doi: https://doi.org/10.25185/6.10
Artículos
La trilogía científica de John Banville: un mapeado del cambio de
episteme a través de la literatura
John Banville’s
Scientific Trilogy: An Mapping of Episteme Change through Literature
A trilogia
cientifica de John Banville: A mapeamento da mudança episteme através da
literatura
Carlos Gámez Pérez1
ORCID iD: https://orcid.org/0000-0002-3512-7680
1 Universidad de Navarra
Juan Francisco Campo Echevarría2
ORCID iD: https://orcid.org/0000-0001-9543-8803
2
Càtedra del Dr. Bofill, Universitat de Girona
Resumen:
El artículo muestra el poder de la trilogía de John Banville: Doctor
Copernicus, Kepler y The Newton Letter, dedicada a la revolución
científica, para analizar procesos epistemológicos complejos en la historia de
las ideas, como son el paso de la episteme renacentista a la ilustrada, las
dificultades epistemológicas de la historiografía para reconstruir el pasado de
forma fiable y convertirse en una ciencia dura, o el problema del innatismo,
que enfrentó a Isaac Newton con Thomas Hobbes. Todos los razonamientos aquí
expuestos se sustentan en los textos literarios del escritor irlandés.
Palabras clave: revolución científica, literatura, John Banville,
epistemología, episteme, innatismo.
Abstract:
The paper shows the power of John Banville’s trilogy, Doctor
Copernicus, Kepler y The Newton Letter, focused on the scientific
revolution, to analyze epistemologic processes. It is especially interested in
some samples of famous epistomologic complex processes in the histoty of ideas:
a) the epistemic transition from the Early Modern Period to Enlightnment; b)
the epistemologic issues of historiography to rebuild the past with confidence,
becoming a hard science; c) the controversy around innatism, which involved sir
Isaac Newton and Thomas Hobbes. All reasoning developed in the paper is based
on Banville’s trilogy.
Palabras clave: scientific
revolution, literature, John Banville, epistemology, episteme, innatism.
Resumo:
O artigo mostra o poder da trilogia de John Banville: Doctor
Copernicus, Kepler y The Newton Letter, dedicada a revolução
científica, para analisar processos epistemológicos complexos na história das
ideias, como são o passo da episteme renascentista à ilustrada, as dificuldades
epistemológicas da historiografia para reconstruir o passado de forma fiável y
converter-se em uma ciência consistente, ou o problema do inatismo, que
enfrentou Isaac Newton com Thomas Hobbes. Todos os raciocínios aqui expostos sustentam-se
nos textos literários do escritor irlandês.
Palabras clave: revoluçao científica, literatura, John Banville,
epistemologia, episteme, inatismo.
Recibido: 31/03/2019 - Aceptado: 10/07/2019
Introducción
En este artículo queremos describir
los elementos epistemológicos que encierra la trilogía sobre la revolución
científica desarrollada por John Banville (Wexford, Irlanda, 1945), a partir de
las obras Doctor Copernicus (1976), Kepler: (1981) y The
Newton Letter: An Interlude (1982).[1]
El objetivo principal del texto consiste en mostrar las oportunidades que la
literatura otorga para narrar procesos epistemológicos notablemente complejos
en la historia de la humanidad.[2]
Para situar el marco teórico, cabría
hacerse una serie de preguntas: ¿Cómo se describe un cambio epistemológico? ¿Es
posible determinar si este ha tenido lugar o no? Estas cuestiones son
pertinentes para comprender la intención del autor a la hora de plantearse una
trilogía que bucea en la vida de protagonistas en la historia de la revolución
científica.[3] Para responderlas utilizaré
un marco de naturaleza epistemológica; en consecuencia, echo mano de la noción
de episteme desarrollada por Foucault.[4]
En una primera aproximación, se define una episteme como un período concreto de
tiempo en el que el conjunto de las relaciones que apoyan la autoridad del
conocimiento puede describirse mediante un proceso general. Desde nuestro punto
de vista, y bajo la influencia de Foucault, una episteme es el a priori histórico
que sustenta el conocimiento y sus discursos y establece las condiciones de sus
posibilidades en una época particular. Foucault desarrolla su epistemología de
una forma cronológica: inicia su recorrido con la episteme de la similitud en
el Renacimiento, proceso que se basa en la forma en que el lenguaje relaciona
las palabras con los símbolos que marcan los objetos. Continúa con la
representación en la episteme de la Ilustración, proceso que clasifica a todos
los elementos según principios de orden y medida, según postula George Yúdice
en The Expediency of Culture[5].
Finalmente, la historicidad preside la episteme moderna; a partir de este
proceso se pretende determinar las fuerzas ocultas que rigen la realidad.
Dada la generalidad de una episteme,
se requiere completar este término teórico con una estructura metodológica
útil. Como consecuencia, estructuramos una episteme en tres niveles: en primer
orden, la categoría fundamental, que es la del concepto que identifica el
proceso que prevalece en la episteme y la define. Se trata del proceso que
domina la constitución del sistema general de conocimiento en una época
concreta, y que debe ser distinto al anterior. Más adelante se darán ejemplos,
pero una muestra paradigmática es el concepto de similitud que, según Foucault,[6] es el proceso que rige la
episteme que existe en el Renacimiento europeo. En segundo orden, las técnicas
que se desarrollan en la episteme; estas no son más que métodos (o técnicas
discursivas) para la obtención de conocimiento. Y finalmente, en tercer orden,
la visión del mundo relacionada con una episteme en particular. La visión del
mundo es un término muy general, que puede englobar muchas cosas, y que resulta
conflictivo, pero que puede servir como una síntesis de un proceso de cambio.
Lo identificaremos con el zeitgeist de un período histórico, que
relaciona el proceso principal de la episteme (primera categoría) con otras
ideas importantes que conforman la visión que se tiene del mundo en ese
momento.
El paso de una episteme a otra puede
dar lugar a problemas conceptuales. El principal es la noción de
inconmensurabilidad entre lo que Thomas Kuhn define como “paradigmas de
conocimiento”. Para Kuhn, los paradigmas los constituyen los problemas
legítimos, los métodos y los logros de un campo de investigación científica
específico.[7] Según Kuhn, dos paradigmas
rivales que compiten en el mismo período de tiempo son inconmensurables. Es
decir, los miembros de un paradigma no pueden entender el marco conceptual, la
terminología y los resultados del paradigma rival.
Desde el punto de vista de las
epistemes, según Foucault solo existe una única episteme en una época dada.[8] En este sentido, en el
esquema de Foucault no hay lugar para la inconmensurabilidad porque no existen
epistemes en competencia. Foucault concibe las discontinuidades como un espacio
donde el orden se ha roto.[9] Imagina el desarrollo
epistemológico como una función matemática lineal que puede sufrir cambios
radicales, pero de la que existe solo una imagen en un período determinado de
tiempo. Este trabajo tratará de detectar algunas de esas discontinuidades en la
obra literaria de Banville. Para nosotros, lo más importante serán las técnicas
en las que se basan las prácticas discursivas que menciona Foucault en La
arqueología del saber.
Por otra parte, dado el carácter
reflexivo del último de los libros de la trilogía, que rompe con la narración
meramente histórica de las dos primeras entregas, debemos ampliar nuestro marco
teórico tanto a los elementos epistemológicos que determinan la naturaleza
científica de un campo de estudio como a las bases que dieron lugar al
innatismo, presente de manera intrínseca en la tercera entrega. Para ello, y
para ser coherentes con el marco teórico del apartado: «La descripción del
cambio: el cambio epistémico en la ciencia europea a partir de la obra
literaria de Banville», volvemos a elegir a Foucault. En la introducción de La
arqueología del saber,[10] el pensador francés postula
una nueva historiografía, en donde no son los documentos los que crean la
historia, sino que es la historia la que transforma los documentos en
monumentos de su discurso.[11] Este giro tiene cuatro
consecuencias: la primera es la proliferación de discontinuidades en la
historia de las ideas,[12] que resulta coherente con
el corpus teórico de Foucault, porque pertenece a la tradición de las
revoluciones en la historia de las ideas que ha expresado en las
discontinuidades entre epistemes, y que comparte Kuhn. La segunda está asociada
a la primera: afirma que la noción de discontinuidad toma un rol más
importante.[13] La tercera es la
imposibilidad de construir una historia total.[14]
Y la cuarta revela las dificultades metodológicas que este punto de vista
conlleva, todas relacionadas con el corpus y la elección del archivo que se va
a utilizar.[15]
La obra literaria
El prestigio literario de Banville
está fuera de toda duda, especialmente, en el ámbito de la crítica comercial,
como demuestra la larga lista de premios que ha recibido su obra[16]. Sin embargo, como afirma
Canon-Roger,[17] la figura de Banville se
presenta aislada en el panorama literario posmoderno irlandés —movimiento al
que pertenecería según los críticos—, entre otras cosas, por la ausencia de una
representación realista contemporánea de Irlanda en su obra.
En este sentido, la «Trilogía de las Revoluciones» se enmarca
dentro de esta singularidad, dada su implicancia con el pensamiento científico
en la obra del irlandés. Como muy bien apunta Canon-Roger, la mayor parte de la
obra de Banville es de corte autobiográfico e íntimo.[18]
En esta clasificación se podría incluir The Newton Letter. Tan solo Long
Lankin (1970), Doctor Copernicus y Kepler no pueden ser
consideradas autobiografías noveladas o autoficciones.[19]
Y el primero de los tres títulos consiste en una colección de relatos.
Este carácter diferente de la
«Trilogía de las Revoluciones» ha dado lugar a un tratamiento especial de esta
parte de la obra de Banville. Joakim Wrethed, en Oases of Air, ensaya un
análisis fenomenológico de la trilogía científica de Banville, incorporando Mefisto
(1986) al análisis. Wrethed se basa en la relación de estas novelas con el aire
y pone en evidencia la relación del lenguaje con la naturaleza y el problema de
la representación en estas novelas.[20]
Precisamente, es esa naturaleza específica de los libros que conforman la
«Trilogía de las Revoluciones» lo que posibilita nuestro análisis literario,
hibridado con discursos epistemológicos, historiográficos y científicos.
La trilogía sobre la astronomía
moderna que compone Banville se inicia con Doctor Copernicus, traducido
al castellano como Copérnico (Edhasa, 1984). Fascinado por la
cosmología, aunque ocultará sus pensamientos para no entrar en conflicto con
sus profesores, con excepción de Adalbert Brudzewski a quien confiesa un
incipiente heliocentrismo. Será entonces cuando estudiará las teorías
astronómicas de Ptolomeo y su obra cumbre: el Almagesto. Es en su
estancia en Italia, muy importante, primero en Bolonia y después en Padua,
donde Copérnico aprende a incorporar valores estéticos a sus teorías
matemáticas. El lento emerger de nuevas formas de conocimiento es el fenómeno
protagonista de la última parte del libro, cuando Nicolás ha retornado a
Polonia junto a su tío. El mismo Copérnico contribuirá a este conocimiento con
el perfeccionamiento de sus teorías y la elaboración del De revolutionibus
orbium coelestium, con la ayuda del joven Rheticus, que en la novela se
muestra como un narrador no fiable.
La trilogía de las revoluciones
continúa con Kepler que, además de contener una serie de subtramas, se
concentra principalmente en el proceso intelectual de un científico desde una
ciencia idealizada que convive con la magia, los procesos cabalísticos y la
astrología, hasta otra ciencia que utiliza la modelización matemática para
describir fenómenos concretos, como la descripción de la órbita de Marte
alrededor del Sol, que es el episodio que estructura todo el libro. Este
proceso de descubrimiento se fundamenta principalmente en la contrastación empírica
para dirimir qué enunciados son verdaderos y cuáles se deben desechar. Ese
tránsito se describe a partir de la relación de Kepler con el judío Winckleman,
un neoplatónico conocedor de la cábala que desaparece al final de la narración.
En paralelo, Kepler descubre las tres leyes que le hicieron famoso y se deja
entrever su férrea competencia con Galileo Galilei. Toda la narración se
enmarca en un contexto de constante cambio sociopolítico, que lleva a Kepler a
convertirse en un astrónomo de corte.
En la última novela de esta trilogía, The
Newton Letter: An Interlude, John Banville relata el retiro campestre de un
profesor que huye de la mediocridad de la vida universitaria, inmerso como está
en una crisis emocional. Este profesor había dedicado los últimos años de su
investigación a redactar una biografía sobre Isaac Newton, pero se ve incapaz
de finalizar el proyecto, lo que conlleva una frustración que arrastra en su
retiro.
El paralelismo con el extraño episodio
en que Newton, durante el verano de 1693, estuvo al borde del colapso mental,
resulta evidente: la carta, fechada el 16 de septiembre de 1693 y dirigida a
John Locke, confusa y apenas inteligible, muestra el evidente deterioro de
quien la suscribe. Sin embargo, al estudioso le parece esencial esclarecer este
suceso: «The letter seemed to me now to lie at the centre of my work, perhaps
of Newton’s too».[21]
En esta huida-retiro, el profesor se
encuentra con una familia disfuncional: los Lawless (Ottilie, Charlotte,
Michael y Edward). La selección del apellido familiar supone toda una
declaración de intenciones, pues quien malgastó su tiempo en el estudio de las
leyes del universo (o de quien las buscó con determinación y ahínco),
encontrará un espacio en que esas leyes no rigen y lo impredecible, el amor, el
sexo, la enfermedad, la muerte, la incomprensión, las relaciones familiares con
sus oscuros secretos y sus comportamientos ilógicos, envuelven al protagonista
en un impensable torrente de vida.
La descripción del cambio: el cambio
epistémico en la ciencia europea a partir de la obra literaria de Banville
Según Foucault, Kuhn y Timothy Reiss,[22] en la Europa del siglo XVII
tuvo lugar un cambio epistemológico que emplazó al pensamiento científico, con
sus promesas de cambio y cierta esperanza en el futuro, hacia el centro del
debate intelectual. Esa transición se puede rastrear a la perfección en los
nexos y las separaciones que existen entre los dos primeros volúmenes de la
trilogía de Banville: Doctor Coperniucs y Kepler.
Si atendemos al concepto de “episteme”
de Michel Foucault y las consideramos categorías válidas para analizar las
variantes epistemológicas del período histórico que surge en Europa a partir
del Renacimiento, el dinero es un ejemplo paradigmático. En la primera
episteme, la del Renacimiento, la similitud entre el objeto y lo que simboliza
es el proceso dominante. Se ha documentado la relación de similitud que existe
entre las monedas de metales preciosos (Kaske y Clark lo certifican en el
prólogo de su edición de la obra de Marsilio Ficino),[23]
como el oro y la plata, y los astros, que en la cosmología renacentista
simbolizaban la perfección celestial y la deidad. Esta conexión entre lo
terrenal y lo divino, aunque los cuerpos celestiales sean superiores, resulta
fundamental para sustentar el valor simbólico de las monedas.
La relación cambia con la llegada de
la episteme de la Ilustración, que Foucault define como el período clásico. Ahí
el proceso fundamental es la representación. Lo que se escribe en un documento
oficial es la verdad, no una simbolización de ella. Para ejemplo, la magna obra
enciclopédica. Entonces el billete se convierte en el soporte idóneo para el
dinero. La cantidad representada en el papel es la cantidad real. La efigie de
los símbolos fundacionales del estado-nación aparece en el billete para
garantizarlo, junto a la institución que lo emite. Lo que pretende el autor
irlandés es describir el surgimiento de la episteme de la similitud y su
enfrentamiento con la episteme de la representación.
Cabe decir que Banville comete errores
de tipo presentista al representar históricamente el comercio, como en la cita:
«Coins, you see, are only for poor people, simple people, and for little boys.
They are only a kind of picture of the real thing, but the real thing itself you
cannot see, nor put in your pocket, and it does not jingle».[24] Sin embargo, el peso del
comercio y la figura del dinero ejemplifican a la perfección las transiciones
que quiere narrar el autor en los dos primeros libros de su trilogía.
Existe una primera estrategia de
contextualización basada en una serie de elementos que acompañan e ilustran los
cambios. Uno de esos elementos es la descripción y transformación de los
estudios universitarios. La vida de Copérnico, reflejada en Doctor
Copernicus, demuestra que en el siglo XVI el estudio académico se centraba
sobre todo en sistemas clásicos, como el trívium (lógica, gramática y
retórica) o el quadrivium (aritmética, geometría, astronomía y teoría de
la música). Se trata de un sistema universitario heredado de la tradición
escolástica medieval, y que la episteme de la similitud va a transformar. Son
unos estudios especialmente dedicados a la medicina, las leyes y la teología
(solo se podía ser doctor en Derecho Canónigo). Existía, además, una relación
directa entre astronomía y medicina, como era el caso de la astrología, de una
importancia fundamental para conocer la salud del paciente. Con posterioridad,
con la emergencia de la episteme de la similitud y de las disciplinas
científicas tiene lugar una reforma muy importante,[25]
de la que es protagonista Rheticus (1514-1574), catedrático de una nueva y
emergente especialidad: matemáticas y astronomía en Wittenberg. Es su mentor:
Philipp Melanchtlon (1497-1560), curiosamente contrario al heliocentrismo,
quien reformará la universidad en Alemania. Por su parte, tanto Kepler, como
Michael Maestlin, su maestro, lo hicieron en Tübingen. Con posterioridad
sucederá en Francia y en los colegios jesuitas. En uno de ellos enseñará
Galileo Galilei (1564-1642). En el seno de esa reforma, los saberes técnicos,
las matemáticas y la astronomía alcanzarán un prestigio desconocido hasta
entonces y prepararán el camino para la llegada de la episteme de la
representación.
Otra estrategia referente al contexto
es la utilización del panteísmo. En el primero de los libros se muestra a
Nicolás Copérnico como un panteísta en diversos pasajes: como cuando el niño
Copérnico descubre un árbol;[26] y también, camino a Italia,
cuando pasea por los campos cercanos al monasterio de montaña[27]. Esa conexión con la
naturaleza y las fuerzas que la rigen va a estar presente en toda la narración.
En Kepler, por ejemplo, Banville presenta inicialmente al astrónomo
alemán como alguien que contempla una visión panteísta del mundo, y de ahí su
idea inicial del sistema solar, platonista, que dará lugar a su primera obra
científica: el Mysterium Cosmographicum. Así se observa en la frase:
«everything is regulated according to the eternal laws of geometry, which is
one amp; eternal, a reflection of the mind of God».[28]
Sin embargo, una vez consigue describir completamente la órbita de Marte,
Kepler se siente orgulloso de haber fundado una «nueva astronomía». Pero hay
algo más, también expresa sus convicciones de que la visión panteísta de
Pitágoras (e, incluso, de Copérnico) debe ser substituida por una visión
mecanicista, que es la que va a presidir la empresa científica de la
modernidad.[29]
Aunque existen menciones al
mecanicismo en Doctor Copernicus, es en Kepler donde esta visión
de la naturaleza toma un papel central. El personaje de Kepler transita, desde
la similitud y la idealización en su primer escrito, al uso de modelos para
describir matemáticamente fenómenos concretos.
Como complemento de estas estrategias
argumentales de contexto, Banville utiliza una técnica literaria más directa
para presentar los problemas epistemológicos que pretende mostrar a partir de
una visión dialéctica. Básicamente, se observan dos tensiones epistemológicas
en los primeros libros de la trilogía: en primer lugar, la emergencia de la episteme
renacentista; y en segundo, el paso de esa episteme de la similitud a la de la
representación. La primera se retrata en el primer libro, la segunda en Kepler.
En Doctror Copernicus la
emergencia de la similitud se refleja a través de la imagen del movimiento de
los astros, central en la teoría ptolemaica del sistema solar. Esta se presenta
como una serie imaginaria de ruedas dentro de ruedas que eran las que hacían
mover los planetas[30]. Pero no es hasta que llega
a Italia, cuando a sus ideas técnicas sobre la astronomía une elementos
estéticos como la sencillez, la armonía, o la unicidad que postulaban los
gnósticos,[31] que van a llevarle a tratar
de resolver la estructura del sistema solar desde unos presupuestos de
sencillez.
Por su parte, el proceso de cambio de
la episteme de la similitud a la de la representación y los problemas
epistemológicos que genera se sintetiza en Kepler a partir de la
construcción del personaje del matemático alemán. Al inicio del libro, Kepler
está interesado por los cálculos cabalísticos, y es permeable a los
conocimientos validados por la episteme de la similitud como la magia natural.
Se interesa por los conocimientos de Nostradamus, Paracelso y los clásicos
griegos a consecuencia de sus conversaciones con el judío Wincklemann, y así
entra en contacto con las teorías pitagóricas.[32]
Precisamente, con la desaparición de la figura del judío al final de la novela,
Banville parece querer indicar que desaparece una forma de pensar. Pero la
resolución del problema de la órbita de Marte a partir de una descripción
matemática del movimiento del astro, sustentada en relaciones geométricas, y
que da lugar a las tres leyes conocidas en la actualidad con el nombre de leyes
de Kepler, cambia por completo la perspectiva del astrónomo alemán. En dicho
proceso, Kepler debe solventar varios problemas epistemológicos, como el que
considera que las órbitas de los planetas deben ser circulares -que acaba
resolviendo con elipses- o el de la velocidad de los astros, constante desde la
perspectiva ptolemaica, que resuelve con la segunda ley. Es a través de esta
resolución de problemas, como acaba obteniendo una descripción matemática de la
naturaleza —sintetizada en la órbita de Marte— que él cree verdadera.
El carácter dialéctico que utiliza
Banville para presentar estos problemas se observa por la preferencia del
narrador a la hora de representar la tensión que provocan estos problemas
epistemológicos a partir de escenas de discusiones. Sus personajes discuten,
confrontan sus argumentos con los de otros y participan del debate. La
conflictividad producida con la emergencia de la episteme de la similitud se
hace patente en la discusión que el joven Copérnico tiene con el maestro
Brudzewski, cuando debaten sobre sistemas del mundo. Brudzewski defiende que
Tierra y cielos son de naturaleza diferente, y que se deben salvar las
apariencias de los fenómenos, mientras Copérnico respalda la idea de que el
hombre es la medida de todas las cosas, defendida por Paracelso, y la necesidad
de pruebas que justifiquen las teorías. De la misma forma, Kepler se enfrenta
con su maestro, Maestlin, al que critica por escolástico y por no tratar de
buscar la verdad a partir del lenguaje matemático.[33]
Dado que no podemos saber si estas discusiones tuvieron lugar ni en qué términos,
se trata de la intencionalidad del autor al transmitirnos su mensaje.
Pero, sin duda, a partir de su
representación en los dos primeros libros de la trilogía, es el conflicto
epistemológico que genera la astrología lo que mejor refleja, tanto la emergencia
de la episteme de la similitud, como el cambio de prácticas que orilla a la
astrología e inicia la discontinuidad que dará lugar a la episteme clásica.
Al respecto, resulta necesario señalar
su rigen en Egipto y Mesopotamia. Pero tiene un resurgimiento entre la Baja
Edad Media y el Renacimiento, donde convivió con la astronomía. Esto se debió,
en buena medida, a que formaban parte de la episteme de la similitud. Se trata
de una analogía, una de las cuatro construcciones discursivas con las que, según
Foucault, se organiza la episteme de la similitud: conveniencia (convenientia),
emulación (aemulatio), analogía y simpatía.[34]
Como han demostrados algunos estudiosos, la obra científica de Kepler también
está plagada de analogías,[35] muestra de que la carrera
científica de Kepler se inicia en el seno de la episteme de la similitud,
aunque a lo largo de su vida se muestre contrario a las analogías producidas
por los alquimistas y los herméticos.[36]
El astrónomo alemán encuentra una sorprendente similitud en el momento en que
traza las conexiones que le permitirán elaborar el Mysterium, en su
etapa noeplatónica.[37] En este caso, nos
encontramos frente a una aemulatio. Se trata de ejercicios de similitud
que dotan de autoridad a ciertas prácticas en la episteme del mismo nombre, y
que demuestran que esa es la visión del mundo al inicio de las investigaciones
que va a realizar Kepler.[38] En esta episteme la
astrología es un discurso prestigiado, mientras que en la Alta Edad Media era
una práctica perseguida, sinónimo de que algo ha sucedido en el ámbito
epistemológico durante la Baja Edad Media y el Renacimiento. Pero en la
episteme de la representación, estas técnicas tendrán serias dificultades para
ser legitimadas porque no existe un lenguaje conciso que permita representar el
contenido de ese conocimiento.
Luca Gaurico (1475-1558) es el
personaje que representa el prestigio de la astrología en la época en que
Copérnico vivía en Padua. Gaurico había predicho con 14 años el ascenso al
solio pontificio de León X, miembro de la familia Medici. También predijo el
pontificado de Pablo III. De este último también adivinó la causa de la
enfermedad que produjo su muerte, acertando en el día de su fallecimiento.
También parece haber vaticinado, de forma más o menos exacta, la causa de la
muerte del rey Enrique II de Francia. Y encontró una conexión entre la fecha de
nacimiento de Martin Lutero y los convulsos acontecimientos que sucederían en
su vida. Por eso, cuando en la novela afirma que César Borgia no alcanzaría el
papado, todos lo dan por cierto.[39]
La visión del mundo de la episteme de
la similitud se debe, en buena medida, al peso intelectual que tuvo el
neoplatonismo en la época, que actuó como un zeitgeist. Banville pinta a
Copérnico como alguien puramente platónico. Aprende las matemáticas de una
forma platónica. Ese conocimiento ya está en su mente y simplemente lo
redescubre, como los neoplatónicos creen redescubrir las ideas que subyacen en
su mente cuando abandonan la caverna y son capaces de ver los objetos a la luz
real del conocimiento. Cabe recalcar la relación que los astrónomos trazan
continuamente entre la astronomía y la música. Nos referimos, en concreto, a la
denominada música de las esferas que conforman el universo, una imagen
platónica.[40]
Aunque el personaje de Copérnico que
se perfila en la primera obra de la trilogía piensa que la astronomía es
competente por sí misma,[41] que no necesita de más
autoridad que la que le otorgan sus cálculos, y eso se observa claramente en su
negativa a incluir el prólogo de Osiander —que
sugiere que el método de Copérnico es bueno para salvar las apariencias
pero no para describir la realidad—,[42]
en otros momentos está mucho más influido por el contexto y los discursos de la
episteme de la similitud, que no está dominada aún por el contraste empírico.
Eso se observa en otra controversia, por ejemplo: las discusiones del astrónomo
polaco con Rheticus, su joven discípulo.[43]
A ello cabe añadir la influencia del contexto en la formación de la
personalidad de Copérnico. En aquella época, la profesión de médico era más
prestigiosa y estaba mejor remunerada, por cuanto muchos astrónomos, como el
mismo Copérnico, decidieron cultivar la profesión en un momento en que las
barreras entre disciplinas no eran tan evidentes. El prestigio de teóricos como
Marsilio Ficino o Pico della Mirandola llevó a muchos médicos a trabajar con
cartas astrales y otras herramientas de la astrología para conocer el estado de
sus pacientes, y estos cálculos matemáticos, sobre todo de posiciones de los
planetas, influyeron en la misma ciencia astronómica, incluyéndose en el corpus
de medidas, permitiendo mejores modelizaciones futuras del Sistema Solar.[44] El mismo Nicolás Copérnico
acudirá a la astrología en su intento de curar los males de Rheticus, apelando
a Marsilio Ficino (1433-1499).[45]
Será Kepler quien se enfrentará de una
forma evidente con la astrología, como parece desprenderse de la
correspondencia que maneja Banville: «I consider astrology a political more
than a prophetical tool, and that one should take care, not only that it be
banished from the senate, but from the heads of those who would advise the
Emperor in his best interests».[46] La llega a considerar una pseudociencia;[47] y fueron ciertas sus
disputas con los astrólogos, como se extrae de su carta a Röslin,[48] aunque él mismo había
tenido que elaborar cartas astrales para subsistir.[49]
Así, es el conflicto de Kepler con la
astrología, y su cambio de posicionamiento desde el neoplatonismo hasta el
mecanicismo lo que ilustra la segunda transformación epistémica mencionada, de
la similitud a la representación como proceso principal. El proceso de
transformación del pensamiento de Kepler se monitoriza especialmente en la IV
parte del libro, con la resolución del problema de la órbita de Marte.[50]
Es a través de su gusto por la
geometría como, según Banville, Kepler inicia la transformación de su
pensamiento.[51] La influencia de la
geometría, que le permitirá construir modelos astronómicos para Marte,
combinada con la contrastación de las mediciones empíricas obtenidas por su
director, Tycho Brahe, es la catálisis con la que consigue avanzar en el campo
epistemológico hasta los discursos de la representación, iniciando una nueva
episteme en donde la relación entre modelo matemático y contrastación empírica
será fundamental:[52] «The Tychonic tables will
be the foundation of a new science of the sky. Herr Brahe is a great and
diligent observer. The material he has amassed is a priceless treasure».[53] Hasta el punto de abandonar
toda interpretación mística, sustituyéndola en exclusiva por interpretaciones
matemáticas: «No effects of this magic extend into the world. The real mystery
amp; miracle is not that numbers have an effect upon things (which they do
not!), but that they can express the nature of things; that the world, vast
amp; various amp; seemingly ruled by chance, is amenable in its basic laws to
the rigorous precision amp; order of mathematics».[54]
Para ello, y como ilustra Banville en
la resolución del problema de la órbita de Marte, Kepler utiliza otras técnicas
discursivas. En concreto, hace servir modelos matemático-geométricos que
contrasta con los datos empíricos de Brahe. Esta es una técnica discursiva
propia de la episteme de la representación, que utiliza la matemática como la
descripción exacta del movimiento cinemático de los cuerpos celestes, tal como
pretende Kepler con la órbita de Marte, de la misma forma que el billete indica
de forma verdadera su valor en el papel de forma escrita. El astrónomo alemán
cree haber topado con la verdad,[55] como se creyó en el núcleo
de la episteme de la representación. Ya no se habla de modelos ni de salvar las
apariencias, sino directamente de la verdad y de su relación con la
experimentación. Y es a través de la ciencia como el personaje de Kepler cree
que se construye ese conocimiento.[56]
Esas técnicas conllevan una nueva
visión de la armonía del universo basada en los hechos que lo alejará de las
especulaciones y lo acercará a la lógica de los hechos.[57]
Esto va a conllevar el apuntalamiento de la visión mecanicista del universo
frente al panteísmo. La importancia que se da al lenguaje matemático para
representar ese conocimiento, que Kepler compartirá con Galileo, es un nuevo zeitgeist,
una visión del mundo nueva, una síntesis del proceso de cambio.
The
Newton Letter y la epistemología de la historia
La carta de Newton es una extraña
novela epistolar, ya que se dirige a un destinatario sin capacidad de lectura:
Clío, musa de la historia. Desde el principio, el protagonista-narrador avisa
de la imposibilidad del proyecto: «Words fails me, Clio».[58] ¿Cómo puede un profesional de la palabra, un
historiador, alguien que vive por y para encontrar los vocablos adecuados,
matizar mediante su uso esta o aquella idea, renunciar a expresar con exactitud
su pensamiento? ¿Cómo puede renunciar a que su discurso sea inteligible,
incluso para la musa que le protege? A pesar de que los hechos hayan dejado
pistas claras y fidedignas para su esclarecimiento y evaluación («bloodstains
in the snow»)[59] el innominado
protagonista se muestra incapaz. ¿Por qué? Porque la búsqueda de respuestas se
asocia a un método; un método en el que las hipótesis se postulan, se
contrastan y se falsean (o verifican) en función de los resultados
experimentales. La historia, o al menos un concepto positivista de la historia,
aspira a situarla entre las ciencias de prestigio, aplicando este método de
forma similar a como se aplica en las ciencias naturales. Sin embargo, lo que
sucederá en la novela no permite elaborar hipótesis alguna y, por tanto,
resulta inútil el método científico para su explicación y comprensión, entre
otras cosas, porque los documentos que utiliza, las cartas, no le permiten
elaborar el relato histórico que pretende. Según las concepciones
historiográficas de Foucault, el narrador se ve incapaz de convertir esos
documentos en monumentos. Este se siente imposibilitado para elaborar una
historia total. La subjetividad de esas cartas, de las cuáles, al final de la
novela se descubre que una es inventada, se convierte en obstáculo
epistemológico. A fin de cuentas, para Foucault la clave para solventar las
dificultades metodológicas de la historiografía se concentra en el corpus y el
archivo que se elige. Y el narrador de la tercera entrega de la trilogía no ha
elegido bien el archivo, hasta el punto de que selecciona un documento falso,
lo que le impediría valorar como método historiográfico.
Sir Isaac Newton, en la cumbre de su
carrera (septiembre, 1693), escribió una carta a Sir John Locke. En la misiva,
Newton, molesto por la presunta difamación de Locke sobre su relación con
varias mujeres («to embroil him with women»),[60] acusa al filósofo de hobbista y en un
arrebato incompresible le desea la muerte. Banville se encarga de resaltar este
paralelismo en la obra, pues el protagonista también tendrá un affaire
con varias mujeres. No obstante, el escritor irlandés muestra más interés en
encontrar respuesta a esa conducta (al igual que lo intenta en su biografía el
atribulado profesor): «Why else had he turned to deciphering Genesis and
dabbling in alchemy? Why else did he insist again and again that science had
cost him too dearly, that, given his life to live over, he would have nothing
to do with physics?»[61]
Newton era muy celoso de sus ideas y
se empeñaba en que estas prevaleciesen sobre opiniones y concepciones adversas.
Sus conflictos académicos con Francis Linus (o Hall), Robert Hooke, John
Flamsteed, Gottfried Wilhelm Leibniz y Johann Bernoulli fueron públicos y
notorios.[62] La acusación a Locke de hobbista
en la carta mencionada, nos introduce en un problema capital de la epistemología
de los tiempos modernos: el innatismo. Hobbes distingue entre dos tipos de
conocimiento: el antepredicativo,[63] o saber prudencial,
subjetivo, probabilístico (pues se basa en el «fantasma de la sensación») y el
predicativo o científico, inseparable del lenguaje y que aspira a una
certidumbre absoluta. Para el autor de Leviatan, todo el conocimiento
humano procede de las sensaciones en último término. Esta conclusión le
resultaba particularmente repugnante a Newton, entre otras razones, porque
necesitaba para sus propósitos la inmutabilidad de determinados conceptos
(tiempo, espacio, fuerza, movimiento): «Although time, space, place, and motion
are very familiar to everyone, it must be noted that these quantities are
popularly conceived solely with reference to the objects of sense perception.
And this is the source of certain preconceptions; to eliminate them it is
useful to distinguish these quantities into absolute and relative, true and
apparent, mathematical and common».[64]
Banville, sensible a la importancia
que el problema del innatismo cobró en la vida de Newton, enseña al lector la
esencia del asunto, cuando el biógrafo escribe: «In fact, it wasn’t a rat. In
fact in all my time at Ferns I never saw sign of a rat. It was only the idea».[65] Es una alusión directa al
problema tratado en estas líneas: no preciso tener la experiencia sensible y
perceptiva de la rata, para que mi mente conciba esta idea.
Si como algunos sugieren,[66] Newton intentaba al final
de su vida unificar ciencia y religión como consecuencias propias y necesarias
del mismo sistema interpretativo del universo, puede que su fracaso en esa
tentativa desencadenase su colapso neurológico. No olvidemos que el susodicho
verano de 1693 lo dedicó Newton al estudio de los textos bíblicos (en particular,
del Libro de Job). Cabe recordar en este sentido que en el escolio que
el propio Newton introdujo en la segunda edición de sus Principia, su
razonamiento final concluye con la discusión sobre Dios. Así, tratar a Dios a
partir de los fenómenos sería una parte de la filosofía natural.[67]
Quizás, el genio de Woolsthorpe no fue
capaz de cohesionar ambas ramas del saber de su tiempo (ciencia y religión) y
en el interludio descubriera la complejidad de las relaciones humanas y el
despropósito aparente de la vida. Por esta razón, escribe Banville: «It’s just
that another kind of truth has come to seem to me more urgent, although, for
the mind, it is nothing».[68]
En este sentido, resulta determinante la segunda de las cartas de Newton
a Locke, la carta inventada. De la misma forma, el debate en torno al innatismo
y la unicidad entre ciencia y religión que provocará el colapso de Newton es
una reconstrucción que el narrador es incapaz de llevar a buen puerto, porque
no ha sido capaz de convertir los documentos (las cartas) en monumentos, tal
como recomienda Foucault.
Conclusiones
Según se concluye del análisis de las
dos primeras obras de Banville, se puede afirmar que es a través de estrategias
narrativas, como la representación del panteísmo, la descripción del contexto
histórico, o la evolución que la astrología tiene en el pensamiento de los
personajes, y, desde una perspectiva dialéctica, el modo en que Banville
monitoriza el cambio epistemológico operado por el surgimiento de la episteme
de la similitud, y el posterior cambio a lo que Foucault denomina la episteme
clásica.
En todo momento el autor confía a sus
personajes la tarea de mostrar. Son ellos los que realizan disquisiciones
filosóficas en torno a la naturaleza del conocimiento científico. Son ellos los
que discuten. Esa es una estrategia puramente literaria. Esto demuestra que una
obra literaria bien trabada puede servir perfectamente para plasmar procesos
epistemológicos como estos, que han producido páginas y páginas de bibliografía
en pos de una explicación fidedigna.
Por otra parte, la naturaleza
epistemológica de la historia, incluida la de la ciencia, presenta la
incapacidad para alcanzar una contrastación empírica idónea. De este modo, las limitaciones que supone el archivo a la
hora de elaborar el discurso histórico, quedan reflejadas al inicio de la
tercera entrega de la trilogía. Ese intento frustrado por conseguir un discurso
historiográfico condiciona por completo el debate en torno al innatismo, que es
el mensaje que se esconde detrás del argumento de The Newton Letter.
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Para citar este artículo / To reference this article /
Para citar este artigo Gámez Perez, Carlos y Juan Francisco Campo Echevarría.
“La trilogía científica de John Banville: un mapeado del cambio de episteme a
través de la literatura”. Humanidades: revista de la Universidad de
Montevideo, nº 6 (2019): 245-264.
Carlos Gámez Pérez es responsable
intelectual del 67% del trabajo que fundamenta la investigación de este estudio
y Juan Francisco Campo Echevarría del 33% restante.
[1] Las tres obras tienen traducción en castellano, pero a la hora de citarlas, aquí se utilizará su versión en inglés para evitar erróneas interpretaciones.
[2] Este escrito se inscribe en el proyecto de la Càtedra del Dr. Bofill de Ciències y Humanitats, adscrita a la Universitat de Girona.
[3] Que este sea un proceso histórico complejo y para nada lineal (Westman), no implica que no incluya un cambio en la epistemología occidental del período, que es lo que verdaderamente interesa en este artículo, junto con la naturaleza de la investigación historiográfica.
[4] Carlos Gámez, Las ciencias y las letras (Vigo: Editorial Academia del Hispanismo, 2018), 15-16.
[5] Ver: George Yúdice, The expediency of culture (Durham & London: Duke UP, 2003), 30.
[6] Michel Foucault, Las palabras y las cosas (Buenos Aires: Siglo XXI, 1968), 26.
[7] Thomas S. Kuhn, The structure of scientific revolutions (Chicago: University of Chicago Press, 1970), 10.
[8] Foucault, Las palabras y las cosas, 166.
[9] Foucault, Las palabras y las cosas, 260.
[10] Michel Foucault, La arqueología del saber (Buenos Aires: Siglo XXI editores, 1979), 3-29.
[11] Foucault, La arqueología del saber, 10.
[12] Foucault, La arqueología del saber, 11.
[13] Foucault, La arqueología del saber, 13.
[14] Foucault, La arqueología del saber, 15.
[15] Foucault, La arqueología del saber, 17.
[16] Premio Booker con The sea (2005), del que fue finalista con The Book of Evidence (1989), y la del premio Franz Kafka en 2011 al conjunto de su obra.
[17] Françoise Canon-Roger. «L’oeuvre de John Banville: une révolution de l’intérieur», Études irlandaises, Hors-Série (1996), 27.
[18] Mark O’Donell habla de una narrativa narcisista: John Banville’s narcissistic fictions: the spectral self (Basingstoke: Palgrave Macmillan, 2013).
[19] Canon-Roger. “L’oeuvre de John Banville : une révolution de l’intérieur”, 30.
[20] Joakim Wrethed. Oases of air: A phenomenological study of John Banville’s science tetralogy. (Stockholm: Stockholm University, 2006), 13 y 17.
[21] John Banville, The Newton letter (Londres: Picador, 1999), 58.
[22] Foucault, Las palabras y las cosas; Kuhn, The Structure of Scientific Revolutions; Timothy Reiss, The discourse of modernism (Ithaca: Cornell UP, 1982).
[23] Marsilio Ficino, Three books on life (Tempe: Arizona Center for Medieval and Reinassance Studies, 2002), 37.
[24] John Banville, Doctor Copernicus (Londres: Picador, 1976), 15. El autor comete otro error histórico cuando menciona el maíz que el niño Nicolás contempla en el almacén de su padre (17), y al que aún no le ha dado tiempo de llegar desde el Nuevo Continente, pues cabe recordar que Copérnico nació en 1473.
[25] Robert S. Westman, “The astronomer’s role in the sixteenth-century: a preliminary survey”, History of Science 18 (1980): 127-133.
[26] Banville, Doctor Copernicus, 1.
[27] Banville, Doctor Copernicus, 59.
[28] Banville, Kepler, 214.
[29] Banville, Kepler, 170-171.
[30] Banville, Doctor Copernicus, 34.
[31] Banville, Doctor Copernicus, 72.
[32] Banville, Kepler, 82.
[33] Banville, Kepler, 79.
[34] Foucault, Las palabras y las cosas, 26-32.
[35] Dedre Gentner, Sarah Brem, Ron Ferguson, Philip Wolff, Arthur B. Markman y Ken Borfus. “Analogy and Creativity in the Works of Johannes Kepler”, en Creative thought: an investigation of conceptual structures and processes (Washington, D.C.: American Psychological Association, 1997).
[36] Gentner et al. “Analogy and creativity in the works of Johannes Kepler”, 438-9.
[37] Banville, Kepler, 47-48.
[38] Con posterioridad, en el texto de Gentner et al., se muestra como Kepler pasa a utilizar analogías y argumentos de corte mecanicista para considerar el tiempo y el movimiento, frente a los más neoplatónicos que utiliza al principio. “Analogy and creativity in the works of Johannes Kepler”, 421.
[39] Banville, Doctor Copernicus, 69.
[40] Banville, Doctor Copernicus, 213.
[41] Banville, Doctor Copernicus, 105.
[42] Banville, Doctor Copernicus, 274-276.
[43] Banville, Doctor Copernicus, 243-244.
[44] Westman, “The astronomer’s role in the sixteenth-century: A preliminary survey”, 131.
[45] Banville, Doctor Copernicus, 206.
[46] Banville, Kepler, 173-174.
[47] Banville, Kepler, 178-180.
[48] Banville, Kepler, 219-221.
[49] Banville, Kepler, 42-43.
[50] Dado el trabajo de investigación histórica que realiza Banville mediante el uso de biografías de historia de la ciencia, cabe pensar que buena parte de esas cartas son originales.
[51] Banville, Kepler, 214.
[52] Este proceso se realiza en un entorno cortesano complejo, donde los científicos compiten entre ellos en busca del favor de los nobles o, en este caso, del emperador, lo que construye rivalidades, como la que Kepler desarrolla con Brahe.
[53] Banville, Kepler, 132.
[54] Banville, Kepler, 220-221.
[55] Banville, Kepler, 210.
[56] Banville, Kepler, 79.
[57] Banville, Kepler, 117.
[58] Banville, The Newton letter, 1.
[59] Banville, The Newton letter, 1.
[60] Banville, The Newton letter, 11.
[61] Banville, The Newton letter, 31.
[62] Arthur Rupert Hall, Newton versus Leibniz: from Geometry to Metaphysics (Cambridge: Cambridge UP, 2004), 431.
[63] Yves Ch. Zarka, La décision métaphisique de Hobbes. Conditions de la politique (Paris: Vrin, 1997).
[64] Isaac Newton, The principia, mathematical principles of natural Philosophy (Berkeley: University of California Press, 1999), 408.
[65] Banville, The Newton letter, 10.
[66] Betty J. T..Dobbs, Essays on the context, nature, and influence of Isaac Newton’s Theology (Dordrecht: Kluwer Academic, 1990), 75-102.
[67] Newton, The principia, mathematical principles of natural Philosophy, 943.
[68] Banville, The Newton letter, 30.