Humanidades: revista de la Universidad de Montevideo, 17, (2025): e176. https://doi.org/10.25185/17.6

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https://doi.org/10.25185/17.6

                                                                                                    Artículos

 

Ética y trascendencia en el ser humano. Un legado de reflexión filosófica desde las tragedias griegas de Antígona y el mito de Edipo rey.

 

Ethics and transcendence in human beings: a legacy of philosophical reflection from the greek trahedies of Antigone and the myth of Oedipus the kinng.

 

Ética e transcendência no ser humano. Um legado de reflexão filosófica das tragédias gregas de Antígone e do mito de Édipo rei.

Macarena Lascevena Norambuena 
Universidad Católica del Maule, Chile
lascevenamacarena@gmail.com

ORCID iD:
https://orcid.org/0000-0002-1073-5428 

 

Javier Ignacio Fattah Jeldres  
Universidad Católica de la Santísima Concepción, Chile
jfattah@ucsc.cl

ORCID iD:
https://orcid.org/0000-0001-8186-2734 

 

Recibido: 08/08/2024 - Aceptado: 3/02/2025

 

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Lascevena Norambuena, Macarena y Javier Ignacio Fattah Jeldres. “Ética y trascendencia en el ser humano. Un legado de reflexión filosófica desde las tragedias griegas de Antígona y el mito de Edipo rey”. Humanidades: revista de la Universidad de Montevideo, nº 17, (2025): e176. https://doi.org/10.25185/17.6

 

Resumen: Las tragedias griegas, como Antígona y Edipo Rey, siguen siendo relevantes para el sujeto moderno al abordar temas universales como el amor, el desamor, la felicidad y el infortunio. Este estudio busca establecer una conexión ética que permita reflexionar sobre la fragilidad humana y los dilemas éticos cotidianos, destacando valores como la verdad y la prudencia. Las crisis y el sufrimiento en estas tragedias son intrínsecos a la naturaleza humana, enseñando y permitiendo el crecimiento a través del dolor. Finalmente, se explora cómo los individuos encuentran un sentido trascendente en la vida, al retar los desafíos y reveses bajo el influjo del heroísmo.

Palabras clave: Edipo Rey; Antígona; ética y trascendencia

 

Abstract: Greek tragedies such as Antigone and Oedipus Rex remain relevant to the modern subject by addressing universal themes such as love, heartbreak, happiness and misfortune. This study seeks to establish an ethical connection that allows us to ilemas n human fragility and everyday ethical ilemas, highlighting valuessuch as truth and prudence. The crises and suffering in these tragedies are intrinsic to human nature, teaching and allowing growth through pain. Finally, it explores how individuals find a transcendent meaning in life by challenging and overcoming setbacks under the influence of heroism.

Keywords: Oedipus the King; Antigone; ethics and transcendence.

 

Resumo: As tragédias gregas, como Antígona e Édipo Rei, permanecem relevantes para o sujeito moderno ao abordar temas universais como amor, desgosto, felicidade e infortúnio. Este estudo busca estabelecer uma conexão ética que nos permita refletir sobre a fragilidade humana e os dilemas éticos cotidianos, destacando valores como a verdade e a prudência. As crises e o sofrimento nestas tragédias são intrínsecos à natureza humana, ensinando e permitindo o crescimento através da dor. Finalmente, explora como os indivíduos encontram um significado transcendente na vida, desafiando desafios e contratempos sob a influência do heroísmo.

Palavras-chave: Edipo Rey, Antígona, ética, transcendencia.

 

1.   Introducción

La ética y la trascendencia en el ser humano son dos categorías que han interesado tanto a filósofos como a diversos artistas a lo largo de los siglos: La ética, comprendida como el estudio de los principios morales que orientan las acciones y decisiones que el hombre aborda en el trascurso de su vida[1][2]. Mientras que la trascendencia se entiende como la búsqueda de significado y sentido que va más allá de lo material y lo profano[3]. Ambos conceptos están estrechamente relacionados en la comprensión moral y espiritual del ser humano, al igual que los dilemas morales y las preguntas existenciales, que son inherente a la experiencia humana.

En este contexto, la tragedia[4] de Antígona y Edipo Rey, siguen manteniendo relevancia en la reflexión filosófica contemporánea a pesar del tiempo trascurrido. Los dilemas éticos y los destinos trágicos de sus personajes nos incitan a reflexionar sobre nuestro actuar ético, creencias y valores. Sus principales representantes fueron: Esquilo, Sófocles y Eurípides, destacándose por abordar una variedad de aspectos de la experiencia humana como el amor, el desamor, la felicidad y el infortunio. En este sentido, Aristóteles, en su obra “Poética” expone que la tragedia es una forma de arte que imita la vida humana al representar acciones que muestran tanto la felicidad como la desdicha. Subraya que la tragedia nos recuerda que la vida está marcada por las acciones y elecciones de cada individuo, y que es a través de estos actos y dediciones que el ser humano conforma su destino, experimentando la plenitud o la tragedia.

En palabras de Aristóteles:

La tragedia es en esencia una imitación no de las personas, sino de la acción y la vida, de la felicidad y la desdicha. Toda felicidad humana o desdicha asume la forma de acción; el fin para el cual vivimos es una especie de actividad, no una cualidad. El protagonista nos da cualidades, pero es en nuestras acciones lo que hacemos donde somos felices o lo contrario. [5]

Hablar de las tragedias griegas inevitablemente nos lleva a la problemática de los dioses y sus relaciones con los protagonistas, nos lleva a cuestionar hasta qué punto la intervención divina permite hablar de libertad, por tanto, de un actuar ético, a esta problemática debemos sumar la hamartia, la cual el protagonista de la tragedia no parece cometer de forma plenamente consciente de ahí que sea posible cuestionar si su actuar es completamente voluntario, pues en caso contrario no podríamos hablar de una ética.

El propósito de este estudio es realizar un análisis comparativo de los mitos de Antígona y Edipo rey, con el objetivo de encontrar una conexión ética, que permita a los seres humanos contemporáneos reflexionar sobre la fragilidad humana y los dilemas éticos que enfrentan en su vida cotidiana, destacando valores como la verdad y prudencia; virtud que se fundamenta en el ámbito de la praxis, terreno en el que se despliega la acción del hombre prudente[6]. Sin perder de vista que las crisis y el dolor representado en la tragedia son elementos propios de la naturaleza humana, al igual que la culpa moral, conocida en las tragedias griegas como mancilla, (culpa heredada). Frente a lo planteado, se formula la siguiente pregunta orientadora: ¿Cómo influye la tragedia en la experiencia de la vida humana en el mundo contemporáneo?

Con base en lo expuesto, la estructura del contenido se organizará en los siguientes apartados. En un primer momento, se abordarán los elementos de la tragedia griega. En una segunda instancia, se presentará un análisis comparativo del mito Antígona y Edipo Rey.  Continuando con la reflexión del actuar ético, la prudencia y la verdad implícita en la tragedia. Finalizando con un apartado de conclusiones en donde se dará respuesta a la pregunta planteada.

2.  Elementos de las tragedias griegas

En una primera aproximación a la tragedia del mundo griego podemos ver que en general estas poseen un componente ético, en ellas se presenta una constante oposición entre las leyes humanas y las leyes divinas, entre la aceptación del destino y la vulneración de la libertad, en estas oposiciones inevitablemente surge el cuestionamiento sobre la libertad del héroe trágico y por tanto también de su ética, entendiendo que todo acto ético implica la libertad. Debemos reconocer que, si bien es cierto que las tragedias no son textos propiamente filosóficos, si tienen un fuerte componente ético, en tanto, nos muestran las tensiones morales presentes en el individuo, es en virtud de lo señalado que es posible distinguir dos modos de ver el problema ético, el de la filosofía moral y el de la literatura moral, en este sentido señala González:

Se han producido, entonces, dos maneras distintas de abordar el universo ético: la de la filosofía moral, que lo hace avizorando a distancia y buscando en dicho universo "claridades y distinciones", visiones fijas y unitarias, regularidades y racionalidades; y la manera propia de la literatura moral que penetra hasta los fondos, se sumerge en el mar de la concreción y es llevada por el flujo infinito de la vida humana la cual, precisamente cuando está comprometida en su destino moral, exhibe las más trágicas contradicciones y tensiones de nuestro ser.[7]

Analizar la ética desde la perspectiva de la obra trágica puede resultar especialmente conflictivo para el sujeto contemporáneo, en el sentido que el individuo actual parece no reconocerse como vulnerable. Mientras que la tragedia nos presenta a un individuo que se reconoce como vulnerable y frágil frente al mundo[8]. Sin embargo, estas obras pueden ser de gran utilidad para comprender el sentido que le queremos dar a nuestra existencia. Según Cismondi y Sequeira “nos saca del anonimato del ser espectadores para otorgar a nuestra voz valor público”.[9] permitiéndonos así trasformar la adversidad cotidiana en nuevas experiencias prácticas y emocionales.

Antes de entrar al problema ético en Antígona y en Edipo Rey es conveniente revisar algunos elementos fundamentales de las tragedias; siendo la problemática de los Dioses uno de los primeros elementos a considerar, en el sentido que dentro de la tragedia estos constantemente intervienen en los asuntos humanos, esta intervención no solo parece coartar la libertad del individuo, sino que en algunos casos lo lleva a actuar de forma errada, autores como Ricoeur considera que en las tragedias el tema de la intervención divina fue llevado a su punto más alto “en la tragedia griega, el tema del hombre «cegado» y conducido a su perdición por los dioses, se llevó de una vez a su punto álgido de virulencia[10].”  La intervención divina dentro de la tragedia suele derivar en la locura de los personajes, siendo posible establecer una locura real y una hiperbólica, exagerada; en el primer caso la intervención divina es clara, son los dioses los causantes del actuar del individuo; “El hombre aparece, pues, como una víctima del conflicto trágico: el héroe que se rebela contra su destino no es sino un títere agitado por los designios azarosos de la Voluntad”.[11]  Mientras que en el segundo caso existe una especie de simbiosis entre lo divino y lo humano, en el actuar se encuentra presente tanto la voluntad del individuo como la influencia divina.

Un segundo elemento a considerar dentro del mundo trágico es el concepto de hamartía, que en el sentido Aristotélico del término puede ser entendido como un error, una falta, aunque no en un sentido moral, en especial si tenemos en consideración que su carácter moral es otorgado por el cristianismo, es en particular con la idea de pecado que este adquiere una carga moral. En suma, “la tragedia versa sobre personas buenas que caen en la desgracia no por defectos del carácter ni por perversidad, sino por una especie de hamartía”. [12]

Esta no necesariamente es una falta plenamente consciente, sino que más bien tiene su origen en cierto desconocimiento de las circunstancias. Un claro ejemplo de esto es el caso de Edipo, quien se creía salvador de Tebas, siendo en realidad el causante de sus males. Esto denota que se puede considerar la hamartía como un error involuntario. Asimismo, lo que le sucede al héroe de las tragedias no tiene que ser totalmente merecido, pero tampoco está completamente desvinculado de las acciones que el individuo haya realizado Y “su argumento crucial era, probablemente, que el sufrimiento que nos provoca eleos y pbobos no tiene que ser ni claramente merecido ni totalmente desconectado con lo que estos desafortunados han hecho”.[13] En este aspecto se muestra al individuo en una faceta totalmente humana, como un ser falible, en donde sus acciones y consecuencias no siempre dependen de su voluntad, de ahí que en las tragedias, el error de los protagonistas, no siempre llegue a ser condenable moralmente y en algunos casos su actuar llega a ser comprendido por el lector. Aristóteles en su poética apunta a que el carácter del héroe debe ser intermedio, es decir, no debe ser en exceso virtuoso, ni tampoco excesivamente negativo, es precisamente este perfil del héroe que lo hace semejante al espectador de la tragedia lo que tiende a generar empatía.

Como tercer elemento se nos presenta la libertad en relación con la naturaleza falible del ser humano. Al hablar de libertad en las tragedias no debemos obviar el problema divino, ya que son los dioses que causan el mal actuar del individuo. Por lo tanto, moralmente el sujeto no es del todo culpable de sus acciones. Aunque el mal comportamiento del individuo tiene su origen en la intervención divina, no podemos afirmar que el actuar humano sea totalmente libre, sin embargo, si podemos hablar de un acto libre, y por tanto ético, en la aceptación del destino trágico, aunque este suceda de todas formas. Es claro que la naturaleza humana es falible, permitiendo así la intervención divina que induce al error. Esta falibilidad tiene su origen en la propia naturaleza humana, que posee una doble dimensión que lo lleva a buscar la trascendencia pero que se ve restringido por su propia realidad, existiendo una tensión constante entre la finitud y la infinitud. Esta tensión se manifiesta en la figura de Antígona, quien lucha por cumplir con lo que percibe como un mandato divino, enterrar a su hermano, desobedeciendo la ley del rey Creonte, aun cuando esto la pueda llevar a la muerte. Su acción refleja la dimensión trascendental del ser individuo, evidenciando la contraposición entre la finitud manifestada por las leyes humanas y la infinitud que representa el mandato divino.

A pesar de la tensión entre lo infinito y lo finito presente en el individuo, la falibilidad del sujeto se muestra en su totalidad en el plano afectivo, en la necesidad de ser reconocido por los otros miembros de la comunidad. No basta con el reconocimiento económico o político, sino que se busca el reconocimiento en las relaciones interpersonales. En este sentido, es posible establecer una analogía con la vida de los seres humanos, en tanto, estos construyen sus vidas por medio de estas relaciones, que dan origen a los vínculos sociales establecidos entre individuos por causas compartidas, como la afiliación política, equipos deportivos, religión, trabajo, familia, negocios, gustos diversos, entre otros.

En efecto, las relaciones sociales desempeñan un papel fundamental en el desarrollo integral del ser humano. A través de ellas, el individuo aprende a adaptarse a diferentes entornos y a adoptar la conducta social más apropiada según el contexto y la situación en la que se encuentra. Sin embargo, desde la perspectiva de Levinas[14] la vida humana no se limita únicamente a la interacción social, sino que está esencialmente vinculada a la ética de la alteridad. En consecuencia, las relaciones interpersonales no solo constituyen vínculos sociales, sino que también nos enfrentan con el rostro del Otro. Desafiándonos a reconocer su singularidad y responder a su llamado de forma ética en función de su bienestar. En palabras de Levinas, el Otro “es precisamente lo que no se puede neutralizar […] El otro como lo absoluto es una transcendencia anterior a toda razón y a lo universal, porque es, precisamente, la fuente de toda racionalidad y de toda universalidad”.[15] En este contexto, el héroe de la tragedia griega no busca necesariamente un poder político o económico, sino que se sitúa en el ámbito de las relaciones interpersonales. En esta esfera, la identidad del sujeto depende de la opinión y la aprobación de sus contemporáneos:

Por eso, la constitución del Sí continúa más allá de la esfera de lo económico y de lo político, en la región de las relaciones interpersonales; allí es donde persigo el propósito de que se me estime, se me apruebe, se me reconozca. Mi existencia, para mí mismo, es tributaria de esa constitución en la opinión de los demás; mi «Sí» —si puede decirse—, lo recibo de la opinión de los demás; la constitución de los sujetos es, por consiguiente, una constitución mutua mediante la opinión. [16]

Es precisamente en esta necesidad de reconocimiento, de la opinión de los demás donde radica la falibilidad humana, no se debe olvidar que para el personaje trágico el honor juega un rol fundamental y este honor se constituye precisamente en la opinión de los otros individuos. Si bien es cierto que los individuos en general buscan ser reconocidos por la comunidad en el héroe trágico esto se exacerba, su necesidad se vuelve pasión, una entrega absoluta de su existencia a una determinada causa, siendo esta entrega absoluta la que lleva al error trágico, a buscar desprenderse de su realidad finita para alcanzar una realidad infinita.

Un último elemento a considerar es la culpa, aunque este concepto no se presenta de forma aislada, sino que guarda estrecha relación con la idea de mancilla, entendiéndose por mancilla una especie de mancha que infecta al sujeto, cabe destacar que la mancilla, la culpa moral en el mundo trágico tiene un carácter hereditario, así Antígona al ser hija de Edipo, quien comete incesto y parricidio, ya posee en sí la mancilla, conviene notar que la mancilla no tiene el mismo carácter que el pecado, en el sentido que el pecado tiene su origen en la voluntad del individuo, mientras que tal como señala Dodds la mancilla es indiferente, opera como el microbio del tifus:

La diferencia entre las dos situaciones es, desde luego, que el pecado es una condición de la voluntad, una enfermedad de la conciencia íntima del hombre, mientras que la contaminación es la consecuencia automática de una acción, pertenece al mundo de los acontecimientos externos y opera con la misma despiadada indiferencia respecto de los motivos que el microbio del tifus. [17]

Dentro del concepto de culpa en la tragedia griega, podemos identificar tres características esenciales. En primer lugar, su sentido positivo; el mal en la tragedia se manifiesta como una presencia tangible; una segunda característica es su carácter externo, en el sentido que es anterior al sujeto, es siempre un continuo; por último, se nos presenta su carácter infeccioso; la culpa se extiende y afecta a otros. En virtud de estas características es lícito afirmar que la culpa dentro del mundo trágico es propia de la existencia humana. Por tanto, para explorar el actuar humano se debe atender a estos factores, así como a las circunstancias que se presentan a lo largo de la vida. Estos elementos contribuyen a que el ser humano este más próximo a desarrollar la excelencia durante su existencia. Sin embargo, no debemos olvidar que “esa vida se desenvuelve en un terreno vulnerable, frágil, mutable, es decir, que el hombre está expuesto constantemente a los reveses de la fortuna, del azar, de lo inesperado” [18] En consecuencia, es fundamental tener en cuenta que el horizonte del pensamiento griego se enfoca en desarrollar en el hombre la importancia de sobrellevar una vida buena. Esta cualidad se descubre y se moldea en el ámbito de la praxis, lo sensible y lo cambiante.

3. Análisis estético comparativo de los mitos de Antígona y Edipo Rey.

Las tragedias griegas exploran temas universales relevantes para la experiencia humana. Lo que las convierte en una fuente inagotable de reflexión. Aunque Antígona y Edipo Rey pertenecen a distintos tiempos mitológicos, comparten una riqueza temática que invita a un análisis comparativo desde una perspectiva ética - filosófica. En este contexto, exploraremos como se entrelazan los valores de verdad y prudencia en los destinos trágicos de sus protagonistas, esenciales para la experiencia humana y profundamente visibles en ambas obras. Por lo tanto, “La tragedia griega es un es fuerzo del espíritu humano, por aclarar el enigma del universo, por entender el sentido último de la existencia humana[19]. En este sentido, las tragedias griegas tienen una cierta analogía con la filosofía, ya que en su entramado reflexivo se manifiesta una profunda búsqueda de la humanidad por encontrar respuesta a las preguntas existenciales; ¿Quién soy? ¿Cuál es mi misión en la vida? En esta misma línea, las tragedias griegas procuran desentrañar los misterios de la vida, y las preguntas existenciales que surgen en el ámbito cotidiano, representado por los personajes, como el propósito de la vida, el significado de la desdicha, la justicia, la moralidad, el amor y el desamor extrapolándola al universo, al destino y a los dioses. En efecto, ambas, la tragedia y la filosofía exploran las grandes preguntas de la existencia humana.

Por otra parte, se concibe que la historia está constantemente atravesada por un atisbo de verdad, emergiendo en un momento determinado y alterando el curso de la misma. Este atisbo de verdad puede ser entendido como una unión entre el tiempo vivido y el tiempo representado, donde la experiencia individual de un acontecimiento (tiempo vivido) se encuentra con su representación neutral y justificada (tiempo representado), generando un impacto significativo en cómo reinterpretamos y comprendemos la historia. “Esta oposición se ha caracterizado a menudo –desde Bergson hasta Husserl y Heidegger– como un conflicto entre un tiempo interno, auténtico e incomunicable y un tiempo externo, impropio y mensurable.[20]

En Antígona, el valor de la verdad se manifiesta en el conflicto moral de sepultar a su hermano Policente desafiando la orden dada por el rey Creonte, quien prohibió su sepelio como castigo a su rebeldía, Antígona defiende la verdad moral de que los muertos merecen un entierro digno, independientemente de las leyes humanas. Por otro lado, en Edipo Rey, la búsqueda de la verdad, se manifiesta cuando Edipo decide indagar sobre su origen y la maldición que ha caído sobre Tebas, desencadenando así una serie de sucesos trágicos.  Al descubrir que él mismo mató a su padre y desposó a su madre, enfrenta una verdad inaguantable. Ante tal revelación, exclama; “ah, ah desgraciado de mí ¿A qué tierra seré arrastrado, infeliz? ¿Adónde se me irá volando, en un arrebato, mi voz? ¡Ay, destino! ¡Adónde te has marchado?[21]” Así pues, la certeza de su propio origen se vuelve intolerable para Edipo, lo que finalmente lo lleva al autoexilio.

Si bien es cierto que ambos mitos abordan el valor de la verdad, lo hacen desde perspectivas diferentes. Antígona busca valientemente la verdad moral, mientras que en Edipo Rey la verdad resultó ser devastadora y desencadenante de sufrimiento. Según Alegre, la búsqueda de la verdad y del ser en las tragedias encuentra un símil con la filosofía, particularmente en relación con la pregunta por la verdad y la existencia.

En palabras de Alegre:

La tragedia griega es, también, filosofía. ¿Qué es la filosofía? La búsqueda de la verdad y del ser; cuando se descubre el ser de las cosas, nos hallamos ante una situación de verdad. Pensemos, según lo escrito, en Edipo rey, de Sófocles. Edipo, rey constituye una apasionante y dolorosa- búsqueda de la verdad por parte del héroe; una búsqueda de la esencia de su ser. [22]

En este sentido, las tragedias griegas como la de Antígona y Edipo Rey marcan un punto de inflexión en las vidas de sus protagonistas a través de la verdad[23]. Estas obras no solo  explorar la noción de verdad en la tragedia humana. En este contexto, la verdad se trasforma en un fermento que impulsa tanto el cambio existencial como la comprensión trascendente de la realidad. Este proceso lleva al ser humano a cuestionar su propia existencia, especialmente en momentos de conflictos, donde la necesidad de conocimiento se vuelve imperiosa. Este autoconocimiento no solo proporciona un mayor dominio de mismo, sino también, nuevas habilidades cognitivas para enfrentar los desafíos e infortunios que puedan surgir en la vida, ya sea por casualidad o destino.

Continuando con nuestro análisis comparativo, otro valor fundamental tanto en las tragedias griegas como en la vida misma es la prudencia, entendida como la capacidad de pensar y discernir frente a situaciones complejas. En la Grecia antigua, se consideraba esencial formar al individuo en la phrónesis o prudencia, ya que, a través de la experiencia y la praxis, se creía que era posible alcanzar esta virtud.

En este contexto la prudencia:

Era una virtud que se tenía que adquirir con el esfuerzo y la práctica, con la repetición y la imitación de modelos. Se pensaba que la phrónesis era la que usaba el héroe para superar la tragedia, para salir de ella. Por eso la phrónesis estaba conectada con la tragedia, y esta con la educación [24]

Sobre lo expuesto, la prudencia invita al ser humano moderno a reflexionar sobre las cualidades que definirían a un hombre prudente, entendiendo la prudencia como la capacidad de tomar decisiones sabias y justas. Esta virtud, esencial para enfrentar y superar la adversidad mediante el razonamiento, fue fundamental en la antigua Grecia. La educación en la phrónesis buscaba formar individuos que, al conocer sus cualidades y limitaciones, pudieran vivir una vida plena. Así pues, “un hombre que delibera rectamente puede ser prudente en términos generales. Pero nadie delibera sobre lo que no puede ser de otra manera, ni sobre lo que no es capaz de hacer.”[25]

La virtud de la prudencia en el mito de Antígona se representa en la capacidad de Antígona para actuar de manera justa y equilibrada, discerniendo entre lo correcto e incorrecto. Antígona se enfrenta con el dilema ético de obedecer las leyes divinas o las leyes del hombre, desafiando el edicto de Creonte. Es preciso considerar que, tanto Antígona como Creonte, poseen visiones éticas que podemos denominar como limitadas, en el sentido que Creonte se guía exclusivamente por las leyes de la ciudad, ignorando cualquier otra circunstancia, mientras que Antígona solo se centra en las leyes divinas, sin embargo, y a pesar de lo limitado de ambas visiones podemos ver cierta superioridad ética de Antígona, en especial si consideramos que no busca beneficio alguno, sino que solo busca cumplir con el deber. No obstante, al actuar de acuerdo a lo que considera su deber, olvida un componente central del desarrollo ético, la prudencia, aunque debemos reconocer que actúa de acuerdo a la compasión, siendo este último un elemento sustancial en la toma de decisiones éticas.

La prudencia, en Edipo Rey, se hace evidente cuando Edipo enfrenta los misterios de su vida y busca comprender la verdad que se esconde tras ellos. Su pensamiento crítico y discernimiento ante las situaciones adversas, un deseo genuino de tomar decisiones sabias y consecuentes. Mientras que, el actuar ético de Edipo se caracteriza por su voluntad de confrontar las acciones funestas realizadas en el pasado y las consecuencias que estas conllevan, aunque sea bajo el velo de la mancilla. “Las lamentaciones de Edipo expresan la abyección de los actos cometidos, no por la impropiedad de la acción en sí, sino con quién y contra quién ha sido cometida.”[26]  A través de este proceso, nuestro protagonista aprende de sus experiencias y adquiere conciencia de sí mismo en su nueva faceta de desterrado como consecuencia de su trágico destino. En efecto, “la prudencia, por una parte, forja la propia “humanidad del hombre” frente a los demás animales y, por otra, constituye el territorio por excelencia en que dicha humanidad se inscribe en la comunidad, en las polis.”[27]

En el contexto de las tragedias griegas, la interpretación psicoanalítica de Freud sobre Edipo Rey aporta una perspectiva significativa sobre la relación entre el individuo y su destino. Freud parte su análisis de Edipo Rey planteando una oposición entre la voluntad divina y la del sujeto, señalando que la resistencia o el exceso de prudencia de Edipo ante su destino juega un papel principal en su tragedia. En palabras de Freud: “Edipo Rey es una tragedia en la que el factor principal es el destino. Su efecto trágico reposa en la opción de la poderosa voluntad de los dioses y la vana resistencia del hombre amenazado por la desgracia.”[28] Sin embargo, esta oposición no parece alterar el curso del destino, sino que este se impone de manera inevitable.  Así lo reconoce Antígona cuando afirma; “Pero el poder del Destino es terrible, y ni la opulencia ni Ares ni las torres de las murallas ni los obscuros navíos batidos por las olas, pueden esquivarlos.”[29] En la concepción trágica del mundo griego, el destino es una Fuerza ineludible, ante la cual la prudencia se presenta como un elemento fundamental. Aristóteles la define como la capacidad de deliberar virtuosamente sobre lo que es bueno, una cualidad que Edipo mismo encarna al intentar resistirse a su destino, aun cuando su lucha esté condenada al fracaso.

En efecto, parece propio del hombre prudente el ser capaz de deliberar rectamente sobre lo que es bueno y conveniente para sí mismo, no en un sentido parcial, por ejemplo, para la salud, para la fuerza, sino para vivir bien en general. [30]

Así pues, en las tragedias griegas, la necesidad de la prudencia se presenta como una constante, ya que es mediante esta virtud que la Polis logra alcanzar la estabilidad. El propósito de exponer al individuo a experiencias trágicas es formar, posteriormente, un hombre prudente, el phrónimos capaz de discernir ante situaciones divergentes que involucran aspectos tanto físicos como emocionales. En este sentido, la experiencia, juega un rol primordial en este proceso, por estar presente en cada momento de la vida del ser humano. Sin embargo, es necesario extraer el conocimiento de estas experiencias para avanzar, procurando tomar decisiones coherentes con los fines particulares de cada sujeto.

En efecto, la naturaleza trágica de estas obras está profundamente conectadas con las dificultades presentes en las sociedades antiguas, así como con los acontecimientos de la época actual. Lo trágico invita a repensar las complejidades que traen tanto la vida social como individual, el actuar ético y político del sujeto moderno. Es decir, la particularidad de las tragedias griegas interpela al ser humano a reflexionar y discernir cómo quiere vivir su vida, independientemente de que esta esté constantemente abrazada por el dolor. Por lo tanto:

Estos textos griegos presentan una compleja mirada sobre la condición humana, que posesiona el problema ético entre lo que cabe responsabilizar a los sujetos como los agentes del mundo y la contingencia de ser hechos por la fortuna. Pero ciertamente saber vivir una vida nueva dentro de esa mezcla entre el hacer y el ser hechos demanda de una reflexión ética profunda y particular que va a implicar aceptar la contradicción.[31]

En último lugar, las tragedias griegas nos recuerdan que la vida, con todas sus contingencias y dilemas, sigue siendo una experiencia que requiere de un constante equilibrio entre la acción, la reflexión y la aceptación. En otras palabras, invitan al sujeto moderno a aprender a vivir su vida aceptando y mediando con valores contradictorios. Como es el caso de Edipo Rey, en donde “vemos convivir en Edipo al asesino y al sujeto bien intencionado. Pero no ya desde una lectura psicoanalítica de las conductas, sino entendiéndolas como producciones sociales”[32]. Ahora bien, el sujeto moderno no está lejos de vivir en su cotidianidad la contradicción ética reflejada en el mito de Edipo Rey. Por una parte, se les motiva a ser competitivos e individualistas en el ámbito laboral, mientras que análogamente se valora la cooperación y el trabajo en equipo, así como la solidaridad social frente a la adversidad. Es decir, las tragedias griegas dejan de manifiesto la complejidad de la naturaleza humana.

4. Importancia de la tragedia en la experiencia de la vida contemporánea.

La Poética de Aristóteles ofrece una interpretación primordial para comprender las tragedias griegas, al ostentarla como una forma de mimesis que busca apelar tanto la piedad como el temor en el espectador “Puesto que la imitación tiene por objeto no sólo una acción completa, sino también situaciones que inspiran temor y compasión”.[33] Sin embargo, Aristóteles, también sostiene que esta conexión emocional se logra a través de la personalidad particular del personaje, que debe ser análoga a la del espectador. No obstante, para lograr esta conexión no se requiere de un individuo virtuoso en exceso, ni tampoco que carezca de virtud, sino más bien un hombre medio.

En lo que se refiere a lo expuesto Aristóteles sostuvo:

Queda, pues, el personaje intermedio entre los mencionados. Y se halla en tal caso el que ni sobresale por su virtud y justicia ni cae en la desdicha por su bajeza y maldad, sino por algún yerro, siendo de los que gozaban de gran prestigio y felicidad, como Edipo y Tiestes y los varones ilustres de tales estirpes. [34]

Por otra parte, es importante considerar que, para Aristóteles, las tragedias no solo son representaciones bosquejadas para el entretenimiento de los espectadores, sino que también cumplen una función pedagógica. En estas obras, se hallan una imitación de carácter elevado que apunta un fin mayor; inducir una acción liberadora, una suerte de catarsis, o purgación emocional tanto en el espectador como en la sociedad en general. Este proceso emerge de los sentimientos humanos al verse reflejados en los personajes trágicos, revelando así la vulnerabilidad y fragilidad, la verdadera esencia del ser humano, a pesar de los intentos de ocultarla en su comportamiento.

Siguiendo lo mencionado, Lesky afirmo que:

La tragedia es la representación imitadora de una acción seria, concreta, de cierta grandeza, representada, y no narrada, por actores, con lenguaje elegante, empleando un estilo diferente para cada una de las partes, y que, por medio de la compasión y el horror provoca el desencadenamiento liberador de tales afectos. [35]

Sin embargo, en la vida contemporánea, la tragedia griega sigue desempeñando un papel significativo en la experiencia humana al poner de manifiesto las vidas de personas que han caído en la desdicha a causa de “un acontecimiento que no está en su mano dominar. Es una circunstancia que mueve a compasión, pero no podemos negar que se trata de un hecho corriente en la vida humana”.[36] Es decir, la tragedia nos muestra la complejidad y ambigüedad de la moralidad y la ética, llevándonos a examinar nuestras propias creencias y valores a través de los personajes trágicos y las situaciones dramáticas. Nos demandan a cuestionar el significado de lo bueno y lo malo en un mundo en constante cambio. Además, diversos pensadores consideran que vivimos en un mundo donde la reflexión ética está siendo reemplazada por la inmediatez de la tecnología, el cansancio y el consumo. Enfrentándonos constantemente a dilemas morales en nuestro ámbito familiar, laboral o social, para los cuales no siempre estamos éticamente preparados para resolver. Del mismo modo que los héroes de la tragedia, nos vemos expuestos a situaciones que ponen a prueba nuestra integridad y capacidad de discernimiento.

En esta misma línea, Vélez Upegui sostuvó que:

Los héroes de la tragedia se ven enfrentados a situaciones disyuntivas, contradictorias, opuestas, que reclaman la toma de una decisión. No están, pues, exentos de dudar cuando se ven aproximados a elegir entre dos expectativas encontradas. La duda, la vacilación o el dilema, sombrea, en el seno de la tragedia.[37]

Con base en lo expuesto, los dilemas éticos, como la toma de decisiones complejas, son aspectos nucleares tanto en las tragedias griegas como en la vida contemporánea. Como ya sabemos, Antígona se ve enfrentada a un dilema ético, sin embargo, actúa de acuerdo a sus convicciones éticas a lo largo de toda la obra. En términos contemporáneos, podemos afirmar que actúa de acuerdo a una ética de la convicción, siendo una heroína trágica o una especie de mártir de sus creencias, un nuevo arquetipo de heroína dentro de las tragedias. En ella es posible ver la dualidad ética del ser humano, el exceso y la virtud. En tal sentido, “Antígona es una heroína nueva. Es, en realidad, una mártir de sus convicciones, de su conciencia. Sin que Antígona pierda los rasgos de exceso, de violencia, de autoafirmación personal que eran propios del héroe tradicional.” [38] Si bien es claro que Antígona actúa de acuerdo a sus convicciones, no debemos dejar de reconocer que en su actuar es incapaz de tener en consideración a los demás, ya sea su propia familia o el punto de vista de la polis. En otras palabras, Antígona actúa según su propia voluntad, sin detenerse a evaluar las consecuencias que sus acciones podrían traer a su mundo contingente. Al igual que Antígona, Edipo Rey tampoco recapacitó sobre las consecuencias de sus actos, más bien:

Quiso dar crédito solamente a su voluntad y erradicar la acción de la fortuna. Edipo es incapaz de jugar productivamente con la fortuna, sólo sabe la forma de imponer su voluntad sobre la acción contingente del mundo. De hecho, esto es lo que sucede cuando mata a su padre en el cruce de caminos de Corinto a Tebas. A través de sus asaltos impulsivos e irreflexivos, su soberbia y tozudez, acomete contra la vida, sea además la de su padre y esto desata la peste en Tebas.[39]

Es evidente que las situaciones representadas en las tragedias griegas, tanto de los personajes como de los héroes, no son ajena a las vivencias del hombre moderno. El conflicto y la incertidumbre inseparable a la tragedia son una parte intrínseca de la vida humana. De este modo, ambas narraciones trágicas alientan al ser humano a reconocer la relevancia de sus acciones en la construcción del escenario colectivo, que es el espacio político de la intersubjetividad, donde actúa como agente vulnerable y responsable del contexto social en el cual se desenvuelve. Las “tragedias remueven algo en la conciencia, si uno es capaz de leer entre líneas. Lo que ve sobre el escenario le es familiar y se puede sentir identificado.”[40]

En este marco, la tragedia proporciona al sujeto la oportunidad de examinar la naturaleza de su sufrimiento y la búsqueda de sentido en medio de las crisis. Al observar las desdichas de los personajes, o de otros seres humanos, se estimula a ser consciente sobre la manera en que enfrentamos el dolor, la pérdida o la tragedia, dado que son dilemas y emociones que tarde o temprano todos experimentaremos. Además, de reconocer que: “el hombre es el responsable de sus actos y que estos, al ser realizados, generan unas consecuencias punibles cuyo significado revelan al agente su propia condición”[41]  Dicho de otro modo, las tragedias griegas no solo dejan de manifiesto el sufrimiento y complejidad de la existencia humana, sino que también brindan la oportunidad de reflexionar sobre las acciones  y responsabilidades, tanto a nivel personal como colectivo.

En efecto, al comprender estas obras a temporales, se puede encontrar respuestas a las propias luchas y desafíos, lo que genera una mayor consciencia ética sobre sí mismo como los demás. Tales obras llevan al ser humano a experimentar la experiencia ineludible del sufrimiento, haciéndole reflexionar sobre su fragilidad ética a la que cotidianamente está expuesto.

5. Reflexiones finales.

A modo de conclusión, podemos aseverar que las tragedias griegas, en especial Antígona y Edipo Rey, continúan impactando la vida y la contingencia del ser humano. Al indagar cómo estas obras abordan temáticas universales como el destino, el poder, la justicia, el amor, el desamor, los dilemas éticos, la incertidumbre y la vulnerabilidad. Y valores como la libertad, la verdad y la prudencia, se puede extraer aprendizajes significativos y herramientas cognoscitivas para que el ser humano contemporáneo comprenda mejor los desafíos éticos, emocionales y trascendentales que enfrenta o podría enfrentar a lo largo de su historia.

En respuesta a la pregunta orientadora ¿Cómo influye la tragedia en la experiencia de la vida humana en el mundo contemporáneo? Podemos sostener que las tragedias presentadas en este artículo tienen una influencia positiva en el sujeto moderno, por contradictorio que parezca. El mayor aprendizaje del ser humano emerge en paralelo al dolor o a la tragedia, es decir, cuando el hombre ha caído en desgracia. Esto conlleva a que, posteriormente, el ser humano tome conciencia de su subsistencia, de sus acciones éticas y morales, tanto individuales como sociales, encontrando así un sentido trascendente en su existencia al enfrentar las vicisitudes de la vida bajo el velo del heroísmo, que como seres vulnerables empero resiliente a la vez tenemos que aprender a enfrentar y a vivir la vida misma.

Reconociendo, además, que el ser humano en esencia es un ser contradictorio o dual, lidiando, por una parte, con el bien comunitario, pero también con el bien individual. Esta contradicción se hace presente en ambas obras, pero también marca presencia en la acción humana. En este sentido, las tragedias griegas hacen que observemos las acciones individuales y sociales desde perspectivas diferentes a las acostumbradas. Obteniendo otra lectura de las contingencias de la vida y de nuestra propia naturaleza humana, como ser histórico, social, privado, frágil, heroico, compasivo, egoísta, religioso, secular, político, con un pasado, un presente y un futuro al cual persistentemente se le teme. Es decir, un ser humano inacabado, fundamentado en la noción del bien, que según Aristóteles es aquello hacía, lo que tienden todas las cosas.

De igual manera, las tragedias griegas ofrecen a través de la catarsis una liberación emocional al ser humano, al sentirse interpelado por la narrativa de la tragedia, dejando una impronta de valiosas lecciones que pueden ser trasmitidas a otros sobre la importancia del bienestar psicológico y emocional en la sociedad contemporánea. Como resultado, podemos tener una visión más clara de nuestra propia fragilidad y complejidad humana y del entorno en el que nos desenvolvemos. Esto nos permite, confrontar y reflexionar sobre la historia trágica de los personajes y los dilemas existenciales que cada ser humano vive, pero que a menudo no sabe cómo expresar ni cómo afrontar.

Finalmente, se nos invita a salvaguardar y cultivar estas obras clásicas, para asegurar que continúen siendo una fuente de inspiración y aprendizaje para las generaciones presentes y futuras. Ya que, en sus diversas formas de representación, dejan ostensible una enseñanza ética digna de imitar y recapacitar, independientemente del momento histórico en que se encuentre el ser humano.

 

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Contribución de los autores (Taxonomía CRediT): 1.  Conceptualización, 2.  Curación de datos, 3. Análisis formal, 4. Adquisición de fondos, 5. Investigación, 6. Metodología, 7. Administración de proyecto, 8. Recursos, 9. Software, 10.  Supervisión, 11.  Validación, 12.  Visualización, 13.  Redacción - borrador original, 14.  Redacción - revisión y edición.

M.L.N. ha contribuido en: 1, 3, 13, 14 y J.I.F.J en: 1, 3, 14.

 

Disponibilidad de datos: El conjunto de datos que apoya los resultados de este estudio no se encuentra disponible.

 

Editor responsable Jose Antonio Saravia: jsaravia@correo.um.edu.uy

 



[1] Fernando Savater, Ética para amador (Barcelona: Ariel, 1991), 36.

[2] Juan José Aranguren, Ética (Madrid: Biblioteca Nueva, 1997), 161.

[3] Robert Torrance, The Spiritual Quest: Transcendence in Myth, Religion, and Science (London: University of California Press, 1994), 3-4.

[4]  Desde la perspectiva de Ferrater Mora, la tragedia es un género dramático surgido en la antigua Grecia durante los siglos V y VI a.C. Su etimología deriva del vocablo griego “tragoedia” que significa “canto del macho cabrío” sonido que se entonaba durante las festividades dedicas al dios campesino Dionisio.  José Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía Tomo I A-K (Buenos Aires: Editorial sudamericana, 1982), 824.

[5] Aristóteles, De Poética (Oxford: Oxford University Press, 1946), 10.

[6] Rafael Valenzuela, “Phrónimos en los trágicos: Estudio sobre la prudencia Aristotélica en la tragedia griega” (Tesis doctoral, Universidad de Salamanca, 2013), 18.

[7] Juliana González, Ética y Libertad (México: Fondo de Cultura Económica, 2007), 230.

[8] Martha Nussbaum, La fragilidad del bien Fortuna y ética en la tragedia y la filosofía griega (Madrid: Machado Libros, 2004), 53.

[9] Carolina Cismondi y Jazmín Sequeira, “Griegos y Edipo R, dos interpelaciones al teatro contemporáneo desde la ética griega”, Telondefondo. Revista de teoría y crítica teatral, nº 8 (2008): 5.

[10] Paul Ricoeur, Finitud y culpabilidad (Madrid: Trotta, 2004), 358.

[11] Ángel Ramírez Medina, La filosofía trágica de Albert Camus. El tránsito del absurdo a la rebelión (Málaga: Universidad de Málaga, 2001), 12.

[12] Martha Nussbaum, La fragilidad del bien. Fortuna y Ética en la tragedia y la filosofía griega, 474.

[13] Walter Kaufmann, Tragedia y Filosofía (Barcelona: Seix Barral, 1978), 120.

[14]En las tragedias griegas, especialmente en obras como Antígona de Sófocles, los personajes están constantemente enfrentados a la presencia del Otro. Por ejemplo, Antígona no solo actúa en función de sus propios deseos o necesidades, sino que responde a un mandato ético vinculado a los dioses, lo que representa un encuentro con el Otro trascendental. En este contexto, Levinas ayuda a comprender que las decisiones de los héroes trágicos están determinadas o influenciadas no solo por la política o la lucha por el poder, sino por una llamada ética que emana del Otro.

[15] Emmanuel Levinas, Totalidad e infinito. Ensayo sobre la exterioridad, (Salamanca: Ediciones Sígueme, 2002), 25.

[16] Paul Ricoeur, Finitud y culpabilidad, 138.

[17] Eric Dodds, Los griegos y lo irracional (Madrid: Alianza Universidad, 1997), 47.

[18] Rafael Valenzuela, “Phrónimos en los trágicos: Estudio sobre la prudencia Aristotélica en la tragedia griega”, 19

[19] Albin Lesky, La tragedia griega (Barcelona: Labor, 1970), 10.

[20] Gustavo Cataldo, “El instante: Kairós y temporalidad Kairológica en Martín Heidegger”, Revista de Filosofía 80, n°35, (2023): 36.

[21]  Sófocles, Edipo Rey (Madrid: Gredos, 1991), 32.

[22] Antonio Alegre, “Los goznes de la tragedia griega: Religión, Mito, pero política”, Faventia, n°10, (1988): 7.

[23] En Antígona se pueden identificar diversas concepciones de la verdad. Para Antígona, la verdad se encuentra en lo divino y en las leyes inmutables de los dioses, las cuales considera superiores a cualquier mandato humano. Por otro lado, para Creonte, la verdad es de naturaleza humana, vinculada a la ley del Estado y al orden social que él representa.

[24] Mauricio Beuchot, “Tragedia, Phrónesis y Educación por la experiencia” Utopía y Praxis Latinoamericana 21, n°72 (2016): 103.

[25] Aristóteles, Ética Nicomáquea (Madrid: Gredos, 1985), 273.

[26] Juan Pablo Arancibia, “La maldición de Edipo: Stásis y pólemos en la Tragedia Griega”, Revista de Historia (Concepción) 28, n° 2 (2021): 450.

[27] Rafael Valenzuela, “Phrónimos en los trágicos: Estudio sobre la prudencia Aristotélica en la tragedia griega”, 10.

[28] Sigmund Freud, La interpretación de los sueños (España: Alejandría, 1899), 220.

[29] Sófocles. Antígona (Madrid: Gredos, 1991), 22.

[30] Aristóteles, Ética Nicomáquea, 273.

[31] Carolina Cismondi y Jazmín Sequeira. “Griegos y Edipo R, dos interpelaciones al teatro contemporáneo desde la ética griega”, 6.

[32] Carolina Cismondi, y Jazmín Sequeira. Griegos y Edipo R, dos interpelaciones al teatro contemporáneo desde la ética griega”, 20.

[33] Aristóteles, De Poética, 141.

[34] Aristóteles, De Poética, 146.

[35] Albin Lesky, La tragedia griega (Barcelona: Labor, 1970), 22.

[36] Martha Nussbaum, La fragilidad del bien. Fortuna y Ética en la tragedia y la filosofía griega,53

[37] Mauricio Vélez Upegui, “Sobre las tragedias griegas”, Araucaria. Revista Iberoamericana de Filosofía, Política, Humanidades y Relaciones Internacionales 17, n°33 (2015): 49 https://doi.org/10.12795/araucaria.2015.i33.02

[38] Francisco Andrados, Del teatro griego al teatro de hoy (Madrid: Alianza, 1999), 19.

[39] Carolina Cismondi y Jazmín Sequeira, “Griegos y Edipo R, dos interpelaciones al teatro contemporáneo desde la ética griega”, 6.

[40] Marta Cuevas “Las representaciones contemporáneas de tragedias griegas y su relación con problemas de actualidad: tres ejemplos de Andalucía”, Myrtia 35, (2020): 438, https://doi.org/10.6018/myrtia.455341 .

[41] Mauricio Vélez Upegui, Sobre las tragedias griegas, 53.