jorge rojas flores - Internación,
experimentación pedagógica y vivencias en el
Politécnico Elemental de Menores Alcibíades Vicencio. Chile, 1929-1974 doi: https://doi.org/10.25185/4.3
Jorge Rojas Flores*
Pontificia Universidad Católica de Chile (Chile)
jrojaso@uc.cl
ORCID id: https://orcid.org/0000-0003-1073-5193
* Profesor del Instituto de Historia de la Pontificia Universidad
Católica de Chile.
** Agradezco la colaboración de Josefina Lewin y Maira Naranjo en la
recopilación de parte de la documentación.
Recibido: 17/02/2018 - Aceptado: 22/03/2018
Internación,
experimentación pedagógica y vivencias en el Politécnico Elemental de Menores
Alcibíades Vicencio. Chile,
1929-1974**
Child Internment camp, pedagogical
experimentation and experiences at the Politécnico Elemental de Menores
Alcibíades Vicencio. Chile, 1929-1974
Resumen: A lo largo de más de cuatro décadas, los alumnos y
profesores del Politécnico de Menores de San Bernardo vivieron una peculiar
experiencia de reeducación, bajo un sistema de internado, que se sustentó bajo
el alero del sistema de protección de menores creado en 1928. En este artículo
pasamos revista a los principios que se propusieron aplicar y a la experiencia
que se fue construyendo allí, incluyendo sucesivas crisis y procesos de
reestructuración. La intervención de distintos actores deja entrever las
relaciones de cooperación y conflicto que se produjeron en su interior, así
como una fuerte identidad que surgió entre los internos.
Palabras clave: reformatorio, menores,
cooperación, conflicto, identidad.
Abstract: Along four decades, students and teachers of
Polytechnic of Minors in San Bernardo, Chile, lived a peculiar experience of
reeducation, under a system of internship, which was sustained by the system of
protection of minors created in 1928. In this article we review the principles
that were proposed to apply and the experience that was built there, including
successive crises and restructuring processes. The intervention of different
actors revealed the relations of cooperation and conflict that took place
inside, as well as a strong identity that emerged among the inmates.
Keywords: child Internment camp, minors, cooperation,
conflict, identity.
Introducción
La historia de las instituciones de protección de menores, creadas a comienzos del siglo XX, ha estado marcada en las últimas décadas por el debate y la reflexión que surgió a partir de los años 90, cuando el llamado “paradigma de los derechos del niño” comenzó a cuestionar el antiguo modelo “tutelar” de intervención estatal, sustentado en la doctrina de la “situación irregular”. Esto ha condicionado algunos balances históricos, excesivamente rígidos y simplistas, al limitarse a cuestionar la ideología subyacente y la acción de las antiguas instituciones y alabar el fundamento que sustenta las actuales. En este esquema, las tradicionales políticas de protección a la infancia no son consideradas más que intentos autoritarios por domesticar la pobreza.[1]
Sin embargo, en los últimos años algunos estudios
han abierto nuevos derroteros, al mostrar otras dimensiones de la acción
institucional, como la intervención del saber técnico-científico y el amplio
margen de acción que desplegaron los jueces, más allá del marco estrictamente
normativo. Además, se ha intentado superar la mirada restringida al ámbito
nacional, porque gran parte de los actores involucrados (agentes estatales,
expertos y estudiosos) compartían ideas que superaban esos límites (circulando
a nivel internacional en encuentros y publicaciones especializadas) y estaban
expuestos a directrices de instituciones de impacto regional y mundial
(Instituto Interamericano del Niño, Naciones Unidas, UNICEF).[2]
En este estudio buscamos prestar atención a una de
las tantas experiencias institucionales de protección estatal de menores, que
comenzó a aplicarse en Chile con gran entusiasmo, como ocurrió en toda América
Latina. Uruguay fue el país pionero, con la Ley de 1911, de limitado alcance,
pero que permitió la creación de la Colonia Educacional de Varones al año
siguiente.[3] En
Argentina fue el caso de la Ley de Patronato de Menores, de 1919.[4] La década
de 1920 fue especialmente prolífica. En 1920 se crearon por ley los tribunales
de menores y las casas de reforma en Colombia.[5] En Brasil se dictó el Código
Mello Mattos en 1927. En 1928 fue el turno de México con la Ley sobre
Previsión Social de la Delincuencia Infantil, y de Chile, con la Ley de
Protección de Menores.
En este contexto surgió el Politécnico Elemental de
Menores Alcibíades Vicencio. Considerado un avanzado sistema de intervención,
en este establecimiento se debían aplicar estrategias de reeducación en un
ambiente familiar y acogedor, muy distinto al de una cárcel o correccional,
para insertar a los internos en la vida social. Los destinatarios de este
establecimiento eran muchachos enviados por los tribunales de menores, por
algún delito, situaciones de vagancia o bien acusados de “incorregibles” por su
familia.
El manejo administrativo y la experiencia subjetiva
de estas instituciones, con régimen de internado, han sido descritas por
algunos estudios como simples cárceles, orientadas a someter la voluntad de los
alumnos-prisioneros, transformándolos en personas dóciles, induciendo en ellos
el respeto a las normas y la asimilación de un sistema moral por medio de la
rutina, el ejercicio físico, el castigo y la recompensa. Lejos de los ideales
que parecían darle un sello progresista e innovador a estos establecimientos,
varios autores han enfatizado el carácter disciplinador y coercitivo de estos
lugares, al amparo de una práctica científica que los hacía más tolerables.
Aquí, sin embargo, partiremos de premisas distintas:
los reformatorios y los hogares de menores no se sustentaron en una mera
simulación del sistema penal adulto y tampoco se limitaron a disciplinar a los
internos. Tampoco fueron la fiel imagen de los ideales benevolentes que
pregonaban los defensores del modelo tutelar. Los muchachos, por su parte, no
fueron simples receptores de la intervención institucional, y los múltiples
agentes que participaron en el proceso (profesores, trabajadoras sociales,
sicólogos, inspectores) lo hicieron aplicando estrategias no siempre
coincidentes, quedando expuestos a un permanente juego de poder. Aunque gran
parte de las actividades y la interacción entre las personas estaban normadas,
el régimen interno tampoco era propiamente el de un encierro total.[6] Esta
mirada más abierta, nos permitirá haber un balance más vívido de las múltiples
formas en que el sistema de protección de menores realmente funcionó en una
institución específica.
Reconstruir una experiencia como esta, a nivel
micro-social, requiere acceder a documentación pertinente, que no solo incluya
aspectos administrativos, sino también la acción de los internos, los
profesionales y el aparato institucional, cubriendo más de cuatro décadas.
Pocos lo han intentado, por las dificultades que arrastra.[7] En el caso del Politécnico
eso fue posible parcialmente, debido a que esta institución terminó con sus
instalaciones intervenidas y la documentación aparentemente destruida. Hasta
donde conocemos, nunca se hizo un balance de la experiencia y los informes
parciales que pudieron circular están dispersos en múltiples dependencias
burocráticas.
El presente estudio, por tanto, tiene las
limitaciones de toda investigación que pudo avanzar sobre la base de indicios
parciales, fragmentos de información que fue necesario enlazar, sin que
necesariamente se haya podido siempre establecer conexiones. En algunos casos,
surgieron pistas equívocas, o contradictorias, que nos encargamos de mostrar,
para que futuros estudios las tengan en cuenta. Se usaron principalmente
reportajes periodísticos, informes publicados en boletines institucionales,
documentación inédita conservada en archivos ministeriales, planos, fotografías
y algunos testimonios (orales y escritos).[8] Lamentablemente no tuvimos
acceso a registros contemporáneos de niños o jóvenes, que pudieran expresar sus
vivencias en cartas o declaraciones judiciales, aunque sí contamos con algunos
periódicos escolares publicados dentro del Politécnico. La complementación de
fuentes nos permitió no caer en descripciones muy simplificadas de la
institución, como ocurría con la prensa, que solía prestarle atención en
coyunturas críticas o cuando estallaba algún escándalo.
Hemos identificado cuatro etapas, cuya descripción
dio origen a sucesivos capítulos. Primero veremos la instalación del
Politécnico, en 1929 y sus primeros años. En el segundo capítulo, seguiremos el
rastro a una etapa de sucesivas reestructuraciones, después de la crisis de
1931. En el tercero, nos concentraremos en las décadas de 1950 y 60, hasta el
Golpe de Estado de 1973. Finalmente, daremos un vistazo al ocaso de la
institución y la experiencia que surgió en su reemplazo.
1. Los primeros pasos
A fines de 1928, la recién creada Dirección General
de Protección de Menores, dependiente del Ministerio de Justicia, asumió la
tarea de “atender al cuidado personal, educación moral, intelectual y
profesional de los menores abandonados, delincuentes o en peligro moral o
material”. Para ello debía protegerlos a través de medidas de previsión,
reeducación o asistencia, o ejerciendo su acción educativa respecto de los
padres o guardadores (art. 1). Bajo su administración quedaron los
reformatorios, que sustituyeron las escuelas de reforma.[9]
Fue la propia Ley de Protección de Menores de 1928,
promulgada el 18 de octubre, la que dio vida al Politécnico, que definió como
un “reformatorio de carácter industrial y agrícola, para niños varones”, que
debía desarrollar sus actividades “en ambiente familiar” (art.10).[10] Su
denominación completa era Politécnico Elemental de Menores “Alcibíades
Vicencio”. El nombre de la nueva institución aludía al médico, impulsor de la
educación física y manual y fundador de los Boy Scouts en Chile, Alcibíades
Vicencio, fallecido prematuramente, en 1913. Vicencio contaba con gran
prestigio y era uno de los referentes de la educación pública y laica, sobre
todo para los promotores de una reforma que dejara atrás los vicios de la
pedagogía tradicional.[11]
Con esto se dio inicio a la instalación, bajo el
gobierno de Carlos Ibáñez (1927-1931), de un sistema de protección de menores,
que buscaba terminar con lo que se consideraba un modelo penal fracasado, que
se limitaba a reprimir y encarcelar, sin enfrentar la delincuencia en sus
causas profundas. En las décadas anteriores, varios abogados, educadores y
médicos (algunos de ellos con formación en sicología y siquiatría), impregnados
de las nuevas ideas en circulación, habían puesto en evidencia las
condicionantes sociales, culturales y biológicas que explicaban la pobreza, la
marginalidad y el crimen. Los ejemplos a seguir eran varios, porque el proceso
de reformas que se vivió en Chile se desarrollaba en forma paralela en otros
países. A nivel internacional, la Sociedad de las Naciones (1919) incluyó la
protección a la infancia como una de sus prioridades. En América Latina, el
Instituto Internacional Americano de Protección a la Infancia (1927), con sede
en Montevideo, impulsó la coordinación entre los expertos, labor que antes
habían cumplido los congresos científicos. Quizás el más cercano ejemplo que
sirvió de modelo fue la Colonia Hogar Ricardo Gutiérrez de Buenos Aires, cuya
experiencia se conoció en Chile con cierto detalle.[12]
La etapa fundacional del Politécnico estuvo dirigida
por el profesor Mario Inostroza, quien vivió la transición de la antigua
Escuela de Reforma, que también dirigió, al nuevo Politécnico. Al parecer, hubo
cierta continuidad entre ambas experiencias, cuando menos desde 1921, cuando se
hizo cargo Francisco Rodríguez, el primero en ese puesto que tuvo estudios en
criminología.[13] Como
parte de ese proceso, algunos cambios se introdujeron en la Escuela, haciéndose
cada vez más profesional y científico su funcionamiento. Con la llegada de
Mario Inostroza, en 1927, esto se acentuó. Bajo su dirección, por ejemplo, se
ensayó la edición de un periódico a cargo de los propios muchachos, que se
llamó La semana escolar, que circuló entre 1927-1928, sacando más de
sesenta números. Con ello se seguían las ideas de la Escuela Activa. Al
instalarse el Politécnico, la experiencia tuvo continuidad a través de Nuestros
ideales, que salió entre 1929 y 1931. En cuanto al contenido, en ambos
casos los muchachos describían las actividades deportivas, de los talleres, la
granja y los paseos, además de publicar poemas y breves ensayos.[14] La
brigada scout también había surgido en 1927, bajo el nombre de Brigada Escuela
de Reforma. Tras el traslado a San Bernardo, se transformó en la Brigada Cerro
Negro.[15]
Sin embargo, el Politécnico también trajo consigo
cambios importantes, como lo expresó un alumno que relató brevemente la
experiencia del traslado desde las antiguas dependencias, en Quinta Normal, a
las nuevas, en el fundo de Cerro Negro, en San Bernardo. El mobiliario fue
transportado por ferrocarril, con ayuda de profesores e internos. Los muchachos
partieron en cuatro “góndolas”, el 31 de diciembre de 1928. En medio de un
entorno campestre, todo fue distinto: “desapareció el antiguo régimen”, y la
vida fue “más llevadera”.[16]
Curiosamente esa fecha, la de la instalación efectiva del Politécnico, no fue
considerada para la celebración del aniversario, sino el 18 de octubre, cuando
se promulgó la ley.[17] En
octubre de 1929, al cumplir un año la nueva normativa, se organizó una
ceremonia y visitaron el lugar varias altas autoridades junto a periodistas,
mientras Andes Film grabó algunas escenas.[18]
El profesor Inostroza fue el protagonista de esta
primera fase, al parecer marcada por una estrategia pedagógica experimental (en
1928 se comenzó a aplicar una Reforma Educacional que resultó bastante
controvertida) y quizás también por sus simpatías socialistas.[19] Ya en el
primer año, en la escuela del Politécnico se comenzó a aplicar el método
Decroly y el Montessori; y se dieron los primeros pasos del Gobierno Escolar,
para llegar más adelante a la República Escolar. El aspecto más débil eran las
instalaciones, todavía muy precarias (debió construirse un comedor para
doscientos alumnos; y un dormitorio para esa misma cantidad de personas). A
pesar de esta dificultad, a lo largo de 1929 se publicó el periódico escolar,
se hicieron competencias deportivas, se lograron proyectar 60 películas y
comenzaron a funcionar varios talleres (imágenes 1, 2, 3 y 4). A fines de 1929,
según el registro oficial, había 223 alumnos. A comienzos de año habían llegado
159 desde la Escuela de Reforma, a los que sumaron 151 enviados por el Juez de Menores.
De esa población, algunos habían egresado y otros 66 se habían fugado.[20] Esta
última cifra resulta bastante alta en relación con el total.
Imágenes 1 y 2: Brigada de Boy Scouts
Cerro Negro y Taller de Sastrería. Ambas en Nuestros ideales, San
Bernardo, N°9, 15/diciembre/1929, 6-7.
Imagen 3: Sección cultivos. Nuestros
ideales, San Bernardo, N°10, marzo/1930, 14.
Imagen
4: Grupo de alumnos y su profesora. Nuestros ideales, San Bernardo,
N°23, junio/1931, 6.
Al promulgarse la Ley de Protección de Menores en
1928, predominaba un balance crítico sobre los reformatorios tradicionales. Por
ello, junto con el Politécnico surgieron varios hogares más pequeños (algunos
subvencionados, otros estatales, también de Carabineros) como la Escuela Hogar
Presidente Ibáñez; el Hogar Javiera Carrera; el Hogar Ministro Koch; el Hogar
Camilo Henríquez, en Los Guindos; y la Escuela Hogar Gabriela Mistral, en
Limache, que recibían a no más de 20 o 30 niños o niñas cada uno.[21]
Según el reglamento que se dictó en 1929, el
Politécnico podía recibir un máximo de 600 muchachos (art.76), es decir, mucho
más que todos los restantes hogares, aunque no hay indicios que alguna vez haya
alcanzado ese límite. Las actividades debían desarrollarse en un “ambiente
familiar, sano y sencillo para formar o corregir, convenientemente, la
personalidad moral de los menores” (art. 74). El plan de enseñanza incluía el
ciclo completo de instrucción primaria, es decir, hasta sexto grado; el primer
grado de enseñanza industrial; el programa de las escuelas prácticas de
agricultura; y la enseñanza musical correspondiente al grado elemental del
Conservatorio (art. 75). El reglamento contemplaba la acción docente de la
escuela (aunque a nivel administrativo ésta era anexa), cuyo encargado era responsable
del cumplimiento del programa de estudios, del acceso a películas y libros
adecuados y de la publicación del periódico (si bien en la dirección y
redacción debían intervenir los alumnos) (arts.124). Adicionalmente se incluyó
la formación técnica, a cargo de la Sección Agrícola, que administraba la
lechería, la avicultura, la chacra, la huerta y la arboricultura, y la Sección
Talleres, de la cual dependía la imprenta, la carpintería, la sastrería y la
zapatería, y otras especialidades que se fueron agregando (arts. 130-133).
A cambio de los trabajos realizados, los muchachos
debían recibir un sueldo: una parte pasaba a una cuenta de ahorro, y el resto a
una “cuenta corriente” interna, con la cual se podían hacer compras en el
almacén del Politécnico, a través de vales emitidos por la Tesorería (arts.
100-107). Las causales de ingreso (que, como veremos, eran bastante amplias)
tenían que mantener en reserva y estaba prohibido comentarlas y hacer
distinciones entre los internos (art. 88). Probablemente por esa razón no había
segregación interna. El rango de edades era bastante amplio, de 9 a 19 años
(art. 77). En este aspecto sí se produjo una relativa separación por edades.
Según el reglamento, el Politécnico aplicaba un
sistema de premios y castigos. Las distinciones iban desde una mención en el
periódico del establecimiento, felicitación ante sus compañeros, salidas fuera
del recinto (exposiciones, museos, circo, campeonatos deportivos, excursiones,
cine), un diploma y permiso para visitar a su familia (art. 98). Entre los
castigos también existía una escala ascendente: amonestación privada, privación
de recreo, fiestas y salidas, suspensión de visitas, aislamiento, “encierro en
la cámara disciplinaria”, disminución del sueldo, suspensión de la cuenta corriente
y pérdida de sus fondos en caso de fuga (art. 99). A primera vista, el
establecimiento seguía, sin muchas modificaciones, la rígida disciplina de un
reformatorio.[22] Sin
embargo, como veremos a lo largo de este trabajo, desde temprano el Politécnico
adquirió cierta fama de ser menos coercitivo que otros establecimientos,
poniendo mayor atención a sus propósitos reeducativos.
En el plano que se conserva de las primeras
instalaciones, podemos apreciar la estructura que se proyectaba para la Casa de
Ingreso, que incluía un vestíbulo central, y tres dormitorios colectivos: dos
de ellos tenían siete camas cada uno, mientras el tercero era de cinco.
Adicionalmente había nueve dormitorios individuales, quizás para el personal de
turno o bien para niños que necesitaban más privacidad. Estaba prevista una
“cámara disciplinaria”, de 2,5 por 2,5 metros (imagen 5). No hay claridad sobre
cuándo se construyó este edificio, pero a fines de 1931 ya estaba siendo
habitado.[23] En el
plano general de las instalaciones, los diferentes espacios esperaban acoger a
600 internos, con lugares para los hogares, los talleres, la escuela, un
hospital e incluso un estadio, todo ello conectado por asoleadas arboledas
(imagen 6). El diseño incluía un espacio central, bautizado como Plaza Ministro
Koch, y una calle principal que conectaba la entrada con la plaza, denominada
Avenida Presidente Ibáñez.[24] Hasta ahí
la planificación que estuvo en la mente de los proyectistas. Sin embargo, como
ocurrió en otros casos (quizás el más conocido haya sido la Ciudad del Niño
Presidente Ríos, inaugurada en 1943), la realidad fue algo distinta. Según un
relato de 1949, el Politécnico funcionó con instalaciones provisorias cuando
menos durante veinte años y poco de lo planificado se llevó a la práctica.
Imagen
5: Plano de Casa de Recepción, Politécnico Elemental de Menores Alcibíades
Vicencio. Departamento de Arquitectura, Ministerio de Obras Públicas.
Imagen
6: Plano General, Politécnico Elemental de Menores Alcibíades Vicencio.
Departamento de Arquitectura, Ministerio de Obras Públicas.
2. Críticas y denuncias
La caída del gobierno de Carlos Ibáñez en 1931, la crisis económica que la acompañó y el clima de agitación social hicieron compleja la vida del Politécnico. Posiblemente esta suma de factores ayuda a explicar la ausencia de recursos en los años 30, que dejaron el proyecto a medias, sin la infraestructura necesaria y con serios problemas presupuestarios. A la abundancia de recursos que caracterizó el año de fundación, en 1928, le siguió un largo período de restricciones. Con ello, también surgieron las críticas.
Ya en 1929 Las Últimas Noticias había hecho
acusaciones contra la Casa de Menores, al detectarse castigos físicos dados a
conocer por algunos muchachos en la “visita semestral de cárceles”. Lea Plaza
respondió defendiendo las medidas disciplinarias aplicadas, las que podían
incluir “castigo físico razonable y moderado”. Las argumentaciones del Director
General de Protección de Menores daban cuenta de la tolerancia que tenían estas
prácticas al más alto nivel. El reportaje periodístico terminó abruptamente en
un sospechoso silencio.[25] Sin
embargo, las acusaciones no tocaban al Politécnico, por lo menos hasta
entonces.
Esto vino a cambiar tras la caída de la Dictadura de
Ibáñez, a mediados de 1931, cuando Mario Inostroza fue objeto de denuncias, en
septiembre y octubre de ese año.[26] En el
Congreso, las acusaciones fueron canalizadas por el diputado Manuel Jorquera.
Algunas tenían relación con malos manejos administrativos y defraudación al
fisco. Otras, más vagas, mencionaban el abandono material y moral de los
internos, quien habían llegado a realizar “actos depravantes contra natura”.
También se acusaba a algunos empleados subalternos de aplicar castigos
corporales. Finalmente, algunos denunciantes se quejaron de la persecución en
su contra.[27] La
reorganización que se ordenó a fines de 1931 (al parecer, con Inostroza todavía
en el cargo) implicó el término de varias iniciativas. Nuestros ideales,
por ejemplo, dejó de publicarse por esa razón.[28] La brigada de boy scouts
también parece haberse disuelto en esa coyuntura.
En abril de 1932, el Politécnico hizo noticia debido
a serios incidentes que la prensa siguió con atención. Todo se originó por la
salida de Inostroza, tras un sumario que lo acusó de irregularidades graves y
de aplicar un régimen de “libertinaje”. Tres jefes de taller (Candia, Riquelme
y Mazuela) testificaron en su contra, aunque todo hace suponer que Lea Plaza
estuvo detrás de las denuncias. Finalmente el director debió salir de su cargo
y en marzo fue nombrado en su lugar el profesor Jorge Brañes, quien aplicó
algunas medidas poco populares, como reducir la ración de comida, por parecerle
excesiva. Es probable que la crisis económica que afectaba al país haya llevado
a una reducción del presupuesto de la institución. Los funcionarios que se
habían opuesto a Inostroza regresaron a sus puestos (inicialmente habían sido
suspendidos por orden ministerial) lo que generó incidentes con los estudiantes
y funcionarios que rechazaron el reintegro. Hubo golpes y acusaciones cruzadas
sobre quiénes habían originado la agresión.[29]
Los hechos más graves se produjeron del 11 al 13 de
abril. Un grupo de alumnos dialogó con el gobernador de San Bernardo y el
director del establecimiento y se comprometió a entregar un petitorio por
escrito, pero al hacerlo fueron detenidos y llevados a la Casa de Reforma. Allí
habrían sido agredidos, según acusaron a la prensa.[30] Lea Plaza, ante la
imposibilidad de controlar la situación, había dictado medidas enérgicas:
permitió que vigilantes de Prisiones se sumaran al esfuerzo de mantener el
orden; y autorizó el traslado de alumnos fuera del recinto, la suspensión de
funciones a algunos funcionarios y el uso de la fuerza pública si fuera
necesario. Además, recomendó al director implantar transitoriamente una “severa
disciplina”.[31]
En los días siguientes, Gendarmería y Carabineros
comenzaron a custodiar el recinto. Finalmente, todo el personal fue suspendido
a excepción de Brañes.[32] Este
último no llegó a permanecer en su cargo por mucho tiempo, ya que poco después
falleció. Su reemplazante, Fernando Martínez Monreal, designado en julio de
1932, despidió a todo el personal anterior por su falta de preparación.[33] Aunque
desconocemos detalles de su paso por la institución, una crónica periodística
enfatizaba el sentido educacional que quiso imprimirle, sin “rejas hostiles” ni
“altos y pavorosos muros”.[34]
Estando recién asumido, Martínez recibió una
denuncia que dejó al descubierto algunas prácticas al interior del Politécnico
entre los mismos muchachos. Ramiro Pizarro, un niño de 9 años, acusó haber sido
presionado por un grupo de alumnos mayores para practicar la “cuina”, ritual
generalizado hasta el año anterior para quienes recién ingresaban, como era su
caso. Según la investigación que se realizó, la “cuina” consistía en “realizar
la sodomía”. El niño ya había sido advertido por un mayor que si le proponían
“hacer la cuina”, él se negara y los acusara. Al seguir el consejo, lo
amenazaron si denunciaba el hecho. Si se comportaba como “sapo” (delator) lo
llevarían al cerro y le bajarían los pantalones. El mismo grupo le preguntó si
le gustaba el “káiser”, en referencia al pene. A partir de entonces, hubo
hostigamiento, pero los hechos no pasaron a mayores. Ante el juez, Ramiro
declaró no saber qué era la “cuina”, aunque suponía que era una “cochinada”. A
raíz de la investigación, se aclaró que esta práctica antes era habitual, pero
ya no se realizaba debido a la mayor vigilancia. Para ello, se habían creado
pequeños grupos de muchachos, a cargo de un inspector. El director atribuía
todo esto a que los muchachos llegaban con ese “vicio”.[35] En ninguna denuncia
posterior se volvió a hablar de una práctica generalizada. Posiblemente las
medidas que se adoptaron, así como la aparición de los hogares, fueron
desterrando estos verdaderos rituales de iniciación homosexual.[36]
En noviembre de 1933 se cuestionó la dirección de
Martínez y se le responsabilizó de la “desorganización” del establecimiento,
así como de la “total indisciplina” de los alumnos. La reorganización quedó a
cargo del almirante Andonaegui, conocido entre las organizaciones de protección
a la infancia.[37] Como
se ve, cuando menos en los años 30 el cuadro era complejo dentro del
Politécnico. La administración del predio agrícola era difícil, el personal a
cargo de los muchachos no era siempre idóneo y los nombramientos quedaban
sometidos a la arbitrariedad de una “máquina política”, puesta al servicio del
gobierno de turno. Además, el sistema interno era considerado excesivamente
liberal.[38] El
ambiente de cuestionamiento llevó a que algunos idealizaran la antigua
Correccional. En un artículo publicado en El Diario Ilustrado, Rafael
Corvalán Cordero propuso volver al régimen estricto y “exitoso” de la Escuela
de Reforma, antes de su reestructuración en 1921.[39]
La reorganización encabezada por Andonaegui, en
calidad de director interino, fue bien recibida por la prensa local, a la
espera del nombramiento del director en propiedad. La exitosa celebración de la
Navidad de 1933 fue un ejemplo de ello.[40] Además, intentó retomar
algunas actividades que habían quedado interrumpidas. Por ejemplo, en 1934
volvió a publicarse Nuestros ideales.[41] También de ese año data la
reconstitución del scoutismo, esta vez con el nombre de Brigada Scout del
Politécnico.[42] A fines
de ese año se había nombrado al nuevo director titular, Roberto Poblete, aunque
su permanencia fue breve.[43]
La época de crisis pareció quedar atrás con la
llegada del nuevo director Arturo Reñasco de la Puente, en 1935. El diputado
Carlos Muller, en una intervención sobre el niño abandonado, puso al
Politécnico como ejemplo de intervención estatal, una verdadera “urbe de los
niños”, que realizaba una “obra de enorme trascendencia social”. Destacó la
“misión abnegada y ejemplar” de sus profesores normalistas; la “admirable”
constitución de numerosas casas hogares (al parecer, no tan numerosas, como
veremos más adelante), donde se distribuían las labores domésticas. También
resaltó otras iniciativas: la Escuela Granja; el Tribunal de Sanciones; el
Centro Cultural; la Brigada de Boy Scouts; la Guardia Cívica; la Cruz Roja; la
Biblioteca Infantil y la Terraza-Escuela al aire libre. Muller le atribuía gran
mérito al director Arturo Reñasco, profesor de gran cultura y versación técnica
en la protección del niño, adquirida a través del estudio y sus múltiples
viajes.[44]
Al parecer, no todo fue producto de la iniciativa de
Reñasco. La visita que hizo Lea Plaza a varias experiencias en Argentina,
Brasil y Uruguay en 1935 influyó en algunos cambios que se introdujeron en el
Politécnico. Por ejemplo, se decidió incorporar el modelo familiar, considerado
en el proyecto inicial, aunque sin implementar hasta entonces, salvo para los
más pequeños. Aunque era más costoso, resultaba más efectivo. Por razones
prácticas, se consideró combinar este modelo con el sistema “concentrado”.
En el informe que presentó, Lea Plaza propuso dar mayor participación a
los propios internos en las labores de construcción de los nuevos recintos,
siguiendo el modelo de algunas “colonias” visitadas (imagen 7).[45] En el
resumen de las actividades de 1935, Reñasco describió varias innovaciones
introducidas ese año, aún más ambiciosas. Al Hogar Infantil (rebautizado como
Escuela Granja), creado en 1931, se le sumaron otros cuatro hogares: Las
Brisas, El Progreso, El Rincón y La Bodega. Los alumnos más destacados pasaron
a integrar el Cuerpo de Brigadieres, a quienes se les confiaban tareas
especiales, como integrar el Tribunal de los Cinco (encargado de aplicar
justicia) y administrar el Economato. La Guardia Cívica, por su parte, estaba a
cargo de vigilar el predio y evitar el ingreso de personas para robar. Según
relató el director, la inclusión de los alumnos en el “engranaje directivo”
generó resistencias en algunos que pretendían ser reeducadores, sin serlo
realmente, viendo en todo esto un “hálito revolucionario”.[46] No tenemos mayores
referencias al respecto. Sin embargo, a comienzos de 1936, Lea Plaza informaba
con orgullo los avances alcanzados, en el sistema familiar, en la escuela, en
la eliminación de los estudiantes “anormales”, sin mencionar las restantes
innovaciones, aunque tampoco reprochando sus alcances. También destacaba los
elogios de varias delegaciones sudamericanas que habían visitado el
Politécnico.[47]
Imagen
7: Fiesta del “tijeral” de la nueva escuela, con la participación de
funcionarios, alumnos e invitados. Al parecer, los muchachos tuvieron
participación en la construcción. Boletín de la Dirección General de
Protección de Menores, Santiago, N°8, diciembre/1935, 871-872.
Todo vino a cambiar al año siguiente, a raíz de una denuncia contra el director Reñasco, que llevó a su destitución en junio de 1937. Algunos periódicos hablaron de “actos inmorales”, mientras otros fueron más directos al acusar al director de “vicios infames” y “actividades homosexuales con los menores internos”. Las acusaciones habrían sido presentadas por profesores y un grupo de alumnos. Se anunció que el caso se resolvería en tribunales, aunque finalmente no se llegó a nada y en 1939 Reñasco fue rehabilitado.[48] No todos los estudiantes respaldaron las denuncias. Con ocasión de la renuncia forzada, un grupo de internos apoyó al director saliente y hubo un conato de “revuelta” o “levantamiento”, en palabras de la autoridad. Nada de esto trascendió a la prensa. Ante el temor de que se sumaran los 400 alumnos (se reconocía que había un “estado de efervescencia” en su interior), carabineros detuvo a los cabecillas, pudiendo controlar la situación.[49] Como desconocemos las denuncias en detalle, es complejo llegar a conclusiones definitivas. Pudieron ser verídicas las acusaciones, o quizás fue alguna evidencia de su homosexualidad lo que desató cierta persecución en su contra. Lo que parece más claro es que Reñasco se ganó el respaldo de los muchachos y cuando menos un sector importante rechazó su salida, posiblemente porque esto podía implicar el fin de las reformas introducidas por el director. Aunque no sabemos el destino de cada una de esas iniciativas, de varias de ellas no se volvió a hablar, lo que parece indicar que fueron eliminadas.[50] Definitivamente los internos no eran simples espectadores de lo que ocurría en la institución, aunque tampoco su voz era siempre escuchada.
A consecuencia de todo esto, una comisión
parlamentaria visitó el Politécnico y constató la “pésima situación” en que se
encontraba. A primera vista su pobreza era “pavorosa”. Aunque algunas
construcciones eran modernas, las salas de clase y los dormitorios eran sucios,
fríos y de material ligero.[51]
Tras la salida de Reñasco, su sucesor, Oscar Cuadra
Pacheco, no logró aquietar las aguas. Pronto surgieron cuestionamientos a su
nombramiento, por haber predominado criterios políticos. Se le acusaba de
permitir castigos corporales, autorizar el consumo de cigarrillos, malos
manejos administrativos, persecución a quienes no eran de su partido e intentos
de desacreditar a los profesores.[52] Su salida
se produjo a comienzos de 1939, y seguramente detrás de ella hubo alguna
motivación política, porque Cuadra no pertenecía al Frente Popular y había sido
nombrado por Alessandri.[53]
Cuadra se defendió argumentando que muchas medidas
para salir de la crisis que había propuesto a la Dirección General de
Protección de Menores, encabezada por el poderoso Hugo Lea-Plaza, no habían
sido adoptadas. Entre ellas, estaba la de sancionar a funcionarios que no
cumplían con sus deberes. Por tanto, era el propio Lea Plaza quien debía
hacerse responsable del estancamiento de la institución al haber “tolerado y
ayudado al personal faccioso”. Lea Plaza suspendió de su cargo a Cuadra e
intervino el Politécnico el 2 de enero, asumiendo personalmente la dirección.
Ese día se notificaron incidentes: los enardecidos alumnos atacaron a Lea Plaza
y lo obligaron a retirarse. Al parecer, habría circulado la información de que
todos los internos serían trasladados, lo que desató una masiva fuga. Al ser
objetada la resolución por parte de Contraloría, Cuadra recuperó sus funciones
el día 12. Al conocerse la noticia, los muchachos organizaron un masivo
recibimiento con la participación de la banda del Politécnico, invitando al
director a asistir. Al finalizar la actividad, los alumnos acompañaron a Cuadra
a su casa, que se ubicaba dentro del establecimiento. Lea Plaza nuevamente
instruyó la suspensión del director, invocando, entre otras causales, esta
manifestación. Los detractores de Cuadra hablaron de desórdenes y agresiones a
un funcionario, lo que parece no haber ocurrido, ya que el parte policial no
los mencionó.[54] En el
informe del fiscal que instruyó el sumario, para averiguar sobre las
irregularidades denunciadas, algunos muchachos se quejaron de las amenazas y
los golpes recibidos por parte del inspector general, si testificaban en contra
de algún inspector. Otro relato mencionó la decisión de los muchachos de
agredir a quienes los habían hostilizados, lo que había sido impedido por los
carabineros instalados de forma permanente dentro del Politécnico.[55]
La crisis hizo resurgir propuestas más autoritarias
para frenar la indisciplina. En 1939 el teniente coronel (R) Ricardo Dávila
Budge calificó al Politécnico de ser un “foco de irregularidades e
inmoralidades”, por el exceso de libertades en su interior. Su plan no surgía
de un balance desinteresado, ya que sus opiniones las entregaba en calidad de
postulante al cargo de director, para sustituir a Cuadra, aunque sin cumplir
con el requisito de ser profesor. Para él, la solución era simple: aplicar un
“régimen militar estricto” y nadie mejor que un oficial de Ejército para
hacerlo.[56]
Agustín Tapia Fuentes fue uno de los tantos
muchachos del Politécnico en esta época. En su caso, estuvo interno entre 1939
y 1946. Según sus recuerdos, por entonces los inspectores no eran reeducadores.
Andaban siempre “con su bastoncito en la mano, para mejorar la conducta”. En
ese tiempo había “compañías” y no muchos hogares. Cada compañía tenía 60
alumnos y los inspectores hacían turnos cada 48 horas. Eran 4 inspectores por
compañía y había 5 compañías. Los inspectores eran “cabros más grandes” y más problemáticos.[57]
En 1936 y durante varios años el personal del
Politécnico estuvo compuesto de dos profesionales de la salud (un médico y un
dentista), un sicólogo (compartido con la Casa de Menores de Santiago), un
agrónomo, dos profesores de especialidad (música y dibujo), diez profesores
normalistas, seis maestros jefes de taller (de carpintería, zapatería,
sastrería, imprenta y encuadernación, herrería y electricidad), un maestro
mecánico de automóvil y chofer, y 29 inspectores (ocho inspectores 1ros y 21 segundos),
además de un capellán.[58] En los
años siguientes la planta administrativa no incluyó a jefes de hogar, lo que
nos hace suponer que estos estuvieron asimilados, a nivel administrativo, a la
condición de inspectores.
Desde su creación y hasta los años 70 en el
Politécnico funcionó un taller de imprenta que ofrecía servicios externos.
Todavía es posible encontrar libros publicados allí, algunos de grueso volumen.[59] A pesar
de las posibilidades que eso generaba para desarrollar publicaciones propias,
como lo estimuló la Escuela Activa a través del periodismo escolar, la
experiencia de 1927 a 1931, con La semana escolar y Nuestros ideales,
recién se retomó en 1940. Esto fue producto de la administración de Oscar Cerda
Díaz, quien se hizo cargo de la dirección del Politécnico en febrero de 1939,
permaneciendo en ella por 14 años.[60] Desde 1940 la imprenta
comenzó a sacar Un paso más de forma irregular. De él conocemos ocho
números, entre octubre de 1940 y diciembre de 1948.[61]
La lectura de sus páginas permite tener algunas
noticias de la estructura interna del establecimiento. En 1941 solo había tres
hogares, que en conjunto sumaban 131 alumnos: el Hogar Infantil Gabriela
Mistral; el Hogar Bernardo O’Higgins y el Hogar Vicente Morales. Para cubrir a
la totalidad de la población del Politécnico, se necesitaban once hogares. Y
para contener al máximo que establecía el reglamento, 600 plazas, un total de
20.[62]
Aunque en Un paso más, al igual que antes en Nuestros
ideales, a los internos se les denominaba siempre “alumnos”, no sabemos si
este era el trato común dentro del recinto ni si había diferenciaciones por las
causales de ingreso, más allá del reglamento que lo prohibía. En todo caso,
rondaba en el ambiente el estigma de haber llegado por orden de un tribunal de
menores. No es casual que una delegación del Politécnico haya estado presente,
con una revista de gimnasia, en la actividad pública del Segundo Congreso
Latinoamericano de Criminología, en la Plaza de la Constitución.[63]
La gestión de Cerda no estuvo exenta de problemas.
Recién asumido, en febrero de 1939, no tuvo mucho respiro. Al mes, ya había
funcionarios que pedían su salida. El propio Aguirre Cerda visitó el
establecimiento de forma imprevista para informarse.[64] En los años 40 siguieron
las tensiones al interior de la institución. A lo largo de todo el periodo de
Cerda, este entró en conflicto con los profesores de la escuela anexa, a la
cual asistían los 400 internos. Esta escuela seguía siendo considerada un
establecimiento “experimental”, especializado en niños “irregulares”, como
otras escuelas similares (en la Casa de Menores, la Ciudad del Niño, etc.). Se
desarrollaron varios sumarios y las acusaciones fueron cruzadas. El Ministerio
de Educación amparaba a los docentes (con el respaldo de la prensa comunista y
cercana, como El Siglo y Las Noticias Gráficas), mientras la
Dirección General de Protección de Menores apoyaba al director. Según se
quejaba el diputado conservador Luis Valdés Larraín, el ambiente de “anarquía,
relajación e indisciplina” cundía en el Politécnico. De hecho, la campaña en
contra del director Cerda habría llegado a difundirse ampliamente entre el
alumnado.[65] En 1947
se reavivó el conflicto, seguramente debido a la presencia comunista en el
gobierno.[66] Detrás de
esta rivalidad, al parecer, se expresaban los conflictos entre los funcionarios
que dependían del Ministerio de Salubridad, y aquellos que estaban bajo la
tuición del Ministerio de Educación, y, por lo mismo, rechazaban quedar bajo la
tutela del director del Politécnico. No tenemos claridad si esto evidenciaba
diferencias sobre el peso que se le atribuía a la educación escolar tradicional
frente a la formación más práctica que ofrecían los talleres.[67]
El ambiente de Guerra Fría, desde fines de 1947,
enrareció el debate y varios profesores del Politécnico fueron destituidos o
trasladados por esa razón. Aunque entre ellos había algunos comunistas, todo
indica que las medidas disciplinarias también afectaron a docentes de otras
orientaciones, ya sea porque despertaban sospechas o porque compartían una
similar distancia con la dirección del Politécnico.[68]
En todo caso, mayor polémica generó la política de
“puertas abiertas” que seguía aplicando el Politécnico. En un reportaje
publicado en Ercilla se decía que en algunos casos su acción rendía
buenos frutos, pero en otros se transformaba en un verdadero “hotel” para
muchachos que escapaban, cometían algún delito y regresaban con sus bolsillos
llenos de dinero: “El Politécnico es un potrero abierto. Los menores salen a
delinquir y, a veces, vuelven”. El director Oscar Cerda defendía el proyecto,
afirmando que las huidas estaban disminuyendo. Además, el artículo precisaba
que de los 15 mil menores delincuentes, solo había cupo para un centenar en el
Politécnico. Las restantes 300 plazas eran ocupadas por niños que llegaban por
vagancia, acusados de “incorregibles” por sus parientes o de haber huido de los
hogares provisorios que les habían asignado, al no tener padres. Las cinco
construcciones que componían las instalaciones seguían siendo provisorias
(barracones de madera), como hacía 21 años, quedando sin cumplir la promesa
inicial de levantar 20 departamentos sólidos. Los muchachos, por tanto, se
integraban a un medio de “franciscana pobreza”, en medio de un “desolado fundo”
de 200 hectáreas.[69]
Imagen 8: Vista de la puerta de ingreso al Politécnico. Al fondo, se
observa el Cerro Negro. Un paso más, San Bernardo, N° especial,
24/dic/1948.
3. De internos a inspectores
Agustín Tapia, tras egresar del Politécnico en 1946 (había entrado en 1939), hizo su Servicio Militar en la Escuela de Infantería y luego trabajó de “paco” (policía). En 1951 se produjeron vacantes de reeducadores y Agustín habló con el director Cerda, quien le propuso presentarse. Rindió los exámenes en Santiago y quedó seleccionado. Fueron entre seis y ocho los contratados: “Para nosotros era un prestigio […] ¿qué cambiamos nosotros los ex-alumnos? Ramón Toro, Emilio Nogales, el que habla, Jeria, Donoso, [Sergio] Ledesma, quien salió de profesor […], cambiamos el sistema de vida [del] interno. ¿Cuál era el sistema antiguo? El que no obedecía, palo que le llegaba.” El personal en su mayoría estaba compuesto por jubilados del ejército o de carabineros, salvo los jefes de taller (que eran maestros vocacionales) y en la escuela los profesores normalistas.[70]
Los reeducadores como él debían tener buena relación
con el equipo de profesores, que sumaban 23 por entonces. Si había algún
problema estos los llamaban para ayudar a resolverlo.[71] El sistema comenzó a
combinar el saber profesional con la experiencia de los ex internos. Al parecer
no era extraño que hubiera ex alumnos como maestros de taller. Raúl Iglesias,
por ejemplo, ingresó a los 12 años; en 1939 entró al servicio militar y en 1941
se licenció. Tras regresar, el director del Politécnico le propuso quedarse en
el taller de imprenta, donde se había especializado.[72] La novedad era que ocuparan
los cargos de jefes de hogar o inspectores.
Agustín Tapia recuerda que había diferencias entre los
alumnos que pertenecían a una compañía y los que eran de un hogar. Los primeros
dormían en un colchón de paja; mientras los segundos en colchones CIC. En los
hogares había mejor alimentación. En el “recinto central” del Politécnico se
cocinaba para 150 alumnos. En cambio, en un hogar se hacía para 40 alumnos.[73] Damián
recuerda algo distinto, aunque es posible que el recuerdo de Tapia hiciera
referencia a los años 30, cuando él era interno. Según Damián, la alimentación
era común para todo el Politécnico y se repartía tanto a los hogares como a las
compañías. Los colchones de paja, por su parte, eran comunes para todos. En su
época, el único hogar que destacaba por sus comodidades era el Hogar Modelo,
con baño espacioso, espejos individuales, sala de estudio, mesas para cuatro
personas, platos de loza, todo reluciente.[74]
Según Tapia, hubo una época de transición. Se pasó
del palo y la patada, al ambiente de hogar. En su testimonio no asigna un papel
importante a la institución o la nueva estrategia de un director. Su
explicación es más personal y vivencial: “Nosotros cambiamos el sistema: los ex
alumnos que trabajábamos como inspectores, jefes de hogar. Ahora nosotros
íbamos donde el director a pedir dinero para comprar equipos de deporte”.
Aunque pocas veces hubo recursos, cuando se pudo el director estuvo dispuesto a
gastar dinero en ese tipo de cosas. Se hicieron competencias entre los niños de
todos los hogares. A algunos jefes de hogar no les gustaba que sus niños
participaran en deportes porque se prestaba para que “se agarraran a patadas o
combos”.[75]
Damián fue uno de los niños que conoció a Agustín.
Nacido en 1946, ingresó al Politécnico en 1958, a los 12 años, por “mala
conducta”. Estuvo primero en el Hogar Andonaegui, a cargo de un militar
jubilado y su esposa. Estaban obligados a tratarlos de “Papito Henríquez” y
“Mamita Ester”. Su estilo era rígido: a todos sus pupilos los trataba de
“chanchos” (Agustín era Chancho Acevedo); si había conflicto entre ellos, se
debían anotar en una libreta, para zanjar sus diferencias a puñetes (ya sea
como “caballeros”, en una pelea con reglas, o “a la chilena”, sin límites). Su
esposa también era muy estricta, sobre todo para autorizar las salidas.
Cualquier detalle que detectara en el uniforme podía significar la suspensión
de la salida. Además, Henríquez se quedaba con parte de las raciones de comida
para alimentar a sus perros. Al año siguiente hubo un cambio (a Henríquez no se
le vio más) y Damián entró a la 3ra Compañía, dirigida por Tapia. El sistema
fue muy distinto: se eliminó el trato de “papito” y “mamita”, aumentaron las
raciones y hubo menos posibilidad de evadir las reglas, porque Tapia conocía
las mil argucias de los internos.[76]
Los hijos de los funcionarios se integraron al
modelo de hogar familiar, al parecer de modo espontáneo. Posiblemente en el
caso de las hijas, la situación era más compleja. “Papito Henríquez”, por
ejemplo, tenía una niña a quien casi no se le veía. Los varones se integraron
con mayor facilidad. El hijo de Agustín recuerda esa relación estrecha con los
internos del Politécnico. Iban al mismo colegio, jugaban a la pelota juntos y
no había mayor discriminación. Incluso en algunas ocasiones dormían juntos.
Recuerda que cuando era más pequeño, los más grandes lo cuidaban. A veces se
juntaban todos los hijos de los funcionarios y jugaban a la pelota contra los
niños de los hogares. Cuando ganaban, repartían el premio a los 2º lugares para
que no existiera rivalidad. En todo caso, compartía más con los niños del hogar
que con el resto de los internos. Como él vivía en el Hogar Banda, salía con la
orquesta a distintos lugares.[77] Nelson
vivió algo similar. Era hijo de Guillermo Venegas Silva y Olivia, encargados
del Hogar hortícola desde 1953. Todavía tiene buenos recuerdos de su vida en el
Politécnico, como hijo de funcionarios. La vocación de su padre lo llevó a
seguir la profesión de profesor, años después.[78]
En tres fotografías que conserva Nelson Venegas se
lo puede ver a él, de unos 10 años, y a su hermano Jaime, de unos dos, posando
junto a un grupo de alumnos y al jefe del hogar, su padre. No se trata de
imágenes oficiales, generalmente algo frías y rígidas, con los participantes
impecablemente uniformados, sino fotos informales, rodeadas de una atmósfera
casi familiar y posiblemente sacadas un día cualquiera. La primera fotografía,
posiblemente de 1954, es la que muestra con mayor intensidad la distensión del
ambiente (imagen 9). La segunda y tercera es una secuencia, posiblemente de
1960. Podemos imaginar la escena: nueve internos se acomodan al lado de su jefe
de hogar, junto a su pequeño hijo, a quien posiblemente conocieron desde que
era bebé (imágenes 10). El interés por aparecer en la escena contagia al resto
de los alumnos, quienes deciden sumarse al cuadro en la última fotografía, donde
aparece ya una treintena de muchachos, nuevamente con el pequeño Jaime entre
ellos, con rostros algo más serios (imagen 11).
Imagen
9: Arriba a la izquierda, grupo de alumnos del Hogar Hortícola, cerca de 1954.
Se aprecia a Guillermo Venegas, jefe del hogar, y a su hijo Nelson, en primera
fila, abajo, segundo de derecha a izquierda. Imagen 10: Arriba a la derecha,
grupo de estudiantes del Hogar Hortícola, con Guillermo Venegas y su hijo
Jaime, en más pequeño, cerca de 1960. Imagen 11: Abajo, otra escena del Hogar
Hortícola, con el pequeño Jaime sentado, sacada en la misma ocasión de la
anterior, cerca de 1960. Colección de Nelson Venegas.
La misión del jefe de hogar era cumplir la función de “padre”, preocupándose de las tareas, de darles obligaciones, imponerles disciplina, revisar lo que les pasaban en las clases, etc. Tapia reconoce que no todos lo hacían: “Entonces ahí venía el rechazo de los cabros hacia los jefes de hogar”. En su caso, “todos salieron bien y todavía vienen a saludarme”.[79] Algunos jefes de hogar aplicaban medidas duras por cuestiones menores. Había funcionarios que venían de otros establecimientos y pasaban a llevar la reglamentación interna, además sin respetar las jerarquías. Otros “no pudieron resistir adentro, y se tuvieron que retirar, […] no pudieron dominar la situación con los cabros”.[80] Ya vimos el caso de “Papito Henríquez”, quien, al parecer, fue despedido. Como tenía sus propios negocios y cometía muchos robos, impedía que otros funcionarios se acercaran a su hogar.[81] Cada jefe de hogar podía aplicar su particular forma de crianza. Algunos lograban manejarse bien, y otros quedaban en deuda. También había señoras de jefes del hogar que no participaban mucho. Su rol era importante porque el niño debía sentir que tenía padres adoptivos, un espacio propio (“sus cosas”) y obligaciones frente al resto.[82]
Otros cambios que se fueron aplicando a nivel
práctico se originaron por la acción de los jueces, quienes tenían la facultad
de derivar a los menores a uno u otro establecimiento. En 1940 un muchacho
confeso de asesinato fue enviado al Politécnico por orden de un juez.[83] Aunque el
Politécnico no tenía atribuciones para impedir el ingreso, cuando la situación
resultaba inmanejable dentro del recinto, por ejemplo, si el interno ingresaba
algún arma, lo remitía de vuelta a la Casa de Menores, lo que no impedía que
una nueva resolución lo trajera de regreso.[84] El cierre perimetral fue
descartado tanto por razones presupuestaras como pedagógicas (el
establecimiento perdería el aspecto de escuela para convertirlo en un
“reformatorio-cárcel”). El gobernador de San Bernardo, por ejemplo, planteó
aislar temporalmente a quienes fueran “perversos por instinto o reincidentes en
fugas”. Eran ellos los que atentaban contra la moral, eran crueles con sus
compañeros y con los animales y pasaban a llevar la disciplina. Según él, el
director del Politécnico estaba de acuerdo en levantar un edificio de
aislamiento.[85] Haya sido
así o no, el cierre nunca se construyó. Aunque esto facilitaba la fuga, cuando
menos durante dos décadas esto no impidió que hubiera muchachos que hubieran
cometido delitos.
Samuel Gajardo desconfiaba del régimen aplicado en
el Politécnico, favorable a las fugas. Por ello, dejó de enviar a niños
“peligrosos” a ese lugar y prefirió mantenerlos en la Casa de Menores, un lugar
que inicialmente había sido pensado sólo de tránsito, aunque en la práctica se
había transformado en permanente.[86] Esta
propuesta intentó implementarla en 1948, pero debió suspenderla a raíz de los cambios
que esto arrastraba.
Gajardo insistió en 1950 en su decisión de
concentrar en la Casa de Menores a los mayores de 16 años que hubieran cometido
delitos, para así evitar que estuvieran recluidos en la Cárcel Pública. Esto
implicaba buscar plazas suficientes en otros hogares para acoger a los niños
menores de 16 que tendrían que ser egresados de la Casa de Menores.[87]
Desconocemos cuánto de este nuevo escenario anunciado por Gajardo transformó la
composición de los alumnos del Politécnico o si todo permaneció igual.
En los años 1950, había ocho hogares (además de la
Casa de Recepción), todos con 45 internos aproximadamente: el Hogar Gabriela
Mistral, el de los más pequeños (también llamado Hogar Infantil); el Hogar
O’Higgins; el Hogar Andonaegui; el Hogar Pedro Aguirre Cerda, dedicado a la
crianza de aves (también se le conocía como Hogar avícola); el Hogar Luis
Vicuña Suárez, hortícola, donde se cultivaban hortalizas; el Hogar Andrés
Farías Sánchez, de arboricultura; el Hogar Fernando Vidal Huerta, dedicado a la
ganadería; y el Hogar Estudiantes.[88]
En cuanto a los talleres, en los años 60 sobrevivía
la antigua imprenta. También había una fábrica de baldosas, una lavandería
industrial, un taller de peluquería, un taller de mecánica de automóviles y una
lechería completa que era centro de experimentación de la Universidad de Chile.[89] Según
Tapia, el oficio más demandado y con mejores proyecciones era el de músico.
Casi todos los que integraron la banda se especializaron en instrumentos de
viento (tuba, trompeta, saxofón, trombón y clarinete) y terminaron en bandas
militares de la Marina o la Aviación, o en orquestas particulares. Los sastres
y los baldosistas, en cambio, tuvieron un campo laboral más limitado.
Posiblemente fue en 1960 cuando se produjo una reorganización en relación a la
banda. La casa que cobijaba al Hogar Andonaegui fue desocupada y poco tiempo
después allí se instaló el Hogar Banda, trasladando a todos los muchachos que
estaban en distintos hogares. Agustín Tapia pasó a ser el jefe de hogar, y la
formación musical siguió en manos de Ramón Toro Vargas y José Leyton.[90]
Imagen 12: Banda instrumental del Politécnico, cerca de 1960. Al centro:
Atilio Magliona, director de la banda instrumental; Heriberto Ferrer Rojas,
director del Politécnico; Roberto Tapia, Inspector General; y Agustín Tapia,
jefe del Hogar Banda. Arriba, a la derecha, el director de la Banda de Guerra,
José Leyton. Colección de Nelson Venegas.
Una parte de la identidad se forjaba en torno a los hogares y los talleres, aunque a veces los internos podían ser cambiados de ubicación, por diversas razones. No todos ingresaban al Hogar Infantil, porque algunos entraban ya mayores. Después de entrar al Politécnico, el interno pasaba por todos los talleres (en los años 50 eran nueve: electricidad, sastrería, imprenta, mueblería, baldosas, zapatería, mecánica, banda y peluquería), permaneciendo un mes en cada uno, lo que permitía evaluar sus aptitudes e intereses. Cumplido el ciclo se le asignaba a un taller de forma más estable. En el caso de los hogares había permanencia hasta los 15 años, momento en que debía pasar a la tercera compañía, luego la segunda y finalmente la primera, ya listos para el egreso y la partida al Servicio Militar.[91] Las competencias deportivas entre los hogares reforzaron esa identidad. En una foto de 1957 se puede apreciar al equipo del Hogar Hortícola que compitió en las olimpíadas internas (imagen 13).
Imagen 13: Delegación del Hogar Luis Vicuña (Hortícola) en las Olimpíadas
internas de 1957. Algunos lucen como competidores; otros como miembros de la
Cruz Roja. Colección de Nelson Venegas.
Nuevos hogares se fueron agregando, con el paso del tiempo. A partir de 1954 se abrió la posibilidad de postular a alguna escuela profesional. Hubo seleccionados para la Escuela Nacional de Sastrería, la Escuela Normal de Santiago y la Escuela de Artes Gráficas. Quienes estaban en esa condición, pasaban al Hogar Estudiantes, al que solo se iba a dormir durante la semana.[92] Los que se mantuvieron varios años en el Politécnico recordaban (y recuerdan) con detalle el o los hogares por los que pasaron, así como los nombres del jefe de hogar y la mamá respectiva. Lo mismo ocurría con los talleres, a cargo de un maestro que le daba su sello.
También se llegó a conformar una identidad más
colectiva e institucional, que se reforzaba por medio de las actividades
conjuntas, la insignia (con simbolismos referidos a la nación, el trabajo y el
estudio), el himno que cantaban en algunas ocasiones, el grito de guerra y
sobre todo el espíritu de cuerpo cuando se presentaban ante la comunidad
(imagen 14). Este sentido de pertenencia incluía a los funcionarios con quienes
se forjaban lazos más estrechos. En varios momentos, como hemos visto (1932,
1937, 1939 y 1972 cuando menos), los estudiantes rechazaron el cambio de
director por medio de protestas que, a la distancia, fueron calificadas de
simples actos de indisciplina. La identidad se vio reforzada entre aquellos que
lograron algún oficio y pudieron salir adelante tras egresar. Varios de ellos,
recuerda Tapia, formaron un centro de ex alumnos en Valparaíso, que realizaba
actividades de cuando en cuando, cargadas de nostalgia y gratitud hacia algunos
funcionarios (imagen 15).[93]
Seguramente poco de esto afectó la sensibilidad de los internos más
ocasionales, que huyeron con frecuencia o que nunca regresaron a la
institución.
Imágenes
14 y 15: A la izquierda, banderín del Politécnico. A la derecha, estandarte del
Centro de Ex alumnos del Politécnico. Extraídas del grupo respectivo en
Facebook.
Aunque posiblemente más débil, quizás entre los internos hubo una identidad relacionada con la condición de “niño en situación irregular”, como se denominaba entonces. El paso por varios hogares (todos habían pasado por la Casa de Menores) o el contacto con algunos de ellos en actividades conjuntas (las visitas al Hogar de Niñas, por ejemplo) pudo generar lazos más estrechos con ellos, más que con el resto de los escolares. Los Juegos Olímpicos de los Establecimientos de Menores del Servicio Nacional de Salud colaboraron en este mismo sentido. En 1964, mientras la atención estaba puesta en la competencia de Tokio, en el Politécnico se realizó la tercera versión de esta competencia infantil y juvenil, que reunió además a los internos de las colonias-hogar Van Buren, Las Higueras y Villa Alemana, de las casas de menores de Santiago y Valparaíso y de la Casa Nacional del Niño (la antigua Casa de Huérfanos). Asistieron 150 competidores y 200 acompañantes, y estuvieron presentes varias autoridades.[94]
Había también una fuerte identidad entre los
internos, distinta a la institucional. Quizás era la que afloraba con mayor
fuerza en el día a día, y se expresaba, por ejemplo, en el rechazo hacia
quienes no guardaban lealtad con algún miembro del grupo y lo exponían frente a
las autoridades. Según Damián, era una ley no escrita que no se podía denunciar
a nadie. El “sapo” (delator) no solo era excluido del grupo, sino también
recibía un fuerte castigo. Esto implicaba resolver internamente los conflictos
y mantener cierta complicidad cuando se tomaba conocimiento de alguna agresión,
robo o un acto de indisciplina. En el caso de Damián, eso le significó aceptar
resignadamente el castigo del encierro. En una ocasión, fue por no denunciar a
quien había ingresado licor a la escuela.[95]
En cuanto al personal, Tapia recuerda que había una
cincuentena en los años 50: siete eran asistentes sociales, 21 profesores y 13
maestros vocacionales. Además, había una enfermería, un doctor permanente, un
dentista, un veterinario y un práctico ganadero.[96] A este total hay que
agregar los inspectores, más el personal administrativo. A fines de los años
60, el número de funcionarios había crecido notablemente, como veremos.
El Politécnico formaba parte de un sistema de
protección, que incluía a todos los hogares administrados por el Estado, y
aquellos privados, que recibían subvención. Cada cual tenía sus
particularidades. Por ejemplo, los de niñas estaban a cargo de monjas y su
régimen estaba dominado por referencias religiosas. En varias ciudades había casas
de menores, siendo la de Santiago la más importante. En algunas instituciones
orientadas a adultos había secciones infantiles. La Casa Nacional del Niño
recibía a los niños abandonados y huérfanos (era la antigua Casa de Huérfanos).
Entre los establecimientos privados, aunque con participación estatal, estaba
la Ciudad del Niño, creada en 1943, que no recibía a niños infractores. A fines
de esa década, el Hogar de Cristo empezó a crea albergues, que se sumaron a los
que había abierto el Ejército de Salvación. Tapia asistió a varios congresos, a
Valparaíso y Concepción, por ejemplo, donde se exponía la experiencia de los
hogares de menores.[97] Recuerda
en particular la relación que comenzó a darse entre el Politécnico y el Hogar
de Niñas de Santiago, posiblemente en la década de 1960. Todos los domingos o
bien cada quince días, llegaba niñas al hogar que él dirigía dentro del
Politécnico, para que los muchachos a su cargo se distrajeran. En su opinión:
“lo pasaban súper bien, pero había que tener ¡más ojo! Igual era sacrificado.[98] Algunos
internos todavía recuerdan sus viajes al hogar de niñas de calle República,
donde se divertían bailando.[99]
En cuanto a la recreación, inicialmente la actividad
más recurrente era el fútbol y las caminatas hacia los dos cerros (el de la
Bandera y el de la Cruz). En algún momento, posiblemente los años 50, se
construyeron dos piscinas, una para los más grandes y otra para los más
pequeños. Como la institución no contaba con presupuesto para construirlas, se
hicieron con la cooperación de todos, en particular de los maestros que
trabajan en el Politécnico.[100] Como el
establecimiento era “puertas abiertas”, el que quería se iba. Sin embargo,
existía un sistema oficial de autorización para salir. A menos que estuvieran
castigados, el domingo era día de salida, siempre portando su respectiva
“boleta”, la que se presentaba en cualquier parte a modo de pase.[101]
La relación con el entorno era algo ambigua, como lo
recuerda Tapia. En general, en San Bernardo “los cabros del Politécnico eran
mal mirados, los trataban de ladrones”. Como había algunos que se arrancaban
con la ropa del Politécnico, era fácil asociar al establecimiento las fechorías
que algunos cometían en los alrededores. Además, algunos internos vendían lo
que encontraban a los parceleros, ya fueran frazadas, sábanas o lo que
pillaran. Los funcionarios salían a recuperarlas hasta con carabineros.[102] Sin
embargo, cuando había un desfile, los habitantes de San Bernardo aplaudían el
paso de los muchachos, uniformados y acompañados por la banda (imagen 16). Las
fechas más emblemáticas eran el 18 de septiembre y el 21 de mayo. Damián
recuerda que los 450 internos desfilaban en traje de salida dominical, a lo
largo de cuatro kilómetros hasta la Plaza de Armas. Iban liderados por la Banda
guerra, seguida por la Banda instrumental. Luego marchaba el Hogar Estudiantes,
las tres compañías, los hogares laborales (arboricultura, ganadería, avícola,
hortícola), luego el Hogar Andonaegui y el O’Higgins, cerrando el desfile el
Hogar Infantil, que acaparaba los mayores aplausos, con niños de cinco o seis
años. Los profesores, inspectores y jefes de taller iban preocupados de vigilar
y marcar el paso. Damián recuerda en particular a Marcelino, el más pequeño del
Hogar Infantil, quien marchaba acompañado de profesores y jefes de taller, ante
la admiración de todos.[103] También
había cierta cuota de reconocimiento desde instituciones como los bomberos,
cuando pedían a la Poli Ritmo que les amenizara un baile.[104]
Imagen 16: Paso de los alumnos del Politécnico en un desfile cívico en la
Plaza de Armas de San Bernardo, cerca de 1960. A la izquierda, con abrigo,
Guillermo Venegas, junto al Hogar Hortícola. A la derecha, la banda de la
institución toca en plena presentación. Colección de Nelson Venegas.
Varias personalidades visitaron el Politécnico a lo largo de su existencia, tanto para romper la rutina interna como para mostrar el proyecto institucional y dar ejemplos de superación a los propios alumnos. El afamado cantante de tango Argentino Ledesma, por ejemplo, visitó las instalaciones en 1960, acompañado de la popular cantante y actriz Carmen Sevilla. Ledesma les habló de su propia experiencia, cuando vivió en un hogar de menores, siendo niño.[105]
Oscar Cerda dejó el cargo en 1953, tras pedírsele la renuncia. El nombramiento en propiedad del reemplazante se dilató un tiempo y en el intertanto, hubo algunos directores provisorios. Uno de ellos fue Heriberto Ferrer Rojas, quien luego fue confirmado y permaneció varios años en el cargo. En 1958, a un año de asumir, fue cuestionado por el mal manejo de la institución, tras la visita del Intendente. Las acusaciones se enfocaron en el desaseo y la despreocupación que se observó. Algunos niños incluso andaban descalzos, lo que parecía impropio, aunque seguramente la vida campestre inducía a ello. Además, se constató que algunos internos andaban de vacaciones, autorizados por el director. Los fugados tampoco eran registrados. Se detectó falta de control en la venta de productos agrícolas que cosechaban los mismos alumnos. También se cuestionó que hubiera 320 alumnos y 200 funcionarios, considerando que en 1928 estaba contemplado que recibiera a 600 muchachos con 67 empleados. En la colonia de verano de Cartagena, por su parte, los funcionarios a cargo habrían cometido “actos de inmoralidad”, que no se detallaron.[106]
A pesar de estas denuncias, Ferrer se mantuvo en su puesto y no hubo reorganizaciones. Quizás el único incidente grande bajo su administración fue la “Huelga del Cerro la Bandera”, como la recuerda Damián Acevedo, un testigo de los hechos, posiblemente entre 1960 y 1962. Todo comenzó por problemas en la alimentación. A raíz de algunos reclamos, fue contratada una “dietista”, quien comenzó a introducir algunos cambios que el personal resistió. Quizás como sabotaje de estos últimos o bien por error de la dietista, un día la comida fue especialmente mala. Los internos de las tres compañías se coordinaron y vaciaron los fondos en la noche, frente a la casa donde se alojaba la nueva funcionaria, en señal de protesta. Como resultado de esto, la dietista renunció. Algunos meses después, los problemas en la comida subsistieron, con personal nuevo y viejas instalaciones, que tenían como resultado: exceso de trabajo, comida cruda o bien quemada. Silenciosamente se gestó una acción de presión, nuevamente entre los internos de las compañías: un grupo subió al cerro la Bandera, con la consigna de no bajar hasta que se solucionara el problema. Las compañías estaban ubicadas justamente a los pies del cerro, por tanto no era difícil que eligieran ese objetivo. Al segundo día ya había 200 alumnos arriba. Los inspectores no hacían nada por bajarlos, porque estaban de acuerdo con la demanda. Llegó la prensa y el Ministro de Salud y las negociaciones concluyeron con la promesa de modernizar la cocina en un plazo de seis meses. Con algo de retraso, la promesa se cumplió, y el nuevo recinto fue inaugurado con la asistencia del Ministro.[107]
Damián, quien vivió en el internado entre 1958 y 1964, llevó un registro de su paso por el Politécnico, entre los doce y los diecisiete años. En un cuaderno de la época “vertía diariamente, dolores, emociones, pesares de mi primera infancia. Con el tiempo, el cuaderno terminó en el fuego, consumido por el solo hecho de hacerme daño […]”.[108] Ya jubilado y viviendo en Itahue, retomó su inclinación literaria y reescribió parte de su vida en su libro Las rejas del alma (2015). En el texto, rescata escenas de contrastes: la rudeza de “Papito Henríquez”, los vistosos desfiles, los castigos, los paseos (a Baños Morales, a Cartagena), su experiencia en el Hogar Modelo O’Higgins, que ya mencionamos, al parecer dirigido por un sicólogo, donde solo algunos fueron seleccionados para entrar y el trato era muy distinto.
En cuanto a los castigos, menciona los que aplicaba Henríquez (los varillazos a quienes no se levantaban a tiempo, el trote de noche en calzoncillos por media hora, cuando no guardaban silencio después de las 22 hrs.) y su paso por el “patio de aislamiento” (en verdad, una construcción bajo techo, de poco uso). Aunque en la reglamentación no se incluían los castigos físicos, los inspectores Simm y Marín (el “abuelo” Simm y el “Potro” Marín) repartían cachetadas a quienes pasaban por ese lugar.[109] Quien se atenía a las reglas, podía evitarse esas situaciones. Incluso en las tardes, después de realizar sus deberes, cada cual podía dedicarse a lo que quisiera hasta las 21 hrs.: jugar una pichanga, dar de comer a sus mascotas (había quienes tenían perros, conejos, pájaros) o fumar detrás de los árboles.[110] El cumplimiento de tareas a veces se negociaba, de acuerdo a las circunstancias: por ejemplo, un ayudante de cocina en un hogar debía colocar la mesa, servir, lavar la loza y limpiar el comedor. En la práctica, los encargados del aseo eran los llamados “jotes” (aves similares a los buitres), alumnos que rondaban la cocina para obtener una ración extra de comida, a cambio de esas tareas. Para obtener una ración extra de postre (el cuaquer con leche era el más apetecido) se sumaban otras obligaciones, como planchar la ropa o lustrar los zapatos de los ayudantes de cocina. El jefe de hogar estaba al tanto de todo y hacía vista gorda.[111]
En los recuerdos de Damián también hay espacio para su primera visita a casa, después de varios meses sin ir: “Nuevamente volvía a mi triste realidad, la misma rancha de tablas y fonolas, el mismo padre alcohólico, mi solitario hermano menor, que quedó solo después que mi madre me internó a mí, y a mi hermana menor, el mismo barrio pobre, con sus miserias a cuestas, y me prometí ese día cambiar como fuera mi destino heredado”.[112] Seguramente no todos los muchachos enfrentaban el mismo ambiente en su casa, pero aquellos que estaban en una situación similar a la de Damián, terminaban aceptando las restricciones de un internado.
A pesar de la llaneza del relato, Damián confiesa en su texto haberse reservado las “cosas malas”, que prefirió callar.[113] En esos cinco años, “los sueños, los juegos de la primera infancia, fueron invadidos por situaciones extremas que tuve que afrontar”.[114] Para el balance, según Damián, “Pese a todo, la gran mayoría salimos personas de bien, y nos dispersamos por la vida […] si bien es cierto que pude ser mucho más en mis cinco años de paso por el recinto, también es cierto que pude ser mucho menos”.[115] Algunos quedaron en el camino: recuerda el caso de Luis y Guillermo, dos ladronzuelos que hicieron una breve pausa al ingresar al Politécnico, con salidas de domingo que les servían para retomar su antiguo oficio. “Papito Henríquez” se daba cuenta de todo y les profetizaba que serian “cárcel de presidio”, lo que finalmente sucedió. Ambos murieron en una riña en la Cárcel Pública.[116] El propio Damián se vio involucrado en un hecho delictual cuando su amigo Leviñanco lo invitó a aprovechar las salidas dominicales para trabajar cerca de la Estación de trenes de San Bernardo. El plan era juntar dinero para así poder fugarse, con dinero en el bolsillo, y partir a Coyhaique, tierra de aventuras y oportunidades. Damián se imaginó que se trataba de lustrar calzado, hasta que se dio cuenta que su papel era vigilar mientras su amigo asaltaba parejas. Aunque su conducta no era la mejor dentro del Politécnico, no se sintió bien siguiendo ese camino y buscó una excusa para no continuar con los planes del viaje.[117]
En 1964, a dos años del egreso de Damián, el joven profesor normalista Miguel Ángel Rivera se integró a trabajar al Politécnico. En sus recuerdos, remarca que por entonces no había castigo, sino un intento de reeducación, aplicando un enfoque basado en el “hogar libre”, único en América Latina. “No todo era miel sobre hojuelas; también se cometían irregularidades. Pero el enfoque global y los recursos empleados, el esfuerzo de muchos en educar a estos niños, fue absolutamente inédito”.[118] Todos los niños ya habían pasado por una internación, en una cárcel, una comisaría o alguna casa de menores. El contraste era notable, porque en el Politécnico el establecimiento era “totalmente abierto, sin rejas ni barrotes, ni guardias de ningún tipo”. Para el año en que Rivera ingresó, había una excepción: el recinto de ingreso, denominado Hogar de Recepción, contaba con muros de doble altura en sus patios y protecciones en sus ventanas.[119] Quizás con ello se intentó evitar que las fugas se produjeran antes del ingreso efectivo.
A fines de la década de 1960 una nueva crisis afectó al Politécnico. Es posible que haya afectado la aplicación de la Ley de Menores promulgada en 1967. El síntoma más visible fue la salida del director Ferrer en 1968. Desconocemos las razones de su partida, aunque años después se habló de persecución política. Tras su traslado, en comisión de servicios, se sucedieron tres directores interinos: Luis Dreckman, quien debió abandonar su cargo tras una huelga de internos; el coronel de Carabineros Alfredo Vicuña; y finalmente el profesor Jorge Cumming, designado en junio de 1970.[120] Posiblemente esta inestabilidad potenció las fugas, que alcanzaron su mayor nivel, cerca de 300 al año.[121] En mayo de 1967 una revista de izquierda denunció el “despoblamiento” del Politécnico. Apenas 180 menores estaban allí, atendidos por 220 funcionarios del Servicio Nacional de Salud.[122] No solo había disminuido la cantidad de internos, sino que se había producido un fuerte aumento en la planta de trabajadores. Las evasiones se detuvieron repentinamente en 1970, alcanzado solo a 61, lo que se tradujo en un aumento en la cantidad de alumnos. A fines de ese año, había 641, algo inédito en la historia del Politécnico. La tendencia se mantuvo en 1971, llegando a 706 en diciembre de ese año. Las estadísticas de 1972 no detallan la cantidad de fugas ni de egresos, pero se conoce la cantidad de internos al finalizar el año: 160. [123]
La situación debió ser compleja, aunque desconocemos los detalles. Hasta donde sabemos, el último hogar se había creado en 1966, el Hogar Melvin Jones, en honor al fundador del Club de Leones Internacional.[124] Ante esta situación, la única opción en el período 1970-1971 fue distribuir a los muchachos entre los hogares existentes. Respecto a la dotación de personal, claramente desproporcionada, no hay indicios de que haya habido una reestructuración durante el gobierno de la Unidad Popular. Como veremos, fue una de las críticas que hicieron los militares tras el Golpe de Estado.
Bajo los gobiernos de Frei y Allende, el debate se concentró en el escaso impacto que tenía el sistema de internación sobre el total de menores “en situación irregular” (hoy se diría “en situación de vulnerabilidad”), unos 600 mil.[125] Aunque la creación de nuevos hogares dentro del Politécnico era una necesidad, la política de protección de menores puso más atención a la dimensión preventiva.
Durante el gobierno de Allende se propusieron una serie de cambios administrativos, como la creación del Ministerio de la Familia, que absorbería las funciones de varios servicios; de más hogares y politécnicos, y de un Servicio Único Nacional de Menores (para sustituir el Consejo Nacional de Menores, sin atribuciones ejecutivas). También se planteaba mejorar la infraestructura y dotar de profesionales de apoyo en los establecimientos existentes. Lo más novedoso, en todo caso, era la política preventiva, que incluía un mayor espacio para el trabajo con la comunidad (a través de las juntas de vecinos, los centros de madres, la JUNJI, la Oficina de Asuntos Juveniles, etc.). Algunos cambios requerían la aprobación de un proyecto de ley que fue discutido en el congreso.[126] Sin embargo, otras urgencias desplazaron el debate.
En el ambiente convulsionado de aquellos años, tanto los funcionarios como los internos se involucraron en las demandas de mejores condiciones de funcionamiento. Como ocurría con frecuencia en las demandas laborales y sobre todo en las de vivienda, en el Internado se aplicó la estrategia de la toma, en este caso del establecimiento para llamar la atención de las autoridades. Al parecer ocurrió en varias oportunidades, aunque tenemos noticias de dos momentos: marzo de 1971 y febrero de 1972.
El 2 de abril de 1971, 280 muchachos ocuparon las instalaciones en protesta por varios “problemas” e “irregularidades” que arrastraba el Politécnico. Ante la prensa, tanto los internos como los ex alumnos y los funcionarios (agrupados en el Comité de Unidad Popular) señalaron que faltaban recursos y la salida de Heriberto Rojas como director, había empeorado las cosas. Denunciaban una persecución política contra el jefe de la Sección Menores del SNS, Carlos Nassar, y el director titular del Politécnico, a quienes habían marginado de sus cargos. Para llamar la atención de las autoridades, tomaron como “rehén” (la expresión parece haber sido de los internos) al ex director, Heriberto Ferrer, a quien pedían que retomara la dirección. Para destrabar el conflicto, el Ministro de Salud visitó el establecimiento, habló con los estudiantes y designó a Nassar como interventor y a Rojas como asesor. Solo entonces los muchachos depusieron el movimiento.[127]
Imagen 17: Grupo de alumnos del Politécnico en toma. El Mercurio,
Santiago, 3/marzo/1971, 18.
Otro incidente se produjo el 25 de febrero de 1972, como prolongación del anterior. Los alumnos se opusieron al nombramiento de Alejandro Zuleta como director y preferían que se mantuviera Nassar como interventor ya que había dado solución a varios problemas y lo consideraban un “amigo”. Los 130 internos que participaban en la acción pedían al Presidente Allende que les solucionara sus problemas, para así evitar las sucesivas tomas que habían tenido que organizar.[128] El día domingo la situación se hizo más tensa, debido a que el abastecimiento de pan quedó suspendido. Por entonces mantenían su exigencia de que Allende se hiciera presente.[129] El SNS aclaró que Nassar, tras concluir la intervención, había renunciado al servicio, porque lo que resultaba imposible que siguiera a cargo. En un tono enérgico anunció medidas disciplinarias contra los funcionarios que había instigado a los muchachos.[130] A la semana de haberse iniciado, el conflicto quedó solucionado, aunque transitoriamente. El Intendente de Santiago, Jaime Concha, comunicó que se había nombrado interventor al Comandante de Carabineros Alfredo Cañas Gutiérrez, quien se desempeñaba por entonces como director de la Casa de Menores de Santiago, a la espera de una designación definitiva. En este nuevo escenario, los internos devolvieron el edificio que tenían ocupado.[131] En una entrevista, Zuleta lamentó que un grupo de funcionarios hubiera instigado a los estudiantes en su contra, con falsa información sobre una supuesta reducción de fondos.[132] La huelga o toma del Politécnico, como fue conocida, tuvo cierta repercusión y todavía se la recordaba en los meses siguientes.[133]
4. Militarización y cierre
Tras el Golpe de Estado de 1973, el Regimiento de
Infantería de San Bernardo se hizo cargo del establecimiento y estableció allí
el Cuartel N°3. Desconocemos el detalle de lo que ocurrió en los primeros días,
aunque podemos sospechar la tensión que debió vivirse, considerando que varios
oficiales de ese regimiento estuvieron implicados en los crímenes del Cerro
Chena, en San Bernardo (o Cuartel N°2). El Informe Rettig menciona la muerte en
el Politécnico de Menores (aunque indica el Fundo El Mariscal, Santa Elena,
colindante con el Fundo Cerro Negro) de Bernardo Enrique Muñoz Guajardo, de 19
años, por dos balazos, uno en el cráneo. No entrega mayores antecedentes sobre
las circunstancias (salvo que fue el 16 de octubre) y tampoco sobre la
condición que tenía Muñoz.[134]
Las nuevas autoridades del Politécnico se hicieron
cargo en octubre de 1973, abandonando la modalidad de intervención aplicada
desde hacía más de cuatro décadas. En 1981 se decía que “en poder de los
políticos”, no había cumplido con sus objetivos.[135] Las tomas que se hicieron
de las instalaciones y la polarización política generaron la imagen de que se
trataba de un “enclave comunista”. La presencia de militantes de izquierda en
el Politécnico no parece haber sido producto del gobierno de Salvador Allende,
pero en este contexto fue visto como algo amenazante. En un reportaje publicado
a fines de 1974 se enfatizó el desorden que había reinado en el Politécnico
durante la Unidad Popular. Todo eso había cambiado.[136] Seguramente el ambiente de
libertad que rodeaba a los internos en el Politécnico debió parecer una
modalidad inadecuada por la ausencia del principio de autoridad, algo
considerado inherente a un establecimiento de este tipo. Sin embargo, no quedan
claras las críticas específicas contra el Politécnico.[137]
Gran parte del personal fue destinado a otras
instituciones o bien despedido y la nueva administración comenzó a aplicar un
régimen abiertamente militarizado.[138] Algunos indican que en
este período las instalaciones se fueron deteriorando, desmantelando o
abiertamente saqueando. Ya en diciembre de 1973, el predio fue traspasado al
Ejército.[139] El
abundante ganado desapareció en algún momento; las jaulas para aves se
transformaron en caniles; los talleres, en garajes, quizás más acorde con las
necesidad del Ejército. Nada se sabe de las máquinas de imprenta, los motores y
los instrumentos musicales de la banda instrumental.[140]
El itinerario de este proceso es algo confuso. Al
ser creado el Servicio Nacional de Menores (SENAME), en 1979, legalmente le fue
traspasada la administración del Politécnico, que todavía tenía existencia
legal.[141] Los
recuerdos son algo contradictorios, porque para algunos la transformación del
Politécnico en Hogar de Formación Integral del Niño, más conocido como Hogar
F.I.N., se habría producido en marzo de 1975, mientras otros indican años
posteriores.[142] Sin
embargo, seguimos la prensa de San Bernardo ya a fines de 1974 se informaba que
el Politécnico no existía. En su lugar se había creado el Hogar F.I.N., ubicado
dentro del Cuartel N°3 del Regimiento de Infantería, es decir, en lo que había
sido el Politécnico.[143]
Según la información que aportaba en 1974 el
gobernador de San Bernardo, el coronel Pedro Montalba, en el nuevo
establecimiento había 400 niños atendidos por 50 funcionarios, lo que
contrastaba con los 120 muchachos y 240 funcionarios en tiempos de la Unidad
Popular. La desorganización habría sido completa: aunque la lechería estaba
dispuesta para la ordeña de doscientas vacas, solo se habría encontrado un toro
y ninguna vaca. La formación “integral” que ahora se entregaba (dando a
entender que antes no había tal preocupación) incluía asistencia médica,
entrega de ropa, calzado y visitas a la Feria Internacional de Santiago (Fisa)
y al Estadio Nacional (apenas un año antes había sido un lugar de detención,
tortura y ejecuciones). También se había considerado el acceso a la educación
básica (para ello se creó una escuela básica, dentro del recinto) y otra
industrial (para aquellos que no tuvieron cabida en la Escuela Industrial N°1).
Informaba además el interés por los aspectos espirituales, como era la atención
del capellán de la Escuela de Infantería y la visita que habían hecho las
alumnas del Villa María Academy de Santiago.[144]
Algunas fotografías y videos que circulan por internet
hacen notar el carácter militarizado que tenía el Hogar F.I.N.: el uniforme
incluía boina de tipo militar; el emblema institucional, un casco y yataganes
cruzados. El hogar tuvo banda instrumental, que acompañaba a los internos
cuando participaban en un desfile (imágenes 18 a 21).[145] Algunos recuerdan como
director al teniente Juan Miguel Ferrer Gallo.[146] También hay referencias
del teniente Miguel Herrera en 1981.[147] Otros identifican al
capitán Lacrampette, cuando menos entre 1990 y 1992, y en particular sus botas,
que “hacían pasar más de un dolor de traste”.[148] El cierre definitivo del
Hogar F.I.N. pudo producirse en 2001, según algunas referencias, aunque los
terrenos habrían permanecido en manos del Ejército.[149] Sin embargo, un texto de
2013 aseguraba que el Hogar F.I.N. todavía estaba en manos del Ejército y
seguía recibiendo financiamiento del SENAME.[150]
Imágenes
18, 19, 20 y 21: A la izquierda, emblema del Hogar F.I.N. Al centro, dos
escenas del Hogar, donde se aprecia la indumentaria y los gestos paramilitares.
A la derecha, banda instrumental. Fecha indeterminada, posiblemente de la
década de 1980. Extraídas de https://www.youtube.com/watch?v=bQHRIeJUnhY
En la falta de información y las confusas referencias que se hacen del Politécnico y su final queda en evidencia la escasa memoria institucional. Toda su historia ha quedado casi completamente sumida en una oscura sombra. En un texto publicado por la UDP, por ejemplo, se hace una burda descripción de la experiencia que se vivió allí, como si hubiera sido una monstruosa pesadilla que vino a terminar (¿justificadamente?) con la intervención militar:
“Sin embargo debido a las reiteradas denuncias de irregularidades administrativas y funcionarias, entre ellos las críticas a la utilización de prácticas propias de la cultura carcelaria que manejaban los niños y adolescentes internos, la violación y el acoso sexual, insurrecciones y motines que pusieron en peligro la integridad física de niños, guardias, profesores y directivos, las continuas fugas y la incapacidad de mantener una segregación efectiva entre los internos, llevó a que el Politécnico dependiera del Ejército de Chile”.[151]
La memoria de los internos que vivieron la experiencia tardía del Politécnico, desde 1973 hasta 1980, la desconocemos. Es el período más oscuro. Los antiguos internos del Politécnico no se reconocen en lo que se vivió en esos años y tienden a dar por finalizada la experiencia en 1973. La memoria colectiva de quienes vivieron en el Hogar F.I.N. en los años 80 y 90 ha circulado a través de grupos informales, manteniendo cierta cohesión e identidad en torno al ambiente militar que predominó en esos años. En ellos no parece haber reconocimiento de la historia anterior, muy distinta en sus características.[152]
Como epílogo, en el mismo predio de Cerro Negro, aunque en el sector nororiental, se levantó un “centro de observación y diagnóstico y de rehabilitación conductual” (en jerga administrativa, un COD-CERECO) para acoger a los jóvenes infractores de la zona sur de Santiago. Fue bautizado como Comunidad Tiempo Joven y se inauguró a comienzos de 1995. Con este y otros centros, se esperaba erradicar a los menores de 18 años de las cárceles, algo que todavía ocurría por falta de espacio en los recintos existentes. Su primer director fue Sergio Ávalos, un profesor, como había ocurrido en el Politécnico, pero a diferencia de esa experiencia, acá hubo desde entonces (y sigue habiendo) imponentes muros y un cierre semejante al de una cárcel.[153]
En el lugar donde estuvieron los hogares, la escuela y los talleres solo hay restos de construcción, a medio derruir, como lejano vestigio de lo que ahí ocurrió. El complejo habitacional, parcialmente levantado a comienzos de 2018, anuncia la pronta demolición de lo poco que queda. A la espera de ese momento, todavía hay antiguos internos que se acercan a rememorar, solos o con sus familias, su paso por el Politécnico. En ese solo hecho parece haber un claro indicio de la importancia que tuvo para sus vidas el haber vivido esa experiencia.
Conclusiones
No podemos evaluar las políticas del Estado en materia de niñez a partir de una experiencia específica, como fue la del Politécnico Alcibíades Vicencio. Para poder llegar a hacer un balance de ese tipo deberíamos conocer lo que sucedió con otras instituciones, tanto las de administración directa del Estado como aquellas que recibieron subsidio fiscal, las que aplicaron distintas modalidades de intervención. En este sentido, con este artículo la tarea recién se inicia, ya que esta parece ser la primera investigación monográfica sobre una institución en particular.
La reconstrucción de la vida del Politécnico, con los cambios que experimentó este proyecto en su aplicación, a lo largo de las décadas, no buscó defender las ideas que allí subyacieron, sino entender sus lógicas, la forma efectiva en que se aplicó el modelo. Como lo hemos planteado antes, los balances sobre el sistema de protección de menores, vigente desde 1928 hasta los años 90 (o hasta hoy, de algún modo) han sido esquemáticos y no han considerado sus variantes, las transformaciones y adaptaciones que experimentó, así como los problemas que arrastró.
Para algunos niños y jóvenes que pasaron por el Politécnico, la experiencia les significó la posibilidad de alcanzar una educación técnica a la que difícilmente habrían podido acceder. Sin embargo, no todo fue un balance positivo, ya que otros muchos abandonaron el sistema, por las facilidades de evasión que se presentaban, al no estar cercado, algo poco habitual en instituciones que funcionaban como reformatorios.
Como experiencia de investigación, este estudio nos permitió constatar los desafíos que arrastra reconstruir la historia de una institución como esta. La caracterización de los diferentes períodos que pudimos detectar estuvo fuertemente condicionada por la documentación disponible. Por ejemplo, en la primera etapa, la fuente principal provino de los textos oficiales donde se exponían las ideas iniciales del proyecto, bastante optimistas del proceso y sus proyecciones. En parte, esto se debe a que todo estaba por hacerse. En la segunda etapa, en cambio, fueron visibles las críticas a algunas posibles deficiencias o contradicciones que estaba enfrentando el Politécnico, ya en funcionamiento. Toda la documentación es escrita y una parte provino de relatos periodísticos, algunos de ellos centrados en algunos escándalos. Del optimismo inicial quedaba poco. Los relatos más crudos que pudimos conocer corresponden a este período. Los archivos ministeriales ayudaron a explicar algunos conflictos que la prensa no abordó en profundidad. Para reconstruir el tercer momento contamos, por primera vez en nuestro estudio, con las voces de los sobrevivientes, quienes, con sus recuerdos, aportaron una dimensión más vivencial y humana de la experiencia. Sin embargo, también pudimos constatar la extraordinaria selectividad que experimenta la memoria. Los relatos que obtuvimos tendieron a ser nostálgicos, en parte por la forma en que cada cual pudo desarrollar su vida después de salir del Internado. No logramos encontrar testimonios de aquellos que tuvieron un paso más pasaje o eventualmente más traumático. El último momento, que se inició en 1973, aunque debió ser el más fácil de trabajar, terminó siendo el más oscuro. El abrupto fin de la experiencia del Politécnico y el surgimiento, en el mismo lugar, de un hogar administrado por el Ejército marcó esta etapa y, para nuestra sorpresa, muchos recuerdos de los últimos internos también tuvieron un tono nostálgico, a pesar del ambiente más jerarquizado y rudo que se dio a los internos.
Detrás del orden que logramos dar a esta síntesis final, con fases más o menos definidas, acontecimientos relativamente precisos y objetivos, se esconde posiblemente una realidad mucho más compleja de explicar y de reconstruir. Los silencios, las luces y sombras de la vida de un internado, las evocaciones contenidas de esfuerzos frustrados y también de alegrías cotidianas que solo los protagonistas pudieron sentir, la rutina y la sorpresa del diario vivir, todo aquello que resulta a veces inenarrable, tanto dentro como fuera del Politécnico, pudieron apenas ser esbozados y a veces imaginados mientras leíamos la documentación, los artículos de prensa y escuchábamos los relatos de los ex internos.
Una institución con régimen de internado, como el Politécnico, dejó fuertes huellas para quienes pasaron por él, por las relaciones sociales que se forjaron allí. Tanto las amistades como las rivalidades, las negociaciones de todo tipo, las relaciones de poder, entre el estamento directivo, profesional y técnico, así como las que surgieron entre los propios muchachos, con un perfil tan heterogéneo, dieron vida a una micro sociedad, que experimentó en varios momentos los efectos lejanos de la historia que se estaba viviendo afuera.
La vida del Politécnico no estuvo desconectada del entorno. No solo había ocasiones en que los muchachos podían salir, para visitar a sus familias o realizar alguna actividad especial. También algunos de ellos tuvieron la ocasión de negociar, elevar petitorios y relacionarse con autoridades políticas locales y nacionales (gobernador, ministros, director general de Protección de Menores), cuando algún conflicto terminó rebasando los ámbitos de la propia institución.
Estos últimos aspectos fueron los más visibles en la prensa que siguió el transcurrir del Politécnico a lo largo de sus cuatro décadas. De cuando en cuando, algún incidente mayor y la consecuente reorganización o bien un acto protocolar donde participaba alguna autoridad provocaba alguna nota periodística, que sacaba a la institución de la indiferencia mediática. Hemos intentado no reproducir ese formato, intentando adentrarnos en las múltiples dimensiones de su vida interna. El resultado final, sin embargo, ha dejado vacíos y muchas dudas que no hemos podido responder.
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Publicaciones periódicas:
Anuario de Justicia y Policía, Santiago, 1968-1973.
Boletín de las escuelas experimentales, Santiago, 1930-1951.
Boletín de la Dirección General de Protección de Menores, Santiago, 1929-1935.
Boletín de sesiones, Diputados, 1929-1973.
Boletín de sesiones, Senado, 1929-1973.
El Clarín, San Bernardo, 1929-1935.
El Diario Ilustrado, Santiago, 1932, 1933
El Imparcial, Santiago, 1937.
El Mercurio, Santiago, 1932, 1933, 1937, 1939, 1970-1972.
El Siglo, Santiago, 1946-1947, 1970-1972.
Ercilla, Santiago, 1946-1973.
La Idea, San Bernardo, 1937-1939.
La Hora, Santiago, 1937.
La Nación, Santiago, 1932, 1933, 1937, 1939, 1970-1972.
La Opinión, San Bernardo, 1939, 1944.
La Segunda, Santiago, 1971.
La Tercera, Santiago, 1971-1972.
La Voz de Maipo, San Bernardo, 1980-1982.
Mundo Nuevo, San Bernardo, 1974-1976.
Nuestros ideales, San Bernardo, 1929-1931, 1934.
Punto Final, Santiago, 1965-1973.
Ramona, Santiago, 1971-1973.
Rotary Club de San Bernardo, San Bernardo, 1955-1975.
Un paso más, San Bernardo, 1940-1948.
Un paso más, San Bernardo, 1993-1995.
Testimonios
Acevedo Jara, Agustín Damián, comunicación escrita con Jorge Rojas F. (2018).
Ferreira Araya, Luis, comunicación escrita con Jorge Rojas F. (2018).
Rivera, Miguel Ángel, comunicación escrita con Jorge Rojas F. (2018).
Tapia Bravo, Agustín (hijo), entrevista con Inguiguol Miranda y Caroline Palma (2008).
Tapia Fuentes, Agustín (padre), entrevista con Inguiguol Miranda y Caroline Palma (2008).
Venegas Morales, Nelson, comunicación escrita con Jorge Rojas F. (2018).
Archivos y Colecciones
Archivo Ministerio de Obras Públicas, Departamento de Arquitectura.
Archivo Nacional Ministerio de Justicia, 1929-1942.
Archivo Nacional Ministerio de Salubridad, 1942-1960.
Colección Nelson Venegas Morales (fotografías).
Concejo Municipal de San Bernardo, Actas de sesiones, 2004-2016.
Sítios web
http://anitamontrosis.bligoo.com/content/view/78228/HISTORIA-DE-SAN-BERNARDO.html#.Wo75NDOWzcc
https://www.youtube.com/watch?v=bQHRIeJUnhY
https://www.youtube.com/watch?v=t1p5PVI9cL4
http://transparencia.ejercito.cl/Actos/archivos/Bases_Adm_Esp_Enajenacion_CerroNegroRestoNorte_RestoSur_07_01_2014.pdf
http://www.terapiatanguera.com.ar/Notas%20y%20articulos/tino_ledesma.htm
[1] Juan Eduardo Cortés Beck, “Desarrollo de los sistemas de atención a la
infancia en Chile” En Infancia en riesgo social y políticas sociales en
Chile. Desarrollo y perspectivas del Servicio Nacional de Menores y su relación
con las políticas sociales, la sociedad civil y el marco jurídico
coordinado por Francisco Pilotti,(Montevideo: Instituto Interamericano del
Niño, 1994), 221-261; Ana María Farías, “El difícil camino hacia la
construcción del niño como sujeto de derechos” Revista de Derechos del Niño,
n°2 (2003), 187-224.
[2] Sobre los tribunales de menores, el mayor
aporte es el de Silvana Veto, quien lidera una investigación centrada en la
documentación del primer tribunal de este tipo que se creó en Chile. Silvana Vetö, “Child Delinquency and
Intellectual Testing at Santiago’s Juvenile Court, Chile, 1929-1942” History
of Psychology (en evaluación); “Homosexualidad masculina y examinación
médica en la Casa de Menores de Santiago, 1929-1942” Historia y Justicia (en
evaluación).
[3] Facundo Álvarez, “A la búsqueda de un lugar para los
menores infractores. La creación de la Colonia Educacional de Varones en
Uruguay (1912-1925)”, Claves. Revista de historia 3, n°4
(enero-junio 2017), 191-218.
[4] Había instituciones antes de esta ley, pero
fue a consecuencia de ella que se reorganizaron. Un ejemplo es la Colonia Hogar
Ricardo Gutiérrez, que remonta su origen a 1905 (Colonia de Menores Varones
Marcos Paz), aunque en realidad fue refundada en 1924. María Carolina Zapiola, “¿Escuela regeneradora
u oscuro depósito? La Colonia de Menores Varones de Marcos Paz, Buenos Aires,
1905-1919”, en Sociabilidades, justicias y violencias: prácticas y
representaciones culturales en el cono sur (siglos XIX y XX), editado por
Sandra Gayol y Sandra Pesavento, (Buenos Aires-Porto Alegre: UFRGS-UNGS, 2008),
1-24; y “Porque sólo en familia se puede formar el alma del niño. La reforma de
la Colonia de Menores Varones de Marcos Paz, Buenos Aires, década de 1920” Revista
de Historia de las Prisiones, n° 1 (julio-diciembre 2015), 136-157; Leandro
Stagno, “Los tribunales de menores en la Argentina. Antecedentes
internacionales e iniciativas nacionales (1933-1943)”, en Infancias:
políticas y saberes en Argentina y Brasil. Siglos XIX y XX, editado por
Isabella Cosse y otras, (Buenos Aires: Teseo, 2011), 335-364.
[5] María del Carmen Castrillón V., “Los niños de la minoridad y sus lugares
de ‘reforma y corrección’ en Colombia (1900-1930)” Revista Sociedad y
Economía, n° 26 (enero-junio 2014), 41-64.
[6] Este enfoque que proponemos surgió en nuestra
primera aproximación al tema: Historia de la infancia en el Chile republicano, 1810-2010 (Santiago: Junta Nacional de
Jardines Infantiles, 2010), 214-219, 383-387, 443-446, 504-523.
[7] Ximena Pachón, “La Casa de Corrección de Paiba en
Bogotá”, en Historia de la infancia en América Latina, coordinado por
Pablo Rodríguez Jiménez y María Emma Manarelli, (Bogotá: Universidad Externado
de Colombia, 2007), 323-340.
[8] De gran utilidad resultó el catastro
documental realizado por Ángela Vergara Marshall y publicado como anexo en su
texto Represión,
reeducación y prevención. Concepciones sobre la delincuencia infantil, Chile
(1900-1950)
(Santiago: Informe becaria residente en investigación, Instituto de Historia,
Pontificia Universidad Católica de Chile, 1996), 62-114. Con él, pudimos
orientar la búsqueda entre cientos de volúmenes.
[9] Decreto 2531, 24/diciembre/1928, Diario Oficial, 9/enero/1929, Reglamento para la aplicación de la Ley de Protección de Menores (4447).
[10] Ley 4447, de Protección de Menores, 18/octubre/1928, Diario Oficial, 23/octubre/1928, art.10.
[11] Jorge Rojas Flores, Los boy scouts en Chile, 1909-1953 (Santiago: Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, Dibam, 2006), 16-28.
[12] Boletín de la Dirección General de Protección de Menores, Santiago, n° 2, octubre/1929, 171-177.
[13] Rojas, Historia de la Infancia, 383-384.
[14] En ambas publicaciones se mencionaba a Mario Inostroza como director del establecimiento. La semana escolar, Santiago, 1927-1928; Nuestros ideales, San Bernardo, 1929-1931.
[15] Nuestros Ideales, San Bernardo, n° 1, 21/mayo/1929, 5; n° 3, 29/junio/1929, 8.
[16] Nuestros Ideales, San Bernardo, n° 1, 21/mayo/1928, 4.
[17] Nuestros Ideales, San Bernardo, n° 5, 18/septiembre/1929, 9.
[18] Nuestros Ideales, San Bernardo, n° 7, 15/noviembre/1929, 3.
[19] Quizás su inclinación por el socialismo se
produjo tras la crisis de 1931. Fue militante de la Acción Revolucionaria
Socialista en 1932 (compuesta por varios ex militantes anarquistas) y luego del
Partido Socialista de Chile en 1933. Véase Julio César Jobet, El Partido Socialista de
Chile (Santiago: Ediciones Prensa Latinoamericana, 1971), t.1, 66. Sobre la
Reforma Educacional de 1928, Iván Núñez, El trabajo docente: dos propuestas
históricas (Santiago: PIIE, 1987), 219.
[20] Archivo Nacional-Ministerio de Justicia (en adelante ANMJ) vol. 4014, Oficios 1061-1170 (1930), oficio N°1161 25/julio/1930 y antecedente (memoria de la Dirección General de Protección de Menores).
[21] Vergara, Represión, 34-35, 48.
[22] Ángela Vergara y Ana María Farías, esta última
basándose en gran medida en el trabajo de Vergara (Represión, citado),
describen el Politécnico como una institución con disciplina rígida, semejante
a una cárcel (las fugas habrían sido un síntoma de ello), continuando el modelo
de la Escuela de Reforma. Véase Frías, “El difícil camino” 210-214.
[23] Así se señala en Nuestros Ideales, San Bernardo, n° 28-29, noviembre-diciembre/1931, 13.
[24] Nuestros Ideales, San Bernardo, n° 1, 21/mayo/1929, 7.
[25] Boletín de Sesiones, Diputados, 2/febrero/1932, 3368-3371.
[26] El Clarín, San Bernardo, 31/octubre/1931, 3.
[27] Boletín de Sesiones, Diputados, 2/febrero/1932, 3368-3378.
[28] Así se indica en Nuestros ideales, San Bernardo, n° 30, febrero/1934, p.8. El último número de noviembre-diciembre de 1931 era el n° 28-29.
[29] “Las incidencias en el Politécnico Alcibíades Vicencio. Estableciendo la verdad”, Inserción firmada por Lea Plaza, en El Diario Ilustrado, Santiago, 22/abril/1932, 4. Al parecer Brañes no estaba de acuerdo con el retorno de los tres maestros, lo que habría comunicado a Lea Plaza, aunque acató la decisión. El Mercurio, Santiago, 20/abril/1932, 15. Una entrevista a Brañes en El Clarín, San Bernardo, 23/abril/1932, 1. La salida de Inostroza en El Clarín, San Bernardo, 9/abril/1932, 5.
[30] El Diario Ilustrado, Santiago, 16/abril/1932, p1-2; 18/abril/1932, 3.
[31] ANMJ, vol. 4229, Oficios 471-625 (1932), oficio N°510, 20/abril/1932 (antecedente, oficio de Lea Plaza, 15/abril/1932) y oficio n° 542, 27/abril/1932 (antecedente: oficio de Lea Plaza, 19/abril/1932).
[32] El Diario Ilustrado, Santiago, 24/abril/1932, p13; El Mercurio, Santiago, 20/abril/1932, 15.
[33] ANMJ, vol. 4220, Providencias 4365-5232 (1932), Providencia n° 5114, 22/diciembre/1932.
[34] El Clarín, San Bernardo, 15/octubre/1932, 5. Una breve descripción de la buena organización interna, observada por tres periodistas, en El Clarín, San Bernardo, 21/enero/1933, 4.
[35] ANMJ, vol. 4220, Providencias 4365-5232 (1932), Providencia n° 5113, 22/diciembre/1932, denuncia de Tomás de la Puente.
[36] A diferencia de un simple acto de violación, acá se puede apreciar que los muchachos mayores intentaban presionar para que los más pequeños aceptaran.
[37] La remoción de Martínez y el nombramiento de Andonaegui se produjo en noviembre de 1933. ANMJ, vol. 4347 Oficios t.11 1445-1592 (1933), oficio n° 1543, 9/nov/1933 y antecedentes. El diputado radical Carlos Cuevas destacó positivamente la breve administración del almirante Carlos Andonaegui Guarda. Boletín de Sesiones, Diputados, 10/enero/1937, 2063-2065; 24/agosto/1937, 2433-2440. También en El Clarín, San Bernardo, 4/noviembre/1933, 4.
[38] El Clarín, San Bernardo, 11/noviembre/1933, 3; 14/julio/1934, 3; 21/julio/1934, 3.
[39] El Diario Ilustrado, Santiago, 15/diciembre/1933, 3.
[40] El Clarín, San Bernardo, 30/diciembre/1933, 1.
[41] Se retomó la numeración de la última publicación de 1931, tras quedar suspendida.
[42] En 1944 celebraba diez años de vida. La Opinión, San Bernardo, 27/mayo/1944, 1
[43] No tenemos mayores referencias de Poblete. El Clarín, San Bernardo, 14/julio/1934, 3; 21/julio/1934, 3.
[44] Boletín de Sesiones, Diputados, 17/junio/1936, 958-959. La intervención de Muller habla de Guardia Civil, aunque al parecer se denominaba Guardia Cívica, como veremos más abajo.
[45] ANMJ, vol. 4592, Oficios originales t.12 1334-1459 (1935), oficio n° 1348, 15/nov/1935 y antecedente (informe de Lea Plaza, sin fecha).
[46] Boletín de la Dirección General de Protección de Menores, n° 8, diciembre/1935, 850-875.
[47] ANMJ, vol. 4714, Oficios originales t.3
291-419 (1936), oficio n° 354, 31/marzo/1936 y antecedente (oficio
n° 231 de Lea Plaza, 16/marzo/1936).
[48] Algunos antecedentes en El Mercurio, Santiago, 2-4 y 6/junio/1937; La Nación, Santiago, 2-5/junio/1937; El Imparcial, Santiago, 31/mayo/1937; 1-3/junio/1937; La Hora, Santiago, 1-3/junio/1937; La Idea, San Bernardo, 29/mayo/1937; 5/junio/1937; Boletín de Sesiones. Diputados, 1/junio/1937, 253-254; 2/junio/1937, 301-303; 24/agosto/1937, 2433-2440. La rehabilitación (que implicó una indemnización por los sueldos que dejó de percibir) es mencionada en Boletín de sesiones, Diputados, 29/diciembre/1941, 1791. Al cierre de este artículo, hemos podido ubicar las dos causas judiciales contra Reñasco, las que esperamos estudiar con mayor detalle en otro texto.
[49] ANMJ vol. 4859, Providencias 1854-2899 (1937), Providencia n° 2534 7/junio/1937; Providencia n° 2535 7/junio/1937.
[50] El sistema de hogares se mantuvo, aunque los nombres cambiaron. No tenemos noticias posteriores del Tribunal de los Cinco, de la Guardia Cívica, tampoco del Cuerpo de Brigadieres.
[51] Boletín de sesiones, Diputados, 16/agosto/1937, 2050-2051
[52] Un listado de acusaciones en La Idea, San Bernardo, 20/mayo/1939, 3. Los cuestionamientos del diputado César Godoy al irregular nombramiento de Óscar Cuadra en Boletín de Sesiones, Diputados, 24/agosto/1937, 2433-2440. Respecto a su gestión: Diputados, 23/agosto/1938, 2396-2398; 20/agosto/1947, 1530.
[53] La Opinión, San Bernardo, 6/mayo/1939, 2; En 11/nov/1939 el periódico cuestionó la mezquindad de no reconocer la trayectoria de Cuadra. El periódico radical La Idea, en cambio, lo atacó, vinculándolo con un partido célebre por su falta de honestidad (posiblemente en referencia al Partido Democrático). Véase La Idea, San Bernardo, 24/diciembre/1938, 3; 11/marzo/1939, 3; 18/marzo/1939, 3; 1/abril/1939, 3; 29/abril/1939, 3; 20/mayo/1939, 3. Para La Idea, el único director honesto y capacitado hasta entonces había sido Jorge Brañes, quien falleció al poco tiempo de ser nombrado y curiosamente era radical.
[54] ANMJ, vol. 5270, Oficios originales t.2, 201-400 (1939), Oficio n° 212, 8/febrero/1939 y antecedente (oficio de Óscar Cuadra al Ministro de Justicia, 27/enero/1939). La Opinión, San Bernardo, 6/mayo/1939, 2. La Idea, San Bernardo, 13/mayo/1939, 3; 20/mayo/1939, 3.
[55] ANMJ, vol. 5269, Oficios originales (1939) t.1 1-200, oficio n° 117, 30/enero/1939 y antecedentes (informe del fiscal, 24/enero/1939 y oficio de Director Orden y Seguridad de Carabineros, 21/febrero/1939).
[56] ANMJ, vol. 5275, Oficios originales (1939) t.7 1201-1335, oficio 1217, 7/julio/1939, y antecedente: carta de Ricardo Dávila Budge (17/mayo/1939).
[57] Agustín Tapia Fuentes, entrevista realizada por Inguiguol Miranda y Caroline Palma. Transcrita en su texto Abandono social, esperanza y olvido… Politécnico Alcibíades Vicencio, 1929 – 1973 (Santiago: Tesis para optar al grado académico de Licenciada en Historia y Ciencias Sociales, Universidad Arcis, 2008), 145-155.
[58] A cargo de la administración estaba el director, el subdirector, un inspector general, un ecónomo, un secretario contador, un portero, un inspector guardalmacén. un bodeguero. Ley de Presupuesto del Ministerio de Justicia para el año 1936 (Santiago: Talleres Gráficos La Nación, 1935), 38-39.
[59] En 1942 un estudiante hacía notar, con orgullo, que en el taller habían impreso la revista Algo, del Liceo de Hombres de San Bernardo; y un extenso libro de Luis Cousiño MacIver, Breve curso de medicina legal, de 361 páginas. Un paso más, San Bernardo, n° 6, diciembre/1942, 25.
[60] Sobre el nombramiento de Cerda, véase Boletín de Sesiones, Diputados, 20/agosto/1947, 1529.
[61] De ellos, hemos tenido a la vista cinco números: n° 1 (octubre de 1940), n° 3 (octubre de 1941), n° 6 (diciembre de 1942) y n° 7 (julio de 1944). Un número especial salió en diciembre de 1948.
[62] Un paso más, San Bernardo, n° 3, octubre/1941, 1.
[63] La actividad se realizó el 24 de enero de 1941. Un paso más, San Bernardo, n° 3, octubre/1941, 10-11.
[64] La Opinión, San Bernardo, 25/marzo/1939, 1-2; 1/abril/1939, 1. La Idea, San Bernardo, 18/marzo/1939, 3. Este último periódico atacó su gestión.
[65] Boletín de Sesiones, Diputados, 20/agosto/1947, 1529-1532. Sobre la calidad experimental de la escuela, véase Boletín de las escuelas experimentales, Santiago, N°10, primer semestre/1951, 5-14. Lamentablemente no pudimos profundizar en la influencia que tuvo la experimentación pedagógica en el Politécnico. En 1939 fue nombrado subdirector Rigoberto Arriagada Arriagada, quien permaneció hasta 1968. Arriagada era profesor normalista formado en Chillán, con un curso en la Escuela Experimental Aire Libre en 1927 y luego con experiencia como profesor en la Escuela Especial de Desarrollo hasta 1938. Mundo Nuevo, San Bernardo, n° 7, 2da quincena/noviembre/1974, 6.
[66] El Siglo, Santiago, 5/mayo/1947, 7.
[67] El profesor Rómulo Molina, según Roberto Abuin, se habría empeñado en prolongar la escolaridad más allá de sexto grado, algo que los directores del Politécnico no promovían, prefiriendo la formación en oficios. Intervenciones de los profesores Luis Morales y Roberto Abuin en Actas del Concejo Municipal de San Bernardo, Sesión extraordinaria n° 57, 28 de julio de 2015. El profesor Miguel Ángel Rivera, en cambio, no recuerda que haya habido tensión en ese sentido. Al contrario, según él, se habría entendido que eran aspectos complementarios.
[68] Valentina Orellana Guarello, ‘Profesores rojos’ y ‘amenaza
soviética’. El alineamiento de la educación y la depuración de las escuelas durante
la ‘guerra contra el comunismo’ en Chile. 1947-1949 (Santiago: Tesis para
optar al grado de Magister en Historia, Pontificia Universidad Católica de
Chile, Santiago, 2013), 142, 155-159.
[69] Ercilla, Santiago, nº 729, 19/abril/1949, 16-17.
[70] Testimonio de Agustín Tapia Fuentes. El escritor José Donoso escribió un artículo sobre los hogares de menores en 1962 donde confirma esta información sobre el Politécnico. Ercilla, Santiago, n° 1431, 24/octubre/1962, 4-5.
[71] Testimonio de Agustín Tapia Fuentes.
[72] Según se anunció, en 1943 debía partir a una empresa privada. Un paso más, San Bernardo, n° 6, diciembre/1942, 23.
[73] Testimonio de Agustín Tapia Fuentes.
[74] Hemos preferido citarlo como Damián, aunque
también usa su primer nombre, Agustín, para no confundirlo con Agustín Tapia.
Véase Agustín Damián
Acevedo Jara, Las rejas del alma (Molina: s/i, 2015), 93-94.
[75] Testimonio de Agustín Tapia Fuentes.
[76] Acevedo, Las rejas del alma.
[77] Testimonio de Agustín Tapia Bravo.
[78] Nelson Venegas Morales.
[79] Testimonio de Agustín Tapia Fuentes.
[80] Testimonio de Agustín Tapia Fuentes.
[81] Acevedo, Las rejas del alma, 30-31
[82] Testimonio de Agustín Tapia Fuentes.
[83] ANMJ, vol. 5467, Providencias originales 3548-3848 (1940), Providencia n° 3795, 14/octubre/1940.
[84] ANMJ, vol. 5467, Providencias originales 3548-3848 (1940), Providencia n° 3796, 14/octubre/1940.
[85] ANMJ, vol. 5485, Oficios originales 861-1000 (1940), Oficio n° 895, 19/junio/1940.
[86] Samuel Gajardo, Memorias de un juez (Santiago: Editorial Divulgación, 1957) 16-18. En 1950, el director de la Casa de Menores de Santiago, Tito Fernández, se quejaba de que, desde hacía tres años, los niños ya no permanecían en la Casa de Menores durante meses, incluso años, logrando aprender a leer y escribir en la escuela que había en su interior, así como algunos hábitos. “Sobre una escuela”, en Ercilla, Santiago, n° 786, 23/marzo/1950, 11.
[87] Archivo Nacional-Ministerio de Salubridad, vol. 1057, Oficios antecedentes, t.4 451-600 (1950), oficio n° 530, 8/mayo/1950 y antecedentes (oficio n° 781, del juez Gajardo, 11/abril/1950).
[88] Agustín Tapia Fuentes recordaba siete en los años 50 (posiblemente porque excluyó el Hogar Estudiantes, que surgió por entonces). Damián Acevedo menciona ocho.
[89] Testimonio de Miguel Ángel Rivera.
[90] Testimonios de Agustín Tapia Fuentes; Damián Acevedo; y Carlos Gallardo Acevedo, ex miembro de la banda e interno entre 1960 y 1968. El testimonio de este último en:
http://anitamontrosis.bligoo.com/content/view/78228/HISTORIA-DE-SAN-BERNARDO.html#.Wo75NDOWzcc
[91] Acevedo, Las rejas del alma, 49. Información anexa aportada al autor por Acevedo.
[92] Acevedo, Las rejas del alma, 93-100. El año en que por primera vez se dio esta posibilidad nos fue informado por Nelson Venegas, quien ha estudiado la historia del Politécnico.
[93] Testimonio de Agustín Tapia Fuentes. En Facebook hay un grupo “Politécnico San Bernardo”, al parecer inactivo, donde se puede ver la fotografía de un viejo estandarte con la leyenda “Centro Ex alumnos Valparaíso Politécnico San Bernardo”. Debido a que varios ex miembros de la banda instrumental terminaron en la Marina, fue en Valparaíso donde se constituyó el centro de ex alumnos.
[94] El Mercurio, Santiago, 19/octubre/1964, 38.
[95] Acevedo, Las rejas del alma, 81-84.
[96] Testimonio de Agustín Tapia Fuentes.
[97] Testimonio de Agustín Tapia Fuentes.
[98] Testimonio de Agustín Tapia Fuentes.
[99] Así lo recuerdan dos personas anónimas en un foro de recuerdos del Politécnico: Al respecto, véase http://anitamontrosis.bligoo.com/content/view/78228/HISTORIA-DE-SAN-BERNARDO.html#.Wo75NDOWzcc
[100] Testimonio de Agustín Tapia Fuentes.
[101] Testimonio de Agustín Tapia Fuentes.
[102] Testimonio de Agustín Tapia Fuentes.
[103] Acevedo, Las rejas del alma, 46-48.
[104] Testimonio de Agustín Tapia Fuentes.
[105] Información aportada por Nelson Venegas, quien tiene una fotografía de Ledesma en esa ocasión. No hemos encontrado mayores referencias al paso de Ledesma por un hogar de menores, aunque es conocido su origen pobre. Véase el artículo de Tino Díaz, sobre Argentino Ledesma (1928-2004), http://www.terapiatanguera.com.ar/Notas%20y%20articulos/tino_ledesma.htm
[106] Boletín de Sesiones, Diputados, 2/abril/1958, 521-523. Todavía Ferrer era director en 1964. Boletín de Sesiones, Diputados, 8/sept/1964, 3256.
[107] Acevedo, Las rejas del alma, 66-71. La ubicación temporal de los hechos es aproximada y la calculó el propio Acevedo en comunicación personal al autor, marzo de 2018.
[108] Acevedo, Las rejas del alma, 5.
[109] Acevedo, Las rejas del alma, 21-22, 81-84. En comunicación escrita, aportó más detalles de Simm y Marín.
[110] Acevedo, Las rejas del alma, 20.
[111] Acevedo, Las rejas del alma, 52-53
[112] Acevedo, Las rejas del alma, 73.
[113] Acevedo, Las rejas del alma, 6.
[114] Acevedo, Las rejas del alma, 109.
[115] Acevedo, Las rejas del alma, 109-110.
[116] “Carne de presidio”, cuento incluido en Agustín Acevedo Jara, Retazos. Cuentos [Molina: sin editorial, 2017] 61-79.
[117] Acevedo, Las rejas del alma, 75-79.
[118] Migari (Miguel Ángel Rivera), “También trabajé en Sename”, en http://www.diarioeldia.cl/opinion/columnas/tambien-trabaje-en-sename. 8 de agosto de 2017.
[119] Testimonio de Miguel Ángel Rivera.
[120] La Tercera, Santiago, 3/marzo/1971, p.22; La Nación, Santiago, 3/marzo/1971, 6; El Mercurio, Santiago, 3/marzo/1971, 18; La Segunda, Santiago, 2/marzo/1971.
[121] Anuario de Justicia y Policía, Santiago, 1968-1973.
[122] Punto Final, Santiago, N°29, segunda quincena mayo/1967, 4.
[123] Anuario de Justicia y Policía, 1973.
[124] Luis Ferreira Araya y Miguel Ángel Rivera nos mencionaron el Hogar Jones. Rivera no recuerda que se hayan creado más hogares.
[125] Ramona, Santiago, N° 47, 20/septiembre/1972, 22-27.
[126] Boletín de Sesiones, Senado, 23/agosto/1972, 3070-3270.
[127] La Nación, Santiago, 3/marzo/1971, 6; 7/marzo/1971, 6; El Mercurio, Santiago, 3/marzo/1971, 18.
[128] La Tercera, Santiago, 27/febrero/1972, 10.
[129] La Tercera, Santiago, 28/febrero/1972, 10.
[130] El Siglo, Santiago, 29/febrero/1972, 3.
[131] La Tercera, Santiago, 4/marzo/1972, 7; El Mercurio, Santiago, 4/marzo/1972, 10.
[132] El Siglo, Santiago, 8/marzo/1972, 4.
[133] Ramona, Santiago, N° 47, 20/septiembre/1972, 26; y Boletín de Sesiones, Senado, 23/agosto/1972, 3198.
[134] Informe de la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación (Santiago: Corporación Nacional de
Reparación y Reconciliación, 1996), t.1, 227. En todo caso, como en San
Bernardo existía un Politécnico Militar, podría tratarse de una confusión de
nombres.
[135] La Voz de Maipo, San Bernardo, n° 9, mayo/1981, 7.
[136] Mundo Nuevo, San Bernardo, N°9, 2da quincena diciembre/1974, 6.
[137] Por ejemplo, en 1981 se descalificaba al Politécnico por haber sido una verdadera cárcel, de la cual quedaban sus “murallas de tipo carcelario y puertas de fierro de antaño”. La Voz de Maipo, San Bernardo, n° 9, mayo/1981, 7.
[138] Testimonio de Agustín Tapia Bravo.
[139] Decreto Exento 79, del 11/diciembre/1973 del Ministerio de Tierras y Colonización, que destinó el predio al Ministerio de Defensa para la Escuela de Infantería. Una resolución de la Contraloría General de la República (1.100) habría traspasado la dependencia del Hogar F.I.N. a la Escuela de Infantería. Así se cita en Anuario de Justicia y Policía, 1973, 62. No hemos podido acceder a ellos. El decreto es mencionado también en las bases administrativas para la enajenación de un lote del predio de Cerro Negro, del 7 de enero de 2014. Véase: http://transparencia.ejercito.cl/Actos/archivos/Bases_Adm_Esp_Enajenacion_CerroNegroRestoNorte_RestoSur_07_01_2014.pdf
[140] Así lo señala Nelson Venegas.
[141] DFL 1009 (fija planta del SENAME y señala normas para traspaso de las casas y hogares de menores), del Ministerio de Justicia, del 10 de julio de 1979, publicado el 5 de diciembre de 1979, art.5.
[142] Rubén Toro Pacheco afirma que el Hogar FIN fue creado el 15 de marzo de 1975. Luis Lazo Cortez señala que ingresó al Hogar en 1974, lo que e concordante con lo anterior. Guillermo Morales Madrid aclara que en 1974 y 1975 no era Hogar FIN, sino un Politécnico Militar. Todos los comentarios fueron extraídos del Grupo “Hogar FIN (Formación Integral del Menor)” de Facebook.
[143] Mundo Nuevo, San Bernardo, N°9, 2da quincena diciembre/1974, 6.
[144] Mundo Nuevo, San Bernardo, n° 9, 2da quincena diciembre/1974, 6. El establecimiento escolar creado entonces se denominó Escuela Ignacio Carrera Pinto y fue tardíamente transferida al municipio.
[145] Véase https://www.youtube.com/watch?v=bQHRIeJUnhY
[146] Comentario de Miguel Ángel Silva Rodríguez en el grupo citado de Facebook.
[147] Por entonces, ya recibía financiamiento del SENAME, aunque seguía dependiendo de la Escuela de Infantería. Tenía 60 funcionarios civiles y 22 militares. Según el reportaje, tenía talleres (zapatería, tornería, sastrería, carpintería, sala de música), consultorio y contaba con moderno instrumental para la ordeña. La Voz de Maipo, San Bernardo, N°9, mayo/1981, 7.
[148] Lo recuerda así Pepe1981, quien habría estado ahí entre 1990 y 1992, comentando un video de 2012. Véase https://www.youtube.com/watch?v=t1p5PVI9cL4
[149] Miranda y Palma, Abandono social, 127-129.
[150] Miguel Cillero y otros, Informe final: Derogación de la Ley de Menores (Santiago: Universidad Diego Portales, 2013), 163-165.
[151] Cillero y otros, Informe final, 164.
[152] En Facebook existen en la actualidad (2018) cuando menos tres grupos de ex alumnos del Hogar F.I.N.
[153] Decreto Supremo nº 1091 del Ministerio de Justicia, de 31/octubre/1995, Diario
Oficial, 22/enero/1996.