https://doi.org/10.25185/13.4

 

Estudios

 

Teoría para la caída libre con ejercicios acompañantes

Free-falling Theory and supplementary exercises

Teoria para queda livre com exercícios de acompanhamento

 

Alejandro Ponce De León-Calero
Universidad de California, Davis, Estados Unidos
poncedeleon@ucdavis.edu
 
ORCID iD: 
https://orcid.org/0000-0002-4808-3373

Recibido: 15/01/2023 - Aceptado: 31/3/2023

 

Resumen:  Este ensayo explora las maneras en que se enseña y aprende en el primer programa de posgrado en humanidades ambientales en América Latina, la Diplomatura Superior en Humanidades Ambientales en el cruce del Arte y la Tecnología en la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF). El programa busca generar conciencia sobre la crisis socioambiental a través de un enfoque colectivo, interdisciplinario y resiliente. A partir de conversaciones con estudiantes y profesores, participación en espacios de aprendizaje y material de archivo, identifico tres ejes del proyecto pedagógico. Primero, trazo el "cruce" como noción pedagógica en UNTREF, y exploro su riqueza como herramienta pedagógica que fomenta el pensamiento innovador. Segundo, examino cómo la práctica experimental, tanto como herramienta y espacio de aprendizaje, aborda "lo ambiental" desde procesos personales y exploración sensible. Por último, exploro cómo se cultivan relaciones horizontales entre estudiantes y profesores, lo que promueve un tipo de aprendizaje colaborativo. En suma, el ensayo sostiene que la Diplomatura interviene en la enseñanza de las humanidades ambientales a través de la práctica estratégica, el análisis coyuntural, fomentando el rol activo de los estudiantes en su aprendizaje y rechazando la reducción disciplinar en este campo emergente.

Palabras claves: prácticas pedagógicas, ecopedagogía, humanidades ambientales, América Latina, educación interdisciplinar, arte y ciencias, metodologías DIY.

 

Abstract:  This essay studies the pedagogical approaches employed in the first postgraduate program in environmental humanities in Latin America, the Diplomatura Superior en Humanidades Ambientales en el cruce del Arte y la Tecnología at Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF). The program aims to raise awareness of the socio-environmental crisis using a collective, interdisciplinary, and resilient approach. Drawing from interviews with students and teachers, participating in learning spaces, and available archival materials, I identify three core components of its pedagogical project. Firstly, I introduce 'weaving' as a pedagogical concept within UNTREF and examine its value as an educational tool encouraging innovative thinking. Secondly, I analyze how experimental practices, both as a methodology and a learning space, address environmental issues through personal processes and sensory exploration. Lastly, I attend to developing horizontal relationships between students and teachers, which fosters a collaborative learning environment. In sum, the essay contends that the Diplomatura is a program capable of impacting how we teach environmental humanities through its strategic practices, situated modes of analysis, supporting the active role of students in their learning process, and challenging disciplinary reductionism within this emerging field.

Keywords: pedagogical practices, ecopedagogy, environmental humanities, Latin America, interdisciplinary education, art and science, DIY methodologies.

 

Resumo: Este ensaio explora as formas como é ensinado e aprendido no primeiro programa de pós-graduação em humanidades ambientais da América Latina, o Diplomatura Superior en Humanidades Ambientales en el cruce del Arte y la Tecnología da Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF). O programa busca conscientizar sobre a crise socioambiental por meio de uma abordagem coletiva, interdisciplinar e resiliente. A partir de conversas com alunos e professores, participação em espaços de aprendizagem e material de arquivo, identifico três eixos do projeto pedagógico. Em primeiro lugar, traço 'cruzamento' como uma noção pedagógica na UNTREF e exploro sua riqueza como uma ferramenta pedagógica que promove o pensamento inovador. Em segundo lugar, examino como a prática experimental, tanto como ferramenta quanto como espaço de aprendizagem, aborda "o ambiente" a partir de processos pessoais e exploração sensível. Por fim, exploro como são cultivadas as relações horizontais entre alunos e professores, que promovem um tipo de aprendizagem colaborativa. Em suma, o ensaio defende que o Diplomatura intervém no ensino das humanidades ambientais através da prática estratégica, da análise conjuntural, promovendo o papel ativo dos alunos na sua aprendizagem e rejeitando a redução disciplinar neste campo emergente.

Palavras-chave: práticas pedagógicas, ecopedagogia, humanidades ambientais, América Latina, educação interdisciplinar, arte e ciência, metodologias DIY.

 

Teoría para la caída libre con ejercicios acompañantes[1]

Escribo este ensayo convencido de que las respuestas que podemos dar a los problemas socioambientales del presente dependen de propuestas pedagógicas concretas. Por ello, estudio cómo se enseña y aprende en la Diplomatura Superior en Humanidades Ambientales en el cruce del Arte y la Tecnología, de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF)[2]. Fundada y dirigida por la artista multimedia Gabriela Munguía, la Diplomatura aceptó su primera cohorte de estudiantes en el año 2021, convirtiéndose rápidamente en un referente educativo para las humanidades ambientales latinoamericanas. Hay un número creciente de espacios de aprendizaje en la región que abordan conversaciones propias a este campo, tales como el SARAS Institute, el SensoLab de la Pontificia Universidad Javeriana, el Centro Latino Americano de Ecología Social, o el clúster en ecocrítica de la Universidad Católica de Chile. La Diplomatura, sin embargo, es el primer programa que otorga un certificado de posgrado en humanidades ambientales[3].

La experiencia de la Diplomatura ofrece una oportunidad para pensar qué implica formar estudiantes de posgrado en este campo aun emergente en América Latina. En el pensamiento ecológico Latinoamericano, la hyperproblematización de la naturaleza y las dinámicas del ecocidio regional han sido preocupaciones apremiantes durante las últimas décadas. Esta conversación, ante todo académica y en la que he buscado participar, ha sido provechosa para cuestionar las políticas del desarrollismo, la regulación medioambiental, e incluso para atender a los movimientos sociales en pro de la defensa de los territorios. En mi práctica pedagógica, sin embargo, he empezado a advertir que no es fácil abrir este tipo de reflexiones sin que la superabundancia de información sobre las catástrofes regionales sofoque al estudiante inadvertido. Justamente, desde la ecocrítica, algunos autores han señalado que uno de los principales retos para la educación medioambiental es poder cultivar una conciencia planetaria sin caer en la eco-ansiedad o en el miedo crónico fomentados en las maneras habituales de informar —que inmovilizan al estudiante— sobre la debacle medioambiental.[4]

La Diplomatura de UNTREF asume este reto al cultivar sensibilidades ecológicas no desde el shock, sino en el quehacer colectivo e indisciplinado que anime una ecología de prácticas resilientes. Este enfoque se distingue de varios programas de posgrado en humanidades ambientales del norte global, que suelen desarrollarse en tres formatos. El primero incluye iniciativas o redes interdepartamentales, como los programas de la Universidad de Texas en Austin y la Universidad de Edimburgo, que ofrecen charlas y talleres a sus afiliados. Aunque estos programas fomentan el dialogo académico, carecen de una estructura curricular sólida. El segundo consiste en opciones académicas dentro de programas más amplios, usualmente concentraciones en departamentos de literatura comparada o inglés, tales como los de la Universidad de Montana, Washington, Rice y Columbia. Si bien estos programas son robustos, sus enfoques disciplinares pueden llegar a restringir el alcance interdisciplinario, la contingencia analítica, y el sentido de urgencia que anima el proyecto de las humanidades ambientales. Finalmente, están los certificados de posgrado, como los de Princeton y la Universidad de Pensilvania. Estos programas generalmente requieren que los estudiantes completen un número concreto de cursos relacionados con el "medio ambiente" en distintos departamentos académicos, lo que implica una exposición a diversas disciplinas. A pesar de proporcionar una formación amplia y diversa, a menudo carecen de un núcleo firme, lo que puede resultar en una formación fragmentada que dificulta el desarrollo de prácticas específicas en y para las humanidades ambientales. En suma, estos tres modelos de programa suelen favorecer una formación en humanidades ambientales a partir de enfoques disciplinares o tradiciones particulares del pensamiento ambiental, limitando así la el desarrollo de contenidos específicos al proyecto ético y político de este campo en composición.

La Diplomatura de UNTREF, como sostengo en este ensayo, incorpora metodologías pedagógicas propias a las artes y el diseño en su currículo, lo que conduce al desarrollo de un enfoque práctico, reflexivo y novedoso para el campo de las humanidades ambientales. Como tal, la Diplomatura es un programa de corta duración —180 horas— que familiariza a sus participantes con las conversaciones de las humanidades ambientales, introduce metodologías que fomenten prácticas de cuidado y justicia medioambiental, y brinda herramientas conceptuales para atender a los problemas de la región. La modalidad del programa es virtual sincrónica y comparte infraestructura con la red de programas académicos tejidos alrededor de la Maestría en Tecnología y Estética de las Artes Electrónicas (MAE), también en UNTREF. Este enfoque experimental, continente, y situado logra generar nuevas alianzas que deshacen los límites de las disciplinas académicas y a la vez fomentar prácticas y conocimientos emergentes sobre la relación entre lo "humano" y lo "ambiental." Así, este ensayo señala tres contribuciones que la experiencia de la Diplomatura hace al proyecto pedagógico de las humanidades ambientales. En primer lugar, el programa hace una apuesta por abordar preocupaciones medioambientales desde la innovación, entrelazando contenidos dispares, proponiendo diálogos entre diversos campos y saberes, y cruzando lo teórico y lo práctico de forma generativamente indisciplinada. La Diplomatura parte de la noción del "cruce", central la propuesta pedagógica de UNTREF, convirtiéndolo en el eje articulador en el diseño del currículo, el contenido, y la manera en que se tejen las interacciones en el aula virtual. En contraste a una posible formación disciplinar, el cruce es una noción flexible y que anima un tejer innovador pero aterrizado de patrones prometedores para imaginar una respons-habilidad ante los problemas medioambientales en curso. Más que establecer un conocimiento, en la diplomatura se aprende a des-y-re-conocer.

Segundo, la Diplomatura aborda la apuesta de las humanidades ambientales como un horizonte de posibilidad que se abre desde la experimentación práctica. En su diseño, el programa no fue pensado para formar profesionales en humanidades. Insertándose en una ecología de programas en artes plásticas, la Diplomatura hace del aprendizaje en sí una intervención estética. Su cuerpo docente, que incluye artistas de reconocida trayectoria –Mariela Yeregui, Ana Laura Cantera, Gabriela Munguía y Guadalupe Chávez; entre otras–, han armado una aproximación transdisciplinar a enseñanza la cual desafía modos convencionales de encontrar y valorar el saber en nuestro campo en emergencia, haciendo de la experimentación práctica el espacio que produce conocimiento. Cursos como Biopoéticas de la materia, Diálogos Interespecies, y Ecologías Invisibles proponen encuentros prácticos con teorías de las humanidades ambientales a partir de experimentos en casa, reflexiones personales, dispositivos DIY, entre otros. Así, lo práctico, el contacto directo, y la reflexión se vuelven rutas para ampliar el registro de lo sensible, pensable, e imaginable ante lo medioambiental.

Finalmente, la Diplomatura hace una apuesta por aprender de manera colaborativa. Si bien esta es una disposición tal vez convencional en el espacio del taller artístico, resulta particularmente efectiva para la enseñanza en humanidades ambientales –que suele tomar la forma de seminario o clase magistral— pues permite a los estudiantes explorar temas complejos de una manera verdaderamente interdisciplinaria, considerando sus múltiples experiencias y capacidades en equidad de condiciones. Una de las razones por las cuales los estudiantes de la primera cohorte llegaron a este programa fue su búsqueda por crear una comunidad de pensamiento ante problemáticas medioambientales que atravesaban sus vidas. Esta es una búsqueda a la cual el diseño de los cursos supo responder pues, dando prioridad a las conversaciones y debates activos que valoran las experiencias individuales y los conocimientos situados, se ha fomentado un tipo de aprendizaje donde los estudiantes se ven involucrados a nivel personal con el material abordado. A través de este tipo de actividades, además, los estudiantes han aprendido a aprenderse colectivamente y aprovechar la diversidad de perspectivas de sus colegas –que van desde ingenieros hasta artistas y matemáticos— para tejer redes de sociabilidad que excedan la corta duración de la Diplomatura.

El ensayo se nutre de mis conversaciones con estudiantes y profesores del programa, mi participación en espacios de aprendizaje, y material de archivo disponible. Se divide en tres partes. Primero, trazo el cruce como noción pedagógica en UNTREF, y exploro su riqueza para desarrollar pensamiento innovador. Segundo, me pregunto cómo la práctica experimental, en tanto herramienta y espacio de aprendizaje, fomenta una manera de atender a "lo ambiental" desde las preocupaciones conceptuales, el proceso personal, y la exploración sensible. La última sección explora las maneras en que se cultivan relacionamientos horizontales entre estudiantes y profesores. En suma, este ensayo señala que la Diplomatura interviene en la manera de aprender y enseñar en humanidades ambientales a partir de la práctica estratégica y el análisis coyuntural, cruce que fomenta el rol activo de los estudiantes en su propio aprendizaje y rechaza la reducción disciplinar de este campo en proceso de emergencia. Tomando como puntos de partida la complejidad, la contradicción y la contingencia que dan forma a nuestros mundos, el programa también plantea una manera de aprender desde el relacionamiento con los demás –incluyendo el universo no-humano– para así cultivar compromisos por trabajar juntos y construir futuros más equitativos, inclusivos y resilientes para América Latina.

1.   Sobre un terreno ausente

La Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF) es una universidad pública Argentina que desde sus inicios ha estado abierta a la experimentación en la enseñanza. Esto se debe a su reciente trayectoria, al liderazgo institucional y a las características de su propuesta pedagógica. Fundada en 1995 en una de las zonas más populosas que circunvalan a Buenos Aires, UNTREF fue concebida como una institución social que ampliaba la oferta educativa en el conurbano bonaerense fomentando programas innovadores. Así lo captura su lema: “Pública y Dinámica”. Si bien la universidad cuenta hoy con docenas programas en campos técnicos como la administración de empresas o enfermería; en las artes y humanidades, sin embargo, se conoce por sus generativos programas tales como la licenciatura en Artes del Circo o el doctorado en Teoría Comparada. Aníbal Jozami, su rector desde 1997, ha liderado varias iniciativas en la educación superior de América Latina, y nociones como fusión e innovación hacen parte de su repertorio profesional. No sorprende entonces que, con una importante experiencia en el sector cultural, rápidamente promoviera una oferta novedosa en artes plásticas, la cual abrió en menos de una década un espacio propio para UNTREF dentro del mapa regional.

La licenciatura en Artes Electrónicas, por ejemplo, fue un programa pionero en América Latina en el cruce entre arte y tecnología. Establecida en 2002, su plan de estudios abarca una extensa gama de áreas curriculares que van desde la producción audiovisual, la construcción de interfaces, hasta el manejo de datos. Mariela Yeregui, una de las figuras centrales en el diseño de la Diplomatura, hizo parte de la primera cohorte de docentes contratados para este programa. Había regresado a Buenos Aires luego de estudiar en el Hypermedia Studio[5] de UCLA y fue rápidamente reclutada por Norberto Griffa, el primer director de la licenciatura, a quien recuerda por su visión reformadora del campo. Como tal, la apuesta de Griffa no era formar artistas como técnicos en electrónica, sino aproximarse al arte como proceso de investigación que, al acceder a nuevas tecnologías, abriera nuevas vetas de producción de conocimiento. De cierta manera, esta apuesta reflejaba la visión sobre las maneras de generar innovación que el liderazgo institucional promovía y que no competía con las demás escuelas de arte en el conurbano. También respondía a que, probablemente, la discusión sobre los nuevos medios era reciente y no había referencias claras en América Latina. Pero además, quizás, a que Griffa, filósofo de formación, no pensaba las artes dentro de una tradición formal, sino como maneras de habitar, explorar, y entender la propia vida. Un horizonte de posibilidad, más que una disposición profesional.[6]

Este encuentro de posturas y condiciones llevó a la formación de una propuesta pedagógica que en vez de imponer, buscaba seguir el movimiento de la sociedad y sus nacientes conexiones en el siglo XXI. Una pedagogía del cruce que también se puede leer en el diseño de la Maestría en Tecnología y Estética de las Artes Electrónicas (MAE), programa liderado por Yeregui, diez años más tarde, sobre las bases de la licenciatura. En su formulación, la MAE tuvo un carácter eminentemente dialógico. Se parte de la premisa de que los procesos creativos ocurren a partir de intercambios fluidos entre diferentes áreas del conocimiento pero también con la comunidad. Para ello, los estudiantes toman cursos en áreas tan dispares como los métodos computacionales, desarrollo de interfaces electrónicas, y teoría social, con lo cual se busca desarrollar habilidades de pensamiento crítico y creativo que son cruciales para el desarrollo de propuestas innovadoras. No hay un perfil definitivo del egresado, sin embargo este está capacitado para entrar en la encrucijada de la producción conocimiento atendiendo a la complejidad del presente desde la innovación y la interdisciplinariedad.

La Diplomatura Superior en Humanidades Ambientales en el cruce del Arte y la Tecnología continúa el proyecto práctico de la MAE. Puntualmente, este programa fue diseñado en el contexto de la pandemia del COVID-19, la cual había requerido que las clases de la MAE pasaran de lo presencial a lo virtual. Un grupo de profesores trabajando con medios vivos se vieron en la necesidad de reestructurar sus cursos, los cuales dependían del uso de laboratorios, y para ello diseñaron un programa paralelo con prácticas que se podrían desarrollar en casa. Con el eventual retorno a la presencialidad en 2021, estos consideraron que este contenido virtual podría convertirse en un programa autónomo y, situándose en diálogo con el campo de las humanidades ambientales, propusieron un proyecto mixto —entre las prácticas artísticas, las reflexiones conceptuales, y lo tecnológico— que permitiera abordar las preocupaciones ecológicas del presente latinoamericano de manera integral e innovadora.

La Diplomatura no intentaba formular una propuesta nueva, sino generar resonancias alrededor de lo ya construido. Sus docentes no contaban con entrenamiento profesional en humanidades ambientales, pero sí tenían una amplia experiencia en el campo del bioarte y habían estudiado detenidamente el giro hacia lo ecológico. El programa tampoco buscaba encaminar al estudiante hacia tradiciones de pensamiento específicas, sino reunir conversaciones divergentes en un formato donde la práctica individual y la reflexión colectiva estuvieran en el centro. No obstante, esta confluencia llevó a que el programa propusiera una lectura a las discusiones en las humanidades ambientales desde los contenidos, aprendizajes y metodologías de la MAE. Así, una preocupación central en la propuesta pedagógica de la Diplomatura ha sido que sus estudiantes desarrollen prácticas que les permitan atender a las maneras en que "lo ambiental" nos atraviesa y define como personas. Temáticamente, los cursos examinan un sinnúmero de inquietudes, que van desde desafíos del cambio climático y la deforestación para la región, hasta el impacto del colonialismo en la extracción de recursos naturales y devastación de los ecosistemas locales. Para ello, los cursos exponen a sus estudiantes a una fertilización cruzada de ideas provenientes de diferentes campos —antropología, teoría estética, estudios de la ciencia, entre otros— la cual se desarrolla en los primeros tres módulos, con un cuarto módulo de cursos optativos —del catálogo de la MAE— donde el estudiante explora un tema en particular y desarrolla una investigación propia. Una de las metáforas con que esto se expone es la de las escalas: pasando de lo general a lo local, o de lo abstracto a lo concreto. Por ello, los cursos no parten de un canon específico, sino una acumulación de preguntas y metodologías híbridas que pueden ser pensadas en común. Estratégicamente, los títulos y contenidos de los cursos han quedado amplios y ambiguos en la rejilla curricular (ver anexo 1), permitiendo a los profesores llenarlos con el contenido que consideran oportuno en el momento y para el grupo particular. En suma, estas lecturas y discusiones cruzadas conducen al estudiante hacia a una comprensión más nutrida y matizada de su rol dentro de ecologías complejas y, desde la experimentación práctica, tomen una postura crítica y reflexiva ante las realidades socioambientales de sus localidades.

2. Prácticas vertiginosas

Un cruce importante en la propuesta pedagógica de la Diplomatura es aquel entre lo práctico y lo conceptual. Se manifiesta en una manera de enseñar a partir de experiencias donde el sentir, el pensar, y el hacer se desdibujan; logrando que el estudiante no sólo entienda un contenido, sino que la experiencia informe su quehacer de una manera responsable y ética ante el universo no-humano. Para ello, los profesores de la Diplomatura han desarrollado su contenido alrededor de una serie de prácticas de pensamiento, las cuales pueden entenderse como experiencias de aprendizaje donde el pensamiento encamina la práctica mientras lo practico abre nuevas formas de pensar. Las prácticas de pensamiento toman de las metodologías DIY, amateurismo científico, aprendizaje experiencial, y los procesos de investigación–creación en las artes[7]. Debido a que la Diplomatura tiene un formato virtual, estas son prácticas que se pueden desarrollar en casa con recursos fácilmente disponibles y de bajo costo. También son experiencias que no buscan generar contenidos abstractos, sino ofrecer un camino para que el estudiante pueda entenderse, reflexionar o imaginarse como parte de un mundo más-que-humano. Como proyecto de grado, justamente, se espera que los estudiantes desarrollen sus propias prácticas, y formulen una reflexión conceptual a partir de ella.

       Las prácticas de pensamiento de la Diplomatura tienen sus raíces en los procesos de experimentación artística de las actuales profesoras de planta quienes lideran el segundo módulo del programa. Yeregui, en su ensayo sobre el bioarte en Argentina, explora cómo en el diálogo arte-ciencia-territorio han surgido prácticas artísticas que interactúan con medios vivos, donde lo biológico no se entiende como un medio sino un agenciamiento que co-compone la experiencia estética[8]. Discutiendo la obra de Ana Laura Cantera, Guadalupe Chávez y Gabriela Munguía, Yeregui señala cómo estos experimentos artísticos descentran la mirada tecnocientífica ante la naturaleza al proponer una horizontalidad entre el artista y lo biológico; donde en el hacer ocurren nuevas maneras de dialogar y conocerse mutuamente. Estas prácticas son un resultado de la especificidad del bioarte latinoamericano, el cual ha sabido responder a la urgencia de las problemáticas territoriales de la región, y la búsqueda por conocer el territorio de manera íntima. También a que, a diferencia del bioarte del norte global, los bio-artistas latinoamericanos no han contado con las mismas oportunidades, capacidades o recursos para desarrollar sus prácticas. Esto ha llevado a que sus prácticas sean desarrollos propios, de bajo costo, que atiendan al afuera del laboratorio, y trabajen con los recursos disponibles. En conversación, Cantera lo propone de la siguiente manera:

Nosotros no decidimos ser rebeldes, o que no tuviésemos el interés de trabajar en el laboratorio. Lo nuestro fue una cuestión práctica, de seguir lo intuitivo […] Quizás la trayectoria sería diferente si hubiésemos tenido un laboratorio de Bioarte. Quizás las preguntas serían diferentes. Pero nosotros no contamos con eso, y siempre la metodologías [desarrolladas] fueron muy de hazlo tú mismo (DIY).

Cantera ha estado vinculada a la UNTREF desde 2010. Su curso en la Diplomatura, Biopoéticas de la Materia, propone prácticas que invitan a los estudiantes a reflexionar sobre la coproducción, y que formulan preguntas sobre el rol de lo vivo en y desde las apuestas artísticas. El argumento del curso se desarrolla a partir de una serie de lecturas sobre el realismo agencial y los nuevos materialismos —Jane Bennett, Olivier Remaud, entre otros—, con lo cual invita a estudiar "la realidad" como una expresión de la interactividad entre formas de agenciamiento abiertas. Temáticamente, esta propuesta se explora considerando los procesos de co-creación de espacios y tiempos no-humanos, los cuales van desde territorios y formaciones geológicas, hasta microorganismos y sus universos. Desde la práctica, el curso propone una serie de reflexiones que cultivan la atención sensible y cuidadosa ante materialidades que retan convencionalismos sobre la vida —rocas, madera, musgos, entre otros. Las reflexiones invitan, a su vez, a pensar con los materiales, a colocarse en sus lugares y pensar desde allí su participación en los procesos de co-producción de la realidad. En anteriores entregas del curso, Cantera ha propuesto prácticas donde los estudiantes desarrollan biomateriales co-laborando con organismos de generación espontánea. Aquí, la apuesta ha sido permitir a los estudiantes ingresar en la esfera de la experimentación, donde la obra y la experiencia son producidas en relación a lo viviente. Precisamente, el artefacto artístico y la práctica experimental se proponen como rutas para atender a la convivencia, el cohabitar, y las relacionalidades en el territorio.

¿Cómo se articulan el actuar ético y las responsabilidades humanas cuando nos entendemos como partícipes de estos enredos agenciales? Esta es la pregunta que Guadalupe Chávez luego explora en Diálogos Interespecies. Este curso parte de cuestionar el rol de la ciencia y la tecnología como vías únicas para conocer especies no-humanas, y propone revalorar la experiencia, el contacto directo, y los saberes tradicionales como lugares desde donde es posible desarrollar disposiciones ético-afectivas y un sentido de cuidado y justicia ante lo no-humano. Por un lado, el curso esboza una serie de reflexiones que permiten al estudiante aproximarse a los procesos orgánicos como tecnologías de la vida —la fotosíntesis, por ejemplo—, valorando y des-instrumentalizando nociones habituales ante lo no-humano. Por otro lado, se ofrecen metodologías con las cuales interactuar con el mundo botánico de cada estudiante. Uno de los primeros ejercicios del curso, por ejemplo, es identificar las plantas locales. Seguidamente, se invita a hacer tintura madre con plantas domésticas o, en cursos pasados, hacer registro de plantas medicinales. Al completar el curso, el estudiante no sólo ha desarrollado un entendimiento más complejo sobre las nociones que separan lo tecnológico de lo natural, sino que además ha cultivado nuevas maneras de atender sus territorios desde lo sensible, íntimo, y a partir de una red de conocimientos locales.

El curso de Gabriela Munguía, Ecologías Invisibles, sigue estas exploraciones y amplía la escala de pensamiento y práctica. El argumento del que parte Munguía es que nuestras relaciones con el planeta están mediadas por una serie de tecnologías –técnicas de visualización, cálculo, mapeo, simulación, etc. – que reproducen una mirada tecno-científica, la cual constriñe otro tipo de encuentros sensibles igualmente valiosos para responder la debacle medioambiental del presente. Conceptualmente, la apuesta del curso es entender la tecnología como una interfaz sensible, y las metodologías sensibles como estrategias para producir nuevos conocimientos. Esta última provocación abre un universo de preguntas acerca de la relación entre sensibilidad, cuerpo, e interfaz las cuales se exploran considerando las herramientas DIY, software libre, así como las tecnologías de bajo costo. El curso propone prácticas de pensamiento especulativo e imaginación radical que buscan que los estudiantes desarrollen sus propias metodologías para reconocer los territorios en que habitan y sus universos agenciales. Por ejemplo, los estudiantes hacen una recolección de datos y monitoreo del color del cielo a partir de un cianómetro hecho en casa. En este ejercicio no importa realmente el dato que se produce. Lo que se busca es generar curiosidad entre los estudiantes alrededor de lo metodológico, permitiéndoles reflexionar sobre cómo los dispositivos artísticos abren un sentir-pensar crítico y activo sobre nuestro lugar en el mundo.

En suma, las prácticas de pensamiento son herramientas de estudio con las cuales los estudiantes de la Diplomatura pueden abordar interrogantes conceptuales complejos de manera concreta —agencialidad del mundo no-humano, co-producción del territorio, la política de la ciencia y la tecnología, entre otros. Igualmente, son prácticas que permiten al estudiante reconocer su participación en el mundo a partir de la experimentación y el cuidado, y así desarrollar sus propias metodologías de escucha ante los enredos medioambientales en que habitan. Para el proyecto pedagógico de las humanidades ambientales, las prácticas de pensamiento permiten formular un estilo de aprendizaje activo en donde los estudiantes no sólo se familiarizan con teorías sobre la complejidad del mundo, sino que además cultivan una conexión personal con este a partir de una apreciación constante de las relacionalidades que nos posibilitan hacer vida en común. Son metodologías para comprender, atender y escuchar; pero también para convivir, compartir, y co-crear.

3. Poéticas de la horizontalidad

Varios de los estudiantes de la primera cohorte que he conocido llegaron a la Diplomatura buscando hacer parte de una comunidad de personas preocupadas por el medio ambiente. Raquel, quien ya ha terminado el programa, lo describe como una búsqueda por responder a un llamado ético que cruzaba lo colectivo con lo íntimo; donde las preocupaciones medioambientales se habían empezado a filtrar. Literatura reciente en la sociología ambiental ha señalado cómo las texturas afectivas y sentimientos a favor de la resiliencia ambiental animan la construcción de espacios de acción colectiva para afrontar en común las dificultades de vivir en un presente cambiante.[9] ¿Pero cómo se empiezan a fomentar los encuentros desde donde surgen estos espacios comunes?, Conversando con Mariela Yeregui, le hice esta pregunta. "Uno no puede pensar en crear comunidad o proponerse crear comunidad," me responde con una sabiduría que sólo puede llegar con la experiencia. "La comunidad surge de abajo hacia arriba."

Y aun así, los ricos y múltiples lazos de sociabilidad que se tejen desde la Diplomatura son uno de sus principales méritos. Estudiantes y profesores lo llaman lo "lateral" o la "horizontalidad" de la Diplomatura, y parte del entendimiento tácito de que en el compartir hay un elemento útil al aprendizaje. La lateralidad se nutre de muchas formas a lo largo del programa —desde discusiones grupales o actividades colaborativas hasta organización de grupos en plataformas virtuales— y se sostiene gracias a que los estudiantes están en capacidad de tomar un rol activo en su propio aprendizaje, y que se entienden como pares comprometidos con un proyecto común el cual busca cuestionar radicalmente todas las formas de verticalidad. La lateralidad ha fomentado un sentido de comunidad, así como un ambiente de aprendizaje positivo el cual facilita el intercambio de ideas y perspectivas.

Es posible rastrear la lateralidad como un aprendizaje tácito de la MAE. Siendo este un programa para el cual no había referentes claros, la lateralidad fue instrumental en sus inicios pues profesores y estudiantes podían entenderse como expertos en sus propios campos de práctica y, al cultivar un sentido de respeto colectivo y horizontal, aprendieron los unos de los otros a desarrollar metodologías de trabajo transdisciplinar. Los estudiantes de las primeras cohortes de la MAE recuerdan su paso por el programa como un periodo de mucha incertidumbre, pero también de transmisión, engranaje, y sobre todo de camaradería y sororidad. La emergencia de esta lateralidad también se debe a que el taller de la MAE, Espacio Nixso, no sólo fue el espacio de aprendizaje sino de trabajo y encuentro extracurricular; los profesores y estudiantes pasaban la mayoría de su tiempo en este espacio, lo cual permitió que se cultivaran fuertes lazos de amistad y colegialidad en el compartir, cohabitar, e incluso en el cocinar. Entre las egresadas de la MAE, la lateralidad fomenta la conformación de un número importante de colectivos artísticos tales como Mycocrea, Ecoestéticas, Geopoéticas Subalternas, o Electrobiota. También ha llevado al desarrollo de proyectos sociales como 31 Colores, donde los estudiantes de la MAE co-laboran con las mujeres migrantes en un intercambio horizontal y colaborativo de saberes ancestrales y artes electrónicas.

"Todo lo que pasa en la Diplomatura es lateral", afirma Raquel.  Similar a lo que ocurre en la MAE, los estudiantes de la Diplomatura son profesionales en una variedad de campos de práctica, los cuales van desde la danza y el teatro hasta la matemática e ingeniería. Al hacer del diálogo abierto y horizontal la principal estrategia pedagógica, los cursos permiten al colectivo pensar de manera más amplia y transdisciplinarmente creativa, pero también a que se continúe compartiendo ideas y desarrollando un sentido de confianza, co-laboración, y una comprensión mutua entre los estudiantes. Esa diversidad luego se ve reflejada en la riqueza de los proyectos finales, los cuales no sólo parten de una diversidad de puntos de vista sino que además recontextualiza prácticas y saberes de manera innovadora. Dado el carácter virtual de la diplomatura, estudiantes de diferentes regiones de América Latina pueden participar desde la distancia. En los últimos años, la Diplomatura ha tenido estudiantes en Chile, México, Bolivia, Uruguay, pero también en las provincias Argentinas de Entre Ríos y Córdoba. Esto permite a los estudiantes aprender los unos de los otros acerca de problemáticas que atañen una diversidad de territorios en América Latina, y a su vez cultivar comunidades afectivas que trascienden la escala de lo regional. La virtualidad también facilita el compartir contenidos y referencias a través de las plataformas de diálogo online que se han organizado alrededor de las cohortes. Finalmente, al ser un entorno que fomenta la colaboración y el entendimiento mutuo, la Diplomatura ha servido como plataforma en la conformación del colectivo artístico Caldo, conformado por varios egresados de la primera cohorte. Mientras escribo, Caldo apenas empieza a tomar forma, pero a mediados de 2022 ya se habían reunido en persona para desarrollar una residencia en el río Paraná.

La lateralidad también resuena con la manera en que los profesores de la Diplomatura se relacionan con los espacios de enseñanza. Además de fomentar el diálogo, practican una suerte de escucha activa que lleva a que los contenidos de la clase, en vez de determinar, respondan al fluido intercambio de ideas entre profesores y estudiantes. No todos los años se ofrece el mismo contenido, pues el programa va evolucionando y modificándose en base a lo que sucede en el aula. Esta es una enseñanza anti-disciplinar, que si bien exige que el profesor esté abierto al cambio en el proceso de aprendizaje, amplifica el interés de los estudiantes quienes entienden que sus experiencias e inquietudes son válidas en los entornos de clase. Esta escucha activa también ha sido clave para despegar los contenidos del pensamiento disciplinar, y hacer de la literatura de las humanidades ambientales una caja de herramientas para atender a los problemas socioambientales de los territorios en que viven los estudiantes de la Diplomatura Por último, la lateralidad, como un enfoque educativo, se ve reflejada en la acogida de las distintas voces que representan los profesores invitados a impartir en la Diplomatura. Por fuera de sus profesores de planta, la Diplomatura tuvo a más de doce profesores invitados en su primer año. Entre estos se encuentra la Colectiva Materia, cuyo trabajo parte de una perspectiva materialista y posthumana; Flavia Costa (CONICET), autora de numerosas publicaciones sobre biopolítica y formas de vida tecnológicas; y Francisco Paredes, activista y gestor cultural especializado en trabajo ambiental.

En suma, la lateralidad entre estudiantes y profesores promueve una enseñanza que acoge distintas miradas y voces, lo que ha permitido transformar la enseñanza en las humanidades ambientales en una manera de atender cuidadosamente y responder a las condiciones y problemas socioambientales de los territorios en que los estudiantes hacen vida.

Caída sin garantías

Una teoría para la caída libre con ejercicios acompañantes, el título de este ensayo, es una reapropiación al nombre que Walter Benjamin dio a una de sus clases en la imaginaria universidad de Muri[10]. Siendo estudiantes en Universität Bern, Benjamin y su amigo Gershom Scholem redactaron un escueto programa conocido como el Acta Muriensa —probablemente retando el adormilado dogmatismo de la academia alemana de principios del siglo XX— y, jugando con lo absurdo, plantearon un espacio pedagógico alternativo.[11] En Muri, por ejemplo, existiría un acelerado proceso de otorgación de doctorados honoris causa, el cual buscaba combatir la burocratización de las universidades. También haría una apuesta por lo generativo de los cruces indisciplinados, como sugieren algunos de sus provocativos cursos: Paganismo, de Papageno a Paganini o la Teoría y Práctica de la injuria. Muri no pasó a ser más que un juego, y si la filosofía de Benjamin produciría una pedagogía sería una antipedagogía. Sin embargo, me pregunto ¿Qué tipo de saberes se hubieran podido cultivar en Muri? ¿Cuál sería el contenido de sus cursos? ¿De qué manera respondería la caída libre con ejercicios acompañantes a la sensación de vacío que tanto atañe al pensamiento medioambiental contemporáneo? Y, especulativamente, ¿cómo se logra enseñar sobre un terreno ausente?

Un siglo más tarde, la extravagante Acta Muriesa captura algo del planteamiento detrás un sinnúmero de programas en campos emergentes: fomentar el pensamiento crítico, tender conexiones entre campos dispares, y pensar creativamente en soluciones a problemas complejos desde un enfoque integral. Los programas en humanidades ambientales son uno de ellos. Como espacio de práctica y pensamiento, las humanidades ambientales urdan una ecología de conocimientos y perspectivas con las cuales atender a la complejidad de los problemas ambientales y su relación con lo humano, para así plantear futuros ambientales justos y resilientes.[12] Su origen tiene que ver, por un lado, con la creciente conciencia social ante los problemas ambientales como el cambio climático, la justicia ambiental y la sostenibilidad. Por otro lado, a la creciente demanda de profesionales en humanidades con experiencia en temas ambientales y preparación en campos como la política ambiental, la educación ambiental, y la sostenibilidad. Sin bien esta es una propuesta que rompe con las maneras habituales producir conocimiento, en espacios de educación superior ha empezado a enseñarse a partir de modelos pedagógicos que suelen privilegiar la formación disciplinar sobre las pedagogías de cooperación y de una orientación a la solución de problemas socioambientales concretos. Estos han sido modelos que ha permitido el desarrollo exponencial de la agenda investigativa del campo pero que, inadvertidamente, también llega a conducir hacia una sensación de desaliento e incapacidad de actuar efectivamente entre estudiantes. Autores en el campo de la ecopedagogía han llamado este sentir ecoansiedad, noción que describe un miedo o preocupación asociado a la incapacidad de actuar ante los problemas ambientales y el futuro incierto del planeta.

Allí está la paradoja. Si el proyecto de las humanidades ambientales parte de un horizonte de posibilidad práctico, entonces, ¿Qué tipo de espacios de aprendizaje podemos construir para fomentar prácticas políticas y disposiciones éticas, a la par de un entendimiento de los desafíos globales que presentan el cambio climático y otros problemas ambientales? ¿Qué afectividades circularían y movilizarían a los partícipes en el aula? ¿Puede la pedagogía en las humanidades —disciplinaria, profesionalizante— responder a la complejidad del presente? ¿Debe reinventarse? ¿O eso es pedir mucho al modelo de Universidad actual? Walter Benjamin era un coleccionista de fragmentos, quien no creía en la continuidad sino en lo generativo de las relaciones oscuras y alegóricas. Como en Muri, sospecho, en UNTREF la propuesta de las humanidades ambientales ha empezado a ser liberadas gracias a una apuesta pedagógica desde las artes, que ha buscado desarrollar metodologías para atender a las conexiones insospechadas, lo fragmentario, el cacharreo, y a la exploración incesante. Esta es una aproximación al aprendizaje en humanidades ambientales que promueve un aprendizaje conectado y experiencial, que fomenta la colaboración y la exploración creativa, y que propone una comprensión multidisciplinaria y transversal de los problemas del presente. Aquí, el estudiante no sólo se familiariza con una serie de discusiones o líneas de pensamiento, sino que pregunta, dialoga, y genera resonancias con la literatura a partir de una comprensión íntima de su territorio y las consideraciones ético-políticas asociadas con este.

Si bien es un programa de muy corta duración, la Diplomatura ofrece lecciones al proyecto pedagógico de las humanidades ambientales en educación superior; algo especialmente importante en América Latina, donde el campo está en proceso de formación. Primero, la interdisciplinariedad, la cual en la Diplomatura toma forma a partir de la noción del cruce, se traduce concretamente en una apuesta por la transversalidad en el diseño curricular, los contenidos, el tipo de prácticas de aprendizaje, e incluso en el tipo de sociabilidades que se cultivan en el aula. El cruce permite tejer puntos de contacto entre la tecnociencia y las artes, y entre el pensamiento ecosocial contemporáneo y los saberes y preocupaciones locales. La noción del cruce además habilita aproximarse a las humanidades ambientales no como un campo con un corpus o canon por aprender, sino como una caja de herramientas que permite, estratégicamente, atender activamente a las necesidades del problema en cuestión. Segundo, la Diplomatura urda la teoría con la práctica, una apuesta por aguzar la mirada ante la relacionalidad radical de la vida, a partir de una serie de encuentros en que el estudiante se conoce como sujeto íntimamente implicado en un presente territorial. Esto permite generar nuevas maneras de conocer "lo ambiental", pero también de sentir, imaginar, y fomentar alianzas con formas de vida más-que-humanas. Finalmente, la Diplomatura cultiva un relacionamiento horizontal entre los estudiantes y estos con sus profesores, lo que abre la práctica pedagógica a otras maneras de aproximarnos al espacio –material y conceptual— de lo "común". Aquí, lo colaborativo ha fomentado alianzas creativas que van más allá de los tiempos institucionales de la diplomatura, y que plantean interesantes interrogantes a las políticas de la producción de conocimiento académico y experticia en las humanidades ambientales.

Referencias bibliográficas

Andresen, Lee, David Boud, y Ruth Cohen. "Experience-based learning" En Understanding adult education and training, pp. 225-239. Routledge, 2020.

Benjamin, Walter. “Acta Muriensa.” En Gesammelte Schriften: Band IV: Kleine Prosa. Baudelaire-Übertragungen. 2 Teilbände, 441–48. Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag, 1972.

Heffes, Gisela. “Submerged Strata and the Condition of Knowledge in Latin America.” Journal of Latin American Cultural Studies 31, no. 1 (2022): 115–127.

Kahn, Richard. Critical Pedagogy, Ecoliteracy, and Planetary Crisis: The Ecopedagogy Movement.. New York: Peter Lang Inc., 2010.

Norgaard, Kari Marie, y Ron Reed. "Emotional impacts of environmental decline: What can Native cosmologies teach sociology about emotions and environmental justice?.Theory and Society 46, no. 6 (2017): 463-495.

Yeregui, Mariela. “Prácticas co-creativas. Decolonizar la naturaleza.” Artelogie. Recherche sur les arts, le patrimoine et la littérature de l’Amérique latine, no. 11 (Noviembre 16, 2017).

Zuzulich, Jorge, ed. Del pensamiento continuo. Apuntes de/sobre Norberto Griffa. Buenos Aires, Argentina: UNTREF, 2013.


 

 

Anexo 1: Rejilla curricular de la Diplomatura Superior en Humanidades Ambientales en el cruce del Arte y la Tecnología

 

Duración, modalidad y título:

 

Cursada: Martes y jueves de 18:00 a 22:00 hs. Además habrá siete encuentros los viernes.

Total de carga horaria: 180 horas.

Título: Diplomatura Superior en Humanidades Ambientales en el cruce del Arte y la Tecnología.

 

Plan de estudio

 

Módulo I

Introducción a las Humanidades Ambientales desde la Creación Artística Contemporánea

Arte y Postnaturaleza

Tecnología y Sociedad

 

Módulo II

Biopoéticas de la Materia

Diálogos Interespecies

Ecologías Invisibles

 

Módulo III

Introducción a las Artes Alectrónicas

Artivismos: arte, ecología y tecnología

Taller de Axperimentación y Creación de Proyectos

 

 Módulo IV

Seminarios optativos: Los estudiantes podrán profundizar su formación articulando con seminarios de la Diplomatura y de la Maestría en Tecnología y Estéticas de la Artes Electrónicas.

 

Para citar este artículo / To reference this article / Para citar este artigo

Ponce De León-Calero, Alejandro. “Teoría para la caída libre con ejercicios acompañantes”. Humanidades: revista de la Universidad de Montevideo, nº 13, (2023): 19-38. https://doi.org/10.25185/13.2

El autor es responsable intelectual de la totalidad (100 %) de la investigación que fundamenta este estudio.

 

Editores responsables Sofía Rosa: srosa2@uc.cl; Mauricio Cheguhem: mauricio.cheguem@fic.edu.uy; Azucena Castro: azucena.castro@su.se



[1] Agradezco a Gabriela Munguía, Mariela Yeregui, Ana Laura Cantera y Raquel Ferreyra por su tiempo y sus valiosos comentarios. También quiero expresar mi gratitud hacia los estudiantes de la Diplomatura, de quienes aprendo sobre el quehacer de las humanidades ambientales. Por último, agradezco a los pares revisores por sus generosos comentarios.

[2] Para facilitar la lectura, en el resto del ensayo me referiré al programa simplemente como "la Diplomatura".

[3] En otros países de la región, las diplomaturas suelen formar parte de la Educación Continua, ya que no requieren tener una licenciatura o estudios previos de nivel terciario. No obstante, en el contexto de la Educación Superior en Argentina, esta Diplomatura se debe entender como un programa de posgrado debido a que una de las principales condiciones de ingreso es haberse graduado de carreras universitarias o de nivel superior no universitario con una duración mínima de 4 años. Igualmente, los estudiantes con títulos otorgados por universidades de otros países deben cumplir con los requisitos nacionales para cursar estudios de posgrado.

[4]Richard Kahn, Critical Pedagogy, Ecoliteracy, and Planetary Crisis: The Ecopedagogy Movement (New York: Peter Lang Inc., 2010), 25 - 28

[5] Espacio creado por Fabian Wagmeister en 1997 con el fin de explorar la expresión creativa a partir del cruce entre los nuevos medios, las artes escénicas y la ingeniería.

[6] El libro editado por Jorge Zuzulich, Del pensamiento continuo (Buenos Aires, Argentina: UNTREF, 2013), reúne una serie de escritos de Griffa. La primera y segunda parte de dicho libro permiten sostener esta lectura.

[7] Para una discusión más robusta sobre el desarrollo de pedagogías basadas en la experiencia, consultar:  Lee Andresen, David Boud, y Ruth Cohen. "Experience-based learning" En Understanding adult education and training, pp. 225-239. Routledge, 2020.

[8] Mariela Yeregui, “Prácticas co-creativas. Decolonizar la naturaleza”, Artelogie: Recherche sur les arts, le patrimoine et la littérature de l’Amérique latine, no. 11 (2017).

[9] Kari Marie Norgaard y Ron Reed. "Emotional impacts of environmental decline: What can Native cosmologies teach sociology about emotions and environmental justice?." Theory and Society 46, no. 6 (2017): 463-495.

[10] En alemán, Theorie des freien Falls mit Übungen im Anschluß.

[11] Walter Benjamin, “Acta Muriensa.” En Gesammelte Schriften: Band IV: Kleine Prosa. Baudelaire-Übertragungen. 2 Teilbände, (Frankfurt am Main: Suhrkamp Verlag, 1972), 441–48.

[12] Gisela Heffes, “Submerged Strata and the Condition of Knowledge in Latin America.” Journal of Latin American Cultural Studies 31, no. 1 (2022): 115–120