las revistas en un objeto de estudio y la conformación de un campo que hoy, Tarcus, señala como emergente. Desde otro punto de vista, ese gesto de generosidad también se hace manifiesto en el último apartado de su libro que, si bien no es totalmente exhaustiva, como él mismo lo reconoce en el prefacio, incluye una «Contribución a una bibliografía sistemática para el estudio de las revistas culturales de América Latina» compuesta por más de 600 títulos, organizada por países y subdividida por catálogos, índices, facsimilares, antologías y estudios. En pocas palabras, el libro consolida el nacimiento de un campo revisteril y es, a su vez, una herramienta fundamental para cualquier persona interesada en el estudio de las revistas latinoamericanas.