Humanidades: revista de la Universidad de Montevideo, nº 14, (2023):
233-254
https://doi.org/10.25185/14.10
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Attribution (CC BY 4.0.) https://creativecommons.org/licenses/by/4.0
Artículos
Terraformance. Las propuestas germi-nativas del centro rural de arte (CRA)
Terraforming.
The seminal proposals of the Centro Rural
de Arte
Terraformando. As
propostas germinativas do Centro de Arte Rural (CRA)
Yunuen Díaz
Universidad Autónoma del Estado de Morelos, México.
ORCID
iD: https://orcid.org/0000-0002-5100-7435
Recibido:
15/11/2022 - Aceptado: 4/4/2023
Resumen: En el presente trabajo se analizan algunas de las propuestas del Centro Rural de Arte, una plataforma de proyectos artísticos ubicada en la provincia de Buenos Aires que desde 2008 ha desarrollado diversas poéticas de la tierra. Para comprender su práctica presento lo que he nombrado como terraformance: experiencias estéticas que reúnen preocupaciones por el territorio y el medioambiente. Se trata de propuestas germi-nativas donde la naturaleza más que ser un tema es una experiencia de mundo que se vive desde el cuerpo. Retomando el concepto de cuerpo-territorio de los feminismos latinoamericanos, presento cómo el trabajo del Centro Rural de Arte ha ahondado en una diversidad de experiencias que incluyen caminatas, residencias, encuentros, entrevistas, recopilación de recetarios de cocina, intervenciones en mercados y publicaciones. Si el concepto de cuerpo sin órganos propuesto por Gilles Deleuze y Félix Guattari, sirvió como metáfora para explicar los trastornos de la posmodernidad; a través del trabajo del Centro Rural de Arte vemos cómo en el siglo XXI el cuerpo se vuelve orgánico, interdependiente y territorializado, llenándose de afectos y sensibilidades.
Palabras Claves: Arte contemporáneo, naturaleza, medio ambiente, estéticas de la
tierra.
Abstract: This article analyzes some of the
proposals by the Centro Rural de Arte, a Buenos Aires platform for
artistic projects that has been working since 2008 on the creation of poetics
of the earth. To understand this practice, I present what I have named
terraforming: aesthetic experiences that bring together concerns for the territory
and the environment. These are seminal proposals where nature, rather than
being a subject, is an experience of the world that is lived from the body.
Returning to the concept of body-territory of Latin American feminisms, I
present how the work of the Centro Rural
de Arte has delved into a diversity of experiences that include walks,
residences, meetings, interviews, compilation of cookbooks, interventions in
markets and publications. If the concept of a
body without organs proposed by
Gilles Deleuze and Félix Guattari served as a metaphor to explain the disorders
of post-modernity, through the work of the Centro
Rural de Arte we will see how in the 21st century the body becomes organic,
interdependent and territorialized, filling itself with affections and
sensibilities.
Key Words:
Contemporary art,
nature, environment, earthly aesthetics.
Resumo: No presente obra analisam-se algumas das
propostas do Centro Rural de Arte, uma plataforma de Buenos Aires para projetos
artísticos que trabalha desde 2008 na criação de poéticas da terra. Para
compreender sua prática, apresento o que chamei terraformance: experiências
estéticas que reúnem preocupações pelo território e pelo meio ambiente. São
propostas germi-nativas, onde a natureza, mais do que um sujeito, é uma
experiência do mundo que se vive pelo corpo. Voltando ao conceito de
corpo-território dos feminismos latino-americanos, explico como o trabalho do
Centro Rural de Arte aprofundou-se numa diversidade de experiências que incluem
caminhadas, residências, encontros, entrevistas, compilação de livros de
receitas, intervenções em mercados e publicações. Se o conceito do corpo sem
órgãos, proposto por Gilles Deleuze et Félix Guattari, serviu de metáfora para
explicar as desordens da pós-modernidade, através do trabalho do Centro Rural
de Arte vemos como no século XXI o corpo se tornaorgânico, interdependente e
territorializado, preenchendo-se de afetos e sensibilidades biopoéticas.
Palavras-chave: arte contemporânea, natureza, meio ambiente,
estéticas da terra.
Introducción: Terraformance
En la cultura de la energía del carbón, una cultura de trabajadores y
producción, usted es su trabajo:
“soy lo que hago”.
En una cultura energética de
petróleo y gas, una cultura de consumo, ustedes son sus posesiones:
“soy lo que compro”.
Pero en una cultura de energía renovable, eres lo que conservas:
“soy lo que salvo y protejo”.
Margaret Atwood
Figura1. Imagen del proyecto: Un millón de árboles de Marcos Perrnau y Bárbara Molinari, Fotografía de María Baumler, Centro Rural de Arte, 2016.
Aprender a vivir en
una tierra herida es una apuesta muy importante en el arte del siglo XXI. De
acuerdo con Bruno Latour (1947-2022), a finales del siglo XX la globalización
impuso una dinámica de capitales desterritorializados, de flujo incesante de mercancías,
de desasosiego y pérdida de hogar; sin embargo, los límites de los recursos planetarios nos
llevan hoy a cuestionar esas geopolíticas. En Dónde aterrizar (2019), el autor reflexiona sobre el desabrigo
vivido en el siglo XXI a nivel mundial, poniendo de relieve que dicho estado no
es nuevo, pues los países colonizados han sufrido de él desde hace mucho tiempo.
Cuando se trata de preguntarnos cómo afrontar la incertidumbre actual, Latour
nos recuerda:
La pregunta se la hacían y con cuánto dolor, aquellos que sufrían, desde hacía cuatro siglos, el impacto de los “grandes descubrimientos” de los imperios, la modernización, el desarrollo y, por último, la globalización. Ellos saben perfectamente qué significa verse privados de su tierra e incluso ser expulsados de ella. A fuerza de vivir ambas experiencias se volvieron expertos en sobrevivir a la conquista, el exterminio y el despojo de su suelo. (Latour, 2019, p.16)
La vulnerabilidad
vivida en las sociedades latinoamericanas como herencia de los abusos
coloniales ha llevado a muchos artistas a explorar formas de habitar donde se
reconfigura la relación con el territorio. Autores como Macarena Gómez Barris,
exponen cómo el capitalismo colonial ha convertido a la región latinoamericana
en una zona extractiva donde opera “la destrucción sistemática a través de la
desposesión, la esclavitud, y produciendo después un bio-territorio
corporativo”.(Gómez-Barris, 2017, p.4)
Frente a este panorama
las artes se reconfiguran buscando un regreso a la tierra. Más allá de la
exploración poética de una superficie, la territorialidad es una relación no
sólo con el paisaje y la naturaleza, sino también con la comunidad, sus
memorias y sus problemáticas. Esa es la búsqueda de algunos artistas que
intentan construir espacios de refugio, abrigo y resguardo para el presente
siglo. En ese sentido nombro Terraformance
(unión de la palabra performance y tierra) a las prácticas estéticas que experimentan
el entorno desde el cuerpo, en diálogo con el contexto y poniendo su atención
en el cuidado de la vida.
Como propone la
socióloga boliviana Silvia Rivera Cusicanqui,
es momento de trabajar en el
“aquí y ahora de la tierra y su paisaje” (Rivera, 2018, p.36). Así los terraformers son artistas que
encuentran en el arraigo al territorio un sentido de pertenencia y una comunión
profunda. Ya no sólo se trata de reconocer la dimensión corporal de la
existencia (propuesta del performance), el saber que no existe una mente en el
vacío, que todo conocimiento se encarna (Nancy, 2003); sino de experimentar,
además, cómo ese cuerpo habita un lugar, lo que significa pensar en las
problemáticas ambientales, políticas y económicas que atraviesan los espacios
en los que vivimos.
En el libro Mil
mesetas (1998) los pensadores Gilles
Deleuze y Felix Guattari propusieron el concepto de cuerpo sin órganos como metáfora de las sociedades capitalistas de
la época postindustrial, este cuerpo sin órganos sería el producto de la
esquizofrenia como malestar social que convierte al propio cuerpo en una
máquina dislocada (Deleuze y Guattati, 1998) . Frente a ese cuerpo disociado de
la posmodernidad, el arte latinoamericano del siglo XXI se ha propuesto
recuperar no sólo el propio cuerpo de una manera orgánica sino también en
relación con su entorno.
En ese sentido, la
propuesta del concepto cuerpo-territorio
de los feminismos decoloniales y comunitarios latinoamericanos, permite poner
de relieve la interdependencia entre la corporalidad y su medio. La
investigadora feminista Verónica Gago reflexiona al respecto:
La conjunción de las
palabras cuerpo-territorio habla por sí misma: dice que es imposible recortar y
aislar el cuerpo individual del cuerpo colectivo, el cuerpo humano del
territorio y del paisaje. Cuerpo-territorio compactado como única palabra
desliberaliza la noción de cuerpo como propiedad individual y especifica una
continuidad política, productiva y epistémica del cuerpo en tanto territorio. (Gago,
2019, p.91)
La recuperación de la
relación cuerpo-territorio en Latinoamérica es una práctica que se opone a la
explotación realizada en el sistema de pensamiento de la modernidad colonial
donde el cuerpo y el territorio se conciben como entidades separadas. En el
arte del siglo XXI, el cuerpo se territorializa comprendiendo el contexto de un
hábitat conflictivo, extractivista, violentado por las pugnas de poder.
En Tierras en Trance, arte y naturaleza después del paisaje (2018), Jens Andermann
analiza el giro ambiental en el arte latinoamericano como una búsqueda por
reunir aquello que la colonización rompió: la relación entre el cuerpo y el
entorno. Si en el mundo prehispánico la naturaleza era entendida en sus
aspectos sagrados, la imposición de la episteme occidental consiguió instaurar
su instrumentalización. Según este autor, recuperar la dimensión sagrada es un
ejercicio en el que se ha trabajado desde las artes, por ejemplo, en la
realización de paisajes artísticos, pues estos producen momentos de goce
estético en el que se experimenta la integración del cuerpo con el mundo. Sin
embargo, en el arte contemporáneo sucede una relación particular, la sensibilidad
estética se moviliza de la relación con el paisaje a la relación con el
ambiente: “ese giro propone reenfocar el impulso creativo hacia la noción de
«lugar» entendiendo que no se trata de una contemplación pasiva sino de “una
constelación de procesos, antes que una cosa”. (Andermann, 2018, p.300)
Así las artes del
performance que fueron tan importantes en la segunda mitad del siglo XX
poniendo de relieve el cuerpo como experiencia sensible, se transformaron en
experiencias territorializadas. La performance como práctica artística ha
evolucionado de una puesta del cuerpo como metáfora de lo social a una
exploración social a través de la corporalidad que incluye afectos entramados
en colectividades situadas. El modelo individualista del arte construido en el
Renacimiento, que encumbra la figura del “genio” (Nochlin, 2001) ha dado paso a
otras formas de articulación en las que la autoría y el objeto estético, si es
que existen, pasan por muchas manos hasta desdibujarse o se convierten en datos
insignificantes frente a la potencia de la imaginación-acción colectiva.
T. J. Demos expone
cómo el arte centrado en el medio ambiente se aleja de las nociones
contemplativas e invita a la acción enraizada:
El arte ya no prioriza la galería donde se encierra la experiencia de la contemplación estética sola, sino que emerge en estrecha proximidad a la investigación de campo, las pedagogías creativas, la movilización política y las asociaciones y solidaridades de la sociedad civil, donde la colaboración interdisciplinaria refleja las complejas relaciones de la ecología político. (Demos, 2020, p.13)
Así, el arte
contemporáneo amplía la gama de lo que se considera estético proponiendo formas
artísticas que en lugar de producir objetos, promueven la construcción de
espacios, momentos e intercambios sensibles. El arte preocupado por el medio
ambiente no aísla la experiencia estética, sino que busca intervenir en
procesos sociales realizando ejercicios de convivencia donde se ensayan formas
de vinculación que escapan de las lógicas del mercado y las jerarquías de
dominación.
En el presente
artículo propongo analizar el trabajo del Centro Rural de Arte (CRA) como un
ejemplo de las prácticas de Terraformance.
Se trata de una plataforma artística de la provincia de Buenos Aires activa
desde el año 2008 donde se desarrollan diversos ejercicios interdisciplinares
en torno a la vinculación del cuerpo y el territorio. Más que un proyecto
expositivo sus propuestas se articulan como experiencias colectivas que se
materializan en caminatas, encuentros, proyectos de encuestas, recopilación de
recetarios de cocina, intervenciones en mercados y publicaciones que funcionan
como proyectos reflexivos y como memorias colectivas.
En el primer apartado:
Haceres germi-nativos, presento la
oposición entre los modelos mercantiles del arte contemporáneo y las propuestas
de territorialización a las que nombro germi-nativas: divido la palabra para
enfatizar lo nativo, aludiendo a su ascepción de nacer pero también en su
significado de pertenencia a un lugar. A través del trabajo de las residencias
artísticas en ámbitos rurales realizadas por el Centro Rural de Arte, así como
intervenciones de carácter comunitario y silvestre (como contar árboles o
construir jardines), presento un abanico de poéticas para germinar en el
territorio. En el segundo apartado: Religarse
a la tierra, reviso la intervención del Centro Rural de Arte en el Río
Salado donde existe un megaproyecto de ensanchamiento del río desde hace veinte
años. En esta sección se reflexiona sobre poéticas para dejar de pensar en los
ríos como un problema, tratando de construir otros imaginarios sobre los
humedales. Finalmente, en el último apartado: Alter-nativas,[2] presento dos piezas desarrolladas por el
Centro Rural de Arte:
Estos trabajos del
Centro Rural de Arte permiten conocer algunas de las reflexiones estéticas que
las artes del terraformance
materializan en una vertiente muy amplia de experiencias estéticas. Si bien, el
Centro Rural de Arte tiene una trayectoria muy amplia en proyectos y
propuestas, para este análisis se han elegido sólo aquellas que, a observación
de la autora, representan mejor las poéticas del terraformance, cuyos elementos
principales estarían centrados en los ejes: cuerpo-territorio-afectos.
Haceres germi-nativos
Figura 2. Mínimo: Residencia.
Un millón de árboles de Marcos Perernau y Bárbara Molinari, Maria Baumler,
Centro Rural de Arte, 2016.
Desde finales del
siglo XX hemos visto crecer de manera exponencial el número de bienales y
ferias promovidas en todo el mundo. Charles Green y Anthony Gardner han
estudiado cómo esta bienalización del arte contemporáneo se encuentra vinculada
a los procesos de globalización que afectan también a la cultura: todos quieren
participar de la fiebre del arte contemporáneo, este se ha convertido en un
símbolo de estatus y una forma de mercantilización (Gardner y Green, 2016). El
capitalismo global ha insertado en el arte una serie de dinámicas que
convierten al creador en un artista producto, un commodity en el que se invierte esperando conseguir futuros
réditos. El cosmopolitismo, como fenómeno de la modernidad está profundamente
ligado a la colonización. Lo global es un discurso imperialista que pretende
abarcar la totalidad del mundo reduciendo la complejidad de los procesos
artísticos a fenómenos de exhibición y consumo.
En Radicante (2009), Nicolas Bourriaud
propone la metáfora de la hiedra cuyos tallos emiten raíces a su paso, para
hablar del prototipo de un artista contemporáneo capaz de habitar en múltiples
sitios. Muchos de sus ejemplos provienen de artistas con residencia en dos o
tres países, artistas que hacen de los viajes de exhibiciones un modus vivendi; aunque algunos de sus
ejemplos son figuras poéticas, también hay muchos que encarnan al artista commodity. Pienso por ello que más allá
de la propuesta estética, lo radicante
contiene una retórica en la que se consuma el globalitarismo, como le nombra el
filósofo francés Paul Virilio a la imposición de homogeneizar espacios y deseos
a nivel global. En ella funciona la lógica del capitalismo contemporáneo donde
no sólo las empresas son trasnacionales, también los agentes culturales deben
ser productores veloces internacionalizados capaces de surtir al mercado con
diversidad de ofertas culturales que puedan llegar a cualquier país.
Este modelo de éxito
impone la migración de los artistas de las provincias hacia las capitales de
los países y después hacia las grandes ciudades del arte: Nueva York,
Amsterdam, Londres, Berlín, París. Sin embargo, sobre todo en las primeras
décadas del siglo XXI, este modelo ha sido cuestionado por los propios
artistas, muchos de ellos deciden no sólo quedarse en sus regiones sino migrar
de manera inversa, repoblar los entornos rurales con prácticas de trabajo
comunitario que podrían nombrarse como germi-nativas.
La palabra germi-nativas enfatiza el componente
nativo que hace alusión tanto al nacimiento y propagación de la vida, como a lo
endémico que significa circunscribirse a una región determinada entendiendo su
geografía, su paisaje, sus ritmos, sus formas de vida y sus problemáticas.
En ese sentido, el
Centro Rural de Arte ha trabajado mucho en activar prácticas de desplazamientos
invertidos. Si los flujos migratorios en la modernidad se realizan de las zonas
rurales a los espacios urbanos, el Centro Rural de Arte propone lo opuesto, sus
acciones, residencias y eventos estéticos se realizan sobre todo en el campo.
Por ejemplo, en el año 2009 el Centro Rural de Arte organizó una residencia de
investigación y creación en la Estación Forestal del Instituto Nacional de
Tecnología Agropecuaria localizado en la localidad 25 de Mayo, donde once
artistas trabajaron con 14 operarios de la estación compartiendo saberes y
experiencias. Muchas residencias artísticas tradicionales suelen construirse
como espacios ascéticos, separados del mundo, centrados en procesos
introspectivos, las residencias del Centro Rural de Arte buscan, en cambio,
activar procesos colaborativos, participativos, centrados en aprendizajes fuera
de la academia artística.
Por otro lado, en 2018
el Centro Rural de Arte activó un programa de inmersión agroecológica
itinerante en la zona de Saladillo. Las preguntas que guiaron ese encuentro
forman parte del ethos de la
ruralidad:
Vemos en estas
reflexiones cuestionamientos profundos no sólo sobre la práctica del CRA, sino
también sobre la relación entre urbanidad y ruralidad. Los procesos de
modernización en Latinoamérica empujaron hacia el abandono del campo
promoviendo no sólo la desvalorización del trabajo manual, sino también el
despojo y el desabrigo. Si bien la agricultura de auto sustento solía ser una
actividad cotidiana, en el siglo XXI pocas personas conocen los procesos de
siembra y cosecha de alimentos. Pensar en las posibilidades de una agroecología
sin tierra involucra no sólo a comunidades campesinas sino también a personas
de entornos citadinos que no poseen espacios para cultivar. Estas preguntas nos
llevan a repensar la relación con los espacios rurales. Considerados por la
modernidad como lugares de atraso, hoy se presentan como sitios de aprendizaje
donde se recuperan saberes sobre la tierra.
El Centro Rural de Arte también ha
impulsado residencias rurales en colaboración con los centros Terra UNA de
Brasil y Residencia en la Tierra en Colombia. Los tres espacios se interesan
por activar imaginarios que cuestionen las oposiciones y jerarquías que
articulan las relaciones binarias: “local/global, rural/urbano,
tradición/innovación, conocimiento/imaginación, humano/no humano, etc”[4].
Las residencias buscan
promover la inmersión corporal en territorio, son ensayos de vidas
alter-nativas, proyectos que alteran las lógicas de deseo impuestas por el
mercado para explorar los sueños y experiencias territoriales, asociadas al
paisaje, la naturaleza y el reencuentro con lo vivo. Al hacer visible la
interdependencia, en las residencias se generan lazos afectivos entre
participantes, se explora sensorialmente el territorio y se resignifica la
relación con el entorno. En el mundo occidental se impone como norma una
sensibilidad supeditada a la razón, el sometimiento del cuerpo a la
inteligencia, el posicionamiento de lo humano sobre la naturaleza, lo que ha
resultado en la proliferación de discursos y actitudes de insensibilidad. Como
denuncia la ecofeminista española Yayo Herrero:
La invisibilidad de la interdependencia, la desvalorización del mantenimiento de los vínculos entre las personas y la subordinación de la empatía y la lógica del cuidado a la razón y a la utilidad económica, son rasgos esenciales de las sociedades patriarcales: cuanto más devaluados están en el discurso social los vínculos y las emociones, más patriarcal es la sociedad. (Herrero, 2019).
Mientras el modelo de
masculinidad occidental está ligado a la insensibilidad y la violencia, el arte
promueve procesos afectivos que despiertan el deseo del cuidado de las demás
personas y del entorno. En ese sentido la sensibilidad juega un papel muy importante
en los procesos ecológicos, pues la empatía nos lleva a ampliar el
involucramiento con los problemas que enfrentan las comunidades a nivel social,
político y ambiental.
Las propuestas
germi-nativas buscan reestablecer la sensibilidad que permite generar vínculos
socio-territoriales basados en el cuidado de la vida. En ese sentido en 2016 el
Centro Rural de Arte y la Plataforma Lodo apoyaron la realización de la pieza
Por otro lado, en el
año 2014 el Centro Rural de Arte apoyó la realización de la pieza Garden State del colectivo MAMAZA, en
conjunto con el Departamento de Artes del Movimiento de la Universidad Nacional
de Arte de Argentina. Se trata de un jardín instalado en un edificio de La
Boca, compuesto por una colección de plantas prestadas por los habitantes de
Buenos Aires. El Centro Rural de Arte lo describe como “un encuentro entre
plantas y personas, una comunidad-jardín-coreografía donde se llevaron a cabo
conciertos, conferencias, performances y siestas colectivas”[6]. Si las dinámicas urbanas están centradas en
la eficiencia y la producción, el jardín y las siestas invitan a la
contemplación, a la reorganización de la vida en ritmos vegetales que invitan
al descanso.
Las artes germi-nativas convocan temporalidades
que no se corresponden con los procesos de aceleración denunciados por Paul
Virilio en sus análisis sobre la velocidad en el capitalismo donde somos
empujados a vivir en apuro extremo (Virilio, 2007). Frente a ello, la ralentización, la negativa
productiva, la celebración de la siesta permiten generar espacios de distensión
y relajamiento para la sociabilidad.
Vemos en proyectos
como estos que la presencia, la permanencia, el habitar, son acciones afectivas
y sensoriales. Ensayos de otras formas de vida en las que la ruralidad se
vuelve un campo de exploración de saberes no valorados por la cultura
occidental. Se ensayan la vida, el territorio y la comunidad. Se aprende a terraformar.
Religarse a la tierra
Figura 3. Río Salado, Arrebato Topográfico, Centro Rural de Arte, 2021.
En Seguir con el Problema, generar parentesco
en el Chthuluceno (2019) Donna J. Haraway utiliza el feminismo especulativo
para elaborar una teoría sobre un presente posible en lo que ella nombra: Terrápolis. Nuestro planeta pensado como
topología conceptual para plantear vías alternas a la destrucción
contemporánea: “Terrápolis es una ecuación para ¨guma¨, para humus, para suelo,
para la arriesgada infección continua, para epidemias de problemas prometedores,
para la permacultura”(Haraway, 2019, p.33). La palabra guma, proviene del gótico y anglosajón antiguo; se convirtió en la
mucho más conocida palabra: human;
sin embargo, Haraway la retoma para proponer otra noción de seres terráqueos.
Aquellos que no optaron por el camino de la instrumentalización del
conocimiento, aquellos que no desdeñaron el trabajo manual. Guma serían organismos de lodo, es
decir, ligados a la tierra, quienes reconocen que la tierra, nombrada como gaia por algunos ecólogos y pensadores
contemporáneos, no es superficie
inerte sino ser vivo.
Este religarse a la
tierra sería un trabajo de Terraformance,
que como práctica artística consistiría en aprender a habitar con todos los
sentidos, estableciendo relaciones éticas, entendiendo que cuerpo y entorno se
afectan de manera mutua. El terraformance
trataría de reconstruir la relación con la comunidad, con la naturaleza, con la
vida. Se trata de cuerpos que se territorializan contra la barbarie del
capitalismo tardío y las lógicas de consumo desmesurado, contra los
megaproyectos neoliberales, el extractivismo y el ecocidio.
En ese sentido el
Centro Rural de Arte presentó en 2021 el proyecto Río Salado, una investigación
artística para trabajar en la resensibilización de los imaginarios en torno a
los humedales. El río Salado nace en la laguna El Chañar de la localidad santafesina
de Teodelina. Con una extensión de
Este
proyecto se extendió como diálogo sonoro al unirse a AOIR, una plataforma de la
ciudad de Concepción creada y coordinada por Valentina Villarroel y Camila
Cijka quienes trabajan en la difusión de la memoria sonora de la región del Bío
Bío. La pieza es un diálogo entre los ríos Biobío en Chile y Salado en
Argentina con la finalidad de “imaginar conexiones entre ambos flujos”[9].
El encuentro con
proyectos afines ha sido una de las constantes del CRA. A través de sus
colaboraciones se redefinen paisajes, se activan diálogos y se promueven
reflexiones compartidas. Uno de los proyectos con los que ha colaborado el CRA
son los encuentros Arte y
Desindustrialización (2018 y 2020) en la región Bíobio. El objetivo del
encuentro ha sido poner a circular ideas y trabajos en torno a las experiencias
de desaceleración económica en la región, dando cabida a proyectos afines de
otros territorios. Se trata de exponer las problemáticas que los modelos
neoliberales han dejado a su paso. Los procesos de desindustrialización dejaron
marcas topográficas y memorias rotas en comunidades pauperizadas. Vemos en el
siglo XXI las evidencias de todo lo que no logró ser: naves industriales
abandonadas, vías férreas sin uso, fábricas oxidadas. Entender estos paisajes
rotos y tratar de sanarlos forma parte del ejercicio del encuentro.
Alter-nativas
Figura 4. a, Ph. Valeria Weil, Centro Rural de Arte, 2011.
Se trata de crear formas
de habitar alter-nativas; de aprender a arraigarnos en el territorio implicando
al cuerpo y sus saberes. Una propuesta para dejar de soñar con ascender en
jerarquías sociales, o en territorios
celeste-espirituales, porque lo que necesitamos ahora es enraizarnos y también
enlodarnos. Alter-nativos significa entender la pertenencia a un entorno y
comprometernos con su cuidado.
Entrar en el cuerpo de la tierra, que lógicamente, está hecho de palabras, fantasías políticas, económicas, de sociedades, hippies, pueblos, países, árboles, para averiguar qué cuerpos necesitan una práctica de danza como herramienta para otras acciones (CRA).
Además de entender el
propio cuerpo como territorio, aquí se trata de evocar la corporalidad de la
tierra. Una corporalidad integrada por comunidades humanas y no humanas que se
entrelazan a través del movimiento. La danza funciona aquí como activador
sensorial que permite construir comunidades afectivas. La danza estimula el
movimiento de los cuerpos que construyen un lenguaje común en las gestualidades
de sus reclamos. El cuerpo de la tierra es estimulado para producir
coreografías afectivas, entendiendo así a las movilizaciones sociales como
procesos que buscan no sólo una ética, sino también una estética y una erótica.
Una de las preguntas
más interesantes realizadas en las entrevistas fue: ¿Qué te erotiza de la lucha con otros? Pensando
en el erotismo como una intensificación de sensiblidades y afectos que no se
vinculan unicamente a la sexualidad sino que envuelven a la totalidad del
cuerpo. Algunas de las respuestas de los participantes fueron:
“la multitud, el alcance que tienen esas reuniones, cada miércoles se hace más chico el salón y eso quiera o no te forma una adrenalina como diciendo somos más, cada vez vemos más caras y vos decís, hay un apoyo”…
“conocer otras historias, otros procesos de otras compañeras, cómo se sacaron las mochilas de culpa, poder escuchar las historias de mis compañeras que ellas mismas me transmiten”…
“Hay algo caótico en lo colectivo, esa cosa inmanejable y a su vez con tanta lucidez, hay algo del orden de lo inmejorable de la fuerza colectiva cuando tracciona en un sentido de mucha precisión”… (CRA).
Con esta pieza el
Centro Rural de Arte propone pensar en los territorios como espacios
socio-afectivos y como activadores de una erótica social. Si bien el sociólogo
francés Michel Maffesoli ha analizado las comunidades emocionales del mundo
contemporáneo relacionadas con el carnaval, la fiesta y el hedonismo, también
existe una erótica social en la integración de movilizaciones sociales. Las
luchas colectivas articulan una sensorialidad compartida e incluso una
sensualidad:
La afectividad (re) construye las identidades y lazos entre los grupos, los procesos de socialidad son sensuales y corporales, generan subversión al orden social que segmenta la corporalidad. (Castaño, 2012, p.110)
En
los videos realizados por el CRA se enfatiza la emocionalidad del cuerpo
colectivo entretejido, un cuerpo que se identifica como parte de una comunidad
y de una tierra. Otro tipo de prácticas territoriales ligadas a la corporalidad
tienen que ver con la soberanía alimentaria. Los tratados comerciales
internacionales impulsados en la segunda mitad del siglo XX provocaron la
desestabilización de la producción agrícola a nivel internacional. Muchos
países en América Latina importan actualmente los alimentos que antes era
producidos en sus territorios, lo que ha llevado a fenómenos como la migración
y el abandono del campo. Por otro lado, la producción industrial de alimentos
ha fomentado una dieta neoliberal
repleta de alimentos hipercalóricos y ultraprocesados lo que ha llevado a la
Organización Mundial de la Salud a determinar que existe una epidemia de
obesidad. (Otero, 2022, p.5)
Autoras como la
ecofeminista Vandana Shiva, han analizado la relación entre alimentación,
territorio y emancipación, pues una de las luchas más significativas de este
siglo tiene que ver con los procesos monopólicos de producción agropecuaria.
Sobre este tema la pieza [a] desarrollada por el CRA, es una acción
escénica que se llevó a cabo en ferias de alimentos de Belgrano, Pompeya, Villa
Urquiza y San Telmo en 2011. La
intervención consistió en llevar un carromato desplegable e instalar pequeños
módulos con alimentos, con los cuales los performers llevaban a cabo acciones
relacionadas con el comer, algunas de tipo más escénico y otras más narrativas
donde se incluyeron relatos sobre el recorrido que los alimentos realizaron
para llegar a la feria o la lectura de recetas de artistas.
La antología Recetas queridas, derivada de este
trabajo, reúne ingredientes y preparaciones de catorce creadores. No se trata
tan sólo de un instructivo para preparar alimentos, cada cual ha incluido en su
texto recuerdos familiares o instrucciones estéticas. Por ejemplo, Hilkka
Hyttinen no sólo presenta la receta, sino que nos relata una historia sobre el
pez Burbot, su aspecto, su hábitat y el recuerdo de esta receta que ella nombra
como la “obra maestra” de su padre, al tiempo que nos comparte una memoria
sobre la última vez que preparó con él esta receta antes de que este
falleciera.
Por su parte,
Sebastián Cruz propone una receta de recalentado hecha con sobrantes de días
anteriores, por lo que nos invita al no desperdicio. Pep Ramissi, aunque
aparentemente propone una receta bastante sencilla, ha incluido como
instrucción principal el hallar una higuera bajo la cual comer y tomar una
siesta: “Tómese el tiempo para ubicar una higuera. Si hace falta, tómese un
tren, un auto, una bicicleta y diríjase allí”[12]. Si los ritmos contemporáneos nos imponen la
prisa al comer, el artista nos propone otorgarle a la alimentación un lugar y
un tiempo apropiados para construir un momento estético, no se trata sólo de
ingerir los alimentos; degustar y saborear es una parte muy importante de la
alimentación.
Prácticas de cocina
comunitaria, recuperación de recetas, asociaciones con agroproductores
ecológicos, eco-mercados de producción artesanal son algunas de las estrategias
que buscan desnormalizar el consumo industrial de comida. Frente a los
alimentos procesados con cargas calóricas excesivas, proponer productos
endémicos es construir alter-nativas que impactan en los territorios,
(fortaleciendo las economías locales), y en los cuerpos (estimulando la salud,
a través de una alimentación nutritiva). Las luchas alimentarias constituyen
hoy una de las más arduas batallas.
Con estos trabajos
podemos ver cómo las prácticas de terraformance van mucho más allá de la
contemplación del paisaje. El terraformance
entreteje experiencias sensibles del cuerpo con el entorno.
Si bien las narrativas
predominantes de la cultura visual popular del capitalismo global proponen
visiones de catástrofe, vemos como las estéticas de colectivos como El
Centro Rural de Arte proponen alter-nativas desde las cuales se desarrollan
propuestas utópicas, entendiendo aquí la utopia no como un ideal, sino como un
horizonte de esperanza que moviliza a la acción (Bloch, 1977). En ese sentido,
las alter-nativas son proyectos de mundos, ejercicios de resguardo, espacios de
abrigo que exploran posibilidades para habitar el territorio en comunidad.
Las alter-nativas
tienen el papel de constrastar los imperativos de la cultura capitalista con
propuestas biopoéticas, aquellas que ponen en el centro el cuidado de la vida. Intervienen
en los imaginarios, pero también en el accionar. Son proyectos que no piensan
en la naturaleza como una otredad a la que hay que salvar, proponen en cambio
el reencuentro con el territorio comprendiendo sus conflictos, integrando
ecologías sociales donde los cuerpos en lucha componen coreografías vitales.
Esa es la búsqueda de los artistas que intentan construir espacios de abrigo
para el presente siglo.
Conclusiones
He nombrado Terraformance a una serie de prácticas
artísticas que exploran modos de habitar donde se reúnen preocupaciones
estéticas, éticas y políticas.
Terraformar es una apuesta de revinculación con la tierra en un momento
histórico marcado por el despojo. Un arte que imagina poéticas del arraigo y
formas de hacer comunidad. El papel del arte en la transición hacia sociedades
sostenibles es el de sensibilizar en las problemáticas contemporáneas a través
de experiencias estéticas, propuestas sensibles, ligadas corporalmente a los
espacios en donde habitamos promoviendo en ellos el cuidado de lo vivo.
En este estudio
analicé algunas de las propuestas más significativas desarrolladas por el
Centro Rural de Arte que pueden comprenderse como parte de una estética de terraformance. En ellas pudimos revisar
algunas propuestas germi-nativas como las residencias artísticas llevadas a
cabo en espacios rurales vinculando proyectos agropecuarios y artísticos.
También se revisó la intervención del Centro Rural de Arte en el Río Salado donde
existe un megaproyecto de ensanchamiento del río desde hace veinte años. Asimismo,
se estudiaron los proyectos ¿Dónde
termina tu cuerpo? y [a]; como
prácticas alter-nativas. Se trata de propuestas estéticas que configuran
sensibilidades ambientales, estimulando, por un lado, la erótica de los
movimientos sociales y por otro, las poéticas sobre la alimentación, propuestas
donde se religan el cuerpo y el territorio.
Si bien, el CRA no es
la única plataforma que ha trabajado en ello, se distingue por ser una de las
pioneras y por haber mantenido un desarrollo por más de diez años que se
reformula en cada experiencia. Las propuestas del Centro Rural de Arte nos
muestran un abanico muy interesante de reflexiones donde la relación entre el
cuerpo y el territorio se vuelve visible y palpable, produciendo ejercicios de
comunidad en cuyo centro se ubican corporalidades de aprendizaje, reflexión y
gozo.
Desde las recetas de
cocina hasta las siestas colectivas, vemos cómo los ejercicios estéticos del
CRA parten de experiencias donde la piel se extiende entre los sujetos y el
entorno. Sus metáforas no son fijas pues cada pieza requiere de una acción
específica. En ese sentido, es el cuerpo el que produce conocimiento sensible,
es el accionar el que se vuelve estético.
El peso puesto en la
praxis del Centro Rural de Arte busca desjerarquizar las relaciones saber-poder
de las sociedades occidentales en las que la reflexión tiene una carga
simbólica mucho más fuerte que el trabajo del cuerpo. En ese sentido, la
propuesta del CRA de coreografiar una estética social y ambiental, es muy
importante pues coloca al cuerpo, sus saberes, sus memorias y sus poblamientos
en el centro de sus investigaciones.
Corporalizar las
experiencias permite resensibilizarnos y revincularnos con el entorno. En ese
sentido, el terraformance se diferenciaría de la performance en que si bien
ambas prácticas se interesan por enfatizar el papel del cuerpo en la producción
de sentidos en el terraformance se enfatiza la relación del cuerpo con el
territorio como un trabajo estético, ético y político donde las narrativas
coloniales, que diferencian al hombre de la naturaleza, son desconfiguradas
para dar paso a la experiencia de mundos compartidos.
Así, frente al
desabrigo y el despojo que se vive a nivel mundial en el capitalismo
contemporáneo, algunas comunidades estéticas como el Centro Rural de Arte
construyen experimentos sociales y ensayos de mundos alter-nativos en los que
la relación cuerpo-territorio se vuelve a entretejer, de este modo, las
epistemologías occidentales se alteran y se producen perspectivas propias sobre
un habitar en común.
Este trabajo que el
Centro Rural de Arte ha desarrollado por más de diez años ha logrado vincular
espacios académicos, estaciones de investigación agrícola, espacios culturales,
mercados y habitantes, mostrando cómo es posible construir poéticas de la
tierra entrelazando saberes y comunidades en una práctica de terraformance.
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Para citar este artículo / To
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Díaz, Yunuen. “Terraformance. Las propuestas germi-nativas del
Centro Rural de Arte (CRA)”. Humanidades: revista de la
Universidad de Montevideo, nº 14, (2023): 233-254. https://doi.org/10.25185/14.10
El autor es responsable intelectual
de la totalidad (100 %) de la investigación que fundamenta este estudio.
Editor responsable Mauricio
Cheguhem mauricio.cheguem@fic.edu.uy
[1] El CRA fue
creado por María José Trucco, Elina Rodríguez, Pablo Ramos y Luciano Bianchi.
En la actualidad es dirigido por María José Trucco y Elina Rodríguez.
[2] Tomo la palabra alter-nativo de un fragmento en el que Cusicanqui
describe el pensamiento de Frantz- Fanon. Referencia en el libro Un mundo Ch’ixi es posible, ensayos desde un
presente en crisis (Buenos Aires: Tinta Limón, 2018, p. 26).
[3] Cita referida en la página de proyectos del
Centro Rural de Arte. http://www.centroruraldearte.org.ar/archivos/1382
[4] Cita referida en la página de proyectos del
Centro Rural de Arte. http://www.centroruraldearte.org.ar/archivos/1382
[5] Referido en la página de la Plataforma Lodo. http://lodo.com.ar/lodo/
[6] Referencia de la página del proyecto. http://www.centroruraldearte.org.ar/archivos/436
[7] La draga es una máquina que se emplea para
ahondar y limpiar los puertos, ríos y canales, extrayendo de ellos el fango,
piedras y arena. Definición de la RAE.
[8] Cita tomada de la página del proyecto. http://www.centroruraldearte.org.ar/archivos/1498
[9] La pieza se presentó en el marco del Encuentro
Internacional de Arte y Deseindustria en 2022.
[10] ¿Dónde termina tu cuerpo? (2014), es parte del
proyecto DTTCDEM (2014-2016). Para más info se puede chequear la web
específica de este proyecto: http://www.dttcdeem.com.ar/
[11] Se puede consultar en la página del proyecto
del CRA. http://www.centroruraldearte.org.ar/archivos/673
[12] El recetario se puede consultar en la siguiente liga. http://www.centroruraldearte.org.ar/site.new/wp-content/uploads/2014/09/Recetas_queridas_a.pdf