Estudios
“Proyecto “Arte en riesgo”: una experiencia interdisciplinar”
““Arte at
risk”: an interdisciplinar expirience”
“Projecto “Arte em risco”: uma experiência interdisciplinar”
Andrea Casals-Hill
Pontificia Universidad Católica de Chile, Chile
acasals@uc.cl
ORCID
iD: https://orcid.org/0000-0001-5940-1050
Resumen: Este ensayo describe el proceso de búsqueda interdisciplinar llevado a cabo por la Red de Investigación en Humanidades Ambientales de la Pontificia Universidad Católica de Chile el año 2021 en torno al riesgo de la basura.
El ensayo reflexiona sobre la exploración interdisciplinar haciendo una analogía entre el caos del conocimiento enmarañado e infinito que necesita cierta categorización disciplinar para asirlo, como el caos de la basura tangible pero amorfa e indescifrable que encontramos en los vertederos, y que necesita también ser categorizada para reciclarla y así lograr, al menos, reducir la basura que finalmente termina en los vertederos.
El ensayo también cuestiona las nociones de arte y lo que puede ser valorado como objeto que se exhibe en el espacio cultural llamado museo.
Palabras clave: interdisciplina, basura, riesgo, arte
Abstract:
This essay
describes the interdisciplinary exploration process that the Reasearch Network
on Environmental Humanities at Pontificia Universidad Católica de Chile (RIHA for its acronym in
Spanish) took on in the year 2021 in order to explore the risks related to
garbage.
This essay
reflects on interdisciplinary explorations making an analogy between the chaos
on entangled and infinite knowledge which needs to be categorized into
disciplines to make it comprehensible, and the chaos of tangible yet amorphous
garbage found in a junkyard, which also needs to be categorized and sorted to
be recycled in order to at least reduce the amount of rubbish that ends up
dumped in the junkyard.
The essay
also questions the notions of art and what may or may not be valued as an
object that may be exhibited in cultural spaces called museums.
Keywords: interdiscipline, waste, risk,
arte
Resumo: Este ensaio descreve o processo
de exploração interdisciplinar realizado pela Rede de Pesquisa em Humanidades
Ambientais da Pontifícia Universidade Católica do Chile em 2021 em torno do
risco do lixo.
O ensaio
reflete sobre a exploração interdisciplinar fazendo uma analogia entre o caos
do conhecimento emaranhado e infinito que precisa de certa categorização
disciplinar para apreendê-lo, como o caos do lixo tangível, mas amorfo e
indecifrável que encontramos nos depósitos de lixo, e que também precisa ser
categorizado para enfatizá-lo e, assim, pelo menos reduzir o lixo que acaba
indo parar nos depósitos de lixo.
O ensaio
também questiona as noções de arte e o que pode ser valorizado como um objeto
que é exposto no espaço cultural denominado museu.
Palavras chave: interdisciplina, lixo risco, arte
Recibido: 24/01/2023 - Aceptado: 11/4/2023
Ensayo: “Proyecto “Arte en riesgo”: una experiencia interdisciplinar”
“la Biblioteca es tan enorme que toda reducción de origen humano resulta infinitesimal”
J. L. Borges[1]
“¿Cómo empezar a contarte todo? Tengo aquí una montaña de notas, observaciones, narraciones, qué sé yo. Cuando quiero echar mano a ellas, se escabullen ...”.
J. Emar[2]
I. A modo de introducción: una retrospectiva[3]
En el Museo de Arte
Contemporáneo Forestal – a espaldas del Museo Nacional de Bellas Artes
En marzo de 2022, en una
pequeña sala del segundo piso del Museo de Arte Contemporáneo (MAC), sede
Forestal, ubicado a espaldas del Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA), llamada
“nicho” por el equipo productor de la 15ª Bienal de Artes Mediales (BAM), y en
el marco del componente “Crisol” de la misma bienal, la Red de Investigación en
Humanidades Ambientales (RIHA) de la Pontificia Universidad Católica de Chile
(UC) exhibió una instalación llamada “Arte en Riesgo: humanidades ambientales y
ciencias sociales exploran y expresan la vida en riesgo desde el arte”[4]. La instalación en el angosto y largo nicho
estaba compuesta por tres elementos: al fondo, una fotografía a color tomada en
el MNBA en agosto de 2021 que mostraba un carro de fierro de aquellos que se
utilizan para el transporte de obras de arte en el museo (ver fotografía #1).
En el momento de la foto, el carro contenía desechos del mismo museo. En el
muro lateral sur del nicho, a media distancia entre la puerta y el muro del
fondo, ubicamos una pantalla led de 55 pulgadas que proyectaba en loop
un video de 5 minutos que daba cuenta de las diversas etapas del proyecto que
culminó con la mentada instalación. Finalmente, casi interrumpiendo la entrada
del público a la sala, ubicamos un carro idéntico al original de la foto;
idéntico en estructura, y muy similar en tanto su contenido. Es decir,
reprodujimos el carro con los desechos del MNBA, pero con rastros de las
intervenciones, exploraciones y provocaciones que fueron surgiendo a lo largo
de los meses de indagación interdisciplinar que llevo a cabo RIHA.
Foto 1: “El carro del MNBA”, por Sofía Contreras
Exhibir en la sala
descrita como “a espaldas de MNBA” no es mero juego de palabras. El MNBA y el
MAC Forestal conforman una unidad arquitectónica conocida como Palacio de las
Bellas Artes, construido a comienzos del siglo XX como parte de las obras que celebrarían
el centenario de la independencia de Chile. El edificio proyectado por el
arquitecto chileno-francés, Émile Jéquer, fue concebido para albergar tanto al
Museo como a la Escuela de Bellas Artes, esta última dependiente de la
Universidad de Chile. Interconectados pero independientes, la Escuela funcionó
en el mismo Palacio hasta que un incendió en 1969 generara serios daños. Tras
las reparaciones, la Universidad de Chile decidió trasladar su colección de
arte contemporáneo a estas dependencias. Así, desde 1974 funcionan en el
Palacio de las Bellas Artes, los dos museos. Actualmente dependiente del
Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, con el afán de conservar
y proteger el patrimonio, y educar, mirando al este, con sus puertas hacia una
gran avenida, el MNBA abre de martes a domingo de 10:00 am a 17.30 horas. Dependiente
de la Universidad de Chile, especializado en arte contemporáneo, mirando hacia
el poniente, con sus puertas hacia el Parque Forestal, el MAC abre solamente de
martes a sábado de 11:00 am a 17.30 horas. Con el equipo ejecutor del proyecto
interpretamos como un gesto irónico sacar escombros, restos, y desechos de la
“casa mayor” del arte en Chile, para luego exhibirles en el museo
universitario, y permitirles hacer ese viaje desde el espacio más conservador
al más experimental, desde el museo con más horas abiertas al público, al más
modesto. Evidentemente, fue un gran honor participar de la 15ª Bienal de Artes
Mediales en uno de los tres espacios en el Palacio de Bellas Artes destinados
para la Bienal[5], pero lo pequeño de la sala que nos asignaron,
el mismo apodo de la sala –el nicho– y el hecho objetivo de que el nicho
colinde efectivamente con la espalda del museo de donde provenían nuestras
“basuritas”[6], revestía de cierta ironía o al menos rebeldía
a la hazaña de regresar con nuestra instalación al espacio museístico.
A las puertas del MNBA – performance en el umbral
En noviembre de 2021, con exponentes tales como Alfredo Jaar y Alicia Vega, se inaugura en el MNBA la 15ª BAM[7] llamada Umbral, en referencia a la obra homónima de Juan Emar. Debido a la contingencia nacional y mundial de la pandemia por Covid-19, no fue posible inaugurar todos los componentes de Umbral en noviembre, por lo que los artistas y equipos interdisciplinarios de la Universidad de Chile y la UC, en el contexto del componente “Crisol” de la BAM, debíamos esperar a marzo de 2022 para exhibir nuestras muestras en el MAC Forestal. Es decir, a destiempo, y a espaldas del MNBA. Este dato, parece anecdótico, pero ejerce un impacto creativo, una activación en nuestro equipo, toda vez que somos capaces de adaptarnos a las circunstancias y trabajar con la lectura de la paradoja en que nos encontrábamos, no solo en tanto al espacio físico, como he descrito en la sección anterior, sino también por el desface temporal. A la performance le llamamos “El desembarco”.
Foto 2: “¿Existe un arte sin basura?”, por Claudio Saitz
Durante la
inauguración oficial de la BAM-Umbral, el equipo de RIHA decidió mostrar a los
asistentes a la evento cómo los desechos del arte –y en este caso del propio
museo al que acudían– se mantienen justamente en un umbral, entre arte y
no. Así, nos ubicamos con tres carros idénticos al del MNBA en la explanada del
frontis del mismo. Cada carro mostraba alguna etapa del proceso de exploración
que había llevado a cabo el equipo interdisciplinar del proyecto hasta el
momento. A modo de provocación e identificación del conjunto del equipo y los
carros, cada participante en esta performance efímera y callejera vestía
una polera gris con letras rojas –cuidadosamente elegidos por compartir la
paleta de colores identitarios de la BAM-Umbral– que exhibía la pregunta:
“¿Existe un arte sin basura?”, como se observa en la fotografía #2.
Desde el MNBA – los desechos del arte
En agosto de 2021 el núcleo
ejecutor del proyecto Arte en Riesgo, y tras una serie de entrevistas virtuales
con el director del MNBA y su equipo, logramos visitar el museo para recibir
algunos restos y desechos de exhibiciones anteriores, así como desechos del
silencioso taller de restauración del museo. Al llegar, los desechos ya estaban
cuidadosamente colocados sobre el carro, tal como aparece en la foto que
exhibimos en el nicho (fotografía #1). El equipo ejecutor del proyecto
estaba compuesto por dos estudiantes de pregrado (diseño), y tres docentes afiliados
a diferentes Facultades (trabajo social, artes visuales y letras), más un
asistente encargado del registro etnográfico del proceso (antropólogo). Ya con
todo el material –pero sin el carro– en nuestro lugar de trabajo, comenzamos a
dejarnos afectar por estos restos. El plan del equipo ejecutor en este punto
era sellar al vació con material traslúcido fragmentos y micro composiciones
con estos restos para luego enviarlos a las y los miembros de RIHA
comprometidos con el proyecto a fin de provocarles. La indicación para las y los
receptores de las micro composiciones era filmar con el celular su unboxing,
y registrar sus impresiones; queríamos saber qué les había provocado el resto casi
indescifrable que habían recibido en bolsas negras del tamaño de una hoja carta
que no dejaban adivinar su contenido.
Me detengo aquí para
recordar que todo el proyecto –al igual que la producción de la misma BAM– se
ejecutó en un contexto de gran incertidumbre y cambios de hábitos. En nombre
del bien común y la salud pública, la pandemia por Covid19 nos obligó a acatar
estrictas cuarentenas en la ciudad de Santiago. Esto significó que la mayoría
de las reuniones de trabajo, especialmente los momentos para pensar juntos y
permitir que nuestros bordes disciplinares se desdibujaran sucedieron en el
espacio virtual que facilitó Zoom. A ello se agrega la incertidumbre y
efervescencia política que venía de finales de 2019, cuando en Chile se produjo
lo que se conoce como el Estallido Social del 18 de octubre. Combinados estos
dos factores, no podíamos predecir cómo se ejecutarían las siguientes etapas
del proyecto, o si podríamos desplegarlas como inicialmente planeamos. Por las
mismas precauciones respecto de la propagación del Covid19, fue que para
manipular los desechos del MNBA trabajamos al aire libre, utilizamos guantes quirúrgicos
(¡desechables, por cierto!) y sellamos cada micro composición al vacío con
material traslúcido (aunque lamentablemente plástico). Al menos las bolsas
negras en que fueron entregadas las constelaciones selladas al vacío eran
compostables.
Luego de despachar las
bolsas negras, a partir del conjunto de elementos que aun componían nuestro
botín, nos dejamos afectar por la materia; en particular, fuimos provocados por
un adhesivo de texto museográfico anterior. El adhesivo descartado para la
exposición de Carlos Altamirano “O si no” del año 2019 concluía con la pregunta
“¿Existe un arte nacional?”. Al núcleo ejecutor comenzó a rondarnos cada vez
con más fuerza la pregunta “¿Existe –o es posible- un arte sin basura?”.
Nosotros mismo, ya nos habíamos enfrentado al dilema de tener que comprar
guantes quirúrgicos desechables y plástico para la selladora. Incluso cuando
con dicho arte –o proyecto de investigación como el mismo que ejecutábamos–
buscamos entender y hacer conciencia sobre el riesgo de la enorme cantidad de
basura que producimos como sociedad.
II. La pregunta inicial: exploraciones sobre lo riesgoso de la basura
Los argumentos previos
Un basural es un
espacio caótico. Recuerdo la imagen –y el olor– de cerros de desechos
acumulados en algún sector de la periferia de la ciudad (aunque no muy lejano
para evitar costos por traslados de largas distancias). De niña vi estos cerros
en Lima, en Santiago, e incluso en Florida, entre Miami y Orlando. En inglés se
usa la expresión “not in my back yard” para enunciar cómo todos los
habitantes de los centros urbanos queremos que la basura sea retirada de
nuestras casas, que vaya a otro lugar lejano, muy lejano… que nos permita
olvidar que la hemos producido nosotros mismos, junto con alejar el olor a
descomposición, moscas y otras especies que consideramos pestes.
Cuando terminaba mi
maestría en Asentamiento Humanos y Medioambiente (a fines de los 1990s), la
asociación de Municipios de la Región Metropolitana (Chile) adoptaba un nuevo
modelo con “estaciones de transferencia” donde se acopiaba y compactaban los
desechos domiciliarios para luego ser trasladados en camiones con cilindros
sellados a un “relleno sanitario”. En el relleno sanitario se velaría por que
los líquidos percolados no se filtraran a las napas subterránea de agua, y
también se instalarían ductos para la liberación e incluso quema de gases producidos
por el material en descomposición, para evitar explosiones y malos olores que
afectaran a los asentamientos humanos cercanos. Al final de la vida útil del
relleno, por haber alcanzado su capacidad máxima, se crearía un parque sobre
los cerros de residuos compactados. Así, al camión recolector de residuos
domiciliares ya no le dijimos más “el camión de la basura”, y al basural ya no
le dijimos más basural. La historia no fue tan feliz y ese giro en el lenguaje
no creó la realidad que esperábamos… pero eso no es el foco de este ensayo.
El espacio caótico que
ya no queremos nombrar, ni mucho menos ver, puede servir como metáfora para
entender la parcelación del concomimiento académico. La gran masa de posible
conocimiento es caótica y es difícil de asir como ese basural donde no se
distingue un elemento de otro ni su origen; en el basural los objetos-restos
dejan de tener nombre y pasan a ser genéricamente “basura”. Hoy en día, los
ciudadanos con conciencia de lo que significa la acumulación interminable de
basura separamos los desechos por categoría y al menos reciclamos: a la
compostera van los restos orgánicos, y luego los vidrios separados de los
papeles y cartones, envases plásticos de variadas composiciones, latas de
aluminio, y un largo etcétera. Un etcétera cada vez más largo dependiendo del
barrio o ciudad donde uno resida. Así como la producción del conocimiento
valioso para la norma académica occidentalizada suele depender del nivel de
ingresos de una sociedad, la producción de basura también; a mayores ingresos,
mayor consumo, a mayor consumo, mayor producción de residuos. Para poder
deshacernos de ellos debemos clasificar; así como para lograr comprender, vamos
organizando el conocimiento en disciplinas (siguiendo a Gaddis en Moran 2002).
Hoy en día en la
academia aspiramos a la colaboración interdisciplinar toda vez que entendemos
que los problemas complejos requieren soluciones complejas y al menos
multidiscilpinares. El problema de la basura va más allá y exige mayor atención
ya que es de índole transdisciplinar. Para entenderlo, mitigarlo y ojalá
resolverlo, se necesita la perspectiva desde múltiples disciplinas que
confluyan en una comprensión amplia e interdisciplinar del problema. Pero tal
análisis y proceso también debe considerar la experiencia de los diversos
actores involucrados, que en su mayoría no vienen del mundo académico y por
ello, la problematización, evaluación y solución del problema de la basura debe
ser transdisciplinar; esta sería la forma más holística. Siguiendo a Celia
Lury, en palabras simples, podemos considerar el trabajo multidisciplinar como
aquel que es sumativo, pero no mutuamente transformador entre las disciplinas
participantes. La interdisciplina, por su parte, se caracterizaría por
interacciones entre y a través de las disciplinas, y emerge justamente a través
de las interferencias entre disciplinas, y entre disciplinas con otras formas
de conocimiento (Lury 1). Estimo que en el proceso de exploración que asumimos
en este proyecto sucedió lo que Lury describe como “… el potencial de los
métodos interdisciplinares para componer problemas como interrupciones del
presente … en la activación del presente”[8] (la traducción es mía), aunque no necesariamente
toda interrupción o activación en nuestro proceso sucedió a
propósito de nuestra propia planificación o expectativa. El presente particular
del proyecto que retrato no fue como lo imaginamos debido a las circunstancias
que ya he descrito; sin embrago, sí hubo una gran apertura inicial de parte de
todo el equipo nuclear y del grupo ampliado. Caracterizaría a las y los
participantes como personas genuinamente curiosas y generosas con sus
reflexiones y tiempo.
A modo de ejemplo,
como ya mencioné, entre el botín de deshechos del MNBA estaba un adhesivo de texto
explicativo para una exhibición del 2019 que terminaba con la pregunta
sentenciosa por un arte nacional. Viniendo del mundo de las letras, el texto
irrumpió en mi sin resistencia. Lo observé y leí con atención, busqué vestigios
de la exhibición anterior en internet, jugué con las palabras, borré algunas,
destaqué otras (las palabras que coincidían con nuestro proyecto, luego los
verbos, otra vez los sustantivos, las fechas, etc.), armé crucigramas y sopas
de letras, construí artefactos parrianos y poemas con formas, cambié el orden
de las oraciones, etc. Como quien recita poesía, al equipo nuclear, les leí
todos estos ejercicios; las palabras comenzaron a aparecer de una manera nueva
ante el artista visual, la trabajadora social, les diseñadores, y nuestro
antropólogo. Y en cada oportunidad, resonaba la misma pregunta: ¿existe un arte
sin basura?
Por otra parte, ya en
la justificación del proyecto para la postulación, a la pregunta por la
multi-inter-transdisciplina con relación a la basura sumamos la perspectiva de
las nuevas materialidades o los estudios de los nuevos materialismos que asumen
que los objetos considerados inertes por el entender occidentalizado también pueden
tener agencia; donde la materia no solo puede ser manipulada por el ser humano,
sino que esta misma crea condiciones que afectan a los seres humanos. Se trata
de un campo de investigación teórica, practica y política que en sí es
interdisciplinar y que se nutre de la fertilización cruzada entre la
antropología, la filosofía, ciencias y estudios culturales, entre otras
disciplinas. Siguiendo a Iris van der Tuin, los nuevos materialismos surgen de
la combinación entre filosofía y la preocupación por el medioambiente y las
futuras generaciones. Entonces las preguntas existenciales que se hace la
filosofía no pueden ser respondidas en un vacío, sino en un espacio
geo-filosófico, es decir, de manera situada. Van der Tuin agrega que los nuevos
materialismos son más bien una metodología que intenta superar los dualismos y
clasificaciones típicas de la academia, justamente al analizar dónde y cómo es
que tales formas de pensamiento surgen, así como superar la noción de que el
lenguaje-todopoderoso genera realidad per se. Así como nos abrimos
inicialmente a dejarnos interpelar por las formas de pensar y ver el mundo
desde otras disciplinas, desde la propuesta inicial del proyecto estuvimos
dispuestos a dejarnos afectar por los restos y basuras ajenas, abiertos a su
agencia.
Mientras nos dejábamos
interpelar por los desechos del MNBA, en los océanos se agrandaban las islas de
plástico, en el Desierto de Atacama se acumulaban ropas desechadas desde otras
latitudes, y los relaves de la minería crecían y crecían. Estas materialidades
ponen en riesgo la vida: la vida humana y más-que-humana, los sistemas de vida
o ecosistemas que sostiene la vida. Ursula K. Heise escribe sobre la sociedad
del riesgo (risk society) y cómo hemos naturalizado el riesgo a tal
punto que empresas como Playmobile ofrece sus emblemáticas figuritas
plásticas en sets que representan cuadrillas de respuesta ante accidentes
nucleares o derrames de petróleo. Desde la sociología y antropología se ha
estudiado que la percepción de riesgo es subjetiva.
Respecto a la percepción del riesgo y peligro, Sabucedo y Rodríguez explican que cuando una persona percibe que puede hacer algo para evitar o prevenir un peligro que la amenaza, esta persona intentará manejar la situación enfrentando el problema. Contrariamente, cuando una persona percibe un riesgo latente ante el cual no hay nada que pueda hacer, bloquea este mensaje y hace como si no existiera el peligro, pues, de lo contrario, la situación se haría insoportable. Esta actitud defensiva es lo que [el filósofo Timothy]Morton llamará el “sueño” del que es preciso y urgente despertar, pues el “umbral del apocalipsis”, como lo llama N[icanor] Parra, nos paraliza. La necesidad de generar conciencia sobre el problema, para así conformar un compromiso ético con “la tribu”, se tensiona con la tendencia defensiva a ignorar un problema ineludible. En este sentido, las promociones de una reflexión interdisciplinaria permiten representar escenarios posibles, donde no solo se visualice la amenaza, sino también se imaginen acciones tendientes a la superación de la crisis por medio de una convivencia sustentable, así como concreta y material.[9]
Esta reflexión que
aparece en libro Futuro esplendor: ecocrítica desde Chile (2019) se
refiere al riesgo ambiental en términos generales y en todas sus formas, no
solo al problema de la basura. Quizás la producción de basura sea solo un
síntoma: vuelvo al lugar común: a mayores ingresos, mayor consumo, a
mayor consumo, mayor producción de basura. La respuesta pareciera estar a mano:
cambio de hábito, consumo consiente, reduzca su consumo. Con ello no solo
disminuiría la producción de basura, sino también los gases de efecto
invernadero y la sobreexplotación. Claramente la producción de basura es solo
una externalidad, nadie querría intencionalmente producir desechos, eso atenta incluso
contra el mismo sistema de eficiencia económica, de un sistema económico que creemos
que debe crecer al infinitamente; un Minotauro que alimentar. De acuerdo con
Thiele, para Chile se proyecta que para el 2040 se generen entre 1 kilo a 1.5
kilo de basura per cápita al día.
Pero la basura, bien
sabemos, no solo pone en riesgo los sistemas que sustentan la vida, sino que se
distribuye de manera desproporcionada, afectando más a la población que menos
basura produce.
La gestión de la basura se ha presentado como uno de los grandes desafíos a lo largo del crecimiento de las ciudades latinoamericanas y chilenas. En dicho proceso confluyen factores económicos, sociales y ambientales. La distribución desigual de los riesgos y cargas ambientales en las regiones metropolitanas conlleva que este tipo de infraestructuras destinada a la recepción de residuos desencadenen una serie de impactos negativos hacia las comunidades aledañas.[10]
En el proyecto Arte en
Riesgo, en el proceso de comprensión del riesgo que implica la producción,
gestión y acumulación de basura, indagamos en torno a la justicia ambiental que
se produce en la llamada zona de sacrificio aledaña al cordón industrial
donde se ubican el terminal marítimo de ENAP y la refinería de cobre de
CODELCO, ambas empresas nacionales, además de la central termoeléctrica de
Ventanas, el terminal Oxiquim, la planta de recuperación de ácido sulfúrico también
de CODELCO, el terminal marítimo Gasmar, entre otras. En este caso, la más
grave de las externalidades que produce el conjunto de estas empresas es la
contaminación del aire, que como “basura” en el aire es aún más ininteligible
que la masa de restos anónimos en un vertedero. Así, cuando las comunidades
afectadas, apoyadas por organizaciones ambientalistas presentaron Recursos de
Protección ante la Corte Suprema en 2018, dicha entidad los rechazó por
considerar que no era posible identificar UNA empresa como responsable[11].
El sociólogo experto
en riesgo que participó en este proyecto como el primer tallerista, Manuel
Tironi, lleva años estudiando el conflicto entre los habitantes de Puchuncaví,
la contaminación que produce este cordón industrial, y las prácticas políticas,
modos de activismo o resistencia que despliegan. A fin de concentrarme en la
reflexión sobre la posibilidad de la colaboración interdisciplinar que articula
este ensayo, destaco cómo Tironoi se sitúa y se queda con el problema
que observa: le llama la atención que la comunidad parece anestesiada[12]. Torino percibe escasos eventos de
manifestaciones como las tendemos a imaginar: en las carreteras, cortando
caminos, ruidosas, llamativas, logrando la atención de la prensa. Desde ese
imaginario espectacular, Tironi no entiende. Así, como la injusticia
ambiental, y en particular la “violencia lenta”, como la llama Rob Nixon, no se
constituyen en eventos noticiosos justamente por la falta de espectacularidad,
los actos de resistencia de la comunidad afectada por la toxicidad del aire en
Puchuncaví son una suma de ejercicios privados que escapan a la vista del
análisis sociológico tradicional; a estos actos Tironi los llamó “activismo
íntimo”[13]. Tironi busca más allá del imaginario
preestablecido, de su repertorio conocido. Así, en el marco de la etnografía, al
estar con la misma comunidad, Tironi descubre los micro y múltiples
actos de resistencia que despliega la comunidad afectada. En el taller sobre
riesgo vinculado a residuos, Tironi compartió sus hallazgos. Lo que me interesa
destacar de este relato no son los resultados sino el ejercicio de apertura
para buscar respuestas en otros lugares, de otras maneras, quedarse con el
problema para detectar las grietas en el sistema disciplinar donde también
pueden surgir polinizaciones cruzadas, esa metodología que intenta
superar los dualismos y clasificaciones típicas de la academia (siguiendo a van
der Tuin). Observo esa apertura que describe Van der Tuin en la búsqueda y casi
auto-desconstrucción disciplinar, en ese atreverse a desaprender de Tironi. Justamente,
Lury advierte que la interdisciplina también puede ser desplegada por un solo
investigador toda vez que expanda sus propios limites disciplinares.
Retomando el aporte de
los nuevos materialismos y su aplicación teórica en la reflexión con basura, Macalpine
ilustra la necesaria apertura de la siguiente manera:
Siempre curiosa
por la seriedad de las palabras y las frases, traigo al primer plano la idea de
cómo el uso de diferentes combinaciones de preposiciones y pronombres provocan
un cambio en el pensamiento. Particularmente, cómo una pedagogía del pensar con
los desechos y una pedagogía sobre los desechos crea espacios de posibilidad
muy diferentes en las relaciones humanas con la basura. Una pedagogía del pensar
con abre espacios para relaciones humanas y relaciones más-que-humanas.
Es justamente en estas relaciones enmarañadas que se despliegan procesos
permanentes de creación de significados en un mundo colectivo y co-constitutivo
evolucionan. [ …. ] A pesar de ser complejo, desordenado, incómodo, una
pedagogía del pensar con quiebra el dualismo que divide el yo/otro.[14] (énfasis en el original, la traducción es mía)
Así,
en el proceso exploratorio, creativo y colaborativo de Arte en Riesgo
intentamos senti/pensar con los desechos del MNBA a la vez que
estuvimos abiertos al senti/pensar de las diversas disciplinas.
El proyecto
inicial suponía una expedición a un vertedero de la Región Metropolitana; allí
recogeríamos residuos testimoniales que eventualmente exploraríamos
colaborativamente hasta construir en conjunto una instalación que diera cuenta
del riesgo asociado a la acumulación de basura. Sin embargo, al recibir la
invitación a exponer en la BAM y conversar con su curador, Enrique Rivera[15], sumado a la contingencia de
cuarentena sanitaria por Covid 19, surgió la idea de explorar los desechos
propios. Es decir, ¿porqué buscar entre la basura anónima del vertedero y no
mirar los desechos producidos en la academia? No fue difícil visualizar papel
de impresora malgastado, restos de obras en proceso e instalaciones pasadas en
los talleres de arte, prototipos sin valor en diseño, maquetas descartadas en
arquitectura… La provocación de Rivera hizo eco en nosotros, pero la pandemia
nos mantenía encerrados en casa y los campus universitarios estaban desiertos,
despojados de sus desechos habituales desde la pausa veraniega que precedió a
la pandemia aquí en el hemisferio sur. Nos quedamos con la encrucijada un par
de reuniones, meditando, discutiendo, contemplando las opciones. En el
intertanto, llegó a oídos nuestros un mito urbano: en el MNBA había un patio
donde se acumulaban restos de exhibiciones previas. El mito era mito y el MNBA nos
aclaró enfáticamente que implementa un buen plan de manejo de desperdicios. No
obstante, logramos interceptar algunos restos de exhibiciones anteriores,
desechos del taller de restauración, tinajas de pintura, incluso algunos
ladrillos.
III. La pregunta central: ¿existe un arte sin basura?
Desde la meditación compartida e interdisciplinar
Junto con el equipo
nuclear del proyecto, participaron otros miembros de RIHA en una serie de
talleres diseñados para facilitar el encuentro entre disciplinas o, más bien
dicho, fuera de ellas. Entre les talleristas contamos con docentes e
investigadores de estética, diseño, sociología, y letras. Entre les asistentes
a dichos talleres y encuentros de consolidación de la instalación, así como la performance
efímera en el frontis del MNBA, participaron una poeta y candidata a doctorado
en letras, una antropóloga, un guionista profesor de la Escuela de Comunicaciones,
una profesora del Instituto de Estética, una profesora artista y docente del
Instituto para el Desarrollo Sustentable, entre otros miembros de RIHA cuya
participación fue menos sistemática. Este caleidoscopio multidisciplinar se
resistió a ofrecer una sola lectura de los desechos que nos entregó el museo.
Desde la literatura y los estudios ecocríticos, entendimos el objeto de estudio, la basura, como una materialidad que «reclama, reenmarca y reposiciona el lenguaje de la basura, compostando y agregando valor, reflejando la sencilla verdad que, en sus interacciones introspectivas y combinaciones, tales palabras [aquellas que nombran la basura] [...] son recicladas, proporcionándoles nuevos poderes y potencialidades» (Marland y Parham 2014, en Casals y Chiuminatto 2019, pág. 49); así, en este proyecto, no solo las palabras que nombran la basura, sino que los mismo objetos descartados y recuperados, reclamaron una nueva oportunidad, y una nueva entrada en el espacio museístico.[16]
Para el proceso de
pensar con la basura y con otros desde diversas disciplinas, fue crucial la
combinación de restos en bolsas traslucidas selladas que el núcleo ejecutor del
proyecto entregó a les participantes para su contemplación, reacción,
provocación. Esto permitió que las nuevas constelaciones reclamaran nuevas
oportunidades y trayectorias.
Tal como fue planeado,
ejecutamos cuatro talleres cuyo objetivo explícito era fomentar el intercambio
interdisciplinar. Los talleres fueron virtuales debido la cuarentena que la
pandemia imponía. Los primeros dos fueron más bien expositivos; el primero, el
“Taller de dramaturgia de la basura y el desecho” estuvo a cargo de Pablo
Chiuminatto. Este taller nos expuso a
una práctica propia de los proyectos teatrales. El segundo fue el “Taller de
sensibilización a la percepción de riesgo ambiental”, a cargo de Manuel Tironi
(respecto del cual he expuesto más arriba el propio proceso de desconstrucción
disciplinar que experimento Tironi). Si bien el contenido de estos dos talleres
fue distinto a los contenidos disciplinares de la mayoría de los participantes
en el proceso, podríamos decir que se activaron en cada cual las formas propias
de procesar la información que estaba siendo entregada, con los sesgos y
perspectivas que nuestras formaciones y deformaciones académicas y
disciplinares permiten. Es decir, si bien nos expusimos a contenidos nuevos, no
necesariamente los experimentamos o percibimos desde ángulos nuevos. En otras
palabras, cada cual pudo observar desde afuera, manteniendo cierta
distancia objetiva, o al menos tan objetiva como nuestras propias disciplinas
nos permiten observar información que es procesada y presentada desde una
disciplina que nos es relativamente ajena.
El ejercicio de
pensamiento contrahegemónico al que nos invitó en su “Taller de diseño de
narrativas contrahegemónicas” el profesor de diseño Pablo Hermanasen, a través
de la provocación de la “maraña”, junto con el “Taller de sensibilización
estética” que condujo la profesora de estética Claudia Lira, facilitaron el
encuentro desde lo que llamaría la “no disciplina”, o un senti/pensar con el
objeto descartado. Con estos talleres los bordes disciplinares se
difuminaron tanto por la propuesta de los encargados, como por el gesto
confiado y generoso de les participantes para entregarse a la provocación
propuesta por sus conductores.
En un comienzo, la
maraña tuvo identidades muy diversas según la experiencia personal compartida
por cada participante. En la medida que se fueron enmarañando las marañas
individuales en la conversación –valga la redundancia– esta se fue revelando
como una entidad completa, casi sin costuras. Puede ser algo manipulador la
conversación en torno a la maraña en el sentido que una maraña es justamente un
objeto compuesto por una diversidad de piezas cuyo origen desaparece para
convertirse en un todo; algo así como los elementos del basural, pues lo que
hicimos en conjunto fue justamente senti/pensar con la maraña.
Retomando la analogía con el conocimiento fragmentado en disciplinas, la maraña
es comparable a la interdisciplina en tanto es un producto que se construye con
diversos elementos que se entrelazan, entrecruzan y tensionan para formar un todo
nuevo, donde finalmente los bordes de cada aporte difícilmente se distinguen de
otros. Más adelante, en el taller presencial, continuamos con la reflexión
compartido sobre la maraña y de ella surgió la metáfora del nudo gordiano.
Esta metáfora puede ser aplicada al problema de la basura toda vez que reconocemos
que toda actividad humana, especialmente en los centros urbanos extensos,
genera restos y deja huella; así, evitar la basura parece tan difícil como
desatar el nudo gordiano. Pero el nudo gordiano también simboliza el trabajo de
investigación interdisciplinar al que aspiramos en tanto supone una serie de
hilos atados de tal manera que es difícil distinguir sus trayectorias
individuales, dónde comienza o termina cada cuerda.
El “Taller de
sensibilización estética” a través del método Sati desarrollado por la
profesora Claudia Lira tuvo como objetivo acercarse de manera sensible al
desecho o fragmentos en nuevas constelaciones de estos que cada participante
recibió. La experiencia permitió profundizar en la posibilidad de senti/pensar
con el objeto. Dicha experiencia fue completamente distinta al modo como
tendemos a acercarnos a nuestros respectivos objetos de estudio, desde
afuera. Despojados de nuestros aparatos de análisis disciplinares y
racionales, esta meditación/contemplación nos sacó de nuestra zona de confort,
invitándonos a utilizar otras habilidades y sentidos, para acercarnos al objeto
desechado, ampliando nuestras posibilidades de percepción.
Cabe repetir que estos
cuatro talleres se desarrollaron de manera virtual, facilitando la coincidencia
de todos los participantes comprometidos con el proyecto en las sesiones, pero
a la vez entorpeciendo la generación de vínculos de confianza tan necesarios
para la colaboración académica interdisciplinar. Sin embrago, percibo que de
todos modos la consecución de talleres, culminando con la provocación de la
maraña y la sensibilización estética, facilitó la apertura necesaria para la
colaboración interdisciplinar.
El encuentro en la huerta… el
juego con
El quinto taller y
último pudo ser presencial. Nos reunimos al aire libre en la Huerta San
Francisco del Campus San Joaquín de la UC. En el informe etnográfico sobre el
proceso, José Guerra escribe:
El Huerto San Francisco se emplaza en lo que podría ser considerado una zona marginal, siendo incapaz de reunir las condiciones suficientes para ser productivo a ojos de las lógicas del capital. Pese a que la crisis sanitaria ha dejado en este lugar las marcas del abandono forzoso, es evidente como el huerto es congruente con el afán declarado por el colectivo. De ser un no lugar, esta zona expuesta al hervidero automotriz y alejada del transito peatonal acostumbrado, se ha vuelto el centro de reuniones que buscan otra forma de pensar la trama tensa que delimita y clasifica disciplinas, sujetos y materia.[17]
La observación de José
es certera considerando que las huertas urbanas son una forma de resistencia al
sistema de consumo y dependencia del retail, constituyéndose en un
espacio regenerativo de autonomía y soberanía alimentaria.
Sospecho que el buen
resultado de la jornada se lo debemos, en parte, a la simple alegría de
encontrarnos presencialmente luego de meses de cuarentena, al espacio de
resistencia que nos acogió y al día soleado en pleno invierno, pero también a
la experiencia lúdica del trabajo con los desechos y la materialidad de estos
mismos. Este taller estuvo a cargo de Luis Prato, el artista-escultor del
equipo y coinvestigador; curiosamente, los demás participantes estuvimos con
las manos en la masa, mientras que Luis se mantuvo como observador.
Más adelante en el
informe José describe:
Nos aprovechamos de que estábamos frente a elementos que no acostumbran ser tratados con cuidado para insistir sin temor en un plan que nadie conocía. Al comienzo cada quien se acercó al mesón; palpando, rasgando y hurgando. Fue así como la exploración de la materia devino en pequeñas obras personales que comenzaron a dialogar con la deslavada timidez de quienes, a causa de su deformación disciplinar, estaban habituados a ese tipo de encuentro. Sin hablar, concentrados en mantenernos en nuestro afán, fuimos invitándonos mutuamente al proyecto común, moviéndonos para responder a un diseño inscrito en la materia. En más de una ocasión, el deseo de poseer aquella materia de posibilidades infinitas detonó una risa nerviosa. Seguimos dándole forma a las cosas, perdiendo la noción del tiempo y la de objetivo, redescubriendo en el ocio una forma de colaboración que parecía acercarnos a la idea de Universidad que nos reconforta. Tan extenuados como satisfechos decidimos parar, dándonos cuenta que desde el comienzo solo se trataba de materia dándose forma a sí misma.[18]
Y la materia continuó
dándose forma a sí misma en la medida que en el equipo nuclear nos mantuvimos
abiertos a que esta misma nos condujera. El resultado del proceso fueron la performance
efímera en el umbral del Umbral, “El Desembarco”, y la instalación en el
nicho del MAC descritas en la introducción. Lo que busco resaltar ahora
es que la instalación siguió abierta a la colaboración y co-creación. Para
nuestra sorpresa, y quizás porque el público que visitó la muestra reconoció en
nuestra instalación que estaba frente a “elementos que no acostumbran ser
tratados con cuidado”, como escribió José en el informe, como sucede en los
museos generalmente, o porque acogieron la invitación –intertexto reciclado de
un artefacto de Nicanor Parra– que escribimos en el travesaño del carro:
“DEPOSITE AQUÍ SUS SOBRAS DE ARTE”[19], muchos sintieron la libertad para seguir
interviniendo nuestra instalación. Escribieron mensajes sobre el mismo carro: “El
arte no es un objeto, es una experiencia”, dejaron notas, dibujos, un dólar
(que desapareció al día siguiente), e incluso una polera negra con letras rojas
–en armonía con la nuestra– que decía “El arte es cualquier cosa” debajo de una
bolsa de basura, como se observa en la Fotografía #3.
Foto 3: “Vida propia”, por Claudio Saitz
Así, hasta el último
día de la exhibición en el MAC, la instalación “¿Existe un arte sin basura?”
continuó provocándonos y exigiendo nuestra atención, cuestionando nuestras propias
ideas de lo que es o no una muestra museística: ¿se toca o no se toca? Recuerdo
que tuvimos conversaciones al planificar el envío de bolsas selladas con
constelaciones y fragmentos del conjunto de desechos que nos entregó el MNBA.
Haciendo retrospectiva, en un momento contemplamos la idea de ofrecer en el
mismo museo bolsas selladas y en sobres negro para que les asistentes abrieran
los sobres negros y se dejaran sorprender o provocar por sus contenidos, para
luego invitarles a colocarlas en una suerte de obra colectiva en proceso. Sin
embrago, nuevamente restringidos por el Covid 19, el equipo del MAC nos informó
que el museo no estaba permitiendo que el público tocara las obras por razones
sanitarias a menos que utilizaran alguna herramienta descartable para hacerlo;
claramente esta no era una opción para nuestra intervención pues estaríamos
generando basura adicional. Pesar de
ello, nuestra instalación invitó al público a intervenirla, exigiendo de
nosotros la mayor apertura, instándonos a quedarnos con las preguntas: ¿toda
intervención del público es un aporte? ¿cómo discernir? Si nuestro material de
trabajo eran desechos, ¿qué valor tenían las ofrendas del público? ¿Por qué los
desechos del MNBA tendrían valor para volver a ser exhibidos, pero las marañas
de los bolsillos de los asistentes no? Como facilitadora de esta experiencia,
observo que el público se emancipó en el espacio museístico socialmente señalado
como se mira pero no se toca. Claramente la instalación tuvo la
capacidad inesperada de “provocar nuevas relaciones” como siguiere Tironi (Lury[20] siguiendo a Tironi; la traducción es mía).
El componente Crisol
de la BAM Umbral estuvo abierta al público un mes. En ese período recibió más
de tres mil visitas. Al momento del desmontaje si bien se cerraba un ciclo, las
preguntas sin respuesta no cedían. Quizás, la única pregunta que logramos
contestar fue la fundante:
¿Existe un arte sin
basura?
¡No!
IV. A modo de conclusión: ¿Qué aprendimos?
Como sugiere el
epígrafe de Jorge Luis Borges, el conocimiento y la acumulación de este (como
la acumulación de basura, agrego yo), resultan inconmensurables, y cualquier
esfuerzo por ordenarles “resulta infinitesimal”[21]. O como dice Juan Emar, “Cuando quiero
echar[les] mano …, se escabullen...”[22]. A lo largo de diez meses de trabajo con
reuniones virtuales semanales con el equipo nuclear de proyecto, discutimos en
diversas oportunidades cómo el exceso de publicaciones académicas, y las incontables
circulaciones de información en el ciber espacio también constituyen una forma
de basura. En una academia que sigue las lógicas de la producción del sistema
económico que creemos siempre debe seguir creciendo, la analogía del conocimiento
categorizado por disciplinas, como los desechos categorizados por materia para
su reincorporación al sistema productivo, se hace más elocuente.
Nuestra reflexión
al final del proyecto constata que los tiempos de esa academia apurada por
producir artículos bien indexados y rendir presupuestos, no siempre acompaña
los tiempos que la colaboración interdisciplinar requiere. Tampoco las
categorías o clasificaciones de las revistas indexadas y fondos concursables
parecen avanzar con la urgencia y flexibilidad subyacente de la colaboración
interdisciplinar para enfrentar problemas complejos como el de la basura. En
esta línea, este mismo proyecto fue posible gracias a un fondo interno de la UC
adjudicado por medio de concurso, con bases y planillas claras, y rúbricas de
evaluación conocidas. La forma de presentar proyectos a estos concursos, en sí
misma, ya determina o prediseña el proyecto. Entonces, si el trabajo
interdisciplinar implica la elaboración de la pregunta y el diseño del proceso en
conjunto con los actores involucrados, este proyecto exploratorio sobre el cual
he descrito en estas líneas tuvo, desde el origen, sus propias restricciones e
imposiciones a sus participantes. Quizás las mayores tensiones asociadas al
proyecto estuvieron dadas justamente por aspectos exógenos tales como las
restricciones presupuestarias, los cambios de fecha para la inauguración del
Crisol por el contexto sociopolítico y de pandemia, junto con la revelación de
la sala mínima en que emplazaríamos nuestra instalación; no así el desafío de
facilitar el encuentro interdisciplinar que nos propusimos.
Sabemos que en
ningún caso resolvimos el problema del riesgo de la basura, ni siquiera el de
la basura que genera la UC. Más bien, el equipo simplemente fue enfrentado al
desafío de generar un aparato que expresara el riesgo de vivir con la basura
que generamos, y hacerlo produciendo la menor cantidad de desechos posibles.
Así, nuestra instalación, especialmente el carro, tuvo como eje conductor una
representación del nudo gordiano, expresado en una trenza anudada a la que dio
forma Luis Prato utilizando sacos escombreros (como se observa parcialmente en
la Fotografía #3), expresando así la imposibilidad de nuestra hazaña.
Constatamos que
para facilitar la colaboración interdisciplinar necesitas tiempo para conocerse
y confiar en la otra persona. Una vez que aflora dicha confianza, necesitas
tiempo para desaprender los límites de tu propia disciplina y permitir que
estos se vuelvan porosos. Por ejemplo, puedo decir con certeza que, si mi
tendencia es a observar el mundo con palabras y metáforas, hoy, después de casi
un año de trabajo junto a Luis Prato, mi coinvestigador, artista-escultor, veo
el mundo con algo más de volumen y textura. De la misma manera que de Ana
Parraguez, mi coinvestigadora, nuestra experta en ciudad y territorio, me quedé
con la pregunta por los rastros de nuestros desplazamientos, e imagino planos y
mapas con más soltura. Espero que hoy, Ana y Luis, se queden más tiempo
saboreando las palabras….
Ese tiempo
necesario para conocerse, confiar, dejarse afectar por cómo se ve y construye
mundo desde la colaboración interdisciplinar, también es aplicable al tiempo
que requiere una meditación profunda del problema de la basura, ese quedarse
con el problema e intentar senti/pensar con ella. Si iniciamos el
proyecto con el objetivo de lograr un trabajo interdisciplinar, les visitantes
al museo claramente nos mostraron que la pregunta por la basura es un tema
transdisciplinar.
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Para citar este
artículo / To reference this article / Para citar este artigo
Casals-Hill, Andrea. ““Proyecto “Arte en riesgo”: una experiencia
interdisciplinar””. Humanidades:
revista de la Universidad de Montevideo, nº 13, (2023): 39-62. https://doi.org/10.25185/13.3
El autor es
responsable intelectual de la totalidad (100 %) de la investigación que
fundamenta este estudio.
Editores
responsables Sofía Rosa: srosa2@uc.cl; Mauricio Cheguhem: mauricio.cheguem@fic.edu.uy; Azucena Castro: azucena.castro@su.se
[1] Jorge Luis Borges, “La biblioteca de Babel”,
en Borges esencial (Barcelona: Penguin Random House, 2017), 62.
[2] Juan Emar, Umbral: primer pilar el globo de
cristal (Santiago: DIBAM, s/año), 191.
[3] En este ensayo se desarrolla en retrospectiva,
a fin de invitar a lectoras y lectores a participar activamente en la lectura,
ordenando y reensamblando las piezas. Así como la misma escritura en
retrospectiva me obliga a detenerme y prestar un modo de atención diferente al
entrenado por la escritura de artículos académicos, invito a lectoras y
lectores a quedarse con esta incomodidad; a través de ella espero transmitir en
parte la experiencia de extrañamiento que se produce en el encuentro
interdisciplinar, en el encuentro con objetos descartados que exigen volver a
circular, y la incertidumbre de los tiempos de pandemia en que se desarrolló
este proyecto.
[4] Agradezco a todas las personas que
participaron en este proyecto: los miembros de RIHA y las y los docentes
talleristas; agradezco también a la Vicerrectoría de Investigación y la
Dirección de Artes y Cultura de la UC por el financiamiento; agradezco a la BAM
por la invitación a participar en el componente Crisol.
[5] En el contexto de la 15ª BAM-Umbral, entre el
26 de noviembre de 2021 y el 24 de abril de 2022, “Umbral” fue exhibida en el
MNBA; entre el 16 de diciembre de 2021 y el 27 de enero de 2022, “El estado de
las cosas” fue exhibida en el MAC Forestal; entre 10 de marzo de 2022 y el 9 de
abril de 2022, “Crisol” fue exhibida en el MAC Forestal.
[6] Mientras termino de escribir este ensayo,
Cecilia Vicuña prepara una retrospectiva llamada “Soñar el agua” en el MNBA.
Para la exhibición, Vicuña invita a las personas a llevar al museo “basuritas”
que pasarán a ser parte de las instalaciones “Quipu menstrual” o “Quipu
semiyo”.
[7] La Bienal de Artes Mediales se plantea como un
espacio de investigación y exhibición. Fue creada en 1993 por la Corporación
Chilena de Video y Artes Electrónicas (CCHV).
[8] Celia Lury, “Introduction: Activating the present of
interdisciplinary methods”. En Routledge Handbook of Interdisciplinary
research Methods, ed Celia Lury et al eds. (Nueva York: Routledge, 2018), 3.
[9] Andrea Casals y Pablo Chiuminatto, Futuro esplendor:
Ecocrítica desde Chile (Santiago: Orjikh Editors, 2019), 27.
[10] Lorena Gaymar, “Espera y lucha para una
remediación ambiental en medio de la basura. El caso del ex relleno sanitario
lo Errázuriz” (Tesis de Magíster en Asentamientos Humanos y Medio Ambiente, Pontificia
Universidad Católica de Chile, 2021), 6.
[11] Claramente, el sistema de justicia y
constitución chilena actual no son suficientes para hacer frente a la
complejidad de estos conflictos.
[12] Recordando y parafraseando las palabras de
Torini, se me viene el adjetivo “anestesiada, pero no puedo asegurar que Tironi
lo haya verbalizado así.
[13] Manuel Tironi, “Hypo-interventions: Intimate activisms in toxic environments”, Social Studies of Science. 48(3) 2018, 438–455.
[14] Kelly-Ann Macalpine, “A pedagogy of thinking with”, Early Childhood Collaboratory, acceso 25 de enero, 2023. https://www.earlychildhoodcollaboratory.net/a-pedagogy-of-thinking-with
[15] Desde 2012 Enrique Rivera es presidente de la
Corporación Chilena de Video y como tal, es productor y curador de la Bienal de
Artes Mediales.
[16] Claudio Saítz et al., “Arte en riesgo:
Humanidades ambientales y ciencias sociales exploran y expresan la vida en
riesgo desde el arte”, Inmaterial. Diseño, Arte y Sociedad 7 (13) 2022,
4
[17] José Guerra, Informe etnográfico para el proyecto “Arte en Riesgo:
Humanidades Ambientales y Ciencias Sociales exploran y expresan la vida en
riesgo desde el arte” (Santiago: manuscrito inédito, 2022), s/n.
[18] Guerra, Informe etnográfico para el proyecto,
s/n.
[19] El artefacto de Parra aparece en Nicanor
Parra. Obras públicas 2006 (Catálogo de exposición, Centro Cultural Palacio
de la Moneda), 73.
[20] Lury, “Introduction: Activating the present of interdisciplinary methods”, 3.
[21] Borges, “La biblioteca de Babel”, 62
[22] Emar, Umbral, 191.