doi: https://doi.org/10.25185/6.2
Estudios
Contraria sunt complementa o los Orbes del sueño de Clara
Janés:
una historia de amor
Contraria sunt complementa or Clara Janés’s Orbes del sueño: A
Love Story
Contraria sunt complementa ou os Orbes del sueño de Clara Janés:
uma história de amor
Candelas Gala1
ORCID iD: https://orcid.org/0000-0003-0549-0654
1 Wake Forest University, Winston-Salem, North Carolina,
USA
Resumen:
En Orbes del
tiempo, Clara Janés ofrece un muestrario de los “orbes” a los que accede el
sueño poético, todos ellos asociados de alguna manera con áreas de la física
(variables ocultas, indivisibilidad y enredos cuánticos, multiplicidad de
universos, relatividad, función de onda, supersimetría, teorías del caos) en
cuyas formulaciones la autora identifica paralelos con experiencias a nivel
subjetivo e interior. Los poemas articulan encuentros entre polos que
tradicionalmente se excluyen mutuamente (sujeto/objeto, cuerpo/mente,
interior/exterior) evidenciando el principio de complementariedad de Niels
Bohr, por lo que se hace posible elucidar el contenido perceptual del fenómeno.
Cuanto más la hablante se inserta en la trama cósmica más se vincula, como en
el amor, con la creatividad del cosmos aprehendiendo la vida que allí se
sustenta.
Palabras
clave: principio de
complementariedad, enredos cuánticos, relatividad, teorías del caos, función de
onda, variables ocultas.
Abstract:
In Orbes del
sueño, Clara Janés offers a sample of the “orbs” that dreaming makes
accessible, all of which are somewhat associated with areas in physics (hidden
variables, quantum indivisibility and entanglements, multiple universes,
relativity, wave function, supersymmetry, chaos theories…). In these
formulations, the author finds parallels with subjective and internal
experiences. Poems articulate encounters between poles that are traditionally
opposed and mutually exclusive (subject/object, body/mind, inside/outside…)
exemplifying Niels Bohr’s complementarity princile by which it becomes possible
to elucidate the perceptual content of the phenomenon. The more the poetic
speaker inserts herself into the cosmic web, the more she experiences a
love-like relationship with the creativity of the cosmos and apprehends the
life that it sustains.
Keywords: principle of complementarity,
quantum entanglements, relativity, chaos theories, wave function, hidden variables.
Resumo:
Em Orbes del
sueño, Clara Janés oferece uma amostra dos “orbes” aos quais o sonho poético
acessa, todos eles associados de alguma forma a áreas da física (variáveis
ocultas, indivisibilidade e entrelaçamentos quânticos, multiplicidade de universos,
relatividade, função, teoria das ondas, supersimetria, caos) em cujas
formulações o autor identifica paralelos com experiências em nível subjetivo e
interno. Os poemas articulam encontros entre polos tradicionalmente exclusivos
(sujeito / objeto, corpo / mente, interior / exterior) evidenciando o princípio
de complementaridade de Niels Bohr, para que seja possível elucidar o conteúdo
perceptivo do fenômeno. Quanto mais o orador é inserido na trama cósmica, mais
ele se liga, como no amor, à criatividade do cosmos que apreende da vida que
ali é sustentada.
Palavras-chave: princípio de complementaridade,
entrelaçamento quântico, relatividade, teoria do caos, modelo de onda,
variáveis ocultas.
Recibido: 02/03/2019
- Aceptado: 24/06/2019
La
polaridad complementaria. Preliminares
En Orbes del sueño (2013) de
Clara Janés, la elaboración poética se abre a unos ámbitos u orbes
inspirada por una gran nevada que lo cubre todo de blanco y que es lo primero
que ve la hablante al despertarse[1]. Y en esa blancura empieza a
percibir huellas, muchas de ellas dejadas por los pájaros que la hablante
interpreta como mensajeros de otros niveles de realidad, transmitiendo indicios
reveladores de algún enigma o misterio cósmico[2].
Y así se refleja en las fotografías de la nevada con versos trazados sobre ellas y que se incluyen en el libro
junto a los poemas[3]. Sus títulos ofrecen un
muestrario de los “orbes” a los que accede el sueño poético, todos ellos
asociados de algún modo con áreas de la física, así, la indivisibilidad
cuántica, los enredos de la telaraña cósmica, la multiplicidad de universos, la
relatividad, la función de onda, la supersimetría, la numerología, las
bifurcaciones en la teoría del caos, las variables ocultas… El libro también
incluye numerosas citas de filósofos tanto occidentales como del Este, de
escritores, pensadores, místicos y, especialmente de teóricos de la física[4]. Dichas citas sirven de
epígrafe anunciando los temas que se van a tratar, pero también se insertan en
el medio y al final de las secciones[5].
Su función, entonces, es varia pues no solo sirven para anticipar la
elaboración del tema en los poemas, sino también para corroborar las
perspectivas y para servir de conclusión a lo tratado con el soporte de la
autoridad del autor o autora citados.
Como anuncia el título de este ensayo,
la complementariedad de contrarios, ya sea entre sujeto y objeto, intelecto e
imaginación o lo poético-imaginativo con lo analítico-científico, marca el
conocimiento del universo al que llega Janés. Sus poemas articulan el encuentro
entre el sujeto observador—la poeta en este caso—, y el objeto observado—el
cosmos—, y las opciones que proceden de ese encuentro y que determinan el
conocimiento y su configuración en el lenguaje o escritura.
Contraria sunt complementa [los contrarios son complementarios] es una expresión inscrita en
el escudo de armas del físico Niels Bohr, diseñado en 1947 cuando a Bohr se le
concedió la orden danesa del Elefante, honor normalmente reservado a miembros
de familias reales y a presidentes de estados extranjeros. Dicho escudo fue
colgado al lado del escudo de armas del rey en la iglesia del Castillo
Frederiksborg en Hillerod. En él, y además de la inscripción, Bohr eligió el
símbolo chino del yin-yang por representar dos elementos de la naturaleza que
son opuestos pero inseparables y, en la misma línea, la idea central del
instituto que Bohr dirigió fue que no hay progreso sin paradoja[6].
La paradoja sustenta el principio de
la “complementariedad” de Bohr, término que el físico usó por primera vez para
definir su teoría física en una conferencia en Como, Italia, en septiembre 1927[7]. El principio de
complementariedad se encuentra en la base de la indagación que Janés lleva a
cabo en Orbes, pudiendo extenderse a su obra en general. De entre muchos
de los libros de Janés enfocados en la física, he elegido Orbes porque
ofrece un tipo de muestrario, casi enciclopédico, de los temas más candentes de
la física y su importancia para esta poeta[8].
En esos temas la hablante encuentra formulaciones científicas de situaciones y
temas que corren paralelos a los experimentados a nivel subjetivo e interior.
El principio de la complementariedad
de Niels Bohr describe una situación donde es posible considerar un evento o
fenómeno mediante dos modos distintos de interpretación. Aunque esos modos se
excluyen mutuamente, también se complementan y es mediante su yuxtaposición
como se hace posible elucidar el contenido perceptual del fenómeno[9]. Wolfgang Pauli propuso la
posibilidad de considerar los instrumentos de medición como extensiones del
observador y sus órganos sensoriales—que en poesía se corresponderían con el
lenguaje—, y vio que la conciencia es donde tiene lugar la síntesis del
pensamiento analítico / racional y místico / irracional[10].
Así parece entenderlo Janés pues en La palabra y el secreto reconoce que
el intercambio continuo entre entorno, cuerpo y mente constituye una rueda o
red donde todo se relaciona[11]. A su vez, Biruté Ciplijauskaité menciona la presencia en Janés de
“los tres cuerpos, el del escritor, el de lo otro y el de la escritura” como
espacios de energía y determinantes del movimiento del texto[12].
La inclusión de imágenes y citas
múltiples procedentes de distintos autores, civilizaciones y épocas no es nueva
en Orbes. Janés recurre a ella en la mayoría de sus obras, reflejando su
confesada entrega a la transdisciplinariedad[13].
Según Basarab Nicolescu, autor del Manifiesto de la transdisciplinariedad y
cuyos teoremas poéticos Janés ha traducido, la transdisciplinariedad “es una
tentativa de hallar un equilibrio entre el saber y el ser”, de conciliar
epistemología y ontología, lo cual es un objetivo también en Orbes y en
la obra de Janés, en general. Su novedad se origina, según Nicolescu, en la
“cosmodernidad científica” donde coincide de nuevo con Janés y su acercamiento
transdisciplinario a cuestiones cosmológicas[14].
Los “teoremas poéticos” de Nicolescu representan un encuentro entre la física
cuántica, la filosofía de la naturaleza y la experiencia interior, las áreas
que también se dan cita en la obra de Janés.
En la importancia que tanto Bohr como
Pauli dan al observador, ambos físicos reconocen la indeterminación que también
caracteriza los instrumentos de observación que, en la escritura corresponden a
la poeta con su lenguaje y al sistema observado o el cosmos, indeterminación
debida a que cada observación tiene un carácter único lo cual dificulta tener
una certeza clara del grado de influencia del sujeto observador en lo
observado. Por eso hay que admitir, como
ya ha hecho la ciencia física desde 1927 y los desarrollos de la mecánica
cuántica, que no es posible comprender la totalidad del universo. Se concluye
entonces, como hace Pauli, que esta indeterminación da entrada a un elemento
irracional en la física[15].
En el acercamiento poético de Janés la
indeterminación es, si cabe, aún más incierta. Como el observador en la física
cuántica, la poeta en Janés está inserta en la totalidad del fenómeno del
universo, ya que se trata de la trama cósmica o “entanglements” [enredos], el término
usado por Bohr para connotar la indivisibilidad de los elementos del universo[16]. Los “enredos” o
“intra-actuación” de los elementos en la trama cósmica suponen una total
revisión de la causalidad y de la creencia de que la naturaleza posee una
esencia fija y estática pues se trata de un devenir en constante
intra-actividad[17].
Hay que hablar, entonces, de una
totalidad cuántica [“quantum wholeness”] o inseparabilidad entre sujeto y
objeto, lo consciente y lo inconsciente[18].
La insistencia en el fenómeno como totalidad data en Bohr desde 1937,
entendiendo por tal que cada fenómeno atómico es una unidad irreducible
epistemológicamente[19]. En Janés se traduce en la
inserción de la poeta en y con el entorno que observa y del que es parte, a
diferencia del observador distanciado en la física clásica. David Bohm explica
esa totalidad con el ejemplo de un “pattern” o “patrón” en una alfombra donde
flores y demás rasgos “are disjoint objects of interaction” [objetos
desarticulados de interacción][20]. Igualmente, en una
situación cuántica, el objeto observado, el instrumento de observación, las
condiciones para el experimento y los resultados del experimento son aspectos
de un único “pattern” que se destacan gracias al modo de articularlos en el
discurso o lenguaje. Como no estamos ni distanciados del mundo ni somos
superiores a él, sino parte de su constante reconfiguración, el conocimiento
resulta ser una práctica de enredo o involucración física[21].
En la formulación de Janés se trata de una “ignota trama” en la “curvatura del
espacio” donde se da la inseparabilidad del todo, y el aire es el mediador que
“transmite y encadena”[22]. En la gestación de Orbes,
Janés menciona las muchas lecturas que llevó a cabo pues el proyecto era el
“de acercarse a una teoría del conocimiento”[23].
Como indica el mismo título del libro, el acercamiento no se ciñe al
universo y al intelecto, sino que incluye el aspecto interior onírico o de la
imaginación. El texto, por tanto, ofrece una fusión de realidad y ensoñación, o
de elaboración poético-física de cuestiones científicas. Y cuanto más se
profundiza en la búsqueda, en la relación que la poeta / observadora entabla
con el universo, más se confirma la impresión de que se trata de una historia
de amor en la que, inserta en la trama cósmica y sus enredos, la hablante
participa de la creatividad del cosmos aprehendiendo la vida que allí se
sustenta[24]. Y así lo confirma la autora misma:
“Sentir un vínculo
… como algo que logra
destruir el tiempo y el límite … qué semejante al amor”
[25]. Y es así porque los poemas se enuncian a
partir del “yo” de la hablante, quien se corresponde en términos de la física
con el aparato o instrumento de medición / observación, el entorno al que se
dirige su observación y la escritura donde configurar esa observación. La
relación de la hablante como instrumento de medición u observación no se sitúa
a distancia del entorno sino en una relación de proximidad como “reconocimiento
total del ser del otro”[26].
En Jardín y laberinto, relato
autobiográfico sobre su infancia en el jardín de Pedralbes, entregada a
ensoñaciones sobre el cielo nocturno y aprensiva del mundo exterior, Janés
confiesa cómo se iba dando cuenta de que “lo imaginario puede hallarse fuera de
uno, tomar cuerpo y estar vivo”[27]. Más tarde, reflexionando
sobre esa fascinación infantil con el cielo nocturno, entendería que quizá se
debió a percibir la “armonía celeste” y el “equilibrio matemático” a lo que se
uniría “la fuerza magnética del negro, acaso la energía oscura, y con la
gravedad”[28]. La creciente influencia
del exterior u otredad la indica Janés en la “Poética de la rebelde ebriedad”
donde, citando a Hermann Broch en un texto
sobre “La carta de Lord Chandos” de Hofmannsthal, destaca que “la tarea del
artista consiste precisamente en esta total identificación con su objeto”[29]. La
observadora en Janés recrea la situación cuántica de enredo o abrazo curvo con
el objeto observado en un fenómeno de totalidad, indivisibilidad e
intra-actuación. En esa intra-actuación el amor es el impulso que lleva
a la creatividad y a afirmar la vida[30].
Janés no menciona explícitamente en
este libro el principio de complementariedad desarrollado por Bohr, pero su
base filosófica es evidente en todas sus elaboraciones sobre la realidad. Se
manifiesta en su relato autobiográfico, Jardín y laberinto, donde el
jardín, como lugar privado y recogido incluye la expansión en la inmensidad
cósmica de la niña Clara observando el cielo nocturno –la niña que fue Janés en
el jardín de su casa en Pedralbes—. La noche para ella representaba y representa
“el sueño del universo”. El hurgar en la propia interioridad, en la “vida
subterránea” se fundía con el vuelo imaginativo sobre el misterio que presentía
en la oscuridad de la noche[31]. Junto a la riqueza de esta
vida interior y privada, la niña experimentaba un “laberinto” en su propia
mente al tratar de comprender lo que sucedía en el exterior y, también, en el
cúmulo de información que sospechaba en los muchos libros en la biblioteca de
su casa. De entre ellos Janés recuerda los del colegio, especialmente el de
ciencias naturales que aún conserva pues, como ella misma explica, es el que
más le unía a su vida vinculada en el jardín de la infancia. Y, tras haber oído
al físico Ilya Prigogine, confiesa haber empezado a acumular libros sobre temas
científicos de Schrödinger, Fitjof Kapra, Sherrington, Hawking, George Smooth,
Gell-Mann y Prigogine[32].
La
complementariedad en Orbes del sueño
La polaridad complementaria entre el
interior y el exterior se articula en el texto titulado “Leyenda” con que se abre
Orbes, así como en las muchas citas en este libro y a lo largo de su
obra. Ya se apuntó el comentario de Janés en su “Discurso” de aceptación del
Premio Teresa de Ávila sobre la disyuntiva de la santa entre sus deseos de
efectuar aventuras caballerescas y su rica vida interior. Y, al citar en el
mismo discurso a Ibn Arabí, el místico murciano del siglo XII, elige una
declaración de complementariedad de contrarios: “No se conoce el mundo sino en
la medida en que se conocen las sombras”[33].
Y en un volumen en honor a Janés, el poeta portugués Antonio Ramos Rosa dedica
un poema a la autora donde reconoce la importancia de los complementarios en su
obra: “Si tú cantas es porque quieres nacer
partiendo del fondo / Y vibrar porque sientes que la plenitud y la vacuidad /
Constituyen la unidad transitiva del ser”[34].
La opción de una leyenda para abrir Orbes
insiste en las dualidades, pues una leyenda es
una narración donde
hechos naturales se mezclan con otros sobrenaturales, la ficción con la verdad,
el mito con la realidad. La “Leyenda” en Orbes es un relato en prosa
donde se cuenta la aventura en pos del conocimiento que luego se elaborará en
cada una de las nueve secciones del libro. Supone una aportación
poético-imaginativa a temas centrales en la ciencia física, situando la
indagación en un plano donde física y elaboración poética, intelecto y sueño
son contrarios que se complementan. Esos complementarios de ciencia y poesía,
centrales en Janés, se elaboran en el ensayo de la misma autora sobre este
libro, “Las ecuaciones de la poesía: para una lectura de Orbes del sueño”.
Allí Janés intuye que “un poema se desarrolla como una ecuación y lleva a un
resultado”, que “hay poesía en las ecuaciones y ecuaciones en la poesía” y que
“la conciencia de que la poesía se escribe como una ecuación, es algo muy
antiguo” en ella. Ecuaciones y poesía conducen a una revelación, aunque siempre
quede un resto de misterio e incertidumbre. Y si a la poesía le interesa tratar
temas como el paso del tiempo, la levedad de la vida, el amor, los límites, la
ciencia trata de la relatividad, la incompletitud y la incertidumbre[35].
Tal y como nos cuenta en la “Leyenda”,
la nieve que ve al despertar se le aparece como un posible regalo de la noche
que, aunque encubre el secreto de la oscuridad y el enigma del cielo nocturno,
contiene un gran potencial de significación[36].
Se da cuenta de que para poder empezar a descifrar ese potencial hay que
recurrir al sueño y a la música pues el intelecto no basta. De esa manera puede
percibir las ondas y vibraciones del universo donde lo microscópico de las
micropartículas y los microtonos de la música cósmica se funden con lo
macroscópico de los astros.
Inserta en las fluctuaciones del
cosmos, la hablante pronto constata el efecto que estas tienen en su expansión
—de igual modo que la ensoñación poética le lleva a experimentar la realidad a
distintos niveles—. Llamado redshift [desplazamiento hacia el rojo], el
fenómeno de la expansión del universo amenaza con romper los lazos que
constituyen la trama cósmica dando lugar a los agujeros negros. Ante efectos
tan funestos la hablante se pregunta, ¿cuál debe ser el papel del observador
respecto al cosmos, objeto de su observación? Y ¿cuál es la función del
cerebro, del pensamiento, del deseo? La actividad del cerebro es el deseo, como
afirma más adelante, y se mueve con el pensamiento pues lo que captan los
sentidos, la cabeza lo concreta[37]. La hablante va constatando
que la presencia del sujeto en la observación es fundamental, y comprende que
la mente también es un astro con sus satélites y el mundo interior y exterior
son parte del mismo universo.
La poeta baraja términos como razón,
conciencia, memoria, inteligencia…, evaluando su significado en la indagación
del entorno, y observa que hay una memoria del cuerpo, del mismo modo que la
inteligencia se funde con el azar, con la materia, investigando sobre las
causas, los efectos, sobre la interrelación de efecto y causa y de causa y
efecto y, en sí, sobre la vida. El conocimiento es corporal tanto como
intelectual, corroborando lo que ya dijo Ramón Gómez de la Serna de que la
escritura es “un estado de cuerpo” pues, abiertos todos los poros de la
sensibilidad, el cuerpo recoge los indicios del exterior[38].
La realidad se constituye en base a complementarios implicados en una telaraña
de enredos cuánticos. Empeñarse en idealizaciones de estatismo supondría una
entropía positiva donde el final es la muerte por calor. Hay que adentrarse en
los enredos de esa danza, los que Bohr identificó como esenciales en la trama
del universo. Y para ello, un acercamiento reducido a la razón no es suficiente
pues no se trata de movimientos lineales sino de una circularidad donde la
certidumbre ha sido sustituida por las probabilidades e incompletitud de la
realidad cuántica.
Janés llega a la certeza de que
almacenamos todo lo que percibimos desde el nacimiento y de que existe en
nosotros un conocimiento anterior, pues el gen es portador de memoria. Lo que
se requiere es una cierta sensibilidad para captar en el presente ideas que
pertenecen a pasados remotos[39]. Se plantea así la misma
situación que en la mecánica cuántica en la que el observador deja de ser un
espectador pasivo para pasar a ser un agente activo[40].
Y como Janés constata y se plantea en el principio de incertidumbre de
Heisenberg, la complementariedad entre sujeto y objeto introduce la
probabilidad en física. La entrada de elementos personales y subjetivos en la
observación del cosmos lleva a la hablante a constatar la incompletitud del
conocimiento. La creencia en que somos poseedores de un conocimiento total
sobre un universo estático y fijo que controlamos por la razón, como presupone
la física clásica, es insostenible pues carecemos de la llave que revele en su
totalidad el enigma del universo. Inmersos como estamos en el universo que
observamos, pues, como afirmó Bohr, somos parte de él, no es posible mantener
la idealización de la física clásica de un conocimiento objetivo a distancia.
La misma situación viene a darse en la
creación poética donde la hablante configura el universo que observa y en el
que está inserta según unas opciones formales que a su vez generan múltiples
connotaciones y significados. Al igual
que la introducción de algún elemento en la conciencia provoca alteraciones en
el inconsciente, la introducción de elementos en el observador altera el objeto
observado. El grado de objetividad en esta situación se cifra en el concepto
matemático de la probabilidad que, en términos poéticos, gira en torno a las
acepciones y connotaciones varias que el texto sugiere[41].
Otro aspecto que relaciona a Bohr con
Janés es la preocupación que ambos tienen por el lenguaje[42].
Para Bohr las cuestiones filosóficas no tenían que ver con la existencia o la
realidad o con las limitaciones de la razón humana, como explica Petersen, sino
con la comunicación[43]. Y algo semejante se aplica
a Janés para quien las ecuaciones, teoremas y principios científicos tienen
valor en cuanto pueden ser articulados de forma poética revelando su
participación en lo irracional.
En la inseparabilidad de los elementos
cósmicos, la “relatividad” es un elemento fundamental debido a que la
proximidad en los enredos cuánticos condiciona el conocimiento. Y, como explora
la hablante en las distintas secciones del libro, la relatividad del
conocimiento cuántico conduce a concebir no un universo único, sino una
multiplicidad donde el centro es igualmente múltiple. Un refugio sería recurrir
a los números como medio de lograr más transparencia, con el cero como
potencial de estabilidad, aunque pronto se constata que su mantenimiento
conduciría a un absolutismo contrario al movimiento de la vida. La indagación
que se lleva a cabo en Orbes lleva a admitir el hecho de que para
acceder a la realidad el conocimiento tradicional debe ser suplantado por otro
nuevo cuya base y fundamento es la complementariedad de elementos contrarios.
***
La cita de Einstein que precede a toda
la colección de Orbes expresa el rechazo del físico del universo
desordenado que se abrió con la física cuántica: “No puedo soportar la idea
de un universo desordenado”[44]. Einstein nunca comulgó con
la idea de que no fuera posible llegar a un conocimiento claro y ordenado del
universo, según señalaba el principio de incertidumbre de Heisenberg. Y parece
ser que, como indica la misma Janés, fue su hija Adriana quien de adolescente
le “regaló” esa frase de Einstein a su madre. ¿Compartía Adriana la opinión de Einstein y/o la
preocupación del físico y de su madre por el universo y sus leyes? Como curiosa
y posible contrapartida a esta cita inicial, el libro se cierra con una sección
que, titulada “Bifurcaciones sucesivas”, se refiere a la teoría del caos de
Ilya Prigogine donde las bifurcaciones dan pie a otro orden que permite que el
sistema físico se autoorganice. Por tanto, el libro marca un proceso desde los
postulados y expectativas de Einstein, encapsulados en la física tradicional, a
los de la física cuántica. En la evidente disparidad entre el mundo ordenado de
la física clásica y el “desordenado” e incierto de la física cuántica se
enfocan las investigaciones de este libro. El texto en prosa de la “Leyenda”,
que vengo de analizar, trata los temas desarrollados poéticamente en cada una
de las nueve secciones del libro.
Es comprensible que la primera
sección, “Blanco inicial”, sea el punto de partida para inscribir esta historia
de amor que es la indagación de Janés. Y la indagación en esta sección va
enmarcada por Heráclito que exhorta a “conocer la inteligencia que guía todas
las cosas a través de todas”[45]. Lo que destaca de esta cita es la totalidad
que debe marcar el conocimiento al que nos exhorta Heráclito, pues como
búsqueda de amor, conlleva la proximidad con el objeto y entorno de la
búsqueda. Implica, así, un acercamiento
que es tanto epistemológico como ontológico, pues no se trata de conocer
observando a distancia y desde fuera el mundo, sino metiéndose en y “a través”
del mundo y de sus cosas. Concierne a una inteligencia penetradora que “transverbera”
y que, como tal, proyecta en la investigación física el mismo tipo de “trance”
que el místico experimenta al participar del conocimiento divino. Y la
referencia a la mística no es fortuita. El papel que juega la mística en Janés
es fundamental, aunque no cabe en este ensayo llevar a cabo un análisis a fondo
que, además, ya ha sido tratado por un gran número de estudiosos y confirmado
por la autora misma. Pero como se señalará más adelante, esta aventura de
conocimiento conducirá a un nuevo tipo de “diálogo” con la naturaleza (en
términos de Prigogine) donde las revelaciones de la física cuántica se funden
con la mística, la alquimia, las filosofías orientales y la poesía, llegando a
una nueva concepción del conocimiento.
La ausencia de puntuación pide leer
los poemas en su continuidad, lo cual transmite al texto esa “transverberación”
de que habla Heráclito y que Barad traduce como la inter-actividad de todos los
elementos del universo en su constante devenir.
Tras la cita de Einstein, la sección “Blanco
inicial” consiste en cuatro poemas donde se perfila el comienzo de esta
historia de amor que es la indagación del universo a través de la ensoñación
poético-imaginativa. La blancura de la nieve, o de la página en blanco, evoca
un silencio como armonía interior donde ya se empiezan a notar resonancias y
movimientos que se asocian con la música, la de Arvo Pärt, en particular,
facilitando un inicio para la búsqueda del que ya no hay posibilidad de regreso
hacia el origen porque la flecha del tiempo marca la irreversibilidad cuántica[46]. Paradójicamente a la
blancura de la nieve / página, a este nivel lo que domina es la negrura (nigredo
en la tradición de la alquimia) del desconocimiento, aunque ya en esa negrura
parecen percibirse las “solitarias” que cantan. Es posible que esas
“solitarias” se refieran a las “variables ocultas” que ofrecen indicios para
desenvolverse en esta oscuridad inicial[47].
La alusión a estas variables ocultas se puede explicar como seguimiento a la
llamada de Heráclito a “meterse en las cosas” y lograr un conocimiento
profundo; se explica, también, como una idealización que permitiría resolver
las polaridades.
Las “variables ocultas”, que Janés
trata más elaboradamente en un libro así titulado, son formulaciones
alternativas que pretenden restablecer el determinismo de la física clásica que
eliminó la escuela de Copenhague y su mecánica cuántica. David Bohm las
considera una propuesta de carácter retrógrado pues permitirían introducir un
determinismo mecánico propio de la dinámica clásica, lo cual iba en contra de
la propuesta de Bohr de acercarse a los fenómenos como una totalidad dinámica.
En este sentido, había que aceptar el indeterminismo como un tipo de desorden
irreducible de la naturaleza cuya base era la “indivisibilidad” del cuanta.
Esto supone que no es posible analizar la observación en partes, como proponía
la física clásica, pues las leyes de probabilidad en la cuántica lo impiden.
Por tanto, según Bohr, no se puede hablar de “disturbios” del sistema debido a
la observación[48].
Aun así, Bohm cree que la noción de variables ocultas puede
conducir a una nueva manera de pensar sobre las leyes físicas, distanciándonos
de las nociones de la física clásica, y a conocer mejor la actividad y el
movimiento de la naturaleza que es en sí lo que constituye la física. La
existencia de variables ocultas permitiría un tipo de descripción donde es
posible y natural decir que las transiciones cuánticas tienen un carácter
repentino e impulsivo. Se asume que cuando termina la operación impulsiva o “proceso
de medición”, las variables ocultas permanecen constantes[49].
La mecánica cuántica implica un
indeterminismo que es reflejo del verdadero comportamiento de la materia. Por
tanto, en las medidas hay que considerar la existencia de entidades a un nivel
sub cuántico-mecánico que obedecen nuevos tipos de leyes individuales. Esas
leyes y entidades constituirían un aspecto de la naturaleza que permanece
“oculto”. Sin embargo, aunque admitiéramos la existencia de esas variables
ocultas, debido al principio de incertidumbre de Heisenberg no podríamos
medirlas todas simultáneamente pues la interacción entre el aparato observador
y lo observado siempre implica un intercambio de una o más cuantas fluctuando
incontrolablemente. Bohm cree en la existencia de ese nivel donde se producen
fenómenos nuevos no tratados muy bien en las teorías presentes. Como no podemos
creer que hemos llegado a un conocimiento total, lo que propone es la necesidad
de probar diferentes vías de investigación[50].
En los textos de Orbes, la hablante
se encuentra en un “vacío invisible” donde la luz es “corteza opaca”[51]. Janés ha asociado el vacío
con el silencio y, como en el silencio, percibe en el vacío un pleno de
vibraciones que, según señala Basarab Nicolescu, van cargadas de información[52]. Schmelzer puntualiza que
esas vibraciones tienen una connotación fuertemente creadora[53]. Así las solitarias
variables ocultas cantan en la negrura, sugiriendo un nuevo plano de indagación
y conocimiento y señalando el germen de la creatividad y de la vida en la
música y, por añadidura, en áreas de la imaginación, la fantasía y lo
irracional. En “Nota” al final del libro, Janés explica que Orbes es
“una forma de agradecimiento a Arvo Pärt, cuya música ha sido mi guía en este
trayecto” [54].
Además de las variables ocultas, como
una nueva vía de conocimiento por la que la hablante intenta escapar del
indeterminismo cuántico, el libro de Janés propone el sueño como medio de
penetrar en esa negrura y vacío. El sueño nos abriría los ojos para “oír” la
escala de luz, es decir, para poder apreciar sinestesias que un acercamiento
intelectual descartaría[55]. Y lo que se percibe por el
sueño es una escala de paralelas que se juntan, lo que contradice creencias
establecidas. Los versos aluden a la geometría proyectiva que parte de los principios de que dos puntos definen
una recta y de que todo par de rectas se cortan en un punto (cuando dos rectas son paralelas
se dice que se cortan en un punto del infinito conocido como punto
impropio). Estos fenómenos se producen a distancias
enormes por donde transitan los números transfinitos.
En ese avance donde dominan las
sinestesias y enredos cuánticos, el entendimiento tradicional de espacio y
tiempo se supera en un “más aquí-allá” donde los contrarios se dan cita. El
cruce de los contrarios se facilita por la existencia de fluctuaciones que
aseguran el movimiento del cosmos y la posibilidad de ver “el punto evanescente
/ que configura / vida”. Y es así porque
la indagación en el enigma del universo es, en última instancia, la del sentido
de la vida. Y la vida se vislumbra en los enredos y fluctuaciones como un punto
imposible de fijar ya que su rasgo esencial, la evanescencia, es parte del
movimiento cósmico por el que todos los elementos se hallan en lo que Janés
denomina la “fuga”[56].
En los “Fuegos caóticos”, segunda
sección del libro, hay indicios de que, después de los intentos de
superar la incertidumbre cuántica o “fuga”, mediante las variables ocultas y el
sueño, se entra en el proceso de la creatividad. Mientras que en la
interioridad de la hablante hay “meteoros en fuga” como iluminaciones efímeras
y “meteóricas’ del enigma que, aun así, son reflejos de las estrellas y del
misterio cósmico[57]. Al tratarse de “fuegos
cáoticos”, se introduce el caos y el azar que el libro trata de manera más
elaborada hacia el final. En este punto lo caótico de esos fuegos de
iluminación efímera apunta a un tipo de creatividad que rompe con la
uniformidad de la física clásica. Mientras, en el exterior continúa la nieve
fría, pero con deseos de arder y de consumirse.
La cita que precede y abarca esta
sección es de Parménides, el presocrático que habla de un ente continuo o
totalidad donde luz y noche se dan cita[58].
Esta noción de totalidad es la que muchos siglos después los cuánticos
describirían como la indivisibilidad de la naturaleza, los enredos y la
telaraña cósmica atravesada por ondas y vibraciones donde espacios y tiempos se
cruzan[59]. Las fluctuaciones en la
trama cósmica funden en el presente y el ahora olvido y memoria, presencia y
ausencia. En esa fusión de contrarios, la oscuridad es la que da acceso a la
luz, y la luz, a su vez, no es luz ni visión ya que exige un descenso hacia la
sima donde fluye la nada. Por eso la hablante recurre de nuevo a la música de
Pärt donde encuentra, como indicios en la oscuridad, los números y las
geometrías moviéndose en un tipo de “danza inmóvil” [60].
En una situación de orden tan lejano de las convenciones, la hablante recurre a
una cita del “Gran Upanishad del Bosque” como guía que le oriente. Esa
sabiduría le revela que los dioses a seguir son la materia, el aire y la
energía vital, siendo esta última el único dios[61].
Muy revelador es el texto “El sueño es
exterior” con que se cierra esta sección. El sueño va manifestando lo que ella
llama la “sorpresa cuántica” donde percibe susurros de “astros sonámbulos”,
sombras donde se funden “unificados piedras plantas animales” e incluso
“inteligencias angélicas / de verde hábito”[62].
La hablante se encuentra de lleno en la experiencia del enredo cuántico,
habiendo así cumplido con el dictum de Heráclito de penetrar en las
cosas y experimentar, como anunció Parménides, su totalidad. Los ángeles son
presencias en los escritos de Janés, apuntando a un nivel mediador o tercero
oculto entre extremos opuestos procedente de los escritos de Basarab Nicolescu
y que, a su vez, se corresponde con el principio de complementariedad de Bohr.
El hábito verde de los ángeles es el verde de la iluminación, como sucede en el
sufismo. Y esos espíritus son los que constituyen la trama o enredo cósmico al
lanzar al aire las “cintas” de sus hábitos “iluminando” el enredo con su verde
lúcido. Y de ello emerge la poesía, “esa voz que penetra en la boca / y deja
entre los labios el vocablo”, marcando así el comienzo de la creación poética.
Y, concomitantemente, se enuncia el “soy” de la hablante, la poeta observadora
y el mundo observado en un enredo o trama de amor donde se configura la
creatividad y la vida.
La sección “Relatividad” claramente
alude a la teoría de Einstein e introduce la indeterminación en la lucidez
adquirida en la sección anterior, ya que no se trata más de una realidad fija y
estática sino configurada según sea la perspectiva. Por eso la ilustración
muestra la conexión entre el manifestarse y el ocultarse aludiendo a la
paradoja de la realidad en la relatividad pues su naturaleza depende del ángulo
de mira. La iluminación no es total ya que la relatividad desbanca absolutismos
e implica el engranaje de luz y sombra[63].
El juego de revelación y ocultación en
la relatividad se produce debido a la “curvatura del universo” o “abrazo curvo”
que Bohr califica de enredos cuánticos[64].
En dicha curvatura el espacio y el tiempo son espaciotiempo y lo que hoy vemos
o se manifiesta, como las estrellas, son restos o historia de lo que ocurrió
hace millones de años. Por tanto, ¿cómo articular y entender la realidad cuando
lo que vemos ya no es y lo que es no podemos vislumbrar? La misma paradoja se
produce en la mente. Por eso, es acertado recurrir a la simetría que Janés
identifica con la belleza, entendiendo por tal el equilibrio entre los
opuestos, o lo que Bohr clasificará como el principio de complementariedad. Si
se logra la simetría será posible alcanzar una visión más completa y total que,
al menos, calme “la inestabilidad del fragmento”, aunque no por eso sea menos
inestable[65].
El enredo cuántico, el del abrazo
curvo y la curvatura del universo implica la proximidad, por eso “en las manos
/ crece el saber”, y así se confirma cuando dice que en la proximidad del tacto
se muerde la manzana del saber de Newton. La inserción de la cita de Macrobio
en medio de los poemas de esta sección sirve para reiterar lo que viene
articulando en los poemas, es decir, reconocer la fusión de alma y cuerpo, del
conocimiento corporal y del celestial frente a la clásica separación entre esos
niveles. No hay división entre el intelecto y el cuerpo sino un abrazo curvo
donde sus propiedades se complementan. Pero si el tacto no tiene lugar,
entonces la inspiración se traduce en el canto falso de la sirena. Solo en la muerte
es posible salir del enredo y llegar al origen donde, junto con la música
reside el número –tanto par como impar—como punto en el tiempo donde los
extremos se hallan perfectamente fusionados. La sección concluye con un poema
dedicado a Sor Juana, una poeta que, como los filósofos ya citados, ilustra las
nociones que la hablante viene desarrollando. Para la monja claridad y “materia
oscura” se dan la mano, y el saber es no saber o saber de lo ignoto[66].
En la sección “Universo infinito” la
hablante se pregunta si todo el enredo cósmico solo se trata de “energía
contenida en el vacío”[67]. La energía, como dijo
anteriormente, es el único dios, y el vacío no es tal, sino que está pleno[68]. Menciona a Demócrito para
afirmar la existencia de múltiples universos infinitos, que se reafirma en la
cita a Giordano Bruno de que Dios es una esfera cuyo centro se halla en todas
partes. Y como vimos en “Leyenda”, vivimos en un universo que al expandirse
carece de centro, desbancando la clásica noción de que la tierra es el centro.
La existencia de múltiples e infinitos universos también se deshace del centro
donde agarrarnos. Además, desconocemos su funcionamiento y ni podemos
determinar su posición y movimiento, admitiendo la incertidumbre de Heisenberg.
La pluralidad e infinitud de universos incluye la diferencia pues cada uno es
distinto de los otros. Por eso concluye que tenemos “certidumbre de
incertidumbre”, y que lo único de que podemos estar ciertos es de que vivimos
en la incertidumbre. Se va vislumbrando una realidad de “indisoluble
indivisibilidad” o circunferencia con “infinitos centros” y con una
“respiración global” donde el aquí y el allá comparten el mismo nido[69].
Por eso se debe asumir, citando a
Píndaro, que la existencia es leve, por lo que la hablante se pregunta si la
existencia es sueño de una sombra o sombra de un sueño, logrando solo deducir
que la consolidación de la multiplicidad de formas solo se producirá en el
negro de la muerte. El deseo es llegar al límite y quedarse allí suspenso “en
el desvanecerse / de los límites”, en un anonadamiento del yo en la
multiplicidad cósmica. La cita de Prigogine afirma que la vida “es el tiempo
que se inscribe en la materia…”, de ahí que haya que investigar la materia para
mejor entender la naturaleza de la vida y del cosmos[70].
“Zona de transparencia” anuncia un
punto de luz en la búsqueda que se identifica con el cero donde el movimiento
cesa al hallarse fuera de la gravedad. Para llegar a ese punto hay que seguir
un proceso con tres direcciones identificadas en árabe como epígrafe del poema:
“māyā” o la ilusión o estímulo para lograr el objetivo, “avidyā” o la
ignorancia de no conocer el enigma y lo que implica y “adhyāsa” o la
sobreimposición de distintas nociones, temas y preocupaciones al tratarse de
una búsqueda no lineal. Por eso, evocando el poema de Alberti, “A galopar”, el
de Janés constata que no hay diferencia entre galopar o estar parado pues
movimiento y quietud se dan unidos. Y así ocurre en el cero, cuya circularidad
supone una “ronda incesante donde antes y después” se superponen[71].
En su indagación la hablante se siente
como otra constelación, “otro cuerpo errante / perdido en la oscuridad”. La
transparencia, entonces, es la de los números que se deslizan avanzando en la
negrura y manteniendo el ritmo cósmico. Y para reafirmar lo dicho, cita a
Aristóteles quien se refiere a la creencia de los pitagóricos en los números
como elementos de todo lo existente. Aun así, carecemos de la llave para poder
dilucidar su secreto, aunque nos movamos según el ritmo y movimiento numéricos[72].
La sección “Función de onda” alude a
la onda en la ecuación matemática de Schrödinger que describe los cambios en el
tiempo de un sistema físico donde cuentan en gran medida los efectos cuánticos,
como el de la dualidad de onda y partícula. En la interpretación de Copenhague
de la mecánica cuántica, la función de onda proporciona la descripción más
completa de un sistema físico. De ahí que los poemas en esta sección insistan
en la totalidad que está presente en todas las partes y que Janés elabora en un
libro como Fractales. Se insiste también, como ya afirmó Schrödinger, en
la importancia de los sentidos para el conocimiento, desmontando la
primacía de la razón con su afán de analizar y dividir lo que estaba unido. En
la totalidad cuántica sujeto y objeto, interioridad y exterioridad se funden,
acabando con el distanciamiento de una observación desde fuera[73].
Los números son los que urden la trama
cósmica en la oscuridad, especialmente el número impar, y, además, nunca
desaparecen. Cuando Galileo declaró que el sol se hallaba en el centro del
universo (“y aquel año 1642 / que propició el salto / de un giro diverso”), el
entendimiento del tiempo y del orden cósmico sufrió una gran perturbación
—“quedó la flecha inquieta”—, además de que los cuerpos cayeran por la gravedad
(Newton). El “incesante fluctuar” de la micropartícula reafirma la
indeterminación del orden cósmico tanto en la luz como en la materia: la
materia resulta ser una “trama viva” en la que el “cero-todo-potencia” ofrece un
punto de respiro[74].
La conciencia y subjetividad de la
observadora / poeta tienen un papel definitivo en la creación. Bergson, en la
cita incluida en esta sección, habla de la percepción donde la subjetividad
entra de lleno, y su función de recordar lo que sabíamos, pero olvidamos. Y
Janés concuerda pues cree que percibir es crear y es amar pues se crea el
objeto percibido y al crearlo, se ama. Wheeler, en su cita, también señala el
papel central de la subjetividad cuando dice que la conciencia y la información
dominan el universo. Asocia lo irracional de esta situación cósmica con el
sueño y su creatividad, y lo describe como “el sueño del cosmos / indeciso”. Al
entrar en la trama del universo y participar en la danza cósmica, los datos e
información llegan y se intercambian con la memoria de lo que fue a la vez que
se producen mutaciones o metamorfosis. Como la memoria es inestable, siempre se
corre el peligro de la disipación. Aun así, esta vida es la única que tenemos y
hay que vivirla en todos sus “remotos / espejos” o perspectivas de universos
infinitos por inciertos e inestables que sean. La vida es inestable e incierta
y hay que asumirla en sus infinitas manifestaciones[75].
La sección titulada “El cero” elabora
sobre ese número como un centro de potencia. La ilustración muestra una huella
en la nieve que se vuelve signo en un intento de retener al signo mismo para
impedir su fuga y la expansión del cosmos. Así, habla del negro de la noche o nigredo
asociándolo con la lejanía y posiblemente con el redshift, ya que se
refiere a estrellas apagadas. Percibe que en el negro las redes que constituyen
la trama cósmica son quebradizas, como si al expandirse se fueran rompiendo.
Solo en el presente se da una luz plena y por eso “presente” y “cero” se
identifican como centros de potencia, aunque no por eso ofrezcan más certeza o
libertad[76].
La cita de Michio Kaku confirma esta
situación pues habla de la expansión del cosmos en oposición al cero[77]. Tras la expansión quedará
un universo frío de agujeros negros, de partículas elementales a la deriva y de
ausencia de bordes y límites debido a una fuga imparable donde “todo huye”. Una
posible solución es abandonarse a la lección de la naturaleza: “el compás
acordado de los animales / y al serio orden de los árboles”. Y así lo
ejemplifica el poeta turco Dağlarca quien logró en su poesía escrita en la
lengua turca hablar con estrella, piedras y montaña porque su palabra está en
contacto directo con la naturaleza, frente a una palabra fósil y distanciada de
la tierra. La expansión del cosmos, con la distancia de la palabra del entorno
u objeto provocan la desarticulación de la trama de amor que es el universo.
Teniendo en cuenta que la conexión de amor que Janés establece entre palabra y
entorno, entre observador y observado es fundamental en la búsqueda de
conocimiento, un distanciamiento afectaría la creatividad vital. Solo el cero
es “infinito en potencia”, “ida y regreso”. Aun así, la hablante advierte que,
de fijarse en el cero absoluto, la potencia se volvería inmovilidad, trayendo
consigo el fin de los tiempos y la muerte del campo magnético[78].
Cuando hacia 1900 se descubrió que el
atomismo no se limita a la materia y que en la materia se da la indivisibilidad
de procesos físicos, se llegó a la constatación que los procesos indivisibles
están conectados lógicamente con el problema de los números inexpresables
(¿infinitos?), lo cual resultó en la creación de la mecánica cuántica en 1925[79]. Los “números oscuros” de
que trata Janés en el libro de ese título, se conectan con el carácter secreto
que tienen en la masonería y la numerología donde también poseen un carácter
divino o místico. Desde los pitagóricos los números se asocian con la música
(como se vio en el primer poema de Orbes), y Janés los asocia también
con el latido del corazón, el tiempo, el sonido, la palabra y el pensamiento.
Son “oscuros” porque no hay una explicación racional que abarque su infinitud.
Sus mensajes o información son oscilantes pues revelan a la vez que ocultan.
Pero la hablante sabe que transmiten mensajes, aunque no logre descifrarlos:
“Los números oscuros son cifra de lo incomunicable y a la vez ensanchan la
propia visión” [80]. Para Janés, los números
son los elementos de todo lo existente y concuerda con los pitagóricos para
quien “todo el cielo era armonía y número”[81].
En cuanto al cero, “potencia sin
contenido”, es como un barco lanzado a la deriva, pero “cargado de amenazantes
lanzas” pues su estabilidad no es permanente, y sugiere que quizá sea la rosa,
el icono de la creatividad, donde anida el misterio de los números oscuros. Al
no poder descifrar la infinitud de los números, la hablante apela al principio
de incompletitud de Gödel, pues se trata de una “trama múltiple que dispersa el
cálculo infinitesimal”[82]. Gödel ha mostrado, como
indica Janés en El palabra y el secreto, que no existe un sistema que
permite demostrar la verdad o falsedad de todas las proposiciones matemáticas
pues hay proposiciones indecidibles ya que, siendo infinitos, los números no
pueden contarse[83]. El cero es el infinito en expansión.
El título “Supersimetría” para la
sección ocho señala la posibilidad de una medición diferente de la regular
pues, efectuada en fusión con el entorno, quizá permita esclarecer el enigma.
Aunque se trata de una simetría hipotética, la supersimetría ofrece la
posibilidad de entender la materia negra, las relaciones entre partículas
elementales y el problema de la jerarquía. Por tanto, ofrece otra vía de
conocimiento y medición que sirve como alternativa a la posible inmovilidad del
cero[84].
La ilustración que encabeza esta
sección apunta a que la supersimetría permitiría una ubicuidad espacial del
estar aquí y allí a la vez, o incluso de no estar, de presencia permanente e
incluso de ausencia que no tiene consciencia de serlo. Por tanto, la supersimetría
sería una manera de sobreponerse al distanciamiento debido a la expansión
cósmica, aunque, como advierte Freeman Dyson, a quien Janés cita, la expansión
cósmica podría llevar a la extinción. Y así les ocurrió a dinosaurios y a
máquinas excesivamente pesadas y lentas, frente a los pájaros, mucho más
pequeños y ligeros[85]. Ya en “Las ecuaciones”
Janés, citando a Platón, dice que “el poder natural del ala es levantar lo
pesado” hacia arriba donde “mora el linaje de los dioses”[86].
El consejo, entonces, es evitar la pesantez de animales enormes y seguir el
ejemplo de los pájaros en tamaño y en velocidad para poder ascender a otros
niveles de la realidad. Y así lo enseña Vedanta en la filosofía hindú: dejar de
lado las jerarquías tanto de calidad como de tamaño, el menos y el más, pues no
porque algo es enorme es más o mejor; lo pequeño puede ser más o igual. De no
seguir esos ejemplos caeremos en la fuga de todo, en el deslizamiento “hacia
una forma / que escapa / en remolinos”. Y el final será la nada. Otro modo de
escapar de ese deslizamiento es dejarse llevar por una serenidad en la
naturaleza, como cuando el mar a medianoche es silencioso y sereno, aunque algo
así no puede ser más que una idealización[87].
La sección se cierra con citas de
Henri Poincaré y de Edgard A. Poe sobre el conocimiento. Así como la
supersimetría ofrece una vía de conocimiento con nuevas posibilidades, Poincaré
dice que el pensamiento de la observadora y su consciencia proporcionan una
lucidez rápida, como un relámpago de epifanía, en cuya brevedad misma se
contiene todo. Y Poe afirma que no se trata de adquirir conocimiento sino de
nunca dejar de conocer. Y a partir de ahí Janés extiende una invitación a
seguir con la indagación pues implica una labor de creatividad, de amor y de
vida.
Si se llega a un estado de inmovilidad
y bienaventuranza, se trata de una entropía positiva que, como dice Prigogine,
conduce a la muerte pues existir es movimiento, igual que el pensamiento y el
conocimiento son movimientos. En la inmovilidad el “ahora” se deshace con la
nada en acecho. Por eso la última sección, “Bifurcaciones sucesivas”, alude a
la teoría del caos de Prigogine donde las bifurcaciones dan pie a unas
estructuras disipativas con las que se establece un nuevo orden de
reorganización. Las bifurcaciones se articulan como un estar aquí y ahora que
es y “ya no es”[88].
Y es la conciencia de la observadora /
medidora en su indagación la que lleva a cabo la labor de creatividad, amor y
vida en la escritura como análoga de las estructuras disipativas en la física
del caos. Así lo indica la cita de Nicolescu que precede a la sección: la
conciencia es la que constituye la discontinuidad de los sistemas caóticos
necesarios para la vida, y a la inversa, la discontinuidad es la que constituye
la conciencia. Pues, como la cita concluye: “La discontinuidad cuántica es uno
de los signos de la conciencia cósmica”[89].
En su libro de 2017 titulado Estructuras
disipativas, Janés desarrolla a fondo el tema desde una perspectiva poética[90] La presencia de sistemas
inestables en la física del no equilibrio hace insostenible el seguir
manteniendo la noción del tiempo en términos de pasado y futuro. La física del
caos describe los efectos del tiempo unidireccional, de la irreversibilidad,
como ejemplifican los vórtices y las oscilaciones químicas, pero la
irreversibilidad conduce también a la coherencia, pues sin la flecha del tiempo
la vida en la tierra sería ininteligible. La vida se mantiene mediante una
entropía negativa y, por tanto, se asocia con procesos irreversibles. Y el
observador es quien en su función medidora introduce la irreversibilidad en el
fluir del tiempo. La irreversibilidad conduce a estructuras disipativas o de no
equilibrio que requieren la flecha del tiempo. Con su incorporación, las leyes
de la dinámica no expresan certezas sino probabilidades[91].
Por tanto, el no equilibrio lleva a
una coherencia nueva, a una autoorganización que permite que la vida emerja. Y
es así porque en el punto en que se da una desviación o clinamen en un
sistema químico, llamado punto de bifurcación, se producen esos nuevos
fenómenos llamados estructuras disipativas que son organizaciones
espaciotemporales. Dichas estructuras suponen, como explica Prigogine, que el
sistema no se desintegra en caos, sino que salta a otro orden u organización
más diferenciada. Estas estructuras implican la presencia de espontaneidad,
libertad y vida que en nada tienen que ver con la mecánica clásica de Newton[92].
Janés recurre a Nicolescu para
corroborar el tema de las bifurcaciones sucesivas que ocurren en sistemas
químicos de manera espontánea, ocasionando que la vida emerja. La cita de
Santayana indica que la inteligencia es un injerto de la pasión o, en otras
palabras, que es necesario mantener un diálogo complementario entre esos
opuestos, de igual modo que las bifurcaciones introducen el azar, desafiando
sistemas basados en rígidas abstracciones intelectuales. Y la de Sor Juana,
“Yo, la peor de todas”, encarna en la poeta mexicana la libertad de los
sistemas químicos en la física del caos por haber desafiado los obstáculos que
su cultura le impuso entregándose al saber como labor de amor, de creatividad y
de vida. Y Sor Juana es, además, la peor de todas por atreverse a amar desde el
“yo”, afirmando su subjetividad y presencia en el contacto próximo con el
mundo, por amar desde el tiempo, desde el aquí y el ahora, a pesar de su
fugacidad, en reto a principios clásicos de eternidad y trascendencia, y desde
la “leve sangre” de la fisicidad del cuerpo de la mujer. Como con Sta. Teresa,
otra de las referencias centrales en Janés, las bifurcaciones sucesivas son la
analogía física de un vivir al borde, experimentando el límite de lo
imprevisible, de la complementariedad con la muerte: “el origen se pierde y el
ahora / se deshace / en la acechante nada / que aún respiro”, dice el poema por
boca de Sor Juana[93].
La complementariedad conlleva un
rechazo del individualismo egocéntrico que se encierra en sí mismo sin contacto
con el entorno, negando así el conocimiento y la vida. Hay que entender, sin
embargo, que la indagación como labor de amor es un “viaje inmóvil”, pues como
dice Janés, “estar en un punto es estar en todos”[94].
Supone, además, un abrirse para acoger a un todo al que se refiere como
“Aquello”, objeto del amor, que quizá por eso lo escriba con mayúscula, como se
haría con la palabra Dios. “Aquello” es el objeto de amor, la otredad de la
creación, del mundo y de la vida. Al “Aquello” lanza la hablante sus
“ecuaciones”, como lo hicieron los físicos, que no son ni más ni menos que
lazos de amor en los que quiere atraparlo. Así, la telaraña cósmica es una red
urdida por el amor[95].
Por eso recurre a la teoría hindú
“satkaryavāda” que se opone a la causalidad ya que en la complementariedad del
amor no hay jerarquías ni órdenes, sino mutua correlación. El deseo de la poeta
radica en hallar el algoritmo que describa las contradicciones y explique el
principio de la complementariedad donde las jerarquías se disuelven en el más y
el menos, el antes y el después, el aquí y el allá. Y esto es lo que ocurre en
las bifurcaciones, ejemplos del “amor” del cosmos que produce ese salto para
reorganizarse[96].
La sección se cierra con citas de
Holan y del “Upanishad” para corroborar lo que se ha elaborado en los poemas.
Para Holan el sentido del número se encuentra en su desaparición, ya que su
supuesta exactitud es inabarcable debido a su infinitud e inalcanzable a la
comprensión. Janés, por otro lado, y como ya se indicó en páginas anteriores,
sigue a los pitagóricos en considerar el número como la esencia de todas las
cosas. La paradoja entre ambas perspectivas, la de la desaparición, por un
lado, y la de ser fundamento de todas las cosas, por otro, hace que el número
se sustente en la complementariedad de esos contrarios. Una contradicción o
paradoja semejante es la que expresa la cita del “Upanishad”: “El ser es de
quien huyen las palabras”. En la complementariedad de poeta como observadora y
el mundo como objeto de la observación, el lenguaje sirve para configurar el
universo. Pero teniendo en cuenta el movimiento y la fuga de todo lo existente,
las palabras apenas pueden captar las cosas y configurar su sentido[97].
Conclusiones
La importancia que Bohr otorga al
observador y a la conciencia en la física cuántica es fundamental para Janés y
su búsqueda de conocimiento[98]. La hablante se pregunta
por la conciencia, la memoria, el olvido, por su papel en configurar el
conocimiento del cosmos y, semejante al científico, cuya subjetividad
interviene al optar en el experimento de medición por un grupo de posibilidades
dejando que otro colapse, la hablante ejerce sus propias opciones en cuanto al
formato, ángulo y datos a incluir en su escritura. La observación, en el
ejemplo macroscópico del felino de Shrödinger, hace que las cosas sucedan. Y
así lo entiende Janés cuando escribe que la poeta “acepta este hecho y alcanza
la serenidad que otorga el desconocimiento-conocimiento elegido”[99]. Entiende así que el
conocimiento nunca será absoluto ni estático.
En “The Philosophical Significance of
the Idea of Complementarity” y en otros escritos, como en su artículo
sobre Kepler, Pauli hace hincapié en la diferencia entre la proximidad del
observador con el objeto en la física cuántica y el observador “distanciado” y
pasivo en la física clásica. Esta situación le llevó a considerar la necesidad de
extender el sistema de conocimiento para incluir cuestiones psicológicas
relacionadas con la conciencia e, incluso, con el misticismo y las filosofías
orientales. El efecto de la observación es tal, según Pauli, que da lugar a una
transformación [Wandlung] semejante a la que se produce en la alquimia. Una
transformación semejante también tiene lugar a nivel psicológico, pues el
conocimiento que trae consigo la observación, en el sentido de hacer consciente
algo que antes no lo era, produce un efecto evidente en el inconsciente. Por
eso sugirió la posibilidad de llegar a un tipo de unidad psíquico-física,
abriendo la ciencia a un nuevo tipo de conocimiento directamente conectado con
el principio de complementariedad de Bohr, es decir, que dos elementos contrarios
se complementen. Pauli concluye, entonces, que la interioridad y el mundo
exterior se rigen por las mismas leyes cósmicas[100].
Janés ha venido practicando la
propuesta de Pauli desde los comienzos de su escritura. La incorporación de
temas, teoremas, principios y ecuaciones científicas a la escritura poética
refleja su convicción de que los acercamientos científicos y poéticos se
complementan, y de que evidentemente se dan la correspondencia y congruencia
(zur Deckung kommen) de que habla Pauli, y que ella misma señala ya en varios
escritos entre imágenes interiores pre-existentes que venimos almacenando desde
el nacimiento y objetos del mundo exterior.
Y sus citas y referencias a autores de muy diferentes culturas cumplen
el deseo de Pauli de que el Occidente debiera responsabilizarse de fundir sus
tradiciones con las del Este para así lograr una unidad de lo racional /
crítico con lo irracional / místico[101].
En La palabra y el secreto Janés cita al biólogo Bose, quien ya en 1917
dijo que hay “sentimientos” en la célula lo cual, de ser así, implicaría que
espíritu y materia son aspectos del mismo proceso, corroborando las teorías de
Bohr y Pauli sobre las correspondencias entre el plano psíquico y el físico[102].
Orbes del sueño describe la trayectoria de la hablante indagando en el enigma del
universo. Al adentrarse de lleno en la totalidad de las cosas, experimenta en
su proximidad mediante el sueño y la música y atiende a la presencia de
variables ocultas que espera le permitan acceso a nuevas formas de conocimiento.
De ahí percibe breves epifanías de iluminación sobre la trama cósmica y su
constitución a la vez que constata la relatividad de ese conocimiento y la
levedad de la existencia misma. Ya no hay un centro al que aferrarse sino una
multiplicidad de opciones cósmicas, de universos infinitos donde quizá sean los
números, y el cero, en particular, los que ofrezcan transparencia y alguna
certeza a la que aferrarse. Pero los números se mantienen indescifrables y los
límites entre sujeto y objeto solo conducen a una mayor paradoja porque todo
queda enredado en la telaraña cósmica. La creciente expansión del universo
amenaza con romper los lazos que mantienen la red cósmica y sus vibraciones, lo
que conduce a experimentar con sistemas nuevos de medición, como la
supersimetría. Es el cosmos mismo el que mediante las bifurcaciones se
autoorganiza evitando su destrucción. La búsqueda de conocimiento llega así a
reconocer el azar y la espontaneidad en el cosmos y su funcionamiento. A
diferencia de Sor Juana, en cuyo honor Janés escribió Orbes, el
resultado de un conocimiento parcial y limitado no es fuente de desengaño, como
lo fue para la mexicana, sino algo positivo pues revela la continuidad del
deseo de conocer donde reside el movimiento, la vida. Janés entiende que los
sentidos son receptores abiertos y que a través de las sensaciones todo llega a
la conciencia creándose un mundo interior que es reflejo del exterior.
Reconoce, así, la necesidad de un conocimiento complementario entre los
contrarios de razón e inconsciente, exterior e interior, cosmos y sujeto,
conocimiento que confirma la complementariedad en el principio de Niels Bohr.
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Para
citar este artículo / To reference this article / Para citar este artigo Gala,
Candelas. “Contraria sunt complementa o los Orbes del sueño de Clara Janés: una
historia de amor”. Humanidades: revista
de la Universidad de Montevideo, nº 6, (2019): 23-55.
https://doi.org/10.25185/6.2
El
autor es responsable intelectual de la totalidad (100 %) de la investigación
que fundamenta este estudio.
[1] En su ensayo “Las ecuaciones de la poesía: para una lectura de Orbes del sueño”, Janés habla de cómo empezó a gestarse Orbes a partir de la nevada que cayó una noche, que fue lo primero que vio al despertar, y las fotos que hizo de ella. En Nadia Mékouar-Hertzberg, ed., Secretos y verdades en los textos de Clara Janés / Secrets and Truths in the Texts of Clara Janés (Bern: Peter Lang, 2014), 12.
[2] Las huellas de los pájaros le parecieron que expresaban “conceptos científicos”, en Clara Janés, “Las ecuaciones de la poesía: para una lectura de Orbes del sueño”, 11.
[3] Orbes es un homenaje a Sor Juana con quien Janés comparte la búsqueda “del sentido de cuanto nos rodea y de nosotros mismos”. Discrepa de la poeta mexicana en los logros de la búsqueda que para Janés no son de tipo visionario, según escribió Octavio Paz, sino intelectual. Para la hablante poética de Janés la existencia tiene sentido por su interacción con el entorno, y no se trata de trascender a un plano superior sino de percibir la revelación del cosmos en toda su fuerza magnética (ver la conferencia de Janés “Mi homenaje a Sor Juana”. Texto enviado por la autora).
[4] La presencia de la mística en los escritos de Janés ha sido objeto de estudio de muchos críticos y corroborada por la misma Janés. En el discurso de recepción del Premio Nacional de las Letras Españolas Teresa de Ávila, Janés afirma que la cuestión mística es una presencia en su vida. De Sta. Teresa, Janés admira y comparte las tendencias antagónicas, su “vivo sin vivir en mí”, que movieron a la santa entre su deseo de aventuras caballerescas y su intensa vida interior, “Discurso de recepción del Premio Nacional de las Letras españolas Teresa de Àvila”, en Anne M. Pasero, ed., Clara Janés. El fuego invisible” (Àvila: Excelentísimo Ayuntamiento de Àvila, 2012), 12-13. La contradicción entre esos deseos, entre una activa vida exterior y otra igualmente activa e intensa en la interioridad es fundamental en la poética de Janés, como se elabora en el presente ensayo.
[5] Janés dice que en todo el libro “late el asombro de la confluencia entre los dichos de los antiguos y los más actuales”, en “Las ecuaciones de la poesía: para una lectura de Orbes del sueño”, 15.
[6] John Wheeler, “Physics in Copenhagen in 1934 and 1935”, en Niels Bohr. A Centenary Volume, eds. A. P. French y P. J. Kennedy (Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1985), 223-224. Este ensayo es parte de un estudio más amplio sobre las conexiones entre poesía y física en la obra de Clara Janés.
[7] R. V. Jones, “Complementarity as a Way of Life”, en Niels Bohr. A Centenary Volume, 320.
[8] Para un estudio panorámico sobre las conexiones entre la obra de Clara Janés y las ciencias, véase Antonio Ortega, “El arco y la flecha: ciencia y poética en la escritura de Clara Janés”, Épistémocritique 16 (octubre 30, 2017). http://epistemocritique.org/category/la-revue/volume-16-vers-une-epistemocritique-hispanique/. Ortega trata muchos de los puntos elaborados en el presente ensayo a lo largo de la obra de Janés.
[9] Werner Heisenberg,
“Reminiscences from 1926 and 1927”, en Niels Bohr. A Centenary Volume,
170. R. V. Jones, “Complementarity as a Way of Life”, en Niels Bohr. A
Centenary Volume, se refiere al “Golden Mean” [promedio, término medio] de
Aristóteles y a Hegel quien dijo que “Every truth, every reality, is the
unification of two contradictory elements or partial aspects which are not
merely contrary like black and white but contradictory, like same and
different” [Cada verdad, cada realidad, es la unificación de dos elementos o
aspectos parciales contradictorios que no son meramente contrarios como blanco
y negro sino contradictorios, como igual y diferente]. (Todas las traducciones
son mías). Como ejemplo Hegel se refirió a la cantidad y la cualidad, tan
diferentes en apariencia, pero muy relacionadas ya que un cambio en cantidad
puede producir un cambio en cualidad, 321. Con relación al principio de
complementariedad, Wheeler cita uno de los dichos favoritos de Bohr, que una
gran verdad es una verdad cuyo contrario u opuesto es también una gran verdad,
John A. Wheeler, “Physics in Copenhagen in 1934 and 1935”, en Niels
Bohr. A Centenary Volume, 223. En
“Poética de la rebelde ebriedad”, en Clara Janés. El fuego invisible, 73,
Janés habla de la analogía en términos que se aplican a la complementariedad.
En la frase “lo que está abajo es como lo que está arriba, lo que está arriba
es como lo que está abajo” (de la Tabula smaragdina), la analogía
“procura un tipo de conocimiento enigmático” semejante, según Janés, al que
hizo decir a San Pablo “per visibilia ad invisibilia”. Gracias al ritmo
que introduce la analogía, el poeta salta del tiempo a otro nivel situándose en
la unidad primordial, entregándose “a la intuición de la unidad en la
diversidad”. El objeto de la poesía es el mundo de lo desconocido pues es el
único que puede llevar a otra visión de lo real.
[10] Wolfgang Pauli, Writings on Physics and Philosophy, eds. Charles P. Enz y Karl von Meyenn, trad. Robert Schlapp (Berlin: Springer-Verlag, 1994), 153.
[11] Clara Janés, La palabra y el secreto (Madrid: Huerga y Fierro, 1999), 12.
[12] Biruté Ciplijauskaité, “Magia y misterio en Clara Janés”, en Clara Janés. El fuego invisible, 113.
[13] Según Ciplijauskaité, Janés es posiblemente la poeta con el más amplio trasfondo: filosofía, mística oriental, mitología, teoría literaria, lecturas de otros países y, aunque Ciplijauskaité no lo menciona, de la física. Ha cultivado todos los géneros: poesía, novela, ensayo, relato, crítica literaria, teatro y es ganadora del Premio Nacional de Traducción, trabajando con el turco, persa, checo, rumano, inglés, francés, portugués, italiano, alemán, catalán, Biruté Ciplijauskaité, “Magia y misterio en Clara Janés”, en Clara Janés. El fuego invisible, 110.
[14] Basarab Nicolescu, Teoremas poéticos. Fotografías de Karl Blossfeldt. Selección y traducción de Clara Janés (Madrid: salto de página, 2013), 30 y Manifesto of Transdisciplinarity, tr. Karen-Claire Voss (Albany: State University of New York Press, 2002), 37-38. Para un detallado análisis de la transdisciplinariedad, véase principalmente el ensayo de Jorge Sarquís y Jacob Buganza, “La teoría del conocimiento transdisciplinar a partir del Manifiesto de Basarab Nicolescu”, Fundamentos en Humanidades 10.1 (19, 2009): 43-55.
[15] Wolfgang Pauli, Writings on Physics and Philosophy, 39, 36, 40.
[16] Como explica Karen Barad, Bohr se sirve del término “fenómeno” para significar la totalidad que supone la interacción entre los “objetos de la investigación” y “las agencias o agentes de la observación”, entendiendo el fenómeno como los enredos cósmicos o “entanglements”, Karen Barad, Meeting the Universe Halfway. Quantum Physics and the Entanglement of Matter and Meaning (Durham y London: Duke University Press, 2007), 427, notas 47 y 48. Fue Schrödinger quien introdujo el término “entanglement” [enredo] en 1936 en un ensayo motivado por el artículo que escribieron Einstein, Podolsky y Rosen.
[17] Barad es quien acuña el término de “intra-actividad” para describir el constante “devenir” [becoming] del universo, diferenciándolo de “interacción”. Ese devenir desbanca la metafísica del individualismo y su creencia de que hay objetos discretos con características inherentes, Karen Barad, Meeting the Universe Halfway. Quantum Physics and the Entanglement of Matter and Meaning, 33, 422, nota 15, 424-425, nota 30.
[18] Karen Barad, Meeting the Universe Halfway. Quantum Physics and the Entanglement of Matter and Meaning, 196.
[19] Edward MacKinnon, “Bohr on the Foundations of Quantum Theory”, en Niels Bohr. A Centenary Volume, 119.
[20] David Bohm, “On Bohr’s Views Concerning the Quantum Theory”, en Niels Bohr. A Centenary Volume, 157.
[21] Karen Barad, Meeting the Universe Halfway. Quantum Physics and the Entanglement of Matter and Meaning, 341, 342.
[22] Clara Janés, Orbes del sueño (Madrid: Vaso roto, 2013), 31, 32.
[23] Clara Janés, Orbes del sueño, 13.
[24] Ciplijauskaité indica que el amor como deseo equivale a vida en la obra de Janés, Biruté Ciplijauskaité, “Magia y misterio en Clara Janés”, en Clara Janés. El fuego invisible, 111. Y según Mariarosa Vidoni Scaramuza, Janés se inspira en recientes hipótesis científicas sobre vibraciones de la materia como fuente del universo, llegando a un tipo de “misticismo cósmico” unido al tema del amor visto como motor del universo y de la poesía, “Poesía y misterio en Clara Janés”, en Clara Janés. El fuego invisible, 165. La búsqueda del conocimiento en Janés se enlaza con su teoría del amor, algo que, según Jaime Siles, le viene de Cirlot, “Clara Janés: Vida secreta de y en las palabras”, en Movimientos insomnes. Antología poética (1964-2014) de Clara Janés, ed. Jaime Siles (Barcelona: Galaxia Gutenberg, 2015), 18.
[25] Clara Janés, Jardín y laberinto (Madrid: Debate, 1990), 112.
[26] Clara Janés, Jardín y laberinto, 118. Luis Antonio de Villena reconoce en Janés “una inquebrantable vocación lírica y buscadora”, “Esencias materiales (sobre el libro Fractales)”, en Clara Janés. El fuego invisible, 130. Y Janés confirma esa plena fusión con el cosmos cuando en La palabra y el secreto, 11, indica que la célula está “en intercambio continuo con el entorno”, intercambio que es movimiento y vida.
[27] Clara Janés, Jardín y laberinto, 77.
[28] Clara Janés, “Las ecuaciones de la poesía: para una lectura de Orbes del sueño”, 10.
[29] Clara Janés, “Poética de la rebelde ebriedad”, 72.
[30] Karen Barad, Meeting the Universe Halfway. Quantum Physics and the Entanglement of Matter and Meaning, 422, nota 15.
[31] Clara Janés, Jardín y laberinto, 8, 11. Para Anne M. Pasero, la escritura de Janés es un proceso de indagar debajo de la superficie, espejo de la subconsciencia, de su “vida subterránea”, “hundiéndose en el no saber” que se ilumina mediante un enfoque subjetivo, “La autobiografía como expresión singular posmoderna: Jardín y laberinto”, en Clara Janés. El fuego invisible), 120.
[32] Clara Janés, “Discurso de recepción del Premio Nacional de las Letras Españolas Teresa de Ávila”, 22-23, 30.
[33] Clara Janés, “Discurso de recepción del Premio Nacional de las Letras Españolas Teresa de Ávila”, 16.
[34] Anne M. Pasero, ed., Clara Janés. El fuego invisible, 30.
[35] Clara Janés, “Las ecuaciones de la poesía: para una lectura de Orbes del sueño”, 4, 9, 11, 4, 8. Para Jaime Siles, Orbes del sueño es un libro de ciencia que intenta “poetizar la armonía cósmica de las constelaciones y galaxias, las partículas y los pensamientos”, en “Clara Janés: Vida secreta de y en las palabras”, 38.
[36] Clara Janés, “Las ecuaciones de la poesía: para una lectura de Orbes del sueño”, 12.
[37] Clara Janés, Orbes del sueño, 10.
[38] Citado en Clara Janés, La palabra y el secreto, 17.
[39] Clara Janés, “Discurso de recepción del Premio Nacional de las Letras Españolas Teresa de Ávila”, 13.
[40] Wolfgang Pauli, Writings on Physics and Philosophy, 152.
[41] Wolfgang Pauli, Writings on Physics and Philosophy, 43.
[42] John A. Wheeler, “Physics in Copenhagen in 1934 and 1935”, en Niels Bohr. A Centenary Volume, 392.
[43] Aage Petersen, “The Philosophy of Niels Bohr”, en Niels Bohr. A Centenary Volume, 301.
[44] Clara Janés, Orbes del sueño, 13.
[45] Clara Janés, Orbes del sueño, 16.
[46] Clara Janés, Orbes del sueño, 17, 18.
[47] Como en la tradición de la alquimia y de la mística, Janés reconoce en el negro una energía genésica de la que surge el poema como transparencia del saber secreto en que la poeta indaga, Clara Janés, La palabra y el secreto, 92.
[48] David Bohm, Wholeness and the Implicate Order (London: Routledge y Keagan Paul, 1981), 73, 75.
[49] David Bohm, Wholeness and the Implicate Order, 97, 107, 110.
[50] David Bohm, Wholeness and the Implicate Order, 69, 67, 68, 69, 109, 110.
[51] Clara Janés, Orbes del sueño, 69.
[52] Clara Janés, “Poética de la ebriedad”, 69.
[53] Felix K. E. Schmelzer, “’Vibra el vacío’: interpretación de un poema de Clara Janés, a partir de la física cuántica”, en Wort und Zahl. Palabra y número, 219-230 (Heidelberg: Universitätsverlag, 2015), 220.
[54] Clara Janés, Orbes del sueño, 18, 95. Más adelante en Orbes Janés cita a Macrobio (33) donde la tradicional separación de alma y cuerpo se disuelve por la música pues su recuerdo se mantiene en el alma mientras está en el cuerpo. En la presentación del libro de Janés, Los números ocultos, Antonio Gamoneda indica cómo la música se desprende de la naturaleza, pues la naturaleza está poseída por la música desde simas hasta clarines. Y afirma que la naturaleza está ordenada por un misterio numérico, Antonio Gamoneda, “Presentación de Los números ocultos”, en Clara Janés, Los números ocultos (Madrid: Siruela, 2006), 154, 155.
[55] Clara Janés, Orbes del sueño, 20.
[56] La fuga supone la ausencia de conclusión en la vida y la sucesión y fugacidad en el presente, Clara Janés, La blanca forma de la fuga (Valladolid: Diputación de Valladolid, 2015), 31. En un poema de ese libro se lee que “la blanca forma / de la fuga / hacia la inapelable incertidumbre / y dar el salto / sobre su íntimo confín / aunque nada se alcance / y la curva se pierda / en el baile de / las variables / ocultas” (33). La fuga conduce a la incertidumbre donde la curva del espacio tiempo se disuelve en la danza de las variables ocultas.
[57] Clara Janés, Orbes del sueño, 21.
[58] Clara Janés, Orbes del sueño, 23.
[59] Sobre la telaraña cósmica o “cosmic web”, véase N. Katherine Hayles, The Cosmic Web. Scientific Field Models & Literary Strategies in the 20th Century (Ithaca y Londres: Cornell University Press, 1984).
[60] Clara Janés, Orbes del
sueño, 24, 25, 26.
[61] Como explica la misma Janés, “La vida, los libros”, en Clara Janés. El fuego invisible, 26, su interés por los “Upanishads” data de cuando Carlos Barral los publicó.
[62] Clara Janés, Orbes del sueño, 28.
[63] Clara Janés, Orbes del sueño, 29.
[64] Respecto al “abrazo curvo” como versión poética de la trama cósmica, y en torno a muchos de los temas aquí tratados, véase, Candelas Gala, Creative Cognition and the Cultural Panorama of Twentieth-Century Spain (New York: Palgrave Macmillan, 2016) y, en particular, el capítulo V sobre Janés, Chillida y María Zambrano titulado: “Creative Quietude. A Transdisciplinary Encounter: Clara Janés, Eduardo Chillida and María Zambrano”.
[65] Clara Janés, Orbes del sueño, 31.
[66] Clara Janés, Orbes del sueño, 32, 33, 35, 36.
[67] Clara Janés, Orbes del sueño, 37.
[68] Wolfgang Pauli, Writings on Physics and Philosophy, 31, calificó a la energía como la verdadera sustancia, lo que se conserva, aunque la forma en que se manifiesta cambie.
[69] Clara Janés, Orbes del sueño, 39, 40, 41.
[70] Clara Janés, Orbes del sueño, 42, 43.
[71] Clara Janés, Orbes del sueño, 47.
[72] Clara Janés, Orbes del sueño, 51, 52.
[73] Clara Janés, Orbes del sueño, 55, 57.
[74] Clara Janés, Orbes del sueño, 58-62.
[75] Clara Janés, Orbes del sueño, 64, 63, 65, 66.
[76] Clara Janés, Orbes del sueño, 67, 69. Janés define los números oscuros como “cifra de lo incomunicable” que “a la vez ensanchan la propia visión” porque actúan “como espejos”, cit. en Jaime Siles, “Clara Janés: Vida secreta de y en las palabras”, 35.
[77] Clara Janés, Orbes del sueño, 70.
[78] Clara Janés, Orbes del
sueño, 70, 71, 73, 72, 74. Ver
también Clara Janés, “Las ecuaciones de la poesía: para una lectura de Orbes
del sueño”, 25.
[79] Aage Petersen, “The Philosophy of Niels Bohr”, en Niels Bohr. A Centenary Volume, 303.
[80] Clara Janés, Los números oscuros (Madrid: Siruela, 2006), 47-48.
[81] Clara Janés, La palabra y el secreto, 101.
[82] Clara Janés, Los números oscuros, 51, 55, 73.
[83] Clara Janés, La palabra y el secreto, 104.
[84] Clara Janés, Orbes del sueño, 75. La supersimetría es un modelo teórico e hipotético, como el de las supercuerdas.
[85] Clara Janés, Orbes del sueño, 76.
[86] Clara Janés, ““Las ecuaciones de la poesía: para una lectura de Orbes del sueño”, 11.
[87] Clara Janés, Orbes del sueño, 77-80.
[88] Clara Janés, Orbes del sueño, 81, 86, 88, 83, 87.
[89] Clara Janés, Orbes del
sueño, 85.
[90] También discute esta sección de Orbes en “Las ecuaciones de la poesía: para una lectura de Orbes del sueño”, 27.
[91] Ilya Prigogine e Isabelle Stengers, The End of Certainty. Time, Chaos, and the New Law of Nature (New York: The Free Press, 1997), 3-5, 63, 126.
[92] Ilya Prigogine e Isabelle Stengers, Order out of Chaos. Man’s New Dialogue with Nature (Toronto: Bantam Books, 1984), 128, 66, 85.
[93] Clara Janés, Orbes del sueño, 85, 88.
[94] Clara Janés, Orbes del sueño, 89; “Discurso de recepción del Premio Nacional de las Letras Españolas Teresa de Ávila”, 23.
[95] Clara Janés, Orbes del sueño, 90.
[96] Clara Janés, Orbes del sueño, 91.
[97] Clara Janés, Orbes del sueño, 93.
[98] Eugene Wigner reconoció a Bohr como uno de los primeros en introducir la conciencia en la física cuántica, ver Juan Miguel Marín, “Mysticism in Quantum Mechanics: The Forgotten Controversy”, European Journal of Physics 30.4 (julio 2009): 807.
[99] Clara Janés, “Poetica de la rebelde ebriedad”, 74.
[100] Wolfgang Pauli, Writings on Physics and Philosophy, 22-24, 33-34.
[101] Véase, por ejemplo, su “Discurso de recepción del Premio Nacional de las Letras Españolas Teresa de Ávila”, 15. También Wolfgang Pauli, Writings on Physics and Philosophy, 126, 139.
[102] Clara Janés, La palabra y el secreto, 11.