Proemio
La Iglesia
católica en América Latina: entre el Estado nación y la romanización
The Catholic Church in Latin America: Between the Nation state
and Romanisation
A Igreja Católica na América Latina: entre o Estado-nação e a romanização
Lucas Bilbao
Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, Argentina
bilbaolucas@gmail.com
ORCID iD: https://orcid.org/0000-0003-2498-8247
Sebastián Hernández Méndez
Universidad de Montevideo
s.hernandez.mendez@hotmail.com
ORCID iD: https://orcid.org/0000-0001-9880-0281
Durante el largo siglo XIX, la Iglesia católica experimentó fuertes procesos de definición y cambio como consecuencia de una tensa relación mantenida con la modernidad política y religiosa –la cual, cabe señalar, se ha revelado más compleja que la de una mera oposición–.[1] En América Latina, la recomposición del campo religioso que se activó con el surgimiento de las nuevas repúblicas también posibilitó la configuración de una Iglesia moderna en el continente. El nuevo ordenamiento político fue inaugurado bajo el marco de un nacionalismo religioso que permitió a la Iglesia mantener el control hegemónico sobre una esfera religiosa en formación. Sin embargo, para mediados de la centuria, esta posición de privilegio comenzó a verse trastocada a causa del proceso de secularización y la institucionalización de los estados nacionales. La Iglesia debió entonces negociar su lugar en una esfera pública ahora signada por una progresiva (aunque contenida) diversidad religiosa, nuevas formas de sacralización de la política, la aparición de problemáticas sociales ligadas a la modernización económica, y un convulsionado horizonte cultural e ideológico que –en el menor de los casos– cuestionaba la función rectora del magisterio católico en el ordenamiento moral de la sociedad.[2]
Aunque a ritmos diferentes según las circunstancias
locales y regionales, la Iglesia hizo frente a estos
desafíos optando por una organización más vertical, homogénea y centralizada, un
mayor control territorial sobre las diócesis y la formación de un clero y un
laicado obedientes a la autoridad episcopal y a la Sede Apostólica. En la
medida en que las condiciones políticas y materiales de cada nación lo
permitieron, fueron apareciendo nuevas provincias eclesiásticas, al tiempo que se
multiplicaba el número de diócesis, parroquias y templos. Un impulso normativo recorrió
el continente decantando en la realización de sínodos diocesanos y provinciales
hasta alcanzar su punto culmen en 1899 con la celebración, en Roma, del
Concilio Plenario Latino Americano. A su vez, las curias diocesanas
experimentaron un marcado proceso de burocratización, lo que les permitió administrar
con mayor eficiencia los territorios a cargo y mantener un registro ajustado de
las actividades del clero, la feligresía y la administración de los sacramentos.
La formación de un clero ultramontano por medio de la creación de seminarios,
la reforma de los existentes, y el envío de seminaristas a centros de formación
en Europa –en particular, al Colegio Pío Latino Americano–, fue otro elemento
sustantivo en todo este proceso.[3]
La presencia territorial de la Iglesia logró expandirse gracias al arribo de nuevas órdenes y congregaciones religiosas procedentes de Europa, las cuales impulsaron una labor misionera, «civilizatoria» y educativa en colaboración –no siempre sin conflicto– con las autoridades civiles y políticas. Con aquellas también se difundieron devociones ligadas a una cultura ultramontana que adquiría dimensiones planetarias. Otro agente clave emergió con la formación de un laicado militante y comprometido con muchos de estos cambios institucionales, ya fuese sosteniendo económicamente la llegada de congregaciones religiosas, financiando la construcción de templos y la formación del clero, organizándose políticamente en defensa de los «derechos de la Iglesia» o bien liderando emprendimientos culturales, de prensa y de caridad.[4]
Pero el proceso y la orientación que asumió la consolidación
institucional de la Iglesia católica en América Latina resulta difícil de
comprender si se desconocen los caminos paralelos por los que avanzaron la institucionalización
de los estados nacionales, por un lado, y la centralización del gobierno de la
Iglesia en el papado y su internacionalización, por otro. En cuanto al primer
aspecto, la historiografía más reciente ha reparado en las complejas relaciones
e influencias recíprocas que modularon los procesos de institucionalización,
secularización y modernización del Estado y la Iglesia. Esto no solo ha
permitido superar viejas interpretaciones que identificaban a la Iglesia como
una institución reaccionaria a la construcción de la sociedad moderna –y por
tanto, en conflicto permanente con un Estado liberal descrito como vector
secularizador–, sino que ha arrojado luces sobre diversos modos de convivencia
y colaboración, sin por ello opacar ni mucho menos negar los puntos de
conflicto en contextos de secularización.[5]
Por otra parte, el «giro ultramontano» que experimentó el catolicismo en América Latina se nutrió y al mismo tiempo contribuyó al ascenso del papado como un actor en la esfera internacional. La responsabilidad asumida por la jerarquía local con la romanización de las estructuras eclesiásticas, el activismo de una moderna prensa confesional, la articulación de redes ultramontanas transnacionales y el desarrollo de un catolicismo político comprometido con la internacionalización del Vaticano, fueron determinantes para asegurar la autoridad papal en el campo católico latinoamericano y, en consecuencia, promover también su globalización.[6] En este sentido, el compromiso emocional de las masas católicas y la propagación de una cultura ultramontana en el continente encuentran sus causas más allá de la sola acción de la diplomacia vaticana y el magisterio pontificio. En efecto, la incorporación de las Iglesias locales en América Latina al centro del catolicismo global, pese a tendencias refractarias internas, sobre todo en la primera mitad del siglo XIX, respondió en gran medida a la capacidad de actores locales y transnacionales para conjugar exigencias disciplinarias y normativas con fuertes expresiones devocionales y emocionales. En su expresión local, el proceso de romanización aseguró un mayor control de la curia romana sobre las diócesis, a la vez que permitió a la jerarquía local asentar un modelo eclesiológico más vertical, clerical y homogéneo. Un proceso que derivó en tensiones entre la Iglesia y el Estado, pero también, entre obispos y delegados pontificios, y entre clérigos y laicos. Asimismo, el arraigo de un catolicismo ultramontano en América tuvo un efecto singular en comparación con el resto de la globalidad católica: la construcción de una identidad supranacional capaz de ensayar una articulación conceptual e institucional en torno a la idea de una «Iglesia latinoamericana».[7]
Nuevos aportes historiográfico, producto del estimulante maridaje entre historia del catolicismo e historia global y transnacional, han advertido la relevancia que tuvieron circuitos y redes transnacionales como canales de transmisión de experiencias e ideas en la conformación de un catolicismo más sensible a las directrices vaticanas. Se ha propuesto, por un lado, trascender a Roma como mera escenografía de los procesos locales analizados, para asumirla como un agente protagónico pero complejo, compuesto de diversas voces no siempre armónicas (romano pontífice, curia romana, delegados pontificios, etc.); y por otro, pensar la romanización y la construcción de una cultura ultramontana en América Latina más allá de la Santa Sede. Precisamente por eso, la romanización no debe entenderse como un proceso circular y cerrado entre Iglesias locales y autoridades vaticanas. Francia, Alemania, Bélgica y España aportaron modelos de acción para los católicos latinoamericanos, como también lo hicieron Estados Unidos y la propia América Latina –como, por ejemplo, Chile o la «república católica» del Ecuador de García Moreno–, sirviendo de focos de inspiración para católicos dentro y fuera del continente.[8]
En sintonía con esta renovación historiográfica, este dossier se presenta como una contribución al estudio de los procesos de romanización, institucionalización y burocratización de la Iglesia católica en América Latina, en contextos condicionados por la formación de los modernos estados nacionales y la representación de un catolicismo global de fuerte impronta ultramontana. Los estudios que lo componen participan de la discusión y reflexión acerca de los escenarios de organización, negociación y tensión –institucionales y discursivos– que permitieron o bien afectaron la consolidación de las Iglesias locales durante la segunda mitad del siglo xix. De este modo, permiten profundizar en las complejas dinámicas que modelaron una moderna Iglesia católica en América Latina.
En todos los
trabajos el proceso de romanización es abordado de manera multidimensional, a
partir del análisis de debates teológicos y eclesiológicos, la reorganización
de institutos religiosos y espacios de formación del clero o la acción de
organizaciones laicales. Todos ellos han explorado una sustancial cantidad de
acervos documentales alojados en archivos romanos, diocesanos o de órdenes
religiosas, tales como documentación administrativa e institucional, boletines
oficiales, prensa católica y correspondencia, entre otros. Mientras los dos
primeros trabajos hacen hincapié en las transformaciones doctrinales del
catolicismo de la década de 1850, anclando sus miradas en las Iglesias chilena
y peruana, los dos últimos se centran en algunos aspectos de los cambios
institucionales que tuvieron lugar en el campo del catolicismo argentino y
chileno sobre finales del siglo XIX y principios del XX.
Inicia el dossier el artículo de Matías Maldonado, quien analiza las percepciones sobre el catolicismo en Estados Unidos que el sacerdote chileno Joaquín Larraín Gandarillas dejó plasmadas en su correspondencia, durante el viaje que realizó a aquel país entre 1851 y 1852. El autor se detiene en algunas impresiones –a veces contrapuestas– que le generaron tres experiencias distintas de la Iglesia norteamericana: el Colegio de Georgetown dirigido por los jesuitas, la realización del primer concilio provincial de Baltimore y el dinamismo que encontró en las congregaciones religiosas femeninas de vida activa y el asociacionismo católico. Las primeras sensaciones de Larraín durante su estadía en Estados Unidos fueron ciertamente decepcionantes. Durante su paso por Georgetown College registró un bajo nivel académico y la indisciplina entre los internos. Sin embargo, en el transcurso de los meses su opinión inicial viró hacia una mirada más favorable y ese contrapunto estuvo ligado a dos vivencias de lo que el autor denomina un «catolicismo audaz». Su participación como teólogo en representación del obispo de Richmond, en el concilio provincial del Baltimore –una de las apuestas normativas características del proceso de romanización–, resultó más que significativa. El evento fue un paso fundamental en la uniformización doctrinal, litúrgica y devocional de la Iglesia estadounidense que le permitió a Larraín proyectar un ensayo semejante en su Chile natal, para discutir el funcionamiento de las instituciones, el clero, sus vínculos con el gobierno y la sociedad. Pero fue la labor en hospitales, orfanatos y escuelas que realizaban asociaciones de caridad y congregaciones religiosas femeninas, como las Hijas de la Caridad y la Sociedad del Sagrado Corazón de Jesús, lo que más le impactó positivamente. Encontraba en ellas un vector de revitalización del catolicismo, al tiempo que le permitían especular que su presencia en Chile sería una «bellísima ocasión para iniciar esta revolución religiosa».
Estas experiencias vividas por Joaquín Larraín en Estados Unidos son las que le permiten a Maldonado complejizar las miradas sobre el proceso de centralización de la Iglesia católica. La romanización de la Iglesia chilena, señala el autor, fue decididamente global y algunas instituciones del catolicismo estadounidense resultaron también modélicas en el inicio del giro ultramontano de la jerarquía episcopal chilena. El análisis de las impresiones que Larraín –futuro obispo auxiliar de Santiago de Chile– dejó sobre su viaje a Estados Unidos, es una puerta de entrada para reflexionar sobre ello.
El segundo trabajo, de Rolando Iberico Ruiz, gira en torno a una controversia eclesiológica de la década de 1850 entre dos sectores del mundo eclesiástico, intelectual y político del Perú: el ultramontano y el liberal-galicano, según los denomina el autor. Lo más destacado de dicho debate teológico se produjo entre 1855 y 1857 y el escenario escogido para esgrimir los argumentos, refutaciones y teorías, fue la prensa: El Católico, por parte del sector ultramontano y El Católico Cristiano, por parte del liberal-galicano.
El autor ofrece una
contextualización sobre el marco político nacional en el que se inserta dicha controversia
eclesiológica y es a partir de estas premisas que demuestra que el catolicismo peruano de
mediados de siglo XIX
no tenía aún una unidad doctrinal. Las definiciones institucionales, teológicas
o disciplinares que comenzaron a delinearse con mayor intensidad a partir de
este período, finalmente inclinaron la balanza hacia la postura ultramontana,
deslegitimando así la tendencia contraria a la centralización de la autoridad
papal. Las polémicas teológicas y políticas analizadas ilustran los debates que
el ocaso del régimen de cristiandad y el nacimiento de las repúblicas
americanas supusieron para las iglesias de las ex colonias españolas. Los
mismos giraban en torno a la definición de la Iglesia universal (pero también
local) y a las formas que debía adquirir su organización institucional. Ultramontanos
y liberales-galicanos discutieron esencialmente dos puntos de primer orden que permanecían
sin resolver. El primero vinculado a la independencia jurídico-política de la
Iglesia católica respecto de la autoridad política y la sociedad civil. Unido a
esto, Iberico analiza también las discusiones
esbozadas sobre los términos teológicos y canónicos de la autoridad pontificia
dentro del universo católico. Y aun cuando los elementos que componían cada una
de las posturas son desarrollados y comparados a lo largo del texto, el autor
también expone los puntos de contacto entre ambas, sobre todo aquellos que le
otorgaban a la Iglesia un rol central en la vida pública de las instituciones y
de la sociedad peruanas. El conjunto del episcopado peruano de finales de siglo
recibió con beneplácito la doctrina de la infalibilidad papal. De ahí que Iberico sostenga que el debate de la controversia
eclesiológica que dieron los ultramontanos contribuyó a forjar un catolicismo
romanizado al interior de la Iglesia y la sociedad peruanas.
En su artículo sobre la formación de los sacerdotes cordobeses en el Colegio Pío Latino Americano, Milagros Gallardo identifica que fueron las familias acomodadas de la élite local las que enviaron y sostuvieron el estudio de sus hijos y familiares en Roma. El paso de un número significativo de sacerdotes por aquel colegio pontificio permitió la emergencia de una generación de clérigos sólidamente imbuidos del espíritu ultramontano de finales de siglo XIX y principios del XX. Una vez de regreso en el país, estos ocuparon, mayoritariamente, cargos en el gobierno y la administración diocesana, permitiéndoles conservar cuotas de prestigio y poder dentro del escenario local. Con coordenadas similares a las que plantea Rolando Iberico en su artículo, Gallardo observa que la creación del Colegio Pio Latino Americano en 1858, responde a una de las aristas del conflicto abierto entre galicanos y ultramontanos de la segunda mitad de siglo. La formación de un «nuevo modelo clerical», sostiene la autora, fue uno de los objetivos importantes en el impulso y creación de dicha institución. Un alto nivel de instrucción complementado con un modelo de piedad y obediencia a la jerarquía sustentaron el plan formativo del Colegio. En un ambiente en el que confluían seminaristas y sacerdotes de distintas nacionalidades, el seminario colaboró en la formación de una identidad latinoamericana con rasgos comunes.
Con una serie de gráficos y tablas demostrativas, Gallardo ofrece datos cuantitativos sobre los alumnos del Colegio –con particular énfasis en el caso cordobés– para el período que transcurre entre 1877 y 1927. Retomando trabajos anteriores sobre la conformación de la estructura eclesiástica argentina, el análisis de los datos y trayectorias sobre varios de los sacerdotes cordobeses formados en Roma permite a la autora sostener que fue el paso por esta institución lo que contribuyó al acceso de muchos de ellos a la dignidad episcopal. Se trató de un eficaz instrumento en la formación de un clero romanizado que, en este período de centralización de las iglesias nacionales, fortaleció la tendencia ultramontana local, aumentó la unidad con la Santa Sede y entre las diócesis argentinas.
El artículo
de Nelson Manuel Alvarado Sánchez sobre la reorganización de la Provincia
Franciscana de la Santísima Trinidad de Chile, concluye el dossier. Al igual
que Gallardo, la periodización escogida llega al siglo XX y recorre los poco
más de sesenta años que transcurren entre 1872 y 1935, para dar cuenta de las
reformas que se implementaron en aquella orden religiosa, en un contexto de
disputa entre católicos, liberales y socialistas. En este sentido, señala
Alvarado Sánchez, la adecuación pastoral de la Provincia Franciscana de la
Santísima Trinidad debió enfrentar un doble esfuerzo: mantener estructuras y
una tradición de más de tres siglos en ese espacio, al mismo tiempo que
alcanzar una rápida renovación. En el estudio se observa que a partir de la
década de 1860 se da un proceso general de reforma y restablecimiento de la
vida y disciplina conventual para todas las presencias franciscanas del espacio
andino que incluía, además de Chile, a Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela. En
el caso de la provincia estudiada por el autor, señala que la normalización se
dio en forma paulatina entre inicios de la década de 1870 y mediados de la de
1880. Estatutos jurídicos, cartas pastorales y bulas papales unificaron los
gobiernos, facultades, estructuras y constituciones generales de la orden, lo
que permitió a la provincia analizada cierta estabilidad institucional y un
plan de acción que resultó efectivo. La prensa franciscana y un conjunto
importante de obras sociales tales como escuelas, instituciones en favor de los
obreros o patronatos, fueron sostenidas o impulsadas en conjunto con
comunidades de laicos y vigorizaron no solo las estructuras de la orden, sino
también el catolicismo y sus instituciones en el Chile de cambio de siglo.
En sintonía con el resto de los trabajos del dossier, Alvarado Sánchez observa que la reforma y la renovación que se dio en esta estructura tuvo un carácter multidireccional: con influencias «de arriba abajo y de Roma a la Provincia», pero también desde «abajo hacia arriba», donde frailes y laicos asociados hicieron dialogar sus inquietudes, obras y reflexiones con las propuestas papales.
Con todo, más allá de los cuatro trabajos presentados,
esperamos que este dossier contribuya en los debates sobre los núcleos
temáticos planteados y sea una fuente de visita para continuar indagando estos
problemas, fortaleciendo los estudios comparativos y las redes entre
investigadores e investigadoras de América Latina. Finalmente, quisiéramos
agradecer a los autores, por sus importantes contribuciones, a los evaluadores
externos, por sus observaciones y comentarios a los trabajos, y al comité
editorial de la revista Humanidades, por el espacio concedido para
nuestra propuesta de dossier.
Para citar este artículo / To reference this article / Para citar este artigo
Bilbao, Lucas Bilbao y Sebastián Hernández Méndez. “La Iglesia católica en América Latina: entre el Estado nación y la romanización”. Humanidades: revista de la Universidad de Montevideo, nº 12, (2022): 9-19. https://doi.org/10.25185/12.1
Lucas Bilbao es responsable
intelectual del 50% del trabajo que fundamenta
la investigación de este estudio y Sebastián Hernández Méndez del 50% restante.
Editor responsable Fernando Aguerre: faguerre@um.edu.uy
[1] Daniele Menozzi, “Iglesia, modernidad y modernización en el siglo XIX”, en El desafío de la revolución. Reaccionarios, antiliberales y contrarrevolucionarios (siglos XVIII y XIX), eds. Pedro Rújula y Francisco Javier Ramón Solans (Granada: Comares, 2017), 301-318.
[2] Cfr. Gregorio Alonso, “A Transatlantic Loyalty in the Age of Independence: Catholicism and Nation Building in Spain and Latin America”, en Nationalism and Transnationalism in Spain and Latin America, 1808-1923, eds. Paul Garner y Angel Smith (Cardiff: University of Wales Press, 2017), 45-67; Elisa Cárdenas Ayala, “El lenguaje de la secularización en los extremos de Hispanoamérica: Argentina y México (1770-1870)”, Ariadna histórica. Lenguajes, conceptos, metáforas, nº 5 (2016): 169-193; Jean-Pierre Bastian, coord., La modernidad religiosa: Europa y América Latina en perspectiva comparada (México, D.F.: Fondo de Cultura Económica, 2004); Michael J. Lacey y Francis Oakley, eds., The Crisis of Authority in Catholic Modernity (New York: Oxford University Press, 2011).
[3] Francisco Javier Ramón Solans, Más allá de los Andes: los orígenes ultramontanos de una Iglesia latinoamericana (1851-1910) (Bilbao: Universidad del País Vasco, 2020); Josep-Ignasi, Saranyana, dir., y Carmen-José Alejos Grau, coord., Teología en América Latina. Vol. II/2: De las guerras de independencia hasta finales del siglo XIX (1810-1899) (Madrid/Frankurt am Main: Iberoamericana/Vervuert, 2008); Elisa Cárdenas Ayala, Roma: el descubrimiento de América (Ciudad de México: El Colegio de México, 2018); Lisa M. Edwards, “Latin American Seminary Reform: Modernization and the Preservation of the Catholic Church”, The Catholic Historical Review 95, nº 2 (2009): 261-282; Antón M. Pazos, La Iglesia en la América Latina del IV Centenario (Madrid: Editorial Mapfre, 1992).
[4] Ana L. Suárez, Brenda Carranza, Mariana Facciola y Lorena Fernández Fastuca, eds., Religiosas en América Latina: memorias y contextos (Buenos Aires: IIFCS - Universidad Católica Argentina, 2020); Roberto Di Stefano y Aliocha Maldavsky, comps., Invertir en lo sagrado. Salvación y dominación territorial en América y Europa (siglos XVI-XX) (Santa Rosa: EdUNLPam, 2018); Roberto Di Stefano y Francisco Javier Ramón Solans, eds., Marian Devotions, Political Mobilization, and Nationalism in Europe and America (New York: Palgrave Macmillan, 2016); Ricardo Cubas Ramacciotti, The Politics of Religion and the Rise of Social Catholicism in Peru (1884-1935). Faith, Workers and Race before Liberation Theology (Leiden/Boston: Brill, 2017).
[5] Roberto Di Stefano, “Le processus historique de sécularisation et de laïcité en Amérique latine”, en La laïcité en Amérique latine, dir. Arnaud Martin (Paris: L’Harmattan, 2015), 11-47; Sol Serrano, ¿Qué hacer con Dios en la República? Política y secularización en Chile (1845-1885) (Santiago de Chile: Fondo de Cultura Económica, 2008); Cecilia A. Bautista García, “Hacia la romanización de la Iglesia mexicana a fines del siglo XIX”, Historia Mexicana 55, nº 1 (2005): 99-144; Ítalo D. Santirocchi, Questão de consciência: os ultramontanos no Brasil e o regalismo do Segundo Reinado (1840-1889) (Belo Horizonte: Fino Traço, 2015).
[6] Cfr. Mariano P. Barbato, “The Holy See, Public Spheres and Postsecular Transformation of International Relations: An Introduction”, en The Pope, the Public, and International Relations. Postsecular Transformations, ed. Mariano P. Barbato (Cham: Palgrave Macmillan, 2020), 1-22; Vincent Viaene, “A Pope’s Dilemma. Temporal Power and Moral Authority in the History of the Modern Vatican”, en World Views and Worldly Wisdom. Religion, Ideology and Politics, 1750-2000, eds. Jan de Maeyer y Vincent Viaene (Leuven: Leuven University Press, 2016), 245-256; Francisco Javier Ramón Solans, “The Roman Question in Latin America: Italian unification and the development of a transatlantic Ultramontane movement”, Atlantic Studies 18, nº 2 (2020): 129-148; Stephen J. C. Andes y Julia G. Young, eds., Local Church, Global Church. Catholic Activism in Latin America from Rerum Novarum to Vatican II (Washington, D.C.: The Catholic University Press, 2016).
[7] Francisco Javier Ramón Solans, “The Creation of a Latin American Catholic Church: Vatican Authority and Political Imagination, 1854-1899”, Journal of Ecclesiastical History 71, nº 2 (2020): 316-336.
[8] Véase, por ejemplo, los dossier coordinado por Roberto Di Stefano y Francisco Javier Ramón Solans, “Decentring Catholicism. A Re-Reading of the Nineteenth Century Catholic Church from a Latin American Perspective, Rivista di storia del cristianesimo 17, nº 2 (2020), y por Ignacio Martínez e Ítalo Domingos Santirocchi, “Iglesia atlántica. Iglesia universal. Iglesia romana. Escenarios de la modernidad católica en el siglo XIX”, Almanack 26 (2020); Carlos R. Espinosa Fernández de Córdoba y Jordi Canal, “La memoria transnacional de Gabriel García Moreno: la imagen póstuma del caudillo católico en Ecuador, Francia y Roma (1875-1921)”, Historia Crítica 75 (2020): 3-23.