doi: https://doi.org/10.25185/6.1
Proemio
Un puente entre dos culturas: literatura y ciencia
A bridge between two cultures:
literature and science
Uma ponte entre duas culturas: literatura e ciência
Mauricio Cheguhem Riani1
ORCID iD: https://orcid.org/0000-0003-3286-0278
1 Universidad de Salamanca
Benito Elías García Valero2
ORCID iD: http://orcid.org/0000-0002-4141-511X
2
Universidad de Alicante
La comprensión de las ciencias, las
artes y las humanidades como ámbitos distantes e incluso reñidos entre sí
tiene, aún hoy, una enorme vigencia. Se trata, en verdad, de la reducción de
una realidad —la del pensamiento— mucho más compleja y fascinante, una
reducción que desatiende, entre otras cosas, cómo la asociación entre las
disciplinas ha tenido una función destacada en la producción y la circulación
de conocimiento.
Ahora bien, podemos señalar que la
compartimentación y distanciamiento entre ambas culturas es un fenómeno
moderno, fruto de la revolución científica e industrial. En Las dos culturas
(1959), el físico y escritor C. P. Snow apunta al siglo XIX -en particular
al sistema universitario inglés- como el responsable de la emancipación de la
ciencia en relación con las otras disciplinas, así como también de la reacción
desde las humanidades contra el nuevo imperio de la ciencia.[1]
El punto de inflexión, precisamente,
se visualiza en la obra de algunos poetas románticos. En efecto, como sostiene
Aldous Huxley en Literatura y ciencia, el desprecio hacia el hombre
newtoniano describe la repulsión de algunos poetas decimonónicos por una
cosmovisión determinista, mecanicista o desangelada de la realidad del mundo.[2]
En el mismo sentido, Francisco González Fernández señala que Percy B. Shelley
se negaba a entregar «la corona cívica a razonadores y mecanicistas»[3].
Si bien la propuesta de Snow durante
el transcurso de la década de los sesenta pretendía denunciar la organización
de ambas disciplinas en compartimentos estancos, la distinción de Las dos culturas
terminó sentenciando un divorcio histórico. Como consecuencia, los intentos
epistemológicos de las últimas décadas se han posicionado contra el axioma de
las dos culturas y han tratado de fijar la postura de Snow como un paradigma
agotado. Para ello, científicos y teóricos como John Brockman pugnan por
establecer un vínculo duradero donde ambas disciplinas se fusionen en una
tercera cultura.[4]
En efecto, los estudios que establecen
relaciones entre humanidades y ciencias no son producto de una moda pasajera,
sino un esfuerzo epistemológico común por unificar los discursos que hasta
entonces parecían irreconciliables. No es de extrañar, en este sentido, la
popularidad que el puente ha cobrado como metáfora de una nueva etapa del
conocimiento: aquel que abandona las prácticas deconstructivas e intenta
abrazar un tejido epistemológico común. Los investigadores echan mano de dicha
metáfora para expresar la necesidad de enlazar aquello que el siglo XIX había
puesto en crisis.
La reiteración de esta metáfora en los
Sciences studies señala la voluntad de “volver a atar el nudo gordiano,
cruzando, tantas veces como sea preciso, la divisoria que separa el
conocimiento”, tal y como expresa Bruno Latour[5].
De este modo, y en la línea establecida por George Lakoff y Mark Johnson -donde
ninguna metáfora puede concebirse independientemente de su experiencia
espacial-, el puente apunta esencialmente a la traslación del conocimiento.
Para ello, es necesario que haya un punto de partida, un punto de llegada y una
secuencia que los conecte.[6]
Sin embargo, este despliegue
epistemológico no se asemeja en absoluto al de una línea recta sobre un plano.
Su proceso evolutivo responde a un contexto y por tanto opera de manera no
lineal. Un puente entre culturas implica «procesos estocásticos»[7],
en los que el comportamiento del sistema es intrínsecamente no determinista. No
es comprensible, por tanto, desde los parámetros de una espacialidad euclídea
sino desde las dinámicas de autoorganización de una teoría de sistemas, desde
«la complejidad -en su sentido sistémico de funcionamiento auto-organizativo y
no lineal», escribe Amelia Gamoneda[8].
De este modo, unificar mediante
discurso dos ramas polares del conocimiento se convierte en una de las empresas
más estimulantes para un planteamiento epistemológico; y, dado que dentro de
una de dichas ramas -las Humanidades- se inscribe la literatura, el estímulo
alcanza también a la teoría literaria. Empero, la dificultad que presenta este
diálogo exige estructuras sólidas para la circulación de conocimiento genuino.
Teniendo presente lo expuesto, el objetivo de este número de Humanidades
y del grupo que lo auspicia, Ilicia (Inscripciones literarias de la
ciencia), es reflexionar sobre el escenario de transformaciones y
circulación de saberes entre literatura y ciencia, y en última instancia, sobre
la propia naturaleza del conocimiento humano.
Ahora bien, la construcción de este
puente tiene múltiples vías de planteamiento. En primer lugar, debemos señalar
que la historia de la recepción de las ideas científicas en la literatura
acredita esta simbiosis disciplinar. Pero también cabe considerar la relación a
la inversa, esto es, cómo la ciencia ha indagado en los misterios del universo
y explorado su propia potencia creativa a través de una herramienta que se
suele considerar reservada al arte: la imaginación.
Con relación al primer recorrido -que
es el que centra los esfuerzos del presente monográfico-, la metodología
adoptada es la de los estudios epistemocríticos. En efecto, dichos estudios
analizan el texto literario como el resultado de un compostaje cultural y
científico. Por tanto, detectar los cambios epistémicos en función del
conocimiento científico se convierte en uno de los objetivos capitales. Tal
como está planteada, la epistemocrítica se equipara a una suerte de nuevo
humanismo, donde se prioriza el movimiento, transferencia y circulación del
conocimiento. Ante la diversidad de saberes que orbitan en torno al objeto
artístico, la epistemocrítica se pregunta -como lo hace Michel Pierssens-: ¿qué
sabe un texto? O, más precisamente aún: ¿cómo se modula su conocimiento y qué
papel adquiere en el conjunto de su obra?[9]
Puesto que comprender una obra significa, en gran medida, una investigación
sobre la propia circulación de sus saberes.
Desde una perspectiva compleja, el
fenómeno literario pone en evidencia la porosidad y el ensamblaje cultural del
conocimiento científico. Cabe apuntar la capacidad de su discurso para
descubrir e interrogar la casa de la ciencia. Lo que aquí intentamos señalar es
que la literatura entra a formar parte de la amplia red de saberes que
configuran el pensamiento. Esta es, en efecto, la posición que la
epistemocrítica atribuye a la literatura: la de una interlocutora de la ciencia
que dispone de un lenguaje y de un saber propios.
En este número en especial podemos
encontrar puentes con tres zonas científicas fundamentales: la primera de ellas
se asocia a las ciencias físicas o exactas, la segunda a las ciencias naturales
o biológicas y, por último, la tercera a las ciencias de la mente o cognitivas.
En primer lugar, el sugerente campo de la Relatividad general ha marcado un
antes y después para la propia producción artística, regida por el principio de
indeterminación (Heisenberg), el principio de complementariedad (Bohr) y
finalmente las teorías del entrelazamiento cuántico (Alain Aspect y John S.
Bell). Por otro lado, las ciencias naturales permiten una reflexión sobre la
dimensión cosmológica anunciada a partir de una poética de lo vivo, aquí
visible en la crónica, la novela o el ensayo poético. En efecto, las diversas
concepciones sobre la naturaleza moldean el imaginario, la perspectiva
teológica, política y fundamentalmente la ética de lo vivo. Por último, las
ciencias de la mente están llamadas a ser pioneras en los descubrimientos y,
por tanto, paradigma del cambio de una visión compartimentada hacia una
perspectiva transdisciplinaria. Para ello, la neurociencia y las ciencias
cognitivas bucean en los modelos de conciencia, que afectan tanto a las
emociones (giro afectivo) como también a la traslación del sujeto poético en un
espacio determinado.
Por otro lado, para las ciencias
actuales, la narración se convierte en una herramienta epistemológica esencial.
Nos preguntamos ahora por el papel que la narración tiene en la misma
constitución de la realidad, una narración considerada bajo un enfoque
cognitivo pero cuyo saber propio -así lo certifica la narratología- conoce desde antiguo sus poderes de
modulación de lo real.
La narratividad es una cualidad
textual transversal que ha recibido constante atención en los estudios
literarios. Los aspectos y modulaciones de la narración han sido cuidadosamente
diseccionados para descomponer los textos en unidades casi mínimas que rinden
bien dentro del análisis, aunque el precio pagado haya sido un reduccionismo
que acaba aislando la literatura del resto de textualidades. Las nociones de la
narratología adquieren nuevos bríos a las luces de la neurociencia y de los
estudios cognitivos sobre simulación encarnada, pero además de esto la
narración es, en todo caso, un fenómeno transmedial al que no han renunciado
las ciencias a la hora de exponer sus elucubraciones y anunciar sus
descubrimientos.
En este número de Humanidades
las narraciones adquieren múltiples inflexiones y, en ocasiones, se disuelven
en el puro tracto expositivo para atender a la manera en que las historias son
emitidas con el fin de transmitir ciencia, entendida ahora en su acepción pura
de ‘conocimiento’. Las muestras teatrales y las poéticas también tienen cabida
en tanto narran circunstancias y posicionamientos ideológicos de su tiempo, o
tratan de explicar, devanándose en la confección de pequeños elementos
narrativos, la inaprehensible complejidad del universo puramente físico. Los
vertiginosos caminos de las ciencias cuánticas llevan al científico hacia un
apasionante encuentro con la conciencia y le muestra la complejidad de un
universo que solo admite como lenguaje posible las contranarraciones que
suponen las paradojas. Por este motivo, el lector de este número encontrará
diferentes reflexiones sobre el hecho de narrar en sus diversísimas facetas de
relación, comunicación, exposición, análisis o incluso de monumento a la
memoria. Por supuesto, también hay lugar a la pura narración literaria,
vehiculada a través de textos hijos de la épica, y a los mecanismos cognitivos,
como la empatía, que activa.
El
presente número
El presente número comienza a narrarse
a sí mismo con tres estudios seguidos por seis artículos. El primer estudio lo
firma Candelas Gala, que se acerca a la ‘historia de amor’ cósmico desplegado
en la obra de Clara Janés gracias a su valiente aproximación a la misteriosa
naturaleza de lo físico y a la brecha entre el microcosmos y el macrocosmos
abierta por la física cuántica aunque anticipada, si bien de forma diferente,
por el anhelo renacentista de encajar el hombre en el universo al que
pertenece. La poesía de Janés sería entonces la costura que trata de zurcir
aquella brecha que aún sigue asombrando a los propios expertos, y para ello no duda
en asirse a las intuiciones hinduistas, budistas o taoístas que preconizaron
una cosmovisión en parte similar a la que hoy dibujan las ciencias físicas de
lo subatómico. La aguja que permite hilvanar a la poeta es por supuesto la
metáfora, como la que explica, en la tradición hinduista y budista, la
interrelación de todo elemento constituyente del universo mediante la imagen de
la red del dios Indra, compuesta por gemas dispuestas de tal manera que todas
se reflejan entre sí. De la mano de la poeta y de la autora que la analiza, la
poesía intenta unir lo que la ciencia separó desde hace al menos tres siglos,
como explicábamos desde las primeras líneas de este proemio.
Por la brecha de la conciencia indaga
el estudio de Vicente Luis Mora, que repasa las hipótesis mecanicistas de su
funcionamiento y las que entienden la complejidad de la mente humana como algo
irreducible a la metáfora de la máquina. Por los distintos resquicios que se
abren entre esas posibilidades transitan las historias de César Aira, Mario
Levrero y Ricardo Piglia, exploraciones que aprovecha Luis Mora para criticar
las inflexiones literarias que la idea de exoconciencia adquiere en sus textos.
Dado que el tema de la conciencia ayuda a definirnos en el contexto actual de
posthumanismo, cuando no de antihumanismo, Aira aprovecha, y Vicente Luis Mora
nos explica, para ironizar sobre estos vuelos teóricos y las posibilidades que
ofrecen de engaño a los ingenuos. Levrero expone lo que el delirio puede
decirnos sobre la conciencia, y Piglia prefiere abonar los vericuetos de la
textualidad para imprimir sobre las máquinas la significación social y política
de la que la literatura no puede desprenderse.
El siguiente estudio revisa las
electrizantes concomitancias entre la ‘obra’ de Hitler y la obra de Antonin
Artaud en un contexto histórico bien conocido por todos. Su autor, Francisco
González Fernández, bucea hasta la Ilustración y las prácticas de ‘teatros
anatómicos’ para rastrear la idea de crueldad que maneja Artaud. Sirviéndose de
símiles importados de las ciencias terapéuticas de su época, González Fernández
desarrolla la ambición de un poeta que quiso sacudir a la aletargada sociedad
de su tiempo mediante una literatura semejante en efectos al electroshock
que en sus muchas estancias en centros psiquiátricos recibió. En el fondo del
mítico encuentro entre Hitler y Artaud en un café de Berlín late precisamente
el ‘mito’, esa narración fundamental que, de manera muy diferente, mueve a
ambos, si acaso no a cualquier individuo. Francisco González Fernández, en un
ejercicio puramente epistemocrítico, logra profundizar en la veta científica y
epistemológica que amparaba la agitadora obra de Artaud y evidencia, además, la
naturaleza mítica que todo discurso provee al artista que bebe de los saberes
científicos para fertilizar su producción.
La sección de artículos se abre con la
contribución de Elisabetta Vinci que, desde Catania, uno de los centros axiales
de las neurohumanidades actuales, desarrolla la historia del concepto de
empatía tal y como se viene aplicando a los estudios narratológicos en las dos
últimas décadas. No sale Vinci del ámbito germanófono al que parcialmente hacía
referencia González Fernández en su estudio, ya que aplica su análisis de los
fenómenos de la empatía en la literatura a la obra de entreguerras Fraülein
Else, publicada en 1924 por Arthur Schnitzler. El uso del ‘flujo de
conciencia’ y de monólogos interiores, cuyos límites teóricos desbroza con
precisión Vinci, hacen de la obra un ejemplo perfecto para estudiar los mecanismos
que sirven a Schnitzler para provocar empatía, reacción fundamental en la
recepción del texto literario cuya importancia, aunque ya fuera detectada por
Aristóteles, está recibiendo solo la merecida atención en la neuroetapa que
están atravesando hoy los estudios literarios.
El artículo de Lorenzo Piera Martín se
adentra en un terreno aún menos atendido en la tradición crítica que el de la
empatía: los textos literarios, bien completos o bien como fragmentos
insertados en textos mayores, dedicados a ensalzar la figura de un difunto, y
que el autor bautiza con destreza crítica como ‘efigies’ literarias. Buena
parte de los procesos de duelo discurren por cauces narrativos que ponen en
juego las capacidades cognitivas de las que dispone el ser humano para
enfrentarse a la ausencia definitiva. El autor aprovecha las circunstancias
especiales que impone el duelo para rendir en el análisis cognitivo de los
procesos emocionales y conceptuales que el sujeto paciente activa para afrontar
la fatalidad propia o ajena. Además de ser un análisis laborioso, el artículo
de Piera Martín demuestra nuevamente el valor de los textos literarios para
estudiar procesos psicológicos universales de los que la obra escrita es huella
y, por tanto, objeto de estudio con aprovechamiento para muchas disciplinas
interesadas en la psique humana.
Abonado ya el terreno de la
interdisciplinariedad, el necesario artículo de Manuel González de Ávila
continúa el esfuerzo actual de la semiótica por encajar los procesos naturales
y biológicos en el andamiaje cultural y ampliar, al tiempo, la esperanza de
vida de una disciplina fundamental en el siglo pasado. González de Ávila marca
un nuevo hito en la imbricación de la semiótica con la biología al inaugurar en
este artículo una pista de despegue para una comprensión de los fenómenos
intersemióticos amparada por los aspectos naturales y fenomenológicos ínsitos
en los mismos y arraigados en procesos perceptivos y en sus extensiones
neurocognitivas. De nuevo es el recurso a la neurología lo que impulsa una
disciplina humanista, en este caso la semiótica, a partir del análisis cruzado
de distintos lenguajes y códigos y de los aspectos biológicos comunes a ellos;
análisis que se despliega, esta vez con asideros teóricos robustecidos por las
ciencias, hacia el ejercicio intelectual de vuelos abstractos que ponen en
marcha los procesos sígnicos en todas sus facetas.
De la neurología pura se alumbra el
artículo de Carlos López de Silanes por su perfil profesional médico, y que en
este número aparece en forma de separata en la edición en papel. El neurólogo
desarrolla el concepto de evolución en su cruce con lo biológico, lo filosófico
y lo antropológico y desvela su naturaleza ideológica, encarnada en nuestra
realidad social. Tremendamente sugerente en su lenguaje, López de Silanes
entrecruza versos con quehaceres científicos para mostrar su proximidad y para
arrojar nueva luz, en una labor semejante a la de González de Ávila, sobre lo
semiótico. Su análisis de esta disciplina se enriquece gracias a los vacíos
inevitablemente existentes entre la realidad y el lenguaje, entre la realidad y
la materia filtrada por las formas y por el remozamiento que de todo ello hace
la experiencia fenomenológica del tiempo. El artículo acaba por confluir
lenguaje con física para mostrar las tramas que anudan el fenómeno físico con
el lingüístico en un alarde que la naturaleza ofrece de la continuidad
integradora de todos sus elementos constituyentes.
La reflexión sobre la naturaleza
deviene en interés ecocrítico en la contribución de Sofía Rosa, que analiza en
su trabajo la voz preconizadora de Nicanor Parra como una tercera vía en la
política de bloques implantada durante la guerra fría, y que presentaría el
ecologismo como narrativa mediadora entre capitalismo y comunismo. Para Parra
el ecologismo anunciaba el alba de una nueva política y Sofía Rosa examina aquí
cómo el antipoeta se comprometió con el ideario que él imaginaba. La autora
conecta la obra de Parra con las ideologías políticas del momento y observa
cómo su labor poética no buscaba persistir únicamente en caracteres negros
sobre fondo blanco, sino trascender a la realidad social mediante una fiera
llamada a la acción y a la militancia política que no es única en el Chile de
su época. Parra pretendía así que la antipoesía también fuera aquella ‘arma
cargada de futuro’ e inundara las calles y los muros apelando al peatón que por
ellas circula a pensar en globalidad el mundo sociopolítico y natural que
habitaba.
Aproximándose al cierre del número, el
trabajo de Bernat Garí Barceló continúa la reflexión sobre la historia de
América, aunque se remonta a los textos fundacionales de las crónicas de Indias
de Oviedo y Acosta para encontrar el parentesco existente entre estas
narraciones y las que Darwin o Lamarck producirán cuando traten de explicar la
evolución de las especies. Al emparejar las crónicas con textos de biólogos
esenciales, Garí Barceló atiende a las relaciones entre historia y ficción,
consiguiendo de paso agrietar la definición tradicional de esta última dado que
alimenta a las ciencias naturales en su especulación teórica y, sobre todo, en
la base filosófica y en las cosmovisiones que estas acaban por sustentar.
Carlos Gámez y Juan Francisco Campo
enlazan con el trabajo anterior pues continúan disertando sobre la inscripción
que en la literatura realizan las distintas epistemes de las épocas históricas,
centrándose sobre todo en la obra de John Banville, complejo textual tejido por
los hilos de las distintas epistemologías que ha fundado Occidente. Desde el
hilo dorado del platonismo al sintético del mix posmoderno, Banville
permea las creencias de su tiempo y de los anteriores para cristalizar unos
avatares científicos que nos enseñan hoy los conflictos intelectuales animados
por la discusión y el debate académico.
Por último, la entrevista de Víctor
Bermúdez al poeta canadiense Gilles Cyr, cuya obra ha sido reconocida con el Prix
du Guverneur général en 1992, ilumina sobre los procesos creativos, el
diálogo entre literatura y ciencia y su capacidad para movilizar el
pensamiento. La búsqueda temprana de dicho poeta en los terrenos científicos ha
sido un gesto de disenso frente a la corriente comprometida de su época, pero
abre un espacio de reflexión sobre el aporte epistemológico de la ciencia sobre
el campo de la literatura. Es por esta razón que el poeta no divorcia las
competencias de investigación y creación, sino que las anuda bajo «experiencias
del pensamiento». Resulta notorio, en este sentido, la búsqueda de la ciencia
por acercarse al espacio, puesto que es allí donde se configura lo real y el
pensamiento poético.
Para citar
este artículo / To reference this article / Para citar este artigo Cheguhem Riani,
Mauricio y Benito Elías García Valero. “Un puente entre dos culturas”. Humanidades: revista de la Universidad de
Montevideo, nº 6 (2019): 9-18.
Mauricio Cheguhem Riani es responsable
intelectual del 50% del trabajo que fundamenta la investigación de este estudio
y Benito Elías García Valero del 50 % restante.
[1] Charles Percy Snow, Las dos culturas (Buenos Aires: Nueva Visión, 2000), 9.
[2] Aldous Huxley, Literatura y ciencia (Buenos Aires, Edhasa, 1964), 131.
[3] Francisco González Fernández, Esperando a Gödel. Literatura y matemáticas (Madrid: Nivola, 2012), 57.
[4] John Brockman, La tercera cultura. Más allá de la revolución científica (Barcelona: Tusquets, 2000), 14.
[5] Bruno Latour, Nunca hemos sido modernos (Madrid: Editorial Debate, 1993), 14.
[6] Mark Johnson, El cuerpo en la mente (Madrid: Editorial Debate, 1991),188.
[7] Ilya Prigogine, ¿Tan sólo una ilusión? Una exploración del caos al orden (Barcelona: Tusquets, 1993), 21.
[8] Amelia Gamoneda, “Eureka y epifanía. Diluciones cognitivas y poéticas”, en Idea súbita: ensayos sobre epifanía creativa, eds. Amelia Gamoneda y Francisco González Fernández (Madrid: Abada Editores, 2018), 60.
[9] Michel Pierssens, Savoirs a l`ceuvre. Essais d´épistemocritique (Lille: Presses Universitaires de Lille, 1990), 9.