doi: https://doi.org/10.25185/6.8
Artículos
La ecopoesía de Nicanor Parra como espacio de disentimiento
Nicanor Parra’s eco-poetry as a space of diss
A ecopoesia de Nicanor Parra como espaço de dissidência
Sofía ROSA1
ORCID iD: https://orcid.org/0000-0003-0843-1115
1 Pontificia Universidad Católica de Chile
Resumen:
Desde la década del cincuenta se desarrolla en Chile una línea de
ensayistas y poetas ecologistas que denuncia el modelo depredador de
crecimiento económico y hace un llamado a la acción colectiva. La publicación
de Ecopoemas del poeta chileno Nicanor Parra en 1982 constituye un hito fundamental
que recupera el pensamiento ecologista de varios autores anteriores, al tiempo
que propone nuevos paradigmas ético-estéticos capaces de articular
subjetividades disidentes en los tres registros ecológicos (Guattari).
Con este trabajo me propongo estudiar los ecopoemas como un espacio
agonista del disentimiento. El trabajo se centra en la pregunta por los modos
en que la ecopoesía de Nicanor Parra configura una performatividad y
afectividad del disentir político. Así, primero analizo cómo la ecología se construye
como un discurso de resistencia instalado política y estéticamente como
oposicional; segundo, describo cómo este discurso configura un nosotros
ecocéntrico en el que nuevos actores serán capaces de producir los afectos y
los gestos del disentir político que promete una acción colectiva. Por último,
reflexiono en torno a la vigencia de la propuesta de Parra en el contexto de la
Ecología Política latinoamericana.
Palabras clave: Nicanor Parra, ecopoesía, agonismo, conflicto ecológico,
antropoceno.
Abstract:
In Chile, since the fifties, we start to note a developing trend of
ecologist poets and writers denouncing the predatory model of economic growth,
calling for collective action. The publication Ecopoemas by the Chilean poet
Nicanor Parra in 1982 became a milestone that recovers the environmental
thinking of several previous authors while proposing new ethical-aesthetic
paradigms capable of articulating dissenting subjectivities in the three
ecological registers (Guattari).
With this work, I intend to study ecopoems as an agonist space of
dissent. The work focuses on exploring how Nicanor Parra’s ecopoetry configures
performativity and affectivity of political dissent. First, I analyze ecology
as a discourse of resistance installed politically and aesthetically as
oppositional in Parra’s poems; second, I describe how this discourse configures
an ecocentric us in which new actors will be able to produce affections and
gestures of political dissent with the promise of collective action. Finally, I
consider the validity of Parra’s ecopoetry in the context of Latin American
Political Ecology.
Palabras clave: Nicanor Parra, ecopoesía, agonismo, conflicto ecológico,
antropoceno.
Resumo:
Desde os anos cinquenta, uma linha de ensaístas e poetas ecologistas se
desenvolveu no Chile para denunciar o modelo predatório do crescimento
econômico e chama por uma ação coletiva. A publicação de Ecopoemas pelo poeta
chileno Nicanor Parra, em 1982, constitui um marco fundamental que recupera o
pensamento ecológico de vários autores anteriores, propondo novos paradigmas
ético-estéticos capazes de articular subjetividades dissidentes nos três
registros ecológicos (Guattari). Com este trabalho, pretendo estudar os
ecopoemas como um espaço agonista de dissidência. O trabalho enfoca a questão
de como a eco-poesia de Nicanor Parra configura uma performatividade e
afetividade da dissidência política. Assim, primeiro analiso como a ecologia é
construída como um discurso de resistência instalado política e esteticamente
como oposição; segundo, descrevo como esse discurso nos configura de maneira
ecocêntrica, na qual novos atores serão capazes de produzir os afetos e gestos
de dissidência política que prometem ação coletiva. Por fim, reflito sobre a
validade da proposta do Parra no contexto da ecologia política
latino-americana.
Palabras clave: Nicanor Parra, ecopoesia, agonismo, conflito ecológico,
antropoceno.
Recibido: 14/03/2019 - Aceptado: 17/06/2019
INSOLIDARIDAD
Hay una pequeña crispación.
En los cisnes del río Cruces
con los cisnes parnasianos.
Elvira Hernández,
Pájaros desde mi ventana (2018)
Introducción
Desde la década del cincuenta se
desarrolla en Chile una línea ensayística y poética ecologista que denuncia el
crecimiento económico como un modelo depredador de la naturaleza, al tiempo que
instala un discurso convocante capaz de hacer un llamado a la acción colectiva.
La figura de Luis Oyarzún (1920-1972) y la publicación póstuma de su ensayo
Defensa de la tierra (1973) se considera como una de las fundadoras del pensamiento
ambiental en Chile[1]. Hay en el ensayo un gesto
ecocéntrico que capta las redes de circulación material e imaginaria entre los
humanos y los no humanos, y percibe también las discontinuidades y rupturas que
provocan los excesos de un proyecto desarrollista en Chile. Así, refiere en
este ensayo al trabajo fundacional de Rafael Elizalde Mac-Clure, La
sobrevivencia de Chile (1958, ampliado en 1970) encargado por el Ministerio de
Agricultura; dialoga con Silent Spring (1962) de Rachel Carson que inaugura el
ambientalismo norteamericano; y comenta esperanzado la manifestación callejera
y las consignas de El día de la Tierra celebrado en 1970 en Nueva York[2].
El título del ensayo de Oyarzún
anticipa el tono apelativo y político del texto que busca promover un cambio de
actitud personal necesario para vivir en la tierra, al tiempo que sintetiza en
una expresión las discusiones filosóficas y jurídicas en torno a los derechos
de la naturaleza y los animales. En este sentido, se encuentra cercano al
planteo de Michel Serres en Le Contrat naturel (1990) sobre la necesidad de
firmar un nuevo pacto con el mundo; incluso podemos apreciar cómo su obra se
proyecta más allá de su tiempo con los avances propuestos por el nuevo
constitucionalismo de Ecuador (2008) y Bolivia (2009) que incorporan la figura
jurídica de Pachamama y el paradigma indígena del «buen vivir» o sumak kawsay[3]. Oyarzún presenta poéticamente el cambio
de actitud que condiciona la permanencia de los escenarios planetarios de
existencia común: «Se salvarán nuestras plantas cuando seamos capaces de
regarlas y darles vida dentro de nosotros mismos»[4].
Unos cuantos años después, en 1997,
Nicanor Parra expone en Valdivia un discurso al recibir el Premio Luis Oyarzún
por la Armonía con la Naturaleza al que titular «Aunque no vengo preparrado».
En él, el antipoeta realiza una defensa de Luis Oyarzún, que fue su compañero y
amigo, y propone una suerte de homenaje y declaración de propósitos al mismo
tiempo: lo compara con Cristo por no dejar descendencia y no contribuir con la
Explosión Demográfica; al tiempo que recuerda que, por esos años, mientras «seguía
pasando la película», «RUSOS & YANKEES», depredadores por naturaleza,
seguían contaminando tanto o más que antes[5].
Parra, que ya lleva unos años manifestando la necesidad de un giro ecológico en
la actitud y pensamiento humano y latinoamericano, toma a la figura de Luis
Oyarzún como emblema de los defensores de la tierra que no conocen de
instituciones u orientaciones políticas, sino de un sentido estético capaz de
hacernos dignos del reino de belleza y vida que es la tierra[6].
Esta postura del poeta chileno frente
a la Guerra Fría y la crisis ecológica se manifiesta en la plaquette Ecopoemas
publicada de forma clandestina en 1982; en ella denuncia el consumismo, la
contaminación y la destrucción del planeta tierra. Este es el giro definitivo
del poeta de la antipoesía a la ecopoesía de compromiso político, actitud que
se intensifica al integrar este puñado de poemas a la colección Poemas
políticos en 1983. Incluso se podría decir que el posicionamiento de la
ecología como práctica política se produce unos años antes, cuando participa de
la manifestación en Nueva York del primer Día de la Tierra anotando con tiza en
las calles libres de autos: «Be kind to me, I am a river»[7]. Este mismo
suceso, como vimos, es recordado también por Luis Oyarzún en su ensayo que
registra con entusiasmo la defensa ardiente y poética de la tierra por las
juventudes. El activismo ambiental movilizado por las generaciones más jóvenes
recobra hoy su fuerza, aún más sumergidos en la crisis ecológica como estamos,
en la figura de la activista y estudiante sueca Greta Thunberg que comenzó en
agosto del 2018 con el movimiento Skolstrejk för klimatet (Huelga Escolar por el Clima) previo a las elecciones
presidenciales en su país. Este movimiento alcanza la escala mundial con la
convocatoria Friday For Future, en la que miles de jóvenes estudiantes de todo
el mundo abandonan las escuelas para ir a manifestarse en la calle contra la
indiferencia de los políticos ante la emergencia climática. En este sentido,
los chistes ecológicos de Nicanor Parra y la incorporación de la manifestación
callejera como dispositivo dw «alfabetización ecológica» suponen, en la
historia ambiental de Chile, una inédita apertura de la ecología al espacio público del disentimiento a
partir del discurso oposicional configurado en los ecopoemas.
Con este trabajo me propongo estudiar
los ecopoemas publicados en Poesía Política (1983) como un espacio agonista del
disentimiento que buscan asentar prácticas contrahegemónicas capaces de
configurar un nosotros adversarial que organice la convivencia. Si bien en el
contexto de la Guerra Fría su forma de concebir la ecología y de pensar la
política de la ecología era marginal e incluso duramente criticada, Nicanor
Parra instaló con los ecopoemas, entrevistas y discursos la discusión del
compromiso con y desde los diferentes ecosistemas planetarios que hoy es
central en las principales reflexiones realizadas en el campo más amplio de la
Ecología Política y la Ontología Política de América Latina. Desde esta
perspectiva, ni el capitalismo ni el comunismo
—los otros antropocéntricos— , ni muchas de las instituciones humanas,
han sido capaces de dar respuesta a la crisis ambiental y a la alerta ecológica
que apremia a la humanidad. Así, la ecología surge en los poemas de Parra como
el discurso de resistencia que se instala política y estéticamente como
oposicional y configura un nosotros ecocéntrico en el que nuevos actores serán
capaces de producir los afectos y los gestos del disentir político que promete
una acción colectiva.
En este sentido, este trabajo se
centra en la pregunta por los modos en que la ecopoesía de Nicanor Parra configura
una performatividad y afectividad del disentir político. Mi hipótesis es que la
poesía del chileno abre el espacio público de la manifestación callejera a
través de ciertas codificaciones, transtextualidades y resignificaciones de
referencias culturales creando un régimen de deseos y afectos que podríamos
reconocer en lo que el poeta llama el ecompromiso y se asimila en la figura del
peatón con su transitar urbano.
Para esto, en primer lugar, presentaré
el modelo de democracia agonista planteado por Chantal Mouffe (2016) y la
dimensión de los afectos como clave en la conformación de identidades
colectivas y formas de disentimiento. Luego, analizaré diferentes
codificaciones y estrategias con las que Parra instala nuevas consignas en el
espacio público urbano: el graffiti, las pancartas y los carteles recuerdan la
formulación lapidaria de los Artefactos (1972), a la que se agrega el llamado a
la multitud movilizada, al activismo urbano. A partir de este análisis,
identificaré los afectos que movilizan la acción política y contribuyen a crear
un nosotros, es decir, una forma colectiva de identificación orientada a la
creación de ese nosotros adversarial que se presenta como una alternativa al
orden dominante. La figura del peatón aparecerá en estos poemas de Parra como
la subjetividad convocante que en su transitar urbano moviliza los cuerpos de
la resistencia. Por último, pretendo presentar algunas reflexiones en torno a
la vigencia de esta poesía de Nicanor Parra en el contexto más amplio de la
Ecología Política latinoamericana en vista de una historia crítica del
Antropoceno en el Cono Sur.
Modelo
agonista
La politóloga belga Chantal Mouffe dio
el 10 de noviembre de 2014 una conferencia en la Universidad de Valparaíso con
motivo del Doctorado Honoris Causa que le fue otorgado. En esta conferencia la
autora expone dos elementos centrales de su propuesta: la política y las
pasiones. Ubicada dentro de lo que se reconoce como «el giro afectivo» en los estudios de
ciencias sociales y humanidades, la autora evidencia cómo en la arena
democrática, el disenso se ha dado mediante el antagonismo —que entiende el
enfrentamiento en términos de amigo/enermigo—
o la competencia —modelo liberal que elimina el conflicto mediante la
negociación de intereses. En ninguna de ellas hay un interés por conjurar las
identidades políticas que se construyen en el conflicto que caracteriza las
relaciones sociales.
Como respuesta, Mouffe propone una
tercera vía: el agonismo, en la que el enfrentamiento se produce entre
adversarios, cuya existencia se reconoce como legítima; a diferencia del
enemigo, cuyas demandas son ilegítimas y por tanto es necesario destruir —lo
que sucede, por ejemplo, cuando el espacio público del disenso se debilita y los enfrentamientos se dan
en términos de identidades esencialistas vinculadas a la etnia, la religión o
las nacionalidades. En este modelo de demoracia pluralista, entonces, no
desaparece el conflicto o la confrontación porque esta es, justamente, la
condición de su
existencia. En este sentido, Mouffe afirma que la política democrática no debe
eliminar las pasiones o relegarlas a la vida privada, como ha sucedido, sino
que debe «movilizarlas y ponerlas en escena de acuerdo con los dispositivos
agonísticos que favorecen el respeto del pluralismo»[8]. Por esta razón, Mouffe enfatiza en la
conferencia en Valparaíso en los afectos, ya que estos configuran un nosotros
como identidad política y constituyen su exterioridad frente a un ellos que
también participa del espacio simbólico común en el que se dará el conflicto.
El afecto tiene una función apelativa, es lo que afecta al sujeto, y se traduce
en gestos identitarios móviles,
en una práctica discursiva en la que el significado no puede separarse de la
acción. Arturo Escobar (2010), referente de la
Ecología Política de los últimos años, identifica los aportes que las
propuestas antiesencialistas de Laclau y Mouffe han realizado a la discusión
regional de las epistemologías de la naturaleza: «no hay materialidad
no-mediada por el discurso, pues no hay discurso sin relación a la materialidad
(Laclau y Mouffe, 1985). Discurso... es articulación de conocimiento y poder,
de declaraciones y visibilidades, de lo visible y lo oculto. El discurso es el
proceso con el cual la realidad social llega a ser»[9].
Así entendido, el conflicto agonista crea espacios para el desarrollo de las
identidades ciudadanas, una arena para la lucha de proyectos alternativos al
orden dominante.
Chantal Mouffe comienza su conferencia
en Valparaíso con una distinción entre lo político y la política. Lo político
atiende a las relaciones humanas y debido a esto manifiesta el antagonismo
latente en la sociedad; la autora identifica lo político con el lugar del
conflicto y el antagonismo posibles; lo político es, por tanto, una condición propia
de las diferentes relaciones en las que la confrontación de fuerzas e ideales
se movilizan a través del debate, el disenso y la protesta. En cambio, la
política «procura sentar un orden y organizar la convivencia bajo condiciones
marcadas por lo político, lo que la vuelve indefectiblemente conflictiva»[10]. La premisa
básica que defiende la autora es que la actividad política circunscripta a la
acción pública no puede dejar de concebir su potencial antagonismo, y cualquier
política democrática debe admitir la existencia de conflictos y no buscar el
consenso como meta final, sino lograr construir arenas con reglas de juego
claras donde se dispute legítimamente la hegemonía.
Como vemos, el agonismo se sustenta en
el espacio de disenso que toda democracia pluralista debe garantizar. Contra
visiones de la sociedad como un todo orgánico o la visión del liberalismo
político que la autora cuestiona, Mouffe entiende que el conflicto y el disenso
se dan en el seno de las comunidades políticas y que tienen que ver con la
interpretación de significantes como igualdad y libertad, cuyas
representaciones no pueden quedar a cargo en su totalidad de ningún actor
social. Estas representaciones son las que articulan, por tanto, la creación de
diversas identidades enfrentadas: «Precisamente en la tensión entre consenso
—sobre los principios— y disenso —sobre
su interpretación— es donde se inscribe la dinámica agonística de la democracia
pluralista»[11]. Así como este modelo de democracia agonista
pone en conflicto cualquier visión esencialista de la democracia, lo mismo
sucede con las identidades: toda identidad política colectiva que se genera en
una sociedad diversa y plural se establece de acuerdo con el modelo
nosotros/ellos que reconocen su mutuo antagonismo, pero también su legitimidad.
Así, no hay identidades fijas o esenciales sino procesos de identificación
nunca completamente definitivos y compatibles, por tanto, con los afectos.
Si bien Mouffe describe con acierto en
la conferencia ciertas características de las sociedades democráticas
liberales, parece no contemplar otros fenómenos del ciudadano actual, más
identificado con el consumo y con políticas que exacerban «polos de
identificación» como la raza o la religión, y se muestran indiferentes a
problemas sociales que aquejan a la comunidad política, tal como parece ser el
camino que ha seguido la política en países latinoamericanos en los últimos
años, con la llegada al poder de la derecha conservadora y el neoliberalismo.
La situación geopolítica y ecológica del Cono Sur constituye hoy, sin duda, un
problema complejo y multi-centrado cuyo análisis excede los propósitos de este
trabajo; sin embargo, un primer acercamiento desde la metáfora de la huella
geológica, ecológica y cultural del Antropoceno permite imaginarnos las formas
de erosión, de desertificación y contaminación de las identidades colectivas.
En este contexto, la propuesta ecopoética de Nicanor Parra parece concentrarse
en ese ciudadano desorientado, absorbido por la ciudad, que progresivamente se
insulariza e insolidariza, como los cisnes parnasianos evocados por la poeta
chilena Elvira Hernández. La calle como referente urbano se vuelve un lugar de
encuentro y de confrontación; la ironía tragicómica de sus chistes ecológicos
moviliza otras afectividades diferentes a la culpa o al miedo, tan frecuentes
en los discursos ambientalistas; afectos que podrían pensarse como vectores
disidentes de identidades colectivas que aún hoy siguen siendo necesarios
identificar en la perspectiva más amplia de una historia crítica del
Antropoceno del Cono Sur.
Crear
la identidad común: los adversarios en la ecopoesía de Nicanor Parra
En 1987 Nicanor Parra le brinda una
entrevista a Ángeles Caso con motivo de la exposición «Chile vive» en el
Círculo de Bellas Artes [12]. En ella, la periodista
española le pregunta sobre cuál cree que es el alcance de acción de la
literatura entendida en términos de cambio o mejora de determinadas condiciones
políticas; para responder, el poeta realiza un procedimiento morfológico:
agrega el prefijo «e» a palabra «compromiso» que en su base contienen un
prefijo latino que indica colaboración, unión, reunión; de este modo, a través
de la adición del prefijo, el elemento compositivo «eco» queda contenido en la
palabra compromiso como una forma de lo común. Este procedimiento y gesto, en
apariencia mínimo, ya lo realiza en el poema que inaugura los ecopoemas
publicados en Poesía política: a cada palabra de lo común, Parra le agrega la «casa
común»: ecompañero, ecompromiso, econstitución. Así, la ecología se integra a
formas de mutualidad y relación que el ser humano ya conoce, pero tal vez no
recuerda. Un procedimiento similar propone Michel Serres al analizar desde el
derecho el contrato social sobre el que se han librado las guerras subjetivas,
lo que el autor llama el teatro de las hostilidades en el que la naturaleza
aparece como mero escenario o decorado. Serres manifiesta, entonces, la
necesidad de «volver a examinar e incluso firmar el contrato social
primitivo... ahora que sabemos asociarnos frente al peligro, hay que
entrever... un nuevo pacto que hay que firmar con el mundo: el contrato natural»[13].
En la visión de Parra, la ecología
surge como integración, como aquello que es capaz de reunir lo ya unido, de
recomponer el tejido de una identidad colectiva que parece olvidada; idea
integradora que también compartía Oyarzún; «La naturaleza es un tejido del que
no se puede tirar impunemente un hilo sin dañar el todo, una red de bienes y
males conjugados y en recíproca determinación»[14]. Si bien la filiación de ambos poetas al
pensamiento ecológico es múltiple, en Parra se construye un ecologismo urbano
activista y denunciante que se fundamenta en dos lemas ecológicos, repetidos y
resignificados en sus poemas, como la materia orgánica que abona y fertiliza el
suelo de la memoria colectiva. La recuperación y actualización que hace Parra
de ciertos hitos del pensamiento ecológico, de sus consignas callejeras,
discursos y propuestas configura, más allá de la transtextualidad, un gesto de
recuperación de la memoria individual y colectiva que apuesta por un proyecto
social de esperanza.
El primer lema lo toma del olvidado
manifiesto redactado por Josep Vicent Marqués en julio de 1978 a partir del I
Congreso sobre Espacios Naturales celebrado en Daimiel del 22 al 25 de julio de
1978. Este fue convocado por la posteriormente desintegrada Federación del
Movimiento Ecologista. El manifiesto recoge los aspectos ideológicos y los
acuerdos mínimos del movimiento ciudadano que fueron puestos a debate. Parra
repite en sus ecopoemas y discursos el inicio de la «Propuesta de Daimiel» en
forma de verso y encabezado por la propuesta adversarial del ecologista:
TERMINARÉ X DONDE DEBÍ COMENZAR
Ni socialista ni capitalista
Sino todo lo contrario:
Ecologista
Propuesta de Daimiel:
Entendemos x ecologismo
Un movimiento socioeconómico
Basado en la idea de armonía
De la especie humana con su medio
Que lucha x una vida lúdica
Creativa
igualitaria
pluralista
Libre de explotación
Y basada en la comunicación
Y la colaboración de las personas
A continuación vienen 12 puntos.[15]
El segundo lema recuerda la carta de
Seattle que el jefe Duwamish le dirigió en 1854 al gobernador de Washington con
motivo de la compra de las tierras. Al aceptar la oferta, profiere un discurso
del que se recuerda una de las frases más representativas: «Una cosa sabemos:
que la Tierra no le pertenece al hombre. Es el hombre el que pertenece a la
Tierra»[16]. Parra sugiere
en algunos poemas que el jefe todavía está esperando la respuesta, y expone en
la plaquette de 1982 con su propia voz uno de sus versos más recordados en
Chile y en las manifestaciones ecologistas de la capital santiaguina: «El error
consistió/en creer que la tierra era nuestra/cuando la verdad de las cosas/es
que nosotros somos de la tierra»[17]. Como se puede apreciar, dos ideas centrales
confluyen en la propuesta de Parra: la de armonía humano-naturaleza basado en
la comunicación, el juego y la creatividad, es decir, la naturaleza como oikos
del ser humano y de los no humanos; y, por otro, el giro del antropocentrismo
al ecocentrismo, fundamental para la línea de pensamiento que ya planteaba
Oyarzún y que se ha profundizado en las investigaciones propuestas por pensadores
como Héctor Alimonda, Marisol de la Cadena o Enrique Gudynas que revisan las
bases epistemológicas, ontológicas y jurídicas de la construcción social y de
la distribución de la naturaleza. De este modo, los procedimientos que realiza
Parra anticipan lo que el ecologista mexicano Enrique Leff propone como uno de
los desafíos de la ecología política latinoamericana: ser un terreno de lucha
por la desnaturalización de la naturaleza, «donde las relaciones entre seres
humanos entre ellos y con la naturaleza se construyen a través de relaciones de
poder (en el saber, en la producción, en la apropiación de la naturaleza) y los
procesos de “normalización” de las ideas, discursos, comportamientos y
políticas»[18].
Con la característica polisemia e
ironía de la poesía de Parra, quedan definidos los elementos constitutivos de
la propuesta ecológica del poeta como afectividades convocantes: su ecompromiso
es con la supervivencia no solo de la especie humana, sino de todo el sistema
vivo.[19] ¿Quién es, por tanto, ese ellos que destruye,
contamina, y corta los hilos del tejido social y natural? ¿Quiénes
son los que imponen una comprensión moderna de las relaciones de los humanos
con la naturaleza? En Nicanor Parra la respuesta es clara: en la década de los
ochenta, ni el capitalismo ni el socialismo, como ideologías enfrentadas,
proponen modelos sustentables ni alternativas al desarrollo, y la naturaleza,
como sugería Michel Serres, solo es un escenario de guerras y de disputa por
los recursos. Desde la perspectiva actual, y a pesar de la consolidación del
problema ambiental en la agenda política regional e internacional, la situación
no parece haber cambiado mucho; Jorge Marcone identifica en los casos de
Ecuador y Perú lo que Gudynas llama “Nuevo Extractivismo”, proceso político-económico
en el que los gobiernos progresistas latinoamericanos, dependientes de la
exportación de hidrocarburos y minerales, dirigen parte de los excedentes
generados por la extracción de los recursos a la financiación de planes
sociales y mejoras en infraestructura con los que ganan legitimidad social[20]; al tiempo que, como
observa Marcone al estudiar los enfrentamientos por la iniciativa Yasuní-ITT
del gobierno de Rafael Correa, criminalizan la protesta social y persiguen a
los líderes del ambientalismo popular. Para estos autores, la nueva izquierda
latinoamericana «shares with neoliberal extractivism the idea of continuing
progress based on technology, and has taken the decision to prioritize the
modern and capitalist understanding of the interface between nature and
society. In the meantime, the “New Left” is attacking popular environmentalism
with tactics not too different from the strategies of governments that openly
support neoliberal policies»[21].
En la entrevista ya citada y ante la
insistencia de la periodista para que se defina en un bando u otro, Parra
responde: «lo que están haciendo [los bloques de la Guerra Fría] es reducir el
planeta a formas de artefactos, le están dando forma de automóviles, de
refrigeradores, teléfonos, etc., etc. […] Es decir, estaríamos transformando el
planeta en chatarra».[22] Esta es la constatación que
realiza el poeta, no solo en esta entrevista sino también en otras, así como en
los ecopoemas y en varios discursos que dio sobre todo en la década de los 90.
Ante la alarma planetaria y la indiferencia de los políticos, la salida es el
ecologismo, como forma de autorregulación del espíritu, pero también como
vector de subjetivación capaz de operar en los tres registros ecológicos[23] y como discurso oposicional
que moviliza subjetividades disidentes.
Como apunta Niall Binns, ya desde la
década de los sesenta, Nicanor Parra se distancia de los grandes bloques
ideológicos y políticos de la Guerra Fría y su implacable ceguera ecológica. Su
vocación disidente y cierto empecinado distanciamiento del camino de la
industrialización que ambas ideologías persiguen constituyen también parte de
su base ecologista. Con consignas provocadoras y la reescritura verde de
ciertos eslóganes políticos como «la izquierda y la derecha unidas/jamás serán
vencidas« o «socialistas y capitalistas del
mundo uníos/antes que sea demasiado tarde», Parra empieza a trazar el
nosotros/ellos propios del agonismo:
Ni socialista ni capitalista
Sino todo lo contrario Sr. Director:
Ecologista intransigente.[24]
En este caso, la conjunción copulativa
que precede a cada uno de los sistemas económicos y políticos coordina de
manera aditiva estos vocablos por la negación, adecuándose su uso, incluso, a
la forma aceptada de frases que expresan el extremo al que puede llegar algo.
La contraposición se evidencia en la conjunción adversative «sino», enfatizada
casi como un pleonasmo por la locución adverbial «todo lo contrario», en la que
ambas colaboran en contraponer un concepto afirmativo a otro negativo anterior:
en este caso, el ecologismo se posiciona, sintáctica e ideológicamente, como el
adversario, la contraparte afirmativa de aquello que es pura negación del ser
humano, de la naturaleza, de la relación. La depredación, la falta de armonía y
la violencia que caracterizan estas identidades antagónicas quedan claramente
definidas en un ecopoema que luego vuelve a aparecer en varios de sus
discursos:
Capitalismo
contaminación del hombre x el hombre
socialismo burrocrático
todo lo contrario.[25]
Mirados desde el «balcón ecológico»,
ambos proyectos, «hermanos siameses», han cometido crímenes ecológicos buscando
el paraíso en la tierra, definido por el desarrollo y el crecimiento económico,
con sus subsecuentes industrialización y contaminación, como ya vimos que
también constatan Marcone y Gudynas:
O CONTAMINACIÓN O COMUNISMO
Washington 15 (UPI)
Los señores ecólogos están locos:
si disminuimos el ritmo de producción crecimiento
los comunistas nos doblan la mano
la alternativa ya se sabe cuál es:
o contaminación
o
comunismo
no hay x donde perderse
entre 2 males el menor
y .[26]
La particularidad de este poema que
cierra la serie de ecopoemas publicados en la plaquette de 1982 es que ya no es
la voz ecológica y convocante de los otros poemas que arenga o discrepa, sino
que es la voz del capitalista. Este es un fenómeno singular que permite
entender cómo se construye el disentimiento adversario. Como vimos que
planteaba Mouffe, la construcción de un nosotros/ellos agonista que supere la
relación amigo/enemigo supone, principalmente, la confrontación de proyectos
hegemónicos cuya existencia se percibe como legítima. En este aspecto podemos
apreciar una posición muy distante a la planteada, por ejemplo, por Serge
Latouche considerado uno de los fundadores del decrecimiento[27], propuesta que el
capitalista del poema parece tener incorporado en su corrección política y que
se hace visible en el tachado del tercer verso. Este es un fenómeno que hoy se
conoce como greenwashing o lavado de imagen verde, y que consiste en emplear
una serie de procedimientos de marketing y publicidad que promueven una
percepción engañosa de productos, objetivos o políticas de una organización
como amigables o respetuosas con el medioambiente, intensificada muchas veces
con propuestas de desarrollo sustentable.
Si bien el ecopoeta Nicanor Parra y el
economista francés Serge Latouche ven en el crecimiento infinito, el
hiperdesarrollo tecnológico e industrial y la confianza ciega en el progreso
tecnocientífico las bases imaginarias de la sociedad de consumo que cuestionan;
lo hacen de diferente manera o, siguiendo la propuesta de Mouffe, con la
propuesta de modelos antagónicos diferentes[28].
Como he intentado sugerir, Nicanor Parra tiende, por un lado, a crear un
lenguaje común a través de apelativos y consignas convocantes[29], y también un afecto común,
el ecompromiso, a través del juego de prefijos y elementos compositivos. Con
esto, el poeta no solo reformula palabras claves de la lucha política
(ecompañero), sino también construye una identidad común. A su vez, los otros o
ellos del eco- no son percibidos como enemigos a eliminar, ya que incluso les
otorga voz o la posibilidad de superar sus propios antagonismos y unirse a la
lucha común.
En cambio, el decrecimiento de
Latouche, que ha ido adquiriendo un lugar importante en las propuestas del
norte global para mitigar el cambio climático, es ideológicamente combativo,
aspecto que se evidencia en el plano semántico con términos como «combatir», «erradicar»,
«eliminar», «extirpar» y
en el morfológico con prefijos como «des-» o «contra-» que configuran parte importante de sus
formulaciones programáticas. En la obra de Latouche se puede apreciar cómo la
sociedad de crecimiento es metaforizada con imágenes religiosas, lo que se
entendería, siguiendo a Mouffe, como un enfrentamientos en términos de
identidades esencialistas en el que las demandas del otro se perciben como
ilegítimas y, por tanto, se deben destruir: Latouche, citando a Jean Paul
Besset, afirma que la humanidad comulga esta misma creencia:
Un solo dios, el Progreso, un solo
dogma, la economía política, un solo edén, la opulencia, un solo rito, el
consumo, una sola plegaria: Nuestro crecimiento que estás en los cielos… En
todos lados la religión del exceso reverencia los mismos santos —desarrollo,
tecnología, mercancía, velocidad, frenesí—, persigue a los mismos heréticos
—los que están fuera de la lógica del rendimiento y del productivismo—,
dispensa una misma moral —tener, nunca suficiente, abusar, nunca demasiado,
tirar, sin moderación, luego volver a empezar, otra vez y siempre.[30]
Aquí aparecen condensadas las
traslaciones semánticas que transitan por todo el trabajo de Latouche y que se
contraponen con expresiones beatíficas relacionadas al decrecimiento, como «la
alegre ebriedad de la austeridad compartida», por ejemplo. De este modo, aunque
plantee al decrecimiento como un proyecto político que busca crear sociedades
convivenciales, autónomas y ahorrativas en función de una democracia ecológica
o «de proximidad-»[31], su sistema se funda en polaridades
excluyentes, en el que el discurso biomédico —como otra fuente de
metaforización— colabora en la disyunción irreconciliable: lo enfermo, lo
tóxico, lo obsceno debe ser extirpado, sanado, moralizado. Así planteado, el
enfrentamiento se da en términos de valores morales no negociables, incapaces
de ingresar en la órbita del disentir político, e incapaz de configurar
identidades colectivas que se solidaricen mediante la culpa y la
responsabilidad impuesta. En este sentido, considero que la selección de
Latouche del prefijo «re-» con el que construye su propuesta —a diferencia de
la «e-» y de «eco-» de
Parra— es reveladora: él llama a este
programa «el espiral virtuoso de las 8 R»: Reevaluar, Reconceptualizar,
Reestructurar, Redistribuir, Relocalizar y, las tres ya conocidas, Reducir,
Reutilizar, Reciclar. Estos prefijos surgen, según el autor, de la
contraposición a dos elementos compositivos «super-» y «sobre-», propios del discurso capitalista, consumista: superdesarrollo,
sobreproducción, superrendimiento, sobredosis, etc.
Si se antiende a este enfrentamiento
morfológico que se produce en las propuestas de los autores y que, por lo
demás, también lo podemos encontrar en diferentes discursos ambientalistas y
verdes, se pueden apreciar dos aspectos relevantes para el análisis del modelo
agonista que sería necesario para una reforma ecológica mental, social y
ambiental. En primer lugar, el prefijo re- empleado por Latouche para su
propuesta o bien indica repetición, o bien ir hacia atrás, lo que de alguna
manera estaría indicado la necesidad de volver a un estado anterior de las
cosas; y, a su vez, el empleo de esta forma léxica indica por un lado
imposición, gramaticalmente se pone delante de otro componente, y también falta
de autonomía: el prefijo es invariable y no tiene capacidad semántica autónoma,
ya que solo produce variaciones semánticas en las palabras a las que se fija.
La morfología lingüística nos permite comprender la propuesta de Latouche como
fijada en la polaridad que intenta destruir. Su enemistad no es con los
elementos compositivos del desarrollo (super-, sobre-) sino con la base léxica
a la que las R propuestas se unen. En cambio, Nicanor Parra propone un
enfrentamiento adversario de morfemas: el elemento compositivo eco- como tal
tiene una carga de significado mayor que la de los prefijos y participa,
colaborativamente, en la formación de palabras compuestas. Lo mismo sucede con
super- o sobre-, quedando así delimitadas las identidades colectivas: el
exceso, la adición y la intensificación se enfrentarán, en el espacio agonista público y ciudadano,
a la integración, composición y unión, en el marco de una democracia plural:
4
Vuelta a la democracia para qué
Para que se repita la película?
NO:
Para ver si podemos salvar el planeta
Sin democracia no se salva nada.[32]
Espacio
urbano de confrontación: poder transitar por otras consignas
Chantal Mouffe sugiere que la
democracia agonista debe garantizar los espacios públicos de confrontación en
los que se pueda fomentar un disentir político en un sentido estético contestatario.
Para la autora se deben dar «las condiciones de un “pluralismo agonístico” que
permita reales confrontaciones en el seno de un espacio común, con el fin de
que puedan realizarse verdaderas opciones democráticas»[33]. Una de las
grandes apuestas del ambientalismo y el ecologismo de la Propuesta de Daimiel,
de Nicanor Parra o de Rachel Carson ha sido la de hablar de la ecología en
términos políticos, hacerla ingresar en la arena de debate. Si bien las
evidencias científicas del cambio climático son irrefutables y cada día aparece
un artículo nuevo con el análisis de las consecuencias que tendrá para el
sistema tierra la pérdida de otra especie; la incidencia en la toma de
decisiones públicas parece ser escasa, así como en los espacios de confrontación;
basta con revisar las últimas campañas electorales de candidatos presidenciales
para descubrir que la cuestión ecológica no está en la agenda electoral,
incluso por el contrario, como es el caso de Donald Trump. Como sugiere Niall
Binns en el epílogo a la antología de ecopoemas del poeta y ecologista español
Jorge Riechmann:
La crisis de los años treinta era algo
palpable; la crisis ecológica, en cambio, es más insidiosa que vistosa y el
tremendismo de sus voceros ha sonado hasta hace muy poco demasiado abstracto,
demasiado intangible para sacar a los intelectuales de su apatía social[34].
Sin embargo, otra línea ecologista más
cercana a las ciencias sociales y las humanidades e igualmente rigurosa con los
datos científicos, comprendió la importancia de la democratización del
conocimiento y de los espacios de confrontación para la acción social colectiva
y, por tanto, ecológica. Así lo hizo Rachel Carson en Primavera silenciosa, obra en la que la denuncia los efectos
nocivos del DDT y en la que los datos se mezclan con lirismo que busca
comunicar: la naturaleza es el lugar del vínculo y la poesía el arte del
vínculo, concluye uno de los poemas sobre la representación de la naturaleza de
Jorge Riechmann. Esta misma posición se encuentra en la Propuesta de Daimiel
que cita Parra; luego de once puntos que resumen los acuerdos fundamentales
para plantear los problemas de la ecología global, el manifiesto se cierra con
el siguiente último punto; «Frente a tantas decisiones desde arriba que han
alterado las condiciones de vida y trabajo, proclamamos el debate popular como
instrumento básico de toda transformación social»[35]. En esta línea, me propongo analizar a
continuación los modos en que el discurso ecológico parriano construye el
espacio público de confrontación, y su performatividad esboza lo que podría ser
un vector de subjetivación de una identidad colectiva disidente, que aún hoy
necesita de consensos.
En una conversación con Leónidas
Morales en 1989, Parra sugiere que la tarea del poeta es la de ser un «fabricante
de pancartas»[36], es decir, aquel que interviene en el
espacio público con consignas de propaganda o protesta que buscan o bien
ejercer algún tipo de influencia en la opinión, o bien generar cierto fervor
compartido, exclamar el punto de vista, la denuncia, la disconformidad. Como el
propio poeta lo había ya anunciado, el arma de transformación y combate frente
a una realidad aplastante y desagradable es la palabra, pero no la que se queda
encerrada en los libros ni la que interroga con voluntad de dominio[37], sino la que sale a la
calle y se nutre de las expresiones de la manifestación popular. La pancarta o
el cartel no son los únicos elementos de protesta y disentir que aparecen en
los ecopoemas, también hemos visto cómo la cultura del graffiti atraviesa su
obra y cómo la forma sentenciosa de los Artefactos (1972) vuelve a los
ecopoemas en busca de un mensaje concentrado y apelativo, muchas veces a modo
de chiste. Si se atiende a la teoría de la representación del teórico cultural
Stuart Hall, se entiende la importancia que tiene la codificación en el
análisis de la representación de las ideas político-ecológicas de los poemas de
Parra.
Si el código es, siguiendo al teórico
cultural y sociólogo jamaiquino, el que fija las relaciones entre conceptos y
signos, el que estabiliza el sentido dentro de diferentes lenguajes y culturas[38]; me interesa entonces
atender a las codificaciones que hacen ingresar lo urbano y político en el
discurso ecológico parriano y con el que se construye la representación del
espacio público en el que el disenso y la lucha agonista tendrán lugar. De
hecho, varias son las codificaciones populares y coloquiales que se intercalan
en los ecopoemas vinculadas a lo urbano. Así lo asegura Juan Gabriel Araya
Grandón al estudiar el pasaje de la antipoesía a la ecopoesía: «Parra no sitúa
sus motivos ecológicos en el habitual paisaje rural chileno, sino que, más
bien, en una suerte de mirada urbana relacionada con la sociedad de libre
mercado que se impone como modelo globalizante, en la cual se inscribe,
fervientemente, la administración política de nuestro país»[39].
Esta es, precisamente, la peculiaridad
de la propuesta ecológica de Parra, que se distancia de cierta tradición
poética como la de Neruda o Teillier cuyas preocupaciones ecologistas se representan
a través de la recuperación de la infancia o de una cierta idealización del
mundo natural o campesino. En cambio, como señala Niall Binns, el camino de
Parra hacia la ecología es bastante anómalo y ya en los antipoemas se empieza a
vislumbrar que «la obra antipoética de Parra es eminentemente urbana en su
perspectiva, su lenguaje y su contenido»[40]. En los antipoemas se le entrega la voz,
principalmente, a los individuos que han sido devorados y atrapados por la gran
ciudad y se encuentran completamente desarraigados del campo o el mundo
campesino. En estos poemas aparecen parques, cementerios, jardines, bares y
salones de clase, espacios propios del paisaje urbano; y los animales que se
mueven por sus poemas también son urbanos: ratas, palomas, ratones y moscas; y
a través de la ironía y la parodia configura una codificación anti-bucólica y
anti- telúrica en la que la ciudad aparece como un espacio «anti-natural,
compuesto de “flores artificiales” y una atmósfera envenenada»[41].
En los Ecopoemas (1982) lo urbano se
mantiene, pero se efectúa un giro significativo en la enunciación: si bien
algunos poemas tienen una voz (anti)poética marcada («Sonó la antipoesía», que
inaugura la plaquette, o el poema que comienza «¿Economía es riqueza?»), aparecen también los
primeros poemas en que otras voces se hacen presente y que se intensificarán en
la edición de Poesía Política (1983): «OJO PELIGRO A CERO METRO» o «Erratas II»,
incluso el Himno Nacional devenido en chiste ante el presente ecológico. Estas
nuevas voces aparecen bajo la forma de carteles de advertencia propios de la
circulación callejera, y se apoyan pragmáticamente en el anonimato del autor y
del receptor, ya que el mensaje se destina a una colectividad, a una masa que
lee y pasa. De esta manera, el ecopoeta instala en la poesía las voces de los
muros, los carteles, las señaléticas para hacer hablar a la ciudad que apela al
peatón que transita por ella.
Otra de las codificaciones
propagandísticas que emplea Parra es la del eslogan —fórmula gramatical
vinculada también a la consigna, el lema, el proverbio o la máxima—, ya sea
publicitario o político y que tanta producción tuvo durante la primera mitad
del siglo XX. El eslogan tiene varias características que lo hacen propicio
para la creación de una subjetividad común, ya que se funda en los principios
de economía y proximidad; de hecho, cabe recordar que su estilo conciso nace de
ciertos gritos o arengas de guerra. En su dimensión lingüística, el eslogan es
una frase que semánticamente se cierra sobre sí misma y por ello logra
sintetizar un ideal político en muy pocas palabras. Su eficacia radica en que
puede repetirse, memorizarse e incluso ser aceptado como algo agradable de
reproducir —pensemos cómo artistas urbanos como Banksy resignifican críticamente
algunos eslóganes publicitarios y políticos para cuestionar sus propias bases
ideológicas. En muchos casos, se emplean modalidades gramaticales que refuerzan
la instancia apelativa como las oraciones imperativas, exclamativas o
interrogativas. Por ejemplo, Parra repite una consigna en los ecopoemas y
discursos que sintetiza varios recursos anteriormente mencionados y contribuyen
a la exaltación propuesta por el poema-pancarta:
EL MUNDO ACTUAL?
EL inMUNDO ACTUAL![42]
El uso de las mayúsculas se codifica en
este tipo de lenguaje como un grito, como proclama y protesta que debe agitarse
a viva voz, es el reclamo por la belleza del mundo ya perdida[43]; intensifican la apelación
la pregunta retórica del primer verso así como la exclamación del segundo,
quedando ambos constituidos en un paralelismo sintáctico pero antagónico en su
sentido: a la pregunta por el estado actual del mundo —podría entenderse aquí
el estado en que lo han dejado ellos— responde la exclamación del nosotros: «nos
hemos hecho insensibles a la pérdida del paisaje con sus bellezas naturales,
que son las únicas que poseemos»[44]. Y la consigna vuelve unos poemas después,
ahora con puntuación española y con una alusión política-ideológica más clara
al cambiar actual por moderno:
¿MUNDO MODERNO?
inMUNDO MODERNO querrán decir
obligatorio fumar.[45]
El cinismo y cierta actitud que
parecería antiecológica caracterizan sus antipoemas ecológicos, como en este
caso que revierte la tradicional prohibición de fumar por su obligatoriedad,
efecto que contribuiría a la contaminación (uno de los siete Chanchos con
Chaleco es el «Sacerdote que fuma como murciélago/sin la menor consideración x
el prójimo/que me perdone Su Santidad:/IMPERDONABLE CHANCHO CON CHALECO»). Si
la ecología contribuye a la autorregulación del espíritu y a generar nuevas
zonas de consenso, esta no puede negar los conflictos, no puede dejar de lado
las propias contradicciones.
Otro aspecto, quizás de los más
sigificativos, en la construcción del espacio agonista es la revisión y
transformción de algunos eslóganes políticos muy conocidos y visitados por la
publicidad y la propaganda partidiaria. Tal es el caso de la exclamación que
cierra el Manifiesto Comunista y que fue incorporada, por ejemplo, en 1919 por
Dimitri Moor a unos de sus conocidos carteles: «Proletarios del mundo, uníos!».
La codificación de fe de erratas del título de varios poemas le permite
realizar al poeta una enmienda material al impreso o manuscrito, así como una
reescritura ecológicamente comprometida de la consigna, en este caso del
Manifiesto de Marx:
dice: proletarios del mundo uníos
debe decir
peatones del mundo uníos.[46]
Y más adelante, otra formulación:
dice:
proletarios
versus
burgueses
léase:
pacíficos peatones
versus
asesinos del volante.[47]
Bajo la apelación política, surge aquí
la figura central de la ecopoesía parriana, la identidad performativa del peatón a la que parecen estar
destinados los mensajes, consignas y llamados, y cuya participación es
reclamada por altoparlante; «Tercer y último llamado/PEATONES DEL MUNDO UNÍOS».
El activismo urbano que ya propone en estos tiempos Nicanor Parra podría
integrarse a la historia de los conflictos ecológico-distributivos de Chile, al
exponer un conflicto social de contenido ecológico; en este sentido, el
reconocido economista catalán Joan Martinez-Alier sostiene en su artículo «Los
conflictos ecológico-distributivos y los indicadores de sustentabilidad» que al
realizar un estudio histórico y actual de los conflictos ambientales, se puede
reconocer que muchas luchas sociales que no empleaban un vocabulario ambiental,
eran y son de hecho conflictos ecológicos-distributivos, como el activismo
urbano «en favor del aire limpio y del agua suficiente, de más espacios verdes,
en defensa de los derechos de peatones y ciclistas»[48].
Aunque parece una obviedad, la definición de peatón incluye los dos elementos
que le interesan a Parra para construir a este «héroe anónimo de la ecología»:
el peatón es la persona que va a pie por la vía pública y sufre las
consecuencias de las emisiones de monóxido de carbono; pero también es el que
transita la ciudad, el que puede leer las consignas y escuchar los llamados.
De este modo, el peatón se puede
incorporar como la figura urbana que recobra el tiempo exterior de las
intemperies, como sugiere Michel Serres para el campesino y el marinero. El
autor francés observa cómo la vida moderna se ha centrado en tranformar el
tiempo que hace en tiempo interior: sumergidos en oficinas y laboratorios donde
el clima ya no influye en nuestros trabajos, vivimos encapsulados en un tiempo
interior cuyo poder es detentado por los administradores (política), los
científicos (ciencia) y los periodistas (medios): viviendo solo en el interior,
inmersos en el primer tiempo, los habitantes hacinados en las ciudades solo
recuerdan el clima cuando se van de vacaciones, contaminando «aquello que no
conocen, que raramente les afecta y jamás les concierne»[49].
Para Nicanor Parra el peatón configura
una identidad de resistencia al afectar y ser afectado por la ciudad. Su
adjetivación siempre es positiva, concentrándose en él el nuevo ecompañero de
la lucha ecológica. En el espacio público de la ciudad, donde capitalistas,
socialistas y ecologistas hacen sus proclamas, Parra clama porque el peatón
sienta el llamado de una identidad disidente, oponiéndose al chofer,
representación metonímica del consumo, la contaminación y el progreso. Por tanto,
en la figura del peatón se instala la identidad colectiva capaz de hacer con su
tránsito un gesto disidente en el espacio agonista construido por los carteles,
eslóganes, graffitis y pancartas de la ciudad. La ecopoesía de Parra es un
llamado político a la movilización de los cuerpos y la conciencia que provoca
también, con el gesto de la lectura, un acto contestatario: leer la poesía de
Parra es en sí misma una acción contestataria, es colocarse del otro lado de la
tradición y de este lado de la denuncia y el conflicto.
No parece casual que la poesía de
Parra vuelva a las calles, escapando así del cerco literario. Su antirretrato y
muchos de sus versos aparecen en varios muros de barrios populares de Santiago,
esténciles, retratos con técnicas pixeladas y versos que se repiten, como los
que cierran el poema «Chile»: «Creemos ser país/y la verdad es que somos apenas
paisaje» (de Obra gruesa, 1969). El retorno a los muros de la primera persona
del plural del poeta con versos de un poema crítico y desalentador manifiesta
este disentir político que el poeta representa y con el que cumple, así, el
gesto performativo del transitar urbano: devuelto a las calles, su rostro
recuerda al peatón el ecompromiso político con su ciudad, el conflicto latente
en cada uno de sus pasos y sus trayectos, el enfrentamiento agonista que debe
asumir en el campo de acción urbano. Este es el disentir político en sentido
estético que ocupa el espacio público de los muros, y que convierte a la figura
del poeta en un gesto performativo de lo político.
Conclusión:
Nicanor Parra en el Antropoceno
En un reciente trabajo, Arnaldo Donoso
Aceituno estudia la poesía chilena de los últimos años que tematiza las marcas
del Antropoceno. Con figuras de fuerte tradición como Pablo Neruda, Enrique
Lihn y Oscar Hahn, y otras más experimentales y performáticas como Cecilia
Vicuña o Damsi Figueroa, el crítico chileno observa cómo las huellas del
Antropoceno «se sedimentan en la poesía,
conformando estratos de imágenes y narrativas de nuestra condición actual o
futura»[50]. Desde la tematización a los procedimientos
experimentales y metapoéticos, asegura el autor, el efecto disruptor de esta
poesía actualiza, desde lo ecológico, el sentido político de la literatura,
permitiendo otras filiaciones y agencias[51].
En este sentido, y a casi veinte años de la aparición del término Antropoceno
en las discusiones geológicas, resulta necesario empezar a esbozar una historia
crítica del Antropoceno desde el Cono Sur que empiece por revisar la memoria
colectiva de las relaciones de la sociedad con la naturaleza. En épocas de
amenazas catastrofistas y discursos monolíticos, de imperativos económicos que
regulan nuestras relaciones con humanos y no humanos, leer a Nicanor Parra es
ante todo recordar otras formas de lo común y otras subjetividades capaces de
movilizar desde el compromiso y la acción colectiva un saber ambiental
constitutivo de prácticas contrahegemónicas.
El análisis de los ecopoemas a partir
del modelo agonista planteado por Chantal Mouffe permite corregir cierta
malinterpretación que tuvo la práctica política parriana en su tiempo y también
arrojar nuevas luces a la reflexión actual llevada adelante por investigadores
y activistas en el marco de la ecología política, ya que se evidenció cómo su
obra figura los espacios democráticos de la confrontación y los modos en que
los afectos pueden convocar identidades colectivas en la disputa adversarial por
la hegemonía. En este sentido, observamos cómo los ecopoemas de Nicanor Parra,
a través de diferentes recursos formales y poéticos, crean un espacio agonista
del disentimiento, y movilizan en él afectividades alternativas y formas de
identificación colectiva. Aunque hoy esa forma de concebir la ecología y de
practicar política no es ciertamente marginal, los procesos geopolíticos y la
acentuación de la crisis ecológica de la región que afecta el ambiente de los
más pobres mantienen vigente la discusión política de la ecología, en la que el
conflicto se percibe en términos de lucha y resistencia por la distribución
desigual de los bienes comunes, por la apropiación de los recursos y por los
sistemas de valoración de la naturaleza.
Como vimos, en Parra la ecología surge
como el discurso de oposición y resistencia que se instala política y
estéticamente como oposicional y es capaz de configurar un nuevo nosotros
ecocéntrico en el que otros actores serán capaces de producir los afectos y los
gestos del disentir político. La figura del peatón se vuelve entonces la
subjetividad convocante que en su transitar urbano moviliza los cuerpos de la
resistencia. Si aceptamos que la ecología política es un campo en el que se
están construyendo «nuevas identidades culturales en torno a la defensa de las
naturalezas culturalmente significadas y a estrategias novedosas de
“aprovechamiento sustentable de los recursos”»[52],
la propuesta de Parra muestra cómo estas identidades se configuran a través de
la resistencia y la reconstrucción frente a la apropiación y destrucción que
imponen los imperativos económicos del mundo globalizado. En un momento en que
son necesarios los consensos y la intersección de disciplinas para buscar
respuestas apropiadas a la crisis socioecológica, este estudio pretendió
mostrar la productividad que provocan los vínculos entre poesía, ecología,
estudios culturales y ecología política.
Nicanor Parra anticipó en el ecopoema
dirigido a sus «ESTIMADOS ALUMNOS» la gran catástrofe ecológica conocida como «La
muerte masiva de Cisnes de cuello negro» en el Santuario de la Naturaleza
Carlos Anwandter en el Río Cruces en Valdivia, una situación que se empezó a
denunciar en 1996 cuando empezó a funcionar la Planta Valdivia de Celulosa
Arauco que descarga sus Residuos Líquidos Industriales (Riles) al río y
desemboca en el Santuario. En el poema, escrito más de diez años antes de
iniciado el conflicto ambiental, la voz del profesor anuncia su abandono del
cargo para salir a protestar, y exhorta a sus alumnos a defender «los últimos
cisnes de cuello negro/que van quedando en este país/a patadas/a combos/a lo
que venga», para que la poesía se los pueda agradecer, aunque como sugiere
Elvira Hernández en el poema que da inicio a este trabajo, aún hay crispación
entre los cisnes del río Cruces con los de la poesía, muchas veces indiferente
a la degradación ambiental.
Nicanor Parra sitúa su poesía como un
circular en los flujos citadinos de transeúntes, ratas, moscas, carteles y
advertencias, llamando al despertar del adormecimiento, de la erosión de
memorias y relaciones. Una praxis ecológica exige, desde la perspectiva de
Félix Guattari, localizar los vectores potenciales de subjetivación disidente a
fin de componer otras configuraciones existenciales[53];
creo que la revisión crítica de autores como Nicanor Parra es fundamental para
pensar nuevos agenciamientos de enunciación y ritmos existenciales que motiven
otros paradigmas ético-estéticos y den una posible respuesta política a la
forma en que vamos a vivir en el Antropoceno.
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Para citar este artículo / To
reference this article / Para citar este artigo Rosa, Sofía. “La ecopoesía de
Nicanor Parra como espacio de disentimiento”. Humanidades: revista de la Universidad de Montevideo, nº 6, (2019):
199-226
El autor es responsable intelectual de la
totalidad (100 %) de la investigación que fundamenta este artículo.
[1] Pablo Chiuminatto y Sofía Rosa, “Antes de la
ecocrítica: una consideración bibliográfica a los estudios ambientales en
Chile”, Anales
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[2] Luis Oyarzún, Defensa de la Tierra
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[3] Eugenio Raúl Zaffaroni, La Pachamama y el
humano (Buenos Aires: Colihue y Ediciones Madres de Plaza de Mayo, 2013).
[4] Oyarzún, Defensa de la Tierra, 26.
[5] Nicanor Parra, “Aunque no vengo preparrado”,
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[6] Oyarzún, Defensa de la tierra, 49.
[7] Nicanor Parra, Obras completas & algo + (1975-2006). Vol. II (Santiago: Galaxia Gutenberg, 2011), 1016.
[8] Chantal Mouffe, El retorno de lo político: comunidad, ciudadanía, pluralismo, democracia radical, trad. Marco Aurelio Galmarini (Barcelona: Paidós, 1999), 14.
[9] Arturo Escobar, “Ecologías políticas postconstructivistas”, Revista Sustentabilidad(es) 2 (2010): 83.
[10] Chantal Mouffe, Política y pasiones. El papel de los afectos en la perspectiva agonista (Valparaíso: Editorial UV de Universidad de Valparaíso, 2016), 22.
[11] Chantal Mouffe, El retorno de lo político, 21.
[12] Entrevista emitida el 19 de enero de 1987 en TVE. Disponible completa en https://www.youtube.com/watch?v=zRmSt8S3jcU&t=500s
[13] Michel Serres, El contrato natural, trad. Umbelina Larraceleta y José Vázquez (Valencia: Pretextos, 1991), 31.
[14] Oyarzún, Defensa de la tierra, 82.
[15] Nicanor Parra, “Mai mai peñi (Discurso de Guadalajara)” en Obras completas & algo + (1975-2006). Vol. II (Santiago: Galaxia Gutenberg, 2011), 601. El manifiesto completo se puede encontrar en blog El aullido publicado el miércoles 1 de enero de 2014 en el siguiente enlace: http://grupostirner.blogspot.cl/2014/01/propuesta-de-daimiel-1978.html
[16] Niall Binns, “¿Por qué Ecopoesía?”, en Nicanor Parra o el arte de la demolición, Niall Binns (Valparaíso: Editorial UV de la Universidad de Valparaíso, 2014), 170.
[17] Parra, Obras completas II, 92.
[18] Enrique Leff, “La Ecología Política en América Latina. Un campo en construcción”, Polis 5 (2003): 5.
[19] Parra, Obras completas II, 1017.
[20] Marcone, Jorge, “The Stone Guests: Buen Vivir and popular environmentalisms in the Andes and Amazonia”, en The Routledge Companion to the Environmental Humanities, eds. Ursula K. Heise, Jon Christensen y Michelle Niemann (New York: Routledge, 2017), 232.
[21] Marcone, “The Stone Guests”, 232.
[22] Nicanor Parra, “Entrevista a Nicanor Parra”, entrevista de Ángeles Caso 19 de enero de 1987 en TVE, video en YouTube, 10:08, acceso el 15 de enero de 2019, https://www.youtube.com/watch?v=zRmSt8S3jcU&t=524s
[23] Félix Guattari, Las tres ecologías, trad. Umbelina Larraceleta y José Vázquez (España: Pre-Textos, 1996), 37.
[24] Nicanor Parra, “Discurso del Bío Bío”, en Obras completas II, 749.
[25] Parra, Obras completas II, 176.
[26] Parra, Obras completas II, 93.
[27] Serge Latouche, La apuesta por el decrecimiento: ¿Cómo salir del imaginario dominante?, trad. Patricia Astorga (Barcelona: Icaria, 2009).
[28] También Latouche refiere en varias oportunidades cómo el capitalismo y el socialismo son dos variantes del mismo proyecto de sociedad de crecimiento que centran el desarrollo de las fuerzas productivas en los recursos naturales: «¿No comparten ambos sistemas la misma visión operacional de la naturaleza como un instrumento manejable a merced para responder a la demanda? Tanto uno como el otro se proponen satisfacer la exigencia de bienestar social por medio del aumento indefinido de la potencia productiva»: Serge Latouche, La apuesta por el decrecimiento, 169.
[29] El empleo reiterado del pronombre personal de la primera persona del plural o verbos conjugados en esta forma gramatical, los llamados a la solidaridad o el reclamo a las autoridades por el aire de todos, el desprecio por la contaminación que ensucia incluso el primer verso del Himno Nacional.
[30] Serge Latouche, La apuesta por el decrecimiento, 144.
[31] Serge Latouche, La apuesta por el decrecimiento, 140.
[32] Parra, “Mai mai peñi (Discurso de Guadalajara)” en Obras completas II, 592.
[33] Mouffe, El retorno de lo político, 18.
[34] Niall Binns, “Epílogo”, en Con los ojos abiertos. Ecopoemas (1985-2006), Jorge Riechmann (Tenerife: Baile del sol, 2007), 311-312.
[35] Federación del Movimiento Ecologista, “La Propuesta de Daimiel”, El Aullido (blog), 1 de enero, 2014, http://grupostirner.blogspot.com/2014/01/propuesta-de-daimiel-1978.html
[36] Parra, Obras completas II, 1016.
[37] Zaffaroni, La Pachamama y el humano, 101.
[38] Stuart Hall, “El trabajo de la representación”, en Sin garantías: Trayectorias y problemáticas en estudios culturales, Stuart Hall (Quito: Envión editores, 2010), 451-452.
[39] Juan Gabriel Araya Grandón, “Nicanor Parra. De la Antipoiesis a la Ecopoiesis”, Estudios Filológicos, nº43 (2008): 12.
[40] Binns, “¿Por qué Ecopoesía?”, 160.
[41] Binns, “¿Por qué Ecopoesía?”, 165.
[42] Parra, Obras completas II, 178.
[43] Cabe recordar que el adjetivo «inmundo» viene del griego y que al concepto base se le agrega un prefijo peyorativo, lo que en este caso vendría a significar «falto de limpieza», destacado en el poema de Parra por el uso de la minúscula del prefijo in-.
[44] Oyarzún, Defensa de la tierra, 31.
[45] Parra, Obras completas II, 179.
[46] Parra, Obras completas II, 177.
[47] Parra, Obras completas II, 181.
[48] Joan Martinez-Alier, “Los conflictos ecológico-distributivos y los indicadores de sustentabilidad”, Polis, 13 (2006): párrafo 31.
[49] Michel Serres, El contrato natural, 53.
[50] Arnaldo Donoso Aceituno, “Imágenes del Antropoceno en la poesía chilena”, Anales de Literatura Chilena 30 (2018): 206.
[51] Donoso Aceituno, “Imágenes del Antropoceno en la poesía chilena”, 213-214.
[52] Leff, “La Ecología Política en América Latina”, 5.
[53] Guattari, Las tres ecologías, 37.