doi: https://doi.org/10.25185/6.11
Reseña
Amelia Gamoneda y Francisco González, eds., Idea súbita. Ensayos sobre epifanía creativa. Madrid, Abada, 2018, 267 pp.
Laura Isabel García Sánchez1
ORCID iD: https://orcid.org/0000-0003-0646-866X
1 Universidad de Salamanca
Recibido: 01/04/2019 - Aceptado: 24/04/2019
El ser humano, siempre en busca de
respuestas a los interrogantes que manan de su existencia, se topa con la
dificultad de definir y demostrar empíricamente el fenómeno por el cual
encuentra las respuestas a esas preguntas, el momento de epifanía, de aparición
súbita de una idea. ¿Cómo ocurre este fenómeno? Frecuentemente tendemos a pensar el
discurrir de la conciencia como un movimiento temporal, pero ¿es posible teorizar
sobre un instante que forma parte de este discurrir, teniendo en cuenta los
propios problemas que ofrece la conceptualización del tiempo? ¿Es posible describir cómo el cerebro crea,
clasifica y expande un mundo desde sí mismo? ¿Podemos dar con la génesis de su propia
actividad? A la luz de estas y otras posibles preguntas, la propuesta
teórica de Idea súbita: ensayos sobre epifanía creativa parece tener una
perspectiva ecuménica. Este tomo, coordinado por Amelia Gamoneda y Francisco
González y editado por Abada, contiene diez ensayos que arrojan luz -y
creatividad propia- a un terreno farragoso en el que interseccionan disciplinas
como la epistemología, las matemáticas, la neurociencia, las ciencias
cognitivas, teorías de la estética del arte, literatura, lingüística y
semiótica. Además, constituye la tercera de una serie de publicaciones
dirigidas por Amelia Gamoneda y dedicadas a la exploración de la frontera entre
ciencias y arte, específicamente, entre ciencias cognitivas y literatura. Así
son Metáfora y ciencia: cuando dos y dos no son cuatro, publicado por
Revista de Occidente (2015) y Espectro de la analogía: literatura y ciencia,
por Abada (2016). Una lectura previa de estas publicaciones resulta
especialmente recomendada con respecto a las implicaciones de los fenómenos
como la metáfora y la analogía, claves para abordar el fenómeno epifánico en Idea súbita.
Los diversos
abordajes del tema contenidos en la obra ofrecen una panorámica enriquecedora y
en ocasiones sorprendente. Mientras que la mayoría de los capítulos inciden
recurrentemente en la investigación científica y la creación literaria, el
lector atento no tardará en generar sus propios eurekas al encontrar
puntos de contacto (analogías) con otras disciplinas en las que haya
experimentado cierta “euforia” ante un hallazgo o durante un momento de
creatividad. Esta emoción es la misma de la que hablaban los poetas del
Romanticismo cuando se sentían poseídos por la musa, explicación que Platón
trató de dar ante un fenómeno de difícil explicación en aquella época. Así
pues, lo que probablemente mantenga al investigador o creador a la zaga de su
tortuoso trabajo es el adictivo mecanismo de recompensa que se produce al
hallazgo de una novedad. Este brote de alegría parece también subyacer a otros
contextos: desde las novelas de enigma y policíacas hasta los mecanismos de
tensión y resolución en la música, piedra angular de la improvisación de jazz.
Es este mecanismo el motor del hallazgo, como apunta Germán Sierra en Un
ensordecedor crepitar de eurekas. Teniendo en cuenta los engranajes de
emotividad que se activan en tal instante, no
sorprende que tradicionalmente la literatura y la religión le atribuyeran
cierta cualidad mística, denominándolo
epifanía o iluminación. De la distinción terminológica del
hallazgo se ocupa el artículo de Gamoneda, Eureka y epifanía. Diluciones
cognitivas y poéticas. Sin embargo, el proceso previo a este punto es el
mismo: un trabajo subliminal del cerebro, estimulado por las horas de estudio,
de absorción de información y rompecabezas.
Más difícil de
clarificar parece el concepto de subconsciente, que aparece en los respectivos
capítulos de Dahan Gaida y Javier Moreno (El efecto “eureka” en la ciencia y
la literatura y La metáfora como acontecimiento). Ambos apuntan a
que el momento eureka parece producirse en el paso de la idea al
consciente que ha ido gestándose en el subconsciente. Arthur Koestler, a
propósito de esto, apuntó que parece estar a medio camino entre el sueño y la
vigilia. Sin embargo, hay un proceso previo que Poincaré ya trató de definir en
1908, planteando un modelo de cuatro fases constitutivas del proceso creativo.
A pesar de la relativa oscuridad en la que nos encontramos con respecto a la
comprensión de lo subconsciente, no resultaría tan extraño plantear la
posibilidad de la existencia de un trabajo mental que sucede en segundo plano,
del mismo modo que la circulación, la digestión y otros muchos procesos
biológicos se producen de manera autónoma sin que nuestra voluntad o conciencia
medie en ellos. Este trabajo subliminal podría ser comparable a una especie de
“inteligencia” ya “programada” -sin que esto nos remita a términos similares
usados desde la pseudociencia-, que nos mantendría vivos y que, por qué no,
generaría también las posibles soluciones a interrogantes que hemos estado
tratando de encontrar de manera infructuosa a través de mecanismos conscientes.
Esta “programación” nos lleva también a hablar de la intuición que, para
Poincaré, es “el verdadero instrumento de la invención”, según explica
Dahan-Gaida. La relación entre lo verdadero y lo bello (es decir, la dimensión
estética) es el criterio de veracidad en las matemáticas. A propósito,
Francisco González Fernández explica en El universo en una taza de té
que Poincaré creía que estas “no pueden alcanzar las cosas, sino únicamente las
relaciones entre cosas”. Sin embargo, el crítico aprovecha las teorías de
Poincaré para reflexionar acerca del poder de la evocación y la filosofía
oriental, por medio del más que conocido pasaje del té y la magdalena de En
busca del tiempo perdido de Proust. Pedro Serra, por su parte, en Aesthesis
de la subitaneidad moderna: Bohrer y la elusión de la referencia metafísica,
realiza una reflexión de lo súbito desde una perspectiva estética. La
“subitaneidad”, en este caso, se referiría a lo instantáneo, como las
“epifanías” de la literatura de James Joyce o los “momentos del ser” de
Virginia Woolf. Literatura que “media un súbito contacto sensible con el mundo”,
concomitante a la función relacional de las matemáticas de Poincaré. Desde
luego, parece tratarse de dos lenguajes con ciertas similitudes. Javier Moreno,
en su artículo La metáfora como acontecimiento, también ofrece una
visión del fenómeno desde la matemática. La teoría de conjuntos le sirve de
herramienta para explorar el concepto central de analogía. También explica lo
que diferencia la analogía de la metáfora, para abogando finalmente por una
visión de esta última como “un acontecimiento histórico”, no un “suceso
ontológico”.
Sin embargo, si hay
algo que caracteriza al hallazgo, no es solo la inmediatez de su llegada, súbita, sino su modo, “por accidente”, de forma
inesperada: la serendipia. Este término, que ha
ido cobrando reciente
popularidad en la lengua española, ya existía en el inglés desde que el londinense Horace Walpole
lo acuñara en el siglo XVII. Sylvie Catellin dedica su artículo La
serendipia, motor del descubrimiento a la exploración de este concepto. Al
plantearse cuál es la causa del descubrimiento, a menudo se suele apuntar al
azar, siendo en realidad esta una elección terminológica que encubre u oscurece
el verdadero proceso de serendipia. Ligado a ella está el concepto de abducción, introducido por
Pierce y vinculado también con la emergencia -lo que emerge. Es
el proceso dialéctico contrario a la deducción: un “flash” o una “fuerza
inconsciente” que da lugar a la hipótesis. Mirko Lampis, en su capítulo sobre Creatividad,
cultura y lógica abductiva, aporta una mirada semiótica del acto creativo y
no tanto del proceso mental previo, postulando cómo la razón abductiva actúa
seleccionando “las hipótesis que mejor explican las conclusiones y casos
conocidos”. Semiótica es traducción (recordemos a Eco), y en este sentido, la
inspiración supone un paso de “la intraductibilidad a la traductibilidad”.
Por último, Carlos
López de Silanes intenta abordar el concepto de mente en su relación con
respecto a lo corporal y al mundo en Negro sobre blanco. Intuición y
epifanía en los signos. El conocimiento de la realidad, que nos llega “de
manera empírica, de abajo a arriba”, se plasma en nuestro sistema inmune “tras
exponerse a la infinidad de antígenos” que se han dado en el ser humano y se
sistematiza en el lenguaje, lo que, a su juicio, indica un origen filogenético
del mismo. El lenguaje es conocimiento, por tanto, y un reflejo de esa “materia
oscura” que es la realidad y el pensamiento.
No podemos hablar
de la cognición humana sin referirnos en algún momento a la realidad
aprehensible y a las disciplinas más elementales que tratan de explicarla. Así
pues, es el carácter interdisciplinar -en opinión de Sylvie Catellin- lo
fundamental para que la serendipia haga avanzar el estudio de la
cognición humana, del mismo modo que lo es la crítica del propio conocimiento (epistemocrítica).
Idea súbita podría presentarse como una lectura algo compleja para
aquellos no familiarizados con la variedad de su abanico conceptual y
relacional. Esto, lejos de ser una advertencia, representa una viva invitación
al lector a dejarse ser inspirado e indagar en un campo de estudio prometedor
que va cobrando más y más importancia en el avance de las Humanidades.