doi: https://doi.org/10.25185/8.11
Entrevista
La literatura nos enseña a leer el mundo: entrevista a Ruth Fine
María Elena Ruibal1
ORCID id: https://orcid.org/0000-0003-2367-0931
1Universidad de Montevideo, Uruguay mruibal@correo.um.edu.uy
Recibido: 24/04/2019 - Aceptado: 06/05/2020
Ruth Fine estudió
Letras en la Universidad de Buenos Aires, Argentina, y es doctora en literatura
española e hispanoamericana por la Universidad Hebrea de Jerusalem, donde se
desempeña como catedrática en el Departamento de Estudios Románicos y
Latinoamericanos. Fue Directora del Instituto de Humanidades Generales y del
Foro Europeo. Se especializa en narrativa del Siglo de Oro español, con énfasis
en la obra de Cervantes.
Ha publicado
numerosos artículos y libros, entre ellos “Una lectura semiótico narratológica
del Quijote” (2006); “Cervantes y las religiones” (en colaboración con S. López
Navia, 2008); “La Biblia en la literatura del Siglo de Oro” (en colaboración
con I. Arellano, 2010); “La fe en el universo literario de Jorge Luis Borges”
(en colaboración con D. Blaustein, 2012); “Lo converso: orden imaginario y
realidad en la cultura española (siglos XIV-XVII)” (en colaboración con M.
Guillemont y J. D. Vila, 2013); “Recreaciones bíblicas
Elena Ruibal (E.R.):
El debate por la utilidad de las humanidades no es nuevo, pero últimamente ha
surgido la idea de “fecundidad” de las humanidades, tomando distancia del
sentido de la palabra “utilidad”, ¿qué alcance le das a esta nueva expresión
desde tu experiencia como académica e hispanista en Israel?
Ruth Fine (R.F.): Creo que
este nuevo concepto de fecundidad es muy atinado. En realidad, hablar de la utilidad de las
humanidades, en el sentido que se da hoy a las competencias que se materializan
en un resultado práctico y profesional, es una injusticia respecto de las
humanidades. Las humanidades, como lo dice su propia definición, ante todo,
apuntan a la creación humana y a lo que también nos hace más humanos y, por lo
tanto, su aplicación es fecunda en cuanto es relevante para múltiples
disciplinas y múltiples áreas de conocimiento. Las humanidades complementan y
son necesarias. Son necesarias porque requerimos de pensamiento crítico, de la
reflexión, de la posibilidad y de la aptitud para saber leer. Leer es leer los
textos, pero también es saber leer el mundo. Todo ello es necesario, yo diría
que es indispensable para todas las áreas. De modo que, así como en el pasado
hablábamos de las artes liberales -era impensable dedicarse, por ejemplo, al
derecho, sin conocer la retórica o sin conocer el latín, aun sin ser filólogo-,
creo que esta misma necesidad de las humanidades tienen hoy la mayoría de las
otras profesiones. Porque el pensamiento crítico es siempre fecundo, por esta
razón sigue siendo necesario hoy y creo que estamos tomando conciencia de ello.
Ya casi es un lugar común decir que empresas como IBM piden la participación de
filósofos en su trabajo y esto no es casual. De modo que sí, el concepto de
fecundidad es relevante. Y es muy relevante también en el país en el que yo
resido, Israel (mi segunda nacionalidad es la israelí). En este país, como es sabido, hay un enorme desarrollo
tecnológico y científico. Las ciencias duras son muy fuertes, desde lo que
llamamos alta tecnología; no obstante, la estructura universitaria facilita y
promueve la combinación de las áreas de estudio. Es habitual encontrar a un
joven que se está desarrollando en biología que complementa sus estudios con
disciplinas como filología, literatura, filosofía o lingüística. Desde hace
años se está promoviendo el diálogo entre las distintas áreas desde la misma
estructura universitaria. Creo que este es un sistema muy exitoso y también
necesario. Sus resultados positivos se están viendo en todo sentido. Un ejemplo
fácil de comprender y de carácter práctico es el que ofrece nuestra
universidad, que ha desarrollado un sistema muy sofisticado para el aprendizaje
del hebreo bíblico. Esta tarea, al tiempo que precisa de especialistas en
computación, requiere de filólogos bíblicos. De esta manera se hace patente el
diálogo necesario entre las dos áreas; de modo que sí, puedo decir que la
fecundidad de las humanidades en el diálogo con la ciencia y la tecnología es
algo de lo que somos testigos a diario en Israel, y esto es muy positivo.
E.R.: En el contexto de tu experiencia como
académica e hispanista en Israel ¿qué dice Cervantes a los hombres y
mujeres de hoy?
R.F.: Bueno,
hay dos partes en esta pregunta; comienzo por la primera. Yo me formé en la
Universidad de Buenos Aires, en Letras. Cuando terminé mi licenciatura, al
pensar en hacer mi doctorado, busqué un sitio donde hubiera un buen
departamento de literatura. Sabía que en Israel existía. Esto puede parecer
sorprendente, Israel en realidad es un caso particular en el contexto de los
hispanismos periféricos, es ilustrativo y dice bastante del hispanismo
periférico en general. Así que me voy a referir a los dos temas. ¿Por qué el hispanismo es tan importante en Israel? Ante todo
por la herencia sefardí. El hispanismo en Israel es un hispanismo viejo y nuevo
al mismo tiempo. Viejo, porque hay judíos en lo que se llamaba Sefarad (se cree
que desde el siglo primero de la era cristiana). Tenemos testimonios
fidedignos, desde el siglo tercero, de Sefarad en el mundo hispánico. En la
Península Ibérica se desarrolló lo que se conoce como el siglo de oro de las
letras hebreas y del pensamiento hebreo. Comenzando con Maimónides y siguiendo
con muchos otros, pensadores y escritores como Yehudá Haleví, el primer poeta
en romance. De modo que hay ya un hispanismo muy antiguo, que no desaparece
cuando los judíos deben dejar, por distintas circunstancias, la Península
Ibérica. Con la creación del Estado de Israel ese hispanismo se renueva. Una
parte de la población es de origen sefardí y en sus casas, se habla, se hablaba,
lo que se conoce como judeoespañol o ladino, que, en realidad, es un tesoro que
tiene el hispanismo dado que registra (es como tener un grabador en el siglo
XV) la posibilidad de ver y escuchar la lengua en un estadio tan temprano de su
desarrollo. Este amor por la lengua (porque es un fenómeno asombroso, que sin
duda tiene que ser llamado fruto de un amor) es también la expresión de un amor
a una cultura, a un terruño que a pesar de la expulsión no dejó de ser añorado,
querido, hacia el que se sentía nostalgia y eso se proyecta en el hispanismo
israelí. En Israel, el instituto Cervantes ha hecho hace unos años una encuesta
en la cual se demostró que un millón de israelíes sabían algo de español. Hay
dos canales de televisión íntegramente en español y programas radiales. Se
conoce la música, el baile, lo culinario y la literatura. Esta realmente es muy
conocida, tanto la de España, como de Hispanoamérica. Hay, prácticamente todas
las semanas, un texto traducido del español que está en la lista de libros más
vendidos. El Quijote es un bestseller. Creo que la última
traducción -porque han habido múltiples traducciones al hebreo-, la de
1994, va por la edición cuarenta.
E.R.: ¿Tú
trabajaste en esa edición?
R.F.: Yo
trabajé en otras traducciones, no en la del Quijote.
Cervantes está prácticamente traducido en su totalidad, salvo el Viaje del
Parnaso. Está el Persiles traducido, todas las Novelas ejemplares,
el teatro, los entremeses... Creo que hay pocas lenguas en las que Cervantes
esté tan traducido. ¿Por qué? Una explicación es la herencia sefaradí,
otra es que somos una cultura mediterránea y que la cercanía es una cercanía
cultural y geográfica. Hay también mucho turismo a España y América Latina. Y
creo que hay permanentemente un interés por esta cultura, que es un interés de
los jóvenes. Nuestro departamento, que es el único departamento de estudios
españoles y latinoamericanos que hay en Israel (pero el hispanismo se
manifiesta en todas las universidades), cuenta con unos 300 estudiantes y ya
tenemos decenas de doctores. De modo que es un hispanismo floreciente y muy
fuerte. Manifestación de ello es que el próximo congreso de la Asociación
Internacional de Hispanistas se realizará en Jerusalén. Fue elegido por estos factores, porque el
hispanismo tiene un lugar preponderante. Cuando nosotros hablamos de hispanismo
periférico, hay que tener en cuenta que cada región tiene circunstancias,
razones contextuales específicas
por las cuales se acerca al hispanismo y del modo que se acerca. Por ejemplo,
Polonia; tomemos el caso polaco. La relación de Polonia con España en los
siglos XVI-XVII era muy fuerte y eso se manifiesta especialmente en el teatro,
el teatro de Calderón, por ejemplo. Si tomamos un hispanismo como el alemán,
tenemos viajeros alemanes que llegan a España y regresan y escriben libros de
viaje. Por eso tenemos que considerar estos nexos individuales. Creo que el
hispanismo es un fenómeno singular y único dentro del estudio de la lengua
extranjera en nuestro planeta.
E.R.: Dado el
interés, ¿la
perspectiva entonces es positiva?
R.F.: Es muy
muy positiva. El crecimiento es continuo, ya estamos llegando a los 600
millones de hispanohablantes. De modo que ese es un fenómeno del que tenemos
que estar conscientes y orgullosos en todos los países hispanohablantes.
Ahora hablo de Cervantes de modo especial,
Cervantes habla al israelí a la población israelí desde un comienzo y aquí hay
factores muy interesantes. Voy a contar algo anecdótico. El primer Primer
Ministro de Israel, cuando se creó el estado de Israel en el año 1948, era David Ben-Gurión. Durante
su mandato, el gobierno se encontraba ante una situación caótica; había una
confrontación bélica muy seria y todo era muy precario. ¿Y
qué es lo que pide a su secretario, que
era Isaac Navon (sexto presidente israelí, de origen sefardí)? Le pide que le
enseñe español en el medio de este caos. ¿Por qué? Porque quería leer el Quijote. El Quijote, para
David Ben-Gurión, era la manifestación del espíritu del nuevo judío y del
israelí, aquel que salía de su biblioteca para tomar las armas y tener una
acción en el mundo. Y esto era una especie de símbolo de esta nueva era.
E.R.: De esa
“quijotada”…
R.F.:
Exactamente. Termino lo anecdótico con algo un poco risueño. Pasaron tres
meses. David Ben-Gurión, que era un hombre muy inteligente, pero no creo que
tan inteligente, dijo que ya sabía suficiente español para poder leer el Quijote.
Lo dudo pero, de todos modos, esto es algo muy interesante. David Ben-Gurión
expresa algo que ya comenzó en el siglo XIX, donde aparecen las primeras
traducciones parciales al hebreo. Llamarlas “traducciones” tal vez no sea
exacto, pero sí “recreaciones” que veían en Cervantes y en el Quijote
ese espíritu nuevo. Era una visión romántica, como hay en muchos países, pero
revela el gran interés.
La nueva traducción, la traducción al hebreo,
es una traducción difícil del Quijote porque, como tú sabes, el hebreo
no tuvo la misma evolución que otras lenguas. Si bien, nunca dejó de ser una lengua escrita y leída no
era una lengua viva. Entonces hay estadios que no tiene. Los siglos XVI y XVII
forman parte de un estadio que desapareció. Entonces la nueva traducción elige
el hebreo coloquial. Y esa es una buena elección, que lo ha hecho accesible a
un gran público.
E.R.: En países
que no forman parte del mundo hispano, ¿cómo se estudia la lengua española? ¿cuáles son las dificultades y las
perspectivas? Más allá de lo que tú nos has comentado, muy interesante, de
Israel, en tus viajes, actividades académicas por el mundo, ¿cómo lo ves?
R.F.: El
español, como lo decíamos antes, está en un verdadero boom, por razones
específicas, pero también por razones globales. El español abre las puertas de
mercados, si queremos hablar en términos de utilidad. Nos podemos comunicar
entre regiones distantes, o sea, estar en Cusco y poder entendernos también con
Málaga, y esto es percibido en el mundo. Un rol fundamental para la proyección
del español y el hispanismo es el que tiene el Instituto Cervantes, con
representación en decenas de países no hispanos donde difunde y enseña el
español.
Pero también el español se enseña en
universidades importantes de todo el mundo por el afán de internacionalización
(que es una palabra que está muy de moda). En Europa, por ejemplo, el sistema
Erasmus de intercambio de estudiantes y de profesores promueve el aprendizaje
del español. Son miles, decenas de miles de estudiantes que llegan a España y
que ya están llegando también a Hispanoamérica para poder estudiar el español.
No hay universidad en la que no se enseñe el
español de modo que su difusión es máxima y yo insisto, así como lo decía para
Israel, la excelencia de la literatura española y latinoamericana es un factor
determinante para ello.
E.R.: Como un
punto de partida, de atracción también…
R.F.:
Absolutamente. Hay doce premios Nobel de origen ibérico y latinoamericano. Y
muchísimos otros premios. En Israel, por ejemplo, el premio Jerusalén se ha
dado ya a varios latinoamericanos.
La literatura latinoamericana ha revolucionado
la novela. Recordemos la famosa frase de Milan Kundera. Cuando se hablaba de la
muerte de la novela, él
decía: “cómo es posible hablar de la muerte de la novela cuando tenemos en
nuestro anaquel Cien años de soledad”. Y esto no es retórico. Realmente,
la novela latinoamericana ha cambiado el panorama narrativo, de modo que son
muchos los factores en el mundo que atraen hacia el español.
E.R.: ¿Por
qué se afirma que con la obra de Cervantes Don Quijote de la Mancha se
inicia la modernidad de la novela, de la narrativa?
R.F.:
Cervantes inaugura la narrativa moderna fundamentalmente por tres factores.
Ante todo, el personaje. Los personajes cervantinos son personajes no solo
complejos, sino dinámicos. Recordemos que Cervantes sale de un género en el
cual ya todo estaba anticipado: la épica.
En la épica que se
manifestaba en las novelas de caballerías el personaje era un estereotipo el
personaje, un personaje heroico que sabíamos que enfrentaría una serie
inacabable de aventuras, de las que siempre saldría vencedor, y que no
cambiaría internamente como personaje. Cervantes revoluciona en ese sentido. No
solo porque los personajes van viviendo un aprendizaje, un aprendizaje que se
da gracias a su interacción, al famoso diálogo cervantino, en el que también es
un gran innovador. Otra de las razones de la modernidad consiste en que estos
personajes sorprenden. Cervantes incluye personajes que jamás han tenido
protagonismo en la épica,
como un labrador pobre. En la narrativa moderna, la caracterización de
personajes y que estos sean un eje será fundamental.
Un segundo motivo es que la novela es un
género amorfo, la novela es un género que es, en realidad, una conjunción de
géneros. Es polifónica, como señalaba también el crítico Bajtin. Y Cervantes
hace eso. En el Quijote tenemos teatro, novela -que es un género nuevo-
y épica. Tenemos,
además, la presencia de la novela de caballerías, pero también de otros
géneros, como la novela pastoril, es decir, es un diálogo entre géneros y
modalidades, y esto es la novela moderna.
E.R.: Es
polifónica y también juega, hay una intertextualidad con todo lo que conforma
la literatura de la época, ¿verdad?
R.F.:
Absolutamente. Está dialogando con todo el pasado narrativo y es realmente
polifónica e intertextual por excelencia como lo es la novela. La novela es un
género muy difícil de definir, porque en realidad no tiene definición
justamente por esta característica.
Finalmente, Cervantes inaugura la novela que
habla de sí misma, la novela auto reflexiva. Esto se hace fundamentalmente en
el segundo Quijote, en el de 1615, pero no solamente, está también
anticipado en el primer Quijote. Recordemos que el cura, en ese capítulo
sexto (la quema de los libros), habla de un autor que es Cervantes y que
promete el final o la continuación de la novela.
E.R.: Bastante bueno como escritor y que se salva
de la hoguera…
R.F.: Sí,
exactamente. Pero el segundo volumen es verdaderamente revolucionario en ese
sentido. Personajes que discuten con su autor, que lo critican, que cambian el
rumbo anticipado de la novela. Esta es verdaderamente una innovación de una
modernidad que recién será alcanzada en el siglo XX.
E.R.: En tu
labor como investigadora se destaca el interés por el tema religioso en la obra
de Cervantes, las recreaciones bíblicas cervantinas en variados matices. ¿Cómo
surge este interés tuyo?
R.F.: Bueno,
esto tiene una historia. El hecho es que por distintos motivos, y me disculpo
si digo esto, la filología a veces sufre también, como todo, de la política.
Cuando yo comencé mis estudios del Siglo de Oro, me di cuenta de que muchos de
mis colegas estaban muy interesados y eran eruditos en el mundo clásico, pero
en cierta medida habían descuidado el paradigma religioso de la época. Y los
hombres del Siglo de Oro eran hombres que vivían, como señalan distintos
críticos, sub specie religione, es decir, eran hombres imbuidos de
religión. No podemos acercarnos a los textos, entenderlos, interpretarlos, sin
interesarnos también por aquello que habían leído, visto en las imágenes,
vivido a diario como hombres de la Contrarreforma, un período en el que se dan
grandes cambios religiosos, se fija la versión de la Vulgata, etc.
Y lo que me sucedió, de modo más específico,
es que mis alumnos, que en su mayoría son israelíes y que han estudiado bien la
Biblia, identificaban momentos, pasajes, relacionaban, y eso me estimuló para
tratar de ver en dónde
estaba Cervantes leyendo también la Biblia. De ningún modo quiero decir que
Cervantes era un erudito, un teólogo de la Biblia, sino que era un hombre de su
tiempo y conocía la Biblia y la utilizaba.
De este modo, trabajé más el Antiguo
Testamento, si bien también me he referido a los Evangelios y al Nuevo
Testamento. He encontrado 300 intertextos del Antiguo Testamento y esto ha sido
para mí revelador no solo para Cervantes, sino en relación a algo que muchas
veces se dijo equivocadamente: que en el mundo católico, frente al mundo
protestante, había un desconocimiento de la Biblia y esto no es cierto. En el
teatro, esto lo vemos claramente y los hombres del Siglo de Oro vivían la
Biblia como parte de su imaginario. En el caso de Cervantes esto es patente. De
modo que creo que, y muy modestamente, a lo mejor, he estimulado a algunos
colegas o hemos dialogado para que revean estos preconceptos que, me parece,
cierran las puertas para muchas interpretaciones que son necesarias y que se
evidenciarían si podemos también leerlas desde el texto bíblico.
E.R.: En un
mundo como el de hoy, convulsionado, conmovido y tan enfrentado por la
intolerancia religiosa, ¿por qué una literatura de conversos?,
¿qué lugar tiene esta?
R.F.: A mí me
han interesado siempre los cruces. La posibilidad de ser habitantes de mundos
diferentes sin que estos mundos estén totalmente enfrentados. Un poco tal vez
por mi historia personal, porque soy judía, pero me he formado en un mundo
cristiano. Al pasar a Israel no lo he dejado, al contrario, mi hábitat
anterior, mi formación, mis estudios me han ayudado, me han abierto, no me han
cerrado. Los siglos de Cervantes han sido siglos de conversiones, de
conversiones al catolicismo, de conversiones al protestantismo, de
heterodoxias. Estos pasajes dejan su impronta y preparan lo que es la
modernidad.
No hay que verlos, a mi juicio, solamente
desde sus aspectos negativos, sino como un enriquecimiento. Conociendo los
textos bíblicos, el hebreo, etc., me interesa qué ha pasado con esta España que por un decreto, de un día para
otro, se queda sin judíos. Pero un decreto no hace desaparecer el diálogo del
que hablamos antes.
E.R.: Un
diálogo de siglos…
R.F.: Siglos,
por supuesto. Entonces me ha interesado buscar esto. Creo que en la literatura
de conversos se expresa maravillosamente este sincretismo. Muchas veces el
conflicto, pero el conflicto es positivo. Me importa recuperar esas voces, esas
voces que no están en los textos históricos, no están en los archivos
inquisitoriales, pero sí están en esto maravilloso que es la literatura. La
literatura, como he dicho al principio, que nos enseña a leer y leer el mundo.
Entonces, en esta literatura de conversos, creo que está la impronta de todos
estos procesos históricos, de estos cambios religiosos, de estos cambios
individuales, de esta entrada a la modernidad.
E.R.: Entre las
variadas líneas de investigación y estudio sobre las obras de Cervantes se han
destacado aquellas sobre la influencia de Erasmo, sobre su posible heterodoxia,
sobre sus antecedentes de conversos, sus antecedentes familiares. ¿Cuál
es tu idea, tu posición, respecto a estos temas?
R.F.: Ante
todo, creo que hay que ser cuidadosos. Esto es un tema de debate y, muchas
veces, un debate acalorado. En relación con el origen converso de Cervantes, no
tenemos ninguna prueba fehaciente; es posible, pero también podemos decir no,
no era así. Y yo puedo enumerarte distintos datos que demuestran una cosa y
demuestran otra. Es cierto que los datos biográficos de Cervantes son escasos.
Lo que tenemos son sus textos. Creo que es aventurado hablar del erasmismo de
Cervantes cuando Cervantes recibe su formación y realmente era una formación
tal vez no institucionalizada no ordenada pero asombrosa. Era realmente un
hombre que había leído muchísimo y Erasmo era una lectura posible. No era una
gran influencia en España, pero tal vez sus ecos…
Hay que ser cauteloso. Yo creo que Cervantes
era, como dice Borges: “tolerante en un siglo de intolerantes”. Y creo que es
así. ¿A qué ideología se debe esta tolerancia? No lo sé y creo que es menos
importante. Creo que en sus textos se revela el afán de convocar, como decía
hace un momento, distintas voces, rescatar una polifonía. Su posición es muy
interesante y muy ambigua, por ejemplo, respecto de la minoría morisca. Y no
solamente de las minorías religiosas, también de las minorías sociales. Si se
observa la relación de don Quijote con Sancho (“Sancho, amigo mío”), se revela
una familiaridad frente al que está en un estrato social menor. Cervantes era,
sin duda, un hombre interesado por los otros, por los menos favorecidos, lo que
incluye, también a la mujer. Tiene una visión humana mucho más rica y de allí,
su actualidad, la modernidad también de su literatura.
Por eso puede decir tanto aún, en una época en
que seguimos siendo intolerantes. Pero esto no significa que haya sido un
heterodoxo o alguien que se haya rebelado contra la Iglesia. Tal vez nos está
mostrando otro tipo de cristiano, un cristianismo que también existía en su
período y eso me parece también muy importante tenerlo en cuenta.
E.R.:
Destacabas a la mujer por el tratamiento de los personajes femeninos que hace
Cervantes en sus obras. Pienso, quedándonos solamente en Don Quijote, en
Marcela y Dorotea, apoderándose de su vida, viviendo una libertad sorprendente
para la literatura y para la sociedad de la época.
R.F.: Sin
duda, Marcela es asombrosa, no creo que haya un paralelo en la literatura de
una mujer que se rebela y dice no al matrimonio. No tengo que pasar, como se
decía siempre, de las manos de mi padre a las de mi marido. Quiero decidir y la
belleza no es todo.
E.R.: Y
Dorotea, recorriendo caminos, haciendo lo imposible para poder reunirse con el
hombre que ella ha elegido…
R.F.:
Absolutamente, y rompiendo también barreras sociales, porque ella pertenecía a
un estrato menor, ella estaba en un estrato burgués y logra que el caballero
diga sí.
E.R.: Nos
decías hace un momento que, de algún modo, Borges te llevó a Cervantes. Tú
también eres especialista en Borges, un ejemplo
notable de intertextualidad, de diálogo con Cervantes.
R.F.: Cuando
fui a Israel, a pesar de que mi idea era dedicarme a las jarchas, la primera
manifestación de poesía en romance, por distintos motivos pensé que tenía que
adquirir el árabe y traté
de hacerlo al comienzo, pero preferí luego perfeccionar mi hebreo. Entonces me
volqué con pasión. Mi doctorado fue sobre Borges, sobre la colección de cuentos
El Aleph. Ciertamente Borges me llevó al Quijote, porque yo
insisto en esto que he dicho más de una vez, para mí Borges es un gran
cervantista. Él ha sabido leer a Cervantes, especialmente el Quijote,
desde ángulos inexplorados hasta ese momento. “Magias parciales del Quijote” es
un ensayo verdaderamente vanguardista o de vanguardia en relación a los
estudios del Quijote. Algunas
cosas que he dicho hoy, que tú me has preguntado, las vio Borges en ese ensayo
de comienzos, la primera mitad del siglo XX. Él ha comprendido las técnicas de
ruptura, ha comprendido también sobre todo esta modernidad autoreflexiva.
Cervantes tiene la misma preocupación que Borges: la literatura. Son autores
que hablan de la literatura. Cuando mis alumnos me preguntan de qué trata el Quijote,
digo -como es posible decir de la obra de Borges- que trata de los libros, de
qué hacen en nuestra vida, por qué son importantes y por qué nos cambian. Creo que ambos están
hablando de lo mismo y que Borges lo entendió en Cervantes; de allí que su
lectura de Cervantes sea brillante. Si cuando Borges nos hace un guiño, nos
lleva a abrir un mundo, bueno, yo me dejé llevar por ese mundo. En realidad,
ellos están hablando de la reescritura. Es decir, que la literatura es
permanente reescritura. Estamos hablando de los que nos precedieron, rescribiéndolos,
y mostrándonos que en la lectura, el lector también está siendo coautor. De
allí que sus obras sean obras maestras y ellos, autores clásicos.
Nota: Para
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Fine, Ruth.
“La literatura nos enseña a leer el mundo: entrevista a Ruth Fine”. Entrevista
por María Elena Ruibal. Humanidades: revista de la Universidad de Montevideo,
nº 8 (2020): 301-311.