Revista
de Derecho. Año XXIV (Julio 2025), Nº 47, e476
https://doi.org/10.47274/DERUM/47.6
ISSN: 1510-5172 (papel) – ISSN:
2301-1610 (en línea) Universidad de Montevideo, Uruguay - Este es un artículo
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https://doi.org/10.47274/DERUM/47.6
Mensaje del Decano
La formación jurídica universitaria ante la
revolución de la inteligencia artificial
Como recientemente advirtió el nuevo Papa León XIV,
vivimos un tiempo de transformación acelerada, una nueva revolución industrial,
en el que -como en aquel momento- resulta crucial cuidar los aspectos éticos y la
especial dignidad del ser humano. La irrupción de la inteligencia artificial en
todos los ámbitos de la vida y, en particular, en el ámbito profesional y
académico, nos obliga a repensar paradigmas y formas de hacer que hasta ahora
parecían indiscutibles. El ejercicio de la profesión y la formación jurídica universitaria
no son la excepción. Cada vez con más sofisticación, herramientas de
inteligencia artificial generan documentos académicos, sintetizan
jurisprudencia, ofrecen soluciones normativas. Desde nuestro punto de vista,
lejos de sentirnos amenazados como institución educativa, esta nueva realidad nos
debe animar a descubrir y desarrollar las grandes oportunidades que ofrece,
para potenciar la formación de nuestros estudiantes.
Hace un tiempo asistí a una sesión sobre la
incidencia de la IA sobre la profesión del abogado cuyo disparador fue la
famosa partida de ajedrez del año 1997 entre el entonces campeón mundial y la
computadora Deep Blue de IBM. Garry Kasparov
fue derrotado por la supercomputadora. Inicialmente este resultado fue
interpretado por algunos como el principio de la definitiva sustitución del
hombre por las máquinas. Sin embargo, luego de un tiempo, Kasparov
pidió revancha. Esta vez, apoyado por una máquina, el resultado lo favoreció
poniendo de manifiesto que el talento humano ayudado por la tecnología es la
mejor combinación.
Este ejemplo ilustra con claridad el imponente
desafío ante el que se encuentra hoy la formación jurídica universitaria. La
inteligencia artificial ya no es una promesa lejana, sino una realidad
cotidiana. Los estudiantes ya conocen y utilizan -muchas veces mejor que sus
profesores- herramientas capaces de redactar textos jurídicos, analizar
jurisprudencia y dar respuestas fundadas a problemas jurídicos complejos, lo
que determina que evaluar conocimientos ya no pueda hacerse con el método
tradicional. Además, estas herramientas están transformando el ejercicio de la
abogacía lo que nos obliga a repensar cómo formar a los profesionales del
derecho para esta nueva realidad, de forma que sean capaces de seguir aportando
valor como profesionales.
Al igual que en el ajedrez, parece claro que el
mejor resultado no está sólo en la tecnología ni exclusivamente en el trabajo del
abogado o jurista trabajando por separado, sino en la colaboración prudente y
con sólido criterio jurídico. Es decir que la clave estaría en formar profesionales
capaces de servirse de estas herramientas con eficiencia, pero sobre todo con criterio,
ética, y sentido jurídico profundo. No es una tarea que pueda lograrse rápido.
Debe cultivarse e inculcarse a lo largo de los años de estudio universitario.
En este sentido, parece cada vez más relevante -si cabe- formar en las áreas del
denominado core curriculum
universitario (antropología, ética, deontología, etc.), por cuanto implican
formas de pensar y hacer que jamás podrán ser sustituidas por la IA, que sólo
es capaz de “razonamientos” inductivos (aprende y resuelve a partir del
análisis de enormes volúmenes de datos, identifica patrones y estima
probabilidades) pero nunca de reflexiones deductivas (aplicación de principios
generales a casos concretos), teleológicas, axiológicas, exclusivas del ser
humano. En nuestro campo, ello implica cultivar virtudes humanas esenciales
como la prudencia, la justicia, la templanza y la fortaleza, completamente
ajenas a lo que puede ofrecer la IA.
Como suele suceder, esta aparente crisis es en
realidad una gran oportunidad. Oportunidad de entender que la formación
jurídica universitaria no puede reducirse a los aspectos técnicos de la
profesión, sino también, y fundamentalmente, a las razones y principios
fundamentales que inspiran el ordenamiento, así como a la formación integral-humanista
del estudiante universitario. Promover profesionales del Derecho que sean
capaces de comprender las instituciones jurídicas en su raíz histórica y
filosófica. Que sepan distinguir lo justo de lo útil. Capaces de abordar
problemas complejos cuya solución no pueda surgir solamente de la información
que pueda procesar la IA, por más amplia que sea, sino del análisis prudente
del profesional. La IA puede ser una excelente herramienta, pero sólo si está en
manos de quien supo adquirir un sólido criterio jurídico y ético. Lograrlo
constituye el enorme desafío que tenemos entre manos.
Miguel
Casanova
Julio,
2025