doi: https://doi.org/10.25185/10.9
Artículos
Francisco Romero: una filosofía personalista para las
discusiones políticas del siglo XX
Francisco Romero: a personalist philosophy for the political discussions of the 20th century
Francisco Romero: uma filosofia personalista para as discussões políticas do século XX
Lucas Domínguez Rubio
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, CONICET, Argentina.
lucaslmdr@autistici.org
ORCID iD: https://orcid.org/0000-0001-9058-9573
Resumen: El presente artículo analiza las plataformas intelectuales mediante las cuales el filósofo argentino Francisco Romero (1891-1962) justificó sucesivamente sus compromisos políticos, al movimiento antifascista argentino, a las organizaciones culturales liberales durante el peronismo y, finalmente, al anti-comunismo desde su adhesión al Congreso por la Libertad de la Cultura. Con este objetivo, el artículo recorre el período que fue desde sus pretensiones de lograr una filosofía «normalizada» y despolitizada a combatir las posiciones filosóficas organizacionistas y nacionalistas que afloraron en la Argentina a partir de la década del treinta. Fue en este marco que Francisco Romero buscó introducir en Argentina una gnoseología personalista vinculada a diversas plataformas anti-comunistas internacionales que le brindaron a su obra una notable repercusión a nivel regional. De hecho, gracias a ellas estableció contactos con filósofos de Perú, México, Perú, Chile, Estados Unidos y Cuba. Con el fin de documentar este proceso, desde los métodos de análisis de la historia intelectual, este artículo recorre sus textos, sus redes de contactos y las publicaciones periódicas que impulsó.
Palabras clave: Francisco Romero (1891-1962), filosofía en Argentina, pensamiento argentino y latinoamericano, historia intelectual argentina, Congreso por la Libertad y la Cultura, anti-peronismo, anti-comunismo.
Abstract: This
article analyzes the political adhesions of the Argentine philosopher Francisco
Romero (1891-1962) in relation with his theoretical developments. The article
covers the period that went from his pretensions of achieving a «normalized»
and depoliticized philosophy to combating the organizational and nationalist
philosophical positions that surfaced in Argentina in the 1930s. According to
our hypothesis, it was within this framework that Francisco Romero established
in Argentina a personalist gnoseology linked to various international
anti-communist platforms that brought a notable repercussion to his work at the
regional level. In fact, thanks to them, he established contacts with
philosophers from Peru, Mexico, the United States and Cuba. With the purpose of
documenting this process, from the methods of analysis of intellectual history,
this article goes through his texts, his networks of contacts and the
periodical publications he promoted.
Keywords: Francisco Romero (1891-1962), Philosophy in Argentina, Argentine and Latin American Thought, Argentine Intellectual History, Congress for Cultural Freedom (ccf), Anti-peronism, Anti-communism.
Resumo: Este artigo analisa as plataformas
teóricas através das quais o filósofo argentino Francisco Romero (1891-1962)
justificou sucessivamente suas adesões políticas ao movimento anti-fascista
argentino, às organizações culturais anti-peronistas e, finalmente, ao
anticomunismo do Congresso para a Liberdade de Cultura. Com este objectivo, o
artigo cobre o período que passou das suas pretensões a alcançar uma filosofia
«normalizada» e despolitizada para combater as
posições filosóficas organizativas e nacionalistas que surgiram na Argentina a
partir dos anos 30. Foi neste quadro que Francisco Romero estabeleceu na
Argentina uma gnoseologia personalista ligada a várias plataformas anticomunistas internacionais que lhe
deu uma notável repercussão no seu trabalho a nível regional. De facto, graças
a eles estabeleceu contactos com filósofos do Peru, do México, dos Estados
Unidos e de Cuba. A fim de documentar este processo, a partir dos métodos de
análise da história intelectual, este artigo percorre os seus textos, as suas
redes e os periódicos que promoveu.
Palavras-chave:
Francisco Romero
(1891-1962), filosofia na Argentina, pensamento argentino e latino-americano,
história intelectual argentina, Congresso para a Liberdade e a Cultura, anti-peronismo,
anticomunismo.
Recibido:
09/04/2020 - Aceptado: 28/10/2020
«Nosotros trabajamos de manera muy diferente que ustedes en Europa.
Aquí tenemos que hacer filosofía, pero también ‘una cultura’ con todos sus apartados.
Hay que hacer ediciones, lectores, profesores…
Y sin olvidar la conexión filosófica con los demás países que tanto nos preocupa».
Carta de Francisco Romero a José Ferrater Mora
(23/06/1943).
«El hermano de…» o «el tío de…». Con estos giros debe ser presentado desde hace décadas el filósofo argentino Francisco Romero (1891-1962). El proceso de autonomización de la filosofía en Argentina parece haber dado resultado y, en comparación a la generación anterior de profesores de filosofía, su nombre resulta completamente desconocido, incluso para quienes egresaron de las carreras de filosofía de este país. Sin embargo, no deja de llamar la atención la enorme relevancia que tuvieron sus escritos a nivel nacional, regional e internacional, tanto en ámbitos filosóficos universitarios como en plataformas culturales más amplias, al menos durante las décadas del cuarenta y el cincuenta.
De esta manera, la clave de lectura propuesta por Oscar Terán desde su único artículo sobre este autor parece especialmente certera cuando se dispone a narrar su «periplo y eclipse».[1] Aunque Terán no lo haya remarcado, efectivamente, la obra de este filósofo fue la primera del país en lograr notoriedad internacional, con numerosos análisis durante su propia vida, que incluyeron invitaciones, interpretaciones y homenajes, en países como Argentina, Chile, Estados Unidos, Perú, México y Cuba.[2] Como veremos, esto se debió a que en todos estos países Francisco Romero construyó una red de contactos políticos y culturales, vinculados en todos los casos a plataformas liberales y anti-comunistas. De este modo, Francisco Romero fue el primer filósofo argentino en obtener un destacado reconocimiento internacional acompañado de invitaciones a universidades de todo el continente, al menos antes de entrar en su «eclipse», a partir de 1956, cuando no sólo Francisco Romero, ya reacomodado en puestos académicos se retiró de la escena pública para finalmente dedicarse nuevamente a una filosofía no «fastidiada» por «escándalos políticos», sino también cuando las carreras de filosofía en Argentina entraron a una nueva etapa, en alguna medida, comparativamente más autonomizada, pero sobre todo incapaz de actualizarse y participar de debates culturales de mayor escala.[3]
De hecho, después de este éxito de su obra en las décadas del cuarenta y del cincuenta, su producción solamente ha recibido una interpretación interna por parte de quienes han realizado una tarea de largo aliento sobre la filosofía argentina desde la revista Cuyo (Mendoza, 1964-), especializada en lo que sus impulsores reconocen como «filosofía argentina».[4] Bajo este enfoque internalista que busca diferenciarse de la historia intelectual, Francisco Romero ha sido considerado como uno de los «fundadores de la filosofía americana», junto con un panteón de figuras por demás diversas. De modo reiterativo y con escasos matices, estas lecturas han equiparado su tarea filosófica y cultural a la de otras figuras argentinas y regionales, como, por ejemplo, José Ingenieros (1877-1925), Alejandro Korn (1860-1936), el mismo Antonio Caso (1883-1946) o Rodolfo Kusch (1922-1979). En ningún caso, esta bibliografía ha tenido en cuenta cómo funcionaron sus textos en relación a los emprendimientos culturales que impulsó y las discusiones que sostuvo. En otra dirección, algunas interpretaciones han buscado polarizar la llamada filosofía latinoamericanista, vinculada a teorías decolonizadoras o a la filosofía de la liberación, a la figura de Francisco Romero, quien, en este esquema, habría funcionado como la principal cabeza de una línea filosófica “liberal-conservadora”.[5] Mientras, en sentido contrario, este último punto de vista recupera de diferentes maneras y desde distintas lecturas políticas a figuras laicas que quedaron ubicadas dentro de la universidad del peronismo, como, por ejemplo, Carlos Astrada (1894-1970), Miguel Ángel Virasoro (1900-1966) y Rafael Virasoro (1906-1984).
Basándonos en estos aportes, las siguientes páginas proponen una comprensión distinta de los textos de Francisco Romero desde el marco de la historia intelectual. El objetivo consiste en leer sus textos teóricos como intervenciones político-culturales en relación a las discusiones que los motivaron. Esta perspectiva queda por demás justificada en tanto consideramos que el programa cultural y filosófico de Francisco Romero se desarrolló en oposición a los procesos políticos culturales anti-liberales que adoptaron muchos referentes argentinos desde mediados de la década del treinta. Como veremos, el proyecto filosófico explícitamente autonomizador de la teoría esbozado por Romero comenzó a quebrarse al calor de la importante repercusión que tuvo la Guerra Civil Española en la Argentina y, poco después, frente a los cambios socio-políticos que trajo la presidencia de Juan Domingo Perón para el ámbito cultural.
Sin lugar a dudas, este marco político
provocó importantes cambios en el desarrollo de la disciplina en Argentina
respecto a la cual Francisco Romero pretendió intervenir con una particular
lectura. Como redactor de la influyente revista Sur (Buenos Aires,
1930-1964), Francisco Romero conoció el personalismo del francés Emmanuel
Mounier (1905-1950) y su revista parisina Esprit fundada en 1932. Sin
embargo, se trató de un autor al que Francisco Romero nunca mencionó. En
cambio, a partir de allí, desarrolló una lectura filosófica del personalismo a
través de las novedades gnoseológicas germanas que establecieron una línea de
discusión fenomenológica opuesta a la deriva teórica de Martin Heidegger
(1889-1976). Con esta base filosófica, Francisco Romero se posicionó
fuertemente en el quiebre entre liberalismo y organizacionaismo que afloró
hacia fines de la década del treinta en la mayoría de los países occidentales.
Con esto, además entre 1946 y 1955 se transformó en una de las principales
plumas de las plataformas liberales durante el gobierno de Juan Domingo Perón.
Como desarrollaremos, su marco de referencia teórico se mantendría siempre
cercano a este personalismo-fenomenológico que le
permitiría impulsar una serie de plataformas junto al mexicano Antonio Caso y
los filósofos personalistas estadounidenses nucleados en la International
Phenomenological Society.
Personalismo y tradición korniana
Como gran parte de las primeras camadas de
filósofos argentinos, Francisco Romero también nació en Europa y fue parte de
una primera generación de inmigrantes.[6] A partir
de 1910, Francisco siguió la carrera de ingeniero militar, en 1915 se recibió
de teniente y se inscribió en la Facultad de Filosofía y Letras de la
Universidad de Buenos Aires. Conoció a Alejandro Korn entre 1924 y 1925 cuando
sin concluir sus estudios tenía como plan dedicarse a la filosofía únicamente
de manera «privada». Aparentemente, fue el mismo Korn quien lo eligió
como sucesor en la cátedra de ‘Ética y metafísica’ de la Universidad de Buenos
Aires que estaba a su cargo.[7]
Como recordaba Aníbal Sánchez Reulet (1910-1997), inicialmente la imagen de un militar de uniforme al frente de una clase de filosofía resultó chocante para la generación reformista de estudiantes; no obstante, hasta lo que sabemos, sólo hasta ahí existió algún tipo de resquemor al respecto. Finalmente, en 1931 F. Romero se retiró del ejército para dedicarse a la enseñanza y a la investigación filosófica. Además, coincidió también con el momento en que eligió dejar de lado la escritura de poesía, aunque de todas formas siguió publicando numerosos artículos sobre crítica literaria –en revistas como Nosotros (1908-1934), Megáfono (1930-1934) y La vida literaria (1928-1932). Poco después de su fundación, también a partir de esos años integró el consejo de redacción de la ya mencionada revista Sur.
«Acallada poco a poco la polémica antipositivista» –sostuvo más tarde F. Romero respecto a este período– «la filosofía hispanoamericana empieza a entrar en sus cauces normales». De esta manera, a diferencia de Coriolano Alberini (1886-1960), con su llegada tardía al ámbito académico y su escasa participación de las publicaciones y agrupaciones previas, F. Romero mismo se autoposicionó en un momento posterior de la batalla contra la presencia hegemónica del positivismo en los claustros. Este gesto involucraba también la búsqueda de un nuevo tipo de referencias intelectuales. Según Romero, ya no se trataba de retrotraerse específicamente a autores clásicos o contemporáneos con los fines de lo que Jorge Dotti llamó philosophia militans,[8] por ejemplo bajo la forma de una con una «vuelta a Kant», sino, de ahora en más, la tarea en ciernes consistía para F. Romero en difundir y discutir la nueva filosofía contemporánea. Al proponerse esta tarea, durante años, siguió ejerciendo la crítica bibliográfica y la exposición sistemática de diferentes autores, casi siempre de autores alemanes alrededor de Husserl, Dilthey y Scheler.
Con este fin, Francisco Romero se dedicó especialmente a constituir una «cultura filosófica» en el país. Por esto, en primer lugar, un primer corpus de artículos estuvo dedicado a la reseña de los «sistemas filosóficos» de diversos pensadores que le eran contemporáneos. Estas reseñas fueron publicadas sobre todo en la revista Nosotros y solamente más tarde se decidió a compilarlas en dos volúmenes.[9] También con este objetivo de conformación de una cultura, en segundo lugar, fue por demás reconocida su dirección de la ‘Biblioteca filosófica’ de editorial Losada que creó y dirigió a partir de 1938 en uno de los primeros proyectos editoriales específicos de la disciplina en el país. Durante el auge editorial argentino que se dio a partir de la desaparición de la industria del libro en España durante la Guerra civil, Romero publicó clásicos que consideraba faltantes en Argentina –de Kant, Berkeley, Hume, Leibniz y Bruno–, entre otros textos de filosofía contemporánea –Scheler, Neuschlosz, Brochard y Miceli–, a los que sumó algunos de autores regionales –como Carlos Vaz Ferreira (1872-1958)– y otros locales –como los de sus allegados Ángel Vassallo (1902-1978) y Risieri Frondizi (1910-1985). En tercer lugar, además de la promoción de sus contactos regionales e internacionales, otra de las tareas de divulgación que se puso a cargo Francisco Romero fue la confección de un manual de Lógica que era reconocidamente faltante tanto para los estudios secundarios como superiores. Su Lógica de 1936, escrita junto a su discípulo Eugenio Pucciarelli, fue de hecho ampliamente aceptada y luego reeditada en numerosas ocasiones por más de veinte años.[10]
En sus permanentes revisiones, F. Romero también explicó la nueva «normalidad filosófica» en función de su nuevo cauce institucional, específicamente logrado gracias a tresnuevas plataformas culturales y filosóficas que partieron de la herencia, según él mismo socialista-liberal, de Alejandro Korn y luego tuvieron al propio Francisco Romero entre sus principales promotores. Él mismo destacó así la importancia filosófica de dos instituciones fundadas entre 1928 y 1930 por su maestro que funcionaron fuera de la universidad: la Sociedad Kantiana de Buenos Aires y el Colegio Libre de Estudios Superiores (cles); a las que se sumaba, luego de la muerte de Korn, la Casa del Pueblo del Partido Socialista y la Universidad Popular Alejandro Korn (upak), institución que de manera discontinua organizó ciclos de conferencias y cursos sobre problemas culturales en La Plata. Queda claro entonces en el tenor de estas instituciones que Francisco Romero no descuidó en ningún momento su preocupación divulgadora. Respecto al cles, decía Romero que es una «institución con la cual nos consolamos de la Universidad», para referirse principalmente a las nuevas políticas de intervención gubernamental que sufrirían las entidades nacionales a partir de 1930.
En 1932, Francisco Romero suscribió al
manifiesto del Frente de Afirmación del Nuevo Orden Espiritual (fanoe). Los firmantes de este texto
luego tendrían derroteros políticos e intelectuales muy diversos. En este
amplio marco de intereses, con sus diferentes inscripciones teóricas y
políticas, estos autores –Saúl Taborda (1885-1943), Carlos Astrada, Francisco
Romero, Homero Guglielmini (1903-1968) y Carlos Cossio (1903-1987)–
coincidieron, al menos en 1934, en dos puntos claves. Primero, la filosofía
alemana constituía el norte a donde mirar: ya sea en su deriva personalista y
fenomenológica a partir de sus lecturas de Dilthey, Scheler y Husserl –éste
sería el caso el caso de F. Romero y sus discípulos–; ya sea en las derivas
metafísicas heidegerrianas leídas en clave romántica –por ejemplo, por parte de
Guglielmini, Taborda y Astrada–; o ya sea en el camino desde el neokantismo
hacia la filosofía del derecho anglosajona que estaba haciendo Carlos Cossio.
Como segundo punto en común, en este momento también todos estos autores
coincidieron en identificar indistintamente a cualquier tipo de positivismo o
cientificismo como traducciones teóricas directas del proceso soviético, y
entonces con derivas sumamente negativas, tanto estéticas –el realismo social
vinculado a las plataformas filo-bolcheviques– como filosóficas –es decir,
algún tipo de estructuralismo determinista.[11]
Si bien entonces estas dos claves estéticas y políticas se mantendrían a lo largo de la obra de Francisco Romero, poco después Francisco Romero quedaría ubicado en posiciones opuestas a sus anteriores compañeros de manifiesto. Efectivamente, la proliferación de plataformas nacionalistas durante la década del treinta, la Guerra civil española y el auge del movimiento antifacista se mostraron como hechos políticos auténticamente determinantes para el campo cultural argentino en general y para el campo filosófico.[12] Entre la universidad, las instituciones culturales mencionadas y la lectura de la nueva filosofía alemana, fue entonces hacia 1939 cuando, con un gesto de cierto malestar, F Romero publicó tanto su libro más conocido, Filosofía de la persona, como un texto que renegaba de su tono de «manifiesto»: Programa de una filosofía, publicado por la editorial y revista Sur.
Por un lado, en clave antimarxista, allí Romero reconocía la afortunada ausencia de una filosofía cientificista que niegue el resto de los pensamientos. Según él, la caída de este «empirismo racionalista totalitario» se ha debido a su incapacidad de tomar como objeto de estudio los valores, sentimientos, creencias, opiniones y otros elementos culturales que hacen a las distintas «concepciones del mundo» (Weltanschauung). De este modo, Romero reproducía la identificación común a varios filósofos entre el régimen comunista ruso y un positivismo residual, y participaba de una discusión con plataformas culturales del comunismo e importantes sectores del movimiento estudiantil, a la par que se posicionaba a ciertas publicaciones vinculadas al Partido Socialista.
Por esto, por otro lado, su «manifiesto» afirmaba la importancia de la filosofía como disciplina. Según su lectura, negar la importancia de la filosofía equivalía a estar afirmado en una «concepción del mundo» que se considera legítima por sobre todas las cosas, ya sea porque afirma conscientemente su suficiencia teórica o porque con ingenuidad desconoce sus límites.
No corresponde repetir una vez más el proceso del positivismo en el país. La batalla contra él ha sido ardua y puede darse por terminada. En cambio, me parece de oportunidad anotar que si el episodio está liquidado, perduran las circunstancias generales por las cuales ha sido posible.[13]
En esta coyuntura, F. Romero no se refería a un contexto argentino regido todavía por una «concepción del mundo» utilitarista. En concreto, se refería a los nuevos modos de indagación ontológicos que desde el heideggarianismo se retrotraían al romanticismo alemán para levantar la agenda del revisionismo anti-liberal. Como él mismo reconocía, en relación al establecimiento «normal» de la filosofía hacía falta una tarea de gestión cultural mucho más amplia de apertura a la filosofía internacional y sus formas de indagación, es decir, de manera opuesta al repliegue en una búsqueda interna de la nacionalidad, que a partir de mediados de la década del treinta cada vez había recogido más adeptos dentro de los profesionales en historia y filosofía.
De manera que bajo este programa, y como
sostuvieron sus alumnos, Francisco Romero elaboró sus ensayos sobre la
«persona» en oposición a los extremismos de izquierda y de derecha, que tendían
desde posiciones históricas y filosóficas a distintas concepciones
organizacionistas de la sociedad. Entre sus rivales filosóficos estaban Saúl
Taborda, Homero Guglielmini y Carlos Astrada, todos ellos, de distintas maneras
lectores de Heidegger, con cuyo aparato teórico pretendían vislumbrar los
«existenciarios de la argentinidad».[14]
Específicamente contra estas lecturas, a través de toda su tarea de estudio y revisión de la filosofía alemana, Romero se especializó en Husserl, Dilthey, Hartmann, Freyer y Scheler. Fue el enfoque gnoseológico escogido el que lo llevó tanto a una reflexión constante sobre la filosofía de la cultura como a la antropología filosófica en estrecha relación al enfoque gnoseológico y la noción de «concepción del mundo» (Weltanschauung). Pero a este continuo interés gnoseológico, Francisco Romero fue el único filósofo local en sumar sin mayores referencias lo que en Francia comenzó a desarrollarse como «personalismo» y más tarde logró continuidad en la Universidad de Browne en los Estados Unidos.
De este modo, el personalismo promulgado por
Francisco Romero seguía una línea laica germana y estadounidense, sin mencionar
explícitamente al personalismo francés cristiano de Mounier y Maritain, que en
aquel momento era editado en Buenos Aires tanto por Sur como por Emecé. Por su
amistad con Victoria Ocampo (1890-1979) y su pertenencia al núcleo de la
revista Sur, Francisco Romero conoció desde sus inicios la revista Esprit
(1932-1941) editada en Paris por Emmanuel Mounier. Victoria Ocampo se
transformó en una seguidora de este liberal cristiano a quien Romero no citó
directamente, pero sí a sus lectores norteamericanos respecto a quienes esbozó
su obra más sistemática en un diálogo que se mantendría al menos durante dos
décadas más. Como el mismo Mounier lo dice en su artículo traducido en Sur,
se trata de una filosofía que atenta contra el «impersonalismo político»,
«enoja» al liberalismo francés, se reformula como «socialismo humanista» y se
considera totalmente opuesta al materialismo marxista. Además vale la pena
enfatizar cómo Sur se enfatizaba esta interpretación anti-marxista del
personalismo con el texto de Nicolai Berdaiev (1874-1948) de 1938.[15]
En esta misma línea, el primer aporte de
Francisco Romero fue el pequeño folleto ya mencionado de 1938 titulado Filosofía
de la persona. La noción de ‘persona’ recuperada por Romero desde la
tradición filosófica apuntaba a distinguirla de la de ‘individuo’. Éste último
estaría relacionado con los apetitos psicofísicos, mientras la persona estaría
orientada a aquello no contingente, como el deber o la justicia, volcándose
hacia las «objetividades». El psicologismo –y tanto el positivismo como las
políticas nacionalistas– resultarían entonces reductoras de la instancia
personal a lo meramente psíquico.[16]
Sus contactos regionales y continentales con quienes siguieron este mismo derrotero teórico se dieron a partir de los primeros años de la década del cuarenta a partir de una asidua correspondencia con una importante cantidad de filósofos norteamericanos liberales que cultivaban esta filosofía personalista como una deriva fenomenológica capaz de ser vinculada con sus prácticas protestantes. Por ejemplo, entre ellos estaban: Carl Arthur Berndtson, Maximilian Beck (1887-1950) –de quien en 1947 F. Romero publicó su Psicología en Losada– y Marvin Farber (1901-1980) –primer introductor de Husserl en eeuu y fundador de la International Phenomenological Society en 1939 y su revista, que era sumamente crítica del irracionalismo alemán dentro del cual incluían a Heidegger.
Todos estos filósofos husserlianos eran
parte de la International Phenomenological Society que junto con
F. Romero, como uno de sus principales contactos latinoamericanos, impulsaban
su revista Philosophy and Phenomenological Research (Rhode Island,
Estados Unidos, 1940-). Con la particularidad de que, a diferencia de
Romero, todos por lo general eran protestantes y se dedicaban también a la
teología desde la Brown University en Rhode Island. Con un éxito prácticamente
nulo, Francisco Romero buscó introducir en Argentina a estos autores y su
deriva teórica, tanto desde sus revistas, sus reseñas, la publicación del eeuu Cursos y Conferencias
(Buenos Aires, 1931-1960) y, principalmente, de manera posterior, desde su
libro Sobre la filosofía en América.[17] Por
ejemplo, respecto a la obra de Ralph Tyler Flewelling, quien también centró su
producción alrededor de la noción de ‘persona’, F. Romero advirtió que el
personalismo tiene un gran porvenir y se alegra de «que haya arraigado tanto en
Estados Unidos, cuyo papel en el mundo de mañana ha de ser preponderante».
Además, sostuvo que creía en el personalismo como una actitud filosófica capaz
de formar una política, a cuya luz se revisaba el individualismo en la cultura
moderna.[18]
Con este objetivo, Romero proyectó desde la ‘Cátedra Alejandro Korn’ una
exposición de libros y revistas filosóficas norteamericanas en el Colegio Libre
de Estudios Superiores y en otros centros de estudio de la Argentina e
Iberoamérica, por lo que le pide la difusión de esta actividad en la revista Cursos
y Conferencias.[19]
La particularidad consistió en que algunos de estos fenomenólogos personalistas
también resultaron los primeros latinoamericanistas estadounidenses,
fuertemente vinculados a las políticas culturales norte-americanas de la guerra
fría cultural.[20]
En relación a este proyecto teórico-político, aparentemente impulsado en Argentina únicamente por F. Romero, la otra revista publicitada en una de las contra-tapas de Cursos y Conferencias fue The Personalist (California, 1920-).[21] Fue sin duda por estos contactos gracias a los cuales hacia principios de la década del cuarenta los trabajos de Francisco Romero obtuvieron una atención internacional como no había obtenido ningún filósofo local.
Éste fue básicamente el esquema que mantuvo Franciso Romero en los próximos años permanentemente solventado mediante El puesto del hombre en el cosmos de Max Scheler, la obra que él mismo editó y prologó para iniciar su colección de filosofía de Losada en 1938. Sobre este libro, en su mencionado «manifiesto», Programa de una filosofía editado por Sur, agregó que «allí se encuentra la más convincente doctrina del hombre y la espiritualidad que yo conozca» y le agrega su interpretación política anti-organizacionista.
En los movimientos de masas más dramáticos
de nuestro tiempo es innegable, entre otros incentivos, un afán de superar el
individualismo, de trascenderlo; dicho en lenguaje de estos apuntes, un
propósito de renunciar al inmanentismo reemplazándolo por un
transcendentalismo. Pero un pesado lastre de inclinación inmanentista y la
teorización –lastre de inmanentismo también– empobrecen y falsean estos
movimientos, y los convierte en todo lo contrario de lo que deberían ser.
Enderezar la trascendencia –como hacia su natural destino– hacia las metas de
«el pueblo» –un pueblo determinado–, la clase, el Estado, la raza, etc., es
constituir una nueva inmanencia y quedarse en ella quebrando las alas de
trascender, con el agravante de que el egoísmo colectivo teñido de turbia
mística y aureolado de un prestigio impresionante aunque falaz. Lo peor es que
con el individuo suele sacrificarse la persona, instancia superior a cualquier
otra porque desde ella ocurre la proyección hacia el valor. El ímpetu de
trascendencia, que llega a su cima en la espiritualidad, traspasa y deja atrás
cualquier inmanencia. El trascender llega a su pureza y perfección...[22]
Siguiendo el argumento, solamente desde una filosofía de la persona como de la que parte el liberalismo se volverían posibles acuerdos verdaderamente trascendentales. De modo que este esquema resultará permanente en su obra posterior, e incluso en la citada carta a José Gaos Romero lo reconoció como «su manifiesto»: cualquier versión organicista de la sociedad tendría entonces algo así como un falso transcendentalismo de la persona en lo colectivo. Como señalamos, las afirmaciones de este texto se enmarcaban un momento de consolidación de un movimiento antifascista que en 1938 defendía al presidente Ortiz en detrimento de los gobiernos anteriores de la década del treinta y los peligros internacionales; en momentos donde Astrada ya no participaba de Sur ni de Cursos y conferencias; en momentos en los que Alberini ya había hecho sus apoyos al régimen italiano; en momentos donde ya se había desplegado la obra reciente ya señalada de Guglielmini y Taborda.
Remitiéndose a todos estos frentes, el
fallecimiento de Korn en 1936 involucró una seguidilla de homenajes que pronto
se trocaron en una reformulación antifascista y liberal de su filosofía, de su
obra y de su figura en general. Los primeros textos historiográficos de F.
Romero sobre la filosofía argentina parten entonces de la recuperación de la
tradición filosófica de su maestro, específicamente contra la instalación de la
figura de Alberini, pero también con la intención de recuperar en clave
anti-nacionalista la tradición socialista-liberal. Con todo, desde su lugar
central en la Universidad Popular Alejandro Korn, él fue sólo el referente
principal de esta operación de amplio alcance de ubicar a Korn no sólo como
gran profesionalizador de la filosofía argentina con un comportamiento
impecable, pero alejado de sus intereses marxistas por la obra de Jean Jaurès,
sino además como mentor de un proyecto político lo suficientemente amplio como
para poder abarcar el frente democrático antifascista que se propusieron
consolidar varias figuras a partir de 1938.[23]
La Realidad universal de ASCUA
Diez años después de haber decidido dedicarse a la filosofía de manera exclusiva era claro que la normalidad disciplinaria que él mismo había proclamado no existía. De hecho, los elementos que teóricamente brindaban «normalidad» según el propio Romero existían pero, desde su visión, desvirtuados.[24] A partir de 1943, la persecución a intelectuales y universitarios se exacerbó y continuó tras el auge del nuevo gobierno electo en 1946. Ese mismo año, Francisco Romero renunció a todos sus cargos universitarios, según sus palabras, en solidaridad con sus compañeros exonerados y no debido a su propia situación. De hecho, en unos de sus pocos textos directamente críticos al gobierno de Juan D. Perón, publicado al año siguiente, sostuvo que la quita de libertades políticas y el trastrocamiento institucional conllevaba la vuelta al «primitivismo y la barbarie».[25]
A partir de ese momento, y durante los diez
años que fueron entre 1946 y 1956, Francisco Romero participó de revistas,
editoriales y asociaciones en conjunto con otros intelectuales que buscaban
lograr reconocimiento como colectivo social por fuera de los espacios
universitarios.[26]
Como señalamos, durante estos años el Colegio Libre de Estudios Superiores se
transformó en un espacio paralelo a la universidad, en donde F. Romero brindó
aproximadamente cincuenta conferencias hasta su clausura en 1951.[27]
Tras su renuncia en 1946 a las universidades nacionales, siguió sus actividades
docentes en el Instituto de Profesorado y como director de la colección
filosófica de Losada mientras se estableció como editorialista del diario La
Nación y se dedicó a terminar y publicar algunos de sus trabajos. También
ese mismo año ya estaba planeando una revista cultural, respecto a la cual
Victoria Ocampo se preocupó de que fuese una competencia para Sur. La
respuesta de F. Romero fue que ésta no estaría centrada en la literatura sino
en la filosofía y, de hecho, se llamó Realidad: revista de ideas (1947-1949).[28]
Como sostuvo Flavia Fiorucci, si
bien recibían una importante presión universitaria como profesores, en cambio,
las revistas intelectuales de alta cultura no estaban sujetas a la censura,
como sí otras publicaciones que pretendían discutir cuestiones coyunturales
concretas, como leyes, decretos o medidas.[29] En
la misma dirección, en su análisis de las revistas durante el peronismo,
Claudio Panella y Guillermo Korn también sostuvieron que la censura no llegaba
a las revistas culturales que no estaban destinadas a un público masivo. De
este modo, puede pensarse que este fue el caso del sistema conformado por las
revistas Sur (1931-1966), Ver y estimar (1948-1953; 1954), Realidad
(1947-1949) e Imago mundi (1953-1956).
En las páginas de Realidad, también Romero exploró su propio ensayo de identidad nacional con el título «La realidad espiritual argentina» –en el que siguió algunas nuevas nociones propuestas por su hermano menor un año antes en Las ideas políticas en Argentina (1946).[30] En relación a esta obra, también F. Romero determinaba tres «mentalidades» argentinas: la «criolla», la «aluvial» y la «universal». Claro, era esta última la que resultaba totalmente superadora y era la que resultaba fundamental promover.
En la misma dirección, como continuación, también el texto de Realidad «Meditación de Occidente» puede considerarse como un segundo ensayo de interpretación nacional propuesto por Francisco Romero.[31] Aunque en rigor, como indica su título, se trata de una afirmación del carácter eminentemente occidental de la cultura nacional. En comparación con otras culturas, la característica de «nuestra cultura occidental» sería no pensarse desde un todo ni desde un nosotros sino específicamente como un yo. De esta manera, el punto de partida liberal-individualista sería el comienzo propio de la política occidental, pero también justificaría políticamente el punto partida de las indagaciones gnoseológicas sobre su noción de persona. Con esto, frente al ensayismo filosófico-mítico y no-histórico que en ese mismo momento desperdigaba, desde el frente opuesto, el filósofo más importante de la universidad peronista, Carlos Astrada, Francisco Romero deducía otra relación con el tiempo y con la historia, para él propia de la occidentalidad, que no es aquella mítica ni cíclica ni esencial, y sostiene: «el occidental, en cambio, necesita del tiempo y de la historia; con temporalidad e historicidad amasa su vida».[32] De modo que en su ensayo, Romero extraía conclusiones metodológicas y políticas opuestas.[33]
Algunos años después, la continuación de
este argumento puede encontrarse en el primer artículo de Francisco Romero
publicado en el Boletín de ascua
que también republicó en los Cuadernos del Congreso por la Libertad y la
Cultura (1953-1965). En estos, frente al nuevo ensayismo «romántico», F.
Romero emprendía una nueva revalorización de la ciencia en tanto argumentación
política constitutiva de la occidentalidad:[34] «La
democracia es también una creación de occidente. Responde al mismo sentimiento
de energía individual, de autonomía, de afirmación de la personalidad que se
manifiesta en la ciencia; pero mientras en ésta ese sentimiento
inspira una conducta, en la democracia da lugar a una ordenación social».[35]
Sin embargo, este texto también fue discutido, no sólo por los mencionados filósofos revisionistas del liberalismo –en ese momento, principalmente, Carlos Astrada y Homero Guglielmini–, sino también, desde otro frente vinculado a plataformas estudiantiles y comunistas.
Entre 1943 y 1949, desde el final del proyecto de la Unión Democrática y el comienzo de la guerra fría cultural, las críticas desde escritores vinculados al Partido Comunista contra F. Romero pasaron de apuntar a su filosofía germánica errada –que con todo reconocían acompañada de una militancia acertada– a enfocarse en su militancia liberal y antimarxista, lo que según estos escritores le permitía un éxito exagerado como pensador en los Estados Unidos y Latinoamérica.[36] Con esto, los estudiantes y pensadores comunistas atacaron este texto por sus implicaciones imperialistas e individualistas. Desde la revista teórico-política del Partido Comunista argentino Nueva era (1949-1976), el militante Isidoro Flaumbaum equiparaba las propuestas teóricas e historiográficas de Carlos Astrada, Francisco Romero y José Luis Romero. Los tres eran de una manera u otra «lacayos diplomados del imperialismo» «al servicio de la enajenación de nuestra soberanía nacional y de la destrucción de la gran tradición de Mayo». Astrada difundía la más «reaccionaria y oscurantista de las corrientes del irracionalismo germano». Por su parte, Francisco Romero era desde este punto de vista un defensor del liberalismo imperialista occidental y un opositor firme de las «democracias populares» de oriente.[37]
Según Flaumbaum, por esto, como hacían muchos otros, Francisco Romero equiparaba positivismo y materialismo adscribiéndole las mismas críticas. Desde ya, el objetivo de Flaumbaum era mostrar que la filosofía «marxista-leninista-stalinista» fue la única superación real del positivismo –específicamente mediante el texto de Lenin Materialismo y empiriocentrismo (1909)– y la única capaz de realizar una crítica certera en los debates alrededor de la Segunda Guerra Mundial. Por esto, Francisco Romero fue entendido también como un propagador «del irracionalismo germánico» –en buena medida, desde posiciones propias de un socialismo democrático, el filósofo argentino Mario Bunge (1919-2020) pensaba lo mismo– y a la vez como un «justificador del imperialismo yanqui-inglés». De este modo, los militantes Isidoro Flaumbaum y Berta Perelstein le atribuían a Francisco Romero un antipositivismo retórico, más literario que argumental, el cual en verdad escondía un anti-marxismo exacerbado.
Claramente entonces el individualismo gnoseológico a favor de una cultura occidental que recorrió la producción de Francisco Romero de todo este período se combinó con una reflexión constante sobre el concepto de libertad que sostenía era heredado de Alejandro Korn y funcionaba tanto contra el peronismo como contra el marxismo. En relación a este punto, en su libro Ideas y figuras editado en 1949 incluyó un nuevo texto titulado «Reflexiones sobre la libertad política». La clave de este texto radica entonces en que a través de las teorías propias de la filosofía contemporánea como concepciones del mundo se logra afirmar algunos valores universales necesarios vinculados a la libertad individual; aunque sus modos de propagación y desarrollo dentro de una determinada sociedad sí era histórico.
Se trataba entonces de un doble frente para el «intelectual-filósofo»: conocer los nuevos desarrollos teóricos destinados a justificar estos valores y a la vez observar cómo introducirlos y «crear cultura». Con esto, la tarea del intelectual parece entonces más que evidente y consiste en materializar el conjunto de valores universales a la cultura nacional. Como sostuvo Oscar Terán, este modelo de intelectual presente en los textos de Francisco Romero se define junto al de sus correligionarios de Sur: un «liberalismo aristocrático, espiritualista y culturalista» alejado de las «pasiones políticas inmediatas».[38] Como veremos a continuación, probablemente por ello Francisco Romero priorizó la acción institucional, tanto en lo que se refiera a su propia tarea como al modo de observar el desarrollo filosófico local.
De esta manera, además Romero entiende el deber y la intención de pensar en «términos americanos», ya que sostiene que considera a estos países como una unidad. Claro que la discusión pasa a ser cuál es entonces el americanismo, en donde explícitamente, en su libro Sobre la filosofía en América (1952), Romero dedica la mitad de la obra a los desconocidos autores norteamericanos que como ya señalamos él buscaba introducir sin mayor éxito. También fue desde este mismo año cuando estableció lazos concretos con el Congreso por la Liberad de la Cultura que fundó su asociación local al año siguiente con muchos de sus participantes como fundadores. De este modo, tanto desde las instituciones de las que participó, los libros que editó y su propia producción escrita, en este año, estableció una verdadera definición del «americanismo», en discusión directa, no sólo con la mencionada obra de Astrada y Guglielmini, sino además con la del joven Rodolfo Kusch y el internacionalismo comunista.[39]
En noviembre de 1953, el socialista español
Julián Gorkin (1901-1987) en ese momento radicado en Paris como editor de los
Cuadernos del Congreso por la liberad de la cultura invitó por primera vez a F.
Romero a constituir el consejo de honor de esta revista. Si bien inicialmente
Romero se negó, en su respuesta sostuvo que no sólo coincide totalmente con el
proyecto sino que enfatiza esta coincidencia: «Mis opiniones» –decía Romero–
«son coincidentes con las de ustedes, firmes y las he expuesto y sigo
exponiendo en términos intergiversables en mis escritos».[40]
En esta dirección, Aníbal Sánchez Reulet, quien estaba a cargo de la División Ciencias, Filosofía y Letras de la Pan American Union, publicó desde Washington una primera compilación de alcance regional que daba cuenta de una tradición filosófico-profesional con convencimientos liberales y anticomunistas.[41] A partir de la creación de la OEA, la División de Filosofía, Letras y Ciencias del Departamento de Asuntos Culturales comenzó una impresionante tarea editorial que abarcó más de cincuenta títulos entre 1948 y 1974, entre los que, además de la obra mencionada, se incluyó el índice de la revista Sur y una serie de antologías de literatura, bibliotecología y filosofía a nivel regional.[42]
En esta compilación, el lugar brindado a Korn resultaba muy notorio en relación a otros «maestros antipositivistas» de los países de la región, y el maestro platense aparecía convertido en un paladín de la «libertad económica y la libertad ética» –en una afirmación que sin mayores justificaciones parecería discordante al menos con algunas de sus frases concretas. En la misma línea, por ejemplo, los textos escogidos del cultor mexicano de la filosofía personalista, Antonio Caso, planteaban el problema filosófico-político como una contraposición entre el individualismo liberal y el comunismo. Entre los argentinos, también estaban Ingenieros, que aparecía caracterizado como un positivista liberal, sin mencionar sus lecturas marxistas, y el desconocido azucarero y filósofo tucumano Alberto Rougués, cuyo mérito había sido conformar la Facultad de Filosofía y Letras de Tucumán en donde Sánchez Reulet se había desempeñado como decano. Resulta necesario destacar entonces que esta nómina de filósofos latinoamericanos anti-comunistas coincidía con la de los mencionados latinoamericanistas y personalistas estadounidenses –John H. Hershey y Edgar S. Brightman– que desde 1943 se interesaron por Francisco Romero y el personalista anti-comunista Antonio Caso, cuya distinción entre persona e individuo era sumamente similar a la de Romero.[43] A partir de este año el proceso de visibilización e instalación de estos dos autores a nivel regional fue continuo.
Esta antología que también apuntaba a lecturas aparentemente despolitizadas e internalistas sólo fue avisorada y criticada por los mencionados militantes cercanos al comunismo –Flaumbaum, Perelstein y más tarde Leónidas Barletta (1902-1975)–, quienes en cambio politizaban directamente los sistemas filosóficos. Más tarde, otro de los discípulos de F. Romero, Juan Carlos Torchia Estrada (1927-2016), fue el encargado de realizar un nuevo libro netamente internalista sobre la filosofía en argentina también editado por la Unión Panamericana. Como es esperable, Torchia Estrada (1961) dedicaba la principal atención al análisis de Korn y F. Romero, continuaba con la apropiación liberal de Ingenieros y desconocía la trayectoria de Alberini y la producción de Astrada y otros filósofos de su grupo que quedaron dentro de la universidad del peronismo.
Fue sobre esta nueva plataforma editorial liberal que debido a los contactos establecidos con los fenomenólogos personalistas que Francisco Romero vivió un importante reconocimiento internacional durante el peronismo. En esos años, recibió invitaciones de diversas universidades, como Columbia, Yale, Chicago, México, Chile, Río de Janeiro, Lima, Milán y Montevideo, a las que se rehusó sistemáticamente, según su correspondencia, debido a las actividades que mantenía en Buenos Aires, diversas situaciones familiares y su «naturaleza sedentaria». Además, la Revista cubana de filosofía, que también se interesaba por Caso y los mismos latinoamericanistas de Estados Unidos, le dedicó el número especial de homenaje en julio-diciembre de 1951.[44] En la misma fecha, fue declarado miembro honorario de la Academia Nacional de Artes y Letras de Cuba y miembro de la Federación Internacional de Sociedades de Filosofía. A los elogiosos análisis filosóficos de los fenomenólogos latinoamericanistas, se sumaba en 1954 el trabajo de Hugo Rodríguez Alcalá, Francisco Romero: vida y obra, editado en Nueva York por Columbia University Press en 1954.
Cabe destacar entonces, que, al igual que Astrada, pero en otro circuito vinculado a las universidades latinoamericanas y estadounidenses, Francisco Romero también vivía a principios de la década del cincuenta un momento de fuerte de reconocimiento filosófico a nivel internacional. Recordemos que ya en ese momento, según la lectura de los mismos militantes comunistas mencionados, esta atención recíproca entre el Romero más anticomunista y antiperonista y la filosofía norteamericana respondía a redes de lo que más tarde se conoció como «guerra fría cultural».[45] Sin dudarlo, consideramos que son entonces estas claves de lectura las que determinan los intereses del trabajo que, según él mismo y sus propios alumnos, constituyó la obra principal de Francisco Romero, es decir, la ya citada Teoría del hombre (1952).
Consideraciones finales
Desde distintos puntos de vista, y sin trazar mayores diferenciaciones, Francisco Romero ha sido considerado como uno de los «fundadores de la filosofía americana» o ha sido acusado de tener distintos modos de participación en los golpes militares de 1930 y 1955. En los parágrafos anteriores, buscamos diferenciar su particular, y poco exitoso, intento de configurar su «filosofía americana» vinculada a los mencionados fenomenólogos estadounidenses; en buena medida, porque a su vez el proyecto de estos primeros latinoamericanistas-personalistas también se discontinuó como sus propias publicaciones periódicas.
Respecto al primer caso, su participación «de oficio» el día del primer Golpe de Estado en Argentina, 6 de septiembre de 1930, ha sido sólo analizada, para ser matizada y defendida, en el libro de José Luis Speroni.[46] Luego de la acusación de Dussel, se trata de la única atención existente al tema. Respecto al segundo caso, mencionaremos que, en uno de los textos menos citados dentro de aquel del famoso número 237 de la revista Sur publicado a fines de 1955, después del Golpe Militar, F. Romero escribió uno de los cuatro artículos sobre educación y universidad. Una vez más, no sólo el de F. Romero, sino varios de estos artículos, proponían una reestructuración y recuperación de la academia en relación a la tradición de Alejandro Korn. Su discípulo favorito, no era el único. Se trataba de una decisión grupal conjunta. Dentro de ese número, Juan Montavani, Vicente Fatone, Hugo W. Cowes y F. Romero fueron universitarios que en «la hora de la liberación nacional» traían a Korn y a Joaquín V. González como padres de la universidad que se quería revivir. Se trataba de un golpe de Estado justificado desde la libertad como concepto filosófico que F. Romero narraría como «uno de los momentos más felices de mi vida».[47] Según su lectura, ocupó allí un lugar central junto a su hermano en recuperar un espacio desprestigiado. Tras este fuerte recambio, Francisco Romero no sólo recuperó la cátedra de ‘Gnoseología y metafísica’ que había pertenecido a su maestro y hacía diez años que estaba en manos de Astrada. También Francisco Romero quedaba a cargo del Instituto de Filosofía de ffyl-uba después de la sucesión que pasó de Alberini a Astrada. Mientras poco después su hermano quedaría a cargo de la Universidad de Buenos Aires como decano.
Para la «reconstrucción universitaria», los nuevos responsables declararon nulos los concursos docentes que se habían realizado durante los últimos diez años. Las nuevas autoridades en acuerdo con la Federación Universitaria Argentina y el nuevo ministro de educación Dell’ Oro Maini –muy discutido por los estudiantes– obligaron de este modo a los profesores designados durante este período a concursar nuevamente por sus puestos. Los filósofos «marcados» que participaron de la gestión anterior corrieron distintas suertes.[48] En retrospectiva, de manera inmediata estos concursos universitarios solamente fueron denunciados públicamente en su momento desde algunas plataformas independientes del comunismo que, como venimos haciendo mención, se habían mostrado fuertemente críticas tanto de las cuadrillas filosóficas nacionalistas-peronistas como liberales. Específicamente fue a raíz de una discusión con Francisco Romero que el periódico Propósitos (Buenos Aires, primera época: 1951-1959) de Leónidas Barletta (1902-1975) comenzó a darle espacio a algunos de los profesores que habían quedado fuera como Miguel Ángel Virasoro (1900-1966) y Raymundo Pardo (1916-[198?]).
El conflicto que desencadenó estas denuncias
se dio respecto a una nueva crítica a la conformación local de la Asociación
por la Libertad y la Cultura. Como hicimos mención, en tanto figura relevante
del anti-peronismo y la filosofía liberal, los Cuadernos por la libertad de
la cultura editados en Paris desde 1953 le solicitaron algunos
artículos a Francisco Romero que éste aprovechó para una vez más instalar a su
maestro y esgrimir la importancia del discurso filosófico e histórico en
términos liberales.[49]
Al fundarse su filial local –la Asociación Argentina por la Libertad de la
Cultura (aalc)– en 1955 Romero fue
uno de sus participantes, juntos a otros impulsores del ya clausurado cles, la revista Sur y el Partido
Socialista. De modo que, en su inauguración, Francisco Romero, Roberto
Giusti y Juan Antonio Solari fueron llamados a
escribir y brindar discursos como grandes figuras liberales de la oposición peronista
en el marco de la nueva Asociación.[50]
Parecía ser el periódico Propósitos de Leónidas Barletta aquel que más se enfocaba en este nuevo «imperialismo cultural» que identificaba a sus miembros como parte «de los servicios de espionaje del imperialismo». José Ariel López –un probable seudónimo del mismo Barletta– publicó al crearse la nueva Asociación liberal un artículo titulado «Los incondicionales», en donde nombraba a los intelectuales que le habrían dado un «apoyo incondicional» al gobierno de facto de Aramburu y a aquellos profesores universitarios «reflotados por la revolución»: Borges, José Bianco, Mariano de Vedia y Mitre y Francisco Romero, entre muchos otros.
Llamativamente Francisco Romero respondió enviando a dos oficiales de la Armada a la redacción de Propósitos como «caballerescos» padrinos de duelo. La respuesta fue una nota titulada: «Un filósofo descuelga la espada». De allí en más, en el contexto de la guerra fría cultural, se instaló en los periódicos filo-comunistas la imagen del «Capitán Romero», que dio lugar a una serie de intervenciones fuertemente críticas de los concursos universitarios dentro de la uba, pero particularmente dentro de la Facultad de Filosofía y Letras. Allí insinuaban que también los concursos habían sido utilizados para expulsar tanto a profesores acusados de filo-comunistas como a algunos estudiantes. E incluso un profesor ajeno al partido como Raymundo Pardo utilizó Propósitos para denunciar casos concretos en que los concursos docentes habían resultado evidentemente fraudulentos.[51]
Con todo, como reconoce en sus cartas, su
fastidio frente a estos últimos episodios conflictivos en la arena pública,
llevó a Francisco Romero a desarrollar una actividad docente pretendidamente
despolitizada dentro de la nueva configuración universitaria. Ya instalado
cómodamente en los mencionados puestos, F. Romero y en general las carreras
universitarias de filosofía no afrontaron una actualización teórica. El
personalismo sólo sobreviviría unos años y unos textos más. Frente a la próxima
actualización de las nuevas carreras dentro de la Universidad de Buenos Aires,
los estudios filosóficos quedaron en buena medida desactualizados y el proceso
de profesionalización y actualización teórica no se daría dentro de la
universidad, sino, a partir de unos años después, en entidades filosóficas
surgidas en el ámbito privado.[52]
Con este recorrido, y en relación a la bibliografía con la que contamos hasta hoy en día, buscamos proponer la seguidilla de discusiones culturales en la que debe ser leída la obra teórica de F. Romero. Los estudios mencionados en la introducción que, o bien desde la historia de la filosofía o bien desde la historia de las ideas, intentaron clasificar y analizar su obra carecieron de las pretensiones de tomar sus textos como intervenciones referidas a discusiones concretas. En contraposición, muchas veces no se trata de encontrar el aporte propio de un determinado autor abocado a la filosofía en su producción netamente textual, sino en cambio en las formas en que estos textos se vehicularizaron materialmente para participar de polémicas culturales más importantes y relevantes de lo que puede dimensionarse si se toman de manera aislada sus textos o sus adscripciones políticas.
Por esto mismo, según la hipótesis desarrollada, poder considerar la teoría a través de revistas, colecciones editoriales, intercambios culturales y redes intelectuales permite valorizar y dimensionar, no sólo las implicancias políticas que buscó tener el desarrollo de una determinada línea filosófica, sino además su lectura dentro de una trayectoria intelectual determinante para historizar la conformación de plataformas culturales en un período muy relevante de las discusiones culturales que se dieron a nivel regional.
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Para citar este artículo / To reference this article / Para citar este artigo
Domínguez Rubio, Lucas. “Francisco
Romero: una gnoseología personalista para las discusiones políticas del siglo
XX”.
Humanidades: revista de la Universidad de Montevideo, nº 10, (2021):
221-250. https://doi.org/10.25185/10.9
El autor es responsable intelectual de la totalidad (100 %) de la investigación que fundamenta este estudio.
Editor responsable Juan Francisco Franck: jffranck@yahoo.com
[1] Oscar Terán, “Periplo y
eclipse de Francisco Romero”, La Biblioteca
nº
2/3 (2005): 36-45.
[2] Inicialmente, en los Estados Unidos su obra fue reseñada por Edgar Sheffield Brightman, Review of Alejandro Korn, por Francisco Romero, Angel Vassallo, y Luis Aznar, Philosophy and Phenomenological Research 2, nº 1 (1941): 130-32; Edgar Sheffield Brightman, review of Review of Filosofía Contemporánea. Estudios y Notas. Primera Serie, por Francisco Romero, Philosophy and Phenomenological Research 3, nº 1 (1942): 110-11; y al año siguiente por J.H. Hershey en The Journal of Liberal Religion v (1) (1943). Luego en diferentes países por ejemplo por: Ricardo Rojo, “La teoría del hombre de Francisco Romero”, Revista de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Tucumán II, nº 6 (1955): 247-265; Francisco Aguilar, Sobre la “Teoría del hombre” de Francisco Romero ([Buenos Aires]: [s.n.], 1959); Hugo Rodríguez Alcalá y José Ferrater Mora, Misión y pensamiento de Francisco Romero (México D.F: Universidad Nacional Autónoma de México, 1959); Marjorie Harris, Francisco Romero on problems of philosophy (New York: Philosophical library, 1960).
[3] Oscar Terán, Nuestros años sesentas: La formación de la nueva izquierda intelectual argentina 1956-1966 (Buenos Aires: El Cielo por Asalto, 1993).
[4] Enrique Dussel, “Francisco Romero: filósofo de la modernidad argentina”, Cuyo: anuario de filosofía argentina y americana VI (1970): 79-106; Marcela Aranda, “Francisco Romero: América en el diálogo epistolar”, Cuyo 29, nº 2 (2012): 35-62; Clara Alicia Jalif de Bertranou, “Algo más que una relación epistolar: Francisco Romero, Edgar S. Brightman y el personalismo norteamericano”, Cuyo 29, nº 2 (diciembre de 2012): 133-60; Florencia Ferreira, “Voces de un diálogo: Francisco Romero y los filósofos norteamericanos”, Cuyo: anuario de filosofía argentina y americana 29, nº 2 (2012): 87-131; Hugo Naessens, “¿Actualidad del pensamiento filosófico de Francisco Romero? Persona, trascendencia y valor”, Cuyo: anuario de filosofía argentina y americana 29, nº 2 (2012): 35-62.
[5] Ver por ejemplo: Enrique Dussel, “La filosofía de la liberación en Argentina. Irrupción de una nueva generación filosófica”, Revista de filosofía latinoamericana y ciencias sociales 2 (1976): 80-94; Barbara Aguer y Lucía Belloro, “Desplazamientos paradigmáticos en la filosofía argentina: de la normalidad filosófica a la filosofía de la liberación”, Cuadernos del Centro de Estudios Latinoamericanos II, nº 3 (2017): 76–102.
[6] Nació en Sevilla en 1891, llegó a los 13 años a Argentina y, después de buscar instalarse en varias provincias con su padre, se establecieron en Buenos Aires donde esperaron al resto de su familia: su madre y sus siete hermanos menores. En la misma cuadra vivía el relevante dirigente político y primer diputado socialista de América Latina, Alfredo Palacios (1885-1965), quien trabó amistad con Francisco y su hermano José Luis desde que estos eran niños. Con posterioridad, éste último, José Luis Romero (1909-1977), fue uno de los historiadores más importantes de la Argentina y un renovador en varios sentidos de estos estudios en el país. Mientras tras el golpe de Uriburu en 1930, Korn y la mayoría de sus discípulos –entre otros, Julio V. González (1899-1955) y Carlos Sánchez Viamonte (1892-1972)– ingresaron al Partido Socialista, por su parte, los hermanos Romero se acercaron a este mismo partido de manera mucho más paulatina. Durante la década del treinta ambos participaron de la Universidad Popular Alejandro Korn (upak) y del Colegio Libre Libre de Estudios Superiores (cles). En el caso de José Luis escribió algunos artículos breves en el periódico socialista La Vanguardia (1894-) y finalmente se afilió al partido en 1945. Mientras su hermano Francisco mantuvo momentos de acercamiento con el Partido Socialista, por su parte, José Luis llegó a ser miembro del comité ejecutivo de este partido. Antes de esto, en 1928 su hermano José Luis ya se manifestaba como votante del socialismo y apoyó la candidatura de Mario Bravo como presidente, mientras en esos mismos comicios Francisco habría dado su voto a Hipólito Yrigoyen. Sobre la trayectoria de su hermano, ver: Omar Acha, La trama profunda: historia y vida en José Luis Romero (Buenos Aires: El cielo por asalto, 2005).
[7] Según F. Romero, fue Korn quien en 1927 tuvo que convencerlo para que se vuelque exclusivamente a la práctica y docencia de la disciplina proponiéndole que lo reemplace en la cátedra de ‘Ética y metafísica’ de la Universidad de Buenos Aires en vistas de lo cercano de su retiro. Así, en 1928 fue designado profesor suplente de esta cátedra, de la cual en 1930 fue nombrado profesor interino y al año siguiente profesor titular. También desde 1929 comenzó a desempeñarse como profesor en la Universidad Nacional de La Plata e ingresó al Instituto Nacional del Profesorado. Cabe destacar que también José Ingenieros se vio interesado por el joven militar-filósofo y lo invitó a colaborar asiduamente en su Revista de Filosofía (1915-1929). Este intercambio puede recomponerse a partir de la reciente edición de su correspondencia y el Fondo de Archivo José Ingenieros depositado en el Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierda (cedinci).
[8] Jorge Dotti, La letra gótica: recepción de Kant en Argentina, desde el romanticismo hasta el treinta (Buenos Aires: Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, 1992).
[9] Francisco Romero, Filosofía contemporánea, (Buenos Aires: Losada, 1941); Francisco Romero, Ideas y figuras, Biblioteca contemporánea (Buenos Aires: Losada, 1949).
[10] Se trataba de un manual de lógica en buena medida contrapuesto a la línea de lógica-matemática que venía introduciendo Lidia Peradotto. Ver: Lidia Peradotto, La logística (Buenos Aires: UBA, 1925); Carlos Oller, “Lidia Peradotto: introductora de la lógica contemporánea en Argentina”, Hiparquía: revista de feminismo filosófico II (1989): 35-40.
[11] El manifiesto fue replicado en varias revistas culturales y universitarias, por ejemplo: Saúl Taborda et al., “Frente de Afirmación del Nuevo Orden Espiritual”, Revista Jurídica y de Ciencias Sociales 2, n°1 (1932):106.
[12] Ver: Tulio Halperin Donghi, Argentina y la tormenta del mundo: ideas e ideologías entre 1930 y 1945 (Buenos Aires: Siglo XXI, 2003); Luis Alberto Romero, “La Guerra Civil Española y la polarización ideológica y política: La Argentina 1936-1946”, Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura 38 (2011): 17-37.
[13] Al respecto en
1939 escribió: «unas palabras sobre el asunto que preocupa a
algunos estudiosos argentinos: la posibilidad de una filosofía argentina. En mi
opinión nuestra necesidad más urgente sigue siendo la de la información.
Nuestro verdadero problema filosófico es un problema de cultura filosófica, y
no tendrá solución mientras sólo unos cuantos puedan enterarse de lo que se
piensa por el mundo, y eso a costa de tanteos, pérdida de tiempo y esfuerzos
que podrían economizarse. Hay que dar a estos estudios
la normalidad y facilidad de los demás, y aproximarlos a cuantos sientan
inclinación hacia ellos» Francisco Romero, Programa de una filosofía
(Buenos Aires: Sur, 1940): 199-200.
[14] Para el desarrollo de esta línea de indagación revisionista y filosófica, me permito citar: Lucas Domínguez Rubio, “Sobre los inicios de un revisionismo filosófico en Argentina y sus derivas políticas: Homero Guglielmini, Saúl Taborda y Carlos Astrada”, Catedral Tomada 8, n° 14 (2020): 60-87.
[15] Emmanuel Mounier, «La tradición del personalismo francés», Sur 9, nº 57 (1939): 76-81; Nicolai Berdaiev, «Personalismo y marxismo», Sur 5, nº 13 (1938): 7-39.
[16] Francisco Romero, Filosofía de la persona (Buenos Aires: [s.n.], 1938).
[17] Francisco Romero, Sobre la filosofía en América (Buenos Aires: Raigal, 1952).
[18] Carta a Ralph Tyler Flewelling (19/6/1943), en Francisco Romero, Epistolario (selección), ed. Clara Alicia Jalif de Bertranou (Buenos Aires: Corregidor, 2018), 133–60.
[19] Carta a Ralph Tyler Flewelling (19/6/1943), en Romero, Epistolario, 133–60.
[20] Romero, Epistolario.
[21] The Personalist: A Quarterly Journal of Philosophy, Theology and Literature fue fundada en 1920 dentro de la Faculty of the School of Philosophy - University of Southern California, donde Ralph Tyler Fleweeling era director. Se constituyó en órgano de expresión del «California Personalism» para distinguirlo del «Boston Personalism». A partir de 1980 la revista dejó de aparecer como tal y pasó a llamarse The Pacific Philosophical Quarterly, con orientación analítica.
[22] Romero, Programa de una filosofía, 22.
[23] Poco después, dentro de la conformación de la Unión Democrática, a fines de 1942 los intelectuales vinculados a esta universidad popular aparecieron protagonizando un nuevo proyecto ligado al «socialismo ético» korniano. Libertad Creadora (1942-1943) fue una revista platense editada por el emprendimiento vinculado al Partido Socialista y la editorial Claridad que desde su título recogía la apuesta político-filosófica de Korn. Ver: Natalia Bustelo y Lucas Domínguez Rubio, “El antipositivismo como respuesta a la crisis civilizatoria: el proyecto filosófico-político de Alejandro Korn”, Cuadernos del Sur-Filosofía 45 (2016): 23-40.
[24] Francisco Romero, “Sobre universidades libres”, Liberalis: idea-acción 4 (1949): 12–17.
[25] Romero, Ideas y figuras.
[26] Las casas editoriales
producto del exilio español que se instalaron en Buenos Aires apoyaron
decididamente la red de revistas compuesta por Sur y Cursos y
conferencias, a las que se sumaron primero Realidad: revista de ideas
(1947-1949) –dirigida por Francisco Romero– y Liberalis (1949-1961), a
las que más tarde también se agregaron Imago Mundi (1953-1956) –dirigida
por José Luis Romero– y el Boletín de ascua
(1953-1958), que lideró Carlos Erro.
[27] Muchas de ellas fueron publicadas en Cursos y Conferencias. Fue este un importante momento de producción durante el que logró materializar la mayoría de sus libros; sin contar las reediciones de sus títulos anteriores, estos fueron: Francisco Romero, Papeles para una filosofía, primera edición, Biblioteca filosófica (Buenos Aires: Losada, 1945); Francisco Romero, Filosofía de ayer y de hoy (Buenos Aires: Argos, 1947); Francisco Romero, Sobre la filosofía en América, Problemas de la cultura en América, I (Buenos Aires: Raigal, 1952).
[28] Si bien su
mecenas inicial fue Carmen Gándara, la revista también se financió gracias a la
importante cantidad de publicidad de muchas de las casas editoriales e
imprentas de ese momento que eran impulsadas por exilados españoles. Además,
hay que destacar el papel central de Francisco de Ayala y Lorenzo Luzuriaga en
la gestión y organización de la revista, aunque haya sido Francisco Romero
quien figure como director. Ver: Carolina Castillo Ferrer, y Milena Rodríguez
Gutierrez, comps., Diez ensayos sobre Realidad. Revista de Ideas (Buenos
Aires, 1947-1949) (Granada: Universidad de Granada, 2013).
[29] Ver: Claudio Panella y Guillermo Korn, Ideas y debates para la nueva Argentina, 3 vols. (La Plata: Universidad Nacional de La Plata, 2010); Flavia Fiorucci, Intelectuales y peronismo (1945-1955) (Buenos Aires: Biblos, 2011).
[30] José Luis Romero, Las ideas políticas en Argentina, Tierra Firme 25 (México D.F: Fondo de Cultura Económica, 1946).
[31] Francisco Romero, “Meditación de Occidente”, Realidad: revista de ideas 7 (1948): 26-46.
[32] Romero, “Meditación de Occidente”: 28.
[33] Desde ya, uno de los eventos que determinaría esta división dentro de los espacios filosóficos fue el Primer Congreso Nacional de Filosofía, organizado por los filósofos que quedaron dentro de la universidad con Astrada a la cabeza y sin contar con la participación de Francisco Romero. Clara Ruvituso, Diálogos existenciales: la filosofía alemana en la Argentina peronista (1946-1955), Biblioteca Ibero Americana 160 (Madrid Frankfurt am Main: Iberoamericana/Vervuert, 2015).
[34] En 1950 se fundó
en Francia el Congreso por la Libertad y la Cultura que tres años después
comenzaba a editar sus propios Cuadernos:
revista trimestral (Paris, 1953-1965). Sus presidentes de honor incluían a
figuras que iban desde Benedetto Croce y John Dewey hasta Bertrand Russel y
Jacques Maritain y su proyecto incluía una afirmación constante por la
«libertad y universalidad de la cultura».
Aquí escribieron autores como Raymond Aron, Norman
Mailer, María Zambrano, Gilberto Freyre, Victor Alba, José Ferrater Mora,
Federica Montseny, Emilio Frugoni, Louis Mercier Vega, Alfonso Reyes, Juan
Antonio Solari, Octavio Paz y Waldo Frank. También Romero quiso posicionar
desde esta revista el proyecto intelectual del Congreso en línea korniana. En
1953, el militante socialista devenido militante anticomunista Julián Gorkin
(1901-1987) invitó también a Francisco Romero a formar parte de un consejo
honorario de la revista que como se supo más tarde era financiada por la cia. A pesar de señalar una «coincidencia
total» con el proyecto intelectual, inicialmente Romero se negó a recibir este
honor que sólo aceptaría más tarde en 1958, pero se comprometió a colaborar con
algunos artículos, los cuales finalmente resultaron reediciones de algunos que
también publicó en el ámbito local. Ver: Francisco Romero, Epistolario (Buenos Aires:
Corregidor, 2018). Sobre la conformación local de la Asociación por la Libertad
de la Cultura,
sigo los trabajos citados más adelante de Karina Jannello.
[35] Francisco Romero, “Dos rasgos de la cultura occidental”, Cuadernos del Congreso por la Libertad y la Cultura 4 (1954): 5.
[36] De hecho, esta división dentro del campo intelectual se volvió mucho más clara después de 1946, al vincularse con las rupturas del frente antifascista liberal que se había opuesto a Perón en 1943-1946, y que ahora se escindía con los comunistas, separándose en abierto conflicto de instituciones como el CLES y la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), como detallan los trabajos de Flavia Fiorucci (2011), Pasolini (2013) y Petra (2018).
[37] Como contraparte, el
«anti-marxista» Romero era recurrentemente criticado desde la prensa comunista,
entre los que se destacan los artículos de Isidoro Flaumbaum y Berta
Perelstein. Ver: Isidoro Flaumbaum, “Filosofía y filósofos del campo de la
guerra”, Nueva Era (1949): 658-779; Berta Perelstein, Positivismo y
antipositivismo en la Argentina (Buenos Aires: Procyón, 1952).
[38] Terán, “Periplo y eclipse de Francisco Romero”, 40.
[39] Rodolfo Kusch, La ciudad mestiza (Buenos Aires: Quetzal, 1952); Kusch, La seducción de la barbarie (Buenos Aires: Raigal, 1953).
[40] Romero, Epistolario, 30.
[41] Aníbal Sánchez Reulet estudió filosofía en La Plata. Después de doctorarse en 1939 se instaló por poco tiempo en España como ayudante de José Ortega y Gasset, especializándose en Kant y en la obra de su propio mentor. Su obra temprana fue durante su gestión como decano de la Facultad de Filosofía y Letras de Tucumán. De allí en más siguió las indicaciones teóricas de F. Romero y se especializó en Husserl, Spranger y Hartmann. Renunció como profesor en 1946 y se instaló en Washington con una beca Gugenheim. Colaboró como jefe de la División de Filosofía, Letras y Ciencias del Departamento de Asuntos Culturales de la OEA y luego ingresó como profesor a la Universidad de California (ucla), en donde se instaló definitivamente.
[42] La Unión
Panamericana fue un organismo dependiente de la Unión de las Repúblicas
Americanas creado a partir de 1910 por resolución de la IV Conferencia
Interamericana de 1910 celebrada en Buenos Aires. En 1948 la Unión Panamericana
pasó a ser la Secretaria General de la Organización de los Estados Americanos
(OEA) con sede en Washington. Ver: Marta Ruiz Galvete, “Cuadernos del
Congreso por la Libertad de la Cultura: anticomunismo y guerra fría en América
Latina”, El Argonauta español: Revue bilingue, franco-espagnole, d’histoire
moderne et contemporaine consacrée à l’étude de la presse espagnole de ses
origines à nos jours (XVIIe-XXIe siècles), nº 3 (2006). https://doi.org/10.4000/argonauta.1095
[43] Se trata de un movimiento filosófico que durante las primeras décadas del siglo xx tuvo características bastante claras que partían de una concepción fenomenológica del hombre crítica de los elementos despersonalizadores que contendrían grandes sistemas filosóficos como el positivismo, el materialismo marxista, el iluminismo, el racionalismo en general, y cualquier colectivismo político. Al respecto: Thomas D. Williams y Jan Olof Bengtsson, “Personalism”, en The Stanford Encyclopedia of Philosophy, ed. Edward N. Zalta, 2018, https://plato.stanford.edu/archives/sum2018/entries/personalism/ . De hecho, como consta en su correspondencia, Francisco Romero tenía el proyecto de publicar en Losada un libro titulado El movimiento personalista que nunca llegó a escribir.
[44] Sobre las relaciones de Francisco Romero con la Cuba pre-revolucionaria, ver: Alejandro Paredes, “Un análisis de redes aplicado a un flujo de información epistolar: Las relaciones de Francisco Romero con la Cuba pre y pos revolucionaria (1936-1963)”, Encontros Bibli 19, n°40 (2014): 185-212.
[45] Es importante señalar que el número especial íntegramente dedicado en «Homenaje a Francisco Romero» por parte de la Revista cubana de Filosofía ii (1951) también parece apuntar a rescatar a Romero como un pensador de la «libertad política» de relevancia continental.
[46] José Luis Speroni, El pensamiento de Francisco Romero (Buenos Aires: Edivern, 2001).
[47] Romero, Epistolario (selección), 367.
[48] Dentro de la Facultad de Filosofía y Letras, Astrada consideró inaceptable concursar nuevamente su puesto y renunció. Su caso se volvió especialmente relevante porque gozaba de una reciente legitimidad internacional. Sus libros lograban reseñas en distintos países de Europa. Su viaje recién acaecido por el viejo continente lo encontró al frente de numerosas conferencias y en contacto con los renombres de la época. Según una de las visiones, con su dedicación exclusiva como profesor, Astrada era el primero en gozar de la normalización profesional de la disciplina. Por el contrario, según la versión más instalada, muchos pensaban que estaban frente a una universidad clientelar deteriorada. Por ejemplo, para Guillermo David su gestión involucró «un proyecto de modernización de los estudios filosóficos como nunca se había llevado a cabo en Argentina», «ocultado por quienes usurparon dicho espacio tras el golpe del ‘55». Guillermo David, Carlos Astrada: La Filosofía Argentina (Buenos Aires: El Cielo por Asalto, 2004), 161. Fue de hecho Francisco Romero quien entonces ocupó los dos puestos que en ese momento estaban a cargo de Astrada, como director del Instituto de Filosofía y como titular de la cátedra de ‘Gnoseología y metafísica’. De esta manera Romero recuperaba diez años después una cátedra emblemática que había pertenecido primero a Rivarola, después a Korn, luego a Romero, a Astrada y ahora era recuperada para la tradición korniana. Aunque Romero fue automáticamente repuesto en la cátedra y exceptuado de la obligación de presentarse a concurso para el nombramiento definitivo, el flamante director del instituto renunció a este privilegio y también se hizo cargo ese mismo año de la cátedra de ‘Antropología filosófica’.
[49] Francisco Romero, “Dos rasgos de la cultura occidental”, Cuadernos del Congreso por la Libertad y la Cultura 4 (1954): 3-6; Francisco Romero, “Alejandro Korn en la vida y en la muerte”, Cuadernos del Congreso por la Libertad y la Cultura 13, nº 3-7 (1955): 3-6.
[50] Ver: Karina C. Jannello, “El Congreso por la Libertad de la Cultura: el caso chileno y la disputa por las ‘ideas fuerza’ de la Guerra Fría”, Revista Izquierdas 14 (2012): 14-52; Karina Jannello, “Redes Intelectuales y Guerra Fría: La Agenda Argentina Del Congreso Por La Libertad de La Cultura”, Contemporánea - Segunda Época 0, nº 1 (2014): 60-85.
[51] Raymundo Pardo, África, América y los concursos universitarios (Rosario: del autor, 1957). Simultáneamente a la iniciación de actividades de la nueva Asociación, en el número siguiente, Barletta también aprovechó la ocasión para publicar la carta de renuncia que Ernesto Sábato dirigió a Roberto Giusti el 19/10/1956 con el objetivo de presentarle su renuncia a la Asociación Argentina por la Libertad y la Cultura por haber sido expulsado de ascua por denunciar los fusilamientos y las torturas en las cárceles de 1956. En esta seguidilla, Propósitos sumó la publicación de una carta de Miguel Ángel Virasoro fechada el cuatro de marzo de 1957. En ella, el mayor de los Virasoro quería dejar en claro que el concurso que le dio el Premio Nacional de Filosofía a Francisco Romero en 1956 estuvo totalmente arreglado. Principalmente, porque Virasoro era el único filósofo del jurado y, como había propuesto a Astrada o a Fatone como merecedores de la distinción, no habían dado lugar a su sugerencia ni a su voto. Por su parte, Francisco Romero sostuvo en su correspondencia privada que a pesar de la molestia que le generaron estas polémicas, a partir de allí pudo dedicarse exclusivamente a la filosofía como era su objetivo. Sin embargo, las actividades de Francisco Romero siguieron cercanas a esta formación institucional, a punto tal que cuando en 1958 Roberto Giusti renunció a la presidencia de la Asociación por la Libertad y la Cultura, tanto él como Juan Antonio Solari propusieron infructuosamente a Francisco Romero como su sucesor.
[52] Lucas Domínguez Rubio, “La profesionalización de la filosofía a través de sus revistas”, Información, cultura y sociedad 38 (2018): 13-40.