doi: https://doi.org/10.25185/6.14
Entrevista
Aprender en la incertidumbre: entrevista a Gilles Cyr
Víctor Bermúdez1
ORCID iD: https://orcid.org/0000-0002-9548-7290
1
Christian-Albrects-Universität zu Kiel
victobermudez@romanistik.uni-kiel.de
Recibido: 06/07/2018 - Aceptado: 17/03/2019
Víctor Bermúdez. – Antes de acercarse a la ciencia por vía de la poesía, usted
escribió un artículo sobre las relaciones entre literatura y ciencia. Una
mirada ensayística (o incluso filosófica) precedió su exploración literaria:
¿cómo nació su interés por esta tensión ciencia-poesía?
Gilles Cyr.– Hacia 1967, me empecé a interesar por la lingüística y la
semiótica. Recuerdo haber leído Messages et signaux, de Luis Jorge Prieto. Creo que pasé
un verano en eso. En 1969, fue La pensée scientifique moderne, de Jean Ullmo, Littérature et science, de Aldous
Huxley, The Two Cultures and the Scientific Revolution, de Charles Percy
Snow… Quebec vivía entonces un período de literatura comprometida, y yo
salía con algunos escritores que se movían cómodamente en esa dirección, pero
ya veía que yo no iba a seguirlos por este camino. Mis lecturas indican estaba
buscando algo distinto.
V. B. – En
su obra Poétique du
regard : littérature, perception, identité
Pierre Ouellet señala que la ciencia y la
filosofía piensan con conceptos, y que la música y la pintura, por su
parte, operan con perceptos, mientras que la literatura, que es a la vez
arte y conocimiento, combina ambos. ¿Cómo se manifiesta la tensión de estos dos
elementos del lenguaje en su práctica poética?
G. C. – Al apartarme de una cierta poesía (militante, enamorada, etc.)
donde me parece dominar la noción de tiempo, de historia, tuve que ir hacia
otra cosa. Más o menos claramente,
he querido recurrir a elementos más concretos: lo que se da en el espacio geográfico, en el
espacio humano, en el espacio de los objetos. Pero la lengua no es un calco, no remite a la percepción
inmediata. Lo que hace el arte es el punto de vista reflexivo. El texto
literario es resultado de una elaboración. Como en ciencia, su saber se
construye. Y dimensión reflexiva y potencial crítico van de la mano. Si tomo
prestados diversos campos científicos y técnicos es para desarrollar un punto
de vista personal. Tanto lo literario como lo científico rompen con una
tradición anterior. ¿Tiene lo literario mayor libertad de invención? Sin duda
practica más a menudo la ironía, en diálogo ante todo consigo mismo.
V. B. –
En su trabajo poético, cuando se encuentran transferencias conceptuales de la
ciencia, es necesario que funcionen como obra literaria, es preciso que
adquieran valores poéticos. ¿Cómo toma forma para usted? ¿Es el poema lo que
alcanza el concepto científico? ¿Pide el poema este tipo de conocimiento? O
bien, ¿es la ciencia la que se expresa a través del poema? ¿En qué dirección se
orienta su creación?
G. C. – No es la ciencia la que se expresa como poema o se convierte en
poema. Soy yo quien escribe sobre objetos, acontecimientos o personas. Intento
cosas pequeñas, como esa. Después, releyendo, elijo algunas palabras que me
interesan más que otras. Reescribo. Y cuando consigo un fragmento, me pregunto
cómo continuar. Miro en mis papeles. Se trata de obtener simultáneamente la
frase y el verso. Así que trabajo a partir de borradores, a veces simples
listas de palabras. Estas carpetas son un poco cajón de sastre. Las dejo
reposar un tiempo. Y un día, vuelvo a empezar. Trato de hacerlo mejor, de ser
más preciso al formular. Cuando una revista me pide poemas inéditos, reinvierto
las páginas más avanzadas, y tomo pasajes. A veces surge una pequeña secuela. El
vocabulario y las nociones de las ciencias y de las técnicas amplían el campo
de posibilidades.
V. B. –
¿Cómo intervienen las nociones científicas en su proceso?
G. C. – Te doy un ejemplo. Yo no tengo el tropismo acuático, y hasta
ahora no había abordado el tema del agua. En 1999 pasé un verano a orillas del
río Saint-Laurent, en Charlevoix. Era la ocasión de ver si podía escribir sobre ello. ¿Qué es el
agua? O, mejor dicho, ¿qué hace el agua? Mi investigación me llevó a un libro
de Marcel Nordon, en el que el autor narra la historia del uso del agua desde
la antigüedad, especialmente en lo que respecta a la elevación en las norias.
Leí atentamente, subrayé, tomé prestado. Los documentos científicos me enseñan
muchas cosas, y algunos pasajes pueden ser muy bellos. Sin embargo, a partir
del momento en que aíslo un fragmento, adquiere un nuevo valor. Insertado en
mis palabras, se convierte en mi texto. A partir de ese momento, ¿contendrá mi
poema nuevas dimensiones especulativas? Eso es lo que, aquí y allá, tal vez no
me disguste.
V. B. – ¿El
científico y el poeta tienden hacia el universo para encontrar o más
bien para crear algo? ¿Ve usted alguna diferencia clara entre la investigación
científica y la creación artística o literaria?
G. C. – Son dos mundos muy diferentes. Un astrofísico no tiene el mismo
día de trabajo que yo. Algunos científicos están muy interesados en la
literatura, y lo contrario también es cierto, pero cada uno hace su trabajo. En
los últimos años he leído a Georges Charpak, Premio Nobel de Física, que es un
investigador y un hombre maravilloso. Recuerdo un episodio en particular. En
uno de sus libros, menciona a los ceramistas de Mesopotamia, que hacían grandes
jarras haciendo girar el torno con sus pies. Él supone
que en los surcos dejados sobre estos jarrones, los sonidos que rodearon al
artesano en su taller deberían estar inscritos, y que quizás algún día la
ciencia nos permita percibirlos. Recientemente, en California, algunos
investigadores han descifrado una grabación hecha en cera en el siglo XIX.
Antes, no sólo se oía ruido. Ahora, con ayuda de nuevos instrumentos, se ha
logrado captar lo que se había dicho. El locutor era el inventor del teléfono.
Al final de la grabación, firma, en cierto modo, pronunciando lenta y
claramente su nombre: Alexander Graham Bell.
V. B. – La ciencia formula, la poesía sugiere...
Pero ambas, con sus distintas estrategias, ofrecen respuestas al individuo.
¿Comparten ambas un impulso común?
G. C. – Sin un verdadero compromiso, no se llega muy lejos. Es sabido
que los investigadores pueden dedicar su vida a un problema. Newton, a quien se
le preguntaba cómo había encontrado la ley de la gravitación universal,
respondió: «Pensando siempre en ello». La ciencia,
cada vez más especializada, aspira al conocimiento objetivo. Ante sus trabajos
y sus resultados, el común de los mortales puede perderse rápidamente. En
literatura es diferente. «La literatura, por el contrario, se basa en
experiencias subjetivas ampliamente compartidas; forma parte de las relaciones
ordinarias de la humanidad, implica una vasta comunicación» (Paul Bénichou). El
trabajo del escritor, diría yo, coincide con el del científico en algunos
puntos, entre ellos este: también él practica experiencias, que serán
«experiencias de pensamiento». Lo vemos ya en el mundo tradicional, entre otros
en el narrador de cuentos Jacob Nibénegenesabe (Manitoba), que ama más que nada
«crear cosas en pensamiento» (Howard A. Norman). La humanidad necesita la
seriedad de la ciencia y la ligereza de la literatura.
V. B. – Parecería,
en cualquier caso, los científicos tienen pasión, y los poetas tienen
metodologías, protocolos también...
G. C. – Sí, seguro. Acabas de usar la palabra protocolo.
Mi pareja, Renée Lavaillante, ha participado recientemente, en el Museo
Nacional de Bellas Artes de Quebec, en una exposición en torno al «arte del
protocolo». El comisario ha seleccionado a artistas que se ponen a prueba.
¿Existen artistas que se levantan por la mañana diciéndose: «hoy estoy inspirado»?
Más bien dirán, creo yo: «voy a hacer esto de tal manera, probando tal dificultad, etc.». Es un largo
trabajo. Mi regla sigue siendo la que me di a mí mismo al
principio: ir hacia otra cosa que no fuera lo que leía a mi alrededor. Pensé
que tenía que ver a otros poetas de aquí y de allá, examinar su manera, luego
empezar, y continuar.
V. B. – Así
que los límites hacen que la intuición trabaje un poco, ¿no?
G. C. –
Las demarcaciones canalizan, estrechan. No es demasiado difícil ir al discurso
con generalidades, con palabras abstractas. Trabajo en el campo del lenguaje.
Sin olvidar que no es tangible, me gusta evocar realidades concretas. Una
manzana es material, pero no tengo la manzana en la mano. Por otra parte, los
límites en ciencia y los límites en literatura no tienen las mismas
implicaciones. Ai Qing lo ha expresado con agrado: «Un error del 1,3 % en la
fabricación de la envoltura de un explosivo puede ser terrible, mientras que en
el ámbito artístico ya no se cuentan los perros que originalmente se creían
gatos».
V. B. – Cada
una a su manera, ciencia y poesía se enfrentan a la incertidumbre, al azar
y a lo inasible. ¿Cuáles son, desde su punto de vista, las similitudes y
las diferencias entre la postura del poeta y la del científico en relación con
estos fenómenos?
G. C.
– Las propuestas del científico, como la del poeta, son construcciones
intelectuales. Movilizan conocimientos. En ambos casos, no se trata de
aprehender la realidad, sino de comprenderla. Los científicos intentan ir a
otro lugar o más lejos que sus predecesores. Sus hipótesis serán confirmadas o
anuladas. La ciencia es a menudo contra-intuitiva. Desarma el sentido común.
Los poetas intentan hacer que la lengua cotidiana hable de otra manera, y las
historias que la humanidad se cuenta a sí misma. La poesía se disuelve e
inventa. Tiene una dimensión crítica, una gran parte de libertad. Sin fijeza,
sin permanencia. Se abre por todas partes el espacio de la metamorfosis. «Cada
vez que el mundo se dice de una manera un poco diferente (ya sea por la ciencia
o por las artes), se transforma» (Claude Simon).
Bibliografía
Ai, Qing, « De
la poésie », « Du poète », traducido del
chino por Chantal Chen-Andro, Wang Zaiyuan et Laurent Ballouhey. Paris: Centre
de Recherche de l’Université de Paris VIII, 1982, p. 53.
Bénichou, Paul, dans Marc Fumaroli y
Tzvetan Todorov (dir.), Mélanges sur l’oeuvre de Paul Bénichou. Paris:
Gallimard, 1995, p. 172.
Huxley, Aldous. Littérature
et science, traducido del inglés por Jacques B. Hess. Paris: Plon, 1966.
Lamarche, Bernard. Les matins
infidèles, l’art du protocole. Québec: Musée National des Beaux-Arts du
Québec, 2013.
Nordon, Marcel. Histoire de
l’hydraulique, 1, L’eau conquise, les origines et le monde antique. Paris:
Masson, 1991.
Nordon, Marcel. Histoire de
l’hydraulique, 2, L’eau démontrée, du Moyen Âge à nos jours, Paris: Masson, 1992.
Norman, Howard A. L’Os à voeux,
poèmes narratifs des Indiens crees des marais, traducido del inglés por
Laurent S. Munnich. Paris: Les Presses d’Aujourd’hui, 1982, p. 33.
Ouellet, Pierre. Poétique du regard : littérature, perception,
identité. Sillery,
Septentrion/Limoges : Presses Universitaires
de Limoges, 2000, p 7.
Prieto, Luis Jorge. Messages et signaux. Paris :
Presses Universitaires de France, 1966.
Simon, Claude, lettre à Jérôme Lindon
du 14 décembre 1980, cité par Mireille Calle-Gruber, Claude Simon, une vie à
écrire, Paris, Seuil, 2011, p. 345.
Snow, Charles Percy. The Two
Cultures and the Scientific Revolution. New York: Cambridge University
Press, 1959.
Ullmo, Jean. La pensée
scientifique moderne. Paris: Flammarion, 1958.
Para citar este artículo / To
reference this article / Para citar este artigo Cyr, Gilles. “Aprender en la
incertidumbre: entrevista a Gilles Cyr”. Entrevista por Víctor Bermúdez. Humanidades: revista de la Universidad de
Montevideo, nº 6 (2019): 283-288
Gilles Cyr nació en Gaspésie (Québec) en
1940. Entre los títulos de su obra destacan Sol inapparent (1978), Diminution
d’une pièce (1983), Andromède attendra (1991), Songe que je bouge (1994) y
Fruits et frontières (2006). Ha recibido el Prix du Gouverneur général (1992),
la Bourse d’Écriture Gabrielle-Roy (1999), el Prix de l’Institut Coréen de
traducción literaria, con Han Daekyun (2001) y el Prix Arthur-Buies (2010). Voz
discreta, reservada, hecha de trazos contenidos, la escritura cyreana
revitaliza un paisaje concreto pero compartimentado desde el cuerpo, sugerido
apenas en bosquejos perceptivos que los sentidos articulan. En su obra el
conocimiento se manifiesta por la inscripción de elementos epistémicos, así
como por la exploración de los sentidos del individuo en el espacio.
Esta
entrevista se realizó con el apoyo del centro FIGURA – Centre de recherche
sur le texte et l’imaginaire (Université du Québec à Montréal) y del Dr.
Marc-André Brouillette, especialista en la obra de Gilles Cyr. El poeta tuvo la
amabilidad de acoger esta entrevista en su casa, así como de permitirme
trabajar en su archivo personal durante los meses de marzo y abril de 2015.